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l motivo para la elección de este tema es princi-
palmente la publicación reciente de este nuevo
libro mío que se titula
Contra apocalípticos:
ecologismo, animalismo, post humanismo
, por
la editorial Shackleton Books; no obstante, no voy a
hacer un resumen del libro. Diré simplemente que en él
se habla de varias ideas que intentan convencernos de
que nuestra civilización está al borde del colapso, bien
por lo que nosotros hayamos hecho o bien porque de-
beríamos acabar con nuestra civilización por los males
que contiene.
Lo que voy a hacer aquí no es hablaros de los motivos
por los cuales creo que estos movimientos apocalípti-
cos contemporáneos son extraordinariamente exagera-
dos, inverosímiles, sino sobre por qué nos resulta tan
fascinante la idea del apocalipsis, la idea de que se va
a terminar el mundo. Creo que hay fundamentalmente
tres motivos, tres causas que tienen todas ellas que ver
con nuestra psicología.
La primera de ellas está en lo que yo llamaría el ses-
go del relato: la idea de que entendemos mucho mejor
la historia humana si la entendemos como un relato,
como una narración. Es decir, una historia en el sentido
literario en la que hay unos personajes importantes que
llevan a cabo acciones con un sentido, que es el que da
unidad al relato o a la historia, y en los que hay, por su-
puesto, héroes y villanos. Y sobre todo, que debe tener
un principio más o menos claro, pero lo que tiene que
tener muy claro es un final. Un relato puede comenzar,
como se dice en teoría literaria,
in media res
, en mitad
de la acción; pero no puede terminar de manera abrup-
ta, tiene que terminar con algo que se note que es un
final. En la literatura, en el cine, etcétera, abundan, por
supuesto, obras con finales felices. Pero la mayoría de
las tragedias, de los mitos, suelen acabar con un final
trágico, como su nombre indica. Claro, en el caso de la
historia humana, un final feliz sería muy poco narrati
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vo, sería algo así como «comieron perdices y vivieron
felices». ¿Y hasta cuándo? Bueno, eso no es un final,
eso es un «continuará».
En cambio, la idea de que la civilización se acaba, co-
lapsa y es sustituida por algo que ya no es parecido a la
civilización… —volveríamos a ser tribus salvajes en
el mejor de los casos o la humanidad desaparecería por
completo—, esto sí que es un auténtico final: desde el
punto de vista narrativo tiene mucho más gancho, nos
atrae. Es una idea que nos atrae mucho más psicológi-
camente, porque le da un sentido narrativo a la historia.
Otro de los motivos por los que creo que la idea del
fin del mundo es bastante atractiva psicológica o cogni
-
Por qué nos fascina el
APOCALIPSIS
Jesús Zamora Bonilla
Universidad Nacional de Educación a Distancia
Cuando creemos vivir momentos cruciales de la historia humana
Hemos sido pecadores, nuestra civilización
ha hecho daño al mundo, ha hecho daño
al ecosistema, ha hecho daño a la propia
humanidad y merece acabarse
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tivamente para nuestras mentes es por una cuestión mo-
ral. Mucha gente tiene la impresión de que el mundo se
va a acabar, que la civilización está a punto de colapsar;
en el fondo, lo que piensa en realidad es que el mundo,
la civilización humana y en particular la civilización
occidental, industrial, capitalista, neoliberal, etc., va a
tener fin. No sólo es que vaya a acabar, sino que merece
acabar porque hemos sido malvados. Hemos sido los
villanos de la historia, hemos sido pecadores, hemos
cometido pecados contra la naturaleza, pecados de or-
gullo, quizá en la
hybris
griega, y en realidad nuestra
civilización ha hecho daño al mundo, ha hecho daño
al ecosistema, ha hecho daño a la propia humanidad y
merece acabarse.
Esta es, en el fondo, la idea de los apocalipsis religio-
sos clásicos: el mundo se va a acabar por los pecados
del hombre. Dios mandó el diluvio para terminar con la
humanidad porque el ser humano era malo, era pecador
y se lo merecía. Así, una gran parte de la explicación de
por qué a la gente hoy en día le fascina mucho esta idea
del apocalipsis es porque le da un sentido a la historia;
no solo digo que la historia sea un relato, una narra-
ción susceptible de ser contada, sino que también hay
un discurso de buenos y, en este caso, de malos. Porque
gran parte de la humanidad —los poderosos o las ma-
sas inconscientes, egoístas y consumistas— es pecado-
ra y se merece que el mundo creado por ella termine.
Y por último, hay un tercer sesgo que va al otro lado
del relato, no tanto a los villanos como a los héroes. Es
la idea de que estamos en un estado de la historia en
el que un apocalipsis, un colapso de la civilización, es
inminente, lo que hace que nuestro lugar en la historia
sea muy relevante, y significa que nuestras acciones
pueden tener una gran importancia porque podemos
salvar el mundo. No es simplemente que podamos ga
-
nar la liga o tener un trabajo mejor que el que tenían
nuestros padres, sino que en nuestra mano está algo tan
importante como salvar el mundo, salvar la humanidad
y crear una nueva civilización.
Esto motiva a la gente que cree en el inminente y casi
inevitable colapso de la civilización, porque les hace
percibirse a sí mismos como héroes, como alguien
importante y no como alguien que pasaba por ahí en
un momento de la historia, como en realidad podemos
pensar que ha ocurrido con la inmensa mayoría de la
humanidad, los miles y miles de millones de seres hu-
manos que han vivido hasta ahora, pues nunca han te-
nido la oportunidad de hacer algo que pase a la historia.
Y de hecho, la inmensa mayoría de ellos han sido com
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pletamente olvidados, al igual que lo seremos nosotros.
Nadie se acordará de nosotros aunque continúe el mun
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do dentro de mil, dos mil o diez mil años. Eso, diga-
mos, es el destino normal de los seres humanos: lo que
hagamos no va a tener mayor trascendencia porque no
va a haber influido demasiado en el futuro. En cambio,
pensar que por afiliarte a un movimiento y cambiar un
poco tus hábitos de vida y por «luchar» —poner unos
cuantos tuits o sacar una pancarta en una manifestación
o algo así— vas a conseguir salvar el mundo y, por lo
tanto, ser uno de los protagonistas de la historia, es muy
atractivo.
Creo que son estos tres mecanismos psicológicos los
que hacen que a la gente le atraiga la idea de que la
civilización está a punto de colapsar. Y desde luego,
esto tiene como consecuencia que haya gente que se
apunte con más probabilidad a este tipo de movimien-
tos apocalípticos que intentan convencernos de tales
calamidades.