el escéptico
44
S
i solo los ignorantes y los crédulos se dejaran
persuadir por las afi rmaciones inverosímiles,
no haría falta un gran esfuerzo para explicar
la abundancia de estupidez en la sociedad moderna.
Pero, curiosamente, mucha gente que no es ni tonta ni
ignorante se aferra con fervor a creencias que se burlan
de la investigación científi ca. El caso que nos ocupa es la
confi anza en los méritos de las Medicinas Alternativas y
Complementarias (en adelante, MAC). Paradójicamente,
algunos estudios indican que entre los usuarios de
tratamientos no científi cos existe un porcentaje mayor
de personas con estudios formales superiores que entre
los que no los utilizan
(1)
. ¿Cómo explicamos el hecho
de que personas con titulación universitaria, o que
incluso algunos médicos, acepten el toque terapéutico,
la iridología, la aplicación de velas en la oreja o la
homeopatía? Muchos psicólogos que conocen el proceso
del error humano son conscientes, desde hace tiempo,
de que hasta los expertos mejor cualifi cados pueden
equivocarse cuando confían solo en su experiencia
personal y en el razonamiento informal, para inferir las
causas de eventos complejos
(2-5)
. Esto es especialmente
válido si sus conclusiones afectan a creencias con las que
tienen algún tipo de conexión especial, sea emocional,
doctrinal o económica.
SESGOS RACIONALES Y SOCIALES
QUE HACEN PARECER EFICACES
ALGUNOS TRATAMIENTOS INÚTILES
Barry Lane Beyerstein
Artículo
olvidaron esta lección. Algunos, como Andrew Weil, la
rechazan explícitamente, defendiendo en su lugar, para
determinar la validez de una terapia, lo que él denomina
la «stoned thinking», una mezcla de intuición mística
y satisfacción emocional, similar al estado posterior al
consumo de marihuana
(6)
.
Las MAC siguen siendo, para la mayoría, «alternativas»
porque los que las practican dependen de razonamientos
subjetivos y testimonios de otros usuarios en vez de
una investigación científi ca que apoye y sustente esas
El autor, Dr. Barry Lane Beyerstein (1947 - 2007). (Lindsay
Beyerstein)
Si los defensores de las Medicinas
Alternativas y Complementarias pudieran
aportar pruebas aceptables que apoyaran
sus métodos, dejarían de ser alternativas al
incorporarse a la medicina convencional”.
De hecho, los pioneros de la ciencia moderna
comenzaron a sustituir las anécdotas y conjeturas,
que fácilmente conducen a error, por observaciones
controladas y colectivas y con lógica formal debido a
que comprendieron que las limitaciones en la percepción,
razonamiento y memoria suelen proporcionarnos más
consuelo que las conclusiones verdaderas. Parece que los
defensores de la medicina alternativa y complementaria
Artículo traducido por Sergio López Borgoñoz,
a partir del texto original en inglés «Social and
judgmental biases that make inert treatments
seem to work» publicado en Scientifi c Review of
Alternative Medicine (1999).
Lo publicamos en memoria de su autor, reciente-
mente fallecido, Barry L. Beyerstein (1947-2007),
escéptico, antiguo miembro del comité ejecutivo
del CSICOP (hoy CSI) y profesor de Psicología y
miembro del Laboratorio de Comportamiento Cere-
bral del Departamento de Psicología de la Universi-
dad Simon Fraser (Canadá).
el escéptico
45
prácticas. Permanecen fuera de la corriente científi ca
porque la mayor parte de sus supuestos mecanismos
contradicen principios bien establecidos de la biología,
de la química o de la física. Si los defensores de las
MAC pudieran aportar pruebas aceptables que apoyaran
sus métodos, éstas dejarían de ser alternativas al
incorporarse a la medicina convencional. Es mi propósito
en este artículo llamar la atención sobre ciertos factores
sociales, psicológicos y cognoscitivos que pueden llegar
a convencer a gente honrada, inteligente e instruida de
que tratamientos desacreditados científi camente pueden
llegar a tener algún valor.
Aquellos que venden terapias de cualquier clase tienen
la obligación de probar que sus productos son seguros, y,
también, que son efectivos. Lo último es una tarea muy
difícil, ya que hay muchas sutiles formas por las que
personas honradas e inteligentes (tanto pacientes como
terapeutas) pueden llegar a pensar que un tratamiento
inútil ha curado a alguien, sin ser ello cierto. Esto es así
tanto si hablamos de nuevos tratamientos en medicina
científi ca como de viejos remedios curalotodo, de
muchas de las prácticas de las MAC, o por supuesto de
las mágicas panaceas de los «curanderos por la fe».
Existen procedimientos objetivos que evalúan la
efectividad de supuestos remedios que sirven para, en
una patología cualquiera, distinguir cambios inducidos
por el tratamiento de posibles mejoras sintomáticas. Es
la confi anza en estos procedimientos lo que distingue
«la medicina basada en las pruebas» del resto. A menos
que se pueda probar que un ritual, una técnica, una
droga o un procedimiento quirúrgico cumplen estos
requerimientos lógicos y fundados, es éticamente
cuestionable ofrecerlos al público (especialmente si
existe una transacción económica por medio), excepto
en casos de experimentación.
Si una terapia no ortodoxa:
1. Resulta poco creíble a priori (debido a que los mecanismos implicados o sus efectos supuestos
contradicen leyes bien fundamentadas físicas, químicas o biológicas);
2. Carece de una base lógica científi ca aceptable;
3. Tiene insufi cientes pruebas de apoyo derivadas de una investigación científi ca controlada;
4. Ha fracasado en ensayos clínicos controlados realizados por evaluadores imparciales y ha sido
incapaz de refutar explicaciones alternativas por las cuales podría parecer que funciona en
escenarios no controlados, y...
5. Parece de efi cacia improbable, incluso para los profanos en el tema, sobre la base del sentido
común...
Entonces, ¿por qué hay tanta gente instruida que continúa comprando y vendiendo este tipo de
tratamientos?
Los principales puntos de desacuerdo entre
los defensores de las MAC y sus detractores
no solo son los constituyentes básicos del
universo y la naturaleza de las fuerzas que
los gobiernan, sino también incluso los
ontológicos (como, por ejemplo, sobre lo
que se podría considerar un método válido
para dirimir las diferencias de criterio)”.
Dado que la mayor parte de las terapias «alternativas»,
«complementarias» o «integrales» carecen de esta
clase de sustento, uno debe preguntarse por qué tantos
consumidores experimentados y con carácter crítico en
otras circunstancias (muchos de ellos no comprarían
una tostadora sin fi jarse en algún informe comparativo
efectuado por alguna prestigiosa organización de
consumidores) deciden gastar una buena cantidad
de dinero en productos o servicios terapéuticos no
probados y posiblemente peligrosos. Debemos también
preguntarnos por qué las afi rmaciones de los terapeutas
alternativos deben seguir siendo inmunes a las evidencias
en su contra, que son tan fácilmente accesibles.
Los consumidores de tratamientos no científi cos
pueden ser clasifi cados básicamente en dos grupos.
el escéptico
46
En el primero de ellos se encuentran los usuarios que
prueban las terapias no convencionales porque asumen,
erróneamente, que anteriormente alguien «de confi anza»
las ha sometido a una prueba de efi cacia. Este «alguien
de confi anza» puede ser una cadena de TV que emite una
noticia no contrastada sobre el tema, o ven el producto
en una farmacia compartiendo espacio con productos de
efi cacia contrastada, o reciben un testimonio favorable
por parte de un amigo, o les llega publicidad del
producto insertada en un medio de comunicación serio, o
sobredimensionan los casos en los que algún tratamiento
alternativo ha sido validado científi camente y ha acabado
siendo adoptado por la medicina ortodoxa.
sobre la salud y la enfermedad se hallan tan relacionados
con nuestras creencias sobre la naturaleza y el sentido
de la vida, además de con nuestro sentido de la moral y
nuestra concepción fundamental de la realidad, al atacar
la creencia en curaciones no ortodoxas de una persona,
se está amenazando el sistema entero y la base misma
del pensamiento individual, en el que cada parte sustenta
otra. Por ello, no debe sorprender que tales ataques se
rechacen con vehemencia.
La capacidad de defender la cosmogonía particular
de cada uno está apoyada además de diversos sesgos
cognitivos que fi ltran y distorsionan la información
en contra. Más adelante retomaré estos procesos
psicológicos utilizados por los partidarios de las MAC
que permiten malinterpretar sus experiencias; pero antes
examinemos el entorno cultural que ha fomentado el
deseo generalizado de adoptar tales prácticas.
RAZONES SOCIALES Y CULTURALES DE
LA POPULARIDAD DE LAS TERAPIAS DE
EFICACIA NO COMPROBADA
Ya bien entrados en el siglo XXI, diversas tendencias
sociales se han unido para incrementar el renombre de
las MAC, a pesar de (y, de cierto modo, motivado por)
Al atacar la creencia de una persona
en curaciones no ortodoxas, se está
amenazando el sistema entero y la base
misma del pensamiento individual, en el que
cada parte sustenta otra. Por ello, no debe
sorprender que tales ataques se rechacen
con vehemencia”.
Los del segundo grupo escogen tratamientos alternativos
por un compromiso fi losófi co más amplio. Aquellos que
escogen las medicinas complementarias sobre bases
ideológicas mantienen un afecto por estas prácticas
mucho más sólido y enraizado en una vasta red de
creencias sociales y metafísicas. No hace falta añadir
que su visión cosmológica difi ere substancialmente
del punto de vista empírico racionalista que defi ne la
biomedicina científi ca. Dado que los pertenecientes a
este grupo mantienen en general un punto de vista con
pocos puntos en común con la visión científi ca y con sus
reglas empíricas, no es de sorprender que no sea sencillo
llegar a un consenso con ellos.
Los principales puntos de desacuerdo entre los
defensores de las MAC y sus detractores no solo son los
constituyentes básicos del universo y la naturaleza de
las fuerzas que los gobiernan, sino también incluso los
ontológicos (como, por ejemplo, sobre lo que se podría
considerar un método válido para dirimir las diferencias
de criterio)
(7)
.
Como los temas relacionados con la salud se consideran
de gran importancia e interés humano, es natural que las
opiniones divergentes sobre las causas y los remedios de
las enfermedades se integren en uno de esos dos modelos
cosmogónicos: uno, de tipo objetivo, materialista y
mecanicista, y el otro, de tipo subjetivo, animista y
guiado por la moral. Dado que nuestros puntos de vista
En hospitales públicos de Chile y con la fi nanciación del
Ministerio de Salud —fondos públicos— los charlatanes han
entrado de lleno en el saco de la fi nanciación pública de sus
prácticas. La aceptación social y política de estas prácticas
es cuanto menos preocupante. (Archivo)
el escéptico
47
su rechazo por parte de la corriente científi ca principal.
El resurgimiento actual de la medicina popular se
puede remontar, en parte, a los vestigios nostálgicos
de la búsqueda neo-romántica de la simplicidad y la
espiritualidad que impregnó la «contracultura» que
atrajo a tantos jóvenes durante los años 60 y 70 del siglo
pasado
(8)
. Estos jóvenes, algo más envejecidos, forman
ahora la espina dorsal del movimiento «New Age» que
impulsa las terapias no ortodoxas
(9)
. Muchos de los
que encabezaron el movimiento inicial encuentran que
las MAC satisfacen los anhelos místicos, los deseos
de épocas más simples y una confi anza ingenua en la
bondad de la «naturaleza» que absorbieron durante ese
tumultuoso período. Las MAC también están en sintonía
con la mezcla de una cultura iconoclasta, una mayor
confi anza en las sensaciones que en la razón, una cierta
desconfi anza hacia la ciencia y en el surgimiento de la
defensa del consumidor. Examinemos cómo algunas
de estas características han favorecido la creencia en la
medicina no-científi ca.
1. El analfabetismo científi co del público en
general
Las encuestas señalan que, a pesar de nuestra abrumadora
dependencia de la tecnología para nuestra seguridad,
nutrición, salud, cobijo, transporte, entretenimiento y
bienestar económico, el ciudadano medio del mundo
industrializado es sorprendentemente ignorante en todo
lo que se refi ere incluso a los rudimentos científi cos
(10,11)
.
En un reciente estudio, solo el 52% de los canadienses
entrevistados sabían cuánto tiempo tarda la Tierra en
efectuar una órbita alrededor del Sol…
Actualmente, es muy posible llegar a la universidad sin
apenas haber estudiado asignaturas relacionadas con la
ciencia. Por lo tanto, la mayoría de la gente carece del
El dualismo Mente-Cuerpo impregna el pensamiento
New Age, también en su vertiente médica alternativa.
Irónicamente, sin embargo, son los propios defensores
New Age de las MAC los que acusan a sus críticos
científi cos de ser dualistas
(19,20)
. No obstante, son
los afi cionados a las MAC los que son realmente
dualistas, según delatan sus constantes invocaciones
a los indetectables mediadores espirituales en materia
de salud. Necesitan de este artifi cio para apoyar la tan
manida patraña de que la medicina científi ca infravalora
los efectos de los procesos mentales en la salud
(7)
.
Andrew Weil y Depak Chopra, gurús médicos
del movimiento New Age, al abogar por
criterios emocionales por encima de los
empíricos y lógicos para decidir qué creer,
han fomentado la actitud del «todo vale».”.
Según un estudio realizado en los Estados
Unidos
(21)
:
En 1997 el desembolso total en gastos
relacionados con las terapias alternativas fue
estimado conservadoramente en veintisiete mil
millones de dólares, lo que es comparable con los
gastos estimados para el mismo año en servicios
médicos
El número anual de visitas allí a «sanadores»
alternativos hoy en día excede el número total de
visitas a todos los médicos de atención primaria
juntos.
conocimiento básico y las habilidades de pensamiento
crítico para tomar una decisión informada en cuanto a
adquirir, o no, un producto comercialmente exitoso
relacionado con la salud. Si los consumidores no tienen
ni la menor idea sobre cómo las bacterias, los virus,
los priones, los oncogenes, los agentes carcinógenos
o las toxinas medioambientales afectan a los tejidos
corporales, no ha de parecerles remedios más mágicos
el cartílago del tiburón, o los cristales curativos o el
pene pulverizado de tigre que el último descubrimiento
realizado por un laboratorio de bioquímica.
2. El incremento del anti-intelectualismo y
las actitudes anticientífi cas mantenidos
por el misticismo
New Age
Como mascarón de proa en la plataforma New Age, las
MAC están impregnadas del movimiento mágico y del
punto de vista subjetivo del universo, personifi cado en su
eslogan, «tú creas tu propia realidad»
(9)
. Andrew Weil y
Depak Chopra, gurús médicos del movimiento New Age,
al abogar por criterios emocionales por encima de los
empíricos y lógicos para decidir qué creer, han fomentado
la actitud de que «todo vale»
(6)
. Incluso en instituciones
académicas de élite, existen fervientes defensores de
la noción de que la objetividad es una ilusión y que la
manera en que uno percibe la realidad determina su valor
real
(12,13)
. Esto es así hasta tal punto de que esta visión ha
conducido a mucha gente a devaluar la necesidad de una
verifi cación empírica, y por ende se ha incrementado el
número de seguidores de aquellos que venden productos
sanitarios mágicos y pseudocientifi cos.
(14,15,16,17,18)
el escéptico
48
Esta confusión ha facilitado el retorno de las diversas
variantes de la «curación mental» tan popular a lo largo
de los siglos; es decir, la creencia de que las verdaderas
causas y los remedios para casi todas las enfermedades
radican en la mente, concebida por los seguidores de la
New Age como una extensión del alma inmaterial
(21)
.
Es fácil de entender el atractivo de tal creencia entre los
que han erigido un altar al wishful thinking u «optimismo
exacerbado».
¿No sería bonito que la risa y tener la mente ocupada
con pensamientos optimistas nos mantuvieran sanos, o
que el hecho de rezar pudiera librarnos de enfermedades,
o imaginar pequeños samurais en el fl ujo sanguíneo
atacando a las células malignas y librándonos de un
cáncer? Sus efectos psicológicos sobre la salud están
demostrados, pero su magnitud se ha sobredimensionado
fuera de toda proporción razonable por los promotores de
las MAC, tales como Herbert Benson
(22)
. Recientemente
han aparecido diversas buenas críticas acerca de los
errores, confusiones experimentales y artefactos que
impregnan la literatura sobre creencia espiritual y
salud
(23,24,25)
.
Otra preocupante suposición relacionada con todo esto
en la propaganda New Age sobre la salud es que la
propia condición moral altera el impacto de las fuerzas
naturales en el cuerpo. Aceptando esta visión del mundo
antropocéntrica y animista, los sanadores alternativos
Con algunas notables excepciones, los
medios de comunicación masiva han dado
rienda suelta a las medicinas alternativas y
complementarias”.
están volviendo al punto de vista precientífi co de que la
salud y la enfermedad están vinculadas a la capacidad
personal, más que a causas naturales. A menudo, esto
conduce a culpar a la víctima ya que, implícitamente,
el paciente debe haber realizado algo indigno para
«merecer» sus afl icciones. Y, si el tratamiento fracasa
(como sucede habitualmente), los pacientes se sienten
aún peor, puesto que no han sido merecedores de la
curación.
3. Un potente
marketing de extravagantes
afi rmaciones realizado por la comunidad
médica «alternativa»
La expectativa de grandes benefi cios ha llevado a
curadores alternativos a promocionarse mediante un
marketing agresivo y una intensa presión legislativa
(lobbying)
(26)
. Se realizan promesas de manera rutinaria
que ningún médico formado científi ca y éticamente
podría o querría hacer. Además, se inventan y tratan
nuevas enfermedades de dudoso status científi co
(7,27)
.
Por desgracia, la ciudadanía se halla muy mal equipada
en general para enfrentarse a todo ese hábil bombardeo
promocional, pues a menudo carece de las habilidades o la
información precisa para evaluar esas exageraciones
(11)
.
4. Un escaso rigor por parte de los medios y
de muchos de sus críticos
Con algunas notables excepciones, los medios de
comunicación masiva han dado rienda suelta a las
medicinas alternativas y complementarias. Sus
entusiastas afi rmaciones, típicamente apoyadas en nada
más que anécdotas y testimonios, cuentan historias
encantadoras que rara vez son rebatidas por los medios,
cuyos propietarios saben que desafi ar los deseos de su
público perjudica sus índices de audiencia.
Otro factor que desanima a muchos a criticar los
tratamientos no científi cos es el conocimiento de que
muchos de los procedimientos que emplean las MAC han
sido importados de culturas no europeas y son liderados
por mujeres. Así, frecuentemente los portavoces de las
MAC esquivan críticas válidas acusando a sus detractores
de racismo y sexismo.
Las MAC han explotado un miedo muy
difundido pero exagerado acerca de
que la medicina moderna se ha vuelto
excesivamente tecnócrata, burócrata e
impersonal”.
Sesión de Acupuntura supuestamente para adelgazar en una
clínica privada. (Archivo)
el escéptico
49
Por ejemplo, prácticas científi camente rechazadas como
el «toque terapéutico» están siendo adoptadas por muchas
escuelas de enfermería. Dado que estas instituciones
están generalmente a cargo de mujeres, los escépticos
son asiduamente acusados de sexismo. Del mismo modo,
cuando un colega y yo criticamos aspectos de la medicina
china tradicional
(26)
, fuimos acusados de insensibilidad
cultural y racismo
(28)
y reprendidos por la presunción de
haber criticado la medicina china tradicional sin ahondar
en la fi losofía que la concibió. Aceptar esta absurda
amonestación habría sido como admitir que alguien que
no sea un gourmet no puede alegar que una comida está
mala. Mi réplica fue, por supuesto, que la verdadera
actitud sexista y racista sería mantener un estándar
más bajo de comprobación a aquellas afi rmaciones
evaluables empíricamente procedentes de otras culturas
o mantenidas por mujeres. Esto equivaldría a afi rmar
que sus defensores son intelectualmente inferiores.
Afortunadamente, y debido a que todos los grupos étnicos
y ambos sexos practican con rigor la ciencia verdadera,
en el seno de esas comunidades hay muchos científi cos
y científi cas que critican de la misma manera que sus
colegas blancos occidentales, las tan dudosas prácticas
arcaicas y no probadas
(29,30)
.
5. Malestar social y recelo ante las fi guras
de autoridad tradicional
El crecimiento del desencanto con la sabiduría
convencional y el temor al futuro han fomentado el
surgimiento de un cierto movimiento extravagante en
las sociedades occidentales. Esto ha intensifi cado la
disposición de muchas personas a creer que las defi ciencias
políticas, económicas y sociales de la sociedad deben ser
a causa de complots activados por el poder y por cábalas
secretas, en vez de solo por la acumulación de errores de
planteamientos bien intencionados. Consecuentemente,
existe una creciente afi nidad para abrazar teorías
conspirativas contra aquellas instituciones «sospechosas»
de tramar complots contra el bien común
(31)
. En este
clima de desconfi anza, muchos han comenzado a ver al
gobierno y a las profesiones científi cas y médicas como
partícipes de la trama.
Estos movimientos conspirativos han coincidido con otras
dos corrientes anti-medicina que los defensores de las
MAC se han apresurado a explotar en su favor. La primera
consiste en una decepción acerca de ciertas promesas y
predicciones sumamente optimistas sobre los próximos
logros médicos que no acaban de materializarse. La otra
es el conocimiento de que la medicina, como profesión
autorregulada, no siempre tiene el bien público de forma
prioritaria en su agenda política
(32)
.
Las medicinas llamadas alternativas y
complementarias, además, se benefi cian
mostrándose a sí mismas como defensoras
del ideal democrático de «libre elección».
Esto sería loable si los consumidores
tuvieran los recursos para hacer una
elección informada”.
Esto ha aumentado el recelo social de muchos acerca del
estatus, peso político y la opulencia del gremio médico.
Como dijo Ambrose Bierce, un médico es «alguien en
quien depositamos nuestras esperanzas cuando estamos
enfermos, y a quien denostamos cuando estamos bien».
La incapacidad de muchas personas de distinguir entre
ciertas provechosas acciones de algunos colectivos
médicos en el ámbito político o económico, y la
controversia sobre la superioridad de la medicina
científi ca sobre las MAC ha supuesto un inesperado
regalo para estas últimas, que se han benefi ciado de ello.
Las medicinas alternativas y complementarias, además,
«Ámalos. Protégelos. Nunca les inyectes [vacunas]. No hay
vacunas seguras. Infecciones crónicas de oído, sindrome
del défi cit de atención, alergias, asma, autismo, muerte,
diabetes, meninguitis, polio, epilepsia, síndrome de muerte por
sacudida, muerte súbita... todas son causadas por reacciones
adversas al veneno de la vacuna».
Este panfl eto, prodedente de EEUU y similares en España son
dristribuidos en centros sanitarios para impedir la vacunación
de los niños por parte de las autoridades sanitarias.
A pesar de que es un anuncio evidentemente exagerado
y falso. No parece que las autoridades tomen cartas en el
asunto. (Archivo)
el escéptico
50
se benefi cian mostrándose a sí mismas como defensoras
del ideal democrático de «libre elección». Esto sería
loable si los consumidores tuvieran los recursos para
hacer una elección informada.
6. Desagrado por el curso de la biomedicina
científi ca.
Las MAC han explotado un miedo muy difundido pero
exagerado de que la medicina moderna se ha vuelto
excesivamente tecnócrata, burócrata e impersonal. La
superespecialización en las ramas de la medicina, la
necesidad de maximizar el ratio efi cacia/coste en la
utilización de instalaciones muy costosas, los sistemas
de pago llevados a cabo por las aseguradoras médicas
(third-party payment), las políticas tendentes a reducir
el coste de los servicios médicos (managed care) y la
elevada carga de trabajo del personal sanitario han
llevado a algunos pacientes a recordar nostálgicamente
los días en los que un afable doctor del pueblo tenía todo
el tiempo necesario para dedicar a un paciente y servirle
de alivio acompañándole en su lecho. Se tiende a olvidar,
sin embargo, que eso era lo único que un médico podía
ofrecer entonces. No obstante, las escuelas médicas
están dedicando un renovado aprecio por los benefi cios
materiales de la aplicación de relaciones interpersonales
en la relación médico-paciente y han comenzado, en
sus procedimientos de admisión, a tener más en cuenta
las habilidades sociales de los aspirantes además de su
currículo técnico y académico. Los practicantes de las
«alternativas» pueden reclamar con cierto derecho un
cierto crédito por haber acelerado la activación de este
enfoque.
hierbas no tienen efectos secundarios: si los ingredientes
de un producto natural son lo sufi cientemente potentes
como para afectar a la fi siología humana de una manera
ventajosa, son ciertamente también capaces de causar
efectos secundarios. Decir otra cosa es admitir que
se está administrando una sustancia inerte. Páginas
Webs como
www.quackwatch.com
fácilmente disipan
estos mitos. De hecho, algunas pócimas herbales muy
populares, lejos de producir efectos positivos, acumulan
numerosos informes de reacciones alérgicas, tóxicas e
incluso letales
(30,33,34,35,36,37)
.
También se han publicado numerosos ejemplos sobre
la inadecuada rotulación de estos preparados, o incluso
de contaminación. Al crecer el número de personas que
utilizan estos procedimientos, las interacciones con las
medicaciones prescritas también son más frecuentes,
puesto que los pacientes raramente son conocedores de
los ingredientes de los brebajes que se autoprescriben
o que reciben de los herbolarios. Este peligro se
acrecienta por el hecho de que los usuarios no suelen
ser tan indulgentes con los médicos científi cos. La
conciencia pública de los posibles efectos nocivos de
los compuestos herbales es escasa porque, a diferencia
de los medicamentos prescritos, no es obligatorio que
éstos informen a un registro central sobre los efectos
secundarios producidos. Desafortunadamente, bajo la
ley actual de los EE.UU., la carga de la prueba recae en
el gobierno, debiendo éste demostrar que un suplemento
o una hierba es inseguro antes de instar a los fabricantes
y los vendedores a retirarla del mercado
(37)
.
Hasta los proveedores y los usuarios de hierbas son
proclives a ignorar sus efectos nocivos, o los atribuyen
a otras causas. Esto sucede porque entre estos grupos
existe la enternecedora creencia de que la benefactora
naturaleza nunca podría jugarles una mala pasada. En
el mismo ingenuo sentido, los devotos de la comida
sana mantienen incondicionalmente que la vitamina C
«natural» de las plantas es más efi caz que una molécula
idéntica fabricada en un laboratorio químico, una idea
equivalente a mantener que los ladrillos reciclados de
una catedral producirán una casa mejor que los ladrillos
extraídos de un burdel. A los promotores de los productos
«naturales» debería recordárseles que el tabaco, las
bacterias, los virus y los priones son también muy
naturales y que las plantas producen algunos de los más
letales venenos conocidos. Por otra parte, más de una
tercera parte de todas las drogas usadas rutinariamente en
biomedicina científi ca son derivadas de fuentes herbarias,
incluyendo muchas de las drogas más ampliamente
utilizadas en la quimioterapia
(37)
. La diferencia radica,
Los proveedores y los usuarios de hierbas
son proclives a ignorar sus efectos
nocivos, o los atribuyen a otras causas.
Esto sucede porque entre estos grupos
existe la enternecedora creencia de que
la benefactora naturaleza nunca podría
jugarles una mala pasada”.
7. Seguridad y efectos secundarios.
Un peculiar barniz romántico actual convierte a los
procedimientos y remedios «naturales» de las MAC y
su enfoque «holístico» en necesariamente más seguros,
menos agresivos, y más efi caces que los que tienen un
origen tecnológico
7
. Se oye decir frecuentemente, por
ejemplo, la absurda afi rmación de que los brebajes de
el escéptico
51
Cuando no podemos ignorar fácilmente una
información perturbadora tenemos una
gran habilidad para distorsionarla con el
propósito de reducir la inevitable fricción”.
por supuesto, en que los ingredientes activos de estos
productos, aunque originalmente parten de la naturaleza,
ahora son conocidos y han sido sometidos a rigurosas
pruebas de seguridad y efi cacia. Esto permite obtener
una gran pureza del principio activo, en unas dosis
controladas con sumo rigor, algo que no puede decirse de
los productos de los herbarios cuyos ingredientes activos
han llegado a variar, en análisis realizados en laboratorios
con diversas muestras, en un factor hasta de 10 000
(37)
.
También ha sufrido la compilación de las posibles
consecuencias adversas de otras ramas de la medicina
alternativa una gran lentitud por similares razones
sociopolíticas
(7)
. Afortunadamente, Internet está
comenzando a proporcionar algunas fuentes valiosas
de información en este sentido, aunque los mensajes de
cautela están siendo abrumadoramente superados por el
amplísimo caudal de publicidad y exagerada promoción
de las MAC. Bajo la referencia número 37 podemos
hallar diversas webs que contienen datos científi cos
fi ables sobre remedios y suplementos herbarios. Otros
listados similares con respecto a otros aspectos de las
MAC pueden encontrarse en las páginas de Internet (en
inglés)
www.quackwatch.com
y
www.healthwatcher.net
,
mantenidas, respectivamente, por los doctores Stephen
Barrett y Terry Polevoy.
El Dr. George Lundberg, el nuevo redactor del diario
médico en línea Medscape, (
www.medscape.com
)
también ha anunciado que este diario electrónico
ampliará su cobertura del posible daño de los tratamientos
alternativos.
RAZONES PSICOLÓGICAS PARA LA POPU-
LARIDAD DE LAS MEDICINAS ALTERNATI-
VAS Y COMPLEMENTARIAS
Desde hace tiempo los psicólogos han sabido que, en
términos generales, la gente se esfuerza por moldear sus
actitudes, creencias y comportamientos de acuerdo con un
todo armonioso. Cuando una información perturbadora
no puede ignorarse fácilmente, las personas tenemos
una gran habilidad para distorsionarla para reducir la
inevitable fricción. Es a estos giros mentales a los que
vamos a referirnos ahora.
1. La voluntad de creer
Todos exhibimos una disposición a adoptar creencias
reconfortantes y a aceptar, de forma acrítica, información
que refuerce nuestro conjunto de actitudes y nuestra
autoestima
(40)
. Como sería muy grato que el esperanzador
discurso de las medicinas alternativas y complementarias
fuera cierto, no es sorprendente que a menudo se saque
partido de esto, y no se les exija pruebas.
Tal como Zusne y Jones
(41)
han apuntado, la creencia
mágica y pseudocientífi ca es un fragmento típico de un
sistema más fundamental de creencias que defi nen el
concepto básico de la realidad. Por eso estas creencias
son marcadamente resistentes a los argumentos en contra
y defendidas fervientemente, malinterpretando los datos
contrarios cuando sea necesario
(42)
.
2. Errores lógicos y ausencia de grupos de
control
Uno de los mayores errores que se cometen en la toma de
decisiones cotidianas es al asumir causalidad de sucesos
que no están correlacionados. Todos somos propensos a
asumir que si dos sucesos acontecen próximos entre sí,
uno debe ser causa del otro, aunque, por supuesto, no
tiene que ser necesariamente verdad.
Cuando hacemos valer la experiencia personal para
probar los tratamientos médicos, lo hacemos en
situaciones donde carecemos de una información
completa. La tarea de determinar la causa y el efecto es
aún más difícil en situaciones relacionadas con la salud
por el hecho de que muchos factores relevantes están
variando simultáneamente, factor que una observación
ocasional no puede trazar con exactitud. Esto, más el
hecho de que el resultado de cualquier caso aislado habría
podido siempre ser un suceso fortuito, hace virtualmente
imposible aislar causas reales cuando basamos nuestras
decisiones en la experiencia personal de un solo caso.
Los testimonios personales proporcionan una gran
ayuda a los productos sanitarios poco ortodoxos, pero
son una moneda extremadamente débil, debido a lo que
Gilovich
(43)
ha denominado el problema de «¿comparado
con qué?». Sin la comparación con un grupo similar de
pacientes, tratados de manera idéntica excepto en el
elemento curativo, cualquier receptor individual nunca
podrá saber si se habría recuperado del mismo modo
sin el tratamiento en cuestión. Probablemente el mayor
error concreto del movimiento de las MAC radica en
su incapacidad para percibir la necesidad de un simple
grupo de control.
el escéptico
52
3. Juicio y prejuicio
Un argumento que suele enarbolarse contra quienes
dudan de la efi cacia de los tratamientos marginales es
el de «No me importa lo que digan tus investigaciones.
Sé perfectamente que en mi caso ha funcionado».
Desafortunadamente, esta clase de razonamiento intuitivo
conduce asimismo a falsas conclusiones
(4,44)
.
El proveedor y el comprador típico de terapias no
comprobadas suele estar mal informados acerca de los
diversos aspectos perceptivos y cognitivos que pueden
conducir a decisiones erróneas cuando dependemos de
la experiencia personal para decidir qué es lo que ha
causado una enfermedad o si una terapia «ha funcionado»
o no. Redelmeier y Tversky
(45)
han demostrado cómo
la gente es propensa a percibir falsas correlaciones en
secuencias de eventos aleatorios. Demostraron cómo
estas asociaciones intuitivas llevan a la creencia falsa
pero muy extendida de que el tiempo atmosférico tiene
que ver con el dolor de la artritis. Los defensores de las
MAC, que toman muchas de estas creencias populares
como ciertas, parecen sin embargo no tener en cuenta
cuan fácil es engañarse con observaciones como estas.
Los pioneros de la revolución científi ca conocían el
gran error potencial que acecha cuando el razonamiento
informal se alía con nuestra tendencia a asumir
conclusiones compatibles con nuestra cosmogonía.
diversas variables en interacción y de una gran presión
social. Añadamos a esto un interés pecuniario en un
resultado en particular, y la facilidad de autoengaño
crece exponencialmente.
El trabajo de distinguir causas verdaderas de causas
falsas en situaciones diarias requiere no solo de
observaciones controladas, sino también de abstracciones
sistematizadas de grandes volúmenes de datos. Dean y
sus colegas
46
demostraron, utilizando ejemplos de otra
popular pseudociencia, la grafología, que sin enormes
y sofi sticadas bases de datos, y análisis estadístico, las
capacidades cognoscitivas humanas no están cualifi cadas
para entresacar relaciones válidas a partir de masas
enormes de datos que se interaccionan entre ellos.
Estas mismas difi cultades las han sufrido los antiguos
practicantes de la medicina pre-científi ca y, por esa
razón, no podemos aceptar sus anecdóticos informes, ni
los de sus descendientes, como apoyo sufi ciente de sus
métodos.
Establecer interesantes correlaciones en el entorno
propio es un punto de partida razonable para un análisis
sistemático, controlado, que podría revelar realmente una
estructura causal subyacente que podría ser explotada.
La observación de tal correlación, sin embargo, no debe
nunca ser el punto fi nal en la búsqueda de una relación que
podría ser usada eventualmente en un uso terapéutico.
Al defender su iniciativa, los defensores de las MAC
no hacen caso de estas precauciones y además suelen
despertar otra desafortunada tendencia humana: la de
tener más fe en la experiencia e intuición personales que
en estudios estadísticos controlados. Los «alternativos»
promueven este sentimiento entre sus seguidores,
denominándolo «la independencia de pensamiento», que,
por supuesto, y en otras circunstancias, puede a veces ser
muy positivo.
4. Distorsión psicológica de la realidad.
La distorsión de la realidad percibida en función de una
creencia profunda es un suceso común (véase Alcock
(40)
).
Aun cuando no se derive ninguna ventaja objetiva,
los devotos que han realizado una fuerte inversión
psicológica en las MAC pueden convencerse de que les
ha resultado de ayuda. Según la teoría de la disonancia
cognitiva
(47)
, cuando una nueva información contradice
las actitudes, sensaciones, o conocimientos existentes, se
produce una sensación de angustia mental. Tendemos a
aliviar esta disonancia mental reinterpretando, es decir,
retorciendo, la nueva entrada perturbadora. No haber
percibido ninguna mejora tras haber destinado tiempo y
Sistematizando observaciones, estudiando grupos
grandes en vez de individuos aislados, instituyendo
los grupos de control, e intentando eliminar variables
confl ictivas, estos innovadores pensadores esperaban
reducir el impacto de la fragilidad del razonamiento
que a menudo llega a creencias falsas sobre el modo en
que funciona el mundo. Sin embargo, ninguna de estas
salvaguardias tiene lugar cuando basamos nuestras
decisiones simplemente en las desafortunadas anécdotas
personales de algunos clientes satisfechos. Estas
historias se han convertido en el gran activo comercial
del médico «alternativo». Los psicólogos interesados en
el estudio crítico han demostrado en diversas ocasiones
que la inferencia humana es especialmente vulnerable
en situaciones complejas, tales como la de evaluar los
resultados terapéuticos, que contienen una mezcla de
Los pioneros de la revolución científi ca
conocían el gran error potencial que acecha
cuando el razonamiento informal se alía con
nuestra tendencia a asumir conclusiones
compatibles con nuestra cosmogonía”.
el escéptico
53
tales obligaciones (bajo la forma de demandas sociales
implícitas) son sufi cientes para magnifi car la percepción
de la cantidad de benefi cio recibido. Por ello, es preciso
instaurar controles para evitar este tipo de connivencia a
través de ensayos clínicos rigurosos
(48)
.
¿CUÁL ES LA CAUSA DE QUE TANTO
LOS TERAPEUTAS COMO SUS CLIENTES
PUEDAN LLEGAR A LA CONCLUSIÓN DE
QUE ALGUNAS TERAPIAS INÚTILES SON
EFECTIVAS CONFIANDO EN PRUEBAS
ANECDÓTICAS Y OBSERVACIONES NO
CONTROLADAS?
A pesar de que en la vida diaria los términos
«enfermedad» y «dolencia» son intercambiables, vale
la pena distinguirlos. Uso «enfermedad» para referirme
a un estado patológico de un organismo, a causa de
una infección, degeneración de un tejido, contusión,
exposición a algún tóxico, carcinogénesis, etc. Con el
término «dolencia» me referiré los sentimientos subjetivos
de malestar, dolor, desorientación o disfuncionalidad que
acompañan un estado patológico.
Nuestra reacción subjetiva a las sensaciones que
denominamos síntomas es, como todas las otras
percepciones, una compleja construcción cognitiva.
Por sí mismas, estas sensaciones están condicionadas
por factores como las propias creencias, prejuicios,
sugestiones, expectativas, autoengaños y características
exigibles (demand characteristics). A la sensación de
dolencia también le afectan (frecuentemente de manera
inconsciente) los benefi cios sociales, económicos y
psicológicos que se les otorga a los admitidos en el «rol de
enfermos» por los encargados socialmente de ello (léase
los profesionales de la salud). Para ciertos individuos,
esos privilegios y benefi cios son sufi cientes para
perpetuar la experiencia de dolencia después de haberse
curado, o incluso para crear sensación de dolencia pese a
la ausencia de enfermedad
(27,49)
.
Debido a la existencia de estos factores, que contribuyen
a la percepción subjetiva de estar enfermo, o de mejoría,
los testimonios personales son una base insufi ciente para
juzgar si una supuesta terapia ha curado en efecto a alguien.
Éste es el motivo de que los ensayos clínicos doble ciego
controlados con placebo, tomando mediciones físicas
objetivas si es posible, son absolutamente esenciales
para evaluar terapias de cualquier índole. Teniendo esto
en cuenta, ¿por qué puede alguien creer erróneamente
que un tratamiento inerte le ha sido de ayuda?
Según la teoría de la disonancia cognitiva,
cuando una nueva información contradice
las actitudes, sensaciones, o conocimientos
existentes, se produce una sensación de
angustia mental”.
dinero, y tras haber sufrido alguna molestia física por
un tratamiento alternativo (y muy probablemente a la
cosmología en la que este tratamiento está inmerso) podría
probablemente crear esta clase de disonancia interna.
Dado que sería muy desconcertante, psicológicamente
hablando, admitirse uno mismo o a otros que todo ha
sido una lamentable pérdida de tiempo y dinero, existiría
una fuerte presión psicológica para encontrar cierto valor
al tratamiento.
5. Autoengaños y
características exigibles
(
demand characteristics)
Existen diversos tipos de enfoques que se utilizan
inconscientemente y que contribuyen a mantener la
autoestima y procurar una actividad social armoniosa
(42)
.
Ninguno de nosotros podría admitirse a sí mismo,
y menos ante otros, que cree en cosas absurdas o que
estamos aceptando [como «vendedores» de estos
productos o servicios] la confi anza y el dinero de la gente
bajo pretextos falsos. Esta seguridad intrínseca en nuestra
propia virtud e inteligencia tiende a ser vigorosamente
defendida, a menudo distorsionando la realidad y hasta
nuestros propios recuerdos. Por ello, tanto los terapeutas
como sus clientes son proclives a malinterpretar los datos
y a recordar situaciones en el modo que hubieran deseado
que ocurrieran, en vez de como realmente sucedieron. De
esta manera, los terapeutas que no conservan un archivo
riguroso y no aplican estadísticas fi ables (tal como suele
suceder con los practicantes de las MAC) suelen tener una
memoria selectiva, sobrestimando sus éxitos aparentes e
ignorando, aminorando o justifi cando sus fracasos.
La sensación ilusoria de que los síntomas propios han
mejorado podría deberse también a una causa conocida
como características exigibles (demand characteristics,
en inglés), que se hallan presentes en cualquier escenario
terapéutico. En todas las sociedades existe una «norma
de reciprocidad», una regla implícita que obliga a las
personas a responder amablemente cuando alguien
procura ayudarles. La mayor parte de los terapeutas creen
sinceramente que están ayudando a sus pacientes, y por
ello es natural que estos deseen complacerles a su vez.
Sin que los clientes necesariamente se percaten de ello,
el escéptico
54
Para ser justos, los «alternativos» tienen razón cuando
alegan que muchos tratamientos efi caces de la medicina
convencional también están dirigidos a eliminar los
síntomas o a reforzar los mecanismos de recuperación
del propio cuerpo, más que a atacar el proceso de la
enfermedad en sí mismo. La cuestión es que ni siquiera
los defensores de las MAC ofrecen sufi cientes pruebas
convincentes de que sus tratamientos sean efi caces en
este terreno. Sin embargo, los «alternativos» pueden
vanagloriarse del hecho de que la discusión que han
provocado ha estimulado a investigadores biomédicos
convencionales a buscar maneras más efi caces de
estimular procesos naturales de recuperación, como
por ejemplo potenciar ciertas reacciones inmunes.
Desafortunadamente, el absoluto desinterés de los
«alternativos» en los medios de investigación conlleva
aparejada un aprendizaje insufi ciente para conseguir
eventualmente cualquier mejoría terapéutica.
2. Muchas enfermedades son cíclicas
La artritis, la esclerosis múltiple y muchos problemas
gastrointestinales tienen sus fases agudas o leves. No es
sorprendente que quienes las sufren se dediquen a buscar
terapias durante las fases agudas. En consecuencia, un
falso tratamiento dispondrá de muchas oportunidades
de coincidir con una de las fases de mejoría que habría
ocurrido de todos modos. De nuevo, sin estudios clínicos
y sin grupos de control, tanto los consumidores como
los vendedores tenderán a confundir las mejorías debidas
a variaciones cíclicas normales con efectos terapéuticos
válidos.
3. Remisión espontánea.
Cualquier anecdótica curación de la que se informe podría
deberse a una rara pero posible «remisión espontánea».
Incluso en ciertos cánceres casi siempre mortales,
los tumores desaparecen de vez en cuando sin ningún
tratamiento. Un experimentado oncólogo ha publicado
que de los cerca de 6 000 casos que ha tratado, ha visto
doce de estos sucesos
(50)
. Los terapeutas alternativos
pueden recibir un crédito inmerecido por tales remisiones
porque muchos pacientes desesperados se ponen en sus
manos con el abatimiento que produce el no tener nada
que perder. Cuando los «alternativos» afi rman que han
logrado curar a muchos pacientes sin esperanza, no
revelan qué porcentaje de su clientela aparentemente
terminal representa tales excepciones. Lo que se necesita
es evidencia estadística de que su «tasa de curación»
supera la conocida tasa de remisión espontánea y la tasa
de respuesta al placebo (véase más abajo).
Sea cual sea el mecanismo implícito, la
existencia documentada de remisiones
espontáneas en personas que no han
utilizado tratamientos alternativos signifi ca
que una curación ocasional inesperada no
puede ser utilizada para validar la energía
de la oración o de una terapia marginal”.
1. La enfermedad puede haber seguido su
curso natural
La acción de muchas enfermedades está limitada en
el tiempo. A menos que la enfermedad sea crónica o
fatal, los procesos recuperadores del propio cuerpo
restauran la salud del paciente en un determinado plazo.
Así, antes de poder reconocer el poder curativo de una
supuesta terapia, debe demostrarse que el porcentaje de
pacientes que mejoraron al hacerse el tratamiento supera
la proporción esperada de pacientes que se recuperaron
sin intervención alguna. Salvo que los terapeutas no
convencionales muestren registros detallados de éxitos
y fracasos en un número sufi cientemente grande de
pacientes con la misma enfermedad, no pueden afi rmar
que su método supera el porcentaje normal de remisión
espontánea.
Para ser justos, los «alternativos»
tienen razón cuando alegan que muchos
tratamientos de la medicina convencional
también están dirigidos a eliminar síntomas
o a reforzar mecanismos de recuperación
del propio cuerpo, más que a atacar a la
enfermedad en sí misma. La cuestión es
que ni siquiera los defensores de las MAC
ofrecen sufi cientes pruebas convincentes
de que sus tratamientos sean efi caces en
este terreno”.
Todavía no se conocen con seguridad los mecanismos
exactos responsables de las remisiones espontáneas, pero
se están dedicando muchos esfuerzos de investigación
para revelar los procesos aparejados en el sistema
inmune (o en otros) responsables de estos inesperados
giros. Algunos investigadores piensan que las remisiones
espontáneas tienen menos que ver con el resultado de
un proceso inmune que con el hecho de que ciertas
el escéptico
55
4. El efecto placebo y la necesidad de
estudios aleatorios a doble ciego
La principal razón por la que falsos remedios se hacen
acreedores de mejorías subjetivas, y ocasionalmente
objetivas, es el ubicuo efecto placebo
(18,50,51)
. La
historia de la medicina esta plagada de ejemplos en los
cuales, cuando miramos atrás, vemos terapias que ahora
parecen descabelladas que fueron aceptadas de una
forma entusiasta por médicos y pacientes
(16,52,53)
. Estos
conceptos erróneos surgieron de la falsa suposición de que
los cambios en los síntomas que seguían a un tratamiento
debían haber sido una consecuencia específi ca de dicho
procedimiento.
A través de una combinación de sugestión, esperanza,
desvío de la atención y reinterpretación cognitiva,
pacientes a quienes se les ha proporcionado tratamientos
no efectivos biológicamente con frecuencia pueden
experimentar efectivamente una mejoría. Algunas
respuestas del placebo producen cambios reales en
síntomas físicos, mientras que otros son cambios
subjetivos que hacen que los pacientes se sientan mejor
aunque no haya habido un cambio mensurable en su
patología subyacente.
A través del contacto repetido con procedimientos
terapéuticos válidos, todos desarrollamos, como los
perros de Pavlov, respuestas condicionadas en diversos
sistemas fi siológicos. En ocasiones, estas respuestas
pueden ser debidas a los rituales, la parafernalia y/o a las
señales verbales que escenifi can el acto de «ser tratado».
Entre otras cosas, el placebo puede liberar sustancias
corporales de efecto similar a la morfi na, las endorfi nas
18
.
Dado que estas respuestas condicionadas pueden ser
paliativas, incluso en un tratamiento inefi caz, es necesario
probar las terapias contra un grupo de control tratado con
placebo, o sea, y como ejemplo, algunos pacientes con
características similares deberían recibir un tratamiento
falso que se asemejara al «real», pero careciendo del
supuesto principio activo.
Es de suma importancia que los pacientes de tales ensayos
sean asignados aleatoriamente a sus respectivos grupos,
puesto que de otra manera, los más enfermos o los más
dóciles, o los que tuvieran ciertos hábitos, o estilos de
vida perjudiciales o favorables, podrían ser dispuestos
desproporcionadamente en un grupo u otro. Las
diferencias entre estos grupos podrían producir efectos
que podrían ser erróneamente atribuidos a la sustancia
que se está probando y producir un error experimental.
Se pueden encontrar ejemplos claros de la manipulación
que puede darse en estos casos en una reciente crítica
de unos estudios que pretenden demostrar que diversas
prácticas religiosas son benefi ciosas para la salud
(25)
.
De hecho, los practicantes de ciertos credos parecen
disponer de algunas ventajas clínicas. La cuestión, sin
embargo, radica en si es la fe en sí misma la que es
responsable de ello (como por ejemplo, una benevolente
deidad que cuide a los sujetos más píos) o simplemente
que los individuos más devotos tienden a fumar o beber
menos, asumir menos actividades de riesgo, a vivir en
ambientes menos tóxicos, etc. Y, por supuesto, dado que
la tensión y el estrés pueden tener consecuencias adversas
para la salud, la creencia en un protector sobrenatural
podría mejorar algunos síntomas dada su capacidad de
aliviar la ansiedad, independientemente de si la creencia
sea verdadera o no. De nuevo podemos comprobar los
peligros de asumir que una posible correlación implique
causalidad.
Además, una investigación adecuadamente controlada
requiere que todos los receptores deban ser «ciegos»
con respecto a si están recibiendo el principio activo o el
placebo. Dada la fuerza de lo que los psicólogos denominan
los efectos de la expectativa y los «conformistas», los
terapeutas deben también desconocer a qué grupo
pertenecen sus pacientes individuales
48
. De ahí el término
«doble ciego» que rige este tipo de investigaciones.
Se requieren tales precauciones porque señales apenas
perceptibles, emitidas inintencionadamente por los
proveedores «no ciegos» del tratamiento, pueden
sesgar los resultados de la prueba. Asimismo, los que
determinan los efectos del tratamiento deben también
ser «ciegos» a su vez, pues existe abundante literatura
Existe abundante literatura sobre el «sesgo
del experimentador» que demuestra que
profesionales honrados y bien entrenados
pueden favorecer inconscientemente los
resultados que esperan cuando analizan
determinados sucesos complejos”.
reacciones bioquímicas necesarias para el crecimiento de
masas malignas pueden, en ocasiones, alcanzar una etapa
auto-limitadora antes de que la masa acumulada de tumor
mate al paciente. Sea cual sea el mecanismo implícito, la
existencia documentada de remisiones espontáneas en
personas que no han utilizado tratamientos alternativos
en diversas enfermedades, signifi ca que una curación
ocasional inesperada no puede ser utilizada para validar
la energía de la oración o de una terapia marginal.
el escéptico
56
sobre el «sesgo del experimentador» que demuestra
que profesionales honestos y bien entrenados pueden
favorecer inconscientemente los resultados que esperan
cuando analizan determinados sucesos complejos
(54,55)
.
Idealmente, los puntos fi nales a medir deberán ser
objetivos, y si las medidas se pueden mecanizar y
automatizar para reducir los efectos de la subjetividad del
observador, tanto mejor. Es curioso que los defensores
de las MAC (que no aceptarían el rigor de una cata de
vinos en la que los catadores pudieran leer la marca de
los caldos que están probando), todavía minimicen la
necesidad de ensayos a doble ciego cuando se ponen en
cuestión sus métodos.
Cuando se completa el ensayo clínico, se analizan los
resultados comparativos de los grupos tratados con el
principio activo y con el placebo, y con quienes no han
sido tratados en absoluto. Solo si la mejoría observada en
el grupo tratado con el principio activo sobrepasa en un
porcentaje signifi cativo a los restantes grupos, puede la
terapia exigir su legitimidad.
en pruebas científi cas varían al acumularse nuevas
investigaciones, mientras que la medicina alternativa
permanece anclada en el pasado y raramente cambia,
si acaso, debido a que no existe ningún propósito serio
de probar y revisar sus fundamentos y procedimientos
bajo condiciones controladas. La medicina alternativa se
aferra en la creencia de que sus procedimientos deben ser
válidos porque han superado la prueba del tiempo. Pero
la longevidad del racismo, del sexismo y de la creencia
en la posesión demoníaca contradice la afi rmación de
que la capacidad de sobrevivir implica validez
5 Empecemos por que algunos síntomas
supuestamente curados eran probable-
mente psicosomáticos
Uno de los primeros neurólogos, Joseph Babinski (1857-
1932) acuñó el término «pitiatismo» para referirse a
un cierto tipo de condiciones que «estaban causadas
por la sugestión, y curadas por la persuasión». Al
tratar de medir la efi cacia terapéutica, aparece una
gran difi cultad, consistente en que muchas dolencias
pueden estar originadas por una angustia psicosocial,
y pueden ser aliviadas con consuelo y comprensión. A
primera vista, estas dolencias (a menudo denominadas
«psicosomáticas», «histéricas», o «neurasténicas») se
parecen mucho a síndromes médicos reconocidos
(27,57)
.
Aunque existen diversos «benefi cios secundarios» (es
decir, benefi cios psicológicos, sociales y económicos)
para aquellos que interpretan este «papel de enfermo»,
no es preciso acusarlos de fi ngirse enfermos de manera
consciente para señalar que sus síntomas son, a pesar de
todo, producto de sutiles procesos psicosociales
(49)
.
Los sanadores alternativos son el recurso de muchas
personas hipocondríacas que están erróneamente
convencidas de que tienen enfermedades de origen
orgánico, o de otras con un temor mórbido a perder
su buena salud. Sus dolencias son ejemplos de
somatización, la tendencia a expresar preocupaciones
psicológicas en un lenguaje de síntomas similares a los
de enfermedades orgánicas
(27,58,59)
. Los «alternativos»
ofrecen confort a aquellos individuos somatizadores que
necesitan creer que sus síntomas tienen causas médicas
más que psicológicas. A menudo con ayuda de aparatos
pseudocientífi cos de diagnóstico, refuerzan la convicción
de estos pacientes de que la «insensible», «fría» y
«estrecha de miras» comunidad médica tradicional,
que no puede encontrar ninguna causa física a su mal,
es incompetente e injusta al no reconocer una cuestión
claramente orgánica. Una gran proporción de los que
han sido diagnosticados con fatiga crónica, síndrome de
En un intento de atraer una mayor
clientela, muchos sanadores han
comenzado a referirse a ellos mismos como
«complementarios» o «integrativos» en
vez de «alternativos». En lugar de atender
únicamente a aquellos ya convencidos
o desahuciados, los «alternativos» han
comenzado a publicitar que pueden mejorar,
o incrementar, la efi cacia de los tratamientos
biomédicos científi cos”.
Los defensores de las MAC se quejan a menudo de
que la medicina convencional también utiliza muchos
tratamientos que no se han revisado adecuadamente en
ensayos controlados a doble ciego. Esto puede ser cierto
en algunos casos, pero el porcentaje de tales tratamientos
es muy exagerado por los «alternativos»
(56)
. De todos
modos, esto no incrementa en absoluto la credibilidad
de las MAC, sino que simplemente arguyen que los otros
«son tan malos como nosotros» sin ofrecer ninguna prueba
positiva en favor de su creencia. La diferencia crucial
entre la biomedicina científi ca y la medicina alternativa
es que la primera está plenamente comprometida
institucionalmente a encontrar apoyo empírico para sus
tratamientos y desecha los que no superan las pruebas.
Y, a diferencia de las «alternativas», la biomedicina no
se aferra a los procedimientos que contradicen principios
sólidos de las ciencias básicas. Las terapias basadas
el escéptico
57
sensibilidad ambiental, síndrome de intestino irritable,
fi bromialgia y trastornos de estrés post-traumático (por no
mencionar a muchos fabricantes de implantes mamarios
de silicona demandados por los presuntos efectos
nocivos de sus productos
(61)
) tienen una gran semejanza
con los típicos «somatizadores»
(59,60)
. Parecen subyacer
dinámicas similares en algunos informes de una variante
más reciente de lo que Stewart
(59)
ha denominado
esta familia de «enfermedades de moda» como la del
«síndrome de la Guerra del Golfo»
62
.
Suponiendo que los síntomas de un paciente tuvieran
una causa psicológica, es muy probable que este paciente
responda favorablemente a una mezcla aceptable de
sugestión, consuelo y ayuda psicológica. Esto es lo
que en realidad están buscando (probablemente de
manera inconsciente) a menudo estos pacientes a través
de un comportamiento enfermizo. Al rechazar esta
interpretación, los practicantes de las MAC se preguntan
por qué, si la dolencia es realmente de origen psicológico,
ninguno de la habitualmente larga lista de médicos
tradicionales visitados anteriormente por estos pacientes
ha logrado aliviar estos síntomas. Una respuesta es que
probablemente la empatía paciente-doctor, necesaria
para que este consuelo sea efi caz, desaparezca tan pronto
como el doctor diga que no puede encontrar ninguna
causa física para la enfermedad. Además, solo con que
el médico haga alusión a un diagnóstico psicosomático,
es muy probable que la relación quede irrevocablemente
envenenada pues, tristemente, y a pesar de la era ilustrada
que estamos viviendo, un diagnóstico psicológico todavía
acarrea un estigma social para muchos. A partir de ahí,
ningún consuelo o apoyo moral puede cerrar la brecha
abierta.
Curiosamente, sin embargo, cuando el «alternativo»
ofrece el ansiado diagnóstico físico, inmediatamente
después todo se transforma a la corriente New Age que
postula que la causa de todas las enfermedades es una
defi ciencia mental/espiritual; entonces, el mismo paciente
puede aceptar sin rechistar, incluso con entusiasmo,
este inesperado giro. Debemos tener en cuenta que los
curadores alternativos tienen, a menudo, personalidades
carismáticas y están dispuestos a pasar largos períodos
de tiempo para tranquilizar a sus clientes y satisfacer sus
inquietudes existenciales, lo que capitaliza la capacidad
de sugestión del paciente
63
. También parece razonable
que las sugerencias que surgen de la aceptación del
criterio del paciente puedan ser más efi caces en el alivio
de las dolencias psicosomáticas que las que proceden
de un punto de vista fi losófi camente escéptico. Cuando
a través de los rituales propios de la «aplicación del
tratamiento», los terapeutas alternativos proporcionan el
consuelo requerido, el sentido de pertenencia y la ayuda
existencial que sus clientes están buscando, resulta en
cualquier caso una labor encomiable, pero todo esto
no debería ser ajeno a la medicina científi ca, que tiene
mucho más que ofrecer. El mayor inconveniente de
todo esto radica en que procurar un diagnóstico médico
a dolencias psicológicas alienta la pseudociencia y el
pensamiento mágico, a la vez que infl a sin ningún rigor
los índices de éxito de medicuchos sin escrúpulos. Lo
más triste de todo es que perpetúa el prejuicio anacrónico
de que hay algo vergonzoso o ilegítimo en los problemas
psicológicos.
6. Alivio sintomático
versus curación.
A falta de una curación como es debido, lo que más valora
la mayor parte de los enfermos es aliviar el dolor y el
malestar. Muchos tratamientos supuestamente curativos
ofrecidos por los médicos alternativos, siendo incapaces
de afectar el proceso de la enfermedad en sí mismo, la
hacen más soportable, pero por razones psicológicas. El
dolor es un ejemplo. Diversos estudios demuestran que el
dolor es en parte una sensación como ver u oír, y en parte
una emoción
(64,65)
. Los investigadores han encontrado
repetidamente que cualquier tratamiento que reduzca con
éxito el componente emocional del dolor deja la porción
puramente sensorial muy tolerable. Así, el sufrimiento
se puede reducir a menudo por medios psicológicos,
aunque la patología subyacente permanezca inalterada.
Cualquier cosa que puede aliviar la ansiedad, desviar
la atención, fomentar el sentido del control o guiar la
reinterpretación cognitiva de los síntomas puede aliviar el
componente agónico del dolor. Las modernas clínicas del
dolor ponen en práctica estas estrategias diariamente
(65)
.
Que los pacientes sufran menos es sin duda positivo, pero
debemos tener cuidado en que el mero alivio sintomático
no desvíe a los pacientes de los remedios científi camente
probados hasta que sea demasiado tarde y ello pueda
comprometer su efi cacia.
7.
Muchos consumidores de terapias
alternativas apuestan sobre seguro, a
ambos lados
En un intento de atraer una mayor clientela, muchos
sanadores han comenzado a referirse a ellos mismos
como «complementarios» o «integrativos», en vez de
«alternativos». En lugar de atender únicamente a aquellos
que ya están convencidos o a desahuciados de la medicina
convencional, los «alternativos» han comenzado a
publicitar que pueden mejorar o incrementar la efi cacia
de los tratamientos biomédicos científi cos.
el escéptico
58
Aceptan que la medicina científi ca puede aliviar síntomas
específi cos, pero alegan que la medicina alternativa trata
las «causas reales» de la enfermedad (dudosas dietas
poco equilibradas, sensibilidad ambiental, campos
energéticos perturbados, o incluso confl ictos no resueltos
de encarnaciones pasadas)
(7)
En caso de producirse una
mejoría tras el tratamiento conjunto (medicina científi ca
y «complementaria») los practicantes marginales exigen,
y frecuentemente consiguen, una desproporcionada parte
del crédito.
8. Errores en los (auto)diagnósticos
En esta época de obsesión por la salud, muchas personas
pueden llegar a creer que sufren enfermedades que
en realidad no tienen. Cuando la medicina ortodoxa
comunica a estas personas sanas que no tienen signos de
enfermedad (lo cual suele ser extrañamente mal recibido),
acaban derivando a los terapeutas alternativos, que
siempre encontrarán algún «desequilibrio energético» o
défi cit nutricional. Si ello produce una «mejoría», acaba
de nacer un nuevo converso.
Los médicos entrenados científi camente no alegan
infalibilidad, y un diagnóstico equivocado, seguido por un
peregrinaje a un santuario, o curandero, o herboristería,
puede conducir al deslumbrante testimonio de una
curación por una grave enfermedad que nunca existió.
En otras ocasiones, el diagnóstico puede haber sido
correcto pero la predicción temporal de su evolución ser
inexacta. Si un paciente con una enfermedad terminal
es sometido a tratamientos alternativos y sucumbe
tiempo después de lo que había predicho el médico
convencional, el procedimiento alternativo puede recibir
el crédito por haber prolongado la vida cuando, de hecho,
la discrepancia fue solamente debida a un indebido
pronóstico pesimista.
9. Benefi cios derivados
Los terapeutas alternativos habitualmente tienen
personalidades carismáticas y poderosas
(62,67,68)
, hasta
tal punto que muchos pacientes quedan deslumbrados
por los aspectos mesiánicos de las medicinas alternativas
y complementarias y pueden experimentar una mejoría
psicológica que puede derivar en efectos a corto y
largo plazo. Si un curandero entusiasta logra mejorar el
estado de ánimo del paciente y estimular sus esperanzas,
este optimismo producirá una mayor confi anza y
cumplimiento de cualquier tratamiento ortodoxo que esté
recibiendo, lo que por supuesto incrementará su efi cacia.
Esta nueva actitud puede además motivar a muchas
personas a mejorar sus hábitos alimenticios o de sueño
y a realizar ejercicio o socializarse más. Estos cambios,
por sí mismos, pueden contribuir a acelerar la curación
espontánea natural o, al menos, hacer el intervalo de
recuperación más fácil de tolerar
Los efectos psicológicos indirectos de este tipo pueden,
además, reducir el estrés, del que se ha demostrado que
tiene efectos adversos en el sistema inmune
(69,70)
. La
eliminación de este lastre adicional puede acelerar la
recuperación, aún sin tratarse de un efecto específi co de
la terapia. Al igual que con el simple alivio sintomático,
este es un efecto positivo, a menos que evite que el
paciente utilice tratamientos más efectivos, o que le
supongan un coste desmesurado.
CONCLUSIONES
Los clientes potenciales de un tratamiento alternativo
deben averiguar si éste está apoyado por investigaciones
publicadas en revistas médicas con procesos de revisión
destinados a eliminar artifi cios experimentales que
sugieran falsas impresiones de curaciones. Como debería
resultar obvio a estas alturas, los testimonios personales
de apoyo resultan esencialmente carentes de valor a la
hora de decidir el valor de la terapia. En su lugar, los que
Sanador ambulante prestando sus servicios en el Parque de
El Retiro de Madrid. (Kelkian)
el escéptico
59
defi enden las terapias no ortodoxas deberían proporcionar
pruebas empíricas, basadas en grandes grupos de
pacientes y publicadas en revistas médicas con árbitros
independientes. Aún así, es esencial el que se puedan
reproducir los descubrimientos en forma independiente,
puesto que cualquier hallazgo único puede siempre
deberse a una variable de confusión no detectada o a una
casualidad estadística.
Si una publicación sostiene haber cumplido con los
anteriores criterios, los clientes deben siempre, sin
embargo, revisar la dimensión del efecto del tratamiento
del que se informa, ya que hay muchos «efectos
verdaderos pero triviales» que son estadísticamente
signifi cativos, pero demasiado pequeños para ser útiles
clínicamente.
Uno debe ser escéptico si, en lugar de ensayos
aleatorizados controlados, la «prueba» consiste en
anécdotas, testimonios, panfl etos o libros publicados
por el propio autor. La documentación de apoyo debe
provenir de publicaciones científi cas imparciales en
vez de revistas de propiedad de los promotores de las
prácticas cuestionables o de las «revistas del corazón»,
las cuales aceptan virtualmente todas las inserciones y
cobran una tarifa a los autores por publicarlas.
Si el que efectúa las prácticas supuestamente médicas se
declara ignorante, o abiertamente hostil hacia la corriente
científi ca dominante y no puede proporcionar una
explicación científi ca razonable a sus métodos, el cliente
potencial debería proceder con suma cautela. También
debería despertar sospechas si el discurso promocional
del «doctor» alude a fuerzas espirituales o energías
vitales o incluso a planos «distintos», vibraciones,
descompensaciones, o afectividades. De la misma forma,
si el que aplica la terapia alternativa habla de procesos o
ingredientes secretos (especialmente si su nombre está
relacionado con el de él o ella), ensalza la sabiduría
popular o antigua u «otras formas de conocimiento»,
o declara «tomar en consideración a la persona como
un todo, y no considerar las enfermedades», se debería
poner en cuestión su legitimidad.
Si el terapeuta proclama estar perseguido por el
«establishment» científi co o incita a la acción política
en su nombre, y tiende a atacar o incluso a demandar
a sus críticos en vez de argumentar en contra de sus
comentarios con investigación científi ca, las alarmas
deberían comenzar a sonar.
También debemos sospechar de los que efectúan las
prácticas supuestamente médicas con titulaciones
obtenidas en instituciones no acreditadas o quienes
venden sus propios preparados en sus reboticas y
enfatizan la necesidad de visitas frecuentes a las mismas
«para mantenerse bien». La presencia de literatura
pseudocientífi ca y conspirativa en la sala de espera
debería hacer huir a cualquier persona con la mente
clara.
Y, sobre todo, si los resultados prometidos van más allá
de los ofrecidos por los terapeutas convencionales y
afi rman que no hay efectos adversos, lo más probable
es que uno esté tratando con un charlatán. En pocas
palabras, si algo suena demasiado bien como para ser
verdad, probablemente no lo sea.
Cuando la gente se pone enferma, cualquier promesa de
cura es seductora. Como resultado, una falsa esperanza
Los clientes deben ser incrédulos hacia cualquier persona que efectúe prácticas «médicas» que:
1. Sea ignorante u hostil hacia la corriente principal de la ciencia;
2. No pueda proporcionar una explicación razonable para sus métodos;
3. Use una jerga promocional enlazada con alusiones a fuerzas espirituales y energías vitales o a
planos inciertos, vibraciones, descompensaciones y afectividades;
4. Asegure poseer ingredientes o procesos secretos;
5. Apele a conocimientos ancestrales y a «otras formas de conocimiento»;
6. Afi rme «tratar a la persona como un todo» en vez de tratar enfermedades;
7. Declare ser perseguido por la vieja guardia y aliente acciones políticas en su nombre, o esté presto
a atacar o demandar a sus críticos en vez de responder con investigaciones válidas.
el escéptico
60
suplanta con relativa facilidad al sentido común y a la
disposición a exigir pruebas. En este vulnerable estado,
la necesidad de una evaluación crítica de las opciones
terapéuticas es más —en vez de menos— necesaria.
Los clientes potenciales de los practicantes de medicinas
alternativas deberían atender la recomendación de San
Pablo: «Prueba todas las cosas; pero agárrate rápido
a lo bueno». Quienes todavía piensan que pueden
permitirse aventurarse con la mercadería de los remedios
no probados deberían, también, seguir el sabio consejo
de Goethe: «Nada es más peligroso que la ignorancia
activa».
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