JESÚS MOSTERÍN, UN GRAN LIBREPENSADOR RACIONAL

Enviado por admindrupal el Jue, 01/03/2018 - 09:19
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Jesús Mosterín

un gran librepensador racional
Juan Manuel Sánchez-Ferrer
ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico

Obituario para un talento renacentista en la era de la especialización
Jesús Mosterín (foto: Wikimedia Commons)

el escéptico 18

Otoño-Invierno 2017

E

l 4 de octubre de 2017 falleció el filósofo Jesús
Mosterín (1941-2017), a los 76 años. Con su
muerte ha dejado un vacío que sin duda será
difícil de llenar en el panorama filosófico español.
Su labor multifacética es de tal magnitud que realizar
una biografía exhaustiva, que haga justicia a su vida y
obra, requiere prácticamente una tesis doctoral. Con
mi contribución me he conformado con exponer una
primera aproximación de lo que llevó a cabo Mosterín,
entrando en minuciosidades solo en algunos aspectos
que desde mi punto de vista intelectual me parecen
relevantes.
Sin duda se echará en falta su honestidad intelectual
sin concesiones, casi salvaje, así como su insólita capacidad para elaborar síntesis clarificadoras. Pero las
mismas cualidades por las que fue admirado también
fueron las que le apartaron de los núcleos de poder.
Sus dos grandes referencias fueron Aristoteles (él no
escribía «Aristóteles» para respetar la fonética griega
clásica) y Bertrand Russell.
Mosterín nació en Bilbao. Cursó simultáneamente
tanto el bachillerato científico como el de letras, dando señal inequívoca de su vocación renacentista ya
desde la adolescencia. Seguidamente, decidió cursar
la licenciatura de filosofía. Cursó estudios avanzados
de lógica en Alemania Occidental, en el Institut für
mathematische Logik und Grundlagenforschung (Universidad de Münster). Allí se formó sólidamente en
lógica moderna y en teoría de conjuntos, en una época
en la que el mundo académico español, salvo honrosas
excepciones, todavía apenas había ido más allá de la
lógica aristotélica y la escolástica.
En su juventud, a la vez que iba formándose como
lógico y filósofo, encontró tiempo como importante colaborador del inolvidable Félix Rodríguez de la
Fuente, acompañándolo incluso a África, continente al
que volvería varias veces a lo largo de su vida. Fruto
temprano de su interés por los animales es su edición
de la Enciclopedia de la Fauna, como editor de Salvat
Editores.
Tras estudios postdoctorales en Alemania, Francia y
EEUU, consiguió en 1983 la cátedra de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Barcelona.
Como catedrático cabe destacar su estancia en el Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT (junto a
Boston), donde coincidió con Noam Chomsky.
Como profesor de la Universidad de Barcelona era
especialmente atractivo para estudiantes de ciencias
atraídos por su visión global y sintética de la ciencia,
expuesta siempre de manera clara, rigurosa y profunda. El discípulo más relevante de Mosterín fue el
lógico filosófico Ulises Moulines (catedrático de la
Universidad de Munich, que también es licenciado en
ciencias físicas), por el que tuvo un profundo respeto,
sin olvidar a la catedrática de Filosofía de la Ciencia
Anna Estany (Universidad Autónoma de Barcelona).
Sin embargo, su vigoroso espíritu renacentista no era
compatible con la clausura universitaria. Necesitaba
libertad completa de movimiento para desarrollar una
gran variedad de proyectos y actividades, entre los que

Otoño-Invierno 2017

estuvo su cerrada y famosa defensa de los derechos
de los animales. Dejó de impartir clases en 1996, para
ejercer como profesor de investigación en el Instituto
de Filosofía del CSIC (en Madrid). Antes de jubilarse,
a los 70 años, también se convirtió en miembro del
Center for Philosophy of Science of Pittsburg (donde
entraría en contacto con el filósofo de la física Lawrence Sklar) y elaboró, con el filósofo de la física Roberto
Torretti, la obra Diccionario de lógica y filosofía de la
ciencia (Alianza Editorial). En esta etapa de su vida
tuvo tiempo incluso de publicar una serie de monografías sobre diferentes temas de la historia del pensamiento, entre las que cabe destacar Los cristianos
(Alianza Editorial) y Los judíos (Alianza Editorial).
Casi hasta el último momento no dejó de impartir
incansablemente conferencias (incluso periódicamente en la Universidad de Pekín), en las que desplegaba
exuberantemente su capacidad clarificadora para abordar todos los aspectos de la filosofía y de la ciencia.
Como apasionado polemista, participó en todo tipo de
debates públicos, donde adquirió fama por sus inéditos
y profundos puntos de vista, así como por sus enfrentamientos con toreros y defensores de los toros.

Sus aportaciones como lógico

Como lógico se convirtió en uno de los grandes introductores y promotores de la lógica moderna y la
teoría de conjuntos en nuestro país, así como de la
filosofía analítica. Introdujo en España la lógica de
Frege, la visión formalista de Hilbert en lo relativo a
los fundamentos de la matemática, así como todos los
avances de la lógica desde finales del siglo XIX hasta
nuestros tiempos (en especial la obra de Gödel), pero
introduciendo contribuciones originales concretas y
una visión general al respecto propia y genuina.
Aparte de sus trabajos teoréticos sobre lógica, cabe
destacar sus contribuciones a la lógica aplicada en
campos como el de la computabilidad y la complejidad, sin olvidar su introducción en España del análisis
no estándar, un desarrollo lógico de los fundamentos
del análisis matemático inspirado en las ideas del filósofo Leibniz respecto a la concepción de infinitésimo.
Una importante contribución concreta de Mosterín a
la lógica aplicada, reconocida internacionalmente, es
la de precisar exhaustivamente la idea de que el sistema posicional de numeración de los números naturales
se puede tomar como base de datos universal para codificar todo tipo de objetos simbólicos (cromosomas,
textos, etc.).
En el campo de la filosofía teorética, uno de sus temas
centrales fue la dualidad aristotélica forma-contenido
(o forma-substancia). Esta dualidad la aplicó fructíferamente para elaborar iluminadores análisis tanto en
cuestiones de lógica como de filosofía de la ciencia.
Por ejemplo, Mosterín visionó como caso de dualidad
forma-contenido la dialéctica entre las dos visiones
contrapuestas más importantes para fundamentar la
Matemática: la de los logicistas (Frege y Russell), y
la visión formalista de Hilbert. Frege realizó grandes
aportaciones a la Lógica, pero también fue la culmina19 el escéptico

ción de la Lógica en la línea de la tradición heredada
de Aristoteles, tradición por la que las aseveraciones
de una teoría han de corresponder siempre a enunciados con sentido concreto verdaderos o falsos; por el
contrario, Hilbert rompió con toda la tradición de la
Lógica, introduciendo la idea de que los axiomas son
meros esquemas abstractos, que en sí mismos no son
ni verdaderos ni falsos (algo inadmisible para Frege),
y que solo han de cumplir el requisito de que sean consistentes entre sí. Al final se impuso en el siglo XX la
visión formalista de Hilbert, que se extendió más allá
de la Matemática, llegando a la órbita de los científicos
(especialmente a la de los físicos teóricos) y a la de la
propia Filosofía de la Ciencia.
Dada su formación en lógica, es natural que acabara introduciendo y promoviendo la filosofía analítica
en España, desarrollando la idea de que la filosofía es
básicamente una actividad de dilucidación lógica; así,
fue firme defensor de exigir en filosofía la precisión
minuciosa lógico-conceptual, evitando las aseveraciones vacías de contenido. En este sentido siempre fue
contrario a los excesos del idealismo y la escolástica
(precisamente las corrientes dominantes en las facultades españolas de filosofía hasta finales de la década
de los sesenta), a la vez que favorable a una filosofía
fundamentada en una reflexión sobre los resultados de
la ciencia.

Su aportación a la filosofía de la ciencia

Como filósofo de la ciencia, se preocupó inicialmente por una construcción lógica de la ciencia a partir de las percepciones empíricas intersubjetivas más
inmediatas, en la línea de los positivistas lógicos, los
operacionalistas y las ideas de Ernst Mach. Sin embargo, pronto vivió Mosterín la crisis histórica que se
produjo tanto en el proyecto del positivismo lógico
como en el del operacionalismo. Por una parte, los
historiadores de la ciencia, capitaneados por Kuhn (y
no pocos científicos) destacaron que los positivistas
lógicos no habían logrado realizar ninguna construcción lógica realista de la ciencia salvo en áreas muy
concretas y limitadas; por otra parte, después de la II
Guerra Mundial, la visión formalista de Hilbert ya se
había impuesto en ciencia, sobre todo en física teórica, como consecuencia de la crisis teorética de la física cuántica.

A pesar de la crisis de las posturas logicistas en filosofía de la ciencia, Mosterín se opuso firmemente a la
moda dominante entonces (sobre todo en el colectivo
de los historiadores de la ciencia), postulando que el
desarrollo histórico de la ciencia tiene una dinámica
intrínseca al margen de factores externos a la misma
(como son los condicionantes socioeconómicos y políticos). Para Mosterín, la evolución de la ciencia está
regida fundamentalmente por el intento de lograr la
consistencia de nuestras aseveraciones entre sí y de
las mismas con los hechos empíricos.
Por otra parte, la idea de los positivistas lógicos de
que las teorías científicas consisten, básicamente, en
conjuntos de enunciados con sentido empírico verdaderos o falsos estaba siendo superada por el formalismo de Hilbert, lo cual acabaría influyendo en la propia manera de concebir las teorías científicas. Frente a
estos cambios de perspectiva, Mosterín no se pasó al
formalismo, pero extrajo la conclusión de que se ha de
distinguir entre el conocimiento sobre particulares (lo
que él denominaba historia, en el sentido implícito en
términos como Historia Natural o Historia de los animales), y teoría abstracta (es decir, estructura abstracta
que no es ni verdadera ni falsa) que adquiere sentido a
posteriori cuando se aplica, a través de lo que él denominó conceptores, a un conjunto de entidades particulares. Así, Mosterín concluyó que la estructura de una
teoría científica es dada a priori (usualmente como estructura matemática) con la única condición de que sea
lógicamente consistente, pero siempre como red que a
posteriori se echa sobre la realidad empírica; y es solo
cuando esta red entra en contacto con la realidad cuando tiene sentido preguntarse por el significado empírico de la teoría científica.
Como filósofo de la ciencia estuvo un tiempo especialmente atento a los desarrollos del estructuralismo
científico, movimiento del que Ulises Moulines es
representante significativo. Según el estructuralismo
científico, las teorías científicas se han de entender
fundamentalmente como entidades que tienen forma
y contenido: una forma consistente en una estructura
lógicamente consistente, y un contenido consistente
en un conjunto de conjuntos de particulares (denominados modelos de la teoría), en los que dichas estructuras adquieren sentido empírico. Sin embargo, más
tarde entraría en una etapa en la que relativizaría la

Siempre fue contrario a los excesos del idealismo y la escolástica, a la vez que favorable a una filosofía fundamentada en una reflexión sobre los resultados de la ciencia.

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importancia de distinguir entre forma y contenido a la
hora de abordar una teoría científica. Esto se constata
en su artículo sobre lo que es una teoría, enfocado a
las teorías científicas (incluido en su Diccionario de
lógica y filosofía de la ciencia), en que el que se asevera que toda teoría científica puede describirse con distintos enfoques equivalentes entre sí, que básicamente
son el sintáctico (el heredado de los positivistas lógicos), el semántico (el del estructuralismo científico) y
el pragmático. A partir de aquí, Mosterín consideraría
que, a pesar de los problemas teoréticos del positivismo lógico, puede abordarse perfectamente el contenido de una teoría científica concibiéndola como conjunto de proposiciones empíricas verdaderas o falsas, sin
necesidad de introducirse en el alambicado sistema de
concepciones del estructuralismo científico.
Por otra parte, Mosterín consideraba la filosofía
como una actividad recursiva indefinida de dilucidación lógica, anclada en la ciencia pero aspirando ir más
allá del mero análisis de las teorías científicas, por lo
que no dudó en volcarse en pos de conseguir una visión global del mundo basada en la ciencia, con vistas
a hacer de la ciencia una forma de conocimiento que
se situara más allá de la mera predicción de hechos
futuros. En este sentido, se puso al tanto de los últimos
avances en cosmología, algo que queda reflejado en su
libro Ciencia viva (Espasa).
Pero el área de la filosofía de la ciencia a la que más
se dedicó fue sin duda la de la filosofía de la biología.
Como filósofo de la biología introdujo básicamente
una ontología de los seres vivos inspirada en ideas del
propio Aristoteles, pero salvando las falacias de este y
empleando todas las herramientas de la filosofía analítica y la lógica. Su ontología sobre los seres vivos
arrancó con un análisis pormenorizado de las diferentes definiciones acerca de lo que es la vida, llegando a
la conclusión de que son insuficientes las definiciones
propuestas al respecto, basadas en el metabolismo, la
reproducción, la termodinámica, la complejidad y la
evolución.

Jesús Mosterín como humán público

Mosterín propuso el término humán para referirse a
los humanos en general, puesto que consideraba que
no es lícito que tenga género la propia palabra utiliza-

da para referirse a todos los humanos.
A sus alumnos siempre les aconsejaba que se dedicaran precisamente a todo aquello por lo que sintiesen profunda pasión, y él siempre fue coherente con
lo que promulgaba. Públicamente, también cultivó la
filosofía práctica, de lo cual hay constancia en numerosos artículos publicados en la prensa, entrevistas y
debates. Pero de su actividad pública será recordado
sobre todo como el gran defensor de los derechos de
los animales. En este aspecto quizá lo más destacable
es que fue promotor del Proyecto Gran Simio, proyecto con el que se pretende defender los derechos de los
primates como homínidos.
Colaboró intelectualmente para conseguir la abolición en 2010 de las corridas de toros en la Cataluña;
sin embargo, se sentiría profundamente decepcionado
con la actitud de la Generalidad de Cataluña en relación a los correbous, una forma tradicional de hostigamiento de toros.
Su vida llegó a un punto de inflexión hace unos dos
años cuando se le diagnosticó mesotelioma maligno,
un tipo de cáncer con síntomas semejantes a los del
cáncer de pulmón, que seguramente se originó aspirando grandes cantidades de partículas de amianto durante su adolescencia en Bilbao, o quizá en el MIT a
principios de los años 90. Se le tuvo que operar. Su
traumática experiencia la expuso en su artículo «Una
cita con la parca»1. A pesar de ello, siguió impartiendo
conferencias e impulsando proyectos hasta prácticamente su último mes, y ello consciente de que se le
acababa el tiempo.
No pudo evitar reflexionar sobre la muerte. En entrevistas de sus últimos dos años de vida, en consonancia
con lo que manifestó en «Una cita con la parca», expresó su deseo de morir de manera natural, sin sufrimiento. Era partidario de que cada uno muera según
sus deseos y de manera digna, y de hecho vino a decir
que quería morir en el bosque rodeado de animales
como un ser vivo más; sin embargo, tuvo que pasar
por las molestias y complicaciones derivadas de su enfermedad, con una muerte en un hospital de ciudad (en
Barcelona). Los que colaboraron con él seguro que se
sentirán huérfanos.
1- El País, 24 de marzo de 2015

Propuso el término humán para referirse a los humanos en
general, puesto que consideraba que no es lícito que tenga
género la palabra utilizada para referirse a todos los humanos.

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