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V

arios miembros de mi familia son docentes de 

educación infantil, y yo mismo debo de llevar 

en la sangre cierta vocación docente, que en 

alguna época he plasmado enseñando música, dando 

cursos y charlas de tecnología, o colaborando en ra-

dio en difusiones culturales. De alguna manera, con el 

tiempo, he acabado en asociaciones en las que divul-

gamos y alertamos de movimientos pseudocientíficos, 

pseudoterapéuticos y aun sectarios, muchos de ellos 

con un lenguaje de corte New Age muy enraizado con 

«lo emocional», y siempre buscando infiltrarse en es-

tamentos oficiales para conseguir prestigio y difusión 

social como un cáncer busca las venas para nutrirse y 

metastatizar.

Como los lectores de la revista pudieron comprobar 

hace apenas un puñado de números, algunos de estos 

movimientos invitan a «dejar de pensar», a «abando-

nar todo juicio crítico», a «dejarse llevar por las emo-

ciones».  Proponen  conexiones  absurdas  del  «campo 

magnético del corazón» con el bienestar personal y 

social, relacionan toda enfermedad con una descom-

pensación de la «coherencia emocional» y en general 

hablan del poder de las emociones sobre la realidad 

(ya no solo a nivel biológico animal, sino en su inter-

ferencia con otros entes, como es el caso de los experi-

mentos fraudulentos de Masaru Emoto sobre el papel 

de las emociones en la cristalización de hielo o con los 

botes de arroz).

Por todo lo anterior, es fácil imaginar que vea con 

auténtico pavor la actual moda de la introducción del 

«aprendizaje emocional» en las aulas. No porque con-

sidere que no sea necesario; todo lo contrario: como 

muchos otros, yo mismo hubiera agradecido en mi 

adolescencia tener una base de herramientas psicoló-

gicas adecuadas para gestionar el típico y desbordante 

torrente emocional de esa fase.

El problema que me espanta es el del charlatanis-

mo (y hablo incluso de grupos sectarios) que, con 

la excusa de esa introducción de «lo emocional», ha 

aprovechado para colarse en la formación continua de 

colegios, institutos e incluso guarderías, a veces bajo 

títulos de «coach», «terapeuta Gestalt», «experto en 

Programación Neurolingüística», u otro tipo de diplo-

mas carentes de valor, pero a veces también (lo cual es 

si cabe más grave) de la mano de profesionales de la 

psicología a los que se les supondría preparados contra 

estas paparruchas.

Como muestra, un botón: un día cualquiera, llega 

uno de mis familiares comentándome: «en nuestro co-

legio van a venir a darnos formación para mejorar la 

gestión emocional de nuestros alumnos». En mi ca-

beza se despliegan luces rojas y bocinas como las de 

un submarino nuclear entrando en DEFCON 1, mis 

pupilas se dilatan y mis músculos se tensan, como un 

gato que acaba de ver entrar una polilla por la ventana. 

«¿Me podrías dejar ver el temario que os van a dar?».

Me pasa un documento de varias páginas con el cu-

rrículum de la conferenciante. A priori, todo bien. No 

hay rastro de gestalts, de bioneurochorradas, de neu-

rolingüísticas ni de otro tipo de neurolistillos. Sigo.

«Herramientas para mejorar la tolerancia ante la 

frustración». Bien. «Herramientas para mejorar las 

desavenencias profesor-alumno o entre alumnos». 

Fantástico. «Herramientas para reducir la ansiedad 

Emociones que 

Hieren

Emilio J. Molina Cazorla

Miembro del Consejo Asesor de ARP-SAPC

Vocal de RedUNE

Vicepresidente de APETP

Una peligrosa invitación a dejar de pensar

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ossier

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ante evaluaciones». Pinta muy bien. Cada sección con 

un párrafo descriptivo, que me hacen relajar la mus-

culatura, destensar la mandíbula y recuperar un ritmo 

normal de respiración, pensando que esta vez me he 

pasado de frenada. Hasta que llego a la última sección: 

«La importancia de estar bien hidratado».

Frunzo un poco el ceño, porque esto ya empieza a 

sonarme ligeramente fuera de lugar, aunque si la ex-

plicación va por ciertos derroteros, podría ser perfec-

tamente legítima. Sigo leyendo la descripción que, sin 

ser literal, iba algo tal que así: «Somos casi en nuestra 

totalidad agua, compuestos alrededor del 80% del lí-

quido elemento. Científicamente, conocemos la enor-

me influencia de la luna en el agua, y es por ello por lo 

que sus fases están íntimamente implicadas en el com-

portamiento humano. Además, experimentos como los 

de Masaru Emoto...».

Dejo de leer y alerto a mi familiar para que redirija 

a su vez el aviso a quien organice el curso, para que 

comente en su círculo que este último punto no tiene 

validez alguna y eso, a su vez, me hace ser precavido 

sobre el contenido que vaya a aportar en el resto de 

secciones. No estoy seguro de que el aviso llegue a 

ninguna parte, pero a gran escala es indiferente un lu-

gar más o menos: este tipo de discursos están inundan-

do las aulas, adquiriendo cada vez un mayor estatus 

de verosimilitud, reforzándose los unos con los otros, 

y usando las entidades donde ya se han colado como 

carta de presentación para proponerse a otros centros 

(o dejar que los propios profesores sean quienes los 

recomienden a otros centros).

En este fenómeno de irrupción de pseudociencias 

encubiertas bajo la «educación en lo emocional» hay 

también cierta campana de Gauss. El caso anterior casi 

podría catalogarse de bajo riesgo o anecdótico; que al-

guien crea que la luna tiene influencia en el comporta-

miento al fin y al cabo está socialmente bastante difun-

dido, incluso entre matronas que consideran que con 

Con el río revuelto de la «educación en lo emocional», se 

está dejando pasar, sin filtro crítico alguno, al primero que 

se presenta como experto para tratar el asunto.

Foto: www.flickr.com/photos/culturaargentina/16315493446/

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luna llena hay más partos, o psiquiatras de guardia que 

constatan que en el plenilunio hay un pico de ingresos, 

todo ello producto de sesgos de confirmación, meras 

coincidencias o, en alguna que otra ocasión, profecías 

autocumplidas por parte de gente sugestionada por la 

creencia. También podríamos decir que el hecho de 

que alguien crea que diciéndole a un bote relleno de 

arroz palabras bonitas o feas interfiere en que se pudra 

con menor o mayor velocidad no tiene mucho recorri-

do (y es más, incluso puede ser una excusa para que 

el profesor de ciencias les invite a aprender cómo se 

hace un experimento real, teniendo en cuenta todas las 

variables relevantes, generando grupos de control, te-

niendo un tamaño muestral adecuado, doble o triple 

ciego, análisis e interpretación de resultados, etc.).

Sin embargo, en el otro lado de la campana llega-

mos a encontrar casos como el de una guardería

1

 en la 

que la propia profesora, adepta a movimientos secta-

rios pseudoterapéuticos, usa sus creencias y la excusa 

de la «educación en lo emocional» para adoctrinar ya 

no a los alumnos (que a esas edades no dejan de es-

tar lejos de poder procesar, por suerte, asuntos con tan 

poco sentido), sino a los padres de dichos alumnos en 

premisas que van desde el ya mencionado Emoto y sus 

cándidos experimentos hasta nada menos que la Nueva 

Medicina Germánica del ya fallecido ex-doctor Hamer, 

que propugna que los tumores son consecuencia de un 

choque emocional no procesado a nivel consciente.

Por supuesto, aquí el combo ya no es solo que re-

gente una guardería. Echando un ojo a su currículum

2

esto es lo que encontramos de quien está al mando del 

lugar:

Diplomada Universitaria en Enfermería por Salus 

Infirmorum , Técnico Superior de Educación Infantil,. 

Terapeuta de familia, especializada en conflictos in-

fantiles y familiares. Maestra Reiki y Técnico en Esti-

mulación Temprana. Terapeuta emocional.

En YouTube se pueden encontrar varias charlas (al-

guna de ellas, cómo no, en Mindalia) haciendo prose-

litismo de sus ideas.

Como un último ejemplo, tenemos constancia de 

algunos casos de infiltraciones de grupos sectarios en 

institutos de enseñanza secundaria, usualmente por 

parte de profesorado adepto. Si alguien tiene estóma-

go, quizá quiera ver la charla que el gurú de uno de 

ellos se marcó en Manises

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, vanagloriándose de cosas 

como «ser el más burro de la clase».

Pero en definitiva, como decía antes, esto no va de 

alguien en concreto, o de un lugar más o un lugar me-

nos donde se difundan estos contenidos. Lo que intento 

transmitir es que, con el río revuelto de la «educación 

en lo emocional», se está dejando pasar, sin filtro crí-

tico alguno, al primero que se presenta como experto 

para tratar el asunto. Dentro de unos años, esto puede 

verse reflejado en un caldo de cultivo de alumnos des-

informados, con una disponibilidad mucho más alta 

para caer en propuestas pseudoterapéuticas o sectarias. 

Quizá, antes de hablar de «lo emocional» (o, por qué 

no, a la vez) haga falta hablar de sesgos y vulnera-

bilidades, de manipulación. En resumen, del «manual 

de uso y errores conocidos de la pieza biológica más 

compleja del Universo».

Notas:

1-  https://www.youtube.com/watch?v=UR0v_wDamZ8

2-  http://www.betaria.es/quienes-somos/

3-  https://www.youtube.com/watch?v=sE8dy2ovpiE