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Mario Bohoslavsky, pionero del escepticismo organiza-
do en España, director de la revista de divulgación
científica Algo y miembro fundador de ARP-SAPC.
é
Julio Arrieta
PREMIO
NÓBEL
AL DESCUBRIMIENTO
DE LA
IRRACIONALIDAD
HUMANA
Cada cuatro años la bolsa de Nueva York registra un
cierto descenso en espera del resultado de las eleccio-
nes presidenciales. Es razonable pensar que los inver-
sores se muestran precavidos ante la incertidumbre so-
bre el resultado de tan importantes comicios. Pero
también cada cuatro años, unos días
después, la bolsa registra un puntual as-
censo... ¡Sea cual sea el resultado! Uno
piensa que los inversores de Wall Stre-
et deberían ser personas inteligentes y
racionales, pero pierden enormes sumas
de dinero mientras esperan un resulta-
do que les es indiferente. Este tipo de
comportamientos aparentemente irra-
cionales no encontró su explicación has-
ta que los psicólogos Daniel Kahneman
y Amos Tversky publicaron a finales de los años seten-
ta una teoría sobre cómo los seres humanos tomamos de-
cisiones en situaciones de incertidumbre. La fundación
Nóbel acaba de reconocer esta aportación con el máxi-
mo galardón de la ciencia económica mundial otorgado
ex-aequo a Daniel Kahneman (Tversky murió en 1996).
Imagine el lector que las autoridades sanitarias es-
tán planificando una estrategia para hacer frente a una
extraña enfermedad que se predice que acabará con la
vida de 600 personas. Se han presentado dos programas
alternativos para luchar contra este mal, y asumiremos
que sus predicciones son exactas:
-Si se adopta el programa A, se salvarán 200 vidas.
-Si se adopta el programa B, hay un tercio de posi-
bilidades de que se salven las 600 personas, y dos
tercios de que no se salve nadie.
¿Cuál de los dos programas elegirías?
Si el lector muestra las mismas inclinaciones que la
mayoría de las personas entrevistadas por Kahneman y
Tversky elegirá el tratamiento A. Es una elección con-
servadora (quiero decir, poco arriesgada) que no podía
explicarse por la teoría dominante hasta entonces en
economía para la toma de decisiones, porque los dos
tratamientos tienen la misma utilidad esperada: en ta-
les términos, es lo mismo un tercio de salvar 600 que un
100% de salvar 200. Pero las personas no seguimos
este procedimiento y somos precisamente las personas
las que tomamos las decisiones. En el mismo experi-
mento, otro grupo de participantes recibió las alterna-
tivas siguientes:
-Si se adopta el programa A, morirán 400 personas.
-Si se adopta el programa B, hay un tercio de posi-
bilidades de que no muera nadie, y dos tercios de
que mueran las 600 personas.
El lector habrá podido apreciar que los programas A
y B equivalen exactamente a los anteriores. Se podría
decir que simplemente la información está redactada de
otro modo. Sin embargo, en este caso la gran mayoría de
las personas eligió el programa B (fueron arriesgados).
Kahneman y Tversky pudieron demostrar con éste y
otros experimentos que las personas al tomar decisiones
le damos un tratamiento distinto a las pérdidas que a las
ganancias, y que cuando se nos plantea un problema en
términos de pérdidas nos volvemos más conservadores
que cuando se hace en términos de ganancias. Preferi-
mos no perder que ganar, aunque en algunas situacio-
nes, como la mayoría de las económicas, una y otra cosa
vienen a ser lo mismo.
Ahora, con la entrada del euro, todos acumulamos mo-
nedas de cobre en nuestros bolsillos, en los monederos,
en los cajones y por todas partes. No conozco a nadie que
las tire. Sin embargo, poca gente las recoge si se las en-
cuentra por el suelo (su valor es suficiente para evitar su
pérdida pero no para forzar su ganancia). Tengo un ami-
go que, aunque podría permitírselo, no quiere contratar
a una persona para ayudarle en las tareas domésticas,
dice que no le merece la pena el gasto y prefiere hacer-
lo él mismo. No sé por qué, estoy seguro de que si le pro-
pongo que venga a mi casa a realizar la misma tarea por
el mismo precio que se ahorra en la suya, me va a decir
que no (¿no le merecería la pena?).
Kahneman y Tversky fundamentaron su teoría en
una serie de hallazgos que habían realizado sobre los
procedimientos que usamos las personas para estimar la
probabilidad de los fenómenos cotidianos. Por ejemplo,
parece que las personas nos solemos guiar por lo “re-
presentativo” que sea un cierto caso de la situación que
se nos plantea. Veamos la siguiente historia: “Linda es
una persona muy sensible. Se preocupa mucho por su
futuro y el de su familia, así que lee el horóscopo todos
los días. También acude a un echador de cartas de vez
en cuando, y lleva un cristal colgando del cuello para
que le proporcione energía positiva. Por nada del mun-
do pasaría por debajo de una escalera”.
Ahora vamos a considerar tres posibilidades:
a) Linda es una científica.
el esc
é
ptico
otoño 2002
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PRIMER CONTACTO
ARCHIVO
Daniel Kahneman.
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b) Linda es propietaria de una librería esotérica.
c) Linda es una científica y propietaria de una li-
brería esotérica.
Si le pedimos al lector que ordene estas alternativas
por su probabilidad de ser ciertas, casi seguro que co-
locaría la “b” por delante de la “a”. Y probablemente
acertase. Que seamos capaces de hacer un juicio como
éste indica que podemos valernos de una cierta infor-
mación previa para guiar nuestras decisiones. Lo que
más se parezca a lo sucedido hasta ahora será lo más
probable. Pero a veces confiamos demasiado en un mé-
todo que no es infalible, y muchas personas dirían tam-
bién que la opción “c” es más probable que la “a”
(como así constataron los autores en un estudio muy si-
milar). Sin embargo, ¿cómo es posible que la probabi-
lidad de la conjunción de dos fenómenos sea mayor que
la de uno de ellos por separado?
Si digo que tengo una moneda legal y sin defectos, en
la que la probabilidad de que salga cara o cruz es de 0,5,
y que he lanzado tres veces esa moneda al aire obteniendo
tres caras consecutivas, y me dispongo a volver a lanzarla,
¿Qué sería más probable, que saliera cara o cruz? La ma-
yoría de las personas dicen que la cruz es más probable
porque ya han salido tres caras. Sin embargo, las monedas
no recuerdan cómo cayeron la última vez, y en cada ti-
rada la probabilidad es de 0,5. Parece que una distri-
bución salteada de caras y cruces se asemeja más a la
idea que uno tiene del resultado del azar. Si el azar se
corrigiera a sí mismo, acudir a un adivino sería una elec-
ción racional siempre que nos aseguráramos previamente
de que no había acertado nunca sus pronósticos.
La otra forma principal de estimar probabilidades
propuesta por Kahneman y Tversky es por lo fácil que
resulta recordar ejemplos de un determinado fenómeno.
Hace poco pedí a mis alumnos que estimaran el tama-
ño de algunas ciudades españolas. Una pregunta como
ésa es difícil de responder porque normalmente la gen-
te no se aprende los datos del censo. Pero los seres hu-
manos somos capaces de hacer estimaciones en ausen-
cia de información suficiente (en incertidumbre), y para
ello nos servimos de procedimientos heurísticos como
pensar qué ciudades nos suenan más: si nos suenan
mucho, será porque son grandes. En general, mis
alumnos consiguieron ordenar bastante bien las ciuda-
des por su número de habitantes, pero hubo algunos ca-
sos curiosos. Ciertas ciudades se consideraban clara-
mente más grandes de lo que eran y otras aparecían
reducidas en la mente de los estudiantes. El hecho de
tener equipos de fútbol relevantes, y otros factores que
las hicieran aparecer con frecuencia en las noticias
(como, lamentablemente, el terrorismo) parecía au-
mentar el tamaño de las ciudades.
Si las personas fuéramos absolutamente racionales,
la Ciencia no hubiera sido necesaria. Nuestro sentido
común funcionaría como el más atinado manual de in-
vestigación científica. Porque estamos sujetos a errores
y sesgos sistemáticos necesitamos del método científi-
co. Pero si no hubiera en nosotros ni una semilla de ra-
cionalidad, la Ciencia no hubiese sido posible.
é
Carlos Santamaría
DESMANTELADA
UNA RED QUE FABRICABA
REMEDIOS MILAGROSOS
El pasado 28 de octubre, tras varios meses de investi-
gaciones, se detenía a los integrantes de una red de fa-
bricación y distribución de dos pretendidos medica-
mentos, comercializados bajo las marcas “Bio-Bac” e
“Inmunobiol”. Entre los detenidos, figuraban varios mé-
dicos y farmacéuticos.
El caso del “Bio-Bac” vuelve a traer a la actualidad,
una vez más, el intenso comercio que existe desde hace
siglos de pócimas milagrosas que pretenden curarlo
todo, o casi todo. Según figura en la página web que te-
nía el laboratorio (clandestino, por cierto) donde se fa-
bricaba el producto, el “Bio-Bac” servía para tratar en-
fermedades tales como el cáncer, la artrosis o el sida,
además de ser un maravilloso tratamiento contra la gri-
pe u otras afecciones estacionales, e incluso como pre-
vención contra las mismas. Supuestamente, y siempre
según sus creadores, el mecanismo de acción consiste
en la estimulación del sistema inmunitario del enfermo
mediante la ingestión de un compuesto proteico. Esen-
cialmente se trata del conocido mecanismo de las va-
cunas, con la diferencia de que éstas generalmente es-
timulan la producción de anticuerpos, mientras que en
el caso del “Bio-Bac”, lo que se estimula es la produc-
ción de uno de los tipos de linfocitos asociados al sis-
tema inmunitario.
La forma de producción del mágico remedio uni-
versal parte del cultivo de ocho cepas bacterianas, y su
posterior esterilización, lisis y filtrado. O sea, algo muy
parecido a un yogur pasteurizado después de la fer-
mentación y ligeramente diluido.
La historia, a partir de aquí, tiene varias lecturas, y
sobre todo, unos cuantos aspectos que chirrían.
A raíz del desmantelamiento de la banda, operación
en la que, además de numerosos envases de la sustan-
cia, las autoridades se incautaron de varias armas –so-
bran comentarios sobre la sana intencionalidad de los
detenidos-, cada cual ha opinado a su manera.
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