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l atractivo de las leyendas sobre casas encantadas y
fantasmas es innegable. Y La Laguna, con sus his-
tóricos y antiguos inmuebles, cuenta con algunas de
ellas. Quizás la más famosa sea la del fantasma de Catalina
en la Casa Lercaro, (actual sede del Museo de Historia y
Antropología de Tenerife (MHAT)), una joven que según la
leyenda hace unos siglos se quitó la vida en su noche de
bodas al intentar ser casada contra su voluntad. Dicen que se
lanzó desde una ventana a un pozo situado en el típico patio
de casa lagunera del palacio. Desde hace años, se cuentan
anécdotas sobre el fantasma de Catalina y toda una serie de
poltergeist asociados con ella: ruidos inexplicables, cambios
bruscos de temperatura, luces que se encienden, sonidos
de pasos, puertas que se abren solas, guardas de seguridad
que renuncian a sus puestos de trabajo, alteraciones elec-
tromagnéticas (sea eso lo que sea), voces, sensaciones de
frío, etc. Como es lógico, estas supuestas experiencias y le-
yendas han sido aireadas y publicitadas por los periodistas
e “investigadores” del misterio, creyentes o crédulos y tan-
to locales como nacionales, como es el caso del programa
pseudocientífico y acrítico “Cuarto Milenio”. Se cuentan al
público como ciertas y sin un ápice de crítica o duda por
parte de estas personas que se ganan la vida divulgando mis-
terios inexistentes. Todo ello a pesar de que existen dudas
serias sobre la existencia real de esta chica, a partir de la
investigación del propio personal del MHAT, o de la más
que probable inexistencia de un pozo donde supuestamente
cayó y que, sin poder demostrarse y haciendo alarde de una
cara dura considerable, fue detectado por una supuesta mé-
dium inglesa, una tal Angie Freeland y por un grupo con el
rimbombante nombre de Tenerife Paranormal Society el año
pasado, según noticia aparecida en los medios locales.
Lo cierto es que con algunos amigos escépticos hacía años
que barajábamos la idea de pasar unas horas nocturnas en
Lercaro, sobre todo porque la diversión y el buen rato (o qui-
zás el terror profundo y el miedo en estado puro) estaban ase-
gurados. Así que a principios de 2012 me decidí y presenté
la solicitud formal al MHAT para una estancia-investigación
en la Casa Lercaro. Con el fin de comprobar la existencia de
todo este elenco de fenómenos al parecer inexplicables, y
sobre todo analizar si los mismos, en el caso de experimen-
tarse, tienen una explicación física, naturalista y “terrenal”,
un equipo formado por cinco profesores e investigadores
de varias facultades de la Universidad de La Laguna y del
Instituto de Astrofísica de Canarias, casi todos miembros de
ARP-SAPC, podíamos pasar parte de la noche en las depen-
dencias del Palacio Lercaro una vez que tuvimos el permiso.
Tras una reunión preparatoria celebrada unos días antes, en
el lugar adecuado, es decir la Tasca el Tonique, acompaña-
dos por buenas tapas y vino como no podía ser de otra forma,
allí estábamos el día L un equipo multidisciplinar formado
por un astrofísico, un jurista, un biólogo, un filósofo y un
psicólogo, en una fría y tenebrosa noche lagunera. De nue-
vo, unas horas antes, y fieles a la tradición, preparamos todo
el material en el Bodegón Viana. Tras consultar la abundante
bibliografía sobre Lercaro y sobre investigaciones en casas
embrujadas aportadas por Ricardo Campo, nuestro miedo
volvió a presentarse al darnos cuenta de un hecho nefasto:
justo a las 12 de la noche…¡sería viernes 13! Uf, un mal au-
gurio…Venciendo el pánico, con “el corazón encogido y el
pulso tembloroso” (frase de la película “los 300”), nos diri-
gimos por las frías calles hacia nuestro objetivo. Por supues-
to, íbamos pertrechados con todo el equipo propio de unos
ghostbusters profesionales (grabadoras y cámaras digitales,
linternas, termómetros, etc.). No pudimos llevar el “ecto-
plasmógrafo digital” ni “el oscilómetro electromagnético”,
ni siquiera la mochila de sulfatar típica de los ghostbusters,
porque César Esteban, el físico del equipo, se los dejó en el
coche con los nervios. A destacar también las botas de tacón
que nuestro profesor de derecho, Luis Capote, llevaba calza-
das, las más adecuadas para los suelos de madera de la casa
y para la generación de poltergeist.
Durante más de tres horas, se obtuvieron numerosas foto-
grafías de las estancias del palacio, analizamos los posibles
Sin noticias del espectro de Catalina:
una investigación cazafantasmas
en La Laguna
Carlos J. Álvarez y César Esteban
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ruidos anómalos percibidos, se registraron posibles cambios
de temperatura de forma continua y estancia por estancia
(ahí estaba César termometro en mano), e incluso dejamos
grabadoras en varias habitaciones de la casa durante perio-
dos de tiempo largos con el fin de captar posibles “psico-
fonías”, esos sonidos supuestamente atribuidos por los de-
fensores de lo oculto a entes sobrenaturales. Se analizaron
pormenorizadamente todas las estancias de la casa, particu-
larmente la cocina, lugar “encantado” por antonomasia; se
permaneció en silencio y atentos durante intervalos largos
de tiempo; además, se visitaron concienzudamente los sub-
terráneos y el jardín, donde supuestamente está el famoso
pozo y que al parecer, sólo es una loza traída de otro lugar y
sin pozo debajo.
Hubo dos momentos que considero de los más freak. Uno
de ellos es cuando pedimos al guardia que apagara todas las
luces del museo e hicimos un recorrido sólo con linternas.
Ya sabemos que los fantasmas tienen querencia por la oscu-
ridad. Ni siquiera así vimos pudimos percibir nada anómalo,
aunque algún sustito nos llevamos. El otro momento estelar
fue cuando nos sentamos durante un buen rato en absoluto
silencio solo a escuchar, a percibir…Imagine el lector de El
Escéptico la situación, todos mirándonos y sin hacer nada.
La risa (nerviosa, claro) fue difícil de reprimir. Pero el mo-
mento estelar fue cuando uno de nosotros, con voz profunda
y sin esperarlo, dijo: “Catalina, manifiéstate”. De un enorme
susto pasamos a un ataque de risa de los más geniales que
recuerdo.
La conclusión de todo este buen rato fue contundente:
sin rastro del fantasma de Catalina. Tampoco registramos
ningún fenómeno que no pudiera atribuirse fácilmente a
causas naturales. Algunos ejemplos son los siguientes: 1.
Los únicos cambios de temperatura registrados (muy leves)
fueron, como es lógico, en aquellas zonas con corrientes de
aire, como la entrada de la famosa cocina, flanqueada por
dos puertas una enfrente de la otra y que dan al patio y el
pasillo que se encuentra bajo la escalera de ascenso al gra-
nero. Algunos visitantes dicen haber experimentado “sensa-
ción de frío” en dichos lugares, aunque más que un descenso
de temperatura real, lo que se produce es una sensación de
enfriamiento localizado debido a la acción de las corrientes
de aire, muy húmedas generalmente en La Laguna 2. En la
segunda planta se encuentran numerosas vitrinas del museo,
con estructuras frágiles y cristales que vibran, sobre viejas
vigas de madera que conforman el suelo y que se mueven
a la menor presión. El conjunto hace que los pasos de una
persona o cualquier movimiento sean transmitidos a varios
metros de distancia, produciendo un fenómeno curioso,
como si alguien estuviera caminando lejos de donde nos en-
contramos. Esto lo comprobamos repetidamente. 3. Los es-
tores, debido al viento que se cuela por las rendijas, golpean
con las paredes, produciendo ruidos lógicos. 4. Las vitrinas,
próximas entre sí y con distintas orientaciones relativas, pro-
ducen reflejos multiplicados de objetos y luces (que pueden
estar situados incluso fuera de la sala, pues varias habita-
ciones tienen ventanas abiertas a otras salas o pasillos) que
pueden llevar a falsas percepciones de presencias o movi-
mientos, sobre todo cuando son observadas indirectamente
por el rabillo del ojo. 5. Tanto las voces que fueron grabadas
como las percibidas por nosotros fueron las lógicas de per-
sonas que pasaban por las dos calles a las que da la casa. Los
sonidos externos se perciben curiosamente intensos en el in-
terior del museo debido a que las ventanas del inmueble no
están en absoluto insonorizadas, la mayor parte de los suelos
de la primera planta son de madera e incluso varios accesos
a los patios no tienen puertas. 5. Todos los sonidos grabados
y percibidos correspondieron a los esperables en cualquier
casa antigua como el crujir de las maderas, el viento colán-
dose por rendijas o sonidos de la calle. 6. Tampoco se en-
contró ninguna presencia fantasmal o extraña en las más de
150 fotos que hicimos. 7. La teleplastia tipo cara de Bélmez
que un periodista local del misterio encontró en la cocina
era francamente mala como pareidolia (ver más abajo): las
tengo mejores en los azulejos de mi baño.
En resumen, no pudimos registrar ni el más mínimo fenó-
meno anómalo. Y sí que encontramos explicaciones físicas
y naturales a muchas de las experiencias y fenómenos na-
rrados por visitantes y supuestos investigadores crédulos de
lo oculto. Pero quizás lo más interesante de nuestra estancia
en Lercaro, y en el caso de Carlos Álvarez, como psicólogo
y neurocientífico, es lo que nos dicen dichas experiencias
sobre cómo funciona el cerebro humano. Un ejemplo claro
No pudimos llevar el “ecto-
plasmógrafo digital” ni “el os-
cilómetro electromagnético”,
ni siquiera la mochila de sulfa-
tar típica de los
ghostbusters,
que nos dejamos en el coche
con los nervios.
El equipo “cazafantasmas” casi al completo en un rincón de la Casa Lercaro.
De izquierda a derecha: Luis Capote, César Esteban, Ricardo Campo y Car-
los Álvarez. Catalina declinó salir en la foto.
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es el siguiente: debido a que se produjo un cambio en el ser-
vicio, tuvimos la oportunidad de conversar durante nuestra
estancia con dos guardias de seguridad, uno de ellos llevaba
varios años trabajando en el palacio y en horario nocturno
en muchísimas ocasiones mientras que el otro sólo llevaba
unos pocos meses. Preguntados sobre sus experiencias allí,
el primero afirmó tajantemente que no había experimentado
nada extraño, y que todos los fenómenos se debían al crujir
de las maderas y a otras explicaciones como las encontradas
con nosotros. Además nos confirmó que no creía en historias
de fantasmas. Sin embargo, el otro guarda, el que llevaba
menos tiempo en el museo, sí daba crédito a las narraciones
paranormales, decía que “algo había” y que notaba malas
sensaciones al entrar al palacio e incluso llegó a escuchar
voces en la planta alta en una ocasión cuando el museo ya
se encontraba cerrado. Lo que ilustran las vivencias y ex-
plicaciones de estos dos guardias en la misma casa es una
propiedad de nuestro cerebro, y que se conoce en Psicología
como profecía autocumplida o sesgo confirmatorio: nues-
tras creencias y expectativas pueden llevarnos a ver, oír o
sentir aquello en lo que creemos o esperamos. Tendemos a
buscar (y encontrar) explicaciones que cuadran con nuestras
creencias y desechar aquellas que no. Y esto ocurre sobre
todo ante estímulos físicos o ambiguos. Nuestro cerebro, en
virtud de la evolución biológica del mismo, y porque ha sido
adaptativo para nuestra supervivencia, se empeña en dar ex-
plicación incluso a lo que no la tiene. Es lo que se denomina
pareidolia en Psicología de la Percepción, y ocurre cuando
vemos caras o formas con significado en nubes, en monta-
ñas, en piedras o en azulejos. Estos dos fenómenos cientí-
ficos, pareidolia y sesgo confirmatorio, consideramos que
explican las supuestas vivencias sobrenaturales de la Casa
Lercaro, de otras casas encantadas así como de otras muchas
experiencias de tipo paranormal.
Las leyendas y cuentos sobre fantasmas y entes sobrena-
turales tienen mucho atractivo. Son interesantes desde una
perspectiva antropológica o etnológica. Y nos parece legíti-
mo que sean explotadas como atractivo turístico o histórico.
Pero una cosa es eso y otra bien distinta es lo que hacen “in-
vestigadores” irresponsables y crédulos, sin ninguna forma-
ción científica, o los periodistas que viven de vender miste-
rios y ocultismo: hacer creer que dichos cuentos son reales.
Esto sí que nos parece preocupante, porque conlleva un fo-
mento de la irracionalidad, de la superstición, de la creduli-
dad y del oscurantismo en detrimento del espíritu crítico y el
escepticismo, propios de la Ciencia. Y esta preocupación fue
la que nos llevó a vivir esta experiencia en Lercaro, siempre
con la mente abierta y alertas y proclives a encontrar alguna
evidencia, por mínima que fuera, de actividad paranormal.
El resultado no pudo ser más contundente al no encontrar
ninguna evidencia de anomalías.
Por último, destacar el impacto en los medios locales de
la nota de prensa enviada a través del Gabinete de Comuni-
cación de la ULL, que fue publicada en varios periódicos de
Tenerife, entrevistas en la radio, así como un artículo más
largo que escribimos para otro periódico local, con conte-
nido similar al de este artículo pero mucho más resumido,
centrándonos en resultados y conclusiones. Y para terminar,
solo nos resta destacar la amabilidad y el trato de la direc-
ción del museo, de sus trabajadores y administración así
como de los guardias de seguridad, quienes hicieron posible
este trabajo de campo. Gracias a todos.
El momento estelar fue cuan-
do uno de nosotros, con voz
profunda y sin esperarlo, dijo:
“Catalina, manifiéstate”. De
un enorme susto pasamos a un
ataque de risa de los más ge-
niales que recuerdo.
A la izquierda: Carlos Álvarez en plena faena; en el centro: César Esteban comprobando si se había colado algún ectoplasma en la última fotografía; a la
derecha: continuando la búsqueda.