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MEDICINA SIN APELLIDOS.
UN DEBATE SOBRE LA MEDICINA NATURAL
Y TRADICIONAL EN CUBA
Osvaldo de Melo (coord.)
Editorial UH: La Habana. 2013. 237 pp.
Un libro sobre pseudomedicinas escrito en español por
autores cubanos creo que debería ser una gran noticia,
no sólo para aquellos que nos dedicamos al pensamiento
crítico en medicina, sino para cualquier escéptico y
amante de la ciencia.
El libro, que consta de 34 pequeños artículos, dos notas
editoriales, tres anexos y una reseña sobre los autores,
recoge los textos pertenecientes a una polémica que el
portal de la revista cubana Juventud Técnica publicó en
los meses de enero a abril de 2012 sobre la denominada
«Medicina natural y tradicional» (MNT) en Cuba.
Entre los autores algunos son bien conocidos por ARP-
SAPC, como es el caso de Arnaldo González Arias.
Evidentemente hay dos “bandos”: el “racional y crítico”,
y el “alternativo”, este último, como se reconoce en el
primer capítulo-prólogo («Empujando ideas» de Ernesto
Altshuler) en franca minoría, por ese mismo hecho merece
respeto: sin su participación, un libro de esta naturaleza
simplemente no hubiera sido posible.
Por mi parte, he de añadir que existe también un grupo
intermedio, aquel que considera algunas pseudomedicinas
como dignas de estudio y de ser aplicadas a la práctica
médica, como es el caso de la acupuntura, que es la piedra
de toque en donde se retratan los auténticos médicos
científicos. Lo veremos en los últimos párrafos.
Una ausencia notable en este debate es el psicoanálisis,
máxime cuando dicha pseudopsicología forma parte de
la tradición crítica de los antiguos psicólogos soviéticos.
Me quedo, pues, con las ganas de saber si los actuales
marxistas-leninistas cubanos siguen considerando a
Freud como un falso científico o, por el contrario, lo han
rehabilitado mediante alguna suerte de “psicoanálisis
científico” o “neuropsicoanálisis”.
A pesar de que no se trata de un libro de autor con un
hilo argumental claro y definido, sí existe un artículo
seminal que da título al libro y es el origen de la discusión
(«Medicina sin apellidos»). En él se exponen las ideas
fundamentales a partir de las cuales se va a desarrollar
la polémica. Junto a él, la primera réplica “alternativa”
le corresponde a Felipe Abreu («Medicina natural,
tradicional y alternativa: una aproximación desde nuestra
ciencia») en el que se exponen todas las características
que adornan las pseudomedicinas. Veamos, para empezar,
las ideas fundamentales de estos autores.
1. «Medicina sin apellidos». Las tesis de Jorge A.
Bergado es que la medicina no necesita apellidos; es
medicina a secas, lo demás es charlatanería. En efecto,
nos recuerda Bergado que la irrupción de enfoques
terapéuticos foráneos ha hecho necesario distinguir entre
dos «medicinas» y, sobre todo, identificar esa «otra» que
nos invade. Los calificativos han proliferado: medicina
tradicional, medicina natural, medicina bioenergética;
unos más precisos y otros más vagos, pero todos infelices
y con la intención de cubrir, con la benevolencia de un
nombre amable, la verdadera naturaleza y las notables
insuficiencias de casi todas esas medicinas. Creo que
precisamente la abundancia y variedad de nombres
demuestra el carácter quincallesco de dicha colección de
prácticas.
Aquí [en Cuba] se ha impuesto el calificativo de
medicina natural y tradicional, y en ella se incluyen: la
fitoterapia, la apiterapia, la medicina tradicional asiática,
la ozonoterapia, la homeopatía, la terapia floral, la
hidrología médica, la helio-talasoterapia, los ejercicios
terapéuticos tradicionales y la orientación nutricional
S
illón escéptico
Roberto García Álvarez
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naturalista; que han sido aceptados por la Resolución
Nº 261 de 2009 del Ministerio de Salud Pública. Por
si a Bergado le sirve de consuelo, también en España,
el propio Ministerio de Sanidad, en su primer informe
sobre terapias no científicas del 19 de diciembre de 2011,
habla de Terapias naturales, entre las que se encuentran
lindezas como la homeopatía, la acupuntura, el naturismo,
la iridología, la osteopatía, la musicoterapia, el reiki, la
medicina ayurvédica, la aromaterapia, la reflexología, la
terapia floral de Bach, el Qi-Gong… ¡y así hasta 139!
En el resto del artículo, el autor ofrece argumentos
certeros para demostrar que la definición de ese conjunto
de especialidades es, además de infeliz, engañosa. Basta
mirar la lista para darse cuenta de que, más que un sistema
de prácticas con una unicidad y base teórica, se trata de
una colección diversa y variopinta de todo lo que no cabe
en el concepto de medicina con base científica. El nombre,
por lo tanto, dice poco y tergiversa los propios conceptos.
La conclusión a la que llega el autor, tras el análisis
mencionado, es que sólo queda una denominación lógica
y certera para este conjunto de prácticas: medicina no
científica.
2. «Medicina natural, tradicional y alternativa: una
aproximación desde nuestra ciencia». La primera respuesta
al artículo del profesor Bergado corre a cuenta del doctor
Felipe Abreu, cuyos argumentos son los habituales en
estos casos. Para empezar, afirma que la medicina es una,
mientras que lo alternativo son los métodos. Cada sistema
médico tiene sus bases teóricas y filosóficas. Sin embargo,
sí son ciencias, y no pseudociencias como el Dr. Bergado
trata de hacer ver. Lo que pasa es que a veces la ciencia
necesaria para demostrar algunos de los hechos en los que
estas medicinas se basan es muy avanzada, por ejemplo,
la teoría de la modificación de la forma de la molécula de
agua para la homeopatía (y un poco más adelante llega
a afirmar que las moléculas de agua cambian de forma
al interactuar con las sustancias que las rodean y luego
son capaces de mantener y transmitir este cambio a otras
moléculas de agua). Aunque hablando de proezas, la
medicina tradicional china tampoco va a la zaga; así, nos
enteramos por el Dr. Abreu y el Dr. Díaz Mastellari (otro
de los defensores de las medicinas alternativas y del que
hablaremos más adelante) que los chinos de hace 23 siglos
ya conocían la función del corazón como impulsor de la
sangre por los vasos (venas y arterias), así como la función
hematopoyética del riñón. En el caso de la terapia floral
de Bach, que es efectiva y libre de efectos secundarios,
la ciencia del siglo XXI todavía no ha explicado cómo
funciona.
Otra característica de las medicinas alternativas es su
poder estimulador de la autocuración. Así, por ejemplo,
en el caso de la acupuntura, lo natural no es la inserción
de la aguja, sino que sólo se utiliza al propio hombre y
sus reservas para alcanzar el máximo estado de salud
posible. El organismo se cura por sí mismo, sin necesidad
de sustancias ajenas a él [¿No es la aguja una sustancia
ajena al organismo?].
Por último, la ciencia occidental (método científico),
debido a sus antecedentes positivistas, ya denunciados por
Lenin, es capaz de estudiar minuciosamente la enfermedad,
pero es incapaz de hacer lo mismo con la persona en la que
se produce la enfermedad. Por el contrario, las medicinas
tradicionales y alternativas, alejadas del cartesianismo y
el positivismo, tienen una visión holística que nos permite
entender mejor el Universo y aliviar al ser humano
que sufre. De esta alianza entre marxismo-leninismo y
pseudomedicinas volveremos a hablar más adelante.
A la medicina tradicional china y al resto de las
medicinas alternativas se les impone un método para
demostrar su funcionamiento, el cual no es perfecto, tiene
sesgos en su concepción y no se ajusta a la realidad de
estas medicinas. ¿Por qué, entonces, aceptar este método
como criterio insoslayable de verosimilitud?
Muchas de estas medicinas alternativas son eficaces
desde antes que la ciencia diera sus primeros pasos,
y comparten algo: su funcionalidad. Lo que todavía
no se entiende bien es cómo lo hacen. Para descifrar
este funcionamiento a menudo hace falta pensamiento
y tecnología de vanguardia, por demás costosa. Por
ejemplo, cuánto costaría hacer en el centro de trabajo
del Dr. Bergado un estudio de diez pacientes al aplicar
tecnecio 99 en puntos de acupuntura para ver el recorrido
del meridiano x; realizar diez SPECT [Single Photon
Emission Computed Tomography] para ver qué regiones
cerebrales se activan al aplicar un punto de acupuntura
x; o, para hacerlo un poco más parecido a la realidad,
qué tal el seguimiento por SPECT de un paciente que se
está dando diez sesiones de acupuntura para recuperarse
de un accidente vascular encefálico. Estos son, según el
Dr. Abreu, sólo unos ejemplos de posibles protocolos de
investigación. Obsérvese que al final, la última palabra
la tienen la ciencia, sea o no de vanguardia, y el método
experimental y sus evidencias.
Con este bagaje de medicina-ficción, no debe
sorprendernos que el Dr. Abreu llegue a la conclusión de
que la homeopatía y la medicina tradicional china pueden
curar todas las dolencias del ser humano, sólo hay que
tener el conocimiento necesario y este puede resultar
esquivo.
3. El debate. No es de extrañar que ante argumentos tan
dispares se generara una acalorada discusión en la que se
sucedieran las réplicas y contrarréplicas. Pero el libro nos
depara también otro tipo de sorpresas. En efecto:
4.
¿También la ética? Junto a los temas estrictamente
científicos y pseudocientíficos también los hay de carácter
ético, algunos explícitamente críticos con el propio
gobierno cubano y que son aplicables al resto del mundo
(«Esta discusión es primero ética que científica», Ernesto
Estévez Rams, pp. 117-119):
¿Por qué se exige, con razón, que una vacuna contra
el cáncer, desarrollada en el Centro de Inmunología
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Molecular (CIM) deba pasar años de experimentación,
pruebas y estudios; mientras las (seudo)terapias y
medicinas naturales, alternativas o tradicionales llegan tan
fácilmente a la práctica médica aceptada en policlínicos
y hospitales? ¿Qué magia opera para que se acepte que
lo mal llamado natural o tradicional logre pasaporte de
identidad tan fácilmente? […]
Cada persona tiene el derecho a creer en lo que quiera…
Pero nadie tiene derecho a convertir su creencia en una
práctica pseudomédica sobre otras y, mucho menos, a
que se acepte oficial u oficiosamente. Por desgracia, la
práctica de la mal llamada medicina natural y tradicional
en nuestro país está permeada por esa falta de ética de
fondo. […]
No hay nada que justifique el énfasis especial que
los Lineamientos de la Política Económica y Social
del Partido y la Revolución dan a la medicina natural y
tradicional sobre otras investigaciones y prácticas médicas
mucho más efectivas y validadas.
5.
Y, por supuesto, la ideología no podía faltar. Como
era de esperar, tratándose de Cuba, también hay temas de
carácter netamente ideológico.
La filosofía de la ciencia oficial sigue siendo la del
materialismo dialéctico. El propio Bergado (en su artículo
«Respuesta en mi menor», p. 68) lo reconoce y defiende:
“La invalidez de ese postulado [según el cual la ciencia
surge con el positivismo filosófico] fue brillantemente
probada por Lenin en Materialismo y empiriocriticismo,
lo cual no significa renunciar al método científico como
camino para aproximarse al conocimiento de la naturaleza
ni al principio marxista de la práctica como criterio
de verdad. La filosofía de la ciencia (y la mía) es el
materialismo dialéctico (p. 68)”.
Aunque pueda parecer extraño, su contrincante, Felipe
Abreu (p. 32), también profesa, frente al malévolo
positivismo, el pensamiento dialéctico, y para justificarlo,
en este caso prefiere citar a Engels:
“Y, en efecto, no hay otra salida ni más posibilidad de
llegar a ver claro en estos campos [de las ciencia naturales]
que retornar, bajo una u otra forma, del pensamiento
metafísico [simplificado, estático, fragmentado] al pensar
dialéctico [complejo, reflejo y sistemático]”.
¿Qué decir de ambas opiniones? Al menos hay que
dejar bien claro que, en contra de lo que afirman Bergado
y Abreu, no hay que ser positivista para denunciar
la falsedad de la dialéctica y su pretensión de ser la
filosofía de la ciencia. Mario Bunge (poco sospechoso de
positivismo, idealismo y conservadurismo), en sus charlas
dadas en Beijing, en pleno corazón de la China comunista,
hizo unas reflexiones perfectamente aplicables a Cuba
(«Informe sobre Beijing», de Mario Bunge, Noticias
Editorial Laetoli, Pamplona, 27-10-2011):
El núcleo de su filosofía, la dialéctica, es falso en el
mejor de los casos y en el peor es confuso, y por tanto
incapaz de ser debatido racionalmente…
De aquí mi exhortación: descarten a Hegel y su dialéctica,
y pongan al día el materialismo y el realismo con ayuda de
la lógica y de las ciencias, tanto naturales como sociales.
Admitan que estas ciencias se han desarrollado fuera de
cajón marxista y que la mayoría de los filósofos marxistas
han desempeñado un papel reaccionario al rechazar casi
todos los avances científicos de su tiempo. Recuerden que
Engels admiraba a Hegel pero despreciaba a Newton, y que
se ensañó con Eugen Dürhing, un aficionado desconocido,
en lugar de escribir un Anti-Hegel. Avancen a partir de
Marx y Engels: reemplacen el materialismo dialéctico por
el materialismo científico y sistémico.
Curiosamente, la nota editorial de Juventud Técnica (p.
160) es bastante más moderada que muchos de los autores
del libro, puesto que reconoce su parcialidad -y por ello su
arbitrariedad- en esta cuestión (subrayado mío):
Juventud Técnica se adscribe al materialismo
dialéctico; es parcial con la ciencia que la abrumadora
mayoría de la comunidad científica mundial y nacional
reconoce como tal; es parcial con la aplicación del
método científico y está a favor de la medicina fruto de la
evolución de práctica médicas empleadas durante siglos,
que tras la explosión científica en biomedicina liderada
por Pasteur, Jenner, Flemeing, entre otros, han dado como
resultado los modernos procederes médicos, responsables
de la prolongación de la vida media de los seres humanos
desde principios del siglo XX hasta nuestros días. A la
par, apuesta por la crítica no a la medicina natural, sino
a las seudociencias que se disfrazan de medicina natural.
A pesar de esa parcialidad, Juventud Técnica no ha
limitado la publicación de ningún punto de vista opuesto
a su línea editorial.
Un gesto que les honra y que debe ser señalado.
6. La acupuntura… ¡siempre la acupuntura! La
mayoría de los autores del libro (me refiero a los autores
críticos con las pseudomedicinas, no evidentemente a sus
defensores) están de acuerdo en que la homeopatía, las
flores de Bach, la piramidoterapia, el empleo de péndulos
para el diagnóstico y un largo etcétera son, en efecto,
falsas medicinas dignas de rechazarse. Incluso aportan
buenas descripciones y pruebas al respecto. Pero entre
todas hay una excepción: la acupuntura.
Es cierto que los autores mencionados rechazan la
explicación mágico-religiosa tradicional (Tao, Yin-Yang,
Qi, meridianos, etc.), es decir, la acupuntura tradicional.
Pero, y aquí está el problema, existen varios autores
para los cuales la acupuntura también puede explicarse
mediante teorías o mecanismos de acción científicos,
de manera que nos encontramos ante lo que puede
denominarse una “acupuntura científica”. Tenemos,
entonces, dos acupunturas: la tradicional, la basada en las
tradiciones médicas chinas de hace 23 siglos, es decir, la
acupuntura sin apellidos, y la “científica”: la acupuntura
con apellidos (científicos).
El representante de los acupuntores tradicionales
es el Dr. Marcos Díaz Mastellari («Una especialidad
de método, no de campo», pp. 73-78; «Respuesta a los
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comentarios del Dr. Arnaldo González Arias» pp. 79-
81; «Publicaciones en revistas arbitradas de artículos de
medicina alternativa y el método que se utiliza», pp. 121-
131). Su tesis es clara y contundente: medicina tradicional
china (acupuntura) y medicina occidental son sistemas
médicos totalmente diferentes.
Cuando se afirma que un determinado diagnóstico
de la medicina occidental se corresponde con un grupo
de diagnósticos de la medicina china tradicional es un
error, pues entre ellos no existe otro correlato que el
de la probabilidad. Lo probable, como lo improbable,
puede coincidir con lo real, pero no lo es ni se tiene que
corresponder con lo real (p.122). […].
La medicina china tradicional tiene su sistema de
categorías para la clasificación de las modificaciones de
la salud de las personas
Sin embargo, casi al final de su último artículo, leo con
gran pesar que claudica en su recio argumentario y deja
la puerta abierta a una posible verificación científica de la
acupuntura, con lo cual se contradice y cae en la trampa
de los “acupuntores científicos”.
… los presupuestos teóricos tradicionales de la
acupuntura no tienen un fundamento científico, pero
estos pueden tener una expresión práctica atractiva que
justifique su verificación bajo los parámetros actuales de
la ciencia, porque existen hallazgos que lo justifican (p.
128).
Qué desilusión más grande, Dr. Díaz Mastellari, yo que
le creía un acupuntor honrado, de los de toda la vida, qué
digo, de los de todos los siglos, y al final tiene recurrir,
para dar credibilidad a sus fantasías mágico-religiosas, a
la reduccionista, positivista y burguesa ciencia empírica.
Ciertamente, Dr. Díaz Mastellari, la ciencia tiene todos
esos defectos y mucho más, no hay que sacralizarla, pero
es la única esperanza o, parafraseando a Carl Sagan, la
única luz que nos puede iluminar en el progreso y la
convivencia. Lo demás son fantasías peligrosas, patrañas
revestidas de lenguaje grandilocuente e incluso científico,
que es lo que hacen los “acupuntores científicos”.
Veámoslo.
La “acupuntura científica”, como su nombre indica, es
la acupuntura comprobada y explicada por leyes y teorías
científicas. En el libro que comentamos, el representante
y defensor de esta modalidad de timo pseudomédico
es el profesor Luis Carlos Silva («Algunas enseñanzas
del presente debate», pp. 181-184). En un artículo de
recensión como el presente carezco del espacio necesario
para desmontar semejante timo. Me conformaré con dos
comentarios que guardan relación con el contenido del
libro (quien desee más información puede acudir a mi
libro La acupuntura ¡vaya timo!, Laetoli, 2012).
A poco que examinemos el término “acupuntura
científica” veremos que es contradictorio, como sucede
con el término “círculo cuadrado”. En efecto, si es
“acupuntura” es pseudocientífica (puesto que es explicada
por los principios y teorías de la medicina tradicional
china) y si es “científica” (es decir, explicada por teorías
neurofisiológicas o bioquímicas) no es acupuntura, puesto
que eso ya existe como terapia científica: punción contra-
irritativa o distractora, punción seca en los puntos gatillo
miofasciales y las múltiples técnicas de estimulación
eléctrica nerviosa segmentaria. Dicho de otro modo, si lo
que se pretende es estudiar el efecto neurofisiológico y
bioquímico de un pinchazo o de una corriente eléctrica
en la piel, eso ya lo contempla la biomedicina con sus
teorías (puntos gatillo, teoría del «control de puerta»
del dolor, etc.), técnicas (punción seca, PENS, etc.) e
indicaciones terapéuticas precisas (dolores miofaciales,
contracturas musculares, dolor osteo-articular, etc.).
Los neurofisiólogos y los fisioterapeutas se encargan de
todo ello. El término de acupuntura no pinta nada, sólo
confusión y engaño. Que es de lo que se trata.
El profesor Luis Carlos Silva, en su defensa de la
“acupuntura científica” nos depara el siguiente argumento.
Oigámosle:
“Personalmente, he tenido oportunidad de trabajar con
profesionales que exhiben esa vocación verdaderamente
científica. En un esfuerzo investigativo en el que participé,
bajo la dirección de uno de los profesionales más
destacados en la materia en España -estudio aparecido
luego en una revista de renombre dentro del campo de
las llamadas medicinas alternativas y del que fui coautor
(Vas, Perea Méndez y Silva, 2006)- tuve la satisfacción
de interactuar con ellos y aprender de un profesional de
este último tipo. No es un investigador aislado, una rara
avis; baste decir que entre 2003 y 2010, solo en la revista
a la que he aludido, se han publicado 938 artículos sobre
acupuntura”.
Así, pues, según el profesor Silva, el ejemplo perfecto de
“acupuntor científico” viene personificado por el Dr. Jorge
Vas y sus colaboradores, con los que ha participado en
sus aquelarres de magia china disfrazados con estadística.
¿Exagero? De ninguna de las maneras. Veámoslo.
En un próximo número de El Escéptico analizaré un
famoso “mega-metaanálisis” llevado a cabo por un no
menos famoso médico alternativo, el Dr. A. J. Vickers,
reconvertido, para la ocasión, en investigador metodólogo
de epidemiología y bioestadística. Pues bien, Vickers y
sus colaboradores, al examinar la calidad de los diferentes
estudios para realizar su metaanálisis, admiten perplejos
que hay dos que son totalmente atípicos, ya que los tamaños
de los efectos para el dolor de cuello son ¡cinco veces
mayor que la media! ¿Y sabe, profesor Silva, quiénes son
los autores de semejante exageración? ¡Oh, casualidad!,
el Dr. Jorge Vas y sus colaboradores. Por lo tanto, no soy
yo quien denuncia las exageraciones de esta rara avis de
la profesionalidad científica, sino los propios acupuntores.
Y no está de más recordar que el citado Jorge Vas es el
responsable de la unidad de dolor del Centro de Salud
sevillano de Dos Hermanas (perteneciente al Sistema de
Salud Andaluz) en donde se practica toda suerte de magia
china: electroacupunura, moxibustión (con resultados
que hacen la competencia a los mismísimos chinos),
aplicación de ventosas y reflexoterapia auricular, y todo
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con cargo al erario público.
Finalmente, argüir como prueba de cientificidad la
publicación de 938 estudios en una revista dedicada a
las medicinas alternativas (BMC Complementary and
Alternative Medicine) no es de recibo, sobre todo si son
como los de Vas y colaboradores.
Evidentemente, no es éste el lugar para analizar esos
938 estudios. Pero conviene que el lector sepa que la
mayor parte de los ensayos clínicos sobre acupuntura o
son negativos o no cumplen los protocolos de un ensayo
clínico riguroso. En el libro que estamos comentando, el
Dr. Emilio Carpio Muñoz («De la acupuntura a la ciencia
moderna. Réplica al artículo de Dr. Rigoberto Hermida»,
pp. 163-169, que es el mejor artículo del libro sobre
acupuntura), resume certeramente la cuestión:
“La Biblioteca Cochrane contiene numerosas revisiones
sistemáticas sobre el efecto de la acupuntura para
diferentes dolencias. Las conclusiones de muchas de
ellas, sin mencionar los matices, son las mismas de hace
años: los efectos encontrados, cuando tienen significación
estadística, son tan pequeños que carecen de relevancia
clínica, y es muy difícil descartar que se deban a un
efecto placebo. La mayoría de los estudios tiene poca
calidad metodológica y, en resumen, no hay evidencias
sólidas que indiquen que la acupuntura tenga un efecto
diferente al placebo para ninguna dolencia. Permítaseme
citar textualmente, porque la considero un buen ejemplo
de lo que se puede encontrar en este tema, la conclusión
de una de estas recientes revisiones sistemáticas sobre la
acupuntura (Bausell, 2007): «Los ensayos controlados
muestran beneficios estadísticamente significativos, sin
embargo, estos beneficios son pequeños, no cumplen con el
umbral predefinido para que se consideren con relevancia
clínica, y es muy posible que sean debidos, al menos
parcialmente, al efecto placebo producto del incompleto
enmascaramiento. Los ensayos clínicos de lista de espera
de acupuntura para la osteoartritis sugieren beneficios con
significación estadística y relevancia clínica, muchos de
los cuales pueden deberse a la expectación o al efecto
placebo»”.
Quien desee más detalles para mostrar la ineficacia de la
acupuntura puede consultar mi libro La acupuntura ¡vaya
timo!, Laetoli, 2012, en donde se hace un recorrido por los
estudios más importantes.
Conclusión
Es evidente que, por la variedad de temas, rigor
expositivo, lenguaje claro, implicaciones ideológicas y
pasión en las respuestas, nos encontramos ante un libro
fascinante, tan fascinante que sin querer me he envuelto
en su polémica. Estoy seguro de que a sus futuros lectores
les pasará igual y, además, aprenderán.
Víctor Javier Sanz Larínaga