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partir de los 16 años de edad, decidí comprar el có-

mic en cuestión para regalárselo a mi hijo. No me 

resulta fácil encontrar materiales relacionados con 

el escepticismo para chavales de su edad, así que me 

pareció que podía tratarse de una oportunidad. Ade-

más, mi hijo lee muchos cómics pero no se animaría 

a leer un libro de divulgación científica con mucha 

letra y poco dibujo. De hecho, para su educación 

escéptica, tras varios intentos fracasados de hacerle 

leer libros más «científicos», he recurrido a los có

-

mics de la colección 

Rahan: le fils des âges farou

-

ches 

(en Francia se sigue editando pero en España, 

que yo sepa, solamente se publicó en los años 70, 

por la editorial Buru-Lan, bajo el título de 

Rahan

1

).

El caso es que le regalé 

Crédulité et rumeurs

 a mi 

hijo, que se había comprado un par de mangas por 

su cuenta, sin estar segura de si lo leería (ya se sabe, 

lo que compra mamá suele ser un tostón). A la ma-

ñana siguiente me llevé una grata sorpresa cuando 

me contó que lo había leído, que le había gustado 

mucho y que quería consultarme un par de cosas 

que no estaba seguro de haber entendido bien, lo 

cual nos permitió entablar un enriquecedor diálogo 

sobre cómo nos pueden engañar hasta nuestras pro-

pias percepciones y cómo otros pueden manipular-

nos aprovechándose de nuestra credulidad. Repasa-

mos de paso un poco de matemáticas reproduciendo 

dos de los ejemplos del libro.

El librito empieza con una interesante introduc-

ción (que sospecho que mi hijo se saltó) sobre la 

aparente contradicción que existe entre la democra-

tización del saber y la multiplicación de los datos, 

por un lado, y el aumento de la credulidad y de las 

teorías conspiracionistas (como el caso de 

Los pro-

tocolos de los sabios de Sion

), por el otro.

El cómic propiamente dicho, de 50 páginas, co-

mienza con un adolescente que se niega a vacu-

narse, convencido de que las vacunas provocan 

esclerosis múltiple porque lo ha leído en internet. 

Rebotado con sus padres, a quienes considera unos 

crédulos aborregados, sale a la calle y se encuentra 

con un amigo escéptico. Se establece un diálogo en-

tre ambos, en el que el escéptico va demostrando, 

mediante ejemplos concretos, cómo nuestra propia 

intuición nos puede llevar a engaño. Para ello, repa-

sa las tres principales limitaciones de nuestra per-

cepción: dimensional (espacial y temporal), cultural 

y cognitiva. Demuestra pues que nuestra interpreta-

ción de la realidad está condicionada no solamente 

por el lugar, el momento y la cultura desde la que 

observamos, sino también por nuestra forma de pro-

cesar los datos. La segunda parte de la conversación 

aborda el tema de las teorías conspiracionistas que 

abundan en internet. Tras explicar lo que es el sesgo 

de confirmación, describe cómo internet amplifica 

dicho sesgo gracias a los algoritmos que permiten 

personalizar los resultados de búsqueda, acentuan-

do la endogamia y generando la llamada «burbuja 

de filtrado». En la tercera parte, el joven escéptico 

retoma el asunto de las limitaciones cognitivas en 

nuestra percepción de la realidad, ilustrando con 

ejemplos de la vida cotidiana fenómenos como la 

tendencia a sobrevalorar el coste frente al beneficio, 

el sesgo de la negligencia de la regresión a la media, 

las profecías autorrealizables, etc.

En definitiva, sin ser exhaustivo, el cómic presen

-

ta de manera atractiva para los adolescentes las pri-

meras claves para tomar conciencia de la fragilidad 

de nuestras propias percepciones, de la importancia 

de buscar la verdad y de mantenerse alerta para pro-

tegernos de nosotros mismos y de los demás. 

Espe-

remos que alguien se anime a editarlo en español

Es una buena manera de educar a los adolescentes 

en el escepticismo y, para los adultos, de repasar 

conceptos disfrutando de  una lectura breve y dis-

tendida. Aunque lo mejor del librito, en mi caso, ha 

sido la oportunidad que me ha brindado de conver-

sar con mi hijo, un chaval de 13 años.

Mónica Nicolau

Crítica a una sentencia

Julián Rodríguez

Ed. Letrame, 2019, 146 p.

Dieta y cáncer: qué puede y qué no pue-

de hacer tu alimentación

Julio Basulto y Juanjo Cáceres

(con la colaboración de Carlos González)

Ed. Martínez Roca, 2019, 301 p.

«Si quieres cambiar las cosas, debes denunciar y 

estar preparada para que no te crean», decía recien-

temente la escritora Mary Karr a propósito de las 

mujeres violadas. Lo que se puede aplicar también 

al caso de Julián Rodríguez, quien en 

Crítica a una 

sentencia

 nos hace partícipes de sus tribulaciones 

a la hora de llevar a la justicia el caso de su hijo 

Mario, fallecido por una leucemia tratada con pseu-

doterapias, como ya nos contó en 

Homicidio de un 

enfermo

 (2018).

Como nos dice el propio Julián, el libro es bási-

camente «una crítica a las argumentaciones de un 

juez  ─que  no  de  la  Justicia─  gracias  a  las  cuales 

su señoría pudo dictar sentencia absolutoria a favor 

de un engañador en temas de salud». No es sino un 

ejemplo más del proceder habitual ─y equivocado─ 

de la justicia en casos semejantes: pensar que una 

persona en la situación de vulnerabilidad que supo-

ne el sufrir una enfermedad grave tiene la sangre 

fría necesaria para tomar sus decisiones con todo 

conocimiento y libre de presiones. Y es que no se 

acaba de asumir la ingente cantidad de desinfor-

mación con que uno se encuentra por doquier; en 

este caso, las revistas y canales especializados en el 

engaño y adoctrinamiento en que cayó la madre, la 

pobre Josefa, hasta el punto de que murió poco des-

pués de Mario e igualmente por un cáncer sin tratar. 

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Incluso tras la tragedia de su hijo seguía convenci-

da de las bondades del pseudomédico, titulado en el 

Real Colegio Universitario Escorial María Cristina, 

cuyos títulos en materia de salud tienen la misma 

validez oficial que los de la Señorita Pepis.

Pero eso lo sabemos nosotros, no el juez, a quien 

eso, junto con que la OMS supuestamente abogue 

también por las medicinas precientíficas (tradicio

-

nales, las llaman) y que existan asociaciones de 

«profesionales» de las «terapias naturales» parece 

que le resultó garantía de que el pseudoterapeuta 

fuese alguien que sabía lo que hacía (esto es, des-

preciar a los oncólogos y los tratamientos científi

-

cos). Vamos, que la justicia demostró ser ciega… en 

el peor de los sentidos.

Un libro que nos transmite la frustración, como 

apuntábamos, de quien no ha sido creído, de quien 

se ha visto dañado en su reputación, defraudado por 

un juez no preparado para comprender el alcance y 

el trasfondo de un problema (y que insistimos, pa-

rece ser algo generalizado en la judicatura) y por 

unos abogados que, sin tomarse en serio el asunto, 

optaron por una línea de argumentación temeraria y 

mal preparada.

De lo que se deduce que queda mucho trabajo 

por hacer para combatir una desinformación pseu-

docientífica que ha calado en todos los estamentos 

de la sociedad, y ojalá Mario hubiera tenido en sus 

manos a tiempo el otro libro que queremos reseñar 

aquí: 

Dieta y cáncer

, de Julio Basulto y Juanjo Cá-

ceres. Una obra que no nos habla precisamente de 

positividad, optimismo y espiritualidades varias, 

sino que empieza ya advirtiéndonos de la necesidad 

de ser críticos ante las múltiples ideas descabella-

das que circulan acerca de las causas y las curas del 

cáncer. Nos pone al corriente, desde el rigor, pero 

de manera didáctica, de qué es el cáncer, cuál es su 

incidencia, qué son los factores de riesgo y de pre-

vención (que no de curación, pues, como insisten 

una y otra vez, prevenir no es curar), y los bulos al 

respecto: soja, gluten, aditivos alimentarios, trans-

génicos, pesticidas…

Muy interesante resulta el capítulo 5, «Riesgos de 

creer que las terapias (o las dietas) “alternativas” cu

-

ran el cáncer». Como recalcan también los autores, 

ninguna dieta cura el cáncer; todo lo más, una dieta 

adecuada disminuye el riesgo a escala poblacional 

de sufrir determinados tipos de cáncer; tampoco se 

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curará con homeopatía, acupuntura o demás medi-

cinas «tradicionales», y mucho menos resolviendo 

nuestros conflictos emocionales. Termina el capítu

-

lo con un útil decálogo para detectar una pseudote-

rapia y así defendernos de ella.

Si tenemos la mala suerte de que nos diagnostican 

un cáncer, el sexto y último capítulo será especial-

mente valioso, aunque ya nos advierten de que lo 

primero es seguir lo pautado por el oncólogo. La 

alimentación en este caso podrá ayudar a mantener-

nos fuertes ante unos tratamientos que suelen ser 

bastante agresivos, y quizá la tengamos que variar 

también para sobrellevar los efectos secundarios 

(anorexia, náuseas, llagas…), pero siempre bajo 

pauta del oncólogo o de un dietista-nutricionista, y 

huyendo de complementos alimenticios y plantas 

«medicinales», que pueden interferir en los trata-

mientos e incluso resultar tóxicos.

Un libro escrito por dos catalanes de pro tenía que 

dedicar buena parte de sus críticas al núcleo duro 

de las pseudoterapias anticáncer de aquella región, 

en especial hacia Odile Fernández, aunque tampoco 

Pàmies, Forcades o Corbera se libran del escrutinio. 

Por otro lado, nos instan a confiar en el trabajo y 

las directrices de las instituciones sanitarias oficia

-

les, incluidas las vinculadas a la OMS, la cual, por 

más que se empeñen algunos desinformadores con 

campañas que han calado en la sociedad, no tiene 

como una de sus prioridades el apoyo a las terapias 

precientíficas.

Algo que nos ha llamado la atención de la obra 

es su presentación: tanto el título como la presenta-

ción y el formato recuerdan mucho a los abundantes 

libros de vendemilagros, por lo que es muy posible 

que los aficionados al género lo elijan «por error» 

(es de esperar que estén en las mismas estanterías, 

sea en librerías o en bibliotecas), de modo que la gen-

te con ideas equivocadas puede replantearse ciertas 

cosas. Al menos, esa es nuestra esperanza. Lástima 

que Mario Rodríguez (y tantos otros) no hubiera sido 

uno de ellos.

Juan A. Rodríguez

1-https://www.tebeosfera.com/publicaciones/

rahan_1974_buru_lan.html