background image
el escéptico
139
Un amigo me comentaba que no le
veía sentido a un libro cuyo propósi-
to era desmontar a la Biblia. Para él
era como desmontar el cuento de
Caperucita Roja, ya que está claro
que se trata de una obra de ficción.
En un mundo en el que las caricatu-
ras de Mahoma han provocado gra-
ves altercados, en el que una obra de
teatro de Leo Bassi criticando a la
Iglesia ha sufrido un atentado, y en el
que el Diseño Inteligente intenta
infiltrarse en los colegios y universi-
dades libros como este son cada vez
más necesarios.
Juan Pablo Fuentes
CONVIÉRTASE EN
BRUJO, CONVIÉR-
TASE EN SABIO
GEORGES CHARPAK Y HENRI
BROCH
Ediciones B, 2003. Trad. Nuria
Viver Barri (Tit. Or. Devenez sor-
ciers, devenez savants, 2002).
227 páginas.
DESMITIFICACIÓN
SALUDABLE
¿Bajo que epígrafe deberían colocar-
se los libros escépticos? La agencia
española del ISBN clasifica a El
mundo y sus demonios, el clásico del
escepticismo de Carl Sagan, en la
materia Historia Universal. El libro
de Martin Gardner La ciencia, lo
bueno, lo malo y lo falso
pertenece a
la categoría de Ciencia y conoci-
miento en general
. Y el libro que nos
ocupa, Conviértase en brujo, con-
viértase en sabio,
tiene una doble
clasificación: la traducción en cata-
lán esta clasificada como Ciencias
aplicadas. Medicina. Técnica
, pero
la versión en castellano está bajo la
denominación de Literatura en len-
gua francesa
. Con todo no fue en
ninguno de estos apartados donde lo
encontré en la biblioteca de mi
barrio, sino en la sección de fenóme-
nos paranormales
. ¿Un desatino? En
mi opinión, no. Allí deberían estar
todos los libros escépticos. Con un
poco de suerte si alguien se lo lleva,
por error, quizá pueda ver la luz.
Pese a ser escéptico militante no me
parece mal que haya gente que crea
en ovnis, fantasmas, telepatías y
demás teorías extravagantes. Tengo
familiares que creen en la homeopa-
tía y no les he dado con el garrote.
Pero mi tolerancia se acaba cuando
finaliza el terreno de las creencias:
¿Crees que es posible la
telequinesis? Muy bien, creer es gra-
tis. ¿Dices que la telequinesis es
científica? Vengan los datos de los
experimentos que lo demuestran, ya
que entre creencia y ciencia hay una
gran distancia. La pena es que
muchos no parecen darse cuenta de
ello.
Si yo le digo a un amigo que en mi
casa tengo un cocodrilo que habla,
lo primero que me dirá será:
“vamos a verlo”. Si lo ve, y efecti-
vamente parece que hable, seguro
que mirará a ver si no hay algún
altavoz oculto, si el sonido viene de
otra fuente, hasta que se de por
satisfecho. Es una cosa tan chocan-
te que querría comprobar que no le
estoy dando gato por liebre. No
entiendo por qué, en los fenómenos
paranormales, la gente parece sus-
pender el juicio. En este contexto,
libros como el que nos ocupa son
imprescindibles. Me gustaría citar
una frase de la contraportada: “En
ningún caso queremos imponer una
forma única de pensar, ni siquiera
científica; al contrario, somos parti-
darios de la duda, el escepticismo y
la curiosidad”.
Bajo la hipótesis de partida de que,
aprendiendo a engañar, será más
difícil que no nos engañen, el obje-
tivo de los autores es que nos con-
virtamos en brujos sin dejar de ser
sabios. Para ello se valdrán de
varios caminos. Por un lado, nos
explicarán como muchos de los tru-
cos ‘paranormales’ forman parte
del acervo de los magos desde hace
tiempo (algunos trucos aparecen en
libros del siglo XVI), incluso
aprenderemos como hacer cosas
realmente maravillosas como cami-
nar sobre las brasas o transmitir el
pensamiento. ¿Sabían que detener
el latido del corazón es fácil de con-
seguir con una pequeña pelota en el
sobaco? En El mundo y sus demo-
nios
Carl Sagan explicaba como
con un truco tan sencillo consiguie-
ron engañar a multitud de medios
de comunicación australianos.
Por otro lado, aprenderemos
como puede explicar la estadísti-
ca y las descripciones deliberada-
mente vagas los aciertos de viden-
tes y astrólogos. Si un médium
afirma por televisión que conse-
guirá fundir las bombillas en sus
hogares, el triunfo está asegurado.
Sabiendo que la vida media de una
bombilla es de mil horas y si con-
tamos con un millón de televiden-
tes, un simple cálculo estadístico
nos permite afirmar que se fundi-
rán más de mil bombillas mien-
tras dure el programa. Si creamos
background image
el escéptico
140
el sillón escéptico
una carta astral lo suficientemente
ambigua cualquiera podrá verse
reflejado en ella. Es muy fácil hablar
con aparente profundidad pero sin
decir nada.
También aprenderemos que tipos de
experimentos se han hecho para
poder confirmar algunos poderes
paranormales (como la radioestesia)
y como todos los resultados han sido
negativos. Los zahoríes son un caso
curioso; la mayor parte de ellos creen
sinceramente en sus poderes. Los
autores examinaron a bastantes de
ellos con un sencillo experimento.
En un campo se encontraban varias
tuberías. Por algunas circulaba el
agua y por otras no,. Era un experi-
mento de doble ciego; ni los experi-
mentadores ni los zahoríes sabían
por dónde estaba circulando el agua.
Los resultados son los esperables: el
promedio de aciertos es el mismo
que eligiendo al azar.
Por último los autores dan una expli-
cación científica a supuestos miste-
rios que resultaron no ser tales pero
que, a pesar de estar perfectamente
comprendidos, todavía se utilizan
como si lo fueran. El mejor ejemplo
es el del sarcófago de Arles-Sur-
Tech, que produce agua de manera
milagrosa. ¿La mano de Dios en
acción? Algo mucho más prosaico,
la lluvia y la condensación natural
pueden explicar perfectamente la
generación de agua. El libro conclu-
ye con una serie de estudios socioló-
gicos realizados en Francia que pare-
cen apuntar a un auge del pensa-
miento mágico y que da alguna con-
clusión sorprendente, como que no
existe relación entre la educación y
la creencia en fenómenos paranor-
males.
Con la amenidad como bandera y
una recopilación de temas excelente
—aunque quizá excesivamente loca-
les—, espero que el libro cumpla su
objetivo; desmitificar los pretendi-
dos fenómenos paranormales,
fomentar el racionalismo y, lo que
considero más importante, enseñar a
pensar por uno mismo. Una joya del
pensamiento crítico.
Juan Pablo Fuentes
HERCÓLUBUS O
PLANETA ROJO
JOAQUÍN ENRIQUE AMÓRTE-
GUI VALBUENA (V. M. RABO-
LU)
Ediciones Humanidad, Puerto
Cortés (Honduras)
Impreso en Burgos, España
(2004)
Lamento decirlo, especialmente en
el año siguiente al de El Quijote pero
el presente texto niega completa-
mente aquello que escribió Miguel
de Cervantes acerca de que “No hay
libro tan malo que no tenga algo
bueno”. La presente obra me llegó
por correo postal a mediados del
pasado mes de junio, y había sido
enviada anónimamente a mi direc-
ción por alguien que me recomenda-
ba su lectura en una carta fotocopia-
da cuyo original había sido escrito a
mano. Francamente, la cosa pintaba
mal y, sin embargo, fue capaz de ir a
peor.
Publicada bajo el pseudónimo de V.
M. Rabolu (el V. M. es de ‘Venerable
Maestro’), fue escrita por un autor
colombiano, Joaquín Enrique Amór-
tegui Valbuena (1926-2000), que fue
hasta su muerte uno de los líderes,
probablemente el máximo, del lla-
mado Movimiento Gnóstico Cristia-
no Universal, secta fundada en el año
1954 por otro colombiano, Víctor
Manuel Gómez Rodríguez (V. M.
Samael Aun Weor), muerto (o trans-
mutado en monje tibetano —no está
claro, depende de la fuente—) en el
año 1977, a los sesenta años de edad.
El motivo del liderazgo de Amórte-
gui, que además ostentaba el título
de Juez del Tribunal del Karma, no
era pequeño, ya que parece ser que el
tal Rabolu, que fue un venerable
maestro del que no tenemos mucha
más información, se reencarnó en él
en el año 1974.
La razón de haberme leído el librito,
y de atreverme a comentarlo aquí, es
que pese a ser éste un tipo de lecturas
que generalmente reconozco no
suelo frecuentar, sentía una cierta
curiosidad ante la gran cantidad de
carteles que inundó algunas ciudades
de España, no sé si muchas, durante
el año 2004 (creo recordar), anuncia-
do esta obra y los efectos devastado-
res del impacto de un supuesto pla-
neta llamado Hercólubus contra el
nuestro (bueno, ahora tras la reunión
de Praga de la Unión Astronómica
Internacional tal vez sólo sea un pla-
neta enano y no nos debamos preo-
cupar tanto...).
Parecía haber mucho dinero detrás
de todo el asunto, pero, siendo since-
ro, ni mi paciencia ni mi interés me
ha permitido llegar demasiado lejos
en mis averiguaciones, pese a que
una visita por Internet, poniendo en