background image

el esc

é

ptico

36

primavera-verano 2013

a nivel global, llamado “precio equilibrado o de referen-

cia”, organiza entonces los intercambios, en los cuales cada 

uno aporta lo que ofrece y se lleva lo que demanda a esos 

precios. Así se elimina claramente la posibilidad de inter-

cambios mutuamente ventajosos, y sin coste alguno pues 

la entidad central se ocupa de ello. El colmo es cuando los 

prejuicios triunfan sobre la razón y se presenta este modelo, 

denominado de “concurrencia perfecta”, como el mercado 

ideal. Solo los iniciados que pueden descifrar sus fórmulas 

matemáticas saben que se trata de un sistema ultracentrali-

zado, que no tiene nada que ver con la idea de mercado que 

se suele tener. Para los demás, los manuales y las obras de 

mayor o menor difusión, este modelo se presenta de manera 

lo bastante confusa para hacer creer que está “matemática-

mente demostrado” que la concurrencia es perfecta porque 

permite una “asignación óptima de los recursos”. Es tal la 

fuerza de las creencias, de los prejuicios, que esto se acerca 

mucho a la estafa intelectual, sea más o menos inconsciente. 

Sin embargo una buena parte de la teoría económica forma-

lizada se construye alrededor de este modelo y se presenta 

como la descripción del mercado por excelencia. 

Otro ejemplo de aberración, y muy de moda en estos 

tiempos, son los modelos con “agentes representativos”. En 

ellos la producción, el consumo, la inversión, el empleo y 

otros factores de la economía de un país se presentan como 

resultados de una elección individual, tipo Robinson Cru-

soe, que concretamente debe decidir cuánto se produce, 

consume e invierte en un periodo de tiempo. Estas eleccio-

nes se compararán con lo que ocurre en un país determi-

nado (Francia, por ejemplo) en lo que se refiere al  PIB, el 

consumo, la inversión, tasas de paro, nivel de precios, en un 

espacio de tiempo similar.

El “truco” consiste en dar a los parámetros que caracte-

rizan al individuo ficticio (parámetros que se supone repre-

sentan sus preferencias y las técnicas de las que dispone) 

valores tales que sus elecciones se asemejen lo más posible 

a las evoluciones observadas en ese país. Luego se dirá si se 

ha conseguido “simular”, si no explicar, lo que sucedió en 

ese país, como si este se comportase como un único indivi-

duo enfrentado de hecho a decisiones de orden puramente 

técnico, que son por otra parte técnicas matemáticas de con-

trol óptimo utilizadas para caracterizar esas decisiones. El 

“Premio Nobel” que se han inventado los economistas se 

les ha concedido a varios de ellos por su “contribución” a 

este sinsentido. Esto es un puro delirio, pero como se pre-

senta adornado con complicadas formulaciones matemáti-

cas pocos son los que se dan cuenta. Entre ellos los hay que 

han construido su carrera sobre este disparate, y prefieren 

permanecer discretamente en segundo plano, ¡nadie quiere 

tirar piedras contra su tejado! Por eso esta farsa, desgracia-

damente, ha durado tanto tiempo y corremos el peligro de 

que dure más aún. 

Estudiantes lúcidos cuestionan el sistema. 

Cuando algún estudiante que posee algo de lucidez y una 

buena formación matemática, les señala a los docentes lo 

absurdo de sus modelos, recibe como respuesta el silencio, 

el desprecio o la amonestación: “¡o se hace eso o no se hace 

nada!”.  Como  reacción  a  tal  actitud,  incompatible  con  el 

método científico, esos alumnos han creado una asociación, 

el  “Movimiento de estudiantes para la reforma de la ense-

ñanza de la economía”.