Entrevista a Agustín Rubio Alcover

Enviado por admindrupal el Mié, 31/05/2023 - 09:45
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Entrevista a
Agustín Rubio Alcover
Director de la película La desvida
Por Francisco López Cantos

La desvida no es una película al uso, resulta en
cierta medida inclasificable. ¿Cómo la describirías
desde el punto de vista cinematográfico?
Esa rareza a la que te refieres responde, desde mi
punto de vista, a que es una película independiente y
también a que es una ópera prima. Quiero decir que, si
se tratara de un producto más industrial, habría pasado
por un proceso más largo que habría estandarizado el
resultado, para bien o para mal. Pero, al ser un film autofinanciado, que no transcurrieron ni seis meses desde
que fue escrito hasta que estaba montado —estrenarla
ya ha sido harina de otro costal—, y al estar hecho con
el entusiasmo y la inconsciencia de quienes decidimos
embarcarnos en una aventura tan arriesgada porque
queríamos hacer un largometraje sí o sí, y lo queríamos
hacer así y hacerlo ya, su forma misma, en todos los
aspectos (el género, la puesta en escena, etcétera), es
distinta, curiosa.
Sin duda, aunque hay algunas producciones recientes al respecto, es poco habitual encontrar películas en que se aborden las modas en torno a todo

lo que suene a «alternativo», en este caso ejemplificado a través de la vida de una pareja que adopta
tal forma de vida alternativa, ¿crees que resulta un
tema de interés para los cineastas o son solo películas aisladas?
Quizá proyecte mi conciencia del tema y de su interés en todo el audiovisual contemporáneo, pero sí, creo
que hay un runrún al respecto, y me da la impresión
de que esta cuestión aflora constantemente, de modos
muy diversos: creencias esotéricas, espíritu milenarista, pseudoterapias y pseudociencias, fanatismos y
maximalismos en cuanto a dimensiones fundamentales
de la existencia como la educación, la alimentación o el
problema del cuerpo… Mi impresión es justo la contraria: no ya que no son películas aisladas las que de una
manera u otra abordan estos temas sino que, cuando
rascas en la superficie de cualquier obra actual, antes o
después brotan unos u otros, bajo formulaciones poéticas peculiares.
Imagino que desde la elaboración del guion hasta
que la película se ha podido ver con su factura final

Tengo una idea para rodar una película muy
barata, con dos actores adultos y un niño,
sin salir de una casa, a propósito de los
antivacunas. Y tenemos que hacerla cuanto
antes, porque este tema va a explotar y
quiero que seamos los primeros

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ha pasado algún tiempo y ha resultado un trabajo
arduo. No resulta fácil en estos tiempos producir
cine, digamos, «de autor». ¿De dónde surge la idea
y cómo ha resultado el proceso de producción hasta
hacer la película realidad?
La película se rodó en junio de 2019 —es decir,
cuando la pandemia ni se olía en el horizonte—. La había escrito en enero de ese mismo año, y la idea la tuve
en septiembre del año anterior (o sea, cuatro meses antes). Mucho tiempo no pasó, por tanto, en gran medida porque desde un principio partí de la base de que
quería rodar una primera película en la que no tuviera
que depender de todo aquello que dilata el proceso de
producción: petición de ayudas públicas, implicación
de televisiones o plataformas, compromisos de distribución… Y si en parte no quería eso era para que no
se nos adelantara nadie. Cuando tiré la caña a mi productor, allá por el mes de septiembre de 2018, le dije
textualmente: «Tengo una idea para rodar una película
muy barata, con dos actores adultos y un niño, sin salir
de una casa, a propósito de los antivacunas. Y tenemos
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que hacerla cuanto antes, porque este tema va a explotar y quiero que seamos los primeros». Yo no me podía
imaginar que la cuestión se fuera a poner tan candente
con motivo del covid (igual que reivindico que vi venir
una cosa, reconozco que por mi cabeza jamás pasó que
pudiera haber una pandemia de esta magnitud); pero
sí sabía que la fiebre de los estilos de vida alternativos
y las contradicciones que genera el cuidado paranoico
de la infancia que caracteriza a nuestra generación iban
a convertir el antivacunismo en un tema de la agenda
mediática. Y, como tal, que algún cineasta avispado lo
conjugaría en una ficción.
Una de las cuestiones que más me ha llamado la
atención durante su visionado es la creación progresiva de ese ambiente cada vez más opresivo, que
resuelves de manera muy arriesgada haciendo que
todo el metraje sea en diez planos secuencia. ¿Cómo
ha sido el trabajo con los actores durante el rodaje y
ante tal reto técnico?
El trabajo con los actores fue, como siempre, el aspecto crucial, el más gratificante y también el más exte57 el escéptico

nuante. Ciertamente, rodar toda la película en tan poco
tiempo (diez días, de los cuales el último fue de hecho
una especie de comodín al que no tuvimos que recurrir)
supuso para todos nosotros una tensión enorme. Antes
me he referido a que «vendí» La desvida al productor
subrayando que no tendríamos que salir de una casa;
pero el hecho de que prácticamente cada secuencia, de
unos diez minutos de media cada una, esté resuelta en
un único plano —sin trucar, además— representaba
tanto para los intérpretes como para el resto del equipo
que no hubiera margen de error. Vamos, que si un plano secuencia salía un churro, en el apartado que fuera
(actoral, fotográfico…), no había ni medios técnicos ni
tampoco tiempo ni dinero para corregirlo, ni siquiera
para maquillarlo. Si salió bien fue porque Julio Perillán, Tábata Cerezo y Telmo Yago, como el resto del
equipo, se tomaron la película como si les fuera la vida
en ello; y también porque ensayamos mucho (ocho
días: casi tanto como rodamos) y porque, admitámoslo,
nos sonrió la suerte.
A lo largo de todo el metraje se transita por diversos géneros cinematográficos mientras se van
desplegando los recursos que muestran los nocivos
efectos de este tipo de discursos «alternativos» y el
imparable deterioro que se va produciendo en la situación de los protagonistas. ¿Querías promover algún tipo de mensaje, o hacer pedagogía al respecto
resultaba subsidiario y has primado más el ejercicio
con el dispositivo cinematográfico?
Yo detesto el cine de mensaje; de hecho, la principal virtud de La desvida, para mí, es precisamente la
radical borrosidad de su discurso; digo que es «borroso», no «ambiguo», «ambivalente» o «equidistante»,
porque honestamente creo que ninguno de estos últimos calificativos se aviene mejor que aquel. Para mí,
ser ambiguo en relación al antivacunismo sería incurrir
en una frivolidad, en un relativismo postmodernoide:
¡pues claro que de la película se desprende que demonizar las vacunas tiene efectos secundarios fatales! Pero,
al mismo tiempo, el film no va de eso. A mí la historia

me interesaba como excusa para reflexionar en torno
a la cuestión que personalmente más me obsesiona,
que son las heridas que causa el amor: cómo hacemos
daño a aquellos a quienes más amamos precisamente
en el intento por protegerlos y, al mismo tiempo, nos
sustraemos a los peligros que conlleva colocarnos en
esa posición de supeditación al otro; el modo en que
las disfunciones al principio muy latentes en una pareja van adueñándose de sus existencias y carcomiendo
la relación, victimizando a sus hijos… hasta que todo
estalla.
La ficción es, por supuesto, el dominio de la representación pero —te voy a hacer una pregunta difícil—, dado que al fin y al cabo estás tratando una
cuestión social que a muchos preocupa, como es la
expansión del discurso pseudocientífico, ¿crees que
los cineastas tienen alguna responsabilidad ética en
relación con los problemas sociales?
¡La pregunta no me parece en absoluto difícil! La
respuesta es que por supuesto: como cualquier ciudadano, la tenemos. Otra cosa es que yo también creo que
como cineastas tenemos otras responsabilidades éticas,
como no elaborar discursos consabidos y facilones; y
entretener, divertir, desconcertar, asustar… Lo complicado es encontrar el equilibrio y cumplir con todas estas funciones, vehiculando discursos que sean a la par
complejos y poco equívocos en las cuestiones esenciales.
En tu opinión, y como creador de ficción, ¿crees
que actualmente los contenidos que se están promoviendo y el propio discurso cinematográfico es peor
que el que se producía hace unas décadas y era entonces mejor y más original?
No diría tal. Sí creo que hay una cierta correlación
entre la visibilidad de los productos —o, por emplear
un término infaustamente actual, la viralidad que alcanzan—, y la complejidad de los discursos que vehiculan dichos contenidos. Tampoco quiero caer en el
maniqueísmo y decir que a más presupuesto más in-

Yo detesto el cine de mensaje; de hecho,
la principal virtud de La desvida, para mí,
es precisamente la radical borrosidad de
su discurso; digo que es «borroso», no
«ambiguo», «ambivalente» o «equidistante»

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fantilismo, porque eso sería una simpleza indigna; pero
lo que sí tengo claro, conociendo cómo funcionan las
cosas por dentro, es que cuanto más ambiciosa es una
producción, más interferencias surgen (de las comisiones que evalúan los proyectos en fase de ayudas, de
los productores, de las televisiones y las plataformas y
demás), y también más miedo existe a la posibilidad de
un fracaso. Y la manera de conjurar el miedo al fracaso
suele ser acudir a esas fórmulas supuestamente infalibles que ofrecen los precedentes de éxito probado, lo
cual lleva a repetir estilos y discursos prefabricados.
En tanto que personalmente entendemos que, en
cualquier caso, la creación debe ser libre y, en lo que
nos ocupa, promover el pensamiento crítico, ¿crees
que en estos tiempos resulta más o menos sencillo
para los creadores hacer un cine libre, o que por el
contrario actualmente la creación está más condicionada por la presión comercial y la autocensura o
las modas sociales que hace unas décadas?
Yo no he vivido otras épocas y, aunque soy de carácter melancólico (e inevitablemente algo nostálgico
de los tiempos en que el cine representaba el formato hegemónico), intento rehuir la idealización de un
pasado que casi nunca existió, o que también tuvo su
reverso. No obstante, sí puedo aventurar que tanto los
planteamientos más industrialistas como los artísticos
tienen sus peajes: la comercialidad implica hoy tener

que jugar con variables como la corrección política, y
pretender lo contrario sería totalmente pueril; pero por
propia experiencia he de añadir que hacer un cine independiente resulta autolimitante en todos los aspectos, y
puede resultar muy frustrante por lo que a la visibilidad
de los productos se refiere.
Para terminar, sabemos que la película está recorriendo el circuito de festivales internacionales y se
puede ver en alguna plataforma. No sabemos si está
previsto el estreno en salas de cine o en televisión,
pero imaginamos que además de estar dedicando
tiempo a su distribución estarás ya pensando en tu
siguiente trabajo. ¿Puedes anticipar algo acerca de
tu próximo proyecto?
La desvida se va a distribuir en VOD (video on demand) en Norteamérica a partir del 8 de febrero de
2022, y el estreno en salas en España está previsto para
marzo o abril. Lo que yo haga a continuación dependerá en muy buena medida de cómo vayan las cosas: si se
ve mucho o poco tanto en cines como sobre todo, eventualmente, en plataformas y televisiones, si gusta o no
gusta… Pero tengo claro que voy a seguir: si se dan las
circunstancias para hacer una película más industrial,
estaré encantado de rodar algo más grande, con más
recursos, sabiendo que eso conllevará lidiar con más
presiones; y si no, montándomelo por mi cuenta para
hacer otra desvida.

La desvida (Non-Living)
País: España
Año: 2020
Dirección y guion: Agustín Rubio Alcover
Música: Josué Vergara Blanco
Fotografía: Carlos Cebrián
Reparto: Julio Perillán, Tábata Cerezo, Telmo Yago
Género: Terror
Sinopsis: Alex y Natalia Dunn forman un matrimonio seguidor de la teoría del decrecimiento:
residen en un pueblo de la España vacía, desde donde han conseguido hacerse un hueco
como autores de cuentos infantiles. Pero todo se trunca cuando muere su único hijo, a punto
de cumplir los diez años. Cinco semanas después de la fatídica tarde en que el estado del niño
se agravó y salieron de casa con lo puesto, regresan por primera vez al que fue su hogar, con
propósitos distintos: Natalia, hacer las maletas y seguir adelante por su cuenta; Alex, convencerla para que se quede con él.
El hallazgo de un mensaje de Jonah, que los invita a embarcarse en un juego de pistas,
trastoca sus ideas y pone a prueba sus convicciones. Lo que sigue es un descenso a los infiernos de unos padres en su lucha desesperada, irracional, por arrebatar a su hijo de las manos
de la muerte.

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