background image

el esc

é

ptico

77

Anuario 2018

James Randi y el maestro Yoda

J

ames Randi, «el asombroso Randi» (The 

Amazing Randi) como era conocido en la 

década de los cincuenta del siglo pasado en 

su faceta de ilusionista, cumple ahora noventa 

años. Aunque su aspecto es más parecido al de 

un entrañable duende del bosque, también pue-

de recordarnos al misterioso maestro Yoda. En El 

imperio contraataca (1980), Yoda vive apartado 

del mundo en el pantanoso planeta Dagobah. Allí 

lo descubre Luke Skywalker en su huida de las 

tropas imperiales. Al principio, Luke desprecia a 

Yoda debido a su aspecto y su tamaño. Sin em-

bargo, acabará descubriendo que no debe fiarse 

de las apariencias y aprende gracias a él muchos 

de los secretos jedi

El joven James Randi de los años cincuenta es ahora un anciano nonagenario, menudo y de larga 

barba blanca. Al igual que el maestro Yoda, el maestro Randi también engaña en apariencia: este 

débil e indefenso ancianito esconde todo un arsenal de racionalismo, escepticismo y magia que es el 

horror de timadores y pseudocientíficos. El maestro Yoda entrena a Luke en los secretos de la Fuerza 

y le advierte de los peligros de su lado oscuro. La Fuerza en sí misma y los poderes que es capaz de 

otorgar a los jedis no dejan de ser poderes paranormales (precognición, adivinación, telepatía, telequi-

nesia…), tal vez inspirados en los siddhis (capacidades paranormales muy similares a las de los jedis), 

y que supuestamente adquieren los yoguis que alcanzan las más altas cotas de meditación según el 

yoga religioso. Por cierto, los siddhis también tienen su lado oscuro, y si el yogui se deja llevar por él 

se convierte en brujo. Sea como sea, el caso es que James Randi también tiene poderes y advierte de 

su lado oscuro. Pero no son poderes ficticios e imaginarios como los de los jedis, los yoguis o los que 

supuestamente estudia la parapsicología. Son poderes reales y consisten en la inteligencia y la habi-

lidad para generar las ilusiones cognitivas y perceptivas en las que se basan los juegos de magia que 

Randi controla a la perfección. Gracias a ellos puede aparentar la aparición y desaparición de objetos, 

la lectura de la mente o la transformación de una cosa en otra. Mientras estos «poderes» se utilicen en 

un escenario para entretener, divertir y, sobre todo, encandilar al público generándole la «ilusión de lo 

imposible» en la que consiste la magia, todo es perfecto. El problema es cuando el mago se pasa al 

lado oscuro y utiliza esos «poderes» para fines perversos e inmorales: para engañar al prójimo hacién-

dole creer que tiene auténticas facultades paranormales para doblar cucharas con la mente, adivinar 

el futuro, comunicarse con los difuntos o curar enfermedades con el pensamiento. Entonces es cuando 

el apacible James Randi se nos muestra como el azote de farsantes, hipócritas y vende-crece-pelos 

en todo su esplendor. En esta faceta, no solo ha desenmascarado a multitud de ellos directamente 

(uno de los más famosos: Uri Geller), sino a todos ellos gracias a su reto del millón de dólares. Quien 

afirme tener cualquier poder paranormal o mantenga cualquier proposición pseudocientífica (como la 

memoria del agua o el origen emocional de las enfermedades) puede optar al reto y llevarse un millón 

de dólares; y si no tiene intereses egoístas, puede donarlo a la ONG u obra de caridad que mejor le 

parezca. Ningún Darth Vader ha logrado todavía superar el reto y demostrar que realmente tiene los 

poderes de Darth Vader. 

Científicos y divulgadores del pensamiento crítico y el escepticismo hay muchos. Randi añade ese 

toque mágico que le permite ver los ardides y estratagemas, las cancamusas, que a los demás se les 

podrían pasar por alto. Eso es lo que mostró James Randi a finales de los años setenta y principios de 

los ochenta con el Proyecto Alpha. Entrenando a varios Skywalkers en los trucos de magia fue capaz 

de engañar a comités científicos para que creyeran que tenían auténticos poderes paranormales. Se-

ñalaba de esta forma la necesidad no solo de vigilar los controles científicos habituales en el diseño 

de experimentos contra sesgos y errores típicos, sino también de estar atentos a los engaños puros y 

duros pero sofisticados de quienes usan el lado oscuro del ilusionismo. 

A sus noventa años, James Randi continúa en la senda, manteniéndose como ejemplo de honradez, 

ética y firmeza, tanto para magos como para científicos y público en general. Gracias, maestro, y ¡feliz 

cumpleaños!

Andrés Carmona

James Randi, con el autor de este texto