background image

el esc

é

ptico

29

Otoño 2019

M

i  primer  contacto  con  la  filosofía  de  Mario 

Bunge fue a través de una 

Antología semán-

tica

, de la que él era autor, y que me ayudó 

mucho a meterme en los problemas de la filosofía del 

lenguaje en los que entonces me ocupaba. La lógica 

matemática y la filosofía analítica fueron, en los años 

sesenta y en España, una vía fácil y atractiva para libe-

rarnos de la opresión de una manera de hacer filosofía 

que se situaba, con suerte, en la Edad Media y apenas 

había pasado  por  la modernidad y  la Ilustración. Es 

por ello que los recurrentes y soporíferos análisis de 

los filósofos anglosajones sobre el significado de una 

serie de frases absolutamente triviales e intrascenden-

tes («el gato está sobre la alfombra») se nos antojaban 

una de las maneras, si no progresistas, por lo menos 

innovadoras de filosofar.

Aquello pasó, fue una buena terapia en la medida 

en que nos enseñó a ser más cuidadosos con la gramá-

tica y el uso del lenguaje a la hora de filosofar. Pero 

los analíticos de entonces nos entretenemos ahora con 

otros menesteres, como la ética o la filosofía política. 

En ese cambio, Mario Bunge sigue siendo un timo

-

nel siempre interesante y provocativo. Su trayectoria 

profesional es tan amplia y completa que pocas ramas 

de la filosofía han quedado al margen de su interés. 

Sobre  todo,  porque  a  Mario  Bunge  le  han  interesa

-

do las conexiones entre filosofía y ciencia, no solo la 

ciencia más dura, sino también la sociología y la psi-

cología. Cuando conocí personalmente a Bunge, en la 

Universidad Autónoma de Barcelona, la ocasión del 

encuentro, si no me traiciona la memoria, fueron unos 

cursos o unas conferencias que daba en la Facultad de 

Psicología, invitado por nuestro común amigo, Ignacio 

Morgado. Los psicólogos se estaban interesando más 

por sus escritos que los propios filósofos, la mayoría 

de ellos encerrados en las torres de marfil de una disci

-

plina cada vez más fragmentada y especializada. 

Bunge ha huido siempre de la fragmentación y de 

una forma de hacer filosofía que se limita a explicar 

a otros filósofos. No solo evita ese camino sino que 

critica directamente la excesiva profesionalización del 

filósofo, la confusión a la que es proclive entre profun

-

didad y oscuridad, o la obsesión por problemas anodi-

nos. En su caso, por lo menos, ha intentado obviar esas 

tentaciones y pensar desde sí mismo y desde la reali-

dad que más directamente nos interpela. En su último 

gran libro sobre Filosofía Política lo enuncia desde el 

principio. En todo programa político hay principios fi

-

losóficos. No obstante, hay que reconocer que los pro

-

blemas políticos de hoy no son los que consideraron 

Platón, Aristóteles, Locke o John S. Mill. Son otros. 

Y es función del filósofo, si quiere que su actividad 

sea relevante, partir de los problemas reales y tener en 

cuenta los datos que los avalan para ponerse a pensar 

sobre ellos. 

La revista 

El Escéptico 

quiere honrar a Mario Bun

-

ge en un aniversario sonado: ¡cien años! Que cumpla 

años no significa nada, en su caso, porque su espíritu 

sigue siendo más joven que el de otros muchos de me

-

nos edad, su entusiasmo por seguir trabajando se man

-

tiene incólume y su claridad intelectual es envidiable. 

La última conferencia que le escuché en Barcelona, 

hace solo un par de años, fue sencillamente magistral, 

por la densidad de las ideas y la naturalidad y cercanía 

en la forma de expresarlas. Mario Bunge tiene ímpetu 

e ilusión para seguir dando mucha guerra.

Felicidades a 

Mario Bunge

                                                                                  

Victoria Camps