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undo escéptico
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uando alguien se declara científico, está admitien-
do que la ciencia, es decir, todo el conocimiento
aprehendido mediante la utilización del método
científico, le proporciona un marco general donde va aco-
modando todos los inputs que recibe a lo largo de su vida.
Tanto lo que aprende como las diferentes experiencias que
acumula, van conformando este marco y su contenido.
Cuando uno asume que la realidad se rige por unas leyes
determinadas que a su vez se engloban en grandes teorías
que la humanidad ha contrastado y validado en multitud
de ocasiones, ajusta cada nuevo input en este marco en
algún lugar determinado, quizá otorgándole una serie de
“palabras clave” para buscarlo posteriormente como si
fuera una ingente base de datos; de esta manera, el marco
se amplía o se cimienta un conocimiento anterior.
Cuando algún input, sin embargo, no concuerda con las
bases que rigen el marco conceptual, uno no desmonta
todo el armazón para tratar de reajustarlo a la nueva en-
trada, sino que, utilizando el pensamiento crítico, o bien
supone que esta entrada es falsa o, si procede de una fuen-
te fiable de la que se supone que ha utilizado el método
científico para su formulación, lo sitúa en algún apartado
denominado “Conocimiento dudoso. No encaja como es
debido. Verificar posteriormente”.
Cuando ya son muchos inputs los que no logran ser aco-
modados en el andamiaje del marco, y el consenso cientí-
fico así lo corrobora, se reestructura una parte del marco
con una nueva teoría que dé cabida a estos inputs y a los
anteriores de una manera coherente.
Y así avanza el conocimiento científico, creando nuevas
teorías que permitan validar las nuevas observaciones y
experimentos que se realizan.
Por ello, sorprende (cuanto menos) el saber que existen:
a) científicos creyentes que abogan por los “magisterios
separados” como una manera de compatibilizar la ciencia
y la religión sin interferencias de una en la otra.
b) científicos que utilizan o abogan por técnicas o tera-
pias pseudocientíficas.
¿Cómo diantres se las ingeniarán para incluir en su
marco conceptual la existencia de seres sobrenaturales y
milagros y al mismo tiempo considerar que la realidad se
comporta de manera fiel a unos principios cognoscibles?
El New Zealand Skeptic
(nº 101), en un artículo de
Michael Edmonds que precisamente lleva por nombre
“La química: ¿un antídoto para la pseudociencia?” trata
precisamente de la segunda categoría presentada. Prime-
ro enuncia y describe brevemente las bases conceptuales
que sustentan todo lo que conocemos en este ámbito y
que cualquier químico debería tomar como el ABC de esta
ciencia:
1. La materia está formada por átomos
2. Los diferentes elementos solo se diferencian por el
número de protones que contienen sus átomos
3. Los átomos son muy, muy pequeños
4. La materia no se crea ni se destruye. Solo se reordena
5. Los átomos se combinan para formar moléculas
6. La forma de una molécula afecta a sus propiedades
7. La materia se mueve
8. La Tierra es, prácticamente, un sistema cerrado en
términos de masa
9. La materia se recicla constantemente
10. Los compuestos químicos pueden almacenar y liberar
energía
11. Los sistemas tienden al equilibrio
El autor se confiesa muy intrigado sobre cómo es posible
que a pesar del conocimiento que deben tener los químicos
sobre estos temas, existan científicos que han abrazado
el pensamiento pseudocientífico, y presenta unos cuantos:
• David Rasnick, químico de formación, que tras traba-
jar 20 años en química médica, se convirtió en un ne-
¿Es la ciencia un antídoto
contra el
pensamiento mágico
?
Sergio López Borgoñoz
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gacionista del SIDA y ferviente defensor de “terapias
vitamínicas”
• Kary Mullis, bioquímico galardonado con un premio
Nobel, que también se hizo negacionista del SIDA,
creyente en la astrología y que afirma haberse topado
con un extraterrestre disfrazado de mapache fluores-
cente. (Tal cual)
• Lionel Mulgrom, químico investigador durante 30
años, es ahora un prominente homeópata. Supongo
que, al igual que al autor, esta intriga la compartimos
muchos de los asociados a ARP SAPC, y entendemos
que la respuesta no puede ser tan simple como “falta
de escrúpulos para ganar dinero” aunque nadie duda
de que esa sea la causa en algunos casos. El autor, sin
embargo, se atreve a proponer otras, entre las que des-
taco las siguientes:
• Frustración con la ciencia y su lento avance (seduc-
ción por algo ya construido, y no por construir).
• Sesgos externos (religión o creencias morales: muchos
negacionistas del SIDA son claramente homófobos)
• No entender en su plenitud el método científico (no se
enseña suficiente en las carreras científicas)
• Necesidad de atención y notoriedad
• Motivos financieros
No sé si el lector estará de acuerdo conmigo, pero creo
que el autor es muy generoso; de todos los motivos po-
sibles que enuncia, el último (que concuerda con nuestra
primera sospecha), es el que se me antoja más plausible y
el primordial. A pesar de todo.
“La magia es sólo aquello que la ciencia no ha hecho aburrido todavía”
(foto: Jo Carter, www.flickr.com/photos/angelsk/