CRITICA A UNA SENTENCIA, DIETA Y CANCER QUE PUEDE Y QUE NO PUEDE HACER TU ALIMENTACION

Enviado por admindrupal el Mié, 25/09/2019 - 08:21
Sección
SILLÓN ESCÉPTICO
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partir de los 16 años de edad, decidí comprar el cómic en cuestión para regalárselo a mi hijo. No me resulta fácil encontrar materiales relacionados con el escepticismo para chavales de su edad, así que me pareció que podía tratarse de una oportunidad. Además, mi hijo lee muchos cómics pero no se animaría a leer un libro de divulgación científica con mucha letra y poco dibujo. De hecho, para su educación escéptica, tras varios intentos fracasados de hacerle leer libros más «científicos», he recurrido a los cómics de la colección Rahan: le fils des âges farouches (en Francia se sigue editando pero en España, que yo sepa, solamente se publicó en los años 70, por la editorial Buru-Lan, bajo el título de Rahan1). El caso es que le regalé Crédulité et rumeurs a mi hijo, que se había comprado un par de mangas por su cuenta, sin estar segura de si lo leería (ya se sabe, lo que compra mamá suele ser un tostón). A la mañana siguiente me llevé una grata sorpresa cuando me contó que lo había leído, que le había gustado mucho y que quería consultarme un par de cosas que no estaba seguro de haber entendido bien, lo cual nos permitió entablar un enriquecedor diálogo sobre cómo nos pueden engañar hasta nuestras propias percepciones y cómo otros pueden manipularnos aprovechándose de nuestra credulidad. Repasamos de paso un poco de matemáticas reproduciendo dos de los ejemplos del libro. El librito empieza con una interesante introducción (que sospecho que mi hijo se saltó) sobre la aparente contradicción que existe entre la democratización del saber y la multiplicación de los datos, por un lado, y el aumento de la credulidad y de las teorías conspiracionistas (como el caso de Los protocolos de los sabios de Sion), por el otro. El cómic propiamente dicho, de 50 páginas, comienza con un adolescente que se niega a vacunarse, convencido de que las vacunas provocan esclerosis múltiple porque lo ha leído en internet. Rebotado con sus padres, a quienes considera unos crédulos aborregados, sale a la calle y se encuentra con un amigo escéptico. Se establece un diálogo entre ambos, en el que el escéptico va demostrando, mediante ejemplos concretos, cómo nuestra propia intuición nos puede llevar a engaño. Para ello, repasa las tres principales limitaciones de nuestra percepción: dimensional (espacial y temporal), cultural y cognitiva. Demuestra pues que nuestra interpretación de la realidad está condicionada no solamente por el lugar, el momento y la cultura desde la que observamos, sino también por nuestra forma de procesar los datos. La segunda parte de la conversación aborda el tema de las teorías conspiracionistas que abundan en internet. Tras explicar lo que es el sesgo de confirmación, describe cómo internet amplifica dicho sesgo gracias a los algoritmos que permiten personalizar los resultados de búsqueda, acentuando la endogamia y generando la llamada «burbuja de filtrado». En la tercera parte, el joven escéptico retoma el asunto de las limitaciones cognitivas en el escéptico 64 nuestra percepción de la realidad, ilustrando con ejemplos de la vida cotidiana fenómenos como la tendencia a sobrevalorar el coste frente al beneficio, el sesgo de la negligencia de la regresión a la media, las profecías autorrealizables, etc. En definitiva, sin ser exhaustivo, el cómic presenta de manera atractiva para los adolescentes las primeras claves para tomar conciencia de la fragilidad de nuestras propias percepciones, de la importancia de buscar la verdad y de mantenerse alerta para protegernos de nosotros mismos y de los demás. Esperemos que alguien se anime a editarlo en español. Es una buena manera de educar a los adolescentes en el escepticismo y, para los adultos, de repasar conceptos disfrutando de una lectura breve y distendida. Aunque lo mejor del librito, en mi caso, ha sido la oportunidad que me ha brindado de conversar con mi hijo, un chaval de 13 años. Mónica Nicolau Crítica a una sentencia Julián Rodríguez Ed. Letrame, 2019, 146 p. Dieta y cáncer: qué puede y qué no puede hacer tu alimentación Julio Basulto y Juanjo Cáceres (con la colaboración de Carlos González) Ed. Martínez Roca, 2019, 301 p. «Si quieres cambiar las cosas, debes denunciar y estar preparada para que no te crean», decía recientemente la escritora Mary Karr a propósito de las mujeres violadas. Lo que se puede aplicar también al caso de Julián Rodríguez, quien en Crítica a una sentencia nos hace partícipes de sus tribulaciones a la hora de llevar a la justicia el caso de su hijo Mario, fallecido por una leucemia tratada con pseudoterapias, como ya nos contó en Homicidio de un enfermo (2018). Como nos dice el propio Julián, el libro es básicamente «una crítica a las argumentaciones de un juez ─que no de la Justicia─ gracias a las cuales su señoría pudo dictar sentencia absolutoria a favor de un engañador en temas de salud». No es sino un ejemplo más del proceder habitual ─y equivocado─ de la justicia en casos semejantes: pensar que una persona en la situación de vulnerabilidad que supone el sufrir una enfermedad grave tiene la sangre fría necesaria para tomar sus decisiones con todo conocimiento y libre de presiones. Y es que no se acaba de asumir la ingente cantidad de desinformación con que uno se encuentra por doquier; en este caso, las revistas y canales especializados en el engaño y adoctrinamiento en que cayó la madre, la pobre Josefa, hasta el punto de que murió poco después de Mario e igualmente por un cáncer sin tratar. Verano 2019 Incluso tras la tragedia de su hijo seguía convencida de las bondades del pseudomédico, titulado en el Real Colegio Universitario Escorial María Cristina, cuyos títulos en materia de salud tienen la misma validez oficial que los de la Señorita Pepis. Pero eso lo sabemos nosotros, no el juez, a quien eso, junto con que la OMS supuestamente abogue también por las medicinas precientíficas (tradicionales, las llaman) y que existan asociaciones de «profesionales» de las «terapias naturales» parece que le resultó garantía de que el pseudoterapeuta fuese alguien que sabía lo que hacía (esto es, des- De lo que se deduce que queda mucho trabajo por hacer para combatir una desinformación pseudocientífica que ha calado en todos los estamentos de la sociedad, y ojalá Mario hubiera tenido en sus manos a tiempo el otro libro que queremos reseñar aquí: Dieta y cáncer, de Julio Basulto y Juanjo Cáceres. Una obra que no nos habla precisamente de positividad, optimismo y espiritualidades varias, sino que empieza ya advirtiéndonos de la necesidad de ser críticos ante las múltiples ideas descabelladas que circulan acerca de las causas y las curas del cáncer. Nos pone al corriente, desde el rigor, pero preciar a los oncólogos y los tratamientos científicos). Vamos, que la justicia demostró ser ciega… en el peor de los sentidos. Un libro que nos transmite la frustración, como apuntábamos, de quien no ha sido creído, de quien se ha visto dañado en su reputación, defraudado por un juez no preparado para comprender el alcance y el trasfondo de un problema (y que insistimos, parece ser algo generalizado en la judicatura) y por unos abogados que, sin tomarse en serio el asunto, optaron por una línea de argumentación temeraria y mal preparada. de manera didáctica, de qué es el cáncer, cuál es su incidencia, qué son los factores de riesgo y de prevención (que no de curación, pues, como insisten una y otra vez, prevenir no es curar), y los bulos al respecto: soja, gluten, aditivos alimentarios, transgénicos, pesticidas… Muy interesante resulta el capítulo 5, «Riesgos de creer que las terapias (o las dietas) “alternativas” curan el cáncer». Como recalcan también los autores, ninguna dieta cura el cáncer; todo lo más, una dieta adecuada disminuye el riesgo a escala poblacional de sufrir determinados tipos de cáncer; tampoco se Verano 2019 65 el escéptico curará con homeopatía, acupuntura o demás medicinas «tradicionales», y mucho menos resolviendo nuestros conflictos emocionales. Termina el capítulo con un útil decálogo para detectar una pseudoterapia y así defendernos de ella. Si tenemos la mala suerte de que nos diagnostican un cáncer, el sexto y último capítulo será especialmente valioso, aunque ya nos advierten de que lo primero es seguir lo pautado por el oncólogo. La alimentación en este caso podrá ayudar a mantenernos fuertes ante unos tratamientos que suelen ser bastante agresivos, y quizá la tengamos que variar también para sobrellevar los efectos secundarios (anorexia, náuseas, llagas…), pero siempre bajo pauta del oncólogo o de un dietista-nutricionista, y huyendo de complementos alimenticios y plantas «medicinales», que pueden interferir en los tratamientos e incluso resultar tóxicos. Un libro escrito por dos catalanes de pro tenía que dedicar buena parte de sus críticas al núcleo duro de las pseudoterapias anticáncer de aquella región, en especial hacia Odile Fernández, aunque tampoco Pàmies, Forcades o Corbera se libran del escrutinio. el escéptico 66 Por otro lado, nos instan a confiar en el trabajo y las directrices de las instituciones sanitarias oficiales, incluidas las vinculadas a la OMS, la cual, por más que se empeñen algunos desinformadores con campañas que han calado en la sociedad, no tiene como una de sus prioridades el apoyo a las terapias precientíficas. Algo que nos ha llamado la atención de la obra es su presentación: tanto el título como la presentación y el formato recuerdan mucho a los abundantes libros de vendemilagros, por lo que es muy posible que los aficionados al género lo elijan «por error» (es de esperar que estén en las mismas estanterías, sea en librerías o en bibliotecas), de modo que la gente con ideas equivocadas puede replantearse ciertas cosas. Al menos, esa es nuestra esperanza. Lástima que Mario Rodríguez (y tantos otros) no hubiera sido uno de ellos. Juan A. Rodríguez 1-https://www.tebeosfera.com/publicaciones/ rahan_1974_buru_lan.html Verano 2019

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