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el escéptico

U
n análisis superficial del mundo de los
extraterrestres, en el contexto de las corrientes
sociales y del diseño puede llevarnos a creer que
la ufología no es una ciencia, ni una paraciencia, es un
arte.
Vayamos por partes, parémonos un poco a hablar de arte,
de la historia del arte; detengámonos pausadamente en
distintas épocas y veremos que cada una ha tenido sus es-
tilos y sus artistas.
Dicen los enterados que un artista es alguien con una sen-
sibilidad especial que lo diferencia de un simple artesano,
éste domina una técnica que no da un resultado excepcio-
nal, la obra de un artesano no es un hito en la historia. Un
artista tiene que tener, además de una técnica, una sensi-
bilidad que le permita captar la esencia de su tiempo, el
ambiente, una sensación colectiva que no se ve pero que
puesta en su obra, la hace única, sus contemporáneos le
admiran y valoran por algo que transmite y que los demás
no saben plasmar, por esto una autentica obra de arte vale
millones y una pieza de artesanía vale lo que debe valer
para ir viviendo.
Artículo
¿ES LA UFOLOGÍA UN ARTE
QUE DESAPARECE?
Pau Mundó Elias
Fotografía antigua de un ovni. (Archivo)
Las representaciones de los marcianos son
el reflejo de cada época, de su diseño y de la
influencia del cine y la televisión.”
¿Y que tiene que ver un Picasso o un Murillo con nuestros
garrulos ufólogos? Tras este paseo por el arte de verdad,
volvamos a ellos. Veamos sus creaciones de los años
cuarenta o cincuenta, se diría que los platillos volantes son
ollas a presión de diseño soviético, platos voladores llenos
de ventanas y remaches, muy pesados, como la industria
siderúrgica de la posguerra europea. En los sesenta ya se
les ve la influencia del diseño y la industria del plástico,
formas de huevo frito mucho mas ligeras, sin remaches (es
la influencia del plástico) y con luces de colores (también
es la época del pop), los ufólogos captan el ambiente de
la época, afirman que el velcro y el transistor vienen de
tecnología extraterrestre, hoy esto ya nos parece cutre. A
finales de los setenta y principios de los ochenta, ya vemos
algo mas etéreo, formas indefinidas, luces sin contorno
que insinúan sombras en su interior (¿qué ha sido de las
pesadas ollas a presión de hace treinta años?).
Hoy, en el siglo XXI, ya no se habla de estas cosas, el cine
ha podido con todo, ya no hay ligeros huevos fritos con
luces psicodélicas, ahora son naves nodrizas gigantescas
como ciudades que nos mandan alta tecnología, a veces
desde complejas bases en el fondo del mar o en la cara
oculta de la Luna.
El hecho diferencial es esta sensibilidad exquisita que
capta algo que va con su tiempo y gusta a sus coetáneos,
y que le vale a su autor el derecho a salir en los billetes de
banco o en los sellos de correos.
Y digo a sus coetáneos, porque en siglos posteriores se le
valora en el contexto de su época, en su entorno cultural
y social. Imaginemos actualmente a alguien pintando
como Murillo, o como los anónimos pintores de las
iglesias románicas o, incluso, como los grandes pintores
del romanticismo. Sin duda, estarían fuera de su época,
hoy día serían simplemente gente copiando una técnica
pictórica ya superada, no transmitirían nada tan especial
como para dedicarles museos y fundaciones. O por no
hablar de un Calder, un Picasso o un Chagall en el siglo
de Oro, o en la Edad Media, estarían fuera de lugar, su arte
no llegaría a nadie, no sería acorde con la sociedad.
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el escéptico

¿Y qué decir de los simpáticos hombrecitos verdes
de antaño? En los sesenta y setenta hubo una gran
biodiversidad sideral (¿o será exobiodiversidad?), los
hubo chiquitines y con mono azul que cambiaban el
aceite de su nave en un lago de Wisconsin –EE UU–, otros
pequeños y cabezones pero no anoréxicos, otros altos y
casi albinos (los viejos amigos de Ganimedes) o los robots
gigantes de Rusia (país grande, marcianos grandes),
hombres plateados, seres lánguidamente etéreos… Hay
algunos estudios sobre tipologías de seres extraterrestres,
algunos muy curiosos, como el de Vallée en 1964, el de
Pereira en 1974 que establece mas de veinte categorías y
subcategorías, o el de Huyghe de 1996, entre otros.
Pero ahora se acabó todo, se ha perdido la diversidad, desde
la película Encuentros en la Tercera Fase, empezaron a
ser pequeños, flacuchos y cabezones, si bien los primeros
de este genero se remontan a poco antes de la primera
supuesta abducción documentada por sus protagonistas
(caso Hill, en el año 61), pues curiosamente, este tipo
de marciano había salido en un papel secundario de una
serie emitida en Norteamérica pocas semanas antes del
incidente Hill, sin embargo no habían llegado a la gran
difusión que les supuso ser estrellas de Hollywood.
Después de Expediente X, a ningún ufólogo que se precie
se le ocurre dar por bueno un marciano verde o un gigante
plateado, estaría tan fuera de lugar como un crítico de arte
alabando un Murillo actual, ahora todos los marcianos son
grises, «los Grises».
Es el reflejo de cada época, del diseño y, finalmente, de
la influencia del cine y la televisión. Las representaciones
de marcianos pronto serán ya incuestionables, aunque aún
hay tímidas voces entre los ufólogos (algunos que absorben
poco de lo que ahora nos envuelve) que reclaman algún
marciano raro. Apuesto lo que sea que pronto quedarán
reducidos a voluntariosas transformaciones de los Grises
para despistar o para justificar antiguas tradiciones, que
por supuesto, siempre son de origen extraterrestre.
(Un inciso, para abundar en la idea de que los tiempos
cambian para todos: antes se oían, «a pelo», las almas en
pena en los cementerios y las voces de ultratumba, hoy se
llaman psicofonías y hay que ir equipado con grabadoras
digitales y chalecos de Coronel Tapiocca para oírlos. ¿Nos
estamos volviendo sordos o simplemente gilipollas?).
Volvamos a los ufólogos, cuidémosles, no permitamos
que su imaginación sea abducida por los guionistas de
Hollywood, incitémosles a que creen hermosas criaturas
acordes con nuestro tiempo, marcianos que tengan que
ver con el cambio climático, con el arte abstracto, con las
performances, con la música rap, con el spam que se nos
cuela por Internet, los Grises acaban aburriendo, ya no
dan miedo ni a los niños.
¡Adelante con el Chupacabras!, es un buen intento para
las sociedades rurales de Iberoamérica, ojalá no lo acaben
convirtiendo en un Gris que en vez de chupar cabras,
aburra hasta las ovejas.
Cuidemos a los ufólogos, no permitamos
que su imaginación sea abducida por los
guionistas de Hollywood, incitémosles a
que creen hermosas criaturas acordes con
nuestro tiempo...”
Pedro Mirabet.