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A

quella  soleada  tarde,  Baltasar-Joao  Marques  da 

Oliveira se hizo a la mar desde el puerto de Vi-

lla das Roucas en su pequeña barca de remos para 

disfrutar de unas relajadas horas de tranquilidad en medio 

del ajetreo del verano brasileño. “El día era tan agradable 

y la mar tan apacible que me quedé dormido al poco rato”, 

nos cuenta. “Ignoro cuántas horas permanecí a la deriva en 

mi barquita pero, al despertar, me vi envuelto por la negra 

noche y sacudido por olas encrespadas como una cáscara 

de nuez. Rápidamente busqué una brújula en el botiquín de 

urgencia, pero confieso que, debido a la angustia del mo-

mento, olvidé cuál de las tres agujas (la pequeña y gorda, 

la larga y estrecha o la delgada que se movía rápidamente) 

era la que indicaba el norte. Comencé a remar en una direc-

ción que supuse correcta pero, al cabo de varias horas, me 

di cuenta de que estaba remando en círculos. Fue en aquel 

momento cuando apareció la nave extraterrestre y me ilu-

minó súbitamente. ‘¡Socorro!’ -grité- y volví a ser ilumina-

do. ‘¿Debo seguiros?’, pregunté, y la luz me contestó afir-

mativamente. ‘¿Sois extraterrestres?’, un sobrio fogonazo 

confirmó mis sospechas. ‘¿Es verdad que la única supera-

ción verdadera del dualismo pasa por una fenomenología 

materialista que niegue el positivismo lógico y su prejuicio 

realista asociado?’, pregunté, y los extraterrestres me con-

testaron antes siquiera de que terminase de hacer la pregun-

ta. Así pues, remé con todas mis fuerzas hacia aquella nave 

y comprobé cómo, milagrosamente, iba sorteando todos los 

escollos de la accidentada costa nortebrasileña. Amanecía 

tímidamente cuando en el horizonte apareció una playa. La 

emoción y el cansancio me hizo de nuevo perder el sentido. 

Desperté tumbado sobre la arena, reanimado por un hom-

bre que me ayudó a incorporarme. Le conté toda mi histo-

ria, pero se mostró incrédulo. ‘Es extraño’, me contestó, 

‘yo he pasado toda la noche en vela en el faro de ahí arriba 

y no he visto nada de lo que usted me cuenta’. No fue el 

único que se mostró escéptico ante mi historia, pero yo juro 

que es cierta, como lo prueba el hecho de que nadie haya 

podido demostrar que sea falsa”.

Marques da Oliveira es solo una de las muchas personas 

que a lo largo de los últimos años han vivido un Contacto 

Comunicativo Interplanetario (CCI), uno de los campos 

más prometedores de la nueva ufología científica. En efec-

to, libre ya de las limitaciones de otras épocas, la ufología, 

en un afán por el rigor científico y la seriedad metodológi-

ca, ha abierto sus puertas a la influencia de otras ciencias, 

-astrología, quiromancia, qutognosis y pedagogía compa-

rada, fundamentalmente-, reivindicando su carácter univer-

sitario, como de hecho lo posee en el resto de los sistemas 

solares de nuestra galaxia. Hoy en día ya nadie duda de la 

existencia de inteligencias extraterrestres; y, poco a poco, 

van cayendo los tópicos peyorativos interesados en acallar 

este tipo de fenómenos, uno de los cuales, quizás el más 

extendido, dice que los CCI solo tienen lugar con personas 

de baja cultura o dudoso equilibrio psíquico. Sirva este tes-

timonio para desmentir dicho prejuicio:

Aquella soleada tarde, Peter Astha, histórica figura del 

Partido Republicano estadounidense, celebraba una impor-

tante reunión de trabajo con el líder de las juventudes de 

dicho partido, Jimmy Both, con el fin de aprobar un docu-

mento condenatorio de la “inmoralidad sexual reinante en 

las series de televisión norteamericanas”. A última hora de 

la tarde, celebraron una sencilla rueda de prensa en el des-

pacho de trabajo y, tras posar para los periodistas, les entre-

garon una copia del documento para su difusión pública en 

sus medios privados. “Una vez finalizada la reunión, Both 

y yo nos quedamos solos”, nos cuenta Astha. “Extrañados 

por un misterioso resplandor que parecía provenir del ex-

terior, Both y yo nos asomamos a la ventana. Asombrados, 

comprobamos cómo a menos de 10 metros de nuestra ven-

tana  en  el  piso  245  del  edificio  de  nuestro  partido  flota-

ba una pequeña nave brillante de forma esférica que cada 

vez se acercaba más a nosotros. Todo sucedió muy rápido. 

De pronto, emergió una especie de cañón de la cubierta de 

la nave y nos disparó un extraño rayo que nos hizó salir 

despedidos  contra  el  sofá  del  despacho. Aterrados,  Both 

y yo nos abrazamos justo cuando el rayo iba recorriendo 

nuestros cuerpos y desintegrando nuestras ropas, hasta que 

quedamos tirados en el sofá, abrazados y completamente 

desnudos. Con la misma celeridad con lo que todo empezó, 

la nave recogió su cañón y se perdió en el atardecer a una 

Yo estuve en

Ganímedes

Parodia perpetrada por el colectivo Antonio Rico

15 

años de El Escéptico

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velocidad endiablada. Both y yo permanecimos paralizados 

por el miedo durante unos segundos, al cabo de los cuales 

se abrió la puerta del despacho y apareció Jackie Frasco, 

reportera del Free World Evening News, que había olvidado 

su cámara en la rueda de prensa anterior y venía a recoger-

la. A la mañana siguiente estábamos en la primera página 

de todos los periódicos de la Unión, y el libro de Frasco 

¿Está el islamismo detrás del fenómeno ovni? ha sido un 

gran best seller. Ahora, perdóneme, porque tengo una im-

portante  reunión  con  Both  en  mi  despacho. A  propósito, 

asegúrese de que no se olvida nada, por favor”.

Testimonios irrefutables como los presentados solo admi-

ten como explicación la existencia de naves extraterrestres 

surcando nuestros cielos, naves que, en contra de otro de 

los tópicos frecuentes entre los desconocedores de la ufolo-

gía científica, no aparecen únicamente en descampados so-

litarios sino que, cada vez más frecuentemente, realizan sus 

Contactos Comunicativos Interplanetarios en el centro de 

populosas ciudades. Con el CCI más famoso de los últimos 

años, ocurrido en Madrid, concluimos este breve artículo:

Aquella soleada tarde, Alberto Jiménez Giménez había 

regresado por la mañana de una noche agotadora. Junto a 

los otros cuatro componentes de la Asociación Científica 

para el Contacto con Otras Inteligencias, había pasado la 

noche en blanco escrutando los cielos con el telescopio de la 

Asociación, dado que, tras largos años de costosísimas ope-

raciones matemáticas que relacionaban las fechas de apari-

ción de ovnis en el mundo, habían deducido que era ésa, y 

no otra, la noche en que se produciría la profetizada llega-

da masiva de extraterrestres. Sin embargo, tras comprobar 

que efectivamente la tapa del objetivo del telescopio estaba 

quitada, al amanecer reconoció su fracaso, y emprendió ca-

mino a su casa. “Eran las 10 de la mañana”, nos cuenta, “y 

volvía en coche a mi casa. De pronto, al girar una esquina 

me encontré con una nave aterrizada que despedía un pitido 

rítmico y una potentísima luz roja, tan fuerte que me obligó 

a frenar el coche y taparme los ojos con las manos. Miles de 

pensamientos se agolparon en mi mente, presa del pánico. 

Agachado y retorcido en mi asiento entreabrí ligeramente 

los dedos para ver qué estaba sucediendo y percibí aterrado 

las siluetas de varios humanoides que pasaban por delante 

de mi coche y me miraban. Súbitamente; el insoportable pi-

tido cesó y volví a entreabrir los dedos, comprobando cómo 

los humanoides habían desaparecido al tiempo que la luz 

roja se había convertido en verde. En un arranque de valor, 

puse el coche en marcha y salí disparado de allí. Esa expe-

riencia cambió mi vida. La ACCOI creció como la espuma 

y comenzamos a estar subvencionados por el Ministerio de 

Cultura. Pero, por encima de todo, ahora sé que Ellos están 

entre nosotros”.