Nadie tiene derecho a obligar al sufrimiento
El Escéptico Digital - Edición 2013 - Número 272
Javier Esparza
(Artículo publicado originalmente en el diario El País).
He sido neurocirujano durante 40 años en diversos hospitales públicos españoles, hasta hace dos años, cuando me jubilé. En 1982, creé el Servicio de Neurocirugía Infantil del Hospital Infantil 12 de Octubre de Madrid, del que he sido jefe hasta hace dos años, además de haber desempeñado otros puestos de responsabilidad: director del Hospital del Niño Jesús en Madrid, director médico del Hospital 12 de Octubre, secretario de la Sociedad Española de Neurocirugía, secretario de la Comisión Nacional de Neurocirugía y profesor asociado de la Universidad Complutense.
Durante estos últimos 28 años de mi vida profesional, dedicados exclusivamente a la neurocirugía infantil, he tenido que tratar a muchos cientos de niños que padecían malformaciones congénitas del sistema nervioso, como la hidrocefalia congénita o espina bífida abierta. Desgraciadamente, he sido testigo y he tenido que enfrentarme al tremendo sufrimiento que causan estas anomalías a las familias, pero sobre todo a los propios niños.
"El mensaje que nunca existió", en EEEP Barcelona
Enviado por noticias el Vie, 07/03/2014 - 20:10Nuevo título de la Biblioteca Bunge
Enviado por noticias el Jue, 06/03/2014 - 09:00Ya está en imprenta "Ciencia, Técnica y Desarrollo", el cuarto libro de la Biblioteca Mario Bunge, que publica Laetoli. Como en anteriores títulos, el autor ha revisado el texto original y ha redactado un nuevo prólogo.
Toda la información sobre suscripción y adquisición de los títulos de la Bibilioteca Bunge, en la web de Laetoli.
Carta abierta sobre la filosofía en la educación
El Escéptico Digital - Edición 2013 - Número 272
Fidel Muñoz Villafranca
CARTA ABIERTA SOBRE LA FILOSOFÍA EN LA EDUCACIÓN
“[D]ado que entre las cosas singulares no conocemos nada más excelente que un hombre guiado por la razón, nadie puede probar cuánto vale su habilidad y talento mejor que educando a los hombres de tal modo que acaben por vivir bajo el propio imperio de la razón.” (Spinoza)
La educación no marcha bien. Cualquiera que se acerque a un aula de educación secundaria o de bachillerato puede constatar que ha llegado a convertirse en excepcional aquel estudiante que es capaz de expresarse por escrito no ya con soltura, sino con simple corrección gramatical, o de entender textos de una mínima complejidad. Tanto es así que hasta las autoridades educativas se han percatado de la gravedad de la situación. Para enmendar el entuerto, se propone una nueva reforma educativa. No dudamos de que un gobierno –sea este o cualquier otro- que toma tal iniciativa lo hace para mejorar la formación de los futuros ciudadanos. Lejos de nosotros las pueriles teorías conspirativas que sospechan que tras las reformas educativas se esconden aviesas intenciones de desarmar intelectualmente a los ciudadanos alevines a fin de hacerlos dóciles y manejables. Aunque a este respecto, al menos sea de pasada, hemos de decir que un auténtico interés por la educación debería empezar por considerarla un asunto de Estado, ajeno a la lucha partidista, cosa que desgraciadamente no ha hecho ningún gobierno en la ya no tan corta historia de nuestra maltrecha democracia.