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eberíamos felicitar al Museo de Ciencias de Londres 

por preparar una exposición para celebrar el psi-

coanálisis como tratamiento y como una parte del 

conocimiento. De hecho, la exposición a la pseudociencia 

ayuda en gran manera a entender la ciencia genuina, de la 

misma manera que saber acerca de la tiranía ayuda a conocer 

la democracia.

Durante los últimos tres decenios la psicología científi-

ca ha ido desplazando silenciosamente al psicoanálisis (así 

como al conductismo) en los medios académicos. Pero este 

último aún se mantiene en la cultura popular, además de 

como una profesión lucrativa: es la psicología de aquellos 

que no se han preocupado de estudiar psicología, y la psico-

terapia elegida por quienes todavía creen en el poder de la 

mente inmaterial frente al cuerpo.

Confío en que el Museo de Ciencias de Londres mostra-

rá que el psicoanálisis es una ciencia falsa, ya que ni sus 

seguidores ni sus practicantes hacen lo que sólo los científi-

cos hacen, investigación científica. Cuando el psicoanálisis 

cumplió 100 años, Susan C. Vaugham y cinco de sus colegas 

psicoanalistas en Nueva York admitieron y lamentaron este 

hueco, e intentaron rellenarlo (Vaughan et al. 2000). Anun-

ciaron haber realizado el primer experimento mostrando que 

la mayor parte de los miembros de un grupo de pacientes 

habían salido beneficiados de su tratamiento psicoanalítico. 

Lamentablemente, los autores no incluyeron un grupo de 

control y no contemplaron la posibilidad de efectos placebo. 

Por lo tanto, su anuncio aún está sin probar. 

Sencillamente, aunque los psicoanalistas de todo el mun-

do están bien organizados, en 110 años no han montado un 

solo laboratorio de psicoanálisis; no participan en congresos 

científicos; y no envían sus investigaciones a revistas cien-

tíficas. Resumiendo, los psicoanalistas son extraños para la 

comunidad científica - una marginalidad que es típica de la 

pseudociencia.

 Esto no significa que las hipótesis del psicoanálisis no ha-

yan sido nunca puestas a prueba. Cierto, son tan vagas, que 

es muy dificil probarlas; y algunas de ellas, particularmente 

la teoría de la represión, son irrefutables, según el propio 

Freud admitió. Aún así, la mayor parte de las conjeturas del 

psicoanálisis que pueden ser sometidas a prueba, lo han sido 

por psicólogos experimentales y psicólogos sociales, y han 

sido claramente refutadas (e.g., Crews 1998, Wolf 1995).

Por ejemplo, se ha encontrado que la agresividad tiene 

más de aprendido que de innato; que no existe correlación 

entre el tipo de personalidad y el proceso de aprendizaje de 

ir al baño en edades tempranas; que la mayoría de los sueños 

no tienen contenido erótico; que el complejo de Edipo es un 

mito; que los niños pequeños no odian a sus padres por que 

estos quieran practicar sexo con sus madre; que el orgas-

mo vaginal no existe; que el placer sexual tiene lugar en el 

cerebro, no en los genitales; y que la raíz de los conflictos 

sociales no está en las relaciones padre-hijo. 

Sobre  la  eficacia  terapéutica  del  psicoanálisis,  se  sabe 

bien poco, ya que el psicoanálisis no realiza experimentos 

clínicos típicos de doble ciego. Tampoco realizan estudios 

longitudinales (o progresivos). Los psiquiatras tienen infor-

mación fidedigna sobre la suerte de pacientes provenientes 

del psicoanálisis, pero se muestran reacios a su publicación 

debido a que muchos de sus propios pacientes han sido re-

mitidos a sus consultas por psicoanalistas que no sabían que 

hacer con sus clientes. Este es particularmente el caso de 

pacientes depresivos y bipolares, algunos de los cuales pue-

den llegar al suicidio si no son tratados con pastillas anti-

depresivas - cuya mera existencia es contraria a la creencia 

antigua, compartida por el psicoanálisis, de que la mente es 

algo inmaterial.

En todos los campos, la psiquiatría biológica ha triunfado 

finalmente sobre el psicoanálisis, teniendo en cuenta que la 

primera aún está lejos de haber logrado la madurez tanto en 

el diagnóstico como en el tratamiento. La alianza formada 

por la neurociencia y la industria farmacológica han probado 

ser más útiles que el chamanismo (ver Shorter 1997).

 Es de esperar que la exhibición del Museo incluya un pa-

nel comparando el psicoanálisis con la psicología científica 

y la psiquiatría. Particularmente, deberían de ser remarcados 

los siguientes rasgos (ver Bunge y Ardila 1987). 

1/ El psicoanálisis es conceptualmente impreciso: ningu-

El

 

Museo

 

de

 

Ciencias

 

de

 

Londres 

abre sus puertas

a la pseudociencia

 

 Mario Bunge

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el esc

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no de sus conceptos clave es una variable en el sentido de 

la psicología experimental. Por consiguiente, no pueden ser 

relacionados funcionalmente entre ellos de una manera pre-

cisa, por lo que cualquier variación en uno de ellos resultará 

en una alteración de los otros - lo que dificulta su experi-

mentación.

 2/ Los psicoanalistas tienden a considerar sus conjeturas 

como axiomas incuestionables sin necesidad de ser proba-

dos - es por esto que no existen laboratorios de psicoanáli-

sis. Ciertamente, existen discusiones entre ellos y tienen a 

formar sectas rivales. Pero sus controversias, al igual que 

sucedía con los estudiosos durante el medievo, son infruc-

tuosas: nunca terminan en pruebas experimentales. Una de 

las consecuencias de tal dogmatismo es que el psicoanálisis 

se ha mantenido estancado durante más de un siglo - en claro 

contraste con la psicología científica, que está actualmente 

prosperando. 

3/ El psicoanálisis no le debe nada a la neurociencia ni 

a la psicología experimental. El mismo Freud (1929, p. 16) 

demandaba tal independencia. Esta independencia es típica 

de las pseudociencias, y explica por qué es posible aprender 

todo sobre el psicoanálisis en unas pocas semanas, mientras 

que a los aspirantes a investigadores en cualquier ciencia les 

toma al menos una década hacerlo.

4/ El legado de Freud se reduce a dos ideas: que algu-

nos procesos mentales son inconscientes, y que algunos 

presentan manifestaciones somáticas. Pero la primera idea 

no fue algo original y la última sobrevive actualmente de 

forma muy diferente. De hecho, el inconsciente era cono-

cido  por  Hume,  Tolstoi,  Dostoievski,  Helmholtz,  William 

James, Pavlov, y otros antes que Freud. Es más, era el tema 

principal de la obra de Eduard von Hartmann: Philosophie 

des Unbewusten (Filosofía del Inconsciente), un bestseller 

en varias lenguas cuando Freud tenía 14 años. No sólo Freud 

no descubrió el inconsciente, sino que se dedicó a fantasear 

de manera salvaje con él, en lugar de investigarlo. Afortuna-

damente, ahora es un tópico en la psicología experimental 

(Morris et al. 1998). Sobre la medicina psicosomática, ha 

derivado anecdóticamente en la psiconeuroendocrinoinmu-

nología. Esta síntesis, a la que el psicoanálisis se resiste, es 

completamente experimental. Además, lejos de implicar el 

mito de la mente frente a la materia, supone que diferentes 

componentes del sistema material en cuestión interactúan 

entre ellos - por ejemplo, que una actitud optimista (una fun-

ción cortical) ayuda al sistema inmune a enfrentarse a una 

enfermedad, y la falta de control sobre las propias acciones 

lo debilitan. (Kemeny 2009).

5/ La filosofía de la mente inherente al psicoanálisis es el 

dualismo cartesiano de la interacción - la tesis de que men-

te y cuerpo son substancias separadas pero que interactúan. 

Tal dualismo es perpendicular al monismo materialista que 

motiva la neurociencia cognitiva. De acuerdo a esta, los pro-

cesos mentales son procesos del cerebro (ver Bunge 2010). 

Por lo tanto, el voluminoso trabajo de Freud sobre el Seele 

(alma) dividida entre ego, id y superego, pertenece al mito, 

no a la ciencia.

En resumen, bienvenida sea la exposición sobre psicoaná-

lisis del Museo de Ciencias de Londres, ya que puede mos-

trar lo que no es ciencia. Y dejarnos pensar que en próximos 

años el Museo organizará exposiciones sobre otras pseudo-

ciencias populares, tales como parapsiconología, homeopa-

tía o diseño inteligente.

Traducción de Aitor Pérez Iturri
_________________________________________________

Referencias

Bunge, Mario. 2010. Matter and Mind. Boston Studies in the Phi-

losophy of Science. Boston: Springer.

Bunge, Mario, and Rubén Ardila. 1987. Philosophy of Psycholo-

gy. New York: Springer-Verlag.

Crews, Frederick, ed. 1998. Unauthorized Freud: Doubters Con-

front a Legend. New York, London: Penguin Books.

Freud, Sigmund. 1929. Introductory Lectures on Psychoanalysis, 

2nd ed. London: Allen & Unwin.

Kemeny, Margaret E. 2209. “Psychobiological responses to so-

cial threat: Evolution of a psychological model in psychneuroimmu-
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Morris, J. S., A. öhman, and R. J. Dolan. 1998. “Conscious and 

unconscious emotional learning in the human amygdala”. Nature 
393:467-470.

Shorter, Edward. 1997. A History of Psychiatry. New York: John 

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Vaughan, Susan C., Randall D. Marshall, Roger A. McKinnon, 

Roger Vaughan, Lisa Mellman, and Steven P. Roose. 2000. “Can we 
do psychoanalytic  outcome research?  A feasibiliy study”. Internatio-
nal Journal of   Psychoanalysis
 81: 513-27.

Wolf, Arthur P. 1995. Sexual Attraction and Childhood Associa-

tion. Stanford, CA: Stanford University Press.

En 110 años no han montado un 

solo laboratorio de psicoanálisis; 

no participan en congresos cien-

tíficos; y no envían sus investi-

gaciones a revistas científicas