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n 1506 España y Portugal sufrieron el acoso de la
Inquisición Española y de la Peste Negra, y alguien
tenía que ser culpado por ello. Los convertidos de
manera forzosa al cristianismo –los conversos- fueron los
principales candidatos.
Durante aquellos años una extraña luz fue vista cerca de
un crucifijo en un monasterio, y fue promovido por los frai-
les y tomado por el populacho como un milagro, un claro
símbolo de que la iglesia les protegería de los horrores de la
plaga. Sin embargo, un individuo, que además era converso,
cometió la temeridad de sugerir que aquello puede que no
fuera un milagro sino simplemente la luz de una vela, tal
vez puesta ahí por los propios frailes. Ante tal blasfemia, los
ofendidos feligreses arrastraron al hombre a la calle, le gol-
pearon y prendieron fuego, acabando con su vida. Alentados
por los frailes, los feligreses recorrieron las calles capturando
conversos y poniéndoles en piras. Cuando la violencia cesó
casi 2.000 conversos habían sido quemados hasta la muerte.
Los humanos se contagian el pánico rápidamente, y el
comportamiento de las muchedumbres en momentos de te-
rror normalmente desemboca en desgracias. La violencia de
las multitudes es el resultado más dramático de este proble-
ma, pero la historia está llena de ejemplos de pensamiento
grupal irracional, e incluso en nuestra propia sociedad local,
con nuestros asuntos locales, todos somos vulnerables de su-
cumbir a la mentalidad de la masa.
El pánico ciego era, sin duda, claramente beneficioso
mientras evolucionábamos en la planicie africana. Si alguien
gritaba “¡un león!”, no es probable que sobrevivieras mucho
tiempo si te parabas a preguntar “¿estás seguro…?”.
El mensaje de la Selección Natural es que huyas sin
pensar. Es muy fácil convencer a la gente de que una fal-
sa afirmación sobre seguridad (“los leones nunca nos harían
daño”) es mentira, pero los humanos se contagian el pánico
rápidamente, y el comportamiento de las muchedumbres en
momentos de terror normalmente desemboca en desgracias..
Y cuando echamos a correr, lo mejor es correr en la mis-
ma dirección que todos los demás. Las multitudes dan segu-
ridad. Si nos separamos de la multitud, es mucho más proba-
ble que nos alcance el león.
Y así es también en los debates públicos medioambienta-
les. Los asuntos relacionados con el medio ambiente tienen
una audiencia pública que responde de manera asimétrica a
la información. Cuando una falsa afirmación de que algo te-
rrible puede ocurrir se instala en la mente de la comunidad es
prácticamente imposible erradicarla, da igual lo cristalinas
La ignorancia
es contagiosa
La importancia del pensamiento crítico
en la gestión medioambiental
Ian Woodward
El doctor Ian Woodward es científico medioambiental y antiguo director del organismo de protección del
medio ambiente del gobierno de Tasmania. Su compromiso con la importancia del pensamiento crítico
en los debates públicos sobre medio ambiente viene de lejos (iwoodward@pittsh.com.au).
Los humanos se contagian el pánico
rápidamente, y el comportamiento
de las muchedumbres en momentos
de terror normalmente desemboca
en desgracias.
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que sean las evidencias científicas en su contra. Y aquellos
que deciden cuestionar la visión predominante (“puede que
sólo sea una roca”) probablemente sean rechazados en cual-
quier circunstancia.
Esto se ha hecho especialmente evidente en los últimos
años. El proyecto de crear una fábrica papelera en Tasmania
es un gran ejemplo.
Irónicamente, creo que este fortalecimiento de la respues-
ta asimétrica viene de la mano del aumento de la conciencia
medioambiental del público. Digo irónicamente, porque ese
aumento de la conciencia medioambiental no equivale a un
aumento en los conocimientos sobre el tema. Es como si la
sombra del león se hubiera hecho más grande, no como si se
conocieran más detalles del león en sí. Ahora, por ejemplo,
nos enfrentamos a una amenaza medioambiental tan gran-
de como el propio mundo –el cambio climático- mientras
que hace tan sólo unos años las amenazas ambientales eran
locales, y podía delegarse en los demás la responsabilidad
de preocuparse, siempre que fueran sus problemas y no
los nuestros. En la mente del público todas las amenazas
medioambientales se han hecho más grandes como conse-
cuencia de la sombra global del cambio climático.
Otro componente de la ironía es que el público cada vez
sospecha más y espera un mayor escrutinio de nuevos de-
sarrollos, a lo que los reguladores responden exigiendo aún
más y más detalladas medidas medioambientales, a pesar de
que el volumen y la complejidad técnica de dicha informa-
ción hace que sea menos probable que el público la lea o la
entienda.
Por ejemplo, virtualmente cada individuo de Tasmania
tiene una opinión –una fuerte convicción- sobre los proba-
bles impactos ambientales de la papelera de Gunns en Bell
Bay, al norte de Tasmania, pero estimo que menos de un 1%
de la población se habrá leído la documentación. El público
obtiene su información de los medios de comunicación y del
cotilleo, ambos notablemente incapaces de informar sobre
asuntos técnicos.
El público se aferra a mensajes simples, y deja que los
mensajes complejos se le escapen. En Tasmania, el mensaje
conservacionista ha calado con intensidad porque su mensa-
je es muy sencillo de entender – cambiar o no cambiar. Tanto
el público como los medios de comunicación confunden la
conservación con la gestión medioambiental. La conserva-
ción es simple y clara. La gestión medioambiental es com-
plicada, liosa, y apenas es comprendida por el público y los
medios. Requiere un mayor esfuerzo intelectual.
El público obtiene su información
de los medios de comunicación y
del cotilleo, ambos notablemente
incapaces de informar sobre asuntos
técnicos.
Quema de judíos durante la Peste Negra. 1349.
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Los periodistas –la gente que informa al público- son tan
vulnerables al miedo como cualquier otro individuo, y tienen
las mismas dificultades para entender información técnica.
También ayudan a propagar el pánico (es parte de su traba-
jo). Los lectores están más interesados y más alerta sobre
historias que asustan que sobre historias que tranquilizan,
y los medios de comunicación les proveen con aquello que
quieren, creando un bucle retroalimentado de miedo, histo-
ria, más miedo y más historias.
Puede que nos guste pensar que los “periodistas serios”
hacen un mejor trabajo, pero es una esperanza ilusoria.
¿Cuándo fue la ultima vez, por ejemplo, que viste a perio-
distas dejando en evidencia a los que se oponen a algún tipo
de proyecto industrial, haciéndoles a ellos las preguntas difí-
ciles? Este tipo de historias periodísticas siempre considera
a los que van a llevar a cabo un proyecto como los malos,
mientras que los que se oponen siempre son los frailes. Los
periodistas son tan asimétricos como el público en toda su
extensión. No están interesados en señalar la vela en el mo-
nasterio.
La disonancia cognitiva, que es la tendencia de la gen-
te a no asumir que comete errores, exacerba esta situación.
Antes que admitir un error, la gente tiende a atrincherarse
todavía más en su postura. Una vez que alguien ha expresado
públicamente una opinión sobre algo (ya sea al público en
general o a su grupo de amigos), es muy poco habitual que
se retracten, especialmente si el asunto es controvertido; al
contrario, la gente suele afianzarse más en su postura y a
justificar con más energía su punto de vista. George Bush
y la guerra de Iraq es un ejemplo obvio en la escena mun-
dial, pero también funciona a escala local, incluyendo los
asuntos medioambientales. Alguien que se haya opuesto pú-
blicamente a un nuevo desarrollo (como la papelera) tendrá
graves problemas para escuchar o para aceptar argumentos
científicos que sean contrarios a ese punto de vista, ya que
aceptarlos supondría admitir que, desde un primer momento,
estaban equivocados. También es probable verlos cayendo
en sesgos de confirmación, que significa que selectivamente
descartarán información contraria a su punto de vista y acep-
tarán información que la apoya.
Debido a la disonancia cognitiva, antes que admitir su
error, la gente se hace más dogmática y cerrada en sus pos-
turas. Una tendencia asociada es que la comunidad se vuelva
más extrema y más determinada a que sus opiniones “ga-
nen”. Lo que debería ser una discusión racional se convierte
en una pelea con uñas y dientes en la que el objetivo es la
victoria en si misma, simplemente porque odiarían perder
contra alguien al que han demonizado.
En muchos casos, la gente también usa su oposición ex-
presa a un proyecto como una manera de describirse a si
mismo y sus valores, como una especie de chapa en la so-
lapa. “Me opongo al proyecto X, demostrando así qué tipo
de persona soy. Encajo perfectamente en mi grupo social”.
Un tercer componente de la ironía es la hipocresía del
público. Ante las demandas de la comunidad, la industria
ha de saltar sobre todo tipo de trabas para que sus proyec-
tos sean aceptados. La industria prepara sus requerimientos
ambientales, implementa sus planes de gestión y monitoriza
su gestión medioambiental. La comunidad hace muy pocas
de estas actividades para consigo misma, a pesar de que su
impacto ambiental es muy superior al de la industria. Es la
comunidad la que crea las aguas residuales, conduce coches,
quema leña, usa la electricidad o tala bosques para cosechas
o viviendas, todo sin declaraciones de impacto ambiental…
y es la comunidad la que compra los productos de la indus-
tria que vilipendia.
Ante este panorama, ¿Qué deberían hacer los trabajadores
ambientales? ¿Existe una salida?
Pues sí. Creo que sí. Pero requiere esfuerzo y trabajo duro,
y esto habitualmente está enfrentado con el pensamiento po-
pulista. Requiere pensamiento crítico. Los trabajadores am-
bientales tienen la responsabilidad de pensar críticamente y
de ayudar a la comunidad a hacer lo mismo.
¿Qué es pensamiento crítico? Tal vez la manera más sen-
cilla de describirlo sea pensando en términos relacionados,
como pensamiento científico, pensamiento racional, pensa-
miento escéptico y pensamiento lógico. Básicamente, a lo
que se refiere es a una manera de pensar en la que tu punto de
vista sobre el asunto está basado en las evidencias, sin pres-
tar atención alguna a giros, emociones o presiones grupales.
Es importante –e interesante- recalcar que el pensamien-
to crítico no es algo natural para la mayoría de personas.
Habitualmente ha de ser aprendido. Es un trabajo difícil y va
en contra de las tendencias naturales que nos han otorgado
¿Qué es pensamiento crítico?
Tal vez la manera más sencilla
de describirlo sea pensando
en términos relacionados,
como pensamiento científico,
pensamiento racional, pensamiento
escéptico y pensamiento lógico.
Activistas anti-papeleras protestan fuera del Banco Macquarie AGM
en Melboune. (Foto: ABC News)
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la selección natural y la evolución. Cuanto más lo practiques
más fácil será, pero siempre requiere que te preguntes “¿Qué
me están diciendo las evidencias?”.
El pensamiento crítico minimiza el riesgo de caer en las
bien llamadas falacias lógicas, y me gustaría usarlas como
una manera de resaltar como el pensamiento medioambien-
tal suele ser cualquier cosa excepto crítico.
Para hacerlo, he cogido prestadas algunas de una lista
las 20 falacias lógicas que hizo mi podcast favorito, The
Skeptics Guide to the Universe, que es un podcast semanal
siempre muy informativo e interesante, y que por supuesto
recomiendo.
En la siguiente lista he mantenido las explicaciones ori-
ginales de qué significa cada falacia, porque son interesan-
tes en sí mismas. Para cada falacia lógica he propuesto un
ejemplo relacionado con el medio ambiente. Reconozco que
todos mis ejemplos son de oposición ilógica al desarrollo
de proyectos industriales, y que, por supuesto, también los
hay de apoyo ilógico a los mismos. Sin embargo, el sesgo es
consistente con el tema de mi artículo, que los ejemplos de
los que se oponen superan con creces a los ejemplos de los
que apoyan.
Estos ejemplos pueden ayudarnos a pensar sobre las tram-
pas en las que podemos caer y, por tanto, prepararnos a noso-
tros y a los demás para evitarlas. Siendo conscientes de estas
trampas, y trabajando duro para evitar ser arrastrado hacia el
lado irracional de los debates ambientales, podemos ayudar
a separar la toma de decisiones sobre el medio ambiente de
los lamentos un público pobremente informado y tratar de
enfocar la atención donde debería estar: en las ciencias am-
bientales.
Éstas son cosas que podemos y debemos hacer como ac-
tivistas o trabajadores en temas medioambientales. Además,
me gustaría añadir algunas reflexiones personales sobre el
proceso de evaluación ambiental.
En Australia, los distintos estados tienen sus propios pro-
cesos de evaluación ambiental, bajo su propia legislación,
pero la evaluación generalmente implica la preparación de
algún tipo de informe sobre los efectos en el medio ambien-
te. Normalmente la documentación de evaluación incluye
tanto una descripción del desarrollo propuesto, como una
descripción de cómo será gestionada desde el punto de vista
ambiental. Ambas van integradas en un mismo documento
para una resolución única.
Conceptualmente es una buena idea, y nos ha servido
razonablemente bien para evaluaciones que tienen un bajo
perfil público, sobre todo. No creo, sin embargo, que sea útil
para proyectos que tienen una gran visibilidad pública. Una
vez que una evaluación ambiental llega a la discusión públi-
ca, se traslada a otro planeta, el Planeta Pánico.
En proyectos de mucha visibilidad pública, el aumento de
Famoso logotipo con el Sol sonriente utilizado en todas las protestas antinucleares desde que fuera creado en abril de 1975. Fue diseñado
por Anne Lund y Søren Lisberg, que por entonces tenían 21 años y estaban en la organización OOA (Organisationen til Oplysning om
Atomkraft = Organización de Información de la Energía Nuclear), que organizó la campaña danesa antinuclear (Foto: archivo)
Es la comunidad la que crea
las aguas residuales, conduce
coches, quema leña, usa la
electricidad o tala bosques
para cosechas o viviendas, todo
sin declaraciones de impacto
ambiental… y es la comunidad
la que compra los productos de
la industria que vilipendia.
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los requerimientos ambientales que he descrito anteriormen-
te significan que el documento de efectos medioambientales
se hace mucho más difícil y caro para los promotores (un
gasto en el que deben incurrir incluso antes de saber si tie-
nen o no un proyecto) y más complicado de evaluar para los
reguladores, mientras que la probabilidad de que el público
lea y comprenda la mayor parte de la documentación técnica
preparada al efecto disminuye más y más.
Los reguladores sienten, también, la presión del público,
que lanza dardos sobre las propuestas de proyectos impopu-
lares. Y cuanto más controvertido es un proyecto, mayor es
el número de dardos que se lanzan con la esperanza de des-
angrar el proyecto hasta su muerte. Los reguladores, como
humanos que son, tienden a protegerse de las críticas de una
evaluación inadecuada requiriendo un estudio o un plan de
gestión para cada dardo que se clava, e incluso para algunos
de los que caen al suelo. Todos los dardos duelen igual y
tienden a ser tratados de manera idéntica, sea cual sea su
validez medioambiental o su prioridad.
Creo que el resultado es que la evaluación medioambien-
tal en proyectos públicos y controvertidos está convirtiéndo-
se en algo excesivamente grande, con tendencia a abarcarlo
todo y a conocerlo todo. Ser precavido está siendo sustituido
por ser excesivamente cauteloso. Las evaluaciones terminan
envueltas en una niebla de información de la que sólo la des-
información populista sobresale.
Es habitual que el público fuerce a promotores a invertir
en aspectos insignificantes desde el punto de vista medioam-
biental, pero muy relevantes desde el punto de vista político,
simplemente para superar las trabas de aprobación. Este di-
nero estaría mucho mejor invertido en la gestión medioam-
biental del proyecto en sí.
Para arreglar estos problemas, en proyectos de alto interés
público, sería interesante que la propuesta general y la de la
gestión medioambiental fueran separadas en distintos pro-
cesos de evaluación.
Esto pudiera parecer un retroceso porque su integración
hace unas décadas fue vista como un gran avance. Sin em-
bargo, no estoy defendiendo que volvamos a donde empeza-
mos, sino que hagamos la distinción como un paso más en la
buena dirección. Los reguladores tienen en su haber que son
pragmáticos y de facto hacen precisamente esto bajo el sis-
tema actual; no es raro que den un aprobación condicional a
los planes de gestión medioambiental ya preparados para su
posterior aprobación. Sin embargo, el sistema actual fuerza
a los reguladores a moverse en límites como éste, y creo que
su pragmatismo resalta la necesidad de un cambio.
En proyectos de gran visibilidad pública, creo que la
evaluación de la propuesta de desarrollo debería ir primero,
en forma de una propuesta con los puntos clave de la parte
medioambiental. La autoridad evaluadora podría valorar la
descripción y las lineas maestras identificando los requisi-
tos medioambientales que deben ser cumplidos para que el
proyecto sea aprobado. Estos requisitos estarían restringidos
a lo fundamental, preguntándose ¿Hay algo fundamental
que signifique que el proyecto debe ser rechazado? Algunos
ejemplos pueden ser el potencial para causar daños ambien-
tales irreparables, la inevitable pérdida de una población de
especie amenazada o la emisión de un contaminante para el
que no hay tecnología que garantice la calidad del agua en el
entorno circundante.
Los promotores entonces deberían estudiar estos asuntos
y preparar un informe sobre estos requerimientos que sería
sometido a un proceso de evaluación pública. Podría haber
distintos niveles de evaluación, dependiendo del grado de
desarrollo y de la importancia de las cuestiones. El resultado
de esta evaluación debería ser una decisión de sí o no sobre
si el proyecto puede, en principio, llevarse a cabo. La deci-
sión debería basarse en consideraciones muy específicas, sin
la niebla de las demandas de información y la sobrecarga de
asuntos que no son fundamentales.
Si la decisión es favorable, esto no significaría que ya
pueden empezar a construir, sólo que ya pueden encargarse
de la fase de gestión ambiental. Empezarían a encargarse de
esta fase sabiendo que en su propuesta no hay suelto ningún
cabo fundamental, y que tiene sentido su inversión en los
estudios e investigaciones necesarios para preparar el plan
de gestión medioambiental.
En la fase de evaluación de la gestión medioambiental, la
autoridad evaluadora podría establecer directrices y el pro-
motor prepararía un plan que se ciñera a éstas. Después el
plan debería ser sometido a escrutinio público y evaluado
por la autoridad competente teniendo en cuenta los comen-
tarios de la comunidad y solicitando enmiendas en caso de
necesitarse. Si la autoridad evaluadora está de acuerdo con
el plan definitivo, se aprobaría y, ahora sí, se podrían em-
pezar las obras. Si el promotor no fuera capaz de preparar
un plan de gestión medioambiental adecuado, el proyecto se
paralizaría. El derecho de apelación debería estar restringido
a si la decisión sobre el plan de gestión medioambiental es
razonable, y en ningún caso sobre los requisitos.
La sugerencia anterior podría ser interpretada como algo
favorecedor para los promotores, pero no es así. Un proceso
como el propuesto sin duda haría más fácil a los promotores
entender y actuar sobre lo que es importante en el plano am-
biental, y permitiría enfocar mejor su inversión y esfuerzos,
pero esto no significa que las exigencias medioambientales
se vean alteradas o debilitadas en ningún caso.
Al contrario, significa que la información preparada y uti-
lizada para la evaluación de su propuesta estará bien dirigida
y será relevante y eficiente. La propia toma de decisiones
podría ser más relevante, eficiente y estar mejor dirigida. Y
así, el debate medioambiental podría ser más racional (total-
mente racional probablemente no pueda serlo nunca) y las
medidas de gestión que surjan responderán a cuestiones de
la ciencia ambiental, no a sensibilidades políticas. El benefi-
ciado sería el medio ambiente.
En la fase de evaluación de la
gestión medioambiental, la autori-
dad evaluadora podría establecer
directrices y el promotor prepara-
ría un plan que se ciñera a éstas.
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que poseen los individuos que hacen la afirmación.
Es razonable dar más credibilidad a las afirmacio-
nes de alguien con la educación y los credenciales
adecuados, y a sospechar de las afirmaciones de
alguien en un área en la que no tiene experiencia,
pero la veracidad o no de una afirmación debe sos-
tenerse por sí misma y por las evidencias, y no por
la autoridad de la persona que la realiza.
Ejemplo ambiental:
Es un clásico en los debates medioambientales,
y normalmente retorcido no hacia autoridades cien-
tíficas alternativas, sino a famosos de cualquier tipo
(estrellas de cine, músicos…) que se suman a las
campañas de protesta. La gente conoce a estos fa-
mosos, piensan que son importantes por su perfil
público y les otorga un aura de credibilidad por ese
mismo motivo. Sin embargo muchos de estos famo-
sos son de los más ignorantes en lo que respecta
a ciencia medioambiental que podemos encontrar
en nuestra sociedad. Es mucho más probable que
hayan estudiado artes y no ciencias y, sin embargo,
su oposición al proyecto es vista como una confir-
mación de que oponerse es lo bueno.
Argumento de la propia incredulidad
No puedo explicar o entender algo, por lo tanto
no puede ser verdad. Por ejemplo, los cre
acio-
nistas argumentan orgullosos que no pueden ima-
ginar que la complejidad de la vida es resultado del
azar y la selección natural.
Ejemplo ambiental:
Ad hominem (atacando a la persona)
Un argumento ad hominem es el que intenta
oponerse a las afirmaciones o conclusiones de un
individuo atacándole a él personalmente, no a sus
afirmaciones. Los crédulos lo utilizan muchas ve-
ces con los escépticos diciéndoles que no tienen la
“mente abierta”. Los escépticos caen en esta tram-
pa cuando, para desacreditar las palabras de un
ufólogo lo catalogan de estúpido o de loco.
Ejemplo ambiental:
Es muy habitual. Los que se oponen a un de-
terminado proyecto demonizarán al promotor del
mismo, atacándole personalmente (ya sea a la em-
presa o a la cabeza visible) y dejando de lado las
evidencias. Siendo la naturaleza humana como es,
es una buena táctica. Es muy fácil convencer al pú-
blico para que odie a un promotor demonizado, y
esto aleja la atención de la evaluación de las con-
sideraciones medioambientales y las sustituye por
una elección entre “buenos” y “malos”. Y dada esta
(falsa) elección ¿quién elegiría a los malos? Tam-
bién los trabajadores ambientales pueden ser vícti-
mas de tales ataques, con los opositores intentando
desacreditarles por haber estado en contacto con
“los malos”.
Argumento de autoridad
Declarar como verdadera una afirmación porque
un individuo o grupo percibido como autoridad en la
materia así lo dice. A menudo este argumento se en-
fatiza con los años de experiencia o las titulaciones
Falacias lógicas en gestión medioambiental
Cartel protesta contra papelera en Tasmania (Foto: Stephen Barnett, www.flickr.com/photos/httpwwwflickrcomphotostopend/with/500314122/)
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“Es imposible que algo tan grande no destruya el
medio ambiente, así que no debemos permitir que
se construya”
Correlación no implica causa
Este falacia es usada frecuentemente para dar
a una correlación estadística una interpretación de
causa y efecto. Por ejemplo, durante la década de
los 90 tanto el número de consumidores de drogas
ilegales como el de asistentes a las iglesias creció.
Sería falaz concluir que, por lo tanto, ir a la iglesia
incita al consumo de drogas. O que el consumo de
drogas incita a visitar la iglesia, o que tanto el con-
sumo de drogas como ir a misa han aumentado por
una tercera variable, como por ejemplo un aumento
de la inestabilidad social. También es posible que
ambas variables sean independientes la una de la
otra y que sea una coincidencia que ambas crezcan
a la vez.
Ejemplo ambiental:
Es un ejemplo muy habitual en los debates so-
bre cambio climático. A pesar de que hay muchas y
muy fuertes evidencias que apoyan que el cambio
climático está inducido por los seres humanos, eso
no significa que la próxima sequía, el próximo ciclón
o la próxima inundación esté causada por el cambio
climático. Estos acontecimientos no tienen por qué
estar relacionados con el cambio climático. Aunque
el hecho de que el cambio climático se haya abier-
to paso hasta el debate público es una buena noti-
cia, lo ha hecho de una manera tan explosiva que
debemos ser cuidadosos y no atribuirle cualquier
acontecimiento climatológico extremo. Siempre los
ha habido y siempre los habrá, esté pasando lo que
esté pasando con el clima a escala global.
Falso dilema
Reducir arbitrariamente un conjunto de posibili-
dades a sólo dos. Por ejemplo “si no estás con no-
sotros, estás contra nosotros”.
Ejemplo ambiental
Los debates ambientales son reducidos a menu-
do a una decisión de “blanco o negro”. Por ejemplo
“si hay algún riesgo entonces el proyecto no debe
llevarse a cabo, sean cuales sean sus beneficios”.
De hecho, cada cosa que hacemos conlleva unos
riesgos y constantemente tomamos decisiones so-
pesando riesgos y beneficios. Esto mismo debería
aplicarse a las decisiones medioambientales. Los
riesgos ambientales deberían valorarse junto con
los beneficios económicos y sociales, para tomar
una decisión ponderándolo todo, y no reduciéndolo
a “o blanco o negro”. Las decisiones de “sí o no”
pueden ser adecuadas para la toma de decisiones
en lo que respecta a conservación, pero no para to-
mar decisiones ambientales.
Inconsistencia
Aplicar unos criterios o normas a una creencia,
afirmación, argumento o posición, pero no a otros.
Por ejemplo, algunos grupos de defensa del consu-
midor promueven que necesitamos una regulación
más estricta de las medicinas con receta médica
para garantizar su efectividad y seguridad, pero, a
la vez, piden que las hierbas medicinales puedan
venderse sin regulación de ningún tipo, y sin que se
prueben ni su seguridad ni su efectividad.
Ejemplo ambiental:
Es casi la postura de facto de la mayoría de la
sociedad en relación con el medio ambiente, espe-
cialmente cuando comparamos sus exigencias a
la industria, para que lleven a cabo mejores y más
caras políticas de protección medioambiental, a pe-
sar de su escasa o nula voluntad de pagar (a través
de tasas o impuestos) mejoras que supondrían un
mejor desempeño ambiental por su parte (mejor re-
colección y tratamiento de basuras, menor emisión
de CO2, etc).
Blanco móvil
Consiste en mover –alejar- arbitrariamente los
criterios de “prueba” o aceptación más allá de cua-
lesquiera que sean las evidencias actualmente dis-
ponibles.
Ejemplo ambiental:
Mover la meta es muy habitual en las evaluacio-
nes ambientales. Por ejemplo, en las directrices am-
bientales, como pueden los límites de emisiones, se
establecen unas determinadas para que los promo-
tores las cumplan. Si éstos demuestran que emitirán
aún menos que lo exigido, se les ajustarán aún más.
Es habitual que se defienda “mover la meta” ar-
guyendo que promueve una mejora ambiental per-
manente. Sin embargo, esto es un razonamiento
La Reina del Carnaval de Gualeguaychú 2006 protesta en la
cumbre de presidentes europeos y latinoamericanos, 12 de
mayo de 2006 (Foto: www.esacademic.com).
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post hoc. Puede que no haya un beneficio ambiental
tangible por reducir aún más los límites, y, de hecho,
la asunción de que reducir las emisiones siempre
produce un resultado ambiental mejor es en sí mis-
mo una falacia. Pongamos, por ejemplo, los limites
de nutrientes emitidos. Puede ser que ya sean mu-
cho más bajos que lo que otras fuentes naturales
aportan al entorno, por lo que forzar una reducción
de éstos puede no tener ningún beneficio.
Argumento ad ignorantiam
Cuando se afirma que una creencia particular es
cierta porque no podemos probar su falsedad. Por
ejemplo, los defensores de la percepción extrasen-
sorial exageran sobre lo poco que sabemos todavía
de nuestro cerebro, intentando pasarlo como evi-
dencia de que sus afirmaciones son ciertas.
Ejemplo ambiental:
En debates medioambientales esto puede apa-
recer en forma de “No has analizado cada metro
cuadrado de lo que quieres que sea tu mina, por
lo que probablemente haya especies amenazadas
que no hayas visto. Tu proyecto las matará, asi que
no deberías seguir adelante”.
Non sequitur
Latín para “no se sigue”. Se refiere a un argu-
mento en el que la conclusión no necesariamente
sigue a la premisa. En otras palabras, se establece
una conexión lógica donde no la hay.
Ejemplo ambiental:
El “principio de precaución” ambiental tiene, des-
de mi punto de vista, el dudoso honor de ser uno
de los documentos peor escritos de los que circulan
por ahí. A lo mejor los burócratas tenían prisa en
los “bastidores” de la convención de Río de Janeiro,
pero de alguna manera consiguieron introducir una
triple negación en el texto. “… ausencia de certe-
za… no debería utilizarse… para postergar…”. A pe-
sar de todo, es un buen principio. Fue rápidamente
adoptado en las legislaciones ambientales de buena
parte del mundo, incluyendo Australia, y ahora es
tan ubicuo como el teclado QWERTY. Sin embargo,
es utilizado erróneamente muchas veces, argumen-
tando que, salvo que un proyecto pueda demostrar
que no tendrá un determinado impacto ambiental,
no debería ser aprobado. No puede deducirse del
Principio de Precaución que los proyectos deban
demostrar una negación.
Hombre de paja
Argumentar contra una posición creada específi-
camente para ser sencilla de rebatir, y no contra la
posición que de hecho sostienen los que se oponen
a tu punto de vista.
Ejemplo ambiental:
A escala de proyecto, por ejemplo, hay dos fá-
bricas de papel propuestas para su construcción en
Tasmania. Una es la fábrica real, la que será cons-
truida realmente, y la otra es una fábrica de fanta-
sía que los opositores al proyecto han creado en la
mente de la ciudadanía. La fábrica de fantasía pro-
duce todo tipo de horribles impactos ambientales,
ninguno de los cuales está apoyado en evidencias
científicas sólidas.
A más pequeña escala, es habitual que se esco-
jan sólo unos pequeños fragmentos de información
de las evaluaciones ambientales y citarlos de mane-
ra descontextualizada. Presentando esta informa-
ción al público, puede hacer parecer que el proyecto
propone algo terrible. Así, pueden atacar a esas co-
sas terribles creadas por ellos mismos.
La pendiente resbaladiza
Esta falacia lógica consiste en argumentar que
una postura no es consistente o válida porque acep-
tarla significa también aceptar su caso más extre-
mo. Sin embargo, posiciones moderadas no tienen
por qué conducir inevitablemente a caer por esa
pendiente.
Ejemplo ambiental:
Es probablemente más habitual en la planifica-
ción de decisiones que en las decisiones ambien-
tales. Sería algo así: “si se aprueba este proyecto
habrá una explosión de proyectos similares que nos
saturarán”.
Tautología
Una tautología es un argumento que utiliza el ra-
zonamiento circular, lo que significa que la conclu-
sión es también su propia premisa. La estructura de
un argumento así es A=B, por lo tanto, A=B, aunque
la premisa y la conclusión pueden estar formula-
das de manera diferente para que no se note. Por
ejemplo, afirmar que el toque terapéutico funciona
porque manipula el campo vital es una tautología
porque la definición de toque terapéutico es precisa-
mente la manipulación (curiosamente sin contacto
físico) de ese campo vital.
Ejemplo ambiental:
Un ejemplo ambiental puede ser argumentar que
un proyecto es malo porque, si no lo fuera, no esta-
ría todo el mundo en su contra.
Tu quoque
Literalmente “tú también”. Es el intento de justifi-
car un error o equivocación porque alguien también
lo comete. “Mis pruebas puede que no sean válidas,
pero las tuyas tampoco lo son”.
Ejemplo ambiental:
Un ejemplo podría ser afirmar que un proyecto
particular ha de ser rechazado porque uno similar
ya fue rechazado en algún otro lugar.
Traducción de Borja Robert.
Artículo publicado originalmente en “The Skeptic”