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el esc
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ptico
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En este segundo tomo se analiza el Pentateuco, los libros
históricos y Lírica (Salmos, Cantar de los cantares y La-
mentaciones). Se nota que el autor tiene experiencia porque
la prosa mejora, está mejor organizado en índices y notas y
tiene mayor profundidad en sus juicios.
No deja de ser sorprendente la cantidad de contradiccio-
nes que se encuentran entre las propias partes de la Biblia.
Ya lo dije en la otra reseña, pero lo repito; al autor no le hace
falta traer otros libros o autoridades para poner en evidencia
los múltiples fallos que se encuentran en un libro tan sagra-
do.
Capítulo aparte merecen algunas de las descripciones,
que muestran una crueldad que hoy en día nos resulta cho-
cante. Siempre se dice que el Dios del Antiguo Testamento
es un dios colérico, pero hasta que no lees el texto no te das
cuenta hasta qué punto es así. La furia de Yahvé se encien-
de por cuestiones nimias y hay masacres de pueblos enteros
simplemente porque no le caen bien.
Un libro de estas características es imposible de resumir,
pero su riqueza está en los fragmentos, así que reproduzco
algunos escogidos para que se hagan una idea.
¿Cuál es la pena por no adjetivar correctamente a Dios?
El exterminio:
I Re 20, 28-30: La ira de Yahvé: por haber dicho los ára-
meos que él era un Dios de las montañas y no un Dios de la
llanura “he entregado toda esta gran muchedumbre en tus
manos, y así sabréis que yo soy Yahvé... Los israelitas derro-
taron a los árameos, cien mil hombres de infantería en un
solo día.... pero la muralla se desplumó sobre los veintisiete
mil supervivientes...”.
Mejor no meterse con los profetas, que gastan malas
pulgas:
II Re 2, 23-24: “Luego Elíseo subió de allí a Betel y, se
gún subía por el camino, unos cuantos chicuelos salieron de
la ciudad y se burlaban de él diciendo: ‘Sube, calvo; sube,
calvo’ Él se dio la vuelta, se les quedó mirando y los maldijo
en el nombre de Yahvé. Dos osos salieron entonces del bos-
que y despedazaron a cuarenta y dos de aquellos chicuelos”.
Poner la otra mejilla es muy posterior a lo que se narra a
continuación, dedicado a los enemigos del pueblo elegido:
Salm 109, 6-15,29: “«¡Suscita a un malvado contra él,
que un fiscal se ponga a su diestra; que en el juicio resul-
te culpable, su oración considerada pecado! ¡Que sus días
sean pocos, que otro ocupe su cargo; queden huérfanos sus
hijos, quede viuda su mujer! ¡Que sus hijos vaguen mendi-
gando, sean expulsados de sus ruinas; que el acreedor se
quede con sus bienes y saqueen sus ganancias los extraños!
¡Nunca nadie le muestre amor, nadie se apiade de sus huér-
fanos, sea exterminada su posteridad, acabe su apellido en
sus hijos! ¡Sea recordada la culpa de sus padres, nunca se
borre el pecado de su madre; estén constantemente ante
Yahvé, y él cercene de la tierra su memoria!»... ¡Se vistan
de ignominia los que me acusan, envueltos en su vergüenza,
como en un manto!”.
La destrucción de Jerusalén está provocada, según La-
mentaciones, por el propio Yahvé. ¿Qué le hace a su pueblo?
Lo siguiente:
“Vagaban por las calles como ciegos, todos manchados de
sangre, sin que nadie pudiera tocar sus vestidos”: Lm 4, 14
“... mientras niños y lactantes desfallecen en las plazas
de la ciudad. Preguntan a sus madres: «¿Dónde hay pan?»,
mientras caen desfallecidos, como heridos, en las plazas de
la ciudad, mientras exhalan el espíritu en el regazo de sus
madres”: Lm 2, 11-12; 2, 20-21
Los ejemplos son muchos. Si quieren un excelente ex-
tracto del peor lado de la Biblia, no pueden perderse este
libro.
Juan Pablo Fuentes