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ptico
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Corría el año de gracia de 1859
cuando John Taylor dio a luz no un
hermoso retoño sino un libro que es-
taba destinado a generar una prole
tan numerosa como intelectual-
mente estéril. Llevaba el título de The
Great Pyramid. Why was it built and
who built it?
Con él se inauguró la pi-
ramidología,
la pseudociencia que
trata tanto de la construcción de la
Gran Pirámide como de sus su-
puestos poderes paranormales.
Como al parecer mister Taylor no
poseía el don de la humildad, no
tuvo el menor reparo en afirmar que
la pirámide del Horus Kufu (Faraón
Keops para los griegos) había sido
diseñada por el mismísimo Dios. Su
argumentación es un maravilloso
ejemplo de lo que sucede cuando
La
Gran Pirámide...
y
las otras
La gran pirámide o pirámide de Kufu.
S.
BEIKIRCH
La
vuelta al mundo
en
cinco megalitos (II)
“Es muy necesario decirles a nuestros lectores
que las extraordinarias falacias y erróneas
declaraciones relativas a la Gran Pirámide
no son sino lamentables tonterías”
F
LINDERS
P
ETRIE
JOSÉ LUIS CALVO
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se parte de premisas falsas. Para nuestro au-
tor, era imposible que se hubiera construido
un edificio tan grandioso poco después de la
creación del mundo (recuérdese que en su
época era frecuente considerar por una lec-
tura literal de la Biblia que el mundo tenía
poco más de 6.000 años de antigüedad).
Por tanto, había que suponer que la huma-
nidad había sido guiada por poderes supe-
riores a ella.
Si bien en el caso de John Taylor podemos encontrar
circunstancias atenuantes como es la ignorancia casi
generalizada de la auténtica edad de nuestro mundo y
la práctica inexistencia de conocimientos egiptológicos,
resulta difícil ser igualmente comprensivo con párrafos
como los siguientes: “Las pirámides se construyeron
como un medio de comunicación universal, enciclopé-
dico y cósmico, que sólo debía ser entendido por los ini-
ciados”
1
y “ese objeto es la Gran Pirámide de Gizeh,
producto de una civilización antigua que sabía que,
mientras la Luna siguiera dando vueltas alrededor de la
Tierra, la especial relación que existía entre ambas pro-
porcionaría a los egipcios grandes cantidades de ener-
gía. La fuente de energía es la propia Tierra, en forma de
energía sísmica”
2
.
Pese a los casi 150 años transcurridos desde la publi-
cación de la obra de mister Taylor, basta con sustituir a
Dios por extraterrestres o atlantes y la imposibilidad por
motivos cronológicos por impedimentos técnicos para
haber procedido a la puesta al día de la piramidología.
Si consideramos los cambios existentes en este mismo
lapso de tiempo en la egiptología (paradójicamente debi-
dos, en ocasiones, a piramidólogos “conversos” como
Flinders Petrie), este inmovilismo resulta sorprendente.
Tanto más cuanto que los partidarios de esta pseudo-
ciencia tienen siempre preparados los calificativos de
dogmáticos, científicos u oficialistas cuando hablan de
los egiptólogos.
Pese a esos intentos banales de descalificar su labor,
si hoy conocemos numerosos aspectos de la vida en el
Antiguo Egipto es precisamente gracias a ellos, los egip-
tólogos y la Gran Pirámide no es ninguna excepción. Por
esto, comenzaremos su estudio sin perder nunca de vis-
ta los conocimientos históricos actuales a sabiendas de
que éstos siempre están sujetos a cambios (y en Egipto
se suceden a velocidad vertiginosa).
EVOLUCIÓN DE LAS PIRÁMIDES A LA LUZ
DE LA EGIPTOLOGÍA
Uno de los numerosos errores que cometen los pirami-
dólogos
consiste en considerar la pirámide de Kufu o, en
el menos malo de los casos, las tres de Gizeh como un
fenómeno único. En las irónicas palabras de un egiptó-
logo español: “Da la impresión de que los piramidólogos
son unos racistas de las pirámides, y todas aquellas que
no sean de pura raza y midan 146 metros de altura y
tengan 230 metros de lado no son adecuadas”
3
.
En realidad, cualquier explicación de la Gran Pirá-
mide es inseparable tanto de la historia de Egipto como
de su mundo de creencias. Lo primero nos proporcionará
respuestas a su evolución material. Lo segundo a su
causa eficiente.
COSMOGONÍA EGIPCIA
Comencemos, pues, por el principio, por la cosmogonía,
es decir, por los mitos elaborados por los antiguos egip-
cios para explicar la creación del mundo real. Según la
cosmogonía de On (la Heliópolis griega) en un principio
existía Nuu, un océano infinito en el que moraba
Atum. Un día éste adquiere conciencia de su propia
existencia y surge de las aguas en compañía de Ra bajo
la forma de colina. Esta tierra primigenia estaba coro-
nada por la llamada Piedra Benben, de forma cónica.
Atum-Ra crea una pareja de dioses (según distintas ver-
siones del mito a partir de su semen, de su aliento, de
su vómito o de su estornudo) formada por Shu, el aire,
y su esposa Tefunt, la humedad. De la cópula de ambos
nacen Geb, la tierra, y su esposa Nut, la bóveda celes-
te. Atum-Ra prohíbe este matrimonio y ordena a Shu
que los separe. Al interponerse el aire entre la tierra y la
bóveda celeste se crea el espacio necesario para la vida
humana
4
.
Aparte de la discusión sobre el origen de este mito
(quizás derive del hecho de la inundación periódica del
Nilo que, al retirarse, dejaba la tierra egipcia fertilizada
para la agricultura, elemento imprescindible para su so-
ciedad) vemos aparecer un par de elementos decisivos
para entender las pirámides, la colina primigenia y la
Piedra Benben.
Sin embargo, la evolución material de las pirámides
no fue tan sencilla como el intento, desde un principio,
de recrear ambos elementos míticos en la forma monu-
mental que aún hoy admiramos. El camino fue largo y
comienza en el Bajo Egipto en torno al año 5000 a. de
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Cualquier explicación de la Gran Pirámide
es inseparable tanto de la historia de
Egipto como de su mundo de creencias.
Lo primero nos proporcionará respuestas
a su evolución material.
Lo segundo a su causa eficiente
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C. con tumbas muy sencillas cubiertas
con montículos de arena que creemos
son un primer intento de representar la
colina primigenia. En las culturas del
Alto Egipto las tumbas presentan una
enorme diferencia, con la existencia de
ajuares funerarios supuestamente para
disfrute del difunto en la otra vida.
Conforme pasa el tiempo, se va
complicando la estructura de la socie-
dad con la aparición de clases dirigen-
tes cada vez más ricas e influyentes.
Esta situación se refleja en el mundo
funerario con la existencia en necrópo-
lis como Nagada, Neken (para los grie-
gos Hieracónpolis) y Abidos de tumbas forradas con ado-
bes y divididas en distintas habitaciones ocupando,
además, un lugar diferenciado dentro del cementerio.
Todo ello sucedió en torno al 3150 a. de C. y constitu-
ye la primera prueba de la existencia de una realeza en
estas ciudades. Los reyes de Hieracónpolis acabarán por
absorber las ciudades de Nagada y Abidos formando la
llamada Dinastía 0 que situará su necrópolis en esta
ciudad.
Sus sucesores de las Dinastías I y II continuaron con
la tradición añadiendo el elemento de los sacrificios hu-
manos (hasta 300 en algún caso) de sus servidores que
son inhumados en tumbas individuales contiguas a las
de su señor. A la vez, se documenta una mayor com-
plejidad arquitectónica tanto en la cámara subterránea
como en las superestructuras. En la sepultura de Ger
aparecen los restos dos túmulos de arena y una masta-
ba (construcción de base rectangular) de adobe.
Tiempo después, esta tendencia a la complejidad se
concreta tanto en nuevos elementos (adición de esca-
leras orientadas al norte), como de materiales (en la
tumba de Den aparece un enlosado de granito) que al-
canzará su apogeo en el complejo de Kasekemui, el úl-
timo de los reyes de la II Dinastía con su palacio fune-
rario (estructura rectangular delimitada por muros de
adobes) y su recinto subterráneo con una cámara se-
pulcral realizada en piedra rodeada de un gran número
de estancias.
Esta evolución desde la simple fosa con túmulo has-
ta una edificación compleja fue el producto de una lar-
ga serie de generaciones. El siguiente paso fue, por el
contrario, obra de un hombre, Imhotep, canciller del Ho-
rus Neteriket
más conocido por el nombre que se le dio
durante el Imperio Nuevo, Zoser. En Saqqara se con-
serva su tumba en forma de pirámide escalonada, la
más antigua que se levantó en Egipto.
Su importancia merece que la dediquemos un poco
más de espacio. Se concibió a la manera tradicional,
como una mera mastaba que cubría un complejo sub-
terráneo formado por una cámara sepulcral decorada
con fayenza (pasta vítrea) azul y una serie de pozos con
estancias destinadas a albergar los cuerpos de los fa-
miliares del faraón así como las ofrendas destinadas a
ellos. Si bien ya no aparecen sacrificios humanos, el
ajuar es riquísimo. Se conservan decenas de miles de re-
cipientes tallados en piedras duras (alabastro, esquisto,
diorita...) procedentes de sus cámaras.
Este modesto proyecto fue agrandado en dos oca-
siones, en la primera se amplió la mastaba en todo su
perímetro y en la segunda sólo en su parte oriental. Sin
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La evolución de la cultura
egipcia ha tenido siempre una
fuerte relación y dependencia
con las crecidas del río Nilo y
con su aislamiento por la
frontera natural que desde
siempre le han impuesto los
desiertos que se han extendido
a su alrededor.
MICROSOFT CORPORA
TION)
MICROSOFT CORPORA
TION)
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embargo, no acabó aquí la serie de modificaciones. En
un primer momento se englobó dicha mastaba en una
pirámide de cuatro escalones que posteriormente se au-
mentó hasta los seis que le dieron su forma definitiva
que hoy conserva.
Las razones para estos cambios fueron muy posi-
blemente de índole política y religiosa. La unificación
del Alto y Bajo Egipto conseguida por Narmer durante la
Dinastía 0 y mantenida durante la I Dinastía se perdió
durante los disturbios que sucedieron bajo la II Dinas-
tía, y sólo pudo ser reinstaurada por Kasekemui. Por
ello, Zoser necesitaba pregonar su poder sobre el Alto y
el Bajo Egipto y lo hizo uniendo los elementos funera-
rios procedentes de Abidos a los ya existentes en la pro-
pia necrópolis de Saqqara.
De igual forma, la necesidad de realizar una edifi-
cación más sólida que la de los reyes anteriores se ha-
bía hecho patente con la destrucción de las superes-
tructuras de las tumbas de Abidos durante los
desórdenes de la II Dinastía. Como ya vimos, los anti-
guos egipcios habían elaborado parte de los monumen-
tos funerarios anteriores con piedra, la decisión fue que
éste, el de Saqqara, se realizaría exclusivamente con
este material mucho más duradero que el adobe.
La magnitud de la tarea sólo se puede comprender
si pensamos que el complejo funerario no sólo consis-
tía en la pirámide y las cámaras subterráneas. Como fru-
to de la fusión de elementos del Alto y Bajo Egipto, el
palacio funerario se amplió hasta delimitar un espacio
de unas 15 hectáreas mediante un muro de más de diez
metros de altura. Además existieron columnatas, patios,
capillas, el pabellón real, un templo adosado a la pirá-
mide que ya se documenta en tumbas anteriores de la
propia necrópolis, la Casa del Norte y la Casa del Sur...
Todo ello parece estar dirigido a dos aspectos funda-
mentales, plasmar el dominio sobre los dos territorios
(Casa del Norte y Casa del Sur,
muro de las Cobras...) y formar
un espacio para la fiesta del
Heb-sed que suponía la regene-
ración de la fuerza vital del Ho-
rus (patio del Heb-sed, pabellón
real...).
De esta síntesis entre ele-
mentos religiosos y políticos
nace la propia forma de su tum-
ba. La pirámide escalonada no
sólo es grandiosa para expresar
el poder de su constructor, sino que también tiene una
lectura religiosa. En las tumbas de Abidos se habían in-
corporado escaleras. Además de su aspecto utilitario, el
hecho de que siempre estén en el lado norte hace pen-
sar que estuvieron dotadas de una simbología, posible-
mente relacionada con las estrellas circumpolares: las
únicas que nunca desaparecían y que, por ello, eran
símbolo de permanencia. En palabras del gran egiptó-
logo Jean-Philippe Lauer, que dedicó su vida a la exca-
vación y reconstrucción de este complejo: “Los agujeros
[se refiere a los de la capilla cerrada en la que se en-
contró una escultura del Faraón
] no están para que mi-
remos hacia adentro, sino para que el faraón mire hacia
fuera, quizás hacia las estrellas del norte llamadas las
Imperecederas porque nunca se ocultaban”
5
.
Así, la superposición de mastabas de base cada vez
más reducida que forman una pirámide escalonada no
sólo es la forma más sencilla de levantar la altura de un
edificio sin perder la solidez (y que ya tenía un antece-
dente en el montículo escalonado de la mastaba 3.038
de la necrópolis de Saqqara) sino que a la vez formaba
una escalera por la que el ka del faraón podía ascender
hasta los cielos.
En uno de los textos de las pirámides procedentes de
la de Unas puede leerse: “No hay dios-estrella que no
tenga compañero, ¿tienes tú compañero? ¡Mírame! Tú
has visto las formas de los hijos de sus padres que co-
nocen su lenguaje, las estrellas Imperecederas...”
6
; en
otro texto de la pirámide de Pepi I: “Oh, tú que estás
enaltecido entre las estrellas Imperecederas, nunca mo-
rirás.”
6
y, finalmente, en otro de la pirámide de Unas:
“Una escala es anudada por Ra ante Osiris, una escala
es anudada juntamente con Horus ante su padre Osiris
cuando él va hacia su espíritu, estando uno de ellos en
este lado y el otro en el otro lado, mientras yo estoy en-
tre ellos”
6
.
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Bajorrelieve en el templo de
Osiris, en Abidos.
S.
BEIKIRCH
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Si la construcción no suscita problemas en cuanto a
su inspiración ideológica, no podemos decir lo mismo de
su parte material que precisa algunas aclaraciones. Al-
guno de los piramidólogos muestra su sorpresa por un
cambio tan repentino. De no emplear la piedra más que
como material auxiliar, se pasa a la construcción de una
obra tan ingente sin ningún paso intermedio. De ahí de-
ducen que Imhotep tuvo que ser conocedor de algún se-
creto procedente de una civilización terrestre perdida o
bien de una transmisión de saberes extraterrestres. La
realidad es bien distinta.
Entre las decenas de miles de recipientes tallados en
rocas duras de los que antes hicimos mención, un buen
número de ellos presentan los nombres de faraones an-
teriores a Zoser, tanto de la I como de la II Dinastía (po-
siblemente provenían de las destrucciones ocasionadas
en la necrópolis de Abidos). Ello demuestra que los
egipcios, si bien no empleaban apenas la piedra en su
arquitectura, no por ello dejaban de conocer la técnica
de su talla en la que demostraron, además, una gran
perfección.
No obstante, puede argüirse que no es lo mismo ta-
llar un plato que construir un muro. Así es. De hecho, en
el complejo de Zoser encontramos una sucesión de erro-
res que, caso de ser ciertas las hipótesis de conocimientos
foráneos, no deberían haberse producido. Por ejemplo,
el tamaño de los primeros sillares empleados era ridículo
por cuanto se hicieron a imagen y semejanza de los ado-
bes usados en edificaciones anteriores. Conforme fueron
adquiriendo práctica y una mayor confianza en la solidez
del material fueron aumentando su tamaño. De igual for-
ma, las columnas no se construyen exentas sino adosa-
das a un muro. Las formas arquitectónicas imitan las for-
mas de construcciones lignarias... Todo ello nos habla de
un hombre genial sin duda pero que ignora aún todas las
posibilidades del nuevo material.
Curiosamente, un aspecto del que se habla poco es
del enorme cambio social que supusieron estas obras
monumentales. Para su edificación se recurrió a gente
proveniente de todo el país y éstos se vieron obligados
a convivir durante un largo periodo de tiempo con un ob-
jetivo común. El resultado de esta socialización fue la
cohesión del propio país. Según la frase afortunada del
egiptólogo Mark Lehner, Egipto construyó
las pirámides y las pirámides construyeron
Egipto.
Si la tumba era un símbolo del estatus
de su poseedor, era fácil prever lo que iba a
suceder con el sucesor de Zoser, el Horus
Sekemket
. Ordenó la construcción de un
nuevo complejo en Saqqara a imagen del de
su antecesor y, creemos, padre. Al parecer,
incluso tuvo la fortuna de poder contar con el mismo Im-
hotep como arquitecto. Éste demostró haber aprendido
con la experiencia. Reduce los espesores de los muros
con lo que se gana en economía sin afectar el resulta-
do final pero no consigue evitar un problema de falta de
solidez en la cámara sepulcral debido a la mala calidad
de la piedra empleada. Por desgracia la temprana
muerte de Sekemket impidió que la obra fuera termi-
nada. Además, el hecho de que se empleara como can-
tera impide que sepamos mucho más sobre ella.
La siguiente gran revolución en el campo de la cons-
trucción de pirámides se produjo en el cambio entre la
III y IV Dinastías. El último Horus de aquélla fue Huni
que hizo levantar varias pequeñas pirámides en distin-
tos puntos del país, lo que demuestra hasta qué punto
se habían convertido en símbolos del poder real. Tam-
bién edificó una gran pirámide en Meidum del mismo
tipo que las de Zoser y Sekemket. Si la tipología es la
misma, no podemos decir lo mismo de su distribución.
El templo adosado que en éstas estaba situado al nor-
te de la pirámide se traslada al este y se une mediante
una calzada con otro templo posiblemente edificado a
orillas del Nilo. Junto a la pirámide principal aparece
una pirámide satélite.
Estas innovaciones creemos que fueron ocasionadas
por un cambio religioso, el aumento de la influencia de
las divinidades solares frente a las estelares. En el aspecto
arquitectónico, la pirámide de Huni en Meidum también
es importante por otro motivo, la cámara sepulcral ya no
es subterránea sino que se levanta en el propio interior
de la pirámide. Para evitar su hundimiento por el gran
peso de las piedras situadas sobre ella se construyeron
una serie de cámaras de descarga en forma de salas abo-
vedadas. Todas estas novedades serían empleadas durante
la siguiente Dinastía, la IV, que supondría el apogeo de
los constructores de pirámides.
El primer Horus de la IV Dinastía fue Snefru, el más
grande promotor de estas edificaciones de toda la his-
toria. Comenzó su carrera edificando una pirámide es-
calonada en Seila, posiblemente del mismo tipo que las
pirámides “representativas” de Huni. Sus otras obras
fueron mucho más complejas. Convirtió la pirámide es-
calonada de Huni en Meidum en una pirámide perfec-
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En el complejo de Zoser encontramos una
sucesión de errores que, caso de ser
ciertas las hipótesis de conocimientos
procedentes de una civilización terrestre
perdida o bien de una transmisión de
saberes extraterrestres, no deberían
haberse producido
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ta y levantó dos pirámides perfectas en Das-
hur, las conocidas como Pirámide Torcida y
Pirámide Roja.
Estas innovaciones se cobraron de nue-
vo un alto precio en errores. El revestimien-
to de la de Meidum se desplomó en fecha
desconocida. La Pirámide Torcida debe su
nombre a la corrección que se tuvo que ha-
cer variando el ángulo de sus muros para
reducir su altura (de 54° se pasó a 43°) por-
que el peso del monumento estaba provo-
cando grietas en su estructura. Para evitar
este problema, la Pirámide Roja se constru-
yó con un ángulo bajo de 43°. Pese a estos
fallos, para hacernos una idea de lo que sig-
nificó la actividad constructora de Snefru
baste con decir que la Pirámide Roja y la Pirámide Tor-
cida son, respectivamente, la segunda y la cuarta en im-
portancia atendiendo a su volumen.
¿Por qué se produjo este cambio tipológico? Quizás
la pirámide perfecta quería imitar la Piedra Benben o
quiso simbolizar los rayos del sol protegiendo al Horus.
Snefru había dejado el prestigio real muy alto. Su
hijo y sucesor Kufu se dispuso a superarle si no en nú-
mero de pirámides, sí en majestuosidad. Para ello tuvo
que abandonar la necrópolis de Dashur cuyo suelo care-
cía de la firmeza necesaria para su pirámide. El empla-
zamiento buscado, además de solidez, debía de contar
con una gran cantera cercana con la
que construir el grueso de la obra. La
elección recayó en la meseta de Gizeh
en la que ya existían tumbas de las tres
primeras dinastías.
Al igual que en el caso de Zoser
también conocemos el nombre (e in-
cluso se conserva su retrato) del que
probablemente fue el arquitecto de la
Gran Pirámide, Hemiunu. Así mismo
hemos descubierto a sus obreros. Los
egiptólogos Zahi Hawass y Mark Lehner
han excavado su necrópolis y su pobla-
do. Por desgracia para los propagan-
distas de las teorías que involucran
elevadas tecnologías y/o pueblos des-
conocidos, todo lo hallado se resume en
una sola palabra, normalidad.
El poblado muestra barracones y zonas comunes en
la que, entre otras edificaciones, se ha encontrado una
gran panadería. Los restos materiales comprenden
grandes cantidades de cerámica de diversas calidades,
recipientes para la comida idénticos a los encontrados
en el Egipto septentrional (lo que demuestra hasta qué
punto esta obra supuso la movilización de todo el país),
cedazos para la harina, vasijas para cerveza y huesos de
bóvidos con marcas de cuchillos.
La necrópolis comprende varias zonas bien diferen-
ciadas, las tumbas de los capataces, las de los funcio-
narios y las de los obreros. Es interesante el ver cómo se
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NASA
NASA
Fotos captada por lanzaderas espaciales
estadounidenses de la zona del delta del río
Nilo (izquierda) y de la zona de Gizeh,
con sus pirámides (derecha).
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copiaron los modelos de tumbas existentes, mastabas,
pirámides escalonadas... Aparecen materiales nobles
como caliza, granito o basalto, seguramente una reuti-
lización de los bloques desechados en la construcción
de las pirámides y templos.
Las tumbas de los obreros son también importantes
por cuanto los datos obtenidos mediante el empleo de
técnicas forenses nos informan de detalles como las le-
siones de columna vertebral producidas por el manejo
de grandes pesos o los cuidados médicos recibidos, lo
que ha permitido quizás desmentir las historias recogi-
das por Herodoto. Las pirámides no fueron construidas
por esclavos sino, probablemente, por hombres libres.
En un aspecto arquitectónico, el dúo Kufu-Hemiunu
supo sacar partido de las experiencias de sus antece-
sores. Copian la distribución de la de Huni con su tem-
plo adosado al este y unido con una calzada a otro si-
tuado a orillas del Nilo cuyo basamento se encontró
recientemente. El complejo comprende una pirámide sa-
télite (posiblemente relacionada con la fiesta sed), tres
pirámides subsidiarias dedicadas a las reinas Henutsen,
Meritetis y Heteferes y las fosas para las barcas solares.
Las cámaras sepulcrales múltiples aparecen también en
las pirámides de Snefru. Las cámaras de descarga y la
cubierta por medio de aproximación de hiladas que crea
una falsa bóveda aparecen ya en Meidum. También lle-
varon a cabo una labor de sincretismo religioso. Si la pi-
rámide perfecta y su cercanía a On nos hablan de la im-
portancia de las divinidades solares, los mal llamados
conductos de ventilación marcan la situación de las
principales estrellas. Incluso la existencia de una cá-
mara subterránea puede relacionarse con la divinidad
ctónica Sokar.
La gran obra de Kufu resultó ser inigualable. La ver-
dad es que su hijo y sucesor Gedefra ni siquiera lo in-
tentó. Posiblemente para que su propia pirámide no se
viera empequeñecida por la de su padre, decidió que se
construyera en la necrópolis de Abu Rawas. Debido a su
corto reinado quedó inconclusa pero, aunque no hubiera
sido así, sus dimensiones hubieran sido similares a la de
Menkaura (Micerinos).
Por causas que des-
conocemos, su sucesor
no fue su hijo sino su
hermano Kafra (Ke-
frén). Quizás el motivo
de su ascenso al trono
fue precisamente la de
que era hijo de Kufu, el
constructor de la Gran
Pirámide. El deseo de
Kafra de igualar a su
padre queda patente desde un primer momento. No sólo
ordena la edificación de su pirámide en la misma Gizeh
sino que la erige sobre una elevación del terreno. Esto,
unido a la mayor pendiente de sus lados, provoca el
efecto visual de alcanzar mayor elevación que la Gran
Pirámide pese a ser un poco más baja (143,5 metros
frente a 146,6 en el momento de su construcción). No
obstante, su volumen sí es muy inferior, 1.659.200 m
3
frente a 2.521.000 m
3
.
Si la propia pirámide resultó insuperable, Kafra sí
consiguió que las restantes edificaciones empequeñe-
ciesen a las de su padre. Tanto el templo funerario como
el templo inferior son de mayores proporciones y de una
arquitectura más cuidada siendo abundante el empleo
de megalitos, el mayor de los cuales, en el templo fu-
nerario, alcanza las 400 toneladas. Es muy posible que
también la Esfinge y su templo formaran parte de las
construcciones de Kafra.
A su muerte, el trono volvió a su línea natural. Le su-
cedió Nebka, su sobrino e hijo de Gedefra que tuvo buen
cuidado de alejarse de la tumba de su tío que había
ocupado el trono que le correspondía. Su propia tumba
se encuentra en Zawiet el-Aryan y, por los escasos res-
tos conservados, si hubiera llegado a construirse, habría
sido una pirámide similar a la Kafra.
A su muerte, el trono vuelve a la otra línea suceso-
ria, la de Kafra. Pasa a su hijo Menkaura que edifica su
pirámide en Gizeh junto a la de su padre. La compara-
ción la deja en mal lugar puesto que “sólo” alcanza los
65,5 metros aproximadamente. Tampoco los templos al-
canzan la grandiosidad de los de su padre e incluso pre-
sentan elementos construidos en adobe.
Le sucedió su hijo Sepseskaf que tomó dos decisio-
nes sorprendentes, ordenó edificar su tumba en Saqqara
y abandonó la construcción piramidal retomando la tra-
dicional mastaba. Todo ello quizás fuera fruto de un in-
tento de denuncia del poder alcanzado por los sacer-
dotes de divinidades solares.
Con Userkaf, el primer faraón de la V Dinastía, aun-
que regresa la forma piramidal, su decadencia era ya im-
parable. Su tumba en Saqqara sólo alcanzaba los 49
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Conocemos el nombre probablemente del arquitecto
de la Gran Pirámide, Hemiunu.
Así mismo hemos descubierto a sus obreros.
Se ha excavado su necrópolis y su poblado.
Por desgracia para los propagandistas de las teorías
que involucran elevadas tecnologías y/o pueblos
desconocidos, todo lo hallado se resume en una sola
palabra, normalidad
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metros y estaba construida con una mezcolanza de pie-
dras bastas y cascotes. Lo mismo podemos decir de las
de sus sucesores, Sahura, Niuserra, Neferirkara y Ne-
ferefra situadas en la necrópolis de Abu Sir y de las pirá-
mides de los Horus de la VI Dinastía como Teti, Pepi I
y Pepi II en Saqqara.
El final de la VI Dinastía viene marcado por una épo-
ca de agitación y disturbios, el llamado I Periodo Inter-
medio. A su finalización, la época de las pirámides ha-
bía concluido aunque ocasionalmente algún faraón aún
recurriera a ellas durante la XII y XIII Dinastías, casos de
Amenemhat I y Sesostris I (necrópolis de El-List) o de
Amenemhat II y III (Dashur). Su última aparición fue en
la Dinastía XXV (Dinastía Nubia) en las necrópolis de Na-
pata y Meroe, fuera del territorio propiamente egipcio.
Esta historia de aparición, auge, decadencia, desa-
parición, resurgimiento y desaparición defi-
nitiva no deja demasiado lugar a la especu-
lación esotérica. Las dudas y errores
iniciales que ya vimos no permiten seguir
sosteniendo la “inspiración” extraterrestre o
de antiguas civilizaciones sin embargo aún
no hemos hablado de cómo fueron cons-
truidas, algo de lo que seguidamente nos
ocuparemos.
¿CÓMO SE CONSTRUYERON LAS PIRÁMIDES?
A su vez esta pregunta nos plantea otra serie de ellas.
Debemos atender a su orientación, el cálculo de sus di-
mensiones y la tarea arquitectónica propiamente dicha.
Ha sido muy usada por los esotéricos la maravillosa
exactitud en la orientación hacia los puntos cardinales
de la Gran Pirámide (olvidándose, como de costumbre,
de todas las demás). Precisamente en el estudio de las
restantes pirámides es en lo que se basó la egiptóloga
Kate Spencer para proponer una teoría que resulta cuan-
do menos interesante. La determinación de la dirección
norte se hacía colocando un marco de madera en el que
se sujetaba una plomada. Cuando la línea imaginaria
que une las estrellas Kochab (en la Osa Menor) y Mizar
(en la Osa Mayor) coincidía con la línea de la plomada,
el eje imaginario que une los tres puntos indica la di-
rección norte.
¿Cómo controlaron el correcto desarrollo del trabajo?
La respuesta nos la dan los llamados papiros matemá-
ticos egipcios, el más célebre de los cuales es el lla-
mado Rhind. Contienen una serie de problemas sobre
aritmética y geometría bastante avanzados para su
época. Conocían las fórmulas para calcular las superfi-
cies y volúmenes de varias figuras y cuerpos geométri-
cos, hicieron una buena aproximación a
π
, al que otor-
garon un valor de 3,16, conocieron las progresiones
aritméticas y geométricas... y, por supuesto, también
aplicaron esos conocimientos a casos relacionados di-
rectamente con las pirámides: “Ejemplo para calcular
una pirámide cuya altura es de 250 codos y su base
360 codos. ¿Cuál es la inclinación de su cara?” (Pro-
blema 56 del papiro Rhind)
7
.
Esos conocimientos matemáticos unidos al empleo
de plomadas y escuadras, atestiguado por algunas pin-
turas como las que decoran la tumba de Rekmire, son
los que les permitieron llevar a cabo el trabajo con mí-
nimos errores aunque alguno sí cometieron, por ejemplo
en la nivelación del terreno o en la situación de la cá-
mara real que está desplazada del centro geométrico de
la pirámide.
Sin embargo, la gran pregunta para muchos es la
concerniente a los 2.300.000 bloques de caliza que cal-
culamos se emplearon para construir la Gran Pirámide.
Sobre este aspecto, debemos hacer algunas considera-
ciones previas ante el cúmulo de afirmaciones erróneas
que se vierten. La gran mayoría de esos bloques son de
un tipo de caliza de baja calidad y provienen de una
cantera situada en la propia Gizeh. No fue necesario, por
ello, un transporte a larga distancia. El recubrimiento se
realiza con piedra calcárea de mucha mejor calidad pro-
veniente de la cercana cantera de Tura y sólo en algu-
nas zonas, como la Cámara Real y la Gran Galería, se
emplean piedras duras como el granito rojo de Asuán,
yacimiento situado a más de 900 km de distancia.
La caliza local puede trabajarse sin ningún problema
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Gran Esfinge de Gizeh. La esfinge, en Egipto, estuvo
siempre asociada al poder real, por lo que sólo el faraón
(horus) podía representarse de tal forma.
Esta historia de aparición, auge,
decadencia, desaparición, resurgimiento y
desaparición definitiva de las pirámides
en Egipto no deja demasiado lugar
a la especulación esotérica
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con las herramientas de cobre que se han localizado en
yacimientos arqueológicos o que están representadas en
los murales egipcios, cinceles, sierras... Con ellas se re-
dujeron los bloques obtenidos en la cantera (posible-
mente obtenidos por el sistema de cuñas introducidas
por medio de mazos de madera y piedra) hasta formar
unos sillares con un peso medio de 2,5 Tm. La proce-
dente de Tura tampoco presenta mayores problemas.
El caso del granito es posiblemente distinto aunque
el llamado Obelisco Inacabado nos da un buen ejemplo
de cómo se enfrentaron los egipcios a este problema.
Su estudio demuestra que los obreros delinearon la for-
ma que querían obtener y tallaron alrededor de él una
trinchera empleando la percusión de bolas de dolerita
(roca aún más dura que el granito) que también se han
encontrado en Asuán. El paso siguiente, que nunca se
llegó a dar por la rotura que sufrió el bloque durante
este proceso, hubiera sido el desprendimiento de toda
la pieza mediante el empleo de palancas, y su transporte
y pulido con polvo de cuarzo antes de proceder a su
erección.
La obtención de los sillares y lajas de granito era tan
sólo el primer paso. El segundo era el transporte. El peso
y las distancias a recorrer nos hacen pensar que se em-
plearon dos procedimientos completamente distintos.
En la tumba de Gehutihotep en la necrópolis de el-Ber-
sa se representa el traslado de una estatua colosal. El
procedimiento empleado no tiene nada de sobrehuma-
no. La escultura va situada sobre unos patines de ma-
dera y 172 obreros tiran de ella mediante una serie de
maromas mientras otro va arrojando un líquido (¿una
mezcla de agua y limo?) por delante del trineo. El ar-
queólogo Chevrier se interesó por reproducir dicho sis-
tema de transporte en Karnak. Empleó una piedra de
5,5 Tm situada sobre unos patines y tirada por 50 hom-
bres. El experimento estuvo a punto de concluir en de-
sastre... por un exceso de fuerza. En realidad, bastaron
seis hombres para arrastrar dicha carga de un peso que
duplicaba el de los sillares empleados en la Gran Pirá-
mide.
Sin embargo para el transporte de grandes lajas des-
de Asuán lo más probable es que se empleara el pro-
cedimiento descrito en un relieve del templo de la fa-
raona Hatshetsup, en Deir el-Bahari, según el cual se
usaba una especie de gabarra remolcada por barcas.
El mayor problema, no obstante, sigue siendo el de
la elevación de los sillares hasta la altura requerida. Va-
rios han sido los métodos sugeridos, todos los cuales
presentan tanto ventajas como inconvenientes. El uso de
máquinas, pese a ser el que según He-
rodoto se empleó, tiene el inconve-
niente de no estar atestiguado ni por
relieves, ni por restos arqueológicos ni
por la literatura egipcia. Así pues, debe
ser obviado.
Los otros dos métodos, las rampas y
las palancas, sí tienen un apoyo más
firme ya que ambos fueron conocidos
por los antiguos egipcios. La teoría de
las rampas tiene la ventaja de su sim-
plicidad y un inconveniente, el de que
una única rampa perpendicular a la pi-
rámide hubiera supuesto una obra aún
más considerable que la propia pirá-
mide. Para obviarlo se han propuesto
soluciones como las de la rampa heli-
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Las desviaciones en la orientación respecto al norte
de las pirámides de Gizeh es casi despreciable.
Como no conocían la brújula, para hacer el cálculo,
sin duda, se basaron en sus conocimientos astronómicos.
La gran mayoría de los bloques de caliza
usados en la construcción de la Gran
Pirámide son de un tipo de baja calidad de
una cantera situada en la propia Gizeh.
El recubrimiento se realizó con piedra
calcárea de mucha mejor calidad
proveniente de la cercana cantera de Tura y
sólo en algunas zonas se emplean piedras
duras como el granito rojo de Asuán,
yacimiento a más de 900 km de distancia
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coidal rodeando la edificación, que si evita la dificultad
de la excesiva longitud de la rampa crea un nuevo pro-
blema, el de que habría tapado la construcción dificul-
tado su realización. La última versión de esta hipótesis
debida a Pierre Crozat, arquitecto francés, es que las pi-
rámides se construían sobre un núcleo central con el
empleo de rampas múltiples que quedaban englobadas
dentro del cuerpo del propio edificio. Aunque como te-
oría resulta muy interesante, sólo podría ser confirma-
da mediante el desmontaje parcial de una de ellas, algo
que, por supuesto, es bastante difícil que se produzca.
El empleo de palancas también se ha demostrado
como una solución posible. De hecho es la técnica que
empleó Lehner para construir una pequeña pirámide. El
problema que presentó es que levantar, calzar, volver a
levantar... cada uno de los bloques hasta los 50 cm de
altura que tiene aproximadamente cada hilada requirió
más tiempo de lo que se había calculado. No obstante
hay que hacer notar que el personal empleado no tenía
experiencia en este trabajo en concreto.
Lo más probable es que se emplearan ambos méto-
dos. El uso de rampas está atestiguado en la de el-List
en la que se encontraron unas vigas de madera empo-
tradas en una base de adobe así como en la propia Gi-
zeh, en la que Hawass y Lehner han localizado dos sec-
ciones de una rampa al suroeste de la Gran Pirámide.
Además, la cantera de la que se extrajo la piedra para
la edificación fue rellenada con cerca de un millón de
metros cúbicos de escombros similares a los que for-
maban los restos de la rampa. El hecho de que la altu-
ra de las hiladas varíe en el último tercio de la pirámi-
de hace pensar que pudo ser para facilitar el empleo de
palancas en los tramos finales de la construcción.
El recubrimiento con piedra de mejor calidad (cali-
za de Tura en la pirámide de Kafra y de granito en la de
Menkaure) era el último paso. Por los restos conserva-
dos, se colocaba de arriba hacia abajo y se iba pulien-
do a la vez que se instalaba. De hecho, alguno de los
bloques inferiores de la de Menkaura quedó sin recibir
este último tratamiento.
Hemos devuelto las Pirámides a su auténtica di-
mensión, la de una obra humana. Sin embargo, dentro
de este mismo campo se formulan una serie de afirma-
ciones que también deben ser contestadas.
PREGUNTAS CON RESPUESTA
¿De quién es la Pirámide de Kufu? Aunque parezca una
nueva versión de la relativa al color del caballo blanco
de Santiago, numerosas personas están convencidas de
que la Gran Pirámide fue construida en un tiempo mu-
cho más remoto por una civilización desaparecida y ol-
vidada.
Por descontado, la existencia de civilizaciones que
desaparecen sin dejar más que una única prueba ma-
terial de su paso por este mundo es ya bastante sospe-
chosa pero en este caso hay además muchas evidencias
de que sí fue Kufu el responsable de su edificación.
La primera de ellas es la existencia en la meseta de
Gizeh de tumbas de familiares de este Horus como la de
su madre, Heteferes o la de su hijo Kufukaef. La se-
gunda son los graffitis en la necrópolis de los trabaja-
dores, de la que ya hablamos anteriormente, en los que
aparece el nombre de este faraón. La tercera es que ya
desde la más remota antigüedad se atribuyeron las tres
pirámides de Gizeh a los Horus respectivos. Por ejem-
plo, en la tumba de Merynefer en la propia Gizeh se leen
sus títulos: “Superintendente de la ciudad de las pirá-
mides de Kufu y Menkaura, inspector de los sacerdotes
en la pirámide de Kafra.” La cuarta prueba es la exis-
tencia de la barca solar localizada junto a la pirámide y
que por estar realizada en madera permitió su datación
por C-14. La quinta prueba totalmente definitiva son los
graffitis existentes en las cámaras de descarga (en todas
ellas, no sólo en una como se dice frecuentemente) en
los que se menciona el nombre de Kufu. Estas pintadas
sólo pudieron ser realizadas por los obreros que las cons-
truyeron ya que fueron abiertas mediante voladuras con-
troladas por Vyse y Perring en el año 1837 sin que an-
tes de esto existiera ningún camino por el que se
pudiera entrar en ellas.
¿La ubicación de las pirámides de Gizeh fue elegida
de acuerdo con un plan de correspondencias estelares?
Esta hipótesis propuesta por Bauval —y que involucra-
ba a más pirámides aparte de las de Gizeh— debe ser
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Imagen desde el espacio, en alta resolución,
de las pirámides de Gizeh.
NASA
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rechazada. Bauval creía
que los egipcios preten-
dieron recrear la constela-
ción de Orión, pero aparte de
que faltaría una de las pirámi-
des y de que otras estarían des-
viadas de la que sería su posición si
éste fuera el caso, las razones por las que algunos fa-
raones sí edificaron sus pirámides junto a la de Kufu
mientras otros no lo hicieron ya han sido narradas y tie-
nen mucho que ver con cuestiones de legitimidad y
prestigio y nada con planos estelares.
Además, el Cinturón de Orión (que es la parte en
concreto que representaría Gizeh) no presenta una di-
ferencia de brillo entre las tres estrellas tan marcada
como es el tamaño de las pirámides (aspecto que según
Bauval también habría sido tenido en cuenta). La razón
por la que después de Menkaura ningún faraón deci-
diera edificar su pirámide en este lugar no puede ser
más prosaica (y tampoco tiene nada que ver con el
“plan maestro”) sencillamente no había sitio para nin-
gún complejo funerario más.
¿Se construyeron las pirámides con una especie de
cemento hecho con piedra ablandada primero y vuelta
a solidificar con posterioridad? Tampoco esta hipótesis
es aceptable. La primera razón para rechazarla es que
ni siquiera hoy esta técnica es posible. Sí somos capa-
ces de elaborar piedra artificial, pero cualquier análisis
químico demuestra la diferencia de composición de am-
bas. Una segunda razón es que se han encontrado las
canteras y en ellas restos de bloques desechados por
presentar diversas irregularidades o por haberse roto.
Una tercera razón es que esta técnica no solucionaría
absolutamente nada. Pensemos por un momento que
ello fuera posible. ¿Por qué habrían de haberse moles-
tado los egipcios en simular sillares que iban a quedar
ocultos a la vista por el recubrimiento? Si además los
bloques tienen el mismo peso de la piedra natural (y si
no fuera así el distinguirlos sería sencillo) el problema
de su manejo sería exactamente el mismo salvo que se
pretendiera que fueron ubicados con la ayuda de mol-
des algo que es evidentemente absurdo. Si así fuera el
tamaño de todos los sillares sería el mismo, algo que no
sucede. Además, los restos del molde quedarían atra-
pados por el peso de la piedra, lo que obligaría a le-
vantar cada sillar para retirarlos con lo que nuevamen-
te no se produciría ninguna disminución del trabajo a re-
alizar. Una cuarta razón es que el recubrimiento de
granito de la pirámide Menkaura como ya dijimos está
sin pulir y en él se aprecian aún las señales de herra-
mientas así como las irregularidades típicas de una pie-
dra natural (y que serían inexplicables si fueran producto
de un moldeado).
¿Qué son en realidad las pirámides? Ésta es una pre-
gunta más compleja ya que no tiene una única res-
puesta. Ya vimos como para Huni y Snefru habían sido
símbolos del poder real. Huni, según parece, nunca lle-
gó a ser inhumado en la pirámide de Meidum y Snefru
edificó dos grandes pirámides además de convertir en
una pirámide perfecta la de Huni. Esto parece descar-
tar la idea tradicional de que fueran mausoleos.
Sin embargo, el caso de Snefru no está tan claro
como pudiera parecer. El orden de sus construcciones,
según parece, fue el de la Pirámide Torcida, que como
ya dijimos tuvo que ser rediseñada por la aparición de
grietas (esto pudo hacer que se desestimara su uso
como tumba al correr el peligro de que se derrumbara).
Después vino la conversión de la pirámide de Huni, que
nunca fue empleada (ignoramos por qué motivo) y que
posiblemente Snefru pensó en convertir en su propia
tumba si fallecía antes de la conclusión de su tercera
edificación, que fue la Pirámide Roja, que es donde de-
finitivamente fue sepultado.
En el caso de las de Gizeh
no hay lugar a dudas puesto
que los sarcófagos fueron en-
contrados en las cámaras res-
pectivas. En el caso de Kufu
tenemos la certeza de que tuvo
que ser introducido durante la
construcción por la sencilla ra-
zón de que no cabe por el angosto corredor por el que
se accede en la actualidad a ella. En el de Menkaura se
conservaba incluso la momia real, por desgracia perdi-
da junto al sarcófago en el naufragio en la costa de Car-
tagena del barco que los transportaba al Reino Unido.
No obstante haríamos mal en pensar que sólo fueron
tumbas más o menos ostentosas. Una pirámide era sólo
una parte del complejo funerario y el fin de todas aque-
llas edificaciones era el de permitir la vida eterna del
Horus, posibilitar su renovación en el más allá de igual
forma que el Heb-sed permitía que recobrara el vigor ne-
cesario para gobernar haciendo que Maat (la Justicia
perfecta) imperase.
En una vasija de las encontradas en la pirámide de
Zoser se representa a un hombre con los brazos levan-
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Según la frase afortunada del egiptólogo
Mark Lehner, Egipto construyó las pirámides
y las pirámides construyeron Egipto
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tados (el jeroglífico que representa la cifra de un millón)
sosteniendo el baldaquino real con los dos tronos del
Alto y el Bajo Egipto que se empleaban durante la fies-
ta sed. El significado es claro, se esperaba que el fara-
ón pudiera celebrar la fiesta de su renovación durante
un millón de años. Supervivencia que no sólo era im-
portante para el propio Horus, sino para todo el país por-
que como dice uno de los textos de las pirámides: “Los
campos están satisfechos, los canales de irrigación se
inundan para este Rey hoy. Allí se le ha dado su fuerza
así de este modo, allí se le ha dado su poder así de este
modo”
6
.
é
NOTAS
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lección Variopinto. Ediciones Libertarias. Madrid,
1.999
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4. Castel Ronda, Elisa. La Cosmogonía y la Enéada He-
liopolitana. www.egiptomania.com/mitologia/enea-
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de las Pirámides: el Imperio Antiguo egipcio”, en “El
Antiguo Egipto. Faraones, templos y tumbas
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Geographic España. Edición Especial. Barcelona, Pri-
mavera 2.001
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rámides. www.egiptomania.com/mitologia/religion/
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Los grandes monumentos y cómo se construyeron. Tra-
ducción de Jorge González Batlle y Cristina Rodríguez
Castillo. Círculo de Lectores S.A. China, 2.001
Siliotti, Alberto —con prólogo y colaboraciones de Ha-
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ducción de Domingo Santos. Ediciones Folio S.A. Ita-
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Parra Ortiz, José Miguel: Historia de las pirámides de Egip-
to. Editorial Complutense S.A. Madrid, 1.997
Parra Ortiz, José Miguel: Los constructores de las gran-
des pirámides. Aldebarán Ediciones S. L. Madrid,
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Amigos de la Egiptología (en castellano): http://www.egip-
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Egiptomanía (en castellano): http://www.egiptomania.com/
Nova Online Adventure. Pyramids. The Inside Story (en
inglés): http://www.pbs.org/wgbh/nova/pyramid/
The Plateau. Official website of Dr. Zahi Hawass (en in-
glés): http://www.guardians.net/hawass/
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RECTIFICACIÓN
En el anterior número de El Escéptico (nº 13, pri-
mavera de 2002), en mi artículo La vuelta al mundo
en cinco megalitos
(pág 41-50) incluí una argumen-
tación sobre la dureza real del granito (pág. 43).
Según me hace saber el geólogo José Enrique Tent
Manclus, al que agradezco profundamente tanto su
lectura atenta como su corrección, dicha expresión
no tiene sentido puesto que desde un punto de vista
estrictamente científico, al ser el granito una roca
formada por distintos minerales no puede hablarse
de su dureza puesto que ésta sólo tiene sentido al
hablar de minerales o rocas monominerales.
No obstante desde un punto de vista práctico, sí
se habla de dureza en rocas no monominerales e
incluso existe una normativa al respecto para la rea-
lización del test de microdureza Knoop para el gra-
nito (norma UNE 22-178, de 1985) que especifica
que debe realizarse mediante la aplicación de un
penetrador de diamante que incide en varios puntos
de la muestra con cierta presión y se establece la
relación entre esta carga y la huella dejada, que se
utilizan 4 muestras de 12x5x1 cm y se efectúan 20
determinaciones, con carga de 100 g siendo el
resultado del ensayo la media aritmética de las 20
determinaciones, aun en ese caso, entiendo que el
no haberlo advertido así en mi artículo es un error
que debe ser subsanado mediante la rectificación
oportuna. Por descontado dicho error es de mi exclu-
siva responsabilidad sin que pueda imputarse a
dejadez o fallo de los encargados de esta publi-
cación.
José Luis Calvo