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undo escéptico
K
endrick Frazier, editor del Skeptical Inquirer
, co-
menta en un interesante artículo que Paul Kurtz,
fundador y ex-presidente del Committee for Skep-
tical Inquiry (recientemente fallecido a la edad de 86 años)
estaba convencido en sus últimos años de que el interés en
lo paranormal
estaba decreciendo; que ahora no era como
en los inicios de su particular batalla contra la pseudocien-
cia, allá por los años 70 del siglo pasado, en los que abun-
daban las referencias sobrenaturales a la astrológica era de
Acuario, a las carambolas planetarias de Velikovski, a los
astronautas pretéritos de Von Däniken, a los biorritmos ba-
sados en las fechas de nacimiento, al poder de las pirámi-
des, al triángulo de las Bermudas, a Uri Geller y a tantas
y tantas barbaridades paranormales. Por aquella época, de-
cía Kurtz, existía una fascinación pública colectiva por las
pseudociencias, irresponsablemente promovida y alentada
por los medios de comunicación.
Kurtz, sigue diciendo Frazier, sostenía que gracias a la
labor de los científicos que batallaban en dos frentes, por
un lado investigando los supuestos misterios y explicando
muchos de ellos, y por otro explicando a la sociedad cómo
funciona la ciencia, había calado el pensamiento crítico en
una buena parte de la población.
Sin embargo, para Frazier lo que había pasado es que lo
que había decrecido era el interés del propio Kurtz por lo
paranormal y las pseudociencias, y había puesto todo su
empeño en promover una profunda visión de un humanis-
mo secular sustentado por los hallazgos científicos.
Además, prosigue Frazier, la información ya no llega a
todo el mundo por igual a través de los medios tradicionales
de comunicación (un puñado de cadenas de TV o la prensa)
como pasaba antes, sino que con la llegada de Internet y
centenares de canales de TV por cable o satélite, hay que
ir a buscarla: los medios se han especializado y uno debe
suscribirse a los medios que proporcionen la información
que se desea recibir. Por eso, para quien no esté interesado
activamente en estos contenidos, pudiera parecerle que no
existen, puesto que le resultan invisibles.
No, el interés por lo paranormal no ha disminuido; de
hecho, se ha fragmentado y se ha multiplicado geométrica-
mente, apostilla Frazier.
Yo, por mi parte, creo que ambos tienen su parte de ra-
zón, por los siguientes hechos:
- Nunca ha habido una mayor implicación de la cien-
cia por divulgar su método en la sociedad. Un día leí
que actualmente hay más científicos en activo que en toda
la historia de la humanidad juntos. O quizá eso sucedió
hace 20 años. O quizá no es cierto. No lo sé. El caso es
que lo que sí es seguro es que nunca antes ha habido un
período con más científicos que actualmente, ni con más
publicaciones científicas o divulgativas. Mucha ciencia, en
distintos niveles, llega a la sociedad; y esto es debido a que,
por una parte, los científicos se deben en gran medida a la
sociedad que subvencionó sus estudios o directamente su
investigación. Por otra, más prosaica, a que muchos cien-
tíficos entienden que deben hacer ver a la sociedad la im-
portancia de la ciencia para que sigan votando políticas que
favorezcan la investigación. Por último, también influye la
presión por la publicación debida a la enorme competencia
existente entre instituciones científicas.
-
Nunca ha habido una población tan bien informada
con posibilidad de elegir. Nunca antes ha habido tantos
medios de comunicación disponibles para poder informar-
se. De hecho, hasta el exceso de información en los países
desarrollados (“infoxicación”) puede llegar a constituir un
problema, pero sin duda muy inferior al que genera su ca-
rencia. En estos países, cualquier ciudadano, independien-
temente de su nivel de estudios o renta, tiene a su alcance
¿Cómo evoluciona
el interés en lo
paranormal
?
Sergio López Borgoñoz
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prácticamente toda la información disponible sobre cual-
quier tema con un mínimo o nulo esfuerzo por su parte. Lo
que después haga, si acaso, con la información adquirida
ya será cosa suya, pero en cualquier caso se tiene la opor-
tunidad de fundamentar opiniones con el nivel de rigor que
se escoja.
-
Nunca ha habido tantos grupos organizados para
combatir la charlatanería y promover el pensamiento
crítico. Y eso, desde ARP-SAPC y otras entidades escépti-
cas, científicas y laicas, lo sabemos bien. Las acciones que
se están llevando a cabo para promover el método cientí-
fico como único válido para adquirir conocimiento y para
difundir el espíritu crítico, a la vez que denunciando acti-
vamente las intromisiones de las pseudociencias y supersti-
ciones en la vida pública y en las instituciones académicas,
van creciendo en número, calidad y eficacia.
Sin embargo, por otra parte, creo que también es cierto
que:
- El interés de los escépticos por algunos temas para-
normales decrece. Sólo hay que mirar diferentes revistas
publicadas a lo largo del tiempo por nuestra asociación para
darnos cuenta de que el enfoque ha cambiado. Ya apenas
se habla de ovnis, chupacabras, astrología.... Suponemos
(supongo) que debe de existir aún una gran comunidad ávi-
da de contenidos similares, y seguro que los encuentran en
canales especializados, revistas o vete a saber dónde. Pero
nosotros ya no nos enteramos. Apenas sale en canales gene-
ralistas o prensa de divulgación, que es la que suelo mirar.
Hemos perdido interés en esos temas, y podríamos llegar a
pensar que la sociedad también. Pero simplemente quizá es
que no lo sabemos.
- La charlatanería también ha sofisticado su discur-
so . El barniz pseudocientífico con el que se suele recubrir
el discurso esotérico camufla muchas de las insensateces
ilógicas y ofrecen una falsa apariencia de rigor. Venden
homeopatía en farmacias, así como pulseras bioenergéti-
cas. En la universidad se imparten a menudo contenidos
pseudocientíficos; los antivacunas ofrecen datos (falsos,
pero datos al fin y al cabo) que confunden a un público
bienintencionado, y la utilización de términos robados a
la ciencia como “cuántico” o “relativista” ya parece haber
abierto la veda de cualquier contenido aberrante. Además,
los cuantiosos beneficios económicos que reportan algunas
ramas de la pseudociencia han instituido un floreciente ne-
gocio que ha convencido a millones de nuevos adeptos.
Y, como siempre, luego está la religión, que no puede
quedar al margen de creencias irracionales. La lógica de un
cristiano (o un musulmán o budista) es equiparable a la de
alguien que pueda creer que nos gobiernan los reptilianos
o que los canales de los chakras se pueden manipular para
que la energía fluya más feliz por nuestro cuerpo.
La cuestión es que no se sabe (quizá sí se sepa, pero en
cualquier caso yo no) si el interés global por lo sobrenatural
decrece o aumenta. Pero esto no debe desanimarnos. De-
bemos seguir trabajando, puesto que de lo que sí podemos
estar seguros es de que nuestra contribución ayuda a ralen-
tizar el avance de las pseudociencias o, en el mejor de los
casos, a acelerar su derrota final.