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tiempos en los que moros y cristianos combatían y se
aliaban entre sí con gran facilidad.
En segundo lugar, el autor aborda la perspectiva legendaria,
dando repaso a los episodios que fuentes como la Historia
Roderici, Las mocedades del Cid
o El Cantar de Mío Cid
han convertido en parte de la sabiduría popular sobre la
persona que, en este punto, alcanza casi la condición de
personaje de fi cción. Sus virtudes son llevadas hasta el
extremo, mediante la multiplicación y exageración de
anécdotas y sucedidos en los que se intenta siempre dejar
patente la bonhomía del protagonismo. Desde su actitud
para con un leproso hasta su inquebrantable lealtad —que
le lleva, según sus hagiógrafos, no sólo al destierro, sino
también a dar muerte en duelo a su futuro suegro, entre
otros acontecimientos— el Campeador se presenta como
un ejemplo para las generaciones posteriores. Es ahí
donde el autor empieza a dar explicación a la aparición
de episodios puramente legendarios, cuya presencia
acaba convertida en parte de la historia del guerrero, a
consecuencia de una suerte de consenso tácito. La jura
de Santa Gadea o la imagen del Cid como «buen vasallo
que no tiene buen señor» entran claramente dentro de
este apartado.
Por último, se echa mano a la perspectiva mítica, dándose
cumplida cuenta del uso de la imagen del Cid como
instrumento para la obtención de privilegios o enriquecer
la historia de diversas comunidades, empezando por
el monasterio de Cardeña, donde sus restos y los de
su esposa Jimena reposan y pasando por la ciudad de
Burgos y la propia Castilla. Aquí, Rodrigo Díaz es la
representación de una serie de virtudes que unos y otros
intentan magnifi car en su benefi cio, bien explotando su
religiosidad, bien como ejemplo de valores de corte más
laico.
Estatua ecuestre de El Cid en Burgos (Archivo)
La obra, en resumidas cuentas, es una buena aproximación
a la historia de la persona, de la leyenda y del mito, cuyo
valor principal es la explicación de los mecanismos
que mueven a la creación de pasajes pseudohistóricos
dentro de una historia verdadera: motivaciones políticas,
religiosas, económicas y literarias se superponen a la
fi gura de un personaje histórico, el Cid Campeador,
que pese a ello, el autor reconoce como un elemento
excepcional, sin necesidad de adorno alguno.
Luis Javier Capote Pérez
LA ESPECIE ELEGIDA
Juan Luis Arsuaga / Ignacio Martínez
Editorial Temas de Hoy.
Colección Tanto por saber
Uno de los temas científi
cos más populares y
controvertidos, desde el punto de vista social, es el de la
evolución humana. La célebre frase “el hombre desciende
del mono” es la explicación más básica que se puede dar
acerca del asunto por parte de la gente de la calle, lo
que implica que, a grandes rasgos, el conocimiento del
mismo está bien extendido. Sin embargo, ello no quita
para que sigamos recibiendo con particular fascinación
cada nuevo descubrimiento que aparece reseñado en los
distintos medios de comunicación y que contribuye a
enriquecer el cada vez más frondoso árbol de la familia
a la que pertenece nuestra especie. A este panorama ha
contribuido poderosamente la actividad que, desde hace
varios años, viene desarrollándose en las excavaciones
de Atapuerca.
A estas alturas, el nombre de esa serranía burgalesa no
necesita presentación. Tampoco los de los responsables
de la excavación que se desarrolla en la zona, entre los
que se cuenta uno de los autores de este libro, Juan Luis
Arsuaga Ferreras. Los resultados de sus actividades
han acudido puntualmente a su cita con unos medios
de comunicación que siempre están atentos a lo que
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Portada original (Archivo)
de nuevo pueda aportar la excavación en un páramo
particularmente rico en restos fósiles. Junto a esto, el
paleontólogo madrileño ha realizado una interesante
labor divulgativa, en la cual se encuadra este libro, La
especie elegida,
realizado junto a Ignacio Martínez,
también investigador en Atapuerca.
Publicado originalmente en 1998, el libro
es una aproximación sencilla y amena,
pero igualmente rigurosa, a la historia de la
evolución humana, empezando por la cues-
tión básica que permite dar título a la obra.
¿Somos la especie elegida?”.
Publicado originalmente en 1998, el libro es una
aproximación sencilla y amena, pero igualmente rigurosa,
a la historia de la evolución humana, empezando por la
cuestión básica que permite dar título a la obra. ¿Somos
la especie elegida? ¿Es la evolución un proceso que, de
una forma u otra, llega hasta a nosotros como resultado
inevitable? A lo largo de sus páginas, Arsuaga y Martínez
van desgranando los distintos aspectos que llevaron a la
aparición de la especie a la que pertenecemos. Su discurso
indica que la condición de “elegidos” no pasa de ser un
curioso tópico, ya que por un lado se plantea la actividad
azarosa con la que funcionan los mecanismos evolutivos
y por otro el hecho de que ciertas características que,
en la visión clásica, eran de nuestra exclusiva, parecen
también estar presentes en otras especies ya extintas e
igualmente, desde ese punto de vista, humanas. A través
de este libro (y de otros posteriores) los autores han ido
eliminando del acervo popular la imagen del Hombre
de Neandertal demás ramas del árbol familiar como
unos monstruos jorobados y simiescos que blandían
cachiporras y lanzaban pedruscos.
El libro da un somero repaso a los hitos de la evolución
humana, así como a los de su investigación, según el
estado de cosas de fi nales de los noventa. Desde entonces,
mucho ha llovido y mucho se ha descubierto, lo que hace
que, en lo que a refl ejo de las investigaciones se refi ere,
este tipo de obras tengan una vida relativamente corta. Sin
embargo, su valor como libro de divulgación permanece
incólume, siendo el título ideal para empezar a conocer
un poco mejor esa pregunta tan tópica que es de dónde
venimos, así como para actualizarse, si lo último que se
vio sobre el tema venía dado según los criterios de una
evolución lineal donde se iba del mono al ser humano.
En el estudio de las especies más relevantes, se presta
especial atención, como no podía ser de otra forma, a los
descubrimientos de Atapuerca, con especial referencia al
Homo Antecessor, denominación que los responsables
de la excavación han dado a lo que, consideran, es una
especie diferenciada dentro del camino que lleva hasta
nosotros.
La obra incide también en aquellos elementos que, se
entiende, defi nen la condición humana, intentando
explicar el momento, las causas y las implicaciones de su
aparición: el bipedismo, el desarrollo de la inteligencia
o la aparición del habla llevan la voz cantante junto a
otros aspectos de especial relevancia como el análisis
de la dentición y su consecuente relación con las
costumbres alimenticias o la manipulación y elaboración
de instrumentos líticos.
Pese a los años transcurridos, La especie elegida sigue
siendo un libro imprescindible para entender mejor lo
que sus autores han subtitulado como la larga marcha
de la evolución humana. Su tono distendido y amable
hace que las páginas pasen rápidamente y que en ningún
momento la lectura se pierda en el marasmo de cuestiones
excesivamente técnicas.
Luis Javier Capote Pérez