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No podíamos elegir mejor título para encabezar esta bre-
ve reseña sobre quien algunos llegaron a denominar “El
Hombre Milagroso de Holanda” o “El Mozart de los De-
tectives Psíquicos”. En realidad, nuestra metáfora
apunta al nombre de un clásico truco de magia con nai-
pes de ese infinito arsenal del que disponen los magos.
No es casual la elección desde el momento que —al
igual que en un juego de magia— mientras el especta-
dor desconoce la trampa, el mago logra engañarle que-
dando la ilusión garantizada. Es inevitable la compara-
ción con la historia de Gerard Croiset (1909-1980) que,
gracias a su promotor, les ha hecho vivir una gran ilusión
a muchos. Como dicen los ilusionistas que nunca reve-
lan sus trucos: cuando se conoce el secreto de un jue-
go se pierde el encanto y la ilusión. Pues bien, si Ud.
está dispuesto, prepárese al desencanto y la desilusión,
puesto que le revelaremos el secreto del aparente éxito
de esta superestrella psíquica.
Uno de los motivos por los cuales el mito de Croiset
ha traspasado las fronteras, obedece a la falta de infor-
mación crítica en castellano. Este problema no es nue-
vo y es extensivo a toda esa larga lista de supuestos do-
tados parapsicológicos que importan los medios, sin
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L. ENRIQUE MÁRQUEZ
(skeptic@ciudad.com.ar),
ILUSIONISTA, AUTOR E INVESTIGADOR DE
PRESUNTOS FENÓMENOS PARANORMALES
“El
holandés
errante”
Wilhelm Heinrich Carl Tenhaeff.
Gerard Croiset
(1909-1980)
en acción.
COR
TESÍA DEL
AUTOR
COR
TESÍA DEL
AUTOR
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chequear siquiera cuánto hay de cierto y de mentira en
lo que se divulga. Tampoco es negocio ofrecer dudas al
respecto cuando se sabe que lo que vende es lo “má-
gico”, “milagroso” y “paranormal”.
En el caso de Croiset, este tipo de inconveniente se
acrecienta por dos razones: una fundamental que tiene
que ver con la barrera del lenguaje que impone el idio-
ma holandés, lengua para nada universal que limita el
acceso a la fuente original; y una segunda —que cons-
pira contra la objetividad— es el papel del principal pro-
motor de las proezas de Croiset, el Prof. Wilhelm Ten-
haeff (1894-1981). Ambos puntos están relacionados,
por lo que el análisis será conjunto.
El copioso material que se pudo haber registrado de
las intervenciones psíquicas del clarividente holandés,
prácticamente en su totalidad está en su idioma y son
producto y opinión de las investigaciones que llevó a
cabo Tenhaeff.
Considerado el descubridor de las cualidades de
Croiset, monopolizó todo lo que trascendía de ellas a tra-
vés del periodismo. El hecho que fuera psicólogo y dis-
pusiera de la primer cátedra de parapsicología en la Uni-
versidad de Utrecht (Holanda) presuponía un marco de
seriedad y fiabilidad a sus informes. Nada más equivo-
cado si tan sólo consideramos la cantidad de polifacé-
ticos académicos universitarios que se adhieren a con-
ceptos pseudocientíficos y, después, los divulgan.
EXPANSIÓN DEL MITO
El mito llega al mundo de habla hispana de la mano del
periodista norteamericano Jack Harrison Pollack. En
1964 publica “un tratamiento popular” del tema, así lo
define él, basando su libro principalmente en la infor-
mación proporcionada, supervisada y autorizada por Ten-
haeff (Pollack, 1964). La versión en castellano, publi-
cada en 1967, lleva el ostentoso título Los Ojos del
Milagro. Croiset el Clarividente.
Seguramente el autor logró su objetivo con una gran
aceptación popular del libro, lo que no es lo mismo que
decir un reconocimiento científico de su obra, asesor y
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ARCHIVO
ARCHIVO
Versión en inglés (1964) y en castellano (1967)
del libro de J. H. Pollack.
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protagonista. Los motivos eran más que fundamentados
y fueron dándose a conocer paulatinamente.
El primer problema que encontró Tenhaeff y su pro-
tegido, fue la mirada esquiva que tuvieron que soportar
por parte de los parapsicólogos norteamericanos. En
aquella época, la figura de J. B. Rhine —considerado el
padre de la parapsicología moderna— tenía un peso im-
portante en el mundillo parapsicológico por la labor que
venía desarrollando. Cualquier psíquico sabía que una
opinión favorable de Rhine sobre sus aptitudes, sería el
mejor trampolín para la fama y luego “échate a dormir”.
El propio Tenhaeff nos confirma esta apreciación en
Croiset: “El señor Croiset comprendía muy bien la uti-
lidad de esas investigaciones. Pero, al mismo tiempo,
advertía que esas investigaciones le procuraban la oca-
sión de hacerse valer como paragnosta y de fundamen-
tar así sus aspiraciones al poder”.
Conforme a esto, lo sospechoso (o quizás no tanto)
es que Croiset rechazara en dos oportunidades el ofre-
cimiento de Rhine a ser sometido a una investigación.
Siendo el propio Tenhaeff el que los presentara perso-
nalmente en Holanda en mayo de 1951, es extraño que
dejara partir a Rhine con el primer rechazo y sin prue-
bas de las virtudes de su representado. Con la falta de
humildad que evidentemente lo caracterizaba, Croiset le
justificó a Pollack esta negativa con la siguiente res-
puesta: “Las pruebas estadísticas del doctor Rhine me
probarían sólo que poseo capacidad paragnóstica. ¡Y eso
lo sé! ¡Estoy demasiado ocupado para jugar a adivinar
cartas como un niño!” (???).
OMISIONES Y DISCREPANCIAS
Más grave aún es toda la información que Pollack omi-
tió. Mientras él sostenía que “los resultados que había
obtenido Gerard Croiset para localizar niños desapare-
cidos, solucionar crímenes y otras miríadas de proble-
mas, fueron tan espectaculares que entre 1946 y
1950 rápidamente fueron conocidas por toda Holanda”
(p.299), el oficial de policía Filippus Brink, en 1958,
completaba una tesis doctoral sobre Enige Aspecten van
de Paragnoise in het Nedherlandse Strafproces
[“Algu-
nos Aspectos de la Paragnosia en los Procesos Crimi-
nales de los Países Bajos”], en la cual informaba sobre
sus experimentos con cuatro detectives psíquicos entre
los que se incluía Gerard Croiset.
Su investigación lo llevó también a in-
dagar a autoridades policiales de Holan-
da y el extranjero. Aquellos resultados no
solamente fueron nulos sino que en de-
claraciones posteriores Brink se atrevió a
afirmar categóricamente: “a excepción
de una adivinación fortuita ocasional,
ningún clarividente alguna vez ha sido
capaz de resolver un caso policial por
medios paranormales en Holanda

(Brink, 1958, 1960).
Por supuesto que esta conclusión es
muy diferente a la que nos intentó hacer
creer Pollack desde su libro con la guía de Tenhaeff.
Aunque, en honor a la verdad, ya el propio Tenhaeff se
atajaba en el prefacio de este libro anticipando que sus
investigaciones parapsicológicas eran totalmente se-
cundarias para el interés del público y la policía, y que
sus aplicaciones prácticas debían permanecer como un
asunto de importancia menor.
¿No sería Tenhaeff el verdadero clarividente? Seme-
jante cautela evidentemente estaba anticipando el ma-
remoto que se venía, con críticas irrefutables que no
sólo ponían en duda su honestidad sino que además de-
rrumbarían el castillo mítico de Croiset.
El investigador holandés Ottervanger fue uno de los
primeros en cuestionar la labor de Tenhaeff y su patro-
cinado; su amplio archivo permitió a otros escépticos
continuar con esta tarea.
C. Pelz, oficial de policía de Hamburgo, continuó
arrojando leña al fuego con un severísimo informe titu-
lado “Herr Croiset, Sie konnen nicht hellsehen” [“Señor
Croiset, Ud. no es Psíquico”] (Pelz, 1959/1960). Por su
parte Th. van Roosmalen, Superintendente de Utrecht,
publicó en una revista local de la policía una serie de
bloopers de psíquicos, sin olvidarse, obviamente, de
Croiset. Entre sus tantos yerros, revelaba el caso de un
niño de 14 años que había desaparecido de su hogar en
diciembre de 1957. Los padres consultaron a Croiset,
quien los condujo al lugar que él consideraba “clave”,
los llevó a un muelle donde se detuvo y les dijo: “Aquí
es donde su hijo entró al agua y se ahogó. Estoy des-
consolado por tener que ser el primero en ofrecerles mi
pésame por haber sufrido tan penosa pérdida”. Los pa-
dres comenzaron hacer los arreglos para el funeral. Po-
cos días después, el muchacho fue encontrado, oculto
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El oficial de Policía Filippus Brink
se atrevió a afirmar categóricamente:
“a excepción de una adivinación fortuita
ocasional, ningún clarividente
alguna vez ha sido capaz de resolver un
caso policial por medios paranormales
en Holanda”
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en un pajar, vivo y en buen estado (Roosmalen, 1960).
En un memorable encuentro que tuvo Roosmalen
con Tenhaeff, cuenta que éste intentó convencerlo de la
eficacia de Croiset. No tuvo mejor idea que ofrecerle en
detalle dos maravillosos casos en los que la policía fra-
casó y el hombre milagroso hizo valer su apodo. Uno es-
taba relacionado con un asesinato en un ayuntamiento,
y otro con un robo en una fábrica.
Gran sorpresa se llevó Van Roosmalen cuando deci-
dió comprobar los datos. La Policía le informó que no te-
nían ningún registro de que se hubiera cometido tal cri-
men en ese lugar y, en cuanto al robo, la cosa fue peor.
A causa del augurio de Croiset, se arrestó a un presun-
to ladrón que luego se demostró que era totalmente ino-
cente. Después de este último suceso, su nombre pasó
a ser una mala palabra en la comisaría de ese distrito.
Antes de escribir su libro, Pollack intentó algunas in-
cursiones del mismo tenor en un semanario. En febre-
ro de 1961, su entusiasmo por el dúo dinámico lo
reflejó en la revista This Week. La tarea del profesor y
los “éxitos” del clarividente fueron puestos en un pe-
destal, sumándosele la confianza que podía garantizar
el propio periodista que había chequeado personalmente
los casos (?). Pero, como siempre, apareció un pincha-
globos.
En esa oportunidad el que empuñó el alfiler carga-
do de tinta fue el Dr. Hansel. Se tomó la molestia de di-
rigir una carta a las autoridades policiales de Wierden
para chequear el caso de “El Asaltante del Martillo”, del
cual Pollack hablaba en ese artículo y que luego tam-
bién reprodujera en su libro
1
. La detallada respuesta
(22/3/61) que obtuvo del alcalde E. D. Maaldrink, di-
fería notablemente y en aspectos cruciales que desba-
rataban las afirmaciones de Pollack. Hansel envió una
carta a This Week señalando las discrepancias, pero la
revista no la publicó. Tuvimos que esperar unos años
para conocer estos detalles en su libro, que ya es un clá-
sico de la literatura demoledora de las afirmaciones de
lo paranormal (Hansel, 1966).
EL MITO SE DERRUMBA
Si hasta aquí estaba encendida la mecha, la explosión
se produjo con los trabajos del cronista holandés Piet
Hein Hoebens (1948-1984), quien trabajaba en De Te-
legraff
(diario líder de Holanda) haciendo periodismo de
investigación.
El hecho de ser holandés lo aventajaba sobre su par
norteamericano a quien deja muy mal parado. Desme-
nuzó los casos más importantes y, desde ya, las con-
clusiones fueron muy diferentes. Mientras que las omi-
siones y exageraciones de Pollack saturaban de brillo su
libro, la investigación de Hoebens opacaba los casos y
oscurecía la imagen del dúo Tenhaeff-Croiset. Sería lar-
go enumerar el detallado análisis que volcó en dos ar-
tículos del Skeptical Inquirer (Hoebens, 1981, 1981-
1982), de los cuales el Prof. Tenhaeff tuvo conocimiento
por anticipado pero se negó a contra-argumentar tras va-
rias invitaciones cursadas.
A modo de resumen ofrecemos algunos datos inte-
resantes:
— En mayo de 1956 el fiscal público en Amsterdam re-
veló que un año antes tres psíquicos habían inten-
tado arrojar luz sobre la desaparición de un habitante
de Rossum de 31 años de edad. Croiset había afir-
mado que el hombre estaba vivo y se había estable-
cido en Alemania. Al poco tiempo fue encontrado
muerto en un canal en el municipio de Ootmarsum,
Holanda.
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CSICOP
Portada de The Skeptical Inquirer
donde el periodista holandés Piet Hein Hoebens
publicó su trabajo de investigación y desenmascaró
a sus compatriotas: el pretendido vidente Gerard Croiset
y su máximo promotor, el parapsicólogo
Wilhelm Tenhaeff.
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— En l966, Croiset viajó a Adelaida, Australia, para
buscar a tres niños perdidos. Un “comité” local le
pagó los gastos. El clarividente estaba seguro de que
los chicos estaban sepultados debajo de un nuevo al-
macén. Recomendó la demolición. El “comité” re-
caudó 40.000 dólares australianos para que el edi-
ficio fuera derribado. Se excavó un pozo de cuatro
metros y no se encontró ningún cuerpo. Croiset su-
girió que excavaran un metro más “y los chicos se-
rán encontrados”. También se equivocó. El costo del
error no afectó a su reputación.
— En 1969, Croiset fue a Viareggio, Italia, para buscar
a un jovencito de 13 años de nombre Ermano Lavo-
rini. “Vió” que el muchacho había caído al agua
mientras estaba jugando. En realidad, Ermano había
sido asesinado por un amigo durante una pelea. El
cuerpo fue encontrado en los médanos.
— En junio de 1973, Croiset fue consultado desde La
Haya por los parientes de un chino asesinado. El cla-
rividente indicó que un tal señor Senf sabía más
acerca del crimen. Los familiares secuestraron a
Senf y lo torturaron durante tres horas para obtener
una “confesión”. El señor Senf, sin embargo, no te-
nía nada que confesar, porque era inocente. La se-
mana siguiente, Croiset visitó a Senf, que estaba en
un hospital recuperándose de la paliza. Le llevó flo-
res y le aseguró que ahora estaba muy convencido de
su inocencia.
— Consultado en 1950 sobre un caso de
violación en Arnheim, Croiset “vio” que el
violador tenía “un órgano genital anor-
malmente grande”. Cuando la policía arres-
tó al sospechoso lo único grande que con-
firmó fue el error de Croiset. Lo más
risueño, es el análisis psicoanalítico que in-
tenta Pollack para justificar lo injustifica-
ble: “Ellos comprendieron que él era un
cocinero de veinte años que ocasional-
mente utilizaba en la cocina una gran je-
ringa roja para pringar, la cual indicaba la
imagen de Croiset de un órgano genital
anormalmente grande”.
A LA HORA DE ENGAÑAR,
CUALQUIER RECURSO ES
VÁLIDO
Otra cuestión no menor fue el fraude al
que recurrió Tenhaeff para publicitar uno
de los tantos “éxitos” de Croiset. Según el
informe del profesor y del que se hicieron
eco varias revistas, entre ellas la alemana
Esotera (15/11/79), el oficial de policía
Eekhof había visitado a Croiset solicitándole ayuda para
identificar a un misterioso incendiario que había esta-
do aterrorizando el área de Woudrichem durante meses,
sin poder ser detectado.
Según el parapsicólogo, el éxito de Croiset en iden-
tificar al pirómano fue irrefutable. El jefe de policía no
sólo había grabado todo en vídeo, sino que los cintas
fueron protocolizadas y el protocolo fue chequeado y fir-
mado por el propio Eekhof.
Cuando Hoebens decidió chequear esta afirmación,
contactó con el comandante Eekhof y le llevó el artícu-
lo de Esotera para que diera su visto bueno sobre lo pu-
blicado. Después de leer una y otra vez el informe, no
dudó en condenarlo diciendo que lo que contenía era
“absolutamente mentira”. Para demostrarlo invitó a
Hoebens a escuchar los registros de todo lo que Croiset
había dicho. Los “éxitos” los había fabricado Tenhaeff
y el famoso “protocolo chequeado y firmado” no existía.
Cuando Hoebens expuso este fraude en dos diarios de
Amsterdam, De Telegraaf y Courant Nieuws van de Dag
(18/10/80), naturalmente Tenhaeff fue invitado a hacer
su descargo. Una vez más su silencio habló por sí solo.
El propio Croiset tampoco escapó a esta regla. Según
comunicaciones del parapsicólogo George Zorab, el as-
tuto holandés se valía de compinches en sus conocidos
“experimentos”. Tampoco se descarta la utilización de
espías propios y la colaboración de asistentes y secre-
tarios
personales, tales como Dick West.
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WA
L
TER SANDERS
,
P
ARA LIFE/PIX INC
.
Croiset posando frente al canal De Vliet de Holanda, donde
‘presuntamente’ tuvo ‘éxito’ en el hallazgo del cadáver de un niño
de seis años
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UN NUEVO CUENTO
AL ESTILO
SUDAMERICANO
En Argentina y Uruguay, el holan-
dés alcanzó el estrellato de la
mano del artista plástico uruguayo
Carlos Páez Vilaró, y lo mantuvo
gracias a algunos nuevos repre-
sentantes artísticos
del periodismo
cómplice.
El impacto en los medios tuvo
lugar cuando, el viernes 13 de oc-
tubre de 1972, se produjo el ac-
cidente de un avión Fairchild F-
227
de la Fuerza Aérea Uruguaya
en la Cordillera de los Andes; con
cinco tripulantes y cuarenta pasajeros a bordo tan sólo
sobrevivieron dieciséis personas, entre ellos Carlos Mi-
guel, hijo del mencionado artista Páez Vilaró y uno de
los integrantes del equipo de rugby Old Christians, que
viajaba en el avión.
Se inició así una nueva historia para el legajo de
Croiset cuando Páez Vilaró —llevado por su comprensi-
ble desesperación de padre— decidió recurrir a los “ser-
vicios” del afamado vidente holandés. Pasó a ser céle-
bre en los medios periodísticos la frase que Croiset
habría pronunciado respondiendo a la consulta: “Hay
vida y hay muerte”. Con tanta “precisión”, ¿cómo no sa-
lir airoso?
Veamos las posibilidades:
— Si todos sobrevivían, ¿a quién interesaría que tam-
bién dijo“hay muerte”? Ya lo afirmó Croiset: “hay
vida”.
— Si todos morían, ¿quién podría demostrar que en el
momento del accidente, o cuando Croiset emitió su
videncia, aún no había alguien exhalando su último
suspiro? Por otra parte, frente a un accidente de es-
tas características es muy poco probable que a al-
guien se le ocurra pedir o realizar una autopsia para
determinar con exactitud el momento de la muerte
de cada una de las víctimas.
Pero lo más interesante del caso es que aún hoy,
cuando se hace referencia a este episodio —ya sea por
parte de algún periodista o “parapsicólogo” de turno—
se sigue insistiendo sobre el vidente holandés Gerard
Croiset. Sin embargo, no fue él precisamente el dueño
de esta frase profética. Y entonces, ¿quién fue?
El propio Páez Vilaró nos dio la respuesta; así lo afir-
maba en una entrevista televisiva: “La Cordillera de los
Andes estaba a distancias de miles de kilómetros de
aquel holandés que desde Enschede, la ciudad donde
vivía, nos iba a guiar con su mente. Pero el caso más ex-
traño no es éste. Es el caso de que el Profesor Croiset,
consultado para que nos ayudara, en ese momento es-
taba siendo operado, estaba siendo objeto de una ope-
ración quirúrgica
, y le pasó los poderes al hijo. Se in-
teresó en el caso y, como quien pasa la pelota en un
partido de rugby para hacer el try, le pasó la mente al
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AUTOR
COR
TESÍA DEL
AUTOR
La tragedia aérea de Los Andes
fue el trampolín de Croiset
para incorporarse al pensamiento
mágico sudamericano.
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hijo y le dijo atendelo tú el caso. Y fue el hijo de Gerard
Croiset
el que en infinitas e intermitentes comunica-
ciones nos fue acercando y me fue acercando más fe y
más refuerzos de fe para acercarnos al avión”.
Aclararemos que en la literatura parapsicológica no
existe ninguna referencia a que alguno de los cinco hi-
jos de Gerard Croiset tuviera poderes parapsicológicos.
La única mención que podría tener alguna relación es la
que relata Pollack cuando dice: “Croiset está persuadi-
do de que sus dos hijos mayores y uno de sus tres nie-
tos (Gerard III) heredaron sus dones psíquicos. Pero el
profesor Tenhaeff no ha visto ninguna prueba de ello”.
Tampoco existe mención alguna acerca de que Gerard
Croiset haya tenido la capacidad, o al menos lo haya in-
tentado alguna vez, de traspasar sus “poderes” a al-
guien. Incluso, en un reportaje en que le preguntaron si
estaba formando discípulos, respondió: “No puedo ha-
cerlo. No sólo no tengo tiempo, sino que tampoco sé si
podría hacerlo” (Revista Radiolandia 2000, Buenos Ai-
res, 3/11/98, p. 52).
Además, resulta difícil imaginarse —de acuerdo al
relato de Páez Vilaró— que alguien que está siendo ope-
rado interrumpa la labor del quirófano para pasarle los
poderes a un hijo.
El relato de Páez Vilaró continuó con la supuesta
descripción que hiciera el hijo de Croiset sobre la caí-
da del avión, cerrando con aquella célebre frase —“hay
vida y hay muerte”— de la cual se dedujo que había su-
pervivientes. Tampoco habló directamente con el hijo de
Croiset puesto que no entendía el idioma, aunque “mi-
lagrosamente” había cerca un profesor de holandés que
hizo las veces de traductor. Otro dato interesante que
agrega es que decidió emprender un magnífico operati-
vo de rescate con base en esa descripción, y lo más pa-
radójico es que culmina diciendo que llegaron hasta el
Cerro Picasso “sin encontrar absolutamente nada”
(Programa televisivo Informe a Fondo, ATC, 9/10/89).
Lo cierto es que nadie encontró a los supervivientes.
Fueron dos de ellos, precisamente Fernando Parrado y
Roberto Canessa quienes, después de una heroica tra-
vesía de varios días, encontraron al arrie-
ro chileno Sergio Catalán, quien les brin-
dó socorro.
En síntesis: si los datos que supues-
tamente aportó algún vidente hubieran
sido precisos (como en algunos medios
se había sugerido
2
), ¿por qué no los en-
contraron? No olvidemos que tuvieron
más de dos meses. Parrado y Canessa
hallaron auxilio 70 días después del ac-
cidente (el 20 de diciembre de 1972).
Si este hecho fue tan significativo,
¿por qué se ignoró olímpicamente en el
film ¡Viven!
3
y en el documental ¡Viven!
¿Milagro en Los Andes? Ambos están ba-
sados en la historia oficial, reconstruida
y asesorada por los propios protagonistas.
En la revista dominical Viva (Buenos Aires,
21/12/97) el titular de portada fue “A 25 años de la tra-
gedia de Los Andes”. Entre excelentes infografías, fotos
y conmovedores testimonios de los protagonistas, el caso
del vidente holandés brilló por su ausencia, ¿por qué?
Tal vez la clave haya que encontrarla en las palabras de
Canessa cuando explica los motivos del regreso al lugar
donde vivieron ese doloroso episodio: “Había que qui-
tarle el velo a la fantasía. Nuestros hijos nacieron con
esta historia y tienen que conocerla al detalle. Si no,
queda todo entre bambalinas y se mezcla lo que es la
publicidad, la promoción y el
marketing con la reali-
dad”.
Se podrían consignar muchas más acusaciones y re-
futaciones de peso que, en definitiva, seguirían confir-
mando lo desafinado que era el “Mozart de los Psíqui-
cos” y cómo la batuta del director se movía para el lado
que mejor les convenía.
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NOTAS
1. El relato que hace Pollack en This Week difiere del que
hace en el libro (!?!?!). Esto probablemente se expli-
ca porque los datos que suprime en el libro son de im-
portancia en los errores de Croiset, según confirma la
carta que recibió Hansel de Maaldrink. Por eso Po-
llack cierra el capítulo de “Asesinatos y Crímenes Se-
xuales” de esta manera: “un pedante psicólogo bri-
tánico (se refiere a Hansel) intentó una vez
desacreditar una notable realización de Croiset ha-
ciendo hincapié años después en un detalle menor,
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Lo cierto es que nadie encontró
a los sobrevivientes.
Fueron dos de ellos, precisamente
Fernando Parrado y Roberto Canessa
quienes, después de una heroica travesía
de varios días, encontraron al
arriero chileno Sergio Catalán,
quien les brindó socorro
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aun cuando el funcionario que por entonces se había
encargado del caso escribió al profesor Tenhaeff di-
ciéndole que el mismo se había resuelto directamente
merced a la ayuda de Croiset” (pp.125-126). Por el
contrario, la carta revela otra cosa.
2. Uno de los tantos ejemplos fue un recuadro de El Cro-
nista (Buenos Aires, 10/9/91) con el título “Hace 19
años. El milagro de la cordillera”, en el cual el pe-
riodista Martín Di Natale afirmó textualmente: “Croi-
set, quien incluso envió a Páez un mapa en el que se-
ñalaba dónde podían encontrar la nave siniestrada y
relató que los jóvenes estaban en la proximidad de una
laguna, se mostró contundente...” (???).
3. El film se rodó en Canadá, fue dirigido por Frank Mars-
hall y se estrenó en Hollywood el 6/11/92.
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