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Un arte y un negocio típicamente británicos

Luis Alfonso Gámez

Son tan ingleses como los estrafalarios sombreros de Isabel II y el té de las cinco. De hecho, nacieron en una noche de verano de 1975 ó 1976 después de que cayeran varias pintas en un pub, el Percy Hobbs de Winchester. Doug Bower y Dave Chorley paseaban por un camino hablando de ovnis cuando el primero, que había vivido en Australia, recordó que en 1966 se había atribuido un círculo de hierba aplastada descubierto cerca de Queensland al aterrizaje de un platillo volante. «¿Qué crees que ocurriría si hiciéramos un círculo por aquí?», preguntó a su compañero señalando un trigal. Así comenzó todo.

Al principio, la pareja empleó para aplastar el cereal la barra metálica con la que Bower atrancaba la puerta trasera de su tienda de marcos. Con el tiempo, se fabricaron las herramientas que aún siguen utilizando los hacedores de círculos del siglo XXI. Y tuvieron que dar explicaciones a Ilene, la esposa de Bower. En 1984, la mujer se encaró a su marido. Creía que tenía una aventura. Sólo así podían explicarse sus repetidas salidas nocturnas. El hombre le dijo a qué dedicaba las escapadas, pero ella no le creyó hasta que acompañó a él y a su cómplice en una de sus expediciones.

Los autores, perplejos

Bower y Chorley nunca pudieron imaginar que los cereálogos iban a detectar en sus obras y en las de otros colegas rastros de radiactividad o alteraciones en la composición química de las plantas. Jim Schnabel, ex artista del cereal y periodista, recuerda en su libro 'Round in circles' (1993) cómo los expertos convertían «mágicamente» sus errores en «logros que ningún ser humano podía duplicar». Por obra y gracia del 'misteriólogo' de turno, un pictograma hecho con unas pintas de más acababa siendo radiactivo, rememora Schnabel. Mike J., otro ex fabricante de figuras, descubrió en 1991 que una formación que había creado un año antes «había sido fotografiada, investigada, sondeada por zahoríes, analizada y reproducida en libros y camisetas». Era auténtica y fue «imposible» para él convencer a los cereálogos de lo contrario.

«Estos diseños son gigantescos test de Roscharch interpretados de acuerdo con los sistemas de creencias de quienes los ven», dice Lundberg. Y la fe mueve mucho dinero. Por eso, las autoridades de Wiltshire incluyen desde hace años los círculos entre los atractivos turísticos de la región. Tienen razones para ello. Sólo en cuatro semanas de 1996, un agricultor ganó unos 50.000 euros cobrando un euro a cada persona que quería entrar en su propiedad para ver el dibujo de rigor.


Los círculos de los sembrados
Autor: Luis Alfonso Gámez
© Copyright de los textos Luis Alfonso Gámez, 2002.
© Copyright de las imágenes Touchstone, 2002.
'Círculos de misterio' y 'Un arte y un negocio típicamente británicos'se publicaron originalmente en el diario bilbaíno 'El Correo' el 13 de septiembre de 2002.
Prohibida la reproducción
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