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robablemente ya lo sabes. Vivimos una
«pLandemia»
. Un plan para acabar con gran
parte de la población del planeta y estable-
cer un nuevo orden mundial en el que unos
pocos dominarán el mundo. Vaya, dicho así, estoy
describiendo la realidad del mundo que venimos vi-
viendo desde hace unas décadas. Pero no, este nuevo
plan consiste en exterminar a la población gracias a
la mentira de la covid-19. Excusa por la que realizar
vacunaciones masivas con nanotecnología de grafeno
que permitirá el control de las personas a través de la
quinta generación de telefonía móvil, o 5G. Así, esos
líderes podrán controlarnos como zombis o asesinar-
nos mediante la generación de trombos.
No, no es el guion de una película, sino que es el
resumen de uno de tantos vídeos que un conocido ne-
gacionista que se dice «bioestadístico» sigue subien-
do a las redes y cuyo canal de Telegram cuenta ya con
cerca de 200 mil suscriptores. Este tipo de vídeos acu-
mulan decenas de miles de visualizaciones. Mensajes
apocalípticos, llenos de mentiras, de insultos y de mu-
cha verborrea pseudocientífica que mezcla toda clase
de barbaridades. En algunos casos se dicen expertos,
algunos hasta parecen ser médicos, otros claramen-
te demuestran una falta de formación que roza el no
haber sacado ni el graduado escolar. Pero da igual, la
legión de seguidores acude cada noche a unos directos
que se alargan durante horas.
Pero pensemos un poco. Primero, este «plan», ¿sería
posible? Y segundo, ¿qué hago yo hablando de covid,
virus, antenas y 5G? Soy físico y profesor del área
de Radiología y Medicina Física de la Universidad
de Castilla-La Mancha, no soy experto ni en vacunas
ni en virus. Llevo años midiendo exposición perso-
nal a campos electromagnéticos de radiofrecuencia.
Veamos. El 25 de marzo, unos pocos días después del
comienzo del confinamiento, recibí un mensaje por
WhatsApp (que ya explicó Javier Santaolalla
1
). Era
un video que me enviaba un compañero de la Facultad
de Farmacia en el que aparecía un señor, un supuesto
doctor en un congreso que podría ser cualquier cosa
menos científico, aunque se definía como tal. Pues
bien, en los primeros cinco minutos le pegaba una pa-
tada a todo el conocimiento de la física, la biología y
la medicina de los últimos siglos. Y es que vinculaba
la enfermedad provocada por el SARS-CoV-2 a las
redes 5G de telefonía, a las radiaciones de los teléfo-
nos móviles. Este vídeo se hizo viral, pero no fue el
único.
En otro vídeo, también al principio del confinamien
-
to, finalmente retirado por YouTube, otro señor que se
definía como biólogo especialista en microbiología —
aunque lo único que he encontrado es que era profesor
de dibujo en un instituto— llegaba a la conclusión de
que allí donde había más antenas había más casos de
covid-19. Esa era la conclusión, según él, tras un in-
tenso estudio «científico» en el que asumía que aque
-
llas antenas eran 5G y, por tanto, esa tecnología era
la culpable de todo lo que nos estaba ocurriendo. Ob-
viaba varias cosas extremadamente básicas, fallos im-
propios de un científico de tal magnitud. La primera,
que la correlación no implica causalidad. La segunda,
Del 5G
propagador
del virus
al pinchazo
magnético de grafeno
Alberto Nájera López
Profesor del Área de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud
Mensajes apocalípticos, llenos de mentiras, de insultos y de mucha
verborrea pseudocientífica que mezcla toda clase de barbaridades
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que allí donde había más contagios generalmente hay
más gente y donde hay más gente también, general-
mente, suele haber más antenas. La tercera es que las
redes 5G se habían empezado a desplegar de forma
muy limitada en grandes ciudades y no en todos los
países. En el caso de Albacete, por ejemplo, donde yo
vivo, no contábamos con ninguna antena 5G y fue du-
ramente golpeada por la primera ola. Y así pasaba en
otros muchos países donde no contaban con ninguna
antena 5G y el número de casos y fallecidos también
era igualmente terrible.
Pero daba igual, la semilla había arraigado en el
mundo y no fueron los únicos que encontraron rápi-
damente este vínculo entre el 5G y la covid-19. Fue-
ron muchas las publicaciones virales que añadían más
«evidencias» a este vínculo imposible. Desde febrero
de 2020 he desmentido para plataformas de verifica
-
ción como
Maldita Ciencia
,
Associated France Press
,
Newtral
o
EFE verifica
más de ochenta bulos que
relacionaban estas radiaciones 5G con la pandemia.
Pero daba igual, porque la gente se lo creía, se lo ha-
bía creído. En países como Australia, Nueva Zelanda,
Estados Unidos, Bélgica o Reino Unido se organiza
-
ban generalmente en grupos de Facebook para salir
por las noches a quemar antenas. Daba igual qué tipo
de antena, 4G, 3G, etc. Recordemos que en muchos
sitios no había ninguna 5G y estos exaltados no dis-
tinguían. Dejaron a miles de personas sin conexión
en un momento muy delicado. Tal fue el impacto que
hasta la Organización Mundial de la Salud tuvo que
desmentir la posibilidad de que los virus «viajaran»
en estas radiaciones.
Pero también me pregunto: ¿por qué? ¿Por qué la
5G? Debemos recordar que con cada lanzamiento de
una nueva generación de telefonía móvil, desde el año
1990, que es cuando empiezan los movimientos anti-
antenas, se han ido lanzando numerosos mensajes ca-
tastrofistas hasta el punto de decir que habrá millones
de hipersensibles o que moriremos de cáncer millones
de personas. Treinta años después, estos augurios no
se han cumplido. Y la evidencia científica nos permite
afirmar que con un uso normal, y a los niveles de ex
-
posición habituales, no existe razón para vincular las
radiaciones de teléfonos móviles o de antenas con la
salud.
Así que en el año 2020 comenzó el despliegue de
las antenas 5G. Un poco antes de la pandemia, por lo
que alguno lo vio blanco y en botella: «bueno, pues
serán las 5G las culpables del coronavirus». Y lo que
era hasta ese momento el 4G, poco menos que el de-
monio, pasaba a ser lo mejor, lo seguro y lo que de-
beríamos utilizar y, en cambio, había que limitar el
despliegue del 5G asesino.
Pero, ¿es tan diferente el 5G? Aunque tiene claros
avances, desde un punto de vista de radiaciones, por
ahora no presenta grandes diferencias con respecto
a tecnologías anteriores, ya que lo que hacemos es
proporcionar nuevas bandas de frecuencia, como si
de carriles de autopista se trataran. Así, ya se ha des-
plegado la banda de 3,5 GHz, y la de 700 MHz se
acaba de subastar. Banda, por otro lado, que venimos
usando desde hace años para la TDT. La última banda
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de frecuencia, que sería la de 26 GHz, todavía no está
ni subastada ni se sabe cuándo va a estar disponible.
Por tanto, en el momento de la pandemia la única
frecuencia diferente que estaba funcionando era la
de 3,5 GHz, y no en todas partes. Así, pensar en esa
vinculación con el 5G es un poco menos que descabe-
llado. Y a partir de 10 GHz, estamos hablando de lon
-
gitudes de onda de en torno a milímetros, de ahí lo de
ondas milimétricas
. Además, por encima de 10 GHz
la capacidad de penetración pasa de unos centímetros
a unos pocos, muy pocos milímetros. Dos limitacio-
nes más que nos responden a la siguiente pregunta:
¿por qué no podemos ver virus con un microscopio
óptico? Porque es una cuestión de tamaño. ¿Qué po-
demos ver con un microscopio óptico normal? Pues
células, bacterias... porque la longitud de onda a esa
frecuencia, la parte de espectro óptico, está en torno
al tamaño de las células, en torno a unas micras. Pero,
¿qué pasa con los virus? Los virus son mucho más
pequeños y, por tanto, necesitamos longitudes de onda
más pequeñas. Es como si intentáramos hacer un re-
trato de una persona en un folio y, en vez de utilizar un
lapicero, utilizáramos un rodillo de pintor. Estamos
utilizando luz de longitud de onda mucho más grande
que el objeto que tenemos. Por tanto, no es posible
ver esos virus y tenemos que recurrir a microscopios
electrónicos que nos van a permitir esa resolución. En
conclusión, como he indicado, las longitudes de onda
de las radiaciones que se utilizan en telefonía son ex-
tremadamente grandes. Además, tienen muy poca ca-
pacidad de penetración.
Continuemos con el posible microchip. ¿Qué tama-
ño debería tener? Pues para emitir o recibir radiación
del orden de la telefonía móvil 5G, debería tener en
torno a milímetros, porque tiene que llevar una ante-
na; en torno a medio milímetro, como poco. Si pen-
samos en los chips que se ponen a las mascotas, son
visibles y de varios milímetros. Y estos chips no lle
-
van batería ni antena. Podemos pensar, pues, que para
controlarnos a distancia como zombis, además de ser
invisibles, deberían llevar batería, un espacio para
fármacos, la antena… Luego el tamaño sería mucho
mayor y lo podemos comparar con el tamaño de las
agujas que se utilizan para la vacuna.
¿Cómo solucionaron estos conspiranoicos
el pro-
blema? Con las vacunas magnéticas. Se viralizaron
entonces cientos de vídeos de supuestos vacunados
magnetizados que atraían toda clase de metales. Na
-
die pensó que la mejor manera de detectar un campo
magnético no es con una cuchara que no sé si será
atraída por este, dependiendo de su aleación, sino que
lo más sencillo es una brújula. Ningún vídeo ha mos
-
trado a un supuesto magnetizado moviendo una brú-
jula o pegándose una cuchara interponiendo un papel
Con un uso normal, y a los niveles de
exposición habituales, no existe razón para
vincular las radiaciones de teléfonos móviles o
de antenas con la salud
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entre su piel y este objeto.
Una vez más, daba igual que los supuestos magne
-
tizados solo debían lavarse o poner polvos de talco
para perder sus poderes. Así que el siguiente paso fue
afirmar que las vacunas tenían grafeno. Hasta un pro
-
fesor, Pablo Campra, de la Universidad de Almería,
elaboró un documento con unos fallos metodológicos
horrorosos que le han retratado y han puesto en un
aprieto a su universidad, al usar el logo de su institu-
ción en un supuesto informe que puede ser cualquier
cosa menos serio. A mí me supone cierta vergüenza
el poder contar con un compañero de la universidad
pública que es capaz de prestarse a este tipo de cosas.
Ni siquiera se controló, si quieres hacer algo científi
-
co, algo tan sencillo como garantizar que el vial que te
están dando no se haya visto contaminado. La propia
universidad tuvo que hacer un comunicado sobre las
falsas informaciones e incluso cuestionaba la calidad
del documento. A pesar de que el comunicado se lan-
zó en la cuenta de
oficial de la Universidad
de Almería, los negacionistas decían que, como no
iba firmado por nadie, era falso. En fin, que un comu
-
nicado oficial no te desmonte una
pLandemia
o una
conspiración.
En conclusión, da igual la fuente, da igual el mensa-
je, da igual la formación del interlocutor. No se cues
-
tiona, no se aprende, no se confía en los verdaderos
expertos y así creeremos que nos controlarán con las
vacunas o que la Tierra es plana. Solo hace falta un
mesías con mucha labia y un número de cuenta, ¡cla-
ro!
Nota:
1 https://youtu.be/P_DNEBI4Phw
Ningún vídeo ha mostrado a un supuesto
magnetizado moviendo una brújula o pegándose
una cuchara interponiendo un papel entre su piel
y este objeto