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Entrevista con Manuel Toharia

:

 

Sagan y los comienzos de la 

divulgación científica en España

Por Inma León

ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico

Manuel Toharia (Madrid, 1944) es un conocido divulgador científico cuya formación universitaria como físi-
co le llevó hace 48 años a la meteorología. Inició además una fecunda actividad como divulgador científico 
en prensa, radio y televisión, y más tarde en museos interactivos. Ha escrito 42 libros divulgativos y fue 
durante catorce años director científico de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, donde ahora 
trabaja como asesor científico de AVANQUA.

A

hora que se cumplen 20 años de la muerte de Carl 

Sagan, astrofísico, escritor, divulgador científico y 

escéptico, recordamos con Manuel lo que supusie-

ron su figura y su trabajo en el ámbito de la divulgación en 

España y también en el del movimiento escéptico.

EL ESCÉPTICO: Carl Sagan llevaba años trabajando 

y dando clases y ya había publicado varios libros (uno de 

ellos, Los dragones del Edén, galardonado con el Pulitzer) 

cuando gracias a su serie de televisión Cosmos se hizo co-

nocido en todo el mundo. La serie se estrenó en España 

un par de años después que en Estados Unidos, en 1982. 

Tú en ese momento estabas trabajando en TVE también en 

programas  de  divulgación  científica.  Desde  ese  punto  de 

vista, ¿qué te pareció la serie? ¿Qué supuso en el panorama 

divulgativo?

MANUEL TOHARIA: En Televisión Española en 

aquellos tiempos había dos programas de divulgación cien-

tífica  que  habían  pegado  un  campanazo  en  cuanto  a  au-

diencia, que eran Más vale prevenir, con Ramón Sánchez-

Ocaña, y por supuesto la serie de Carl Sagan, Cosmos. Es 

interesante porque había otros programas pero estábamos 

relegados en la Segunda Cadena, en horas imposibles: o 

por la tarde pronto porque éramos juveniles, supuestamen-

te, o a horas muy tardías, como después le pasó a Punset, 

suponiendo que lo de Punset sea un programa de ciencia. 

Bueno, al final con lo de Carl Sagan lo que pasó es que 

muchos productores de televisión que eran inmunes com-

pletamente al tema científico, incluso al tema cultural en 

general, de repente descubrieron que la ciencia vendía. En-

tonces hubo una especie de… no sé, de fusión volcánica: 

¡vamos a hablar de ciencia! Pero no había gente suficiente 

y además no había medios. Porque, claro, evidentemente 

los programadores van siempre a lo seguro. Y eso que era 

la única televisión, con lo cual había medios y había posi-

bilidades de hacer cosas nuevas, no como ahora que, con 

la competencia por la publicidad pues las cosas son muy 

diferentes, ¿no? En realidad lo de Cosmos fue un impacto 

enorme televisivamente hablando. Yo no estoy seguro de 

que mucha gente entendiera ciertos aspectos de algunos de 

los capítulos, que eran un poquito abstractos; Carl Sagan se 

pasó un pelo de densidad divulgativa. Pero tuvo un éxito 

brutal. Está claro que aquel tío que se subía a aquella nave y 

que desde ella nos contaba cosas… Y luego era una produc-

ción muy bien hecha, en la India, en mil sitios, con buenas 

localizaciones… Fue una serie de gran calidad. A mí me 

gustó mucho más el libro. Porque el libro –que se vendió 

muchísimo en España, muchísimo, no recuerdo ahora las 

cifras pero en su momento las conocí– a mí me pareció mu-

chísimo más coherente, muy bien elaborado; era una espe-

cie de reflejo de la serie. Y lo bueno es que Carl Sagan hizo 

un gran negocio con aquello, ganó muchísimo más dinero 

de lo que le había costado –y le había costado mucho hacer-

lo–, la serie fue muy cara de producción; y lo bueno es que 

con todo ese dinero montó todo su apoyo económico, que 

hasta entonces era un apoyo más bien científico, al famoso 

programa SETI, al programa de búsqueda de inteligencia 

extraterrestre. Y, de hecho, el programa SETI sigue vivien-

do, yo creo, de los réditos de aquel beneficio que tuvo Carl 

Sagan. Era un hombre “pesetero”, pedía dinero casi por 

respirar a todo el mundo, pero lo bueno es que no era para 

él: era para hacer cosas que él estimaba interesantes, con lo 

cual, lo de “pesetero” lo he dicho entre comillas, porque no 

lo era en el sentido peyorativo que solemos dar a la palabra. 

No, fue un gran impacto y Carl Sagan desde entonces se 

hizo famoso, y no solo en España sino en el mundo entero.

E.E.: En aquel entonces, como has dicho, solo había 

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una televisión, Televisión Española, con dos canales. Cos-

mos se emitió por La 1 y en horario estelar, justo después 

del Telediario de las 21:00. Aquello fue un acierto por parte 

de los programadores. ¿Fue porque tuvieron olfato, fue ca-

sualidad, fue porque venía muy bien vendido de EE.UU.?

M.T.: Fue una serie cara, y cuando la compraron porque 

había sido un gran éxito en otros países, el que la compró 

–no recuerdo quién fue, pero debió de ser el jefe de Produc-

ción de Televisión o alguien así, de estos que iban, como yo 

también he ido alguna vez, a algún festival en Milán o en 

Niza o en Montreux– se arriesgó y dijo: esto, para sacarle, 

partido tengo que ponerlo en buen horario. Y convenció a 

los programadores –que son muy reacios a este tipo de ex-

perimentos así un poco en el aire– de que esta era una serie, 

primero, costosísima; segundo, genial, porque en todo el 

mundo había sido un exitazo, lo cual ya se sabía. Y yo creo 

que fue esa la razón. Y lo pusieron a las nueve y media. Una 

hora insólita para un programa de este tipo, pero que per-

mitió que tuviera la audiencia que tuvo. Es que en aquella 

época Televisión, la Primera Cadena, andaba por los 15 o 

18 millones de audiencia; y la Segunda, pues como ahora, 

por dos o tres máximo. Pero era mucha audiencia y, claro, 

si de los 18 millones se concentraba el 80% después del 

Telediario, que era lo que ahora llamamos prime time, pues 

la verdad es que aquello fue un bombazo justificado. Yo 

creo que si lo hubieran puesto por la tarde y en la Segunda 

Cadena, nadie lo hubiera visto ni se hubiera enterado.

E.E.: La visión de Sagan era muy avanzada para una 

sociedad como la que entonces era la nuestra. He visto en 

la prensa de la época que hubo algunas quejas, por ejemplo, 

por el «ateísmo» de la serie, porque presentaba un universo 

explicado desde la ciencia y el humanismo, sin una divini-

dad en la ecuación…

M.T.: Claro. Cuando Napoleón le pidió a un astrónomo 

de la época que le explicara lo de los planetas y tal, aquel 

señor le dijo: mire usted, pues los planetas... Newton… y 

demás. Al final, Napoleón le dijo: ¿y dónde está Dios en 

todo eso? Y le respondió: mire usted, esa hipótesis no es 

necesaria. Claro, eso lo dijo en la época de Napoleón un 

sabio de entonces que vete tú a saber los riesgos que corrió 

al decirlo. Pero todavía en la España del franquismo, del 

tardofranquismo, decir que el universo era autoexplicativo 

y no requería ninguna intervención divina para explicar lo 

que vamos sabiendo de sus leyes era un poco osado, ¿no? 

Yo no me di demasiada cuenta. Carl Sagan era un hombre 

muy escéptico en todos los sentidos, y sus últimos libros 

fueron además enormemente contundentes, hablando de 

los delirios de la gente cuando pensaba en cosas tontas. 

Pero precisamente en Cosmos lo que hacía yo creo que era 

una gran divulgación –de un nivel bastante elevado, pero 

gran divulgación– sin hacer demasiado hincapié en el tema 

escéptico respecto no solo a Dios sino respecto a todo tipo 

de creencias absurdas que la gente tiene. Eso de por qué 

crees lo increíble, ¿no?, pues ese tipo de cosas yo en Cos-

mos no lo he visto. Lo he visto en muchos otros libros, en 

muchas otras obras de Carl Sagan, pero en aquella, no. Y, 

claro, sí, la prensa, por sacarle punta a aquello, podía sacar 

cualquier cosa. Era muy meapilas la prensa de entonces. 

Ahora todavía hay alguna prensa meapilas, pero cada vez 

menos. Pero es que, claro, en la España actual… Yo tengo 

hijos que tienen casi cincuenta años, entre cuarenta y cin-

cuenta, y en aquella época, mis hijos ni existían, o eran be-

Con Carl Sagan, muchos productores de televisión inmu-

nes al tema científico, incluso al tema cultural en general, 
descubrieron que la ciencia vendía.

Manuel Toharia

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bés. Y, claro, si te das cuenta, España ha cambiado mucho. 

Y en eso ha cambiado mucho, también.

E.E.: No era una época muy escéptica, ni en España 

ni en el mundo. Años después, Sagan escribió El mundo y 

sus demonios, una defensa del método científico y el escep-

ticismo frente a la superstición y la pseudociencia. Es un 

texto muy conocido en el ámbito del escepticismo y el pen-

samiento crítico; pero, ¿hasta qué punto es conocido por el 

público en general y hasta qué punto ha tenido influencia?

M.T.: Es muy poco conocido por el público en general; 

y es mi libro de cabecera, debo decirlo. De verdad que lo 

tengo en la mesilla de noche; no lo leo todas las noches, 

eso es absurdo, pero lo abro muy a menudo y me gusta leer 

trocitos, releerlos, los tengo subrayados y demás. Yo se lo 

recomiendo a todo el mundo, a todo el mundo; por supues-

to, a mis hijos, que lo tienen todos, y a primos y sobrinos 

y parentela de todo tipo, a amigos, conocidos… ¿Habéis 

leído…? ¿No? Oye, leedlo, compradlo. Ahora con el libro 

electrónico me he dado cuenta de que se está vendiendo 

mucho. Yo contribuyo, porque estoy haciendo proselitismo 

con él… Pero es verdad que no lo lee mucha gente. La so-

ciedad americana es muy pacata, la sociedad americana es 

muchísimo más cutre en el tema religioso. Allí, como no 

seas de ninguna religión, eres mal visto. Aceptan perfec-

tamente que seas de la religión adventista, no del séptimo 

día sino del decimoctavo, da igual, pero eres algo. Pero 

eso de ser ateo, eso es malo. En el billete de dólar pone In 

God We Trust, o sea, ‘Confiamos en Dios’. ¡En el billete de 

dólar! Pero ¿qué dicen ustedes? ¿Están locos? Aquello de 

«al César lo que es del César» no se lo saben, ¿no? Claro, 

a la vista de esto, aquel libro en Estados Unidos tampoco 

tuvo ningún éxito, se ha vendido muy mal, comparado con 

otras cosas. Y además decepcionó a mucha gente, porque 

muchos de los seguidores de Cosmos eran, en cambio, fer-

vientes religiosos de cualquiera de las múltiples religiones 

que hay en Estados Unidos. Y en España, pues claro, estas 

cosas pasaban un poco desapercibidas y, en todo caso, el 

escepticismo científico nunca ha sido muy potente, a pesar 

de los esfuerzos de los pioneros como Félix Ares, Armentia 

después, Gámez, yo mismo, Moncho Núñez… gente que 

hemos hecho mucho. Mucho pero poquito, porque no lle-

gábamos a nadie. Y por eso, se explica muy bien que El 

mundo y sus demonios de Sagan sea un libro poco leído. 

Es una lástima. Es uno de los mejores libros que uno puede 

leer para formarse el espíritu, eso se lo digo yo a todo el 

mundo.

E.E.: En tu último libro, Historia mínima del Cosmos

hablas de la evolución del conocimiento humano y del 

paulatino desplazamiento de los mitos por ese conocimien-

to. La astrofísica y la cosmología, las disciplinas en que 

se formó y trabajó Sagan, han socavado conceptos, ideas 

religiosas, que llevaban milenios en la mente humana: la 

divinidad  creadora,  el  antropocentrismo,  la  influencia  de 

los astros en nuestras vidas. ¿Sagan se movió en un ámbito 

especialmente propicio al escepticismo y al pensamiento 

crítico, aunque fuera en una sociedad tan religiosa y tan 

pacata como dices?

M.T.: Sí, porque Sagan pertenecía a esa élite de cien-

tíficos,  de  escépticos,  que  abunda  en  Estados  Unidos  en 

el mundo universitario, en el mundo de las ideas. No en 

todo el mundo universitario pero sí en buena parte de él, 

y especialmente en el de las grandes universidades de la 

periferia de Estados Unidos. Estados Unidos es muy in-

teresante, yo lo conozco muy bien porque tengo nietos 

americanos e hijos casados allí. Fíjate: todo el borde del 

Atlántico de Estados Unidos a partir de Washington, todo 

ese borde hasta Massachusetts; luego el borde de la fron-

tera con Canadá, todos esos estados que son Nueva York, 

Michigan, Illinois y demás; y luego todo el borde califor-

niano hasta San Diego, y arriba el estado de Washington, 

Seattle; todo eso, primero, vota demócrata; y segundo, hay 

grandes universidades donde abunda mucho el escepticis-

mo, la gran ciencia y tal. Hay grandes universidades en el 

interior también, pero ahí ya no abunda eso, vete a Kansas 

y ya me dirás, o en fin, a las grandes ciudades del centro-

sur de Estados Unidos. Es interesante porque Carl Sagan se 

movía en esos medios. Claro, Carl Sagan era muy famoso 

en la zona Nueva York-Washington y era muy famoso en 

la zona de California: Los Ángeles, San Francisco... Claro, 

todo esto muy bien, pero el resto de Estados Unidos es un 

marasmo de medievalismo; rico, poderoso, con elementos 

propios del siglo XXI pero con una mentalidad equivalente 

a la Edad Media. O sea que sí, Carl Sagan tuvo un ambiente 

escéptico en su entorno, era un entorno muy universitario 

y eran universidades todas ellas muy propicias a esto. Y él 

estaba encantado de estar en ese mundo. Y cuando iba a dar 

En la España del tardofranquismo, decir que el universo 

era autoexplicativo y no requería ninguna intervención di-

vina para explicar lo que vamos sabiendo de sus leyes era 

un poco osado.

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una conferencia al centro de Estados Unidos, pues iba con 

cuidado, porque a veces le podían perseguir con palos y 

piedras. Sí, sí, claro, es que ser escéptico en un sitio donde 

el 80% de la gente opina que es una aberración pensar que 

el hombre y el mono han tenido algo que ver, porque el 

hombre es un ser superior y divino… Pues el 80%, ¿eh?, 

eso ocurre en algunos estados del centro de Estados Uni-

dos, es impresionante. Todavía me asombra cómo puede 

ser Estados Unidos tan potente. Pero claro, te lo explicas: 

hay 30 o 40 millones de intelectuales que podríamos llamar 

de centro-izquierda y, si no ateos, pues muy proclives al 

escepticismo en todos los aspectos, y hay 200 millones de 

medievales del siglo XXI.

E.E.: Para terminar, ¿qué ha supuesto, para ti personal-

mente, la figura de Carl Sagan, para tu trabajo de divulga-

ción?

M.T.: Yo tengo dos escritores que me han marcado mu-

cho, los dos americanos, que son Asimov y Carl Sagan. Yo 

con Asimov tuve una relación muy amistosa, muy agrada-

ble. Le hicimos una entrevista Esteban Sánchez-Ocaña y 

yo en Nueva York, luego lo vi después dos veces más. Él 

no viaja en avión –no viajaba, se ha muerto ya– porque le 

tenía un pánico cerval; viajaba siempre en tren o en bar-

co; por tanto, vino a Europa dos o tres veces nada más. 

Pero yo, como iba mucho a Estados Unidos, pues cada vez 

que iba le llamaba y quedaba a tomar café en un bar de 

la esquina, y hablábamos un poco de todo. Me preguntaba 

por mis libros y por España, estaba muy interesado. Era 

un hombre curiosísimo, interesantísimo. A mí me marca-

ron mucho sus libros porque era… Asimov es muy neutral, 

no entraba en pelea con nadie, lo que hacía era divulgar 

como una máquina. Y Carl Sagan, en cambio, era bastante 

más engreído, pero también bastante más luchador. Quizá 

era engreído para defenderse de muchas patadas que le de-

bieron de dar por todas partes. Bueno, también es verdad 

que esas dos personas marcan a alguien como yo, que te-

nía una formación científica pero que se había dedicado al 

mundo de la comunicación y que realmente se daba cuenta 

de que ahí tenía armas muy poderosas de las que nutrirse. 

Yo me he nutrido de esta gente. Para mí, Sagan fue uno 

de esos dos pilares en el mundo americano. En el mundo 

europeo, en España en particular y en Francia –sobre todo 

en Francia, porque yo tengo una educación muy francesa– 

había mucha gente escéptica en muchos sitios, y hay un 

movimiento que se llama el MURS, que es el Movimiento 

Universal para la Responsabilidad de los Científicos, que 

montó un premio Nobel, Jean Dausset, pero que además 

tiene un movimiento muy escéptico y también muy crítico 

con la ciencia. La ciencia tiene una responsabilidad ante 

la sociedad: lo que tú sabes tienes que transmitírselo a los 

demás; porque si no, los demás van a cometer errores, van 

a creer cosas idiotas, van a hacer tonterías. Esa responsa-

bilidad del científico es la que nos mueve un poco en ARP. 

Nosotros intentamos justamente eso porque nos sentimos 

responsables de divulgar lo que sabemos y de que otros que 

no saben eso, por no conocerlo, crean estupideces. A mí es 

lo que me ha movido desde hace 40 o 50 años que llevo en 

este tipo de movimientos. Y yo creo que esa es una respon-

sabilidad que ejercían en Francia estas gentes, que estaban 

comandadas por varios premios Nobel y muy ligadas a la 

Academia francesa, lo que llaman Le Collège de France

Pues yo creo que este tipo de cosas aquí en España faltan, a 

mí me falta el mundo de la ciencia que tome la bandera de 

«tenemos una responsabilidad hacia la sociedad, sabemos 

cosas que los demás no saben, estas cosas les pueden ayu-

dar a vivir mejor y a tomar mejores decisiones; transmitá-

moslas». Y esa es una gran baza a favor de la divulgación 

científica y, en general, del activismo racionalista como el 

que hacemos nosotros.

Carl Sagan en un episodio de su célebre serie documental “Cosmos”.