Carta dirigida a la redacción de Muy Interesante, donde se pone de manifiesto la completa falta de sentido crítico y veracidad de su revista hermana, Muy Especial.

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Muy Especial - Nº 61 - Primavera 2003

Estimados redactores de MUY INTERESANTE:

El motivo de la presente carta se centra en reciente publicación por su parte del Muy Especial nº 61 Primavera 2003 dedicado a “La ciencia y los grandes misterios del cosmos, de la mente, de la naturaleza, de la vida y de la historia.” Desde esta asociación siempre hemos admirado la labor que su revista lleva realizando desde hace casi un cuarto de siglo, intentando llevar al público un conocimiento más exacto del mundo que nos rodea y de las investigaciones que en torno al mismo se desarrollan. Una prueba de ellos es que ustedes tienen el Premio Lupa Escéptica, con el que nuestra asociación, destaca la labor realizada en favor del pensamiento crístico. No sería exagerado decir que MUY INTERESANTE se ha convertido en el referente del conocimiento científico para muchos de sus lectores. Por esta razón, el contenido del citado Muy Especial nos ha llenado de preocupación, en la medida en que sus artículos, plagados de conceptos erróneos, pueden llevar a quienes los lean a unas premisas falsas sobre lo que se refiere a la ciencia y a esos presuntos grandes misterios del cosmos. Para fundamentar nuestra preocupación, les transcribimos aquí el análisis que sobre el contenido de la revista ha hecho don José Luis Calvo Buey, y que ustedes pueden encontrar en su bitácora La Crucifixión de Clio (http://clio.blogalia.com) [Se puede leer una adaptación del mismo para ARP-SAPC en http://www.arp-sapc.org/articulos/muydeplorable.htm]

En la página 16 comienza un artículo titulado ¿Pero qué son los OVNIS? que arranca de la siguiente manera absolutamente alucinante: ”A pesar del morbo que suscitan los objetos voladores sin identificar, ni en Marte ni en ningún otro rincón del sistema solar se ha encontrado jamás el mínimo atisbo de vida inteligente.” Si aceptásemos esa afirmación de doña Marian Benito, nos quedaría la duda de si la redacción del Muy Especial, por ejemplo, está fuera del sistema solar o de si no hay en ella el mínimo atisbo de vida inteligente.

En la página 18 afirma: ”En la madrugada del 24 de junio de 1947, un adinerado comerciante aseguró que vio desde su avioneta nueve objetos, que volaban sobre el monte Rainier,” Pues no. El piloto Kenneth Arnold aseguró que lo vio por la tarde, algo bastante lógico porque estaba buscando los restos de un avión siniestrado y eso es algo que, de madrugada, era un tanto complicado de conseguir.


En las páginas 18 y 19, la autora asegura: ”Bastaría con mencionar las ventas millonarias de autores como J.J. Benítez, que confundió el ruido de una nave con el canto de un sapo partero.” Como reconocí la historia me fui al final del artículo para comprobar que citaba la fuente de esa información y me encontré con nada, absolutamente nada. Para corregir su “olvido” diré que la investigación sobre Benítez y el sapo partero la realizaron Félix Ares de Blas, Luis Alfonso Gámez Domínguez y Jesús Martínez Villaro y fue publicada bajo el título El caso del portentoso sapo extraterrestre en La Alternativa Racional nº 9 (mayo de 1988) en las páginas 5-14.

No se crean que acaba ahí la diversión. También en la página 19, doña Marian revoluciona la historía de la Ufología: ”De los platillos volantes se pasó, en los años 50, a la crueldad de los alienígenas que irrumpían en el hogar para llevar a las personas a sus naves, con el fin de estudiarlas. Una vez allí les someterían a todo tipo de observaciones y vejaciones sexuales. Los testimonios, la vehemencia de los medios de comunicación y la publicación de libros como Comunión de Whitley Striebber, agrandaron la excitación popular." Pues la agrandaron, pero en otra década porque todas las narraciones de abducciones alienígenas arrancan del caso de Betty y Barney Hill en 1961, popularizado entre otros por John G. Fuller en su obra The interrupted journey: two lost hours aboard a flying saucer de 1966. El libro de Strieber Communion: Encounters with the Unknow es muy posterior (de 1987). Claro que si la autora se refería al transfondo cultural, también se equivocó porque los antecedentes en forma de cómics de SF comenzaron en la década de los 30. (Véase: Nada predispuestos de Martin Kottmeyer y El hombre que moldeó un sueño americano de Luis R. González Manso en El Escéptico número 6, otoño de 1999. Páginas 20-28 y 29-36).

Dejemos la Ufología y vamos a la Criptozoología. En el artículo ¿Existen los monstruos? del que es autor don Abraham Alonso, en la página 36 coloca el siguiente pie de foto: ”En 1977 el pesquero Zuiyo Maru sacó del mar cerca de Nueva Zelanda esta misteriosa carcasa. Aún se especula sobre la naturaleza de la carcasa, pero los criptozoólogos ven en ella un dinosaurio marino parecido al supuesto monstruo del lago Ness.” Pues si los criptozoólogos ven eso, deben ir al oculista cuanto antes porque no existen dinosaurios marinos. Animales como los extintos plesiosaurios eran saurios marinos pero no eran dinosaurios al igual que los pteradones eran saurios voladores pero tampoco eran dinosaurios. Por cierto, la fotografía de Nessie que reproduce es una falsificación reconocida como sí advierte en el texto (pág. 38), pero no en el pie de foto.

En la página 38, se pone en boca del Sr. Roesch, director de la Cryptozoology Review la siguiente afirmación: ”la ciencia requiere de hipótesis falsificables,” Reconozco que hablando de criptozoología lo de “falsificables” es lo primero que viene a la mente, pero lo que requiere la ciencia es de hipótesis falsables (que se pueden falsar, es decir, someter a pruebas para comprobar si son o no ciertas), no de hipótesis falsificables (que se pueden falsificar) que no hacen maldita la falta ni en ciencias ni en cualquier otra disciplina. Curioso error en una revista de (supuesta) divulgación científica.

Sorprendentemente, después de reconocer que la famosa foto de Nessie es más falsa que una moneda de 3 euros, que la imagen semejante a un plesiosauro obtenida por sónar había sido trucada y que las búsquedas científicas habían acabado en un fracaso absoluto, don Abraham cierra su artículo con la siguiente cita: ”Y aunque aún hoy la verosimilitud de sus datos choca con el escepticismo de la comunidad científica, es indudable que, como advertía el genial Chesterton: “más de un hombre ha sido colgado con pruebas más débiles de las que tenemos de la existencia del monstruo del Lago Ness.” Pues evidentemente, en el Reino Unido han debido colgar a un montón de inocentes.

En la página 44 el mismo Abraham Alonso comienza un artículo titulado ¿Lluvias misteriosas? Del cielo cae de todo con la siguiente afirmación: ”En 1768, la Academia Francesa de Ciencias encargó al conocido erudito Antoine-Laurent de Lavoisier que investigara un misterioso suceso que corría de boca en algunas villas del interior del país. Según se rumoreaba, un grupo de aldeanos había visto con sus propios ojos cómo en un día despejado habían caído piedras del cielo. El padre de la química moderna concluyó indignado que los testigos mentían o se equivocaban. Sencillamente era imposible que llovieran rocas. Por supuesto, se equivocaba. Lo cierto es que cada año caen a la Tierra innumerables fragmentos de cometas y meteoritos de todos los tamaños.” Además de estar mal escrito (¿el Sr. Alonso no se dio cuenta de que le faltaba algo después del “corría de boca”?), no sé si Lavoisier se equivocaba, pero, desde luego, el que sí yerra es don Abraham. La razón es sencilla. Si un grupo de meteoritos hubiera llegado a colisionar con el suelo, la descripción hubiera sido muy distinta a la de un anodino caer piedras del cielo. La velocidad de los meteoritos, su incandescencia ocasionada por la fricción con la atmósfera y el choque con la tierra hubiera resultado de lo más espectacular.

Sin embargo, lo mejor (lo peor) está aún por llegar. A partir de la página 49 doña Palma Lagunilla comienza un dossier titulado Los 50 lugares más misteriosos del mundo que no tiene desperdicio. No lo tiene porque lo es de principio a fin. Comienza la cosa en la isla de Pascua y sus moais de los que dice en la página 50: Son más de 600 figuras, de entre 9 y 20 metros de altura, realizadas en piedra procedente del volcán Rano Raraku, que se levantan de espaldas al mar sobre plataformas llamadas “ahu”. En realidad son cerca de un millar de moais de los casi 400 permanecen en la cantera de Rano Raraku, con unas dimensiones de entre 2 y 10 metros (el conocido como El Gigante de casi 20 metros no llegó a ser transportado fuera de la cantera), no todos están realizados con la roca volcánica de Rano Raraku, no todos se situaron sobre ahus, ni todos están situados de espaldas al mar. Prosigue: "Para ser instaladas en su emplazamiento definitivo, hubieron de ser transportadas 15 kilómetros en trineo y puestas en pie con la ayuda de palos y cuerdas.” ¿Todas tuvieron que ser transportadas 15 kilómetros, tanto las que se encuentran junto a la cantera de Rano Raraku como las que se sitúan en el otro extremo de la isla? Curioso.

En la página 54 le toca el turno a las “caras de Bélmez” de las que dice: ”Aunque sufren periódicas transformaciones, las “caras de Bélmez” siguen hoy, más de 30 años después, sin ninguna explicación racional que justifique su presencia, excepto la posible astucia de algunos y la sugestión de los demás.” Sugiero a la señora Lagunilla que repase la hemeroteca. Si lo hace así (aunque ya llegue tarde) encontrará en el diario Pueblo de 1972 la explicación racional que echa en falta, sales de plata. Incluso llegaron a reproducir una de las caras con ese procedimiento.

En las páginas 56 y 57 les toca la vez a Stonehenge, Carnac y Sternsteine. Del primero dice: ”Desde los monolitos y trilitos de Stonehenge (foto grande) se pueden prever los ciclos del Sol y de la Luna o definir los solsticios y los equinoccios.” Sugiero a la señora Lagunilla que lea dos artículos de Richard Atkinson, Moonshine on Stonehenge (Antiquity nº 40, 1966) y Decoder Misled? Compte rendu de Gerald S. Hawkins “Stonehenge Decoded” (Nature nº 210, 1966) en los que se hace una revisión crítica sobre las afirmaciones que quieren convertir Stonehenge en un observatorio astrónomico. Por cierto, las teorías de Hawkins (defensor del “observatorio”) se basaban en las posiciones astronómicas visibles en torno al año 1500 a. de C. La fecha de terminación más probable de Stonehenge es al menos 200 años anterior. Sobre Sternsteine dice: ”Se trata del Sternsteine, un conjunto sagrado de megalitos, cuevas y ermitas, que desde la prehistoria ha sido considerado un lugar preferente de peregrinación.” El término megalito, si bien etimológicamente significa “piedra grande”, no suele usarse más que referido a obras hechas por los hombres. Sternsteine no lo es. Es una formación natural.

En la página 64 habla de las “construcciones” sumergidas de Japón de las que afirma: ”Hace sólo 18 años, un submarinista japonés encontró entre Taiwan y la isla japonesa de Yonaguni, en el mar de China unas extrañas estructuras arquitectónicas de piedra bien tallada (avenidas, columnas, escaleras...), entre las que destaca una especie de pirámide escalonada fechada en unos 10.000 años de antigüedad.” Maravilloso, si no fuera porque la “pirámide” es, nuevamente, una formación geológica natural.

En las páginas 66 y 67 se sitúa un mapamundi con indicación de lugares misteriosos acompañados de leyendas tan curiosas como: ”3.Newgrange Cementerio prehistórico con 25 galerías funerarias y tres tumbas, de las que Newgrange (3250 a. C.) es la más rica” Si bien en el sur del valle del Boyne hay tres grandes túmulos (Newgrange, Knowth y Dowth) también hay varios túmulos más pequeños. ”10.Rennes-le-Château Dicen que bajo la iglesia de esta localidad próxima a Carcassone se encuentra parte del tesoro de los templarios.” Vaya, por más que miro en el mapa no veo que hayan marcado Terradillo de los Templarios y Villalcázar de Sirga, localidades palentinas entre las que también se dice que está el tesoro de los templarios consistente, para mayor precisión, en una gallina que pone huevos de oro. Las pruebas para ambas afirmaciones son idénticas, absolutamente ninguna más allá del “dicen”. ”11.Evora Antiquísimos monumentos megalíticos de origen desconocido” En realidad tienen un origen perfectamente conocido aunque no dude de que la Sra. Lagunilla lo ignore. Dado que en ellos se documentan microlitos geométricos y cerámicas análogas a las de los grupos epipaleolíticos del Muge-Tajo, fueron construidos por sus descendientes ya en el periodo neolítico. ”32.Columna de Delhi En un templo hindú del siglo V se levanta una pilastra de hierro de siete metros de altura que no se oxida.” En realidad sí se oxida. Sencillamente, en la parte que la gente frota sus manos sobre ella no hay señales de oxidación pero sí existen dónde los fieles no alcanzan. ”35.Ayers Rock Los nativos lo llaman Uluru, y es un gigantesco monolito de arenisca horadado por cuevas repletas de grabados.” Aunque etimológicamente monolito no significa más que “una piedra”, no suele usarse más que para referirse a obras realizadas por el hombre. Como no hay dos sin tres, Ayers Rock es, también una formación geológica natural.

Agotada, sin duda, por su esfuerzo intelectual, la Sra. Lagunilla cede el puesto a otros compañeros. D. Luis Otero en su artículo Alquimistas: buscando la “piedra filosofal” descubre en la página 82 que: ”De hecho, el término “hermético” deriva del filósofo egipcio Hermes Trimegisto, uno de los padres de la alquimia.” Se le olvidó añadir a lo de “filósofo egipcio” un “legendario” o un “mítico” que hubiera dejado las cosas en su justo término. Las obras atribuidas a él, hoy se sabe que fueron escritas varios siglos después de su supuesta existencia.


En la página 83 entran en juego los templarios (ya me parecía a mí que lo de la iglesia de Rennes-le-Château era prestarles una atención demasiado escasa): ”La relación del Temple con la alquimia forma parte del misterio, pero se sospechaba en la Edad Media que sus caballeros se transmitían de padres a hijos los conocimientos ancestrales alquímicos que habrían recibido de los sufíes persas y de los manuscritos de la biblioteca de Alejandría. Incluso se llegó a afirmar que los templarios llegaron a consumar la invención de la piedra filosofal, aunque eso forma parte de la leyenda.” Curiosa redacción. Parece sugerir el Sr. Otero que lo de la invención de la piedra filosofal es una leyenda, pero que el resto es cierto. En realidad es todo una chorrada que empieza a caerse por algo tan elemental como que los caballeros eran monjes y como tales hacían el triple voto, pobreza, obediencia y... castidad. Así que de la transmisión paterno-filial de los caballeros podemos irnos olvidando porque salvo en algún caso en el que accedieran al monacato después de haber estado casados y tenido descendencia, los templarios no tenían hijos. Por otra parte, como orden militar que era, el Temple no permitía el noviciado de los niños lo que dificultaría aún más la supuesta continuidad de conocimientos. Añadiré también que la Regla de la Orden se ha conservado en muchos casos traducida a las lenguas romances lo que indica que los caballeros no estaban muy duchos con la lengua latina. La suposición de que pudieran haber leído los, para entonces perdidos, manuscritos de la biblioteca de Alejandría resulta, por ello, muy divertida, pero nada más.

En la misma página aparecen los Rosacruces: ”Muchos alquimistas medievales eran rosacruces,...” Pues tal cosa resulta un tanto difícil porque la Rosacruz aparece en el S XVII cuando la Edad Media hacía dos siglos que había concluido.

El Sr. Otero no se detiene en el tema alquímico y escribe otros dos artículos uno sobre Personajes enigmáticos y otro sobre Muertes sospechosas de los que me gustaría tener más tiempo para hablar largo y tendido, pero como muestra un único botón. En la página 91 habla del asesinato de JFK y asegura: ”...Oswald fue asesinado por el propietario de un club nocturno llamado Jack Ruby, quien dijo actuar por su cuenta (también sería asesinado años más tarde).” Lamento comunicar al Sr. Otero que Ruby falleció de muerte natural, de cáncer por más señas.

Todavía tiene el Sr. Otero tiempo para escribir un cuarto artículo, éste sobre Tesoros perdidos en el que nuevamente tiene que nombrar a los Templarios (esto empieza a parecer un hábito): ”Hay otros cuya existencia es más plausible, aunque nadie los haya visto nunca, como el de los Templarios, el ingente botín de los monjes caballeros medievales que supuestamente escondió el Maestro de la Orden Jacques de Molay antes de que fueran desposeídos de sus bienes por el rey francés Felipe el Hermoso, en 1307.” (Pág. 93) Como es lógico, si Jacques de Molay hubiera sabido lo que planeaba Felipe el Hermoso no sólo hubiera escondido el supuesto tesoro sino que hubiera tenido buen cuidado de poner a los caballeros franceses y a sí mismo fuera del alcance real. Las donaciones conseguidas por el Temple más el dinero ganado como banqueros y agricultores posiblemente se hubiera invertido en préstamos (entre ellos los realizados al propio Felipe de Francia) y en financiar sus actividades militares en Ultramar.

Como los errores tenían que proseguir hasta en las lecturas recomendadas, en la página 97 aconsejan Las ciencias ocultas de Eusebio Salverte, un texto del año 1826 (no es precisamente una novedad) y que hoy en día no tiene mayor interés que el de la curiosidad erudita porque el Sr. Salverte en su afán de ofrecer respuestas racionales a las afirmaciones ocultistas llegó a extremos tan disparatados como su afirmación de que los antiguos griegos conocieron la pólvora.

En conclusión, nos encontramos ante una publicación que no es, ni mucho menos, digna del nivel de rigor que tradicionalmente ha dirigido su revista y mucho más próxima a otras donde el conocimiento científico brilla por su ausencia. Ante todo y sobre todo, nos preocupan las conclusiones que sus muchos lectores puedan alcanzar sobre esos pretendidos misterios, y que puedan dar por válidas una recua de supercherías. Tienen ustedes una responsabilidad para con su público. Desde ARP-SAPC les rogamos que hagan honor a la misma imponiendo un mayor control a las publicaciones que salen amparadas en el prestigio que ha ganado su cabecera, para que no acabe siendo una repetición del contenido de las revistas llamadas “paranormales”, dicho de otra forma, un cúmulo de disparates.

Luis Capote (miembro de ARP-SAPC) y Félix Ares (Presidente de ARP-SAPC)