Ningún otro avance, ni medida sanitaria o de otro tipo ha logrado salvar tantas vidas como las vacunas. Cuando una persona deja de vacunarse o lo que es peor, lo “experimenta” con sus propios hijos, lo hace basándose en suposiciones, supersticiones o argumentaciones seudocientíficas, pero sobre todo en la desinformación. La información incompleta o sesgada de algunos medios de comunicación, los desafortunados sermones de los contrarios a las vacunaciones, búsquedas indiscriminadas y consultas desde el desconocimiento al Dr. Google, desencadenan verdadero pánico frente a las vacunaciones. Yo tampoco me vacunaría si algo de lo que dicen fuese cierto. Todas estas circunstancias, han generado un clima de enorme desconfianza, con consecuencias nefastas para nuestra protección real y la de nuestros hijos. Cuando su hijo enferma o muere de una enfermedad que podría haber evitado mediante la vacuna, ni el vecino que se lo aconsejó, ni el webmaster de la página de Internet que le hizo tomar esa decisión, ni su amigo el intelectual” que le dijo que no le vacunase (pero que seguramente sí se vacuno y vacunó a los suyos), ni el ¿profesional? sanitario que había publicado sus conclusiones seudocientíficas en el suplemento dominical del periódico o que “siempre supo que esa vacuna no es necesaria”, estarán ahí para reparar el daño o la pérdida de su hijo. En el EEEP tendrás la oportunidad de resolver tus dudas sobre este tema de una forma clara pero rigurosa.
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