background image

el esc

é

ptico

58

anuario 2016

C

uando se menciona a H. P. Lovecraft (Providence, 

Rhode Island, 1890-1937), nos viene a la mente de 

manera inmediata la idea de un autor de literatura de 

terror y ciencia ficción: monstruosidades paganas, criaturas 

extraterrestres, civilizaciones extintas, libros malditos, cul-

tos aberrantes, etc. No obstante, a diferencia de esos otros 

fabricantes de best-sellers solsticiales que pretenden hacer 

pasar por investigación periodística o incluso científica lo 

que no son más que noveluchas, Lovecraft distinguía ho-

nestamente sus fantasías literarias de la realidad. Así, fue 

un auténtico escéptico; su pensamiento —presente en sus 

ensayos— era plenamente racionalista y materialista. De 

hecho, antes de comenzar a escribir ficción, su producción 

literaria se centró en la divulgación científica —química y 

crítica de la astrología, sobre todo—. Una de sus primeras 

producciones fue un breve texto en un periódico local don-

de protestaba por la publicación de horóscopos, que siguió 

a su periódico infantil (9 años) Scientific Gazette, al que 

se añadió el Rhode Island Journal of Astronomy. Con el 

tiempo siguió en esta línea, llegando a combatir, incluso 

desde la sátira mordaz, las charlatanerías más en boga de su 

época, escribiendo en contra de la teoría de la tierra hueca o 

de la posibilidad de que la luna estuviese habitada.

Y ese aspecto de la obra intelectual de Lovecraft es el 

que queremos ofrecer aquí por primera vez en castellano 

mediante algunos textos suyos de contenido crítico con 

las pseudociencias. Muchos de ellos proceden de una se-

rie de cartas al director del Evening News, periódico de 

Providence, su ciudad natal, a finales de 1914, con motivo 

de un “intercambio de pareceres” con un astrólogo de su 

misma ciudad, Joachim Friedrich Hartmann, quien había 

publicado unas predicciones sobre la Gran Guerra que aca-

baba de comenzar en Europa. En los dos primeros textos, 

“Ciencia frente a charlatanería” y “La falsedad de la astro-

logía”, trata, como suele hacer cualquier escéptico ingenuo 

y bienintencionado en un primer momento, de razonar y 

argumentar por qué la astrología no es más que mera su-

perstición sin fundamento. Incluso vaticina —aún más in-

Los escritos escépticos de

 

H.P. Lovecraft

Introducción de 

Roberto García Álvarez y Juan A. Rodríguez

ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento crítico

Antes de comenzar a escribir ficción, su producción 

literaria se centró en la divulgación científica.

background image

el esc

é

ptico

59

anuario 2016

genuamente— el inminente fin de la astrología en esta era 

de la ciencia. Aunque luego suponemos que no pudo resis-

tir a la tentación, muy propia también de los escépticos, de 

reírse de las creencias ajenas, especialmente cuando estas 

son tan graciosas y disparatadas; de modo que en el mis-

mo periódico, y bajo el seudónimo de Isaac Bickerstaffe, 

J.R. —en honor a Jonathan Swift, autor de Los Viajes de 

Gulliver, quien había empleado ese mismo pseudónimo en 

su pelea con el astrólogo Partridge— ofrece unas paródicas 

predicciones astrológicas, “La Astrología y el futuro” y “El 

cometa Delavan y la Astrología”, apoyando al mencionado 

Hartmann con el típico discurso de crítica a los “individuos 

arrogantes, intolerantes y materialistas”; los escépticos, en 

suma. Y termina volviendo al tono serio —y se disculpa por 

ello— en “La caída de la Astrología”, ante el esperable en-

fado de Hartmann, quien decidió abandonar aquella pelea, 

dándola por perdida o ganada; no lo sabemos.

A continuación tenemos “La verdad sobre Marte”, un 

texto corto de 1917 de la revista The Phoenician, en el que 

comenta críticamente la idea que sugirió Percival Lowell 

acerca del origen artificial de los entonces recientemente 

descubiertos canales de Marte. Este texto le costaría un pe-

queño disgusto cuando conoció a Lowell en una conferen-

cia pues, cuando se lo presentaron, temió que este recono-

ciese en él a uno de los críticos con su teoría.

Por último, en “El cáncer de la superstición”, se reco-

ge el esquema de lo que pretendía ser un libro contra la 

superstición encargado por el mago, escapista y también 

escéptico Harry Houdini, y que parece que no pasó de esta 

mera sinopsis. Houdini, que había quedado encantado con 

Lovecraft cuando este escribió como negro para él el texto 

Imprisioner with the Pharaons (1924), propuso a Lovecraft 

y a su colega C.M. Eddy Jr. escribir un libro desenmasca-

rando los fraudes de los videntes, astrólogos, etc. Ambos se 

pusieron a trabajar, pero el repentino fallecimiento del fa-

moso escapista abortó todo el proyecto. Las supersticiones 

podían tener su espacio en las librerías, pero nadie aposta-

ría por un libro que las combatiera, y más si estaba escrito 

por dos desconocidos.

Esta recopilación de textos se debe a S.T. Joshi, a quien 

agradecemos las facilidades dadas para trabajar con el ma-

terial por él reunido en el volumen 3, dedicado a los es-

critos sobre ciencia, de H.P. Lovecraft: Collected Essays. 

Complete Cd (Hippocampus Press, 2008, edición de S.T. 

Joshi), que incluye además las réplicas del mencionado as-

trólogo Hartmann, no incluidas aquí. Las notas precedidas 

de un asterisco corresponden también a las del propio S.T. 

Joshi.

La publicación de este trabajo ha sido propuesta por 

Roberto García Álvarez (autor de la primera biografía cas-

tellana sobre Lovecraft

1

), y las traducciones han corrido a 

cargo de David Cejudo, Alejandro Palomares, Juan A. Ro-

dríguez, Eva Rodríguez, Aitor Pérez Iturri y Sergio López 

Borgoñoz.

Ciencia frente a charlatanería.

Al editor del Evening News.

Resulta desafortunado que toda persona que preten-

da difundir el conocimiento deba enfrentarse no solo a la 

ignorancia misma, sino también a la falsa enseñanza. Tan 

Retratos de H.P. Lovecraft tomados por by Lucius B. Truesdell en junio de 1934. (Wikimedia Commons)

background image

el esc

é

ptico

60

anuario 2016

pronto como nos conseguimos librar de una superstición 

especialmente inusitada, nos vemos enfrentados a algún 

otro enemigo de la inteligencia, el cual interrumpirá el pro-

greso intelectual de muchos años y nos sumergirá de nuevo 

en la oscuridad medieval del desconocimiento.

Como amante de la astronomía y escritor sobre el tema, 

hace unos días me sentí dolido e impactado tras leer en el 

Evening News un artículo sobre la pseudociencia de la as-

trología, eterna pesadilla para el que busca la verdad. Aun-

que no albergo ninguna duda respecto a la honestidad del 

autor, el señor Hartmann, me resulta imposible comprender 

cómo una persona juiciosa y formada puede dar crédito a 

una doctrina completamente superada hace más de dos-

cientos años. En esta era del conocimiento no debería ser 

necesario mostrar la completa absurdidad de la idea de que 

nuestros asuntos cotidianos estén gobernados por los movi-

mientos aparentes de cuerpos infinitamente lejanos, cuyas 

disposiciones o figuras, base de los juicios de la astrología, 

solo son producto de la particular perspectiva del lugar del 

universo en que vivimos. Resulta muy irritante que los as-

trónomos y otros hombres juiciosos se vean obligados a 

malgastar su tiempo y su energía en probar la falsedad de 

la astrología, cuando no existe la más mínima razón para 

creer que ni siquiera contenga un mínimo de verdad. Aun 

así, la perversa sofistería de algunos individuos mal infor-

mados todavía esgrime un conjunto de pruebas falsas en su 

favor, de modo que hemos de atacar de nuevo a un enemigo 

que ya creíamos derrotado. Las falsedades de la astrología 

son como las cabezas de la hidra de Lerna. Por cada una 

que cortamos, aparecen dos en su lugar.

El señor Hartmann, en su reciente artículo, parece defen-

der la astrología afirmando que los astrónomos y científicos 

que demuestran su falsedad no están familiarizados con los 

preceptos de aquella. Esta idea no se sostiene cuando nos 

damos cuenta de que la gran cantidad de tonterías que cons-

tituyen su doctrina no son más que una difusa distorsión y 

un mal uso de los principios de la astronomía. El estudio de 

la astronomía prueba sin ningún género de dudas la natura-

leza espuria de la astrología, por eliminación o reductio ad 

absurdum. Resulta muy ameno leer las alusiones hostiles 

al señor Garrett P. Serviss y al difunto Richard A. Proc-

tor

2

. Estos dos populares divulgadores de la astronomía, 

con muchos puntos en común, como es su talento tanto 

científico como literario, han hecho maravillas disipando 

la superstición y propagando la verdad. No es así ninguna 

sorpresa que sean tan odiados y temidos por los líderes de 

las huestes de la ignorancia.

Todavía más divertida es la seria referencia del Sr. Hart-

mann a los almanaques astrológicos británicos. Esos ho-

rribles panfletos, aunque muy leídos por la gente vulgar 

e ignorante, han venido siendo objeto de burla y risas por 

parte del público inteligente británico desde los tiempos de 

la reina Ana, cuando el doctor Swift destruyó con exquisi-

to humor las pretensiones del engreído astrólogo y escri-

tor de almanaques John Partridge. En 1827, la Sociedad 

para la Difusión del Conocimiento Cristiano

3

 criticó con 

severidad los anuarios de ese tipo y más tarde hizo que la 

mayoría dejaran de publicarse o abandonaran sus predic-

ciones astrológicas, de modo que solo dos, los de Zadkiel

4

 

y Raphael

5

, siguen existiendo. Las profecías de estos al-

manaques son como las manifestaciones del Oráculo de 

Delfos, tan ambiguas y difusas que se pueden adaptar a 

cualquier  suceso  posterior.  En  épocas  más  pacíficas,  los 

místicos y videntes han propagado avisos tan funestos y 

temibles como cualquiera de los que han precedido a la 

guerra actual.

Las disertaciones de Raphael sobre lamentables pérdi-

das para reyes y emperadores pueden aplicarse por igual 

a la pérdida de un trono o a la de un simple pañuelo. La 

guerra en los Balcanes, la agitación en Rusia o las revolu-

ciones en América Central y del Sur se cuentan entre los 

sucesos predichos con mayor éxito. La mención del señor 

Hartmann respecto a la predicción de la muerte del papa 

Pío me recuerda que un ilustre astrónomo

6

 de Central Falls, 

Rhode Island, había pronosticado lo mismo para 1906.

No  hubiera  abusado  de  su  tiempo  ni  hubiera  ocupado 

sus columnas con esta respuesta al señor Hartmann si no 

considerara la astrología un asunto tan peligroso como es-

túpido. Las masas tienden a confundirla con la astronomía, 

dañando así la reputación de esta ciencia.

El Evening News siempre ha sido amigo del crecimiento 

y la educación del público, así que espero que no me negará 

un pequeño espacio, además del que ocupo con regularidad 

el primer día de cada mes, en mi humilde esfuerzo por di-

fundir la verdad y exponer las falacias referidas a los cielos.

H.P. Lovecraft

598 Angell Street, Providence, R.I.

Nota de S.T. Joshi: Evening News 45, nº 95 (9 de sep-

tiembre de 1914). Constituye la primera de las respuestas 

de Lovecraft al astrólogo J[oachim] F[riedrich] Hartmann 

(1848-1930), que había publicado el artículo “La astrología 

y la guerra europea”, en el Evening News (4 de septiembre 

de 1914), en el mismo lugar (la parte central superior de la 

última página) en el que habitualmente publicaba sus artí-

culos el propio Lovecraft.

Las falsedades de la astrología son como las cabezas 

de la hidra de Lerna. Por cada una que cortamos, 

aparecen dos en su lugar.

background image

el esc

é

ptico

61

anuario 2016

La falsedad de la astrología.

Al editor del Evening News: ya que los astrólogos mo-

dernos son simples charlatanes que buscan engañar a los 

ignorantes usando palabrería vulgar que saben que no es 

cierta, sería muy fácil silenciar a su tribu a través de los 

medios legales apropiados. En los últimos años, el gobier-

no de los Estados Unidos ha terminado con cientos de estos 

atrevidos farsantes mediante los diligentes esfuerzos de los 

inspectores postales.

Aún más difícil, sin embargo, es la tarea de ocuparse 

de la minoría honesta de profetas de las estrellas que real-

mente creen en sus ridículas enseñanzas y que, por tanto, 

pueden revestir sus falaces argumentos con la fuerza con-

vincente de un entusiasmo genuino, aunque mal enfocado.

A esta última clase pertenece nuestro astrólogo y dis-

tinguido autor local, el señor J. F. Hartmann, cuya larga y 

elaborada carta en defensa de sus creencias apareció en el 

Evening News del 7 de octubre. La honestidad del señor 

Hartmann no puede ponerse en duda. Obviamente, es un 

fanático y ciego devoto de la falsa ciencia de los astros y, 

por ello, el más peligroso enemigo del conocimiento, ya 

que parece considerar que es su deber difundir la perniciosa 

superstición que él mismo defiende de manera candorosa.

En su reciente carta, poco nos cuenta el señor Hartmann 

que no haya dicho antes; y, ante la escasa credibilidad de 

sus argumentos, no debería ni haberme fijado en ella. Pero 

me siento forzado a comentar algo más sobre sus argumen-

tos más repetidos: la ignorancia sobre la astrología que, ale-

ga, caracteriza a los astrónomos.

El señor Hartmann yerra gravemente cuando niega que 

la astronomía pruebe la falsedad de la astrología. La astro-

nomía investiga las fuerzas e influencias que ejercen entre sí 

los diferentes cuerpos en el espacio, midiendo con extremo 

cuidado y exactitud cada mínima manifestación de energía. 

Ninguna influencia relevante podría escapar a la atención 

del astrónomo, ya que este ataca el problema desde todos 

los ángulos y sigue con el mayor entusiasmo cada indicio 

por el que pueda descubrir algún dato real. Los buenos 

estudiosos, comparando los movimientos de los cuerpos 

celestes con los asuntos variables de la humanidad, nunca 

han encontrado ni el menor rastro de evidencia de que haya 

conexión entre ambos, ni tampoco han descubierto ninguna 

razón por la que debería haberla. Sin duda, la astrología 

está basada por completo en los movimientos aparentes de 

los cuerpos celestes que, como apunté en mi carta anterior, 

son el simple resultado de la perspectiva del observador 

desde este diminuto planeta que llamamos Tierra. Ningún 

estudioso racional y sin prejuicios puede tolerar una “cien-

cia” sin ninguna base ni necesita “libros de texto sobre as-

trología”, como recomienda el señor Hartmann, para darse 

cuenta de su absoluto sinsentido. El mismo señor Hartmann 

parece poseer esos rasgos intelectuales que deplora en los 

demás, pues tiene ciertamente el prejuicio de la creencia 

en la astrología y es obvio que no ha estudiado más astro-

nomía que los astrónomos a los que censura por no haber 

estudiado astrología. Un curso sencillo de astronomía haría 

mucho en favor de que abandonara sus ideas medievales.

Su aseveración de que un astrónomo que estudiara el 

tema con una mente abierta se convertiría a la astrología es 

del todo ridícula. Sería más correcto decir que un astrólogo 

sin prejuicios, y con una formación adecuada, abandonaría 

rápidamente sus ideas supersticiosas. ¿Ha olvidado el se-

ñor Hartmann que el gran astrónomo danés Tycho Brahe

7

 

fue en sus comienzos un entusiasta y sincero creyente en 

la astrología, y que terminó convenciéndose de su falsedad 

después de haberla estudiado durante años? ¿O que el emi-

nente filósofo francés Gassendi

8

 ahondó profundamente en 

la astrología tradicional antes de aborrecerla?

Apenas podemos dar crédito a las profecías de las Efe-

mérides de Raphael que el señor Hartmann apuntó en su 

primer artículo. Aunque resulta muy curiosa la coincidencia 

concerniente al Titanic, la ambigüedad generalizada de la 

predicción es evidente. El profesor George Lyman Kittred-

ge

9

, de la Universidad de Harvard, da ejemplos similares 

sacados del almanaque de Zadkiel en su interesante libro 

titulado  El  almanaque  del  viejo  granjero

10

. En respuesta 

a uno de mis razonamientos, el señor Hartmann pregunta: 

“¿Cómo sabe usted que el oráculo de Delfos era confuso y 

ambiguo?” Mi inquisidor haría bien en realizar un poco de 

investigación elemental en historia clásica.

Como prueba suprema de su pseudociencia, el señor 

Hartmann me invita a pedirle el tipo de comprobación que 

me convencería de su verdad. Podría preguntarle acerca del 

principio en que se basa para decir que los complejos y 

erráticos destinos humanos puedan estar relacionados con 

los movimientos aparentes de cuerpos inmensamente dis-

Retrato anónimo de H.P. Lovecraft en 1915 (Wikimedia Commons)

background image

el esc

é

ptico

62

anuario 2016

tantes, que se mueven de acuerdo a leyes mecánicas y que 

no  ejercen  ninguna  influencia  perceptible  sobre  la Tierra 

aparte de la gravitatoria. Podría pedirle que explicara la na-

turaleza de esa fuerza celestial poderosa y misteriosa que, 

según declara, determina nuestros actos y fortunas y que 

aclarara por qué unos pocos sofistas de dudosa fiabilidad 

dicen poseer la capacidad de detectar y estudiar en detalle y 

sin instrumentos una especie de energía que ningún científi-

co ha detectado, incluso usando los aparatos más sofistica-

dos y sensibles. Pero estaría mostrando demasiado respeto 

a un vulgar sistema de charlatanería si me tomara en serio 

estos asuntos.

La  perniciosa  influencia  de  la  astrología  en  la  reputa-

ción de la astronomía resulta demasiado patente para que 

el señor Hartmann pueda negarla mediante razonamientos. 

Hace no mucho, alguien que había leído mis artículos sobre 

astronomía me preguntó... ¡que si no elaboraba horóscopos 

basados en el nacimiento! Y no es nada agradable para un 

estudioso serio de los cielos que lo tomen por un vulgar 

pitoniso.

No  voy  a  seguir  persiguiendo  al  señor  Hartmann  ni  a 

sus falsas artes. La astrología prospera con la persecución, 

como bien sabía Juvenal cuando escribió en su Sexta sá-

tira: “Nemo mathematicus genium indemnatus habebit”

11

Mi único deseo es alertar a los lectores contra esas viejas 

y enterradas falacias que de vez en cuando resurgen como 

espectros de sus tumbas.

La astrología es un legado de de la ignorancia prehistó-

rica. Cuando nuestros ancestros primitivos veían que que 

el movimiento del Sol a lo largo del Zodíaco influía en sus 

asuntos por el cambio de estación que causa, o que los mo-

vimientos y fases de la Luna afectaban a la caza nocturna 

por la mayor o menor presencia de su luz, era lógico que 

se creyeran bajo el control directo de esos cuerpos. Cier-

tas estrellas aparecen en estaciones concretas, anunciando 

aparentemente sucesos periódicos como la crecida del Nilo 

o las lluvias otoñales, y los hombres de la remota antigüe-

dad, sin ningún tipo de instrucción, debieron de adquirir 

con facilidad la falsa creencia de que las luminarias del cie-

lo anunciaban estos sucesos. Tiempo después, los antiguos 

buscaron en los fenómenos del cielo explicaciones para to-

dos los fenómenos de la Tierra y asignaron arbitrariamente 

una causa celeste para cada suceso terrestre. Naturalmente, 

su sistema religioso se entremezcló con su esquema as-

trológico y cada dios gobernante fue identificado con un 

planeta “gobernante”; de ahí viene nuestra actual nomen-

clatura planetaria.

Con un comienzo así, no es difícil explicar la prevalen-

cia de las creencias astrológicas en los tiempos antiguos y 

medievales y, por otro lado, concluir que no es de esperar 

que esas nociones sobrevivan en la era científica.

H. P. Lovecraft

598 Angell St., Providence, R.I.

8 de octubre de 1914

Nota de S.T. Joshi: Evening News, 45, No. 122 (10 de 

octubre de 1914). Una respuesta algo desmedida a la carta 

de Hartmann al editor del 5 de octubre, en la que Lovecraft 

usa más las ofensas personales que los razonamientos para 

exponer sus ideas.

La Astrología y el futuro

Al editor del Evening News:

Por desgracia, los profesores de la sublime Ciencia As-

trológica se han mostrado muy reluctantes en los últimos 

tiempos a la hora de publicar sus predicciones. Esto se debe 

al acoso que sufren por parte de individuos arrogantes, in-

tolerantes y materialistas, estudiosos de materias menos 

nobles que la Astrología. Por ello, limitan su glorioso arte 

a asuntos relativamente insignificantes, dando la impresión 

de ser demasiado orgullosos para exhibir el completo es-

plendor de su poder a un mundo cínico, inculto e indigno.

De acuerdo con el señor Hartmann, su perspicaz cola-

borador, la información astrológica más acreditada que se 

puede obtener actualmente es la que se publica cada año 

en las Efemérides de Raphael; si bien este anuario erudito 

pronostica eventos solo para el siguiente año, y se abstiene 

de advertirnos de hechos que sucederán en un futuro más 

remoto.

Dado que todas las profecías astrológicas están funda-

das en los movimientos exactos, eternos y constantes de 

los cuerpos celestes; sus casas, exaltaciones, progresiones, 

aspectos y tránsitos; sus oposiciones, trinos, cuartiles, sex-

tiles y conjunciones; y dado que mediante las matemáticas 

podemos calcular sus movimientos ad infinitum; ¿por qué 

los astrólogos de hoy en día se conforman con predicciones 

a solo un año vista, en lugar de extender sus estudios para 

los próximos siglos, o incluso hasta el mismísimo fin del 

mundo? Es verdad que el diluvio universal predicho por 

Stöffler

12

 para el año 1524 no llegó a suceder, pero en la 

actualidad contamos con métodos de cálculo mucho más 

exactos y, sin duda, somos capaces de determinar eventos 

futuros con un grado de precisión mucho mayor.

Servidor, que nació bajo el signo del planeta Mercurio, 

ha empleado muchos años en el estudio astrológico, si-

guiendo en general los métodos de William Lilly

13

, y pres-

Un eclipse conjuncional de Mercurio y Saturno 

indica que la lengua inglesa dejará de ser hablada en 

Norteamérica en el año 2344.

background image

el esc

é

ptico

63

anuario 2016

tando especial atención al futuro más remoto. Ya en 1897 

predije el actual conflicto europeo, así como la anexión de 

México a los Estados Unidos, la cual tendrá lugar el año 

que viene, tras la anarquía resultante a consecuencia de la 

derrota de Carranza a manos del general Villa

14

.

En mi obra inédita La historia del futuro he dejado escri-

tas muchas cosas sorprendentes, que no creerían si las re-

velara ahora. Pronostico eventos de naturaleza formidable 

en el hemisferio occidental para los próximos 2000 años.

Un afortunado ascendente de Marte muestra que surgirá 

un hombre cuya fama superará la de Julio César.

Veo cambios especialmente revolucionarios a punto de 

ocurrir en el mismo estado de Rhode Island. En la conjun-

ción de Mercurio y Saturno indica que la lengua inglesa 

dejará de ser hablada en Norteamérica en el año 2344. Por 

entonces, el Emperador Teodoro IX de los Estados Uni-

dos reconquistará California a los japoneses mediante la 

extraordinaria estrategia del mariscal de campo Patricio 

Coeno. El tránsito combinado de Júpiter y Saturno sobre 

los respectivos radicales Sol y Luna el 9 de marzo de 2448 

es una evidencia incuestionable de que el monarca nortea-

mericano será derrocado en ese año, como resultado de una 

revuelta popular dirigida por el general José Francisco Art-

mano, y se creará una nueva república; la capital se trasla-

dará desde la Ciudad de México de vuelta a Washington.

En Europa habrá profundos cambios. Una oposición de 

Neptuno con el asteroide Ceres nos dice que, en 1916, la 

presente guerra acabará con una victoria completa para los 

Aliados, seguida por el desmembramiento de los Imperios 

Austríaco y Alemán.

El Zar tomará Alemania y la Polonia austríaca, así 

como toda Hungría. Francia recuperará Alsacia y Lorena. 

Inglaterra se hará con las colonias alemanas, y establecerá 

una base naval en el Báltico en Schleswig-Holstein. 

Holanda entrará en guerra apoyando a Alemania y tras la 

derrota será anexionada a Bélgica. Italia, habiendo luchado 

valientemente junto a los Aliados, recibirá una gran parte 

del territorio austríaco, y también se anexionará todo el 

territorio albanés. Japón apenas tomará partido en la guerra, 

y de hecho no se involucrará en excesivas hostilidades 

hasta la Gran Invasión mongola de 2142. Prusia conservará 

solo un pequeño territorio fuera de sus fronteras. Austria, 

privada de Hungría, se unirá con Baviera, formando un 

Imperio teutónico poderoso y próspero que conquistará 

España en 2010, durante la sucesión de los Habsburgo al 

trono español

15

.

El Káiser Guillermo y su familia serán exiliados a los 

antiguos  cuarteles  de  Napoleón  de  Longwood,  en  Santa 

Elena, pero un poderoso ascendente de Marte en Escorpio 

muestra que el primogénito del príncipe heredero escapará 

en junio de 1937 y posteriormente gobernará como rey de 

Prusia. Un doble cuartil progresado de Palas y Mercurio en 

Tauro y Venus, junto con el de Juno en Libra, indica que 

Rusia conquistará toda Europa en 1998, y que en 2142 los 

mongoles invadirán Europa y América. Esta invasión dará 

comienzo a una aterradora lucha entre las razas amarilla y 

blanca, que durará dos siglos y medio, y finalizará con la 

completa derrota de China y Japón y la conquista de sus 

tierras.

Un descendiente de la constelación circumpolar Osa 

Mayor, acompañada por una exaltación progresada del ra-

dical Leo en 2517, indica el derrocamiento del poder ruso 

en Europa por los ingleses y el subsiguiente dominio con-

junto del planeta por los Estados Unidos e Inglaterra.

Con Urano estacionario en conjunción con la oposición 

sextil de la séptima casa de Vulcano en Géminis el 18 de 

agosto de 2814, pronostico una terrible plaga que aniquila-

rá a un cuarto de la población mundial.

Por último, y esto es lo más terrible de todo, la conjun-

ción del trino cuaternario de Marte, Mercurio, Vulcano y 

Saturno en la Casa XIII progresada del signo de Cáncer 

el 26 de febrero de 4954 destaca claramente como un mal 

presagio para mostrarnos el terrible día en el cual la Tierra 

perecerá indefectiblemente mediante una repentina e ines-

perada explosión de gases volcánicos de su interior.

Los incrédulos pueden mofarse de mis predicciones, 

pero estos cálculos astrológicos están fundados en una 

Ciencia tan antigua como la raza humana; una Ciencia que 

ha resistido durante siglos todos los intentos de destruirla 

por parte de escépticos e ignorantes.

¿No sería un camino más inteligente y más noble para 

nuestros engreídos profesores y científicos el cesar en sus 

vanas objeciones a la Astrología? ¿No deberían adecuar sus 

vidas  y  acciones  de  acuerdo  con  lo  infinito  y  lo  inevita-

ble e inclinarse con la debida humildad ante los preceptos 

probados en el tiempo de este venerable y sagrado tipo de 

Verdad?

Isaac Bickerstaffe, JR.

South Main Steet, Providence, R.I.

Nota de S.T. Joshi: Evening News, 45, No. 123 (13 oc-

tubre 1914): 8 (como “La astrología y el futuro” por Isaac 

Bickerstaffe Jr.). La primera de las tres sátiras de HPL bajo 

seudónimo sobre Hartmann, escrita antes de que este últi-

mo tuviera oportunidad de replicar a “La falsedad de la as-

trología”. En este artículo, HPL utiliza el recurso de ofrecer 

predicciones grotescas para un futuro lejano.

El cometa Delavan y la Astrología.

La influencia de los cuerpos cometarios en el horóscopo 

humano es algo que, tristemente, han subestimado buena 

parte de los astrólogos actuales. Y el pueblo iletrado, por su 

parte, parece haber perdido la fe en la benéfica y maléfica 

influencia que estos vagabundos y tenues cuerpos celestes 

nos causan, de modo que se desdeña como superstición lo 

que debería ser investigado como un fenómeno científico.

Ya Shakespeare conocía bien la importancia que tenía la 

visita de un cometa, cuando escribió en su inmortal tragedia 

Julio César“Cuando muere un mendigo, no aparecen co-

metas; cuando muere un príncipe, los cielos se inflaman”

16

.

No  me  podía  imaginar,  cuando  publiqué  mis  predic-

ciones astrológicas en el Evening News del pasado 12 de 

octubre, los fascinantes mensajes interplanetarios que la 

humanidad iba a recibir de la posición actual del cometa 

Delavan, próximo a un Saturno en retrogradación, planeta 

que es el mayor condicionante de nuestra fortuna. Al pro-

fesor Hartmann, sin embargo, reconocido líder del pensa-

miento astrológico en Nueva Inglaterra, parece que se le 

pasaron por alto estas increíbles revelaciones celestes, por 

más que nos ofrezca otras muchas verdades profundas en 

background image

el esc

é

ptico

64

anuario 2016

su magistral ensayo del 22 de octubre.

Para resumir: ¡He resuelto el trascendental problema del 

futuro de la raza humana tras la destrucción de la Tierra 

por una gran explosión volcánica el 26 de febrero de 4951!

Siempre me resultó difícil creer que nuestra noble y mor-

tal especie pudiese desaparecer de manera tan súbita, que 

el fruto de incontables siglos de evolución se pudiera per-

der en un abrir y cerrar de ojos; sin embargo, ¿qué podría 

hacer un verdadero astrólogo sino creer, cuando todas las 

estrellas, soles, mundos, planetas, lunas, las constelaciones 

y zodíacos señalan con su dedo implacable y sombrío el 

inevitable fin del mundo?

Y es que el tránsito en retroceso alternante, calculado 

para la proyección futura del cometa Delavan alrededor del 

cuartil cuadrangular en su avance hacia la fuertemente in-

clinada y retrógrada órbita de Saturno, aclara al instante 

esta desconcertante situación, a la vez que hace que todo 

sea más simple y obvio, y devuelve al ser humano una es-

peranza sin la cual viviría descorazonado.

Como cualquier niño de colegio puede saber, las varia-

ciones en la dirección gravitacional de Saturno en la Casa 

XXIII causan una profunda desviación en la trayectoria del 

séptimo círculo interno del misterioso cometa conocido por 

los astrólogos como XY4. Antes del descubrimiento del co-

meta Delavan, se pensaba que el XY4 no se acercaría a esa 

parte del espacio hasta el año 4975, es decir, veintiún años 

después  de  la  destrucción  del  mundo,  pero  la  influencia 

separativa oculta del cuerpo recién descubierto introduce 

un nuevo factor en nuestra cálculos y, por ello, en nues-

tras conclusiones. Por esta misma causa, podemos explicar 

además otros importantes y hasta ahora oscuros datos sobre 

el ascendente de la XVI benéfica de Júpiter sobre la XI y 

maléfica de Marte en el año 4824.

De todo ello deducimos fácilmente que el 29 de junio 

de 4898, es decir, casi 56 años antes de la gran catástrofe, 

el cometa XY4 hará una visita amistosa al globo terráqueo 

para llevarse, montada en su cola, a toda la raza humana. 

Los gases anestésicos que componen el cometa nos man-

tendrán en un estado de letargo mientras viajamos por el 

espacio, lo que nos permitirá viajar rumbo al perihelio y 

ser depositados sanos y salvos en el planeta Venus, tan pa-

recido a la Tierra por su tamaño, y en el que la humanidad 

vivirá para siempre en paz y prosperidad, pues la ecuación 

cuadrática procesional de Ariel y Calisto en Sagitario de-

muestra que los actuales habitantes de Venus son muy su-

periores en su intelecto a nuestra raza terrenal, y además 

destacados expertos en Astrología.

Cuando nuestros remotos descendientes se asienten en 

este pueblo de alumbrados, nos desharemos sin duda de 

nuestra obstinada y escéptica devoción a eso que se llama 

razón o sentido común, y que entorpece tristemente nuestro 

progreso en las ramas más elevadas y místicas del aprendi-

zaje espiritual.

Es evidente, por ello, que todos los cálculos astrológicos 

más allá del año 4898 se deben hacer no para la Tierra, sino 

para Venus, donde la humanidad residirá desde entonces. 

Ya he empezado mi trabajo en este sentido, y he logrado 

hacer ciertas predicciones hasta el año 5025. Así, me parece 

que, por desgracia, algunos fragmentos de la explosión te-

rrestre del año 4954 caerán en el planeta Venus y provoca-

rán enormes desastres. Uno de ellos causará lesiones graves 

al señor Nostradomo Artmano

17

, un descendiente directo de 

nuestro talentoso profesor Hartmann. El señor Artmano, sa-

bio astrólogo, será golpeado en la región craneal por un 

grueso tratado de Astronomía, proyectado desde la Biblio-

teca Pública de Providence, y su mente se verá tan afectada 

por la conmoción cerebral que ya no volverá a ser capaz de 

apreciar los divinos preceptos de la Astrología.

El 5012 se producirá otro hecho desafortunado, pues el 

trígono que formará Neptuno con Umbriel

18

 el 3 de enero 

de ese año indica que un malvado individuo llamado Ser-

viss introducirá entre la gente un arte falso y pernicioso 

llamado lógica, lo que provocará grandes estragos en las 

nobles doctrinas de la Verdad astrológica.

Cuando me adentre más en los misterios de nuestro re-

moto futuro, trataré de mantener informado al público de 

mis avances. Pero hasta entonces, debo dejar campo libre al 

trabajo experto y brillante del profesor Hartmann.

Isaac Bickerstaffe, Jr.

En Providence, a 24 de octubre de 1914.

Nota de S.T. Joshi: Otra sátira en la que hace una parodia 

de la astrología para predecir acontecimientos del futuro 

lejano, en este caso a raíz del reciente descubrimiento del 

cometa Delavan (Véase May Sky, nº1, p. 113) para revisar 

la predicción de Bickerstaffe acerca de la extinción de la 

raza humana, como se cita en Astrology and the Future.

La caída de la Astrología

Al editor del Evening News:

Leyendo la respuesta algo tardía del Sr. Hartmann a mi 

carta al Evening News del 10 de octubre, me impresiona 

el resentimiento que este astrólogo parece abrigar contra 

mí por lo que considera un trato injusto por mi parte. Pu-

diera ser que mi desprecio hacia las pueriles falacias de la 

astrología me haya llevado a un trato demasiado cáustico 

Es evidente que todos los cálculos astrológicos más allá 

del año 4898 se deben hacer no para la Tierra, sino para 

Venus, donde la humanidad residirá desde entonces.

background image

el esc

é

ptico

65

anuario 2016

hacia mi oponente, aunque podría asegurarle que respeto la 

sinceridad de sus opiniones y admiro el espíritu con que de-

fiende su pseudociencia. En la presente carta me esforzaré 

por evitar este tono contra el que el Sr. Hartmann protesta 

tan enérgicamente; en su lugar, intentaré la nueva experien-

cia de suspender mis ataques y asumir una actitud defen-

siva, procurando simplemente justificar el actual rechazo 

global de la astrología por parte del público inteligente.

La astrología fue coetánea de la astronomía. Como ya se-

ñalé en un artículo anterior, es de hecho el resultado natural 

de la contemplación de la bóveda celeste por parte de una 

raza joven y poco desarrollada. En tiempos muy antiguos 

tuvo gran importancia para la ciencia, por el estímulo que 

supuso para la observación y el estudio cuidadoso y preciso 

de los cuerpos celestes. El conocimiento astronómico en 

Caldea se debía enteramente, de hecho, al celo de sus as-

trólogos. De este modo, antes de la llegada de la moderna 

exactitud científica, los verdaderos y falsos estudios de los 

cielos coexistían en perfecta armonía. Si una de ellas de-

biera tener prioridad sobre la otra, la favorecida debería ser 

la astrología. A lo largo de la Edad Media y en los inicios 

de la época moderna, la astrología disfrutó de su condición 

de respetada rama del conocimiento. Todo monarca tenía 

su astrólogo al que remitían todos los asuntos de estado, 

ya fuera en período de guerra como de paz. Sin embargo, 

algunas de las mentes más entusiastas del Renacimiento 

penetraron en el especioso espacio exterior y descubrieron 

la falta de solidez de esta arte, aun así ampliamente practi-

cada por todas las clases, y sobre todo por los astrónomos. 

Kepler, aunque descartaba las más triviales y absurdas de 

sus nociones, defendía tenazmente la verdad subyacente a 

la Astrología y dio a conocer su postura en un panfleto titu-

lado De Fundamentis Astrologiae Certioribus (1602). Lord 

Bacon y Sir Thomas Browne

19

 creían igualmente en la in-

fluencia de los cielos. Aún en el reinado de Carlos II, pocos 

empezaban a dudar de la autenticidad de la astrología; y el 

celebérrimo William Lilly

20

, aunque probablemente fuera 

un charlatán consciente, fue reconocido como intelectual 

de alto nivel e incluso llegó a ser convocado en una ocasión 

por el Comité de la Cámara de los Comunes para predecir 

el resultado de un proyecto de ley.

Así, podría considerarse que, hasta el descubrimiento de 

pruebas contrarias concluyentes, la astrología no encontró 

oposición ni por parte de los astrónomos ni del público ge-

neral. Y a pesar de que ningún hombre de ciencia era capaz 

de encontrar tampoco una razón para creer que fuera ver-

dadera, se aceptó en el mismo plano de igualdad que otros 

estudios serios. La única intolerancia y prejuicio ciego que 

la astrología soportó provino de la Iglesia. Pero esta hostili-

dad no se extendió a todos sus aspectos, y no tiene relación 

con el posterior derrocamiento de este arte por motivos ra-

cionales.

La caída de la astrología fue el resultado inevitable del 

progreso intelectual, de los nuevos descubrimientos de la 

ciencia, de la mejora de los métodos de razonamiento, de 

un análisis más riguroso de la historia y del escrutinio de 

las profecías de los astrólogos desde una perspectiva más 

juiciosa. Estaba claro que muy pocas de las predicciones 

astrológicas se cumplían ni siquiera de manera aproxima-

da, que casi todos los pronósticos eran expresados con un 

estilo vago e impreciso que podría ser interpretado de casi 

cualquier manera, que los astrólogos más exitosos eran 

obviamente impostores que llegaban a sus conclusiones a 

través de meras aunque perspicaces conjeturas o profun-

dos conocimientos de la naturaleza humana, y que aque-

llos que practicaban la astrología más honestamente eran 

los que más destacaban también por sus errores. Al mismo 

tiempo, estudiosos serios perfectamente familiarizados con 

la astrología y sus métodos comenzaron a darse cuenta de 

su total absurdo. Vieron que el propio principio fundamen-

tal para hacer horóscopos se basa en una mera alegoría: la 

analogía del nacimiento de un hombre con la salida de una 

estrella. Observaron que las diversas cualidades atribuidas 

a los distintos planetas y a sus posiciones en el zodíaco se 

basaban en los dioses y monstruos mitológicos de los que 

los planetas y las estrellas tomaban su nombre. No solo se 

vio que las predicciones astrológicas eran falsas, sino que 

los métodos empleados para hacerlas también lo eran. Ade-

más, no se encontró razón por la que los cielos debieran de 

ninguna de las maneras influir o predecir las vidas o el des-

tino de la humanidad. ¿Qué excusa, entonces, podría tener 

alguien para adherirse a una creencia no fundamentada por 

la más mínima prueba y que no posee la menor sombra de 

verosimilitud?

Aun no habiendo una evidencia directa en contra de la 

astrología, la completa ausencia de pruebas a favor hubie-

ra sido suficiente para abandonarla. La astrología tuvo una 

Fotografía del cometa Delavan (Wikimedia Commons)

background image

el esc

é

ptico

66

anuario 2016

muerte natural y honorable; y si el mundo se hubiera con-

tentado con dejarla descansar en paz, nunca se hubiera con-

vertido en objeto de desprecio y burla. Pero la avaricia de 

los charlatanes y los caprichos de los excéntricos la mantu-

vieron viva ante los ojos de un público al que las creencias 

no le bastan, y que no puede ser más que desdeñoso con un 

arte que se sabe superado. Los primeros críticos de la astro-

logía estaban familiarizados con sus principios, y de su es-

tudio tan solo obtuvieron más argumentos para ser usados 

contra ella; de modo que dicho estudio fue abandonado por 

los lúcidos tan pronto como su falsedad quedó bien demos-

trada. Y es que sería ridículo perder la vida acumulando in-

formación que es bien sabido que es falsa y que entorpece-

ría seriamente la adquisición de un conocimiento real. No 

podemos perder nuestro precioso tiempo repitiendo todos 

los errores de nuestros antepasados; debemos aprovechar 

sus meteduras de pata, y evitar lo falso en favor de la ver-

dad. Por lo cual autores reputados, editores e instituciones 

de enseñanza deberían cesar de divulgar las falacias de la 

astrología, y la actual generación no debe dudar en declarar 

su absoluto desdén por tal materia. Ha sido refutada tantas 

veces por personas versadas en estos misterios que, incluso 

aunque la astronomía no fuera suficiente para tildar de fal-

sa la astrología, no debería ser necesario redundar en ello. 

¿Por qué no pide el Sr. Hartmann que refutemos lo antiguo 

y abandonemos una vez más la teoría del universo de Pto-

lomeo?

Permítanme ahora estudiar en mayor detalle algunas de 

las afirmaciones de mi adversario. Declara con cierta serie-

dad que “cuando los médicos dicen que las fases de la Luna 

influyen en sus pacientes, los astrónomos no mienten”. Ni 

siquiera necesito contestar que ningún astrónomo actual da-

ría crédito a tan absurda afirmación, como tampoco lo haría 

ningún médico cabal.

Otro de los párrafos del Sr. Hartman que es realmente 

asombroso es aquel en el que cuenta que, salvo uno, todos 

los libros de astronomía de nuestra biblioteca pública dan a 

entender a sus lectores que las órbitas planetarias son cir-

culares. He leído casi todos los volúmenes en cuestión, y 

puedo afirmar que ninguno de ellos podría transmitir tal idea 

a ninguna persona inteligente. La naturaleza elíptica de las 

órbitas es lo bastante conocida como para poder ser ocultada 

incluso por el más impreciso de los libros.

El Sr. Hartmann me pregunta, en relación con mi denun-

cia del “típico astrólogo moderno”, al que tildo de saltim-

banqui, qué entendería yo por un astrólogo antiguo o ex-

traordinario. En la medida en que los antiguos astrólogos 

daban mayor o menor crédito a sus propias predicciones, yo 

los llamaría algo así como “científicos equivocados”; mien-

tras que en el caso de estos extraños y modernos profetas, 

como es el caso del propio Sr. Hartmann, creo que ya dedi-

qué demasiado espacio a su fanatismo en mi carta anterior.

Antes de concluir, me gustaría comentar la curiosa pro-

puesta de la etimología de la palabra superstición que hace 

el Sr. Hartmann. Resultará imposible encontrar tal cúmulo 

de sinsentidos en las autoridades que cita, pues cualquier 

persona con estudios sabe que la palabra viene directamente 

del latín y no del griego. Superstición viene del latín supers-

tare que a su vez deriva de super, ‘sobre’, y stare, ‘detener-

se’; el significado implícito sería ‘detenerse ante algo con 

gran asombro o reverencia’. Toda esta información se ob-

tiene del diccionario Webster’s Unabridged, que puede ser 

convenientemente consultado. De todas formas, no alcanzo 

a ver por qué la etimología del término puede interesar al Sr. 

Hartmann más que la propia acepción actual, bien conocida 

por todos.

Como ven, me he esforzado aquí en tratar seriamente un 

tema que apenas puede ser contemplado sin echarse a reír. 

Debo justificar esta absurda gravedad en el sobrio y celoso 

tono de los argumentos de mi oponente.

H.P.Lovecraft

A 15 de diciembre de 1914

Nota  de  S.T.  Joshi:  Intento  de  una  refutación  severa  a 

las afirmaciones del Sr. Hartmann sobre la astrología, tal y 

como se presentaron en A Defense of Astrology (pág. 344). 

Finalmente, Hartmann abandonó la discusión y no volvió 

a contestar ni a este artículo ni a las últimas sátiras de HPL 

bajo el seudónimo de Bickerstaffe.

La verdad sobre Marte

El rasgo más vago y menos definido de Marte son los lla-

mados canales, unas alineaciones oscuras extremadamente 

angostas que cubren la superficie del planeta como si de una 

red se tratara.

Fueron descubiertas en 1877 por el milanés Schiaparelli, 

y han recibido gran atención desde entonces al relacionarlas 

con la fantasiosa idea de que corresponden a canales gigan-

tes, construidos a mano por unos inteligentes habitantes de 

aquel planeta.

Hay en verdad algo curioso en la rectitud casi matemáti-

ca de esas líneas, en los oscuros puntos circulares llamados 

“oasis” que marcan sus intersecciones, y en los aparentes 

cambios de una estación a otra; pero son tan débiles y di-

fíciles de apreciar que su mera existencia ha sido puesta en 

duda hasta hace poco, cuando se pudieron fotografiar con 

éxito algunos de ellos.

Los canales cambian periódicamente, tal vez con las es-

taciones del año marciano. La inmensa escala a la que están 

La caída de la astrología fue el resultado inevitable del 

progreso intelectual.

background image

el esc

é

ptico

67

anuario 2016

“construidos”, que sobrepasa cualquier trabajo humano co-

nocido, se explica por la menor gravedad en Marte.

La verdadera naturaleza de los canales es materia de 

fuerte discusión, aunque fue Percival Lowell

21

, un observa-

dor con un excelente telescopio situado en el limpio aire de 

Flagstaff, Arizona, quien desarrolló la elaborada teoría que 

afirma que los canales, que van desde los casquetes polares 

hacia el centro del planeta en líneas absolutamente rectas, 

fueron construidos por los habitantes de Marte.

¡Qué carentes de fundamento pueden llegar a ser la ma-

yoría de esas especulaciones!, probablemente lo sean, no 

siendo, en cualquier caso, imposible que seres vivos de 

algún tipo pudieran habitar sobre la superficie de marte

Queda, sin embargo, a la imaginación del lector o del inge-

nioso novelista retratar su apariencia, tamaño, inteligencia 

y hábitos.

En estos días en que nuestro planeta se presenta tan con-

vulso  por  las  absurdas  hostilidades  de  sus  insignificantes 

moradores, resulta relajante volverse hacia el vasto y etéreo 

cielo azul y contemplar otros mundos, cada cual con sus sin-

gulares y pintorescos fenómenos, donde no puede resonar 

ningún eco de las disensiones o aflicciones terrestres.

Nota de S.T. Joshi: Phoenician, 1, No. 3 (otoño de 1917): 

8. Una copia casi literal de una sección de “Marte y los as-

teroides” (Pág. 291), con un toque más sensacionalista al 

poner en mayúsculas la referencia a los posibles habitantes 

de Marte.

El cáncer de la superstición

1. Alcance generalizado de la superstición. Presencia en 

todas las fases de nuestra vida cotidiana. El presente es una 

época de “ismos”. Los hombres se han vuelto locos y están 

persiguiendo fantasmas. Aceptación universal de alguna 

fase u otra entre ignorantes. Regiones (Kentucky, etc.) y 

clases (marineros, etc.) especialmente afectadas. Casos sor-

prendentes de superstición entre personas aparentemente 

formadas. Falta de toda base científica —que persiste solo 

a través de la indolencia mental de aquellos que descuidan 

asimilar y correlacionar los resultados de la ciencia mo-

derna—. Efectos nocivos de la superstición. Necesidad de 

difundir, amplia y sistemáticamente, una campaña guber-

namental de refutación —trabajo hasta ahora descuidado 

porque los escritores académicos competentes piensan que 

la superstición es indigna de ser tenida en cuenta, mientras 

que los que sí la toman tan en serio como para combatir-

la son generalmente divulgadores escasamente formados 

y poco convincentes—. La actitud adecuada es una inda-

gación  comprensiva:  datos  psicológicos  y  científicos  del 

máximo interés. El punto culminante: lo absurdo de la su-

perstición en comparación con el estado avanzado del saber 

moderno.

2. Todas las ideas supersticiosas y religiosas se deben al 

esfuerzo del hombre primitivo para asignar causas a los fe-

nómenos naturales que lo rodeaban. Ignorante de cualquier 

causa y efecto salvo su propia voluntad en la realización 

de acciones de la vida cotidiana, no puede concebir nin-

guna causa de fenómenos naturales, aparte de los antojos 

de seres invisibles tras las apariencias observadas. Ejem-

plos:  truenos,  terremotos.  Ningún  acto  puede  concebirse 

sin motivo cuasi-humano (los dioses deben estar contentos, 

enojados,  hambrientos,  etc.).  Naturalmente,  estas  torpes 

explicaciones sirven no solo para explicar la naturaleza, 

sino también para asegurar la buena fortuna, influir en el 

Destino, y evitar el mal. Quizás el rasgo más característico 

de la magia y la superstición es su esfuerzo por influir en 

los poderes de la naturaleza.

 3. Siendo demasiado primitivo como para crear una 

cosmogonía generalizada, el hombre de aquella época atri-

buyó a diferentes deidades cada tipo de fenómeno que ob-

servaba; generalmente creyendo que todos los objetos de la 

naturaleza, ya fueren orgánicos o inorgánicos, tenían una 

personalidad definida o alma propia. Esta creencia se llama 

“animismo”. Ejemplo: Fetichismo africano. Ver Frazer

22

.

4. A medida que crecía la mente y la capacidad de obser-

vación del hombre, aprendía más detalles sobre el funcio-

namiento de los fenómenos naturales; viéndose obligado a 

convertir su idea de un espíritu regulador para cada clase 

de fenómeno en un gran cuerpo mitológico con el fin de 

explicar el funcionamiento visible de las distintas manifes-

taciones de la naturaleza tal y como se veían ahora.

5. Y, al mismo tiempo, también se estaban expandiendo 

la imaginación humana y la facultad poética. El hombre 

no solo veía nuevos detalles en el funcionamiento de los 

fenómenos naturales, sino que se inventaba detalles y prin-

cipios que no existían, basados   en analogías imaginarias. 

La transmisión y repetición de cuentos de manera imper-

fecta da lugar a omisiones, amplificaciones, distorsiones y 

a versiones a veces paralelas; este irregular proceso, por 

Boceto de Cthulhu original de Lovecraft, 1914 (Wikimedia Commons)

background image

el esc

é

ptico

68

anuario 2016

lo general, crea detalles especiales (a menudo altamente 

irracionales e incluso contradictorios) que con el tiempo se 

vuelven más o menos estandarizados como el folclore po-

pular. Ejemplo: Historia de cualquier superstición.

6. La más básica correlación Naturaleza-Mito es simi-

lar en todas las razas y culturas, no importa cuán lejanas 

sean, aún incluso si una nunca hubiera oído hablar de la 

existencia de la otra. Esto se debe a que la reacción del 

cerebro humano a las fuerzas universales de la naturaleza* 

son siempre las mismas. Ejemplos: mitos paralelos entre 

aztecas en México y otras culturas de Europa y Asia. Ver 

Mitos de Fiske y creadores de mitos.

7. Pero hay que recordar que en el caso de que no fueran 

fenómenos generales o universales, el tipo de mito inven-

tado también dependerá en gran medida de la naturaleza 

de la raza involucrada y de la naturaleza geográfica de su 

hábitat; es decir, una raza frívola o pensante, retrasada o 

inteligente, poco imaginativa o poética, o un país cálido o 

frío, una región agitada por terremotos o inundaciones, con 

fuertes lluvias o poca lluvia, etc. Ejemplos de Fiske: mitos 

y creadores de mitos.

8. Además, en cuanto entran en contacto distintas razas, 

ya sea por conquista, comercio, proximidad o por informes 

de viajeros, comienzan a prestarse mitologías unos a otros; 

adaptando naturalmente los cuentos a sus propias condicio-

nes raciales y geográficas. Por tanto, un cuento cualquiera 

originado por una tribu o raza puede adquirir un gran nú-

mero de variantes, ya que pasa de boca en boca, de tribu en 

tribu, modificado en cada repetición y siempre distorsiona-

do para adaptarse a las condiciones que prevalecen en cual-

quier tribu que la adopte. Ejemplos: los cuentos de hadas 

comunes en el folclore germánico, su paralelismo con los 

mitos clásicos

23

, y su indudable origen en la antigua India. 

Compárese con la propagación de la lengua. Todas las len-

guas arias han derivado de una fuente común. Fiske-Mitos 

y M. M. Trench-Estudio de Palabras

24

.

9. Un conocimiento aún más avanzado de los fenómenos 

naturales, junto con una mejorada capacidad de raciocinio 

desarrollada por la evolución y por el enfrentamiento cara 

a cara con la naturaleza, animales salvajes y otras tribus 

humanas, fue proporcionando gradualmente una compren-

sión sobre cómo funcionaban ciertos fenómenos naturales; 

por tanto, al aparecer la civilización, la parte inteligente de 

la raza comenzó a desechar sus más pueriles creencias en 

la existencia de personalizaciones tras los fenómenos na-

turales. Ganó terreno la idea de que las fuerzas que gober-

naban la Naturaleza (fuerzas religiosas —fueran estas las 

que fueren— concebidas de manera distinta por diferen-

tes razas) se debían principalmente a leyes inmutables y 

sin intervención directa, excepto en algunos pocos casos 

inusuales clasificados como “milagros”. En este punto, la 

religión se separa de la superstición. Y esta última, abonada 

por una clase de gente cada vez menos inteligente a medi-

da que pasaba el tiempo, adquiría un elenco extravagante 

y fantástico que no habría tenido si se hubiera sometido 

a un severo análisis por parte de mentes más despiertas o 

por la organizada disciplina de la ortodoxia. Tendió a de-

sarrollarse en localizaciones pequeñas y a fragmentarse en 

diversas versiones rivales, y quizás contradictorias entre sí. 

Al mismo tiempo iba recibiendo aportaciones ocasionales 

de la religión dominante, que corría paralela, adoptando en 

ocasiones ideas religiosas de una forma degradada o po-

pularizada. (Viernes Santo, creencias, etc.). Enciclopedias-

Religión-Magia-superstición. Ver “La Rama Dorada”.

10. Las supersticiones tuvieron un crecimiento posterior 

entre personas ignorantes e irracionales del mismo modo 

que en tiempos primitivos, debido a que los elementos que 

intervenían eran idénticos: mentes desinformadas sin racio-

cinio que se enfrentaban a fenómenos naturales que temían, 

no entendían, y sobre los que deseaban influir. Los nuevos 

descubrimientos y desarrollos (nuevas costumbres o modos 

de vida cotidianos) provocaron nuevas supersticiones entre 

los ignorantes exactamente por el mismo principio con el 

que se desarrollaron las primeras.

11. Por tanto, toda raza y cultura tiene un inmenso baga-

je de superstición de masas, una combinación de: 1) creen-

cias primarias comunes a toda la humanidad; 2) creencias 

particulares en la historia de la cultura; 3) préstamos y 

adaptaciones, tanto antiguas como recientes, de otras cul-

turas; 4) adopciones de la religión dominante; y 5) acuña-

ciones recientes de nuevos fenómenos en la experiencia 

de la cultura. Las partes de este cuerpo de mitos tienden 

a interactuar unas sobre otras y a producir una especie de 

homogeneidad en cuanto al tono y ambiente, que en oca-

siones  provocan  modificaciones  de  algunas  de  las  creen-

cias en cuestión. Este conjunto de supersticiones, siempre 

divididas en clases, cada una de las cuales conserva ciertas 

características y detalles muy persistentes, se transmite a 

generaciones sucesivas ligeramente coloreadas mediante 

adiciones en el curso de la repetición, pero siendo fiel en 

lo general a las líneas tradicionales. Resulta imposible con-

siderar todas las supersticiones, pero en la medida que a 

nosotros respecta, solo las de nuestras razas europeas son 

de importancia vital.

Aunque entre las razas europeas individuales cada una 

tiene su mitología particular, todas están tan estrechamen-

La más básica correlación Naturaleza-Mito es similar 

en todas las razas y culturas, no importa cuán lejanas 

sean.

background image

el esc

é

ptico

69

anuario 2016

te conectadas culturalmente, pues con frecuencia adoptan 

la del vecino, por lo que podemos suponer con razón la 

existencia de una cosa así como un fondo colectivo de 

superstición europea, que podemos considerar como 

una unidad dividida en distintos apartados según el tema 

(brujería, astrología, espiritismo, etc.), independientemente 

de las líneas nacionales. Ahora prepárense para tratar las 

supersticiones individualmente en el orden que se desee.

12. (Conclusión) Resumen. La superstición, tanto si es 

realmente antigua o de origen más tardío, es el resultado 

exclusivo  de  procesos  mentales  primitivos:  la  misma 

vieja actitud ignorante enfrentándose a lo desconocido e 

intentando hallar explicaciones, favores, salvaguardias e 

incursiones hacia el futuro. Ausencia de toda racionalidad 

básica:  procesos  totalmente  ajenos  y  hostiles  al  espíritu 

de la ciencia moderna y la reflexión intelectual. También 

hostiles a todas las religiones aceptadas, pues contradicen 

sus principios de relación de poderes divinos con la 

humanidad, por lo que la existencia de lo sobrenatural en 

la religión no puede ser utilizada como una confirmación 

de las creencias supersticiosas. Daño y necesidad de una 

refutación ya mencionados. ¿Qué refutación mejor que la 

amplia difusión de los hechos que rodean sus fuentes y su 

historia?  Urge  publicitar  estos  asuntos:  la  sustitución  de 

una ciega aceptación por el estudio y por una inteligencia 

despierta liberará al hombre de una pesada y viejísima 

carga.

* El Sol, la Luna, las mareas, el viento, el trueno, la luz y la 

oscuridad, las nubes, etc.

† La religión expresa una relación emocional real del hombre 

con el infinito, mientras que la superstición continúa explicando 
falsamente fenómenos cuya causa natural ya se conoce.

Nota  de  S.T.  Joshi:  La Hermandad Oscura y Otras Piezas 

(Sauk  City,  WI:  Arkham  House,  1966),  pp  246-61.  Texto 

derivado de la AMS (JHL). Sinopsis de HPL para un libro que 

combate la superstición, por encargo de Harry Houdini; el trabajo 

fue interrumpido por la repentina muerte de Houdini, el 31 de 

octubre de 1926. Su colega, CM Eddy, Jr., trató posteriormente de 

desarrollar esta sinopsis.

Notas:

1 Roberto García Álvarez, H.P.  Lovecraft:  El  caminante  de 

Providence. GasMask Editores. 2016.

2  *Richard Anthony  Proctor  (1837-1888),  científico  británico, 

autor de trabajos como Essays on Astronomy (1872) y The Moon 

(1886).

3  Society  for  Promoting  Christian  Knowledge,  sociedad 

anglicana creada en 1698 para fomentar la educación cristiana en 

todo el mundo, funciona en la actualidad esencialmente como una 

editorial de libros de temática religiosa.

4 Seudónimo del astrólogo inglés Richard James Morrison 

(1795-1874), autor de varios libros y un almanaque, el Zadkiel’s 

Almanac referido por HPL, donde exponía sus predicciones para 

cada año.

5  Seudónimo  del  astrólogo  inglés  Robert  Cross  Smith  (1795-

1832). Editó entre 1827 y 1832 sus profecías anuales en The 

Prophetic Messenger, serie que continúa aún hoy tras su muerte 

con el nombre de Raphael’s Ephemeris, referencia fundamental de 

la astrología moderna y, en especial, de la anglosajona.

6 *HPL se refiere a Thomas Hines, Jr., a quien había criticado en su 

carta de 1906 al Providence Sunday Journal, “No Transit on Mars”.

7 Importante astrónomo danés del siglo XVI. Describió una 

supernova, desterró el origen meteorológico de los cometas, hizo 

una primera aproximación al heliocentrismo y diseñó diversos 

aparatos científicos. Consideró la astrología como una charlatanería, 

aunque, pese a lo dicho por HPL, investigaciones recientes no 

han podido confirmar esa presunta aceptación de la misma en sus 

primeros trabajos.

8 Pierre Gassendi (1592-1655), filósofo, astrónomo y sacerdote 

francés, seguidor del atomismo materialista. Opositor activo a 

la astrología, sostuvo una fuerte polémica con el astrólogo Jean-

Baptiste Morin, quien reaccionó prediciendo sin acierto su pronta 

muerte.

9 *George Lyman Kittredge (1860-1941), The Old Farmer and 

His Almanack  (1904).  Véase  S.T.  Joshi,  Lovecraft’s  Library:  A 

Catalogue, rev. ed., Hippocampus Press, 2002: p. 504; y Selected 

Letters, Arkham House, 1965-76, vol. 2, p. 174).

10 El Old Farmer’s Almanac, es el equivalente en Estados Unidos 

al Calendario Zaragozano, las cabañuelas o las témporas usados 

en  España:  métodos  tradicionales  no  científicos  de  predicción 

meteorológica, muy usados antaño en el medio rural.

11 *‘Un astrólogo que no haya estado en prisión no tendrá 

ninguna reputación’ Juvenal, Sátiras, VI, 561.

12 *Johann Stöffler (1452-1531), astrólogo alemán y estudioso 

del astrolabio. HPL obtiene la información sobre él del artículo 

“Astrología” (de Jules Andrieu) en la novena edición de la 

Enciclopedia Británica.

13 *William Lilly (1602-1681), astrólogo británico y autor de 

almanaques como el Merlini Anglici Ephemeris (1644-1681).

14 *Durante la Guerra Civil Mexicana, el líder revolucionario 

Francisco  “Pancho”  Villa  (1878-1923)  luchó  contra  las  fuerzas 

lideradas por Venustiano Carranza (1859-1920). Carranza derrotó 

a Villa en la Batalla de Celaya en 1915, gobernando desde entonces 

México como presidente constitucional hasta poco antes de su 

muerte.

15 La Casa de Habsburgo, que tras extinguirse su línea en España 

en 1700 (la Casa de Austria) solo perduró en el este de Europa y 

en Italia.

16 *Shakespeare, Julio César, Acto II, Escena segunda.

17 Vemos que este apellido lo cita HPL varias veces para distintos 

personajes ficticios: antes ha aparecido en José Francisco Artmano, 

un general norteamericano del futuro.

18 Una de las lunas de Urano.

19  Francis  Bacon  (1561-1626),  padre  del  empirismo,  pensaba 

que, limpiando toda la carga de superstición que arrastraba, se 

podría encontrar algo de cierto en la astrología si se estudiaba 

mediante la razón y el conocimiento científico. Thomas Browne 

(1605-1682), polifacético escritor inglés, dedicó buena parte de su 

obra al esoterismo.

20 Famoso astrólogo inglés (1602-1681), trató de conciliar la 

astrología con sus fuertes convicciones cristianas.

21  Adinerado  norteamericano  (1855-1916)  aficionado  a  la 

astronomía,  defendió  en  un  principio  el  origen  artificial  de  los 

canales marcianos, lo que suponía un planeta habitado por una 

civilización inteligente. Acabó aceptando la evidencia.

22 *Sir James George Frazer (1854-1941), antropólogo británico 

y autor de La Rama Dorada (The Golden Bough: A Study in Magic 

and Religion, 1890  [2  vols.],  1907-15  [12  vols.],  trad.  española 

de 2011, Fondo de Cultura Económica, México), un hito en la 

antropología de la religión.

23 Aquí quizá se está haciendo eco del mito del origen griego 

de la cultura aria, existente en la época, dándole veracidad, lo que 

podría tener relación con las ideas racistas que, en ocasiones, se han 

atribuido a HPL.

24 *Richard Chenevix Trench (1807-1886), teólogo británico y 

autor de The Study of Words (‘Sobre el estudio de las palabras’) 

(1851).