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y nos presentan en forma quizás excesivamente concisa
a todos nuestros “sospechosos habituales”: la pluralidad
de mundos habitados, la Tierra Hueca (uno de los prime-
ros en defender tal hipótesis fue el astrónomo Halley), la
Atlántida, el creacionismo (transmutado ahora en Diseño
Inteligente), los platillos volantes, las máquinas de movi-
miento perpetuo, las medicinas alternativas, etc.
Pese a esa inevitable brevedad, el autor consigue acla-
rar muy bien los puntos clave de cada teoría y, si he de
juzgar por su tratamiento del campo con el que estoy
más familiarizado (la Ufología), con pocos errores que,
más bien, pueden considerarse puntos de vista diferen-
tes. Quizá podría criticarse su selección de los aspectos
a tratar, a veces un poco demasiado superficiales, pero
con ello consigue mantener el interés del lector. Incluso
para los ya iniciados, el texto está lleno de perlas como
la de aquel científico alemán que demostró (para su com-
pleta satisfacción… y sólo la suya) que la Tierra gira en
sentido contrario al que todos los demás percibimos, o la
de aquel dietista americano que defendía que los ovnis
eran meras alucinaciones debidas a la mala alimentación,
fácilmente subsanables comiendo 50 dientes de león al
día.
Tras leer el libro, en mi mente han quedado dos reflexio-
nes:
1. Que pese a los grandes avances científicos
alcanzados, no están tan lejanos los tiempos en
que la irracionalidad seguía campando por sus
respetos en el discurso científico y aún hoy lo sigue
haciendo en muchas disciplinas quizá menores
pero de gran impacto entre la población, como la
medicina.
EL EFECTO PLACEBO,
¿MITO O CIENCIA?
Carlos López Borgoñoz
Editorial AAC, 2006*
Excelente trabajo sobre el placebo, bajo el punto de vista
de este lego (sobre esta materia) que os escribe. El libro
empieza con una historia, cuya protagonista, Amalia, es
una mujer sensata y que aplica el pensamiento crítico a
todo lo que le rodea, y que ante la previsible muerte de su
madre acaba llevándola a un curandero. Su madre muere,
pero ello lleva al autor a que nos preguntemos por qué
llevó a su progenitora hasta esa otra ‘medicina’, y dando
respuesta a dicha pregunta nos dirige a un completo
estudio sobre el llamado efecto placebo.
Este concepto no está muy claro ni siquiera para escépti-
cos convencidos. Así, nos cuenta que Carl Sagan escribió
en su libro El mundo y sus demonios: “La curación por
la Fe puede ayudar en enfermedades placebo o mediati-
zadas por la mente: un malestar en espalda y rodillas (...)
asma, ceguera, falso embarazo (...). No es sorprendente
que la apelación a un estado mental llamado Fe pueda
aliviar los síntomas causados, al menos en parte, por otro
estado mental quizá no muy diferente“, presentándonos
ejemplos realmente sorprendentes: “La fiesta anual de la
cosecha (Harvest Moon Festivals) es importante en las
comunidades chinas tradicionales de Norteamérica. En
la semana precedente a la fiesta, la tasa de mortalidad de
la comunidad cae un 35%. En la siguiente semana sube
un 35%. Los grupos de control no chinos no marcan este
efecto. Se podría pensar que se debe a los suicidios pero
sólo se cuentan las muertes debidas a causas naturales
2. Que, inevitablemente, algunos elementos de la
ciencia actual acabarán formando parte de los
descartes futuros. Lo difícil es identificar cuáles
sin la perspectiva privilegiada que nos da el paso
de los años. Por ello, debemos impedir que un
exceso de escepticismo hacia las nuevas ideas
sofoque la creatividad imprescindible para seguir
avanzando.
Luis R. González Manso
(Archivo)
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(...) En un estudio más detallado resultó que las fluctua-
ciones de la tasa de mortalidad ocurrían exclusivamente
entre mujeres de 75 años o más: como la fiesta lunar de
la cosecha está presidida por las mujeres más ancianas de
las casas, eran capaces de postergar la muerte para ejer-
cer las responsabilidades ceremoniales. Se encuentra un
efecto similar entre los hombres judíos las semanas dedi-
cadas a la Pascua judía, una fiesta en la que los ancianos
juegan un papel central, y, de modo parecido, en todo el
mundo por cumpleaños, ceremonias de graduación y co-
sas parecidas“. ¿Es ello posible, pese a decirlo Sagan?
La respuesta es no. O. Carlos López aporta datos que
contradicen las afirmaciones de Sagan (y que muchos
creíamos), basadas en un estudio. Así, el Departamento
de Economía del Pomona College (que publicó el trabajo
inicial), editó en el año 2004 una revisión de su propio
estudio (en la revista Psycosomatic Medicine) en la que
negaba su anterior afirmación, concluyendo que los da-
tos no soportaban la hipótesis de que las mujeres chi-
no-americanas eran capaces de prolongar su vida ante
acontecimientos sociales inminentes.
Carlos López Borgoñoz también nos habla de la psicoen-
doneuroinmunología, extraña hipótesis que defiende en-
tre otras cosas que un paciente predispuesto a sanar tiene
mejores resultados en la curación de sus dolencias que
otro apesadumbrado y/o decaído, y dice que debemos
tratar este tema con sumo cuidado. El buen ánimo del
paciente, ante una enfermedad, no ayudará a mejor re-
solver el problema médico; otra cosa es que el entorno
del paciente ‘agradezca’ ese ‘buen humor’, esa buena
disposición ante la adversidad, que la creencia en la cu-
ración estimule el fiel cumplimiento de lo que mandan
los médicos...
Todo lo anterior nos lleva a la Medicina Basada en la
Evidencia (MBE), de la que cita sus grandes virtudes sin
olvidar sus limitaciones, como por ejemplo lo que se co-
noce en los EEUU como ‘medicina defensiva’, la cual
está basada en hacer aquello que ‘está aceptado’ con el
fin de prevenir posibles complicaciones legales...
No existen las panaceas... el placebo no cura, curan los
principios activos o remedios o conductas que se puede
probar que curan. En el libro se cita se apela mucho al
pensamiento crítico y sólo queda la sensata deducción de
que no debe olvidarse que el análisis final y las buenas
prácticas en la sanación sólo deben ser efectuadas por
profesionales bien preparados.
En cuanto a la MBE dice que es una desafortunada traduc-
ción del inglés (Evidence Based Medicine), razonando:
‘Evidencia’ (en la primera acepción del DRAE) significa
‘Certeza clara y manifiesta de la que no se puede dudar’
¡¡Exactamente lo contrario de lo que pretendemos!!
Nos habla de las herramientas de la MBE, como el meta-
análisis y los ensayos clínicos (con sus cuatro fases), y nos
dice cómo se afrontan las diversas comprobaciones, los
costes de los ensayos, los problemas que hay en las eleccio-
nes de los pacientes, los diferentes muestreos, los estudios
‘piloto’, doble ciego, uso de ‘placebos activos’ (sustancias
que ‘imitan’ los efectos adversos de los medicamentos que
ponemos a prueba), comités éticos y de seguridad, la de-
claración de Helsinki (aprobada en 1964, y que tras lo ocu-
rrido en la Segunda Guerra Mundial, decía: nunca más los
seres humanos debían ser utilizados como cobayas) y los
Comités Éticos de Investigación Clínica, etc.
Entresaco unas líneas de sumo interés sobre los ensayos
clínicos y el placebo, que debe hacernos ver lo complica-
do que es todo lo que rodea al placebo: “Aclaremos que
todos los pacientes que participan en un estudio deben
recibir el mejor tratamiento disponible que se conozca,
con la única diferencia del tratamiento que ponemos a
prueba. En algunos casos, tal vez exista ya un tratamien-
to previo aceptado como eficaz; en ese caso deberemos
comparar el nuevo tratamiento con el antiguo, con el fin
de demostrar que aporta más eficacia. En ese caso no uti-
lizaremos nunca un placebo [que sepamos que no actúa
contra el mal sobre el que actuamos]. En el caso de que
no exista nada previo comparable, y sólo en ese caso,
usaremos un placebo...“. Ojo al dato: “el grupo placebo
ha obtenido el mejor tratamiento disponible, además del
placebo. ¡¡Por ello tienen a veces tasas sorprendente-
mente altas de curación!!“.
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Para acabar con las preguntas del millón... Pero, después
de todo, ¿existe el efecto placebo, o no? ¿Es capaz el
individuo humano de intervenir en su propia curación
sobre la base de su ‘esfuerzo’ personal? ¿Influye en algo
‘las ganas de vivir’ que un enfermo tenga en el curso de su
enfermedad? ¿Puede la ‘sugestión’, o el convencimiento
de que se está siendo tratado con el mejor tratamiento
posible, tener un efecto beneficioso sobre enfermedades
de todo tipo, ya sean infecciosas, degenerativas o
vasculares?
El objetivo de este ensayo es proporcionar ciertas
herramientas destinadas a que el lector pueda por sí
mismo adoptar una postura en relación a este tema, que
es muy debatido en foros científicos del más alto nivel, y
no pretende forjar una opinión determinada.
Pero aclara en sus páginas: “Una supuesta capacidad
autocurativa del cuerpo humano, proporcionada a través
de mecanismos psicológicos desconocidos, debemos
reconocer que nos produce más rechazo previo que
aceptación. Pensamos firmemente, por otra parte, que la
carga de la prueba, la obligación de demostrar, no reside
en quienes afirman que no existe, sino en los que sí creen
en su efecto beneficioso. Afirmaciones extraordinarias
requieren demostraciones extraordinarias”.
Pero hay datos que avalan su posición... “La Colaboración
Cochrane estudió en una de sus revisiones sistemáticas
el efecto placebo ni más ni menos que en 156 ensayos
clínicos que incluyeron 46 afecciones clínicas diferentes.
En dichos estudios se comparó el empleo de un placebo
con la no utilización de ningún tratamiento, comparación
fundamental para poder descubrir si los placebos tienen
algún efecto sobre la curación de enfermedades o no
lo tienen [... Así,] demostraron que “No hubo pruebas
de que las intervenciones placebo, en general, tengan
efectos clínicamente importantes. Debido al sesgo
no se pudo distinguir con claridad un posible efecto
pequeño para los resultados continuos informados por
los pacientes, especialmente el dolor”. Estos resultados
deberían hacernos abandonar la idea de la existencia de
ese extraño mecanismo mental de autocuración.
Y en cuanto al dolor, se pregunta ¿es eficaz el placebo
en el tratamiento del dolor? Por ello, comenta que “En
absoluto podemos estar seguros ni siquiera de ello;
debemos tener en cuenta que el dolor es una percepción
absolutamente subjetiva. La única manera de valorarlo,
por lo menos de manera frecuente, es sencillamente
preguntándole al paciente su propia percepción del dolor
que sufre.
También se tratan diversos temas que centran al placebo con
algunas de las medicinas alternativas o complementarias
(homeopatía, acupuntura, reflexoterapia...), y se afirma
que sí que han habido estudios oficiales de esas técnicas,
pero que han dado el resultado de que no hay pruebas de
sus beneficios. Al final de la obra, incluso, se habla del
efecto placebo en animales.
Todo ello en un lenguaje llano, ameno y lleno de
ejemplos que ayudan a entender todo lo relacionado con
el placebo. Este libro es una maravillosa herramienta para
cualquier escéptico que debe estar en lugar preferente en
su biblioteca particular.
Juan Soler Enfedaque
* Una copia del libro se puede descargar de forma gra-
tuita desde http://borgonoz.googlepages.com/place-
bo.
¡OJALÁ LO SUPIERA! LAS CARTAS
DE RICHARD P. FEYNMAN
Richard P. Feynamn
Editorial Crítica 2006. 467 páginas
Admito que me es difícil hacer una valoración objetiva
de este libro, por contarse el autor entre mis “superhéroes
favoritos”. Pero dudo que defraude las expectativas que
suele generar siempre una obra de Feynman, premio
Nobel de Física en 1965 y con un extenso currículum
tanto en investigación científica como en muchos otros
aspectos, como su afición a abrir cajas de seguridad en
Los Álamos mientras desarrollaban la bomba atómica,
tocar los bongos, aficionarse a pintar pasados los
cuarenta años, desarrollar investigaciones de física en
espectáculos de striptease, selección y crítica de libros de
texto e investigación del accidente del Challenger, con su
celebre explicación del problema ante las cámaras.
Tal y como indica el título, se recoge la correspondencia
de Feynman, así como algunas entrevistas en el apén-
dice. La hija adoptiva de Feynman recogió las cartas e
hizo una selección de las más relevantes, que se han pu-
blicado.
Lo primero que puede sorprender al lector es el volumen
de correspondencia generada, sobre todo si lo habitual es
pensar que a los buzones llega poco más que propaganda
y facturas. En el libro se muestra un elevado número de
cartas, lo que indica una gran cantidad, tanto de entrada