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Bernat Castany Prado.

 La historia del pensamien-

to humanístico e ilustrado ha estado siempre ligada 

a grandes proyectos editoriales. La recuperación por 

parte de los humanistas de los siglos 

xv

 y 

xvi

 de ma-

nuscritos olvidados, como las 

Hipotiposis pirrónicas

 

de Sexto Empírico, 

De la naturaleza de las cosas

 de 

Lucrecio o 

Las vidas de los filósofos más ilustres

 de 

Diógenes Laercio permitieron volver a poner en juego 

el escepticismo, el epicureísmo y el cinismo, respecti-

vamente. Por otra parte, la 

Enciclopedia

 de Diderot y 

D’Alembert fue fundamental no solo en la difusión de 

conocimientos concretos, sino también en la construc-

ción de un modo de pensamiento escéptico, hedonista 

y republicano. ¿Te sientes, de algún modo, heredero 

de aquellos proyectos? ¿Qué te proponías exactamen-

te cuando empezaste a publicar una colección como 

«Los ilustrados», uno de los núcleos principales de la 

editorial Laetoli?

Serafín Senosiain.

 En cierto modo sí, me siento he-

redero de esos y de otros proyectos editoriales. Una 

editorial tiene una doble cara. Por una parte, es un 

proyecto comercial, mercantil, los números tienen que 

salir para que puedas seguir haciendo libros. Si no es 

así, tarde o temprano hay que cerrar. Y por otra parte, 

al menos en una editorial y una colección como estas, 

es un proyecto cultural. En este caso, dar a conocer 

unos libros y unos autores de la Ilustración llamada 

radical, prácticamente desconocidos en España, y que 

no  son  una  curiosidad  de  bibliófilo,  sino  que  están 

en la base intelectual de nuestra sociedad, de nuestra 

modernidad, es un proyecto cultural de largo alcance. 

Con esta colección tienes la sensación de estar apor-

tando algo a la sociedad, no solo para la actual sino 

para las generaciones futuras. Hay auténticos adictos 

a la colección, a los que les ha abierto un mundo nue-

vo. Gente por ejemplo que nunca había oído hablar 

de Holbach, ya que ni siquiera está en sus manuales 

de filosofía, y que ahora disfruta leyendo unos libros 

ateos desinhibidos, mordaces, desconocidos, escritos 

décadas antes de Nietzsche. Cuando llega un tuit de 

Todos somos hijos

 

de la Ilustración

Conversación virtual entre Bernat Castany Prado 

y Serafín Senosiain, director de Editorial Laetoli 

y de la colección «Los ilustrados»

Prácticamente no hemos tenido nada positivo 

en este país, excepto la II República, solo 

pronunciamientos militares, guerras carlistas, 

Inquisición y franquismo

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un estudiante, por ejemplo, que dice que tal o cual li-

bro le ha abierto un mundo, es muy halagador y ayuda 

a seguir adelante.

Ya la colección «¡Vaya timo!» era un esfuerzo pe

-

dagógico, cultural, por sacar a la luz, analizar y ridi-

culizar teorías, pensamientos y terapias, supercherías 

que tenemos alrededor. Creo que cumplió su tarea y 

que ha dejado un poso. «Los ilustrados» juega en otra 

liga, desde luego. Pero el objetivo es el mismo.

BCP.

 El ensayista mexicano Adolfo Castañón pu-

blicó en 1992 un artículo titulado «La ausencia ubicua 

de Montaigne», donde plantea que el hecho de que 

Montaigne no se tradujese íntegramente al español 

hasta finales del siglo xix le impidió ejercer la influen

-

cia escéptica y epicúrea que ejerció en otros lugares. 

Según Castañón, esa ausencia ha supuesto un lastre 

no solo literario sino también filosófico y político, que 

seguimos notando en nuestros días. Evidentemente, 

podríamos hablar también de «la ausencia ubicua de 

la ilustración radical». ¿Crees realmente que nuestra 

historia intelectual y política hubiese sido diferente si 

las ideas de estos autores hubiesen sido incorporadas 

hace siglos por nuestra sociedad?

SS. 

Hay unos hechos en el siglo 

xvi

 muy simbó-

licos de cómo España va apartándose de Europa y 

deja atrás las ideas más novedosas que irán formando 

nuestro mundo. Por ejemplo, a partir de 1559 ya no 

se puede salir a hacer estudios universitarios fuera de 

España. El país se va encerrando, encogiendo, empe-

queñeciendo. Parece que cuanto más se expande por 

el mundo, más se encierra en una ortodoxia ultracató-

lica. La censura es férrea. Todo ello gracias al poder 

de la Iglesia, que ha sido la gran responsable del atraso 

de este país. El Abate Marchena dice más de doscien-

tos años después que quien no sabe en España lenguas 

extranjeras (francés, inglés) no se entera de nada. No 

puede leer libros extranjeros (ni a Montaigne ni a los 

ilustrados, por seguir con tus ejemplos), por tanto está 

condenado a no leer más que novelas o devociona-

rios. En el libro que estamos ahora preparando, los 

Ensayos anticristianos

 de Voltaire, es deprimente ver 

que los únicos autores españoles que cita Voltaire son 

teólogos del siglo anterior (Sánchez, Súarez, Molina), 

y la mayor parte de las veces para mofarse de ellos. 

No hay librepensadores radicales en España, como en 

Inglaterra, en Francia, en Holanda, en Italia, solo hay 

muy moderados o teólogos.

Apenas ha habido momentos en nuestra historia en 

los que estos libros hayan podido ser publicados. Los 

años del Trienio Liberal, de 1820 a 1823, cuando se 

publica mucho a Holbach. También los años de la Se-

gunda República. O después de la muerte de Franco, 

pero entonces ya no interesaban. Para los marxistas 

resultaban autores demasiado burgueses. Es evidente 

la «ausencia ubicua de la Ilustración radical», como 

dices. Aunque hay que señalar que esa ausencia es 

también importante en casi todas partes, incluida 

Francia.

BCP. 

¿Hasta qué punto crees que una colección 

como «Los ilustrados» puede contribuir a hacerlo? 

SS. «

Los ilustrados» es una simple colección de li-

bros. Ojalá tuviera cierta influencia, como dices. Pero 

con tal de que haya unos cuantos individuos, ojalá 

cada vez más (unos miles mejor), que hayan descu-

bierto autores y libros que desconocían, muchos de 

los cuales no se habían traducido nunca al castellano, 

ya es suficiente. Además, hay también lectores y se

-

guidores de la colección en América. Cuando llegan 

emails

 o compras a la web desde Valparaíso, Mede-

llín, Zacatecas o Buenos Aires, resulta emocionante. 

La realidad es que estamos haciendo algo que nadie 

hace en todo el mundo de habla castellana. Esos lec-

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tores de esas ciudades o leen a Holbach, Helvétius o 

Jean Meslier en Laetoli, o no pueden leerlos, al menos 

en español.

BCP.

 ¿Sientes que esta propuesta editorial está reci-

biendo la resonancia que se merece? ¿Podrías hablar-

nos de otras iniciativas editoriales o culturales que 

hayan recogido el testigo de tu propuesta?

SS.

 No tengo la sensación de que tenga la resonan

-

cia que merece. Los suplementos culturales están de-

dicados a la última moda literaria, sobre todo novelas, 

y reconozcamos que el nivel cultural general del país 

es bajo, muy bajo. Laetoli es una editorial muy peque-

ña, que no forma parte de ningún grupo editorial, y 

además no está ubicada ni en Madrid ni en Barcelona, 

sino en Pamplona. Todo eso cuenta en su contra. Pero 

hay que ser optimistas.

BCP.

 En su novela 

Conversación en la Catedral

Vargas Llosa trata de responder a una sola pregunta, 

que se enuncia en las primeras páginas: «¿En qué mo-

mento se jodió el Perú?» En su ensayo 

rePublicanos

Fernando Iwasaki amplía la cuestión y se pregunta: 

«¿En qué momento se jodió España?», y dice que a 

mediados del siglo 

xvi

, cuando la Contrarreforma 

persiguió y expulsó a los erasmistas. Ciertamente, 

Erasmo funda las bases del librepensamiento, con 

su actitud escéptica y hedonista, que luego retoma-

rá Montaigne y radicalizarán los libertinos eruditos 

del 

xvii

 y los ilustrados del 

xviii

. ¿Coincides con este 

diagnóstico? ¿Qué más podríamos hacer además de 

leer a estos autores?

SS.

  Sí,  coincido  con  lo  que  dice  Iwasaki.  Antes 

te comentaba esa fecha simbólica de 1559 en la 

que se prohibió estudiar fuera de España. Otra es la 

prohibición de Erasmo. La expulsión de los judíos. 

La instauración de la Inquisición. La persecución de 

los erasmistas. El concilio de Trento. La fundación 

de los jesuitas. Todo va en contra de las ideas que 

se plasmarán en la Ilustración y en la Revolución 

francesa. Tampoco tuvimos aquí Revolución, y 

todavía tenemos que soportar a los Borbones. 

Prácticamente no hemos tenido nada positivo en este 

país, excepto la II República, solo pronunciamientos 

militares, guerras carlistas, Inquisición y franquismo.   

¿Qué podemos hacer? Leer ciencia. Enseñar cien-

cia. Hacer ciencia. Defender la razón, rechazar las 

tonterías posmodernas y las supercherías, como hace 

esta revista, 

El Escéptico

, y la asociación que la edita 

(ARC-SAPC). Ser activistas, para que estas pseudo-

ciencias y pseudoterapias no lleguen a las universi-

dades. Leer a los ilustrados radicales. Leer y estudiar 

a los pocos filósofos del siglo xx que defienden estas 

ideas: Bertrand Russell, Karl Popper, Mario Bunge, 

pocos más.

En lo que a mí respecta, Mario Bunge ha sido un 

guía intelectual. Laetoli publica la Biblioteca Bunge, 

donde llevamos ya más de diez títulos editados, y es-

tamos terminando de publicar en castellano los ocho 

volúmenes de su 

Tratado de filosofía

. Si te das cuenta, 

todas estas colecciones —«Los ilustrados», «Biblio-

teca Bunge», «¡Vaya timo!» o la colección de ciencia 

«Las dos culturas»— están conectadas. Todas ellas 

son herederas del proyecto ilustrado.

BCP.

 La verdad es que hace apenas dos siglos 

solo por poseer muchos de los libros de la colección 

«Los ilustrados» se podía ir a prisión, tanto en Espa-

ña como en Francia, mientras que hoy son publica-

dos sin ningún problema, a la vez que pasan un tanto 

desapercibidos o por lo menos resultan minoritarios 

(aunque algunos títulos han alcanzado una cierta re-

sonancia, como la 

Memoria contra la religión 

de Jean 

Meslier, que ya va por la quinta edición). ¿No sientes 

que hay algo irónico o incluso sospechoso en el hecho 

de que se persigan letras de canciones relativamente 

simples mientras que se permiten circular sin ningún 

problema algunos de los libros más potentes de la his-

toria del pensamiento? Que estos libros no generen ya 

polémica puede ser tanto el signo de que la libertad 

de pensamiento y expresión se han normalizado entre 

nosotros, como de que el bajo nivel cultural al que 

te referías los hace inocuos, y todo ataque o censura 

resultaría contraproducente, en tanto que les daría pu-

blicidad. ¿No has pensado en generar esa polémica?

SS.

 Creo que, como dices, cualquier ataque a los 

libros les daría publicidad. No es que a algún obispo 

Cada país tiene su fanatismo particular. 

En Francia es el islamismo radical. 

En EE.UU., los fundamentalistas cristianos, 

sobre todo protestantes… En España sufrimos a 

la Iglesia Católica

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no le hayan entrado ganas de llevar la 

Memoria con

-

tra  la  religión

 de Jean Meslier (su «testamento») a 

los tribunales, pero saben que sería contraproducente. 

Así pasan más desapercibidos y no molestan. Pero no 

pondría la mano en el fuego, quizá algún día una aso-

ciación de abogados católicos u otros tronados deci-

dan ir a los tribunales. Por otra parte, no es lo mismo 

perseguir a unos raperos, unas feministas o un actor 

que ¡libros! ¡Libros del siglo 

xviii

! ¡La historia del 

pensamiento! Hasta los obispos más cerriles se que-

darían dubitativos antes de entablar cualquier acción. 

En eso llevan las de perder.

BCP.

 Evidentemente, los textos de la colección 

«Los ilustrados» tienen un valor en sí mismos, tanto 

desde el punto de vista filosófico como literario. Sin 

embargo, parece necesario llevar a cabo una actuali-

zación de la Ilustración, ya sea en el ámbito del estilo 

y el imaginario, ya sea en el ámbito de los temas. ¿Qué 

formas crees que deberían adoptar los nuevos ilustra-

dos? ¿Cuáles crees que serían los nuevos «infames» 

que Voltaire desearía aplastar en nuestros tiempos? 

SS.

 En España pienso que el «infame» sigue sien-

do el mismo que en la época de Voltaire. El poder 

de la Iglesia Católica es gigantesco, y todo lo que se 

gana en derechos es siempre contra su voluntad. Aho-

ra hemos tenido la experiencia con la ley de eutana-

sia, pero antes fueron el matrimonio gay, el aborto, 

el divorcio, etc. Por no hablar del escándalo de las 

inmatriculaciones. Ella es la gran valedora de la ultra-

derecha. No olvidemos que hace unos ochenta años 

esta Iglesia Católica apoyó decisivamente el asesi-

nato, por no decir genocidio, de decenas de miles de 

españoles, más todos los años de posguerra en los que 

fue la fiel servidora de una dictadura sangrienta. ¡No 

hace quinientos años, en las guerras de religión o en 

la noche de san Bartolomé, sino hace menos de cien 

años, y con muchos más muertos! Pero cada país tiene 

su fanatismo particular. En Francia es el islamismo 

radical. En EE.UU., los fundamentalistas cristianos, 

sobre todo protestantes… En España sufrimos a la 

Iglesia Católica.

Los «nuevos ateos», que hace unos años dieron bas-

tante  que  hablar  (Dawkins,  Hitchens,  Dennett,  Ha

-

rris), siguen los pasos de Holbach y de otros ilustra-

Los "nuevos ateos": Sam Harris, Richard Dawkins, Daniel Dennett y Christopher Hitchens.

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dos radicales, quizá sin conocerlos. Ellos y otros han 

actualizado, como dices, el pensamiento ilustrado.

BCP.

 ¿Ves en el panorama actual pensadores y es-

critores que compartan el estilo y el pensamiento de 

los ilustrados? 

SS.

  Como  decía,  Dawkins,  Dennett  y  el  resto  de 

«nuevos ateos» están en la onda de la Ilustración ra-

dical. También pensadores como Michel Onfray en 

Francia o incluso Steven Pinker en EE.UU., cuyo úl

-

timo libro se titula 

Enlightenment Now

 (

En defensa de 

la Ilustración,

 en su traducción castellana). También 

situaría en esa onda a Mario Bunge, quien en los úl-

timos años de su vida se sintió afín y heredero de los 

ilustrados radicales.

BCP.

 Una de las joyas de la colección son las obras 

completas del Barón de Holbach, «el divino Hol-

bach», tal y como lo llamó Michel Onfray. ¿Qué les 

dirías a aquellos que no lo han leído para animarlos a 

hacerlo? 

SS.

 Holbach es un pensador ateo militante, un acti-

vista del ateísmo. Por lo tanto, también es un pensador 

sobre la religión. Me resulta difícil animar a alguien 

a que lea un libro, pues depende de sus intereses. Si a 

alguien le interesa la religión, se lo recomendaría. Y si 

le interesa el ateísmo, también. Al principio no tenía 

la idea de publicar las obras completas de Holbach, 

pero pasan los años, y libro tras libro, ya llevamos 

once, casi sin darnos cuenta estamos ya acabando. La 

mayoría de sus libros no se habían traducido nunca 

al castellano. Otros sí habían sido traducidos en la 

década de 1820, publicados por exiliados que habían 

huido de España tras el fracaso del Trienio Liberal, y 

que los publicaban en Londres, Ginebra o Lisboa. La 

mayoría de esas traducciones, todo sea dicho, dejan 

mucho que desear.

BCP.

 En mi opinión, el pensamiento ilustrado se 

basa, por seguir la división clásica de la filosofía, en 

una cognoscitiva escéptica, una ontología realista, 

una ética hedonista y una política democrática. 

El pa-

seo del escéptico

 de Diderot o 

El filósofo ignorante 

de Voltaire serían dos ejemplos perfectos de escep-

ticismo; 

Sistema de la naturaleza

 de Holbach y 

Me-

moria  contra  la  religión

 de Meslier representarían, 

en buena medida, el realismo de corte inmanente; 

El 

arte de gozar 

de La Mettrie y 

Del espíritu

 de Helvé-

tius, el hedonismo; y 

Política natural

 de Holbach o 

el 

Tratado teológico-político 

de Spinoza, el espíritu 

democrático. ¿Coincidirías con este retrato robot del 

ilustrado? ¿Querrías introducir algún matiz o añadir 

algunos ejemplos?

SS.

 Creo que lo has explicado muy bien. Todos los 

títulos de la colección pueden ir encajando en una de 

esas cuatro divisiones. Y los que vengan, pues si hay 

ya publicados unos treinta, están en preparación más 

de cincuenta… Es cierto que en alguna de esas divi-

siones, como la de la «ontología realista», hay más 

títulos. Me parece lógico, pues la religión, y el cris-

tianismo en especial, fue la bestia negra de los ilustra-

dos, y no solo de los radicales sino también de «mo-

derados» como Voltaire, que cuando hablaban del 

cristianismo podían sobrepasar a Meslier y Holbach 

en furia e indignación.

En la categoría de «espíritu democrático» publica-

remos más títulos, como

 Política natural

 o 

La moral 

universal

, ambos de Holbach. Ya hemos publicado 

La 

República universal

, de Anacharsis Cloots, una her-

mosa defensa del cosmopolitismo. Quiero apuntar 

aquí cómo muchas tendencias democráticas que han 

venido después, y que ahora están tomando toda su 

fuerza, nacen con la Ilustración. Olympe de Gouges, 

la autora de la 

Declaración de los derechos de la mu

-

jer,

 es una ilustrada, amiga de Condorcet, guillotinada 

por esa fuerza maligna de la contrailustración que fue 

Robespierre. Mary Wollstonecraft, hija de William 

Godwin (otro ilustrado, padre del anarquismo, del que 

publicaremos 

La justicia política

), la autora de la 

Vin

-

dicación de los derechos de la mujer

, es otra ilustrada, 

que va a Francia en 1792 para comprobar de primera 

mano cómo marcha la Revolución, y allí escribe una 

defensa de esta (antes de Robespierre), que también 

publicaremos. Otro ámbito de reciente actualidad: el 

racismo. Condorcet escribe sus 

Reflexiones sobre la 

esclavitud de los negros

, libro que clama por el fin de 

la esclavitud y que pocos años después tendrá gran 

Muchas de las áreas en las que se plasman 

movimientos democráticos en nuestros días 

(como el feminismo, el Black lives matter o el 

activismo LGBT) tienen sus antecedentes en la 

Ilustración radical

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influencia en Francia, cuando la Convención suprima 

la esclavitud. Incluso ahora hemos descubierto los 

ensayos de Jeremy Bentham sobre el homoerotismo, 

que acabamos de publicar, en los cuales se nos apa-

rece casi como un activista LGBT. Es cierto que esos 

ensayos quedaron sin acabar y sin publicar, y que han 

hecho falta doscientos años para que se publiquen, 

pero en ellos Bentham se muestra como un herede-

ro de la Ilustración radical, que en Diderot, Holbach, 

Helvétius, Cloots (no así en Voltaire) fue siempre 

comprensiva con la homosexualidad. Es decir, mu-

chas de las áreas en las que se plasman movimientos 

democráticos en nuestros días (como el feminismo, el 

Black lives matter

 o el activismo LGBT) tienen sus 

antecedentes en la Ilustración radical. Es bueno saber-

lo y decirlo, al menos para saber de dónde venimos.

BCP.

  Una  de  las  ideas  fundamentales  del  movi

-

miento humanista e ilustrado es la de la impostura re-

ligiosa, que consideraba que el poder político y el po-

der religioso formaban una alianza, cuyo objetivo era 

someter y explotar a los pueblos. ¿No te parece que, 

del mismo modo que el poder político ha mutado, y 

ya no nos enfrentamos al antiguo régimen ni a la mo-

narquía absoluta, sino a la globalización neoliberal, la 

precarización laboral, la desestructuración de la clase 

obrera o el populismo, el poder religioso también se 

ha transformado, o se ha visto completado, por otras 

fuerzas como el nacionalismo, la miseria cultural, el 

positivismo tóxico o la cultura de la autoexplotación? 

Ciertamente, la colección «Los ilustrados», publica 

textos escritos fundamentalmente en el siglo 

xviii

si bien empieza a incluir a algunos de sus preceden-

tes, como los libertinos del 

xvii

 y los spinozianos, y 

también algunas obras del siglo 

xix

, como José Mar-

chena o Jeremy Bentham, que murió en 1832. ¿Sería 

excesivo incluir a autores del siglo 

xx

 de tendencia 

claramente ilustrada? ¿Crees que la etiqueta puede se-

guir usándose? Ciertamente, parece existir un nuevo 

interés por la Ilustración, a la que se le suele añadir 

el término 

radical

, quizás para librarse de las críticas 

de Adorno y Horkheimer, y de la posmodernidad, en 

general, quienes, como suele decirse, echaron al niño 

con el agua sucia del baño. Así, además de los «nue-

vos ateos», ¿quiénes serían los nuevos ilustrados?

SS.

 La colección ha ido ensanchando sus límites 

temporales. Ya  con  Spinoza  y  el 

Tratado  teológico 

político

 subimos el tope temporal y continuaremos 

por esa senda, publicando a los llamados «libertinos 

barrocos» (Le Mothe le Vayer, Gassendi, Patin, Ba-

yle) y a los librepensadores ingleses (Toland, Wools-

ton, Collins). Ahí cabe también el último título que 

hemos publicado, 

La superchería al descubierto

, de 

Christovão Ferreira, seguido de 

Dios refutado

, de Fa-

bián Fukan, dos renegados jesuitas en el Japón del si

-

glo 

xvii

, un libro traducido y editado por ti. Tenemos 

también la intención de publicar 

De la sabiduría

, de 

Pierre Charron, el gran amigo de Montaigne, que es 

prácticamente desconocido en España. Montaigne se-

ría el 

non plus ultra 

de la colección: nada más allá de 

Montaigne, es decir, no publicar nada antes de Mon-

taigne.

Por el otro extremo, el tope sería 1830. La aventura 

napoleónica ha terminado. En España, el Trienio Li-

beral ha fracasado. El último libro de Jonathan Israel, 

el gran historiador cuyos libros e ideas han nutrido 

y nutren la colección, es 

The Enligthenment that fai

-

led. Ideas, Revolution, and Democratic Defeat, 1748-

1830

 (

La Ilustración que fracasó. Ideas, revolución 

y  derrota  democrática,  1748-1830

). Ese es el tope: 

1830. Desde 1580, cuando se publican los 

Ensayos

hasta 1830. 250 años, los más decisivos para la histo-

ria de Europa y del mundo.

Los autores del siglo 

xx

 ya no se llaman ilustrados. 

Aunque lo sean, se llaman liberales, anarquistas, so-

cialdemócratas, incluso comunistas. Ya son para otra 

colección. 

Como decía Tzvetan Todorov, «todos somos hijos 

de la Ilustración». En cierto sentido, todos somos 

ilustrados (o casi todos). Teniendo en cuenta que las 

ideas de la Ilustración radical han formado la Europa 

moderna (y el mundo moderno en general), todos (o 

casi todos) somos ilustrados, aunque no lo digamos o 

(lo que es peor) no lo sepamos. Nuestras democracias 

proceden de las revoluciones francesa y norteameri-

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cana. La Declaración de Derechos de la ONU de 1948 

proviene de la Declaración de Derechos del Hombre 

y del Ciudadano de 1792. La misma Unión Europea, 

con todos los defectos que tiene, es una institución 

claramente ilustrada. El 80 o 90 % de sus eurodipu-

tados son ilustrados. Solo la ultraderecha (de la que 

en nuestro país también participa gran parte del PP y 

de la Conferencia Episcopal) está fuera de los valores 

ilustrados. Se dice a veces que la Ilustración fracasó. 

¡En absoluto! La Ilustración triunfó y sigue triunfan-

do. Decenas de dictaduras han caído en las últimas 

décadas. Los índices de alfabetización y educación 

han crecido en todo el mundo. También los índices 

de sanidad. El fundamentalismo islamista se ha dete-

nido. Apenas hay guerras, no sé si habrá más de tres o 

cuatro y están muy localizadas. Esto no había pasado 

nunca. Solo queda Irán como una teocracia anticuada, 

que no durará mucho, y las satrapías del Golfo, los 

amigos del emérito, que caerán también. Estos son 

los hechos y en este sentido debemos ser optimistas, 

como dice Pinker. Hay un libro muy bonito de un au

-

tor sueco, Hans Rosling,

  Factfulness:  Diez  razones 

por las que estamos equivocados sobre el mundo. Y 

por qué las cosas están mejor de lo que piensas. 

Lo 

recomiendo.

Los autores posmodernos son los continuadores de 

la contrailustración, que ya en el siglo 

xviii

 fue muy 

poderosa. En general, los románticos, los nacionalis-

tas, la Iglesia Católica, los autores de derecha y ul-

traderecha, los Bonald, Maistre, los «antimodernos» 

de los que trata Antoine Compagnon; en nuestro país, 

los Donoso Cortes, los Menéndez Pelayo, los autores 

ultracatólicos, todos han dejado un rastro viscoso que 

ahora se plasma en autores y políticos de ultraderecha 

y de ultraizquierda. Afortunadamente, tienen poco 

que hacer, pero pueden dar sustos, como el recien-

te  asalto  al  Capitolio.  Uno  de  esos  contrailustrados 

muy poderosos ha sido Trump, afortunadamente ya 

en retirada. Los ultraizquierdistas, los Badiou, Vatti-

mo, Latour y otros, son lamentables. Marx les daría 

latigazos.

La mayoría de nuestras ideas e ideologías políticas 

(incluso el propio término 

ideología

, que proviene 

del movimiento de los «ideólogos» durante la Revo-

lución francesa) tienen su origen en la Ilustración: el 

liberalismo, el anarquismo, el socialismo e incluso el 

comunismo. Todos ellos son ramas diversas del tron-

co ilustrado.

BCP.

 En el siglo 

xviii, la filosofía y la literatura no 

estaban tan separadas como en nuestros días. Voltaire 

escribió tratados, ensayos, diálogos, relatos y poesías. 

¿Crees que en el siglo 

xx

 es posible hablar de nove-

listas o poetas ilustrados? ¿Has encontrado  autores 

equivalentes a Voltaire, Diderot o Jonathan Swift? 

¿No sería bueno que la filosofía tratase de volver a sa

-

lir a la calle quizás con textos más breves, polémicos, 

ágiles y accesibles que, como la literatura clandestina 

del siglo 

xviii

, corriesen de mano en mano?

SS.

 Creo que en la literatura y el arte en general 

predomina la tendencia antimoderna. Ya lo hacía en 

el siglo 

xix

, con el romanticismo y después con auto-

res como Baudelaire, Nietzsche o Chateaubriand. En 

Francia es predominante. Hay novelistas ilustrados, 

claro está, como Vargas Llosa, pero son los menos. 

Y para qué hablar de las series de televisión, llenas 

de poderes paranormales, brujas y brujitos, casas en-

cantadas al estilo de Poe, güijas, diablos, exorcistas 

y toda la basura que llena también el cine de terror. 

Si ves el catálogo de Netflix, verás que la mitad al 

menos de sus series y películas son pura basura. Hay 

muy pocas series, como 

Big Bang

, que promuevan el 

conocimiento científico y los valores ilustrados. Creo 

que no venden. Lo que vende son los detectives con 

poderes telepáticos, héroes con superpoderes, extrate-

rrestres y niños también con poderes que estudian en 

una academia de brujería.

BCP.

 Nietzsche decía: «escoge bien a tu enemigo, 

pues acabarás pareciéndote a él». ¿No te parece que, 

en ocasiones, la crítica ilustrada de la religión adop-

ta un tono excesivamente dogmático o beligerante?  

Voltaire fue un gran orfebre de la ironía y la sátira, y 

Diderot —de cuya mente Voltaire dijo que era como 

un horno que quemaba todo lo que cocinaba—, de la 

autoironía y el humorismo, pero en muchos otros ca-

sos, y dímelo si me equivoco, tengo la sensación de 

que falta un cierto espíritu lúdico o festivo, que es 

Uno de esos contrailustrados muy poderosos ha 

sido Trump, afortunadamente ya en retirada. Los 

ultraizquierdistas, los Badiou, Vattimo, Latour y 

otros, son lamentables. Marx les daría latigazos

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el esc

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esencial en dicho proyecto, pues de lo que se trata, 

al fin y al cabo, es de buscar la felicidad individual 

y colectiva, mediante la optimización del placer y la 

reducción del dolor. Esta especie de acritud me parece 

más intensa en el siglo 

xx

 que en el 

xviii

SS.

 Parece que Holbach no tenía mucho sentido del 

humor, o al menos no se refleja en sus libros. Quizá 

no dominaba lo suficiente el francés para escribir las 

sutilezas y las ironías de Voltaire. O reservaba el hu-

mor para las cenas con sus amigos. A veces parece 

un profeta clamando lleno de indignación. Tampoco 

Meslier tenía mucho sentido del humor. Ten en cuenta 

que vivían situaciones opresivas, con un temor siem-

pre presente a ser descubiertos. Meslier es cura de un 

pueblo y escribe barbaridades contra su religión por 

las noches, más de mil páginas en tres copias. ¿Qué 

habría pasado si lo hubieran descubierto? Holbach es 

barón, es rico, va a la ópera, celebra cenas suculentas 

con sus amigos, pero luego, en el ático de su mansión, 

en el centro de París, escribe las más virulentas bom-

bas (como dijo Diderot) contra el cristianismo que se 

hayan escrito jamás. Los escritos se copian y a través 

de  una  cadena  de  mensajeros  llegan  a  Ámsterdam, 

hasta su editor Marc-Michel Rey. ¿Qué habría pasa-

do si uno de esos mensajeros hubiera sido detenido y 

hubiera confesado? Y así durante décadas. Hay en sus 

vidas una ansiedad, un miedo, incluso una amargura, 

de los que a veces no nos hacemos cargo. Voltaire vi-

vía a unos pasos de Suiza. Si le llegaba la noticia de 

algún problema, en muy poco tiempo estaba a salvo 

en Ginebra. Pero otros… Ahora entendemos por qué 

Diderot decide no publicar más, después de un tiempo 

en prisión. A Helvétius le amargan la vida después de 

la publicación de 

Del espíritu 

y no publica nada más. 

Deja 

Del hombre 

(que hemos publicado también en 

Laetoli) muy bien preparado para ser publicado des-

pués de su muerte. Comenta en la introducción que 

la Inquisición era entonces más dura en Francia que 

en España... ¡Más dura que en España! No es extraño 

que no estuviesen para muchas fiestas. En Diderot, sin 

embargo, sí hay mucho humor. 

Jacques el fatalista 

es 

muy divertida, claro que no la publicó en vida.

BCP.

 Veo que vas más allá del «pesimismo de la 

razón y el optimismo de la voluntad». Ciertamente, 

las tentaciones apocalípticas, a pesar de disfrazarse de 

justa indignación, acaban desembocando en el fatalis-

mo o en el cinismo. Uno de los principios humanís

-

ticos, y por lo tanto ilustrados, es que la experiencia 

humana es fundamentalmente la misma en todas las 

épocas y todos los lugares (¿cómo iban a interesarnos, 

si no, los escritos de la Antigüedad?). Ni el mundo 

está a punto de acabarse en una gran conflagración, ni 

está a punto de llegar un valiente mundo nuevo, sino 

que,  con  fluctuaciones  que  pueden  ser  dramáticas, 

pero no definitivas, «la nave va». Como decía Borges 

en «La biblioteca de Babel», a toda gran esperanza 

sucede, como es natural, una depresión excesiva. Eso 

no implica, claro está, que no haya mucha ignorancia, 

mucha injusticia y mucho sufrimiento en el mundo 

contra los que luchar. La Ilustración, en cualquiera de 

sus formas, sigue siendo necesaria y, como indicas, 

está en la base de todo lo que merece ser defendido. 

Como diría Kant, nunca viviremos una época ilustra-

da, sino solamente una época de ilustración. Evidente-

mente, resulta necesario un trabajo de 

aggiornamento

 

constante de las ideas y de las formas ilustradas, para 

lo cual es necesario regresar constantemente, como 

recomendaban los humanistas, 

ad  fontes

, esto es, a 

las fuentes, donde el agua está más clara y podemos 

beberla directamente con nuestras manos, sin que re-

súmenes, comentarios e interpretaciones nos roben la 

experiencia de medirnos cuerpo a cuerpo con los tex-

tos. En mi caso (y esto no es publicidad, puesto que 

no gano nada con ello, ni es propaganda, puesto que 

con ello todos ganamos por igual), la colección «Los 

ilustrados», junto con algunas de esas obras que quie-

res incluir, como Montaigne o Charron, forman un 

conjunto de textos a los que regreso constantemente 

a la búsqueda de ideas, argumentos, estilos y también 

ejemplos existenciales comprometidos y poderosos. 

No  me  puedo  creer  que  muchos  adolescentes  y  jó

-

venes no puedan sentirse admirados por este tipo de 

figuras. ¿Hay iniciativas que busquen conformar un 

imaginario ilustrado que pueda trascender el ámbito 

meramente académico? ¿Qué crees que podría hacer-

se al respecto?

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el esc

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SS. 

Veo a muchos jóvenes, tanto en España como 

en América, que participan en las redes sociales, a los 

que les gusta la colección y para la mayoría ha sido 

un descubrimiento. En eso soy también optimista. 

«Los ilustrados» pone las bases, es decir, los libros, 

pero no puede hacer más. Los bibliotecarios tienen 

que comprarlos. Los profesores tienen que recomen-

darlos, o incluso imponer lecturas. Los críticos tienen 

que escribir sus reseñas, sus críticas (buenas o malas). 

Lo peor es el vacío. Una revista como 

El Escéptico

 

participa también del espíritu de la Ilustración (quizá 

por eso nos han pedido esta conversación). Su bata-

lla contra las supercherías no es muy diferente a la 

de los enciclopedistas. Seguimos en la misma batalla, 

unos de una forma, otros de otra. Hemos tenido ahora 

bastante polémica con los negacionistas del COVID y 

los antivacunas. Quizá me equivoque y mi percepción 

esté muy mediatizada, pero me da la impresión de que 

han quedado ante la opinión pública como unos chi-

flados, algo así como los terraplanistas; y personajes 

como Victoria Abril o Miguel Bosé han quedado ri-

diculizados como unos charlatanes. No ha habido un 

gran seguimiento de las ideas negacionistas. La ma-

yoría de los jóvenes han visto que las vacunas (¡que 

también fueron un invento de la Ilustración!) son po-

sitivas, que el mundo entero ha luchado por tenerlas 

lo antes posible, que se han conseguido gracias a la 

investigación científica, y por ello se vacunarían ya 

mismo si pudieran hacerlo.

No sé si conoces una de las mejores películas so

-

bre la Ilustración, la danesa 

Un asunto real

, basada 

en la biografía del médico del rey danés, el ilustrado 

Struensee. Entre él y la reina lanzaron una campaña de 

vacunación a finales del siglo xviii

 contra la viruela. 

Decreto a decreto, Dinamarca se convirtió en la punta 

de lanza de la Ilustración europea. Te la recomiendo.

BCP.

 Además de José Marchena, ¿qué otros ilustra-

dos españoles o hispanoamericanos te gustaría editar? 

¿No te parece que resulta necesario realizar un trabajo 

de vaciado de la triste y a la vez muy útil 

Historia de 

los heterodoxos españoles

?

SS.

 Tal vez haya que leer a Menéndez Pelayo en 

busca de inspiración, como dices… no creo que se 

encuentre mucho. Durante toda la época ilustrada, la 

Inquisición fue asfixiante en España. Uno de los his

-

toriadores de primera fila de la literatura clandestina 

francesa y de la Ilustración radical francesa, el sevi-

llano Miguel Benítez, quiere escribir un libro sobre 

Juan Antonio Olavarrieta, médico, fraile exclaustra-

do, periodista y activista especialmente durante el 

Trienio Liberal, quien huyó a América, a Guayaquil 

y Michoacán, perseguido por la Inquisición. Escribió 

un tratado materialista, 

El hombre y el bruto

, que qui-

zá publiquemos. Todo un personaje. Me lo ha prome-

tido para Laetoli, pero antes tiene que acabar otros 

trabajos.

BCP.

 Recuerdo con mucho interés libros como 

Las 

raíces  globales  de  la  democracia

, de Amartya Sen, 

que  fue  premio  Nobel  de  Economía  en  1998,  o 

La 

Ilustración

 de Dorinda Outram. En ellos se intentaba 

ampliar el universo de discurso de la Ilustración, para 

acabar con la idea de que esta era una cuestión exclu-

sivamente europea. Ciertamente, la malinterpretación 

que el colonialismo europeo hizo del discurso ilustra-

do, en términos de 

mission civilisatrice

 y de «expan-

sión de la democracia», y la tarea funesta de cierta 

posmodernidad,  reconvertida,  como  dijo  Frederick 

Jameson, en «lógica cultural del capitalismo tardío», 

supuso que en muchas partes del globo se empezase 

a ver el discurso ilustrado o como un caballo de Tro-

ya colonial o poscolonial, o como una peculiaridad 

cultural, casi folklórica en el sentido herderiano, de 

Europa. Sin embargo, no hay argumento más euro-

céntrico que considerar que la lucha por la libertad, la 

igualdad y la felicidad es una cuestión meramente eu-

ropea. Quizás en el arco temporal que te planteas, que 

va desde que Montaigne publicó en 1580 la primera 

edición de los 

Ensayos

 hasta 1830, sea difícil hallar 

obras que podamos llamar «ilustradas» en un sentido 

restringido, pero sí ha habido antes, durante y después 

iniciativas, que participan de un espíritu ilustrado, 

esto es, escéptico (y tolerante), materialista (y muchas 

veces ateo) y hedonista (en términos individuales y 

colectivos). No solo pienso en Luciano de Samósata, 

La visión de la Ilustración por parte de bastantes 

posmodernos es una completa estupidez. 

La lucha por la libertad, la igualdad y la felicidad 

no es una cuestión meramente europea. 

La Ilustración es un fenómeno mundial

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el esc

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que es una de las grandes fuentes de la Ilustración, 

sino también en los 

faylasuf

  (‘filósofos’  en  árabe) 

como  Avicena,  Ibn  Warraq  o  Al-Ma’arri,  el  poeta 

persa Omar Khayyam, que fue claramente escéptico, 

materialista y hedonista, el príncipe budista Shotoku, 

y tantos otros. El trabajo de construir un imaginario 

ilustrado mundial está por hacer. ¿Se te ocurren más 

nombres al respecto, antiguos o modernos?

SS.

 La visión de la Ilustración por parte de bastantes 

posmodernos es una completa estupidez. Como dices 

bien, la lucha por la libertad, la igualdad y la felicidad 

no es una cuestión meramente europea. La Ilustra-

ción es un fenómeno mundial, del mismo modo que 

la 

Declaración de derechos del hombre

 de Naciones 

Unidas de 1948 es una declaración mundial. ¿Es la 

ciencia también una «cuestión meramente europea»? 

¿No es evidente que es un fenómeno mundial, aunque 

haya nacido, digamos, en la Europa del siglo 

xvii

Ilustración y ciencia van de la mano, antes o después.

Los ilustrados están continuamente leyendo y re-

cordando el mundo griego y romano. Muy a menu-

do citan a los mismos autores: sobre todo a Epicu-

ro, Demócrito, Lucrecio, Cicerón, Sexto Empírico, 

Diógenes Laercio; también a los poetas hedonistas 

romanos, como Virgilio, Horacio, Ovidio y el archi-

hedonista Petronio. Quisieran anular los 1700 años de 

dominio cristiano para volver a esas fuentes clásicas: 

escépticas, materialistas, ateas, hedonistas... La pala-

bra 

ateo

 aparece por primera vez en el siglo 

v

 a. de C. 

Peter Gray titula el primer volumen de su gran obra 

The  Enlightenment

 «El ascenso del paganismo mo-

derno». En este sentido, los ilustrados son unos nue-

vos renacentistas, pero, como escribe Jonathan Israel, 

la importancia y las consecuencias de la Ilustración 

sobrepasan con mucho las del Renacimiento. Sin em-

bargo, los libros dedicados a este último seguramen-

te son mucho más numerosos que los dedicados a la 

Ilustración, lo cual es un sinsentido. Eso sí, el Rena-

cimiento tuvo mejores pintores, aunque la Ilustración 

tiene a Goya, que es la gran aportación de España al 

movimiento ilustrado.

BCP.

 Recuerdo que hace unos diez o doce años leí 

varios volúmenes de la 

Contrahistoria  de  la  filoso

-

fía

 de Michel Onfray. Algunos de los nombres que 

Foto de Joanbanjo - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=26306409

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el esc

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recogía los conocía, pero muchos otros no, y empe-

cé a buscarlos. Fue entonces cuando me encontré con 

la 

Memoria  contra  la  religión

 de Jean Meslier que 

la editorial Laetoli había publicado. Poco a poco fui 

comprando muchos otros de los libros de la colección: 

Holbach, Diderot, Cloots, La Mettrie, Helvétius... A lo 

largo de estos años he ido recomendando y regalando 

varios de esos libros, que me parece que forman uno 

de los catálogos más interesantes del panorama edito-

rial actual. Fue hace apenas dos años que te escribí con 

la intención de colaborar en dicho proyecto, y desde 

entonces he realizado varias reseñas y he traducido va-

rios libros que empezarán a salir en breve. Quiero pen-

sar que mucha otra gente encontrará en este catálogo 

un conjunto de voces racionales, libres y valientes que 

les acompañen en estos tiempos irracionales y sumisos 

(como lo son todos, por otra parte). Quería preguntarte 

cómo se te ocurrió empezar esta colección, y también 

cuáles son tus expectativas al respecto.

SS.

 Curiosamente, todo empezó también con ese li-

bro de Michel Onfray, el cuarto volumen de su 

Con

-

trahistoria de la filosofía

, al que en España se le puso 

un muy mal título, calcado del francés, 

Los ultras de 

las Luces

, cuando debería ser 

Los ilustrados radica

-

les

. Me pasó lo mismo que a ti. Busqué a esos autores 

de los que hablaba Onfray y no encontré ediciones en 

castellano por ninguna parte, o estaban agotadas desde 

hacía treinta años. Ni Meslier, ni Holbach, ni Helvé

-

tius, ni La Mettrie, ni Maupertuis. Nada de nada. Mu

-

cho Heidegger en las librerías, mucho Vattimo, mucho 

Zizek, pero de nuestros ilustrados radicales ni rastro. 

Así que decidí editarlos. Afortunadamente, el 

Sistema 

de la naturaleza 

Del espíritu

 habían sido publicados 

décadas atrás por Editora Nacional (también La Met

-

trie), por José Manuel Bermudo y su equipo, y bas-

tó comprar los derechos. Así empezó todo. Luego un 

nombre lleva a otro, un libro a otro, y ya llevamos más 

de treinta.

Desde hace un par de años, la colección se coedita 

con el Museo de la Ilustración de Valencia (MuVim). 

Es una gran ayuda económica. Ellos querían editar li-

bros de la Ilustración y se dieron cuenta de que ya los 

estábamos editando nosotros. Así que se ofrecieron a 

apoyarnos. Los libros se imprimen en Valencia, en la 

imprenta de la Diputación de Valencia, a cuenta del 

MuVim. Es un acuerdo perfecto, porque además im-

primen muy bien. No entran para nada en qué títulos 

editamos: los imprimen y punto. Ojalá dure mucho 

esta colaboración.

Como te decía al comienzo de esta conversación, 

hay por lo menos unos cincuenta títulos haciendo cola, 

unos en marcha, otros esperando. No hemos hablado 

de los autores de los epílogos. Para los que descono-

cen la colección y han llegado hasta aquí, les diré que 

la colección no lleva introducciones, sino epílogos, a 

veces extensos, de treinta páginas o más. Poco a poco 

han ido escribiendo esos epílogos algunos de los es-

tudiosos más importantes dedicados a la Ilustración 

radical en la actualidad, como Jonathan Israel, pero 

también autores franceses, italianos, españoles, cana-

dienses, ingleses, holandeses. Un mundo cosmopolita, 

como la propia Ilustración.

Seguiremos en la misma línea, poniendo especial 

atención en libros nunca traducidos al castellano, y 

también en esos autores preilustrados que te comenté 

antes, como los libertinos barrocos o los librepensado-

res ingleses. Hay países enteros que no hemos tocado: 

Alemania, Italia, Holanda, Estados Unidos, Latinoa

-

mérica… Hay mucho que hacer, mucho que investi-

gar, mucho que leer, mucho que editar.