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Jesús Mosterín

un gran librepensador racional

Juan Manuel Sánchez-Ferrer

ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico

Obituario para un talento renacentista en la era de la especialización

 

Jesús Mosterín (foto: Wikimedia Commons)

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E

l 4 de octubre de 2017 falleció el filósofo Jesús 

Mosterín (1941-2017), a los 76 años. Con su 

muerte ha dejado un vacío que sin duda será 

difícil  de  llenar  en  el  panorama  filosófico  español. 

Su labor multifacética es de tal magnitud que realizar 

una biografía exhaustiva, que haga justicia a su vida y 

obra, requiere prácticamente una tesis doctoral. Con 

mi contribución me he conformado con exponer una 

primera aproximación de lo que llevó a cabo Mosterín, 

entrando en minuciosidades solo en algunos aspectos 

que desde mi punto de vista intelectual me parecen 

relevantes.

Sin duda se echará en falta su honestidad intelectual 

sin concesiones, casi salvaje, así como su insólita ca-

pacidad para elaborar síntesis clarificadoras. Pero las 

mismas cualidades por las que fue admirado también 

fueron las que le apartaron de los núcleos de poder. 

Sus dos grandes referencias fueron Aristoteles (él no 

escribía «Aristóteles» para respetar la fonética griega 

clásica) y Bertrand Russell.

Mosterín nació en Bilbao. Cursó simultáneamente 

tanto el bachillerato científico como el de letras, dan-

do señal inequívoca de su vocación renacentista ya 

desde la adolescencia. Seguidamente, decidió cursar 

la licenciatura de filosofía. Cursó estudios avanzados 

de lógica en Alemania Occidental, en el Institut für 

mathematische Logik und Grundlagenforschung (Uni-

versidad  de  Münster). Allí  se  formó  sólidamente  en 

lógica moderna y en teoría de conjuntos, en una época 

en la que el mundo académico español, salvo honrosas 

excepciones, todavía apenas había ido más allá de la 

lógica aristotélica y la escolástica.

En su juventud, a la vez que iba formándose como 

lógico  y  filósofo,  encontró  tiempo  como  importan-

te colaborador del inolvidable Félix Rodríguez de la 

Fuente, acompañándolo incluso a África, continente al 

que volvería varias veces a lo largo de su vida. Fruto 

temprano de su interés por los animales es su edición 

de la Enciclopedia de la Fauna, como editor de Salvat 

Editores.

Tras estudios postdoctorales en Alemania, Francia y 

EEUU, consiguió en 1983 la cátedra de Lógica y Fi-

losofía de la Ciencia de la Universidad de Barcelona. 

Como catedrático cabe destacar su estancia en el De-

partamento de Lingüística y Filosofía del MIT (junto a 

Boston), donde coincidió con Noam Chomsky.

Como profesor de la Universidad de Barcelona era 

especialmente atractivo para estudiantes de ciencias 

atraídos por su visión global y sintética de la ciencia, 

expuesta  siempre  de  manera  clara,  rigurosa  y  pro-

funda. El discípulo más relevante de Mosterín fue el 

lógico  filosófico  Ulises  Moulines  (catedrático  de  la 

Universidad de Munich, que también es licenciado en 

ciencias físicas), por el que tuvo un profundo respeto, 

sin olvidar a la catedrática de Filosofía de la Ciencia 

Anna Estany (Universidad Autónoma de Barcelona). 

Sin embargo, su vigoroso espíritu renacentista no era 

compatible con la clausura universitaria. Necesitaba 

libertad completa de movimiento para desarrollar una 

gran variedad de proyectos y actividades, entre los que 

estuvo su cerrada y famosa defensa de los derechos 

de los animales. Dejó de impartir clases en 1996, para 

ejercer como profesor de investigación en el Instituto 

de Filosofía del CSIC (en Madrid). Antes de jubilarse, 

a los 70 años, también se convirtió en miembro del 

Center for Philosophy of Science of Pittsburg (donde 

entraría en contacto con el filósofo de la física Lawren-

ce Sklar) y elaboró, con el filósofo de la física Roberto 

Torretti, la obra Diccionario de lógica y filosofía de la 

ciencia (Alianza Editorial). En esta etapa de su vida 

tuvo tiempo incluso de publicar una serie de mono-

grafías sobre diferentes temas de la historia del pen-

samiento, entre las que cabe destacar Los cristianos 

(Alianza Editorial) y Los judíos (Alianza Editorial).

Casi hasta el último momento no dejó de impartir 

incansablemente conferencias (incluso periódicamen-

te en la Universidad de Pekín), en las que desplegaba 

exuberantemente su capacidad clarificadora para abor-

dar todos los aspectos de la filosofía y de la ciencia.

Como apasionado polemista, participó en todo tipo de 

debates públicos, donde adquirió fama por sus inéditos 

y profundos puntos de vista, así como por sus enfren-

tamientos con toreros y defensores de los toros.

Sus aportaciones como lógico

Como lógico se convirtió en uno de los grandes in-

troductores y promotores de la lógica moderna y la 

teoría de conjuntos en nuestro país, así como de la 

filosofía  analítica.  Introdujo  en  España  la  lógica  de 

Frege, la visión formalista de Hilbert en lo relativo a 

los fundamentos de la matemática, así como todos los 

avances de la lógica desde finales del siglo XIX hasta 

nuestros tiempos (en especial la obra de Gödel), pero 

introduciendo contribuciones originales concretas y 

una visión general al respecto propia y genuina. 

Aparte de sus trabajos teoréticos sobre lógica, cabe 

destacar sus contribuciones a la lógica aplicada en 

campos como el de la computabilidad y la compleji-

dad, sin olvidar su introducción en España del análisis 

no estándar, un desarrollo lógico de los fundamentos 

del análisis matemático inspirado en las ideas del filó-

sofo Leibniz respecto a la concepción de infinitésimo. 

Una importante contribución concreta de Mosterín a 

la lógica aplicada, reconocida internacionalmente, es 

la de precisar exhaustivamente la idea de que el siste-

ma posicional de numeración de los números naturales 

se puede tomar como base de datos universal para co-

dificar todo tipo de objetos simbólicos (cromosomas, 

textos, etc.).

En el campo de la filosofía teorética, uno de sus temas 

centrales fue la dualidad aristotélica forma-contenido 

(o forma-substancia). Esta dualidad la aplicó fructífe-

ramente para elaborar iluminadores análisis tanto en 

cuestiones de lógica como de filosofía de la ciencia. 

Por ejemplo, Mosterín visionó como caso de dualidad 

forma-contenido la dialéctica entre las dos visiones 

contrapuestas más importantes para fundamentar la 

Matemática: la de los logicistas (Frege y Russell), y 

la visión formalista de Hilbert. Frege realizó grandes 

aportaciones a la Lógica, pero también fue la culmina-

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ción de la Lógica en la línea de la tradición heredada 

de Aristoteles, tradición por la que las aseveraciones 

de una teoría han de corresponder siempre a enuncia-

dos con sentido concreto verdaderos o falsos; por el 

contrario, Hilbert rompió con toda la tradición de la 

Lógica, introduciendo la idea de que los axiomas son 

meros esquemas abstractos, que en sí mismos no son 

ni verdaderos ni falsos (algo inadmisible para Frege), 

y que solo han de cumplir el requisito de que sean con-

sistentes entre sí. Al final se impuso en el siglo XX la 

visión formalista de Hilbert, que se extendió más allá 

de la Matemática, llegando a la órbita de los científicos 

(especialmente a la de los físicos teóricos) y a la de la 

propia Filosofía de la Ciencia.

Dada su formación en lógica, es natural que acaba-

ra introduciendo y promoviendo la filosofía analítica 

en España, desarrollando la idea de que la filosofía es 

básicamente una actividad de dilucidación lógica; así, 

fue firme defensor de exigir en filosofía la precisión 

minuciosa lógico-conceptual, evitando las aseveracio-

nes vacías de contenido. En este sentido siempre fue 

contrario a los excesos del idealismo y la escolástica 

(precisamente las corrientes dominantes en las facul-

tades españolas de filosofía hasta finales de la década 

de los sesenta), a la vez que favorable a una filosofía 

fundamentada en una reflexión sobre los resultados de 

la ciencia. 

Su aportación a la filosofía de la ciencia

Como  filósofo  de  la  ciencia,  se  preocupó  inicial-

mente por una construcción lógica de la ciencia a par-

tir de las percepciones empíricas intersubjetivas más 

inmediatas, en la línea de los positivistas lógicos, los 

operacionalistas y las ideas de Ernst Mach. Sin em-

bargo, pronto vivió Mosterín la crisis histórica que se 

produjo tanto en el proyecto del positivismo lógico 

como en el del operacionalismo. Por una parte, los 

historiadores de la ciencia, capitaneados por Kuhn (y 

no pocos científicos) destacaron que los positivistas 

lógicos no habían logrado realizar ninguna construc-

ción lógica realista de la ciencia salvo en áreas muy 

concretas y limitadas; por otra parte, después de la II 

Guerra Mundial, la visión formalista de Hilbert ya se 

había impuesto en ciencia, sobre todo en física teóri-

ca, como consecuencia de la crisis teorética de la fí-

sica cuántica.

A pesar de la crisis de las posturas logicistas en filo-

sofía de la ciencia, Mosterín se opuso firmemente a la 

moda dominante entonces (sobre todo en el colectivo 

de los historiadores de la ciencia), postulando que el 

desarrollo histórico de la ciencia tiene una dinámica 

intrínseca al margen de factores externos a la misma 

(como son los condicionantes socioeconómicos y po-

líticos). Para Mosterín, la evolución de la ciencia está 

regida fundamentalmente por el intento de lograr la 

consistencia de nuestras aseveraciones entre sí y de 

las mismas con los hechos empíricos.

Por otra parte, la idea de los positivistas lógicos de 

que las teorías científicas consisten, básicamente, en 

conjuntos de enunciados con sentido empírico verda-

deros o falsos estaba siendo superada por el formalis-

mo de Hilbert, lo cual acabaría influyendo en la pro-

pia manera de concebir las teorías científicas. Frente a 

estos cambios de perspectiva, Mosterín no se pasó al 

formalismo, pero extrajo la conclusión de que se ha de 

distinguir entre el conocimiento sobre particulares (lo 

que él denominaba historia, en el sentido implícito en 

términos como Historia Natural o Historia de los ani-

males), y teoría abstracta (es decir, estructura abstracta 

que no es ni verdadera ni falsa) que adquiere sentido 

posteriori cuando se aplica, a través de lo que él deno-

minó conceptores, a un conjunto de entidades particu-

lares. Así, Mosterín concluyó que la estructura de una 

teoría científica es dada a priori (usualmente como es-

tructura matemática) con la única condición de que sea 

lógicamente consistente, pero siempre como red que 

posteriori se echa sobre la realidad empírica; y es solo 

cuando esta red entra en contacto con la realidad cuan-

do tiene sentido preguntarse por el significado empíri-

co de la teoría científica.

Como filósofo de la ciencia estuvo un tiempo espe-

cialmente atento a los desarrollos del estructuralismo 

científico,  movimiento  del  que  Ulises  Moulines  es 

representante  significativo.  Según  el  estructuralismo 

científico,  las  teorías  científicas  se  han  de  entender 

fundamentalmente como entidades que tienen forma 

y contenido: una forma consistente en una estructura 

lógicamente consistente, y un contenido consistente 

en un conjunto de conjuntos de particulares (denomi-

nados modelos de la teoría), en los que dichas estruc-

turas adquieren sentido empírico. Sin embargo, más 

tarde entraría en una etapa en la que relativizaría la 

Siempre fue contrario a los excesos del idealismo y la es-

colástica, a la vez que favorable a una filosofía fundamen-

tada en una reflexión sobre los resultados de la ciencia.

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importancia de distinguir entre forma y contenido a la 

hora de abordar una teoría científica. Esto se constata 

en su artículo sobre lo que es una teoría, enfocado a 

las teorías científicas (incluido en su Diccionario de 

lógica y filosofía de la ciencia), en que el que se aseve-

ra que toda teoría científica puede describirse con dis-

tintos enfoques equivalentes entre sí, que básicamente 

son el sintáctico (el heredado de los positivistas lógi-

cos), el semántico (el del estructuralismo científico) y 

el pragmático. A partir de aquí, Mosterín consideraría 

que, a pesar de los problemas teoréticos del positivis-

mo lógico, puede abordarse perfectamente el conteni-

do de una teoría científica concibiéndola como conjun-

to de proposiciones empíricas verdaderas o falsas, sin 

necesidad de introducirse en el alambicado sistema de 

concepciones del estructuralismo científico.

Por  otra  parte,  Mosterín  consideraba  la  filosofía 

como una actividad recursiva indefinida de dilucida-

ción lógica, anclada en la ciencia pero aspirando ir más 

allá del mero análisis de las teorías científicas, por lo 

que no dudó en volcarse en pos de conseguir una vi-

sión global del mundo basada en la ciencia, con vistas 

a hacer de la ciencia una forma de conocimiento que 

se situara más allá de la mera predicción de hechos 

futuros. En este sentido, se puso al tanto de los últimos 

avances en cosmología, algo que queda reflejado en su 

libro Ciencia viva (Espasa).

Pero el área de la filosofía de la ciencia a la que más 

se dedicó fue sin duda la de la filosofía de la biología. 

Como  filósofo  de  la  biología  introdujo  básicamente 

una ontología de los seres vivos inspirada en ideas del 

propio Aristoteles, pero salvando las falacias de este y 

empleando todas las herramientas de la filosofía ana-

lítica y la lógica. Su ontología sobre los seres vivos 

arrancó con un análisis pormenorizado de las diferen-

tes definiciones acerca de lo que es la vida, llegando a 

la conclusión de que son insuficientes las definiciones 

propuestas al respecto, basadas en el metabolismo, la 

reproducción, la termodinámica, la complejidad y la 

evolución. 

Jesús Mosterín como humán público

Mosterín propuso el término humán para referirse a 

los humanos en general, puesto que consideraba que 

no es lícito que tenga género la propia palabra utiliza-

da para referirse a todos los humanos.

A sus alumnos siempre les aconsejaba que se dedi-

caran precisamente a todo aquello por lo que sintie-

sen profunda pasión, y él siempre fue coherente con 

lo que promulgaba. Públicamente, también cultivó la 

filosofía práctica, de lo cual hay constancia en nume-

rosos artículos publicados en la prensa, entrevistas y 

debates. Pero de su actividad pública será recordado 

sobre todo como el gran defensor de los derechos de 

los animales. En este aspecto quizá lo más destacable 

es que fue promotor del Proyecto Gran Simio, proyec-

to con el que se pretende defender los derechos de los 

primates como homínidos. 

Colaboró intelectualmente para conseguir la aboli-

ción en 2010 de las corridas de toros en la Cataluña; 

sin embargo, se sentiría profundamente decepcionado 

con la actitud de la Generalidad de Cataluña en rela-

ción a los correbous, una forma tradicional de hostiga-

miento de toros.

Su vida llegó a un punto de inflexión hace unos dos 

años cuando se le diagnosticó mesotelioma maligno, 

un tipo de cáncer con síntomas semejantes a los del 

cáncer de pulmón, que seguramente se originó aspi-

rando grandes cantidades de partículas de amianto du-

rante su adolescencia en Bilbao, o quizá en el MIT a 

principios de los años 90. Se le tuvo que operar. Su 

traumática experiencia la expuso en su artículo «Una 

cita con la parca»

1

. A pesar de ello, siguió impartiendo 

conferencias e impulsando proyectos hasta práctica-

mente su último mes, y ello consciente de que se le 

acababa el tiempo. 

No pudo evitar reflexionar sobre la muerte. En entre-

vistas de sus últimos dos años de vida, en consonancia 

con lo que manifestó en «Una cita con la parca», ex-

presó su deseo de morir de manera natural, sin sufri-

miento. Era partidario de que cada uno muera según 

sus deseos y de manera digna, y de hecho vino a decir 

que quería morir en el bosque rodeado de animales 

como un ser vivo más; sin embargo, tuvo que pasar 

por las molestias y complicaciones derivadas de su en-

fermedad, con una muerte en un hospital de ciudad (en 

Barcelona). Los que colaboraron con él seguro que se 

sentirán huérfanos.

1-  El País, 24 de marzo de 2015

Propuso el término 

humán para referirse a los humanos en 

general, puesto que consideraba que no es lícito que tenga 

género la palabra utilizada para referirse a todos los humanos.