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Lectura en frío:

el secreto para hablar con los muertos, 

echar el tarot y leer la mente

(y por supuesto, para sacar dinero a los incautos)

Andrés Carmona Campo.

Filósofo y mago, y miembro de ARP-SAPC. 

El personaje de Sherlock Holmes asombraba a su amigo Watson haciendo lecturas en frío que le dejaban boquiabierto. Basil Rathbone como Sherlock 

Holmes y Nigel Bruce como el Dr. John Watson en la película “El caso de los dedos cortados” (Foto: Dr. Macro’sHighQualityMovie Scans, doctormacro.com/)  

D

ossier

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25

U

na viuda acude a una sesión de espiritismo. Viene 

incrédula, sin esperanza en lo que le han dicho: que 

el médium es capaz de ponerla en contacto con su 

difundo marido. Al salir de la séance (sesión espiritista) todo 

es distinto: ha podido hablar con su esposo y no hay duda de 

que era él quien se comunicaba a través del médium, pues le 

ha dicho ciertas cosas que solo ellos dos sabían, aspectos ín-

timos y concretos que ni por asomo podría saber el espiritis-

ta. Y el dinero que ha tenido que pagar no es nada comparado 

con la alegría de saber que su esposo está bien en el más allá, 

que la sigue queriendo y que siempre está a su lado aunque 

ella no pueda verle. 

Suena bien y sería maravilloso, si no fuera por el pequeño 

detalle de que... ¡es mentira! Los espiritistas, los tarotistas, 

los adivinos, los psíquicos y otros mercachifles del mercado 

de lo paranormal y lo esotérico suelen ofrecer como “prue-

ba” de que lo que hacen es real el hecho de que revelan as-

pectos muy concretos y personales de sus clientes que ellos 

no podrían conocer ni por asomo por medios naturales: nom-

bres de pila, aficiones y gustos, si tienen o tenían mascotas y 

sus nombres, experiencias del pasado, etc. Pero si lo hacen, 

solo puede ser porque realmente tienen algún poder sobrena-

tural o paranormal (o eso dicen o quieren hacer creer). Nada 

más lejos de la realidad. Existe una técnica para obtener toda 

esa información sin que el sujeto se dé cuenta y hacerla pasar 

como mensaje de un difunto, revelación del tarot o lectura 

de la mente (mind reading), y se llama lectura en frío (cold 

reading). 

La lectura en frío es una técnica que consiste en obte-

ner información de una persona directamente a través de lo 

que ella misma expresa y transmite con lo que dice, cómo lo 

dice, su presencia, su aspecto, su edad, sus gestos, etc., y de 

las deducciones e inducciones que podamos hacer a partir de 

esa información. Por ejemplo, alguien con un pin del Real 

Madrid en la solapa nos está expresando que le gusta el fút-

bol y más concretamente que le gusta ese equipo de fútbol, y 

podemos deducir que no le gusta el F. C. Barcelona. A partir 

de ahí, podríamos aventurar que le gustan los deportes en 

general, o que practica algún deporte y más concretamente 

que juega al fútbol. Si además lleva un brazo en cabestrillo 

o una férula en la pierna, podemos inferir que se lo ha hecho 

jugando al fútbol. 

La lectura en frío es una técnica utilizada por los magos-

mentalistas

1

 para aparentar leer la mente de un espectador o 

adivinar cosas suyas, todo ello con intenciones meramente 

artísticas  y  de  espectáculo.  Pero  también  es  utilizada  con 

intenciones mucho menos honestas por adivinos, tarotistas, 

psíquicos, espiritistas y todos estos estafadores para hacer 

creer que son capaces de adivinar el futuro o tener pode-

res mentales o sobrenaturales y engañar así a sus víctimas 

Sería interesante saber qué fue 

antes, si la lectura en frío es una 

técnica propia del ilusionismo 

mentalista que luego fue 

utilizada por los estafadores, o 

si fue al revés.

“Acostumbrado a oírle decir cosas extrañas, nada le pregunté. También porque, poco después, escuchamos 

ruidos y, en un recodo, surgió un grupo agitado de monjes y servidores. Al vernos, uno de ellos vino a nuestro 

encuentro diciendo con gran cortesía: 

-Bienvenido, señor. No os asombréis si imagino quién sois, porque nos han avisado de vuestra visita. Yo soy 

Remigio da Varagine, el cillerero del monasterio. Si sois, como creo, fray Guillermo de Baskerville, habrá que 

avisar al Abad. ¡Tú –ordenó a uno del grupo-, sube a avisar que nuestro visitante está por entrar en el recinto!

-Os lo agradezco, señor cillerero –respondió cordialmente mi maestro-, y aprecio aún más vuestra cortesía 

porque para saludarme habéis interrumpido la persecución. Pero no temáis, el caballo ha pasado por aquí y ha 

tomado el sendero de la derecha. No podrá ir muy lejos, porque al llegar al estercolero tendrá que detenerse. Es 

demasiado inteligente para arrojarse por la pendiente… 

-¿Cuándo lo habéis visto? –preguntó el cillerero. 

-¿Verlo? No lo hemos visto, ¿verdad, Adso? –dijo Guillermo volviéndose hacia mí con expresión divertida-. 

Pero si buscáis a Brunello, el animal solo puede estar donde yo os he dicho. 

El cillerero vaciló. Miró a Guillermo, después al sendero, y, por último, preguntó: 

-¿Brunello? ¿Cómo sabéis?

-¡Vamos! –dijo Guillermo-. Es evidente que estáis buscando a Brunello, el caballo preferido del Abad, el me-

jor corcel de vuestra cuadra, pelo negro, cinco pies de alzada, cola elegante, cascos pequeños y redondos pero 

de galope bastante regular, cabeza pequeña, orejas finas, ojos grandes. Se ha ido por la derecha, os digo, y, en 

cualquier caso, apresuraros. 

(…) Pocos minutos más tarde escuchamos gritos de júbilo, y en el recodo del sendero reaparecieron monjes y 

servidores, trayendo al caballo por el freno. Pasaron junto a nosotros, sin dejar de mirarnos un poco estupefac-

tos, y se dirigieron con paso acelerado hacia la abadía”. (Eco, Umberto (1990) El nombre de la rosa, Editorial 

Lumen, pág. 30-32.)

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26

(sin comillas, porque quien es engañado por estos truhanes 

es una auténtica víctima de sus trampas, aunque a veces la 

propia víctima quiera ser engañada, que también se da). Se-

ría interesante saber qué fue antes, si la lectura en frío es 

una técnica propia del ilusionismo mentalista que luego fue 

utilizada por los estafadores, o si fue al revés: que fueron los 

magos-mentalistas los que utilizaron esta técnica cogiéndola 

del arsenal de los embaucadores. En mi opinión sería la se-

gunda opción, del mismo modo a cómo los cartomagos

2

 se 

apropiaron de técnicas utilizadas anteriormente por los tahú-

res

3

 en las mesas de juego. 

La lectura en frío es una técnica que todas las personas 

usamos cotidianamente aunque no seamos conscientes de 

hacerlo. Por ejemplo, cuando vemos a dos personas cogidas 

de la mano solemos pensar que son pareja y en función de la 

edad aventuramos que son novios o matrimonio. Si a quienes 

vemos son a un anciano y a un niño de la mano, pensamos 

que son abuelo y nieto. Cuando vemos a un joven venir con 

un libro de texto bajo el brazo inducimos que va o viene de 

estudiar (dependiendo de dónde venga o hacia dónde se di-

rija

4

), etc. Las madres son expertas en hacer lectura en frío a 

sus hijos, sabiendo con solo verlos si han tenido un buen día 

en el colegio, si se han peleado con su novia o si han hecho 

algo malo y tratan de disimularlo. Por no hablar de la canti-

dad de lectura en frío que se hace por las noches en las dis-

cotecas a la hora de decidirse a intentar ligar con una chica 

o no (para saber si tiene novio o no, si ha ido también a ligar 

o solo acompaña a una amiga, si tiene interés en nosotros o 

no, etc.). Otro ejemplo, en este caso literario, de lectura en 

frío es el personaje de Sherlock Holmes y cómo asombraba 

a Watson haciendo lecturas en frío que le dejaban boquia-

bierto. Y al principio de la novela de El nombre de la rosa

el protagonista Guillermo de Baskerville también realiza una 

lectura en frío dejando anonadado al cillerero del monasterio 

que iba buscando al caballo preferido del abad: Brunello, y 

cuyo pasaje figura al principio de este texto. 

La lectura en frío utiliza todo el acervo de conocimiento y 

experiencia que tenemos sobre el mundo, sobre nuestra cul-

tura y sobre las personas que nos rodean -que conforman el 

contexto amplio de interpretación/adivinación-, también usa 

la información que directamente nos proporciona la propia 

persona, y finalmente las hipótesis que a partir de todo eso 

nosotros  podamos  hacer. Así,  por  ejemplo,  los  carteristas

5

 

usan la lectura en frío para saber a quién se pueden arriesgar 

a robar la cartera y a quién no. No eligen su víctima al azar 

sino que buscan a la víctima propicia (su comportamiento es 

racional –aunque criminal–: buscan la mejor víctima– la más 

indefensa– de la que puedan obtener el máximo beneficio –

más dinero– corriendo el mínimo riesgo de ser pillados). Y la 

mejor víctima suele ser un turista, dado que los turistas sue-

len llevar dinero encima para coger transportes, para comer, 

para entrar a museos, para comprar regalos y recuerdos… y 

no conocen bien el sitio donde están, lo que facilita la huida. 

Por eso para los carteristas es fundamental reconocer quién 

es turista y quién no (porque los nativos del lugar no suelen 

llevar tanto dinero encima y sí conocen el sitio). Y reconocer 

a un turista es fácil: por el aspecto (¡sobre todo si son japo-

neses!, o si llevan sandalias ¡con calcetines!) y porque andan 

por las calles observando constantemente todo: los edificios, 

las estatuas, etc.; algo que los nativos de un lugar nunca ha-

cen sino que normalmente van hacia un sitio concreto sin 

fijarse en nada porque ya lo conocen: los madrileños no se 

quedan boquiabiertos cada vez que ven la estatua de Cibeles 

ni mucho menos la fotografían. De esta forma, el carterista 

utiliza su experiencia y lo que sabe, además de la informa-

ción directa de las personas, para detectar quién es turista 

y robarle la cartera. Y muy ingenuo debería ser el turista si 

después se preguntara perplejo: ¿cómo habrá sabido que era 

turista y que tenía dinero encima? Sin embargo, igual de in-

genua es la sorpresa de quien acude a un farsante esotérico y 

sale sorprendido por todo lo que le ha adivinado ¡sin decirle 

nada! Lo mismo le pasó al cillerero con Guillermo de Bas-

kerville en la inigualable novela de Eco. El propio Guillermo 

le explica después a su discípulo Adso cómo procedió: 

“- (…) Me da casi vergüenza tener que repetirte lo que 

deberías saber. En la encrucijada, sobre la nieve aún fresca, 

estaban marcadas con mucha claridad las improntas de los 

cascos de un caballo, que apuntaban hacia el sendero situa-

do a nuestra izquierda. Esos signos, separados por distancias 

bastante grandes y regulares, decían que los cascos eran pe-

queños y redondos, y el galope muy regular. De ahí deduje 

que se trataba de un caballo, y que su carrera no era desorde-

nada como la de un animal desbocado. Allí donde los pinos 

formaban una  especie de  cobertizo natural, algunas ramas 

acababan de ser rotas, justo a cinco pies del suelo. Una de las 

matas de zarzamora, situada donde el animal debe de haber 

girado, meneando altivamente la hermosa cola, para tomar 

el sendero de su derecha, aún conservaba entre las espinas 

algunas crines largas y muy negras… Por último, no me di-

rás que no sabes que esa senda lleva al estercolero, porque al 

subir por la curva interior hemos visto el chorro de detritos 

que caía a pico justo debajo del torreón oriental, ensuciando 

la nieve, y dada la disposición de la encrucijada, la senda 

sólo podía ir en aquella dirección. 

-Sí  –dije-,  pero  la  cabeza  pequeña,  las  orejas  finas,  los 

ojos grandes…

-No sé si los tiene, pero, sin duda, los monjes están per-

suadidos de que sí. Decía Isidoro de Sevilla que la belleza 

de un caballo exige ‘que la cabeza sea pequeña y seca, con 

la piel casi adherida a los huesos, las orejas cortas y delga-

das, los ojos grandes, la nariz chata, la cerviz levantada, la 

crin y la cola espesas, la redondez de los cascos unida a la 

solidez’.  Si  el  caballo  cuyo  paso  he  adivinado  no  hubiese 

sido realmente el mejor de la cuadra, no podrías explicar por 

qué no solo han corrido los mozos tras él, sino también el 

propio cillerero. Y un monje que considera excelente a un 

caballo sólo puede verlo, al margen de las formas naturales, 

tal como se lo han descrito las auctoritates, sobre todo si –y 

aquí me dirigió una sonrisa maliciosa–, se trata de un docto 

benedictino… 

-Bueno –dije–, pero, ¿por qué Brunello?

La lectura en frío se basa en 

generalizaciones y en prejuicios, 

y su capacidad de acierto es 

meramente probabilística.

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27

-¡Que el Espíritu Santo ponga un poco más de sal en tu 

cabezota, hijo mío! –exclamó el maestro-. ¿Qué otro nombre 

le habrías puesto si hasta el gran Buridán, que está a punto 

de ser rector en París, no encontró nombre más natural para 

referirse a un caballo hermoso?” (Ibid, pág. 32-33). 

La lectura en frío no es una ciencia exacta, evidentemen-

te. Se basa en generalizaciones y en muchos casos en prejui-

cios, y su capacidad de acierto es meramente probabilística. 

Si veo a un japonés con una cámara fotográfica al cuello y 

mirando a las cornisas de todos los edificios desde la calle, 

puedo aventurar que es un turista, aunque también cabe la 

posibilidad de que me equivoque y sea un japonés emigrado 

hace años a España y totalmente españolizado, aficionado a 

la fotografía y que está buscando una buena perspectiva para 

hacer una fotografía artística a un edificio, pero esa posibi-

lidad es altamente improbable. Por esto, la habilidad en la 

lectura en frío procura maximizar la probabilidad de acierto 

y minimizar la del fallo, utilizando para ello varios recursos. 

De  entrada,  una  baza  a  favor  de  quien  hace  lectura  en 

frío conscientemente es el desconocimiento general sobre la 

propia lectura en frío: la gente no sabe la cantidad de in-

formación que transmitimos sin darnos cuenta, simplemente 

con nuestro aspecto, indumentaria, gestos, formas de hablar, 

etc.  De  ahí  que  mucha  gente  se  asombre  ante  una  lectura 

en frío cuando en realidad les pasa como al personaje de El 

burgués gentilhombre de Molière, que se asombró de haber 

estado hablando en prosa toda su vida cuando su profesor 

de filosofía le explicó la diferencia entre la prosa y el verso. 

Una alianza en el dedo anular indica matrimonio (y la señal 

de la alianza en el dedo anular desnudo en un chico en una 

despedida de soltero indica que no le importaría echar una 

cana al aire esa noche), los callos en las manos indican traba-

jo manual, el moreno-albañil indica trabajo bajo el sol, etc. 

Todo es cuestión de observar, escuchar, aventurar hipótesis 

y comprobar. De hecho, un ejercicio para practicar la lectura 

en frío consiste en subirse al metro o al autobús, sentarse y 

simplemente observar a los demás viajeros e intentar saber 

cosas de ellos solo mirando y escuchando (otros escenarios 

perfectos  para  lo  mismo  son  una  terraza  o  la  barra  de  un 

bar, una fiesta, una reunión social, etc.). En una escena del 

principio de la película Cazadores de mentes

6

, se ve cómo 

los protagonistas, aspirantes al FBI, juegan a hacer lecturas 

en frío con el resto de clientes de un pub en el que se juntan 

a tomar copas. 

Por otro lado está todo lo que una persona puede trans-

mitir no ya solo ella misma directamente sino por el propio 

contexto. Por ejemplo, quien acude a la consulta de un es-

piritista es evidentemente porque ha perdido a una persona 

muy cercana, muy probablemente un familiar (y dependien-

do de la edad del sujeto, podemos saber incluso el grado de 

parentesco: cónyuge, padre o madre, un hijo si es una pare-

ja de media edad…) o un amigo íntimo. Quien acude a la 

consulta de un adivino es porque quiere saber algo sobre su 

futuro y no por mera curiosidad: seguramente tenga algún 

problema o inquietud relacionada con su futuro próximo la-

boral, de salud o amoroso. En general, quien acude a cual-

quier tipo de consulta de este tipo lo hace en un momento 

problemático de su vida y en un estado emocional delicado: 

nadie acude a estas consultas en el momento más feliz de su 

vida y le dice al vidente de turno: “Pues nada, que solo venía 

aquí porque estoy muy feliz y muy contento”. Es más, los 

adivinos y similares saben incluso los motivos por los que la 

mayoría de la gente acude a sus consultorios: amor, salud y 

dinero (y en cada caso depende de si la persona es soltera o 

casada, de si se preocupa de su salud o de la de otra persona 

cercana, o si económicamente tiene un problema de pérdida 

de dinero o si anda buscando cómo ganar dinero)

7

. Sabiendo 

esto, y con un poco de observación, es fácil saber casi que 

instantáneamente y nada más ver al incauto qué es lo que 

está buscando: si quiere hablar con su padre recién fallecido, 

si sospecha que su esposa le es infiel, si está agobiado por-

que no encuentra empleo, si quiere saber cómo ganar dinero 

en las apuestas… En estos casos, el caradura de turno suele 

decirle nada más entrar: “¡No me diga nada! Lo veo borroso 

pero  lo  veo,  su  esposa  le  trae  de  cabeza  ¿verdad?”  (de  la 

misma forma, Guillermo de Baskerville le habla al cillerero 

del caballo antes incluso de que él le diga nada, lo que le 

deja perplejo). 

Otro recurso en el que se basa la lectura en frío es la fala-

cia de validación personal o efecto Barnum (o Forer) y que 

consiste en la tendencia humana a personalizar datos o infor-

maciones como si fueran exclusivas o propias de cada uno 

de nosotros, cuando en realidad son generalizaciones muy 

amplias y vagas que pueden aplicarse a un gran número de 

personas o incluso a todo el mundo. Es en esta falacia en la 

que se apoya gran parte del contenido de los horóscopos y 

las cartas astrales “personalizadas”, y también se utiliza en la 

lectura en frío: el adivino simulará adivinar cosas personales 

del cliente pero que en realidad valdrían para cualquier clien-

te, y el efecto Barnum hará el resto

8

. Por ejemplo: “dentro de 

poco tendrás un problema de salud”. Nótese la vaguedad de 

la predicción: “dentro de poco” puede ser “dentro de unas 

horas” o “en los próximos meses”, y “un problema de salud” 

puede ser desde un resfriado hasta un cáncer. En este caso, lo 

asombroso sería que no se cumpliera la “predicción”. 

Otra característica del efecto Barnum es el papel de las 

Sean Connery encarnando a Guillermo de Baskerville en la adaptación cine-

matográfica de “El Nombre de la Rosa” (Foto: http://www.imdb.com/).

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ptico

28

contradicciones. El efecto Barnum se da mucho mejor cuan-

do al sujeto se le ofrecen afirmaciones contradictorias al mis-

mo tiempo, pues así el vidente cubre todas las posibilidades 

mientras que el sujeto tenderá a recordar la afirmación que se 

cumpla y olvidará la contraria (falacia de selección de la in-

formación a posteriori). Por ejemplo: “veo que es usted una 

persona muy trabajadora y muy constante, aunque también 

le ocurre que a menudo le cuesta empezar o continuar con 

una tarea y se reprocha a sí mismo por esto”. 

Tampoco  hace  falta  abusar  de  las  contradicciones.  De 

hecho,  a  veces  es  mejor  simplemente  la  ambigüedad  bien 

calculada, y dejar que sea el propio sujeto quien interprete 

lo que él quiera (aunque luego recordará que el vidente le 

adivinó exactamente eso que él mismo ha interpretado). “Le 

aseguro que la suerte está a punto de llamar a su puerta, pero 

no la haga esperar demasiado y cuando la oiga llamar, ¡ábra-

le cuanto antes!”. La frase anterior no tiene ningún sentido, 

ahora bien, si se la dices a un estudiante que después acaba 

bien sus estudios, irá diciendo que adivinaste que aprobaría 

sus estudios, si se la dices a un parado recordará cómo predi-

jiste que encontraría empleo, si se la dices a un soltero pen-

sará que adivinaste que encontraría novia y se casaría… y si 

no les pasa eso ellos mismos dirán: “Jo, no le abrí la puerta 

a la suerte cuando la oí llamar y dejé pasar la oportunidad, 

tal y como me dijo el adivino” (léase por “suerte” estudiar, 

aceptar un empleo o decir sí a una cita o lo que corresponda). 

Normalmente los videntes y similares no utilizan gene-

ralidades muy evidentes, sino que procuran personalizarlas 

al máximo aprovechando toda la información que el suje-

to transmite por sí mismo. Así por ejemplo, si un espiritista 

sabe que su cliente era la esposa de un típico matemático, 

aprovechará  para  decirle:  “su  marido  le  pide  disculpas  si 

le hizo daño en vida porque era tan despistado”. La viuda 

abrirá los ojos ante tamaña prueba de estar hablando con el 

despistado de su esposo (¿cómo podía saber el médium que 

su marido era despistado si no le conoció en vida?), cuando 

en realidad suele pasar que los grandes matemáticos tienen 

fama de ser también grandes despistados absortos en su pro-

pio mundo. Lo único que ha hecho el médium es decir: “Mu-

chas veces los grandes matemáticos son muy despistados” 

solo que lo ha personalizado: “Su marido era matemático y 

es probable que fuera despistado”. Claro que, así dicho na-

die le pagaría ni un céntimo a ese médium (igual que nadie 

pagaría  al  adivino  del  chiste  que  preguntaba  “¿quién  es?” 

cuando llamaban a la puerta de su consulta). Además, el adi-

vino no escatimará esfuerzos en recordar lo personal que es 

lo que va a decirle: “Hay un aspecto muy personal y muy 

concreto de su esposo del que quiere disculparse con usted: 

su tremendo despiste”. 

A veces los espiritistas abusan del efecto Barnum (y de la 

cara dura): en algunas sesiones espiritistas en gran grupo, el 

público se sitúa en semicírculo y el médium en frente, simu-

la entrar en trance y después dice: “¿María?…, sí, ¡María!, 

¿María significa algo para alguien?”. Entonces, alguien del 

público se levanta y dice con la lágrima en el ojo: “Sí, mi 

madre se llamaba María”, y después el espiritista sigue con 

la lectura en frío simulando que el espíritu de María habla 

con su hija. Y lo increíble es que después, lo que recordará 

esa mujer, es que el espiritista dijo el nombre de su madre sin 

que ella se lo dijera (prueba evidente de que fue el fantasma 

de su madre quien se lo dijo, claro). Como es lógico, aquí el 

truco está en decir un nombre muy común y esperar a que 

alguien, por el efecto Barnum, personalice ese nombre como 

el de su padre, madre, tía, tío, prima, primo, amigo, amiga 

o quien sea que se haya muerto y se llamara así

9

. De nuevo: 

lo extraño sería que en un grupo amplio (o incluso reducido) 

nadie tuviera parentesco o amistad con una María fallecida. 

Si el médium se arriesga puede probar suerte con un nombre 

menos usual, pues entonces el efecto Barnum será mucho 

más potente, aunque si el grupo es amplio las probabilidades 

de acertar con alguien aumentan

10

Una  vez  conseguido  que  el  cliente  crea  en  los  poderes 

del farsante, éste puede arriesgarse cada vez más y concretar 

mucho más en sus revelaciones. Por ejemplo, puede aven-

turar que el difunto tenía una mascota o incluso cómo se 

llamaba (basándose en la alta probabilidad de que la mascota 

sea un perro, y si lo es, que se llamara Toby, por ejemplo, 

que es precisamente lo que hace Guillermo de Baskerville 

al adivinar el nombre del caballo del abad, Brunello). Pue-

de aparentar que el difunto se está acordando de aquel viaje 

a  la  playa  que  hicieron  cuando  eran  novios  (confiando  en 

que, de novios, hicieron un viaje así, lo que también es muy 

probable); incluso puede ir más allá, y comentar el chasco 

que se llevaron con el hotel nada más llegar, algo que suele 

suceder. También puede referirle el cuadro que tiene en el 

salón o la foto que tiene en la mesita de noche. Y si el cliente 

es hombre y lleva pantalón largo puede hablarle de algo tan 

personal como es la cicatriz que tiene en la rodilla, porque 

muchos hombres tienen una

11

De cualquier modo, el espiritista, adivino o lo que sea, 

tampoco arriesgará constantemente, sino que mezclará ries-

go con apuestas seguras, por ejemplo, jugando con la expe-

riencia universal. Se llama así en el mundo del espectáculo 

a ese tipo de experiencias que todo el mundo tiene o ha te-

nido, como pueden ser: no recordar donde hemos puesto las 

llaves, entrar en la cocina cuando lo que queríamos era ir 

al baño, creer que nos suena el móvil, buscar las gafas y no 

darnos cuenta de que las llevamos puestas, perder misterio-

samente un calcetín del par al sacar la colada de la lavadora, 

aburrirnos mortalmente en una comida familiar, etc. Estas 

experiencias son universales, pero por el efecto Barnum mu-

chas veces creemos que solo nos pasan a nosotros, de ahí 

que produzca un efecto catártico enterarnos de que los de-

más también pasan por lo mismo, y por eso es un recurso 

muy explotado en las películas cómicas y los espectáculos 

El efecto Barnum (o Forer) es la 

tendencia humana a personalizar 

datos o informaciones como si 

fueran exclusivas o propias de 

cada uno de nosotros, cuando en 

realidad son generalizaciones 

muy amplias y vagas.

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29

de  humor,  por  ejemplo,  en  los  monólogos  humorísticos. 

Pues bien, a la hora de hacer lectura en frío nunca viene mal 

“adivinar” una experiencia universal del sujeto en cuestión: 

“usted suele olvidar a menudo las llaves”, “a veces cree oír 

sonar su móvil aunque lo tiene apagado”, etc. 

A veces no hace falta ni arriesgar: basta con decir algo 

más o menos ambiguo y evocador y que el sujeto mismo nos 

diga las cosas. A veces el espiritista dice: “Su marido comen-

ta algo de unas fotos, ¿tiene sentido para usted?”, y enton-

ces la viuda dice: “Sí, sí, claro que sí, seguro que se refiere 

a nuestras fotos de la boda” (o del bautizo del primer hijo, 

o de la comunión de la hija, o de la boda de un sobrino… 

o de aquel carnaval en el que se disfrazaron de payasos) y 

el médium proseguirá: “Sí, sí, ahora le oigo más claro, me 

está hablando de esa boda, de lo guapa que iba usted, con su 

vestido blanco…” Obvia decir que todas las parejas tienen 

fotografías  con  significados  emotivos  y  que  casi  todas  las 

novias van de blanco. Tampoco hay que desdeñar cualquier 

tipo de información que podamos obtener por cualquier otro 

medio: no solo observando, sino escuchando conversaciones 

¡o visitando Facebook

12

! Y desde luego hay que saber cuán-

do y cómo utilizar esa información (el timing), y lo mejor 

es  posponer  su  uso.  Por  ejemplo,  si  en  la  primera  séance 

observa que el cliente lleva ropa de El Corte Inglés, en una 

próxima sesión puede decirle: “Su difunto esposo me dice 

que la acompaña todos los días y que vela por usted, y que en 

concreto hace unos días la vio probándose ropa en El Corte 

Inglés y que le quedaba tan bien como siempre”. Evidente-

mente, sería mal farsante si le dice eso el mismo día que ella 

acuda con esa prenda de El Corte Inglés encima. 

También es muy efectivo conseguir que el cliente diga 

muchas  veces  “Sí”,  que  afirme  constantemente,  tanto  ver-

balmente como con la cabeza. Eso le convencerá aún más de 

los aciertos del vidente. Para eso el vidente pedirá constante-

mente confirmación de sus aciertos (“¿verdad?”, “¿cierto?”, 

“¿es así?”) y conforme hable hará el movimiento de asentir 

con su cabeza, y que será imitado por el cliente (esto hace 

que  incluso  los  fallos  o  imprecisiones  parezcan  aciertos  o 

menos erróneos). 

Otra vía segura para acertar consiste en decir a la persona 

lo que quiere oír y en halagarla, pero siempre con sutileza 

y disimulo. A nadie le desagrada que le predigan éxito, as-

censo en el trabajo, aprobado en los estudios, pronta recu-

peración en una enfermedad, suerte en el juego, etc., o que 

le digan que es guapo, que es hábil, que es una persona ge-

nerosa, que su familia le quiere, que sus amigos le aprecian, 

que está lleno de virtudes, etc. Es más, la inmensa mayoría 

de asiduos de los consultorios esotéricos van precisamente 

a  oír  eso. Volviendo  al  ejemplo  de  El  nombre  de  la  rosa

Guillermo de Baskerville no describe al caballo Brunello 

tal y como es sino tal y como el cillerero concibe que debe 

ser el caballo del abad, esto es, el caballo más hermoso. Del 

mismo modo, todos los fantasmas tienen la apariencia de la 

belleza y la bondad en persona cuando son descritos por los 

espiritistas a sus parientes vivos. En cierto modo el efecto 

Barnum funciona aquí gracias a la vanidad que hace que nos 

guste oír cosas agradables sobre nosotros mismos y que nos 

las creamos por muy alejadas que estén de la realidad: si un 

adivino le “adivinara” al señor Scrooge

13

 que es una persona 

generosa  aunque  no  pródiga,  seguramente  Scrooge  confir-

maría maravillado tal “adivinación”

14

Pero, ¿y qué pasa si el adivino falla? ¿Qué ocurre si el 

espiritista dice algo que evidentemente no es correcto? ¿Qué 

sucede si el médium le dice al esposo de la difunta que ella 

se acuerda mucho de sus hijos si ella era estéril? Para empe-

zar, el timador ya se cuidará de no decir “hijos” (salvo que 

sepa que los tiene) sino “niños” y podrá reinterpretar “niños” 

como sobrinos, por ejemplo. He ahí el truco: la reinterpre-

En la película “El charlatán” se mostraban jocosamente y con detalle los mecanismos de la lectura en frío y su provecho económico por parte de un predicador 

encarnado por el cómico Steve Martin (Foto: www.imdb.com/)  

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el esc

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30

tación. Si se falla solo hay que reinterpretar el fallo, de ahí 

la ambigüedad y la vaguedad calculadas. Por otra parte, el 

adivino procurará guardarse las espaldas simulando mucha 

dificultad,  dificultad  que  excusará  sus  fallos:  “Lo  veo  bo-

rroso, no lo veo claro, no oigo bien al espíritu, no entiendo 

lo que me dice, me cuesta concentrarme…” Otras veces es 

bueno entonar lo dicho de forma que pueda interpretarse a 

la vez como una afirmación o como una pregunta (y que es 

muy difícil de expresar por escrito): “Dice usted que quiere 

comunicarse con el espíritu de su hijo ¿mayor?”. Y por su-

puesto, el adivino debe adelantarse a que le señalen el fallo 

y evitar que lo hagan, y para eso tiene que detectar cualquier 

signo de desaprobación o desacuerdo en su cliente y corregir 

antes de que lo verbalice: si le está hablando de sus vaca-

ciones en ¿Gandía? y nota que cambia la cara del cliente 

inmediatamente corregirá: “No, espere, es que está borroso, 

no es Gandía, ¿Cullera?, ¿Benidorm?” y cuando note por su 

reacción que ha acertado tampoco dejará que se lo diga sino 

que  dirá:  “Sí,  sí,  ahora  lo  veo  claro,  ¡es  Benidorm!”.  Sea 

como sea, lo importante es ¡no admitir nunca el fallo! 

Resumiendo: mucha observación (sobre todo a los deta-

lles y los objetos personales), ambigüedad, halagar, deducir 

e inducir, arriesgar de vez en cuando, exagerar los aciertos y 

las confirmaciones, reinterpretar los fallos y excusarlos por 

lo borroso que es todo. Esto, nada de moral y mucha cara 

dura, ¡y a desplumar incautos!

Post scriptum: la lectura en frío también es ampliamente 

utilizada por los homeópatas (y en general por la mal llama-

da medicina natural) en sus consultas para aumentar el efec-

to placebo de la pastilla de azúcar (o lo que sea) que después 

van a recetar. La crítica escéptica se ha cebado demasiado en 

el efecto placebo de los remedios de la homeopatía y otras 

naturoterapias, pero tal vez se haya descuidado el papel que 

juega la entrevista previa o posterior en la que el homeópata 

o naturópata de turno utiliza la lectura en frío para generar 

expectativas de éxito en su víctima o para agrandar la per-

cepción y el recuerdo de los efectos de la dichosa pastillita o 

remedio natural recetados. 

Notas:

1. El mentalismo es una rama de la magia o ilusionismo caracte-

rizada por el tipo de efectos representados en el escenario y que se 

basan en la exhibición de pseudopoderes mentales como la telepa-

tía, la telequinesia, la clarividencia, la precognición, etc. En España, 

son famosos los mentalistas Anthony Blake y Manolo Talman. En el 

ámbito internacional pueden destacarse Max Maven o Richard Os-

terlind. De todas formas, dado el desprestigio actual de la parapsico-

logía, el mentalismo más moderno abandona este tipo de presenta-

ciones por otras más orientadas a lo psicológico y sin referencias a 

lo paranormal: un ejemplo de este tipo sería Derren Brown. 

2. La cartomagia es otra rama de la magia-ilusionismo que se 

caracteriza por el uso de naipes para lograr los efectos mágicos. El 

cartomago más famoso en España es Juan Tamariz.

3. Los tahúres o jugadores de ventaja son aquellos que hacen 

trampas en la mesa de juego al póquer, al black jack o a cualquier 

otro juego, utilizando para ello técnicas que posteriormente han sido 

adaptadas por los cartomagos para lograr sus efectos con cartas. 

Uno  de  los  mejores  cartomagos,  Dai  Vernon  “el  Profesor”,  se  su-

mergió en el mundo de las trampas de juego para poder conocer 

sus secretos y dio lugar a algunos de los grandes clásicos de la 

cartomagia. No en vano publicó una edición anotada de uno de los 

(escasos) libros sobre tahurismo: El experto en la mesa de juego (de 

S. W. Erdnase), y que tituló Revelaciones.

4. ¡Y de la hora que sea!, porque si es de noche, seguramente se 

vaya de fiesta, aunque le haya dicho a su madre que va a estudiar 

toda la noche a la casa de un amigo.

5. También las técnicas de los carteristas han sido adaptadas por 

los magos para el espectáculo, conformando una especialidad má-

gica conocida como pick-pocket en la que el mago roba la cartera, 

el reloj e incluso la corbata, el cinturón o las gafas de miembros del 

público ¡sin que se den cuenta! Uno de los mejores en este arte en 

España es Francisco Aparicio.

6.  Cazadores de mentes  (2004), Aurum  Producciones,  dirigida 

por Renny Harlin. Título original: Mindhunters. Hay más ejemplos de 

lectura en frío en películas y series de televisión, por ejemplo, la que 

hace Oda Mae Brown (Whoopie Goldberg) en su papel de médium 

en Ghost, más allá del amor (1990), o Patrick Jane (Simon Baker) en 

la serie El Mentalista, que la utiliza constantemente.

7. Estos datos (y otros que mencionaré después) los ofrece Tony 

Corinda en el libro que es considerado la biblia del mentalismo: Los 

trece escalones del mentalismo (1997), Editorial Páginas, pág. 336.

8. En 1948, Bertrand R. Forer comprobó este efecto al entregar a 

sus alumnos los resultados de unos tests que les había hecho y en 

los que se describía la personalidad de cada uno, pidiéndoles que 

puntuaran hasta qué punto era acertado el resultado. La mayoría 

de estudiantes dieron puntuaciones muy altas confirmando que les 

describía muy bien. En realidad, había entregado el mismo texto a 

todos y cada uno. 

Richard Wiseman explica el efecto Forer/Barnum en su más que 

recomendable Rarología (2008), Temas de Hoy, Madrid, pág. 37-43. 

En el documental Más allá la ciencia puede verse cómo James 

Randi reproduce más o menos lo mismo con unos estudiantes uni-

versitarios, y también podemos ver a Derren Brown haciendo algo 

similar en estos enlaces: 

Randi: youtu.be/b7SSvR-0rbw 

Brown: youtu.be/QEFndH5KOD0

9. En el capítulo 15 de la 6ª temporada de South Park, “El zurullo 

más grande del mundo”, se hace una parodia de este tipo de séan-

ces al tiempo que se explica su funcionamiento y la lectura en frío. 

Muy recomendable.

10. En el capítulo de South Park referido en la nota anterior tam-

bién se parodia cómo un médium intenta hacer esto y le falla, y cómo 

intenta arreglarlo de forma ridícula, componiendo una escena suma-

mente divertida.

11. Este ejemplo concreto de la cicatriz en la rodilla lo dice el 

propio Corinda, op. cit., pág. 333.

12. Las redes sociales son una fuente inmensa de información: 

pensemos en la cantidad de información que puede obtener un vi-

dente para su próxima sesión solo con visitar el perfil de un cliente 

en Facebook

13.  Nos  referimos  al  avaro  y  tacaño  protagonista  del  famoso 

cuento de Charles Dickens, Canción de Navidad.

14. Por eso los farsantes, que saben esto, nunca dicen nada ne-

gativo ni despectivo de sus clientes. En el documental Más allá de 

la ciencia,  James  Randi  enseña  una  fotografía  a  unas  supuestas 

psíquicas  para  comprobar  si pueden adivinar  algo  significativo  de 

esa  persona  (tal  como  ellas  afirmaban  poder  hacer).  Después  de 

decir varias vaguedades elogiosas sobre ella, James Randi revela 

finalmente quién era: un asesino en serie ejecutado en EEUU: 

youtu.be/w_o3Mi0ASn0

(Dedicado al compañero Borja Robert que me incitó a redactar 

el texto, y a Fernando Cuartero por su affaire con “profesionales” de 

la lectura en frío).

A nadie le desagrada que le 

predigan éxito, salud, suerte en 

el juego, etc., o que le digan que 

es guapo, hábil, generoso... Es 

más, la mayoría de asiduos de 

los consultorios esotéricos van 

precisamente a oír eso.