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Desde el lejano pasado el hombre ha convivido con el
miedo al destino y ha intentado encontrar una razón y
un alivio para sus desgracias en el cielo. La astrología,
como arte de adivinación, es una actividad humana de
una extraordinaria antigüedad que, como cualquier
otro sistema de creencias, ha experimentado periodos de
transformación y reinvención a lo largo de las distintas
épocas históricas. Muchos de los elementos principales
de la astrología occidental los podemos rastrear desde
muy lejos en el tiempo, entre los cielos y las religiones
de las antiguas culturas del Oriente Medio, hace más de
cuatro mil años.
LOS ORÍGENES MESOPOTÁMICOS DE LA
ASTROLOGÍA OCCIDENTAL
Mesopotamia (“la tierra entre los dos ríos”) tuvo un ex-
tenso periodo de importancia política y cultural desde
hace cinco mil años hasta el comienzo de nuestra era
cristiana. Los mesopotámicos creían que el mundo físico
terrestre y el humano estaban íntimamente conectados
con los reinos celestes divinos e intangibles formando
una sola unidad. El medio natural se consideraba
como el principal medio de comunicación entre la hu-
manidad y un panteón complejo de dioses y diosas. El
destino de todas las cosas se decidía mediante una
asamblea divina que controlaba las fuerzas de la natu-
raleza. Su líder era Anu, dios del cielo, y por debajo de
él se encontraba Enlil, dios de la tormenta. Thorkild Ja-
cobsen [1946: 131-132] nos proporciona una visión
elocuente de lo que denomina “Estado Cósmico” me-
sopotámico que define la relación entre los asuntos ce-
lestes y terrestres: “Los objetos y los fenómenos que ro-
deaban al hombre se personificaban en distintos grados
[...]. Se consideraban seres vivos, con personalidad y
con capacidad de decisión [...]. En un mundo así cobra
sentido el considerar las relaciones entre los fenómenos
naturales como relaciones sociales, funcionando como
órdenes o deseos”.
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Astrología,
apuntes
sobre la
historia
y
evolución
de un
mito
CÉSAR ESTEBAN
INSTITUTO DE ASTROFÍSICA DE CANARIAS
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En definitiva, este “Estado
Cósmico” podríamos definirlo
como una sociedad en que la
esfera de los sucesos terrestres
es inseparable de la de los su-
cesos celestes. Dentro de este
contexto no resulta extraño
que los mesopotámicos desa-
rrollaran complejos sistemas
de adivinación basados en
distintas prácticas, como la ob-
servación de las entrañas de
animales, la posición de los
cuerpos celestes o el naci-
miento de seres deformes.
Buena parte de los dioses
babilonios estaban asociados
a astros celestes: Samas con
el Sol, Marduk con Júpiter,
Nabu con Mercurio, Inanna
con Venus. Al contrario de lo
que ocurrió posteriormente
con los griegos, los dioses y
diosas mesopotámicos, aun-
que tenían cierta responsabi-
lidad en unas estrellas o pla-
netas determinados, ésta no
era fija ni exclusiva.
Los primeros ejemplos de
prácticas astrológicas pueden
encontrarse en los textos cu-
neiformes del tercer milenio
antes de Cristo (periodo babi-
lónico antiguo) con la posible
referencia a un eclipse ocu-
rrido en el 2403 a.C. De esta
época proceden los primeros
presagios astrológicos. De la
época del emperador Ammi-
zaduga (1600 a.C.) proviene la primera evidencia del
desarrollo de una astrología con un cierto grado de so-
fisticación en la Tableta de Venus. Esta tableta contie-
ne 59 presagios basados en la primera y última visibi-
lidad de Venus antes de la puesta o la salida del Sol en
su periodo de 584 días. Estos presagios o señales anti-
cipan intenciones divinas, predicen el tiempo atmosfé-
rico (y su repercusión en la agricultura) y ayudan a pre-
parar posibles crisis políticas. He aquí un ejemplo de
presagio: “En el mes noveno, día quince, Venus desa-
parece en el oeste por tres días, y en el mes noveno, día
dieciocho, Venus vuelve a ser visible al este, las fuentes
brotarán, Adad traerá la lluvia, Ea sus inundaciones, se
enviarán mensajes de reconciliación entre los reyes”.
Durante casi toda la era mesopotámica, los presagios
astrológicos concernían principalmente a cuestiones pú-
blicas y estatales y estaban diseñados para afrontar el
futuro, preservando la estabilidad política y social con
el fin de evitar crisis políticas.
Los textos con presagios astrológicos tienen gene-
ralmente una estructura prefijada, primero la prótasis:
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COR
TESÍA DEL
AUTOR
Figura 1:
Copia del periodo babilónico tardío del compendio
astronómico
Mul Apin.
La tableta mide 8,4 cm de largo y está considerada como
una obra maestra de escritura cuneiforme en miniatura,
se encuentra en el Museo Británico.
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la observación del fenómeno y, a continuación, la apó-
dosis
: el presagio. Ejemplo:
Prótasis: Venus es visible al oeste, en el camino es-
telar de Enlil
Apódosis: entonces, el rey de Akkad no tendrá ene-
migos.
El nivel de lo absurdo de los presagios formulados
por los antiguos babilonios se ejemplifica en el siguiente
de la serie denominada Shumma Izbu:
Si un perro blanco te orina, la pobreza caerá sobre ti.
Si es un perro negro el que te orina, la enfermedad
se adueñará de ti.
Pero si es un perro marrón, serás dichoso.
Por lo que sabemos de la lectura de los textos cu-
neiformes que han sobrevivido hasta nuestras fechas, la
astrología no fue una disciplina empírica ni mucho me-
nos científica, pues no hay ninguna referencia a series
de observaciones que diesen lugar posteriormente al es-
tablecimiento de los augurios. Según todas las eviden-
cias el nacimiento de los presagios astrológicos fue una
mezcla de imaginación, miedo y superstición religiosa.
Del periodo babilónico antiguo (época cassita, se-
gundo milenio a.C.) proviene la compilación más ex-
tensa de presagios astrológicos: el Enuma Anu Enlil. Se
encontró en la biblioteca del emperador Asurbanipal en
la capital asiria de Nínive y consta de unos 7.000 pre-
sagios agrupados en unas 70 tabletas, veintidós de ellas
dedicadas a la Luna, dieciocho al Sol, cinco a Venus,
cuatro a Marte, dos a Júpiter, tres a los truenos y re-
lámpagos y una a las Pléyades. De especial importancia
es el texto conocido como Mul Apin, de periodo asirio
(principios del primer milenio a.C.) que constituye el pri-
mer gran catálogo estelar anterior a la introducción de
los signos zodiacales.
Los encargados de la elaboración de los augurios eran
los sacerdotes-astrónomos que constituían una clase po-
lítica muy cercana al poder real, observaban la posición
de los objetos durante la noche y su relación con otros
hechos que tenían lugar simultáneamente, como fenó-
menos meteorológicos, acontecimientos políticos, y en-
viaban puntualmente informes periódicos al rey. Estos in-
formes son los llamados “diarios astronómicos” que so-
breviven intermitentemente desde 652 hasta 47 a.C. Un
diario típico podía recoger información sobre la Luna, los
planetas, solsticios, equinoccios, la estrella Sirio, me-
teoritos, cometas, meteorología, el precio de determinadas
cosas, el nivel del río y diversos hechos históricos. Los
observadores no hacían distinción entre la ocurrencia de
fenómenos atmosféricos o geológicos y astronómicos, pues
en aquellas épocas a la esfera celeste no se la conside-
raba físicamente desligada de la esfera de los sucesos at-
mosféricos o terrestres. El rey, dependiendo del signo del
presagio, realizaba rituales dedicados a los dioses para
anular los augurios negativos.
En el periodo denominado neobabilónico (612-539
a.C.) parece que surgió el concepto de zodiaco como
doce signos ocupando 30º de extensión sobre el cielo.
En el periodo persa (539-331 a.C.) se obtuvieron pe-
riodos precisos para el Sol, la Luna y los planetas así
como una racionalización en la observación de eclipses.
Parece que con la caída del imperio asirio acaba la
elaboración periódica de los “diarios astronómicos” y las
cartas dirigidas a los reyes con los presagios astrológi-
cos. La posibilidad de predecir la posición de los pla-
netas, el Sol y la Luna destruyó la premisa teológica que
se ocultaba detrás de los “diarios astronómicos” de que
los astros podían ser manipulados por la voluntad de los
dioses, por lo que había que seguirlos continuamente.
En el periodo persa, los astrólogos reales ya no cuentan
con el apoyo de los emperadores y emerge una con-
cepción más cercana a la que tenemos en la actualidad
de la astrología: la predicción del destino de las perso-
nas sobre la base de la posición de los
planetas en el momento de su naci-
miento.
Según algunos investigadores, la in-
vención de la carta natal fue una res-
puesta a la crisis de la astrología al per-
der su importancia política anterior y
buscarse un nuevo puesto en la sociedad.
Esta crisis es similar a la ocurrida en el
siglo XVIII cuando la credibilidad inte-
lectual de la astrología en Europa se de-
rrumbó debido a la revolución astronómica y los aires ra-
cionalizadores de la ilustración. Su reaparición a finales
del siglo XIX se debió en buena parte a la adopción del
lenguaje de la psicología y su reubicación en un nuevo
contexto esotérico y ocultista [ver Campion 2000a]. Las
cartas natales mesopotámicas se dedicaron a la elite
aristocrática de la sociedad. La más temprana que co-
nocemos fue realizada a un niño anónimo nacido el 29
de abril de 410 a.C. El texto recoge los nombres del pa-
dre y de la madre, datos astronómicos relevantes y una
sola línea de lacónica interpretación astrológica: “Las
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Según todas las evidencias
el nacimiento de los presagios
astrológicos fue una mezcla
de imaginación, miedo y
superstición religiosa.
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cosas te irán bien”. Una
indicación del papel
poco importante de esta
actividad durante dicho
periodo es que el nú-
mero de tabletas que
recogen cartas natales
sobre el número de ta-
bletas referidas a datos
puramente astronómi-
cos es sólo de 32 frente
a 1.800.
Es interesante co-
mentar que mientras
Egipto y Mesopotamia
desarrollan muy pronto
la escritura, en el caso
del país del Nilo no te-
nemos referencias so-
bre el desarrollo de una
astrología hasta el siglo IV a.C., y debido precisamente
a la importación de la astrología mesopotámica a Egip-
to en plena época helenística. Este hecho es materia de
debate en la actualidad. La diferencia más obvia entre
ambas culturas es el diferente grado de seguridad físi-
ca de sus territorios. Mesopotamia era una región esen-
cialmente insegura, sin fronteras naturales, rodeada de
enemigos y donde cada ciudad-estado podía ser una
amenaza para sus vecinas; por otra parte sus principa-
les ríos producían inundaciones erráticas que eran una
amenaza constante a su agricultura y a la alimentación
de su población. Por contra, Egipto se encontraba pro-
tegido por el desierto, sin vecinos poderosos frente a sus
fronteras y gozando de la inundación anual y puntual del
Nilo, que determinaba precisamente las cosechas. Es-
tos factores ambientales bien pudieron definir una dis-
tinta “cosmología política”. En este sentido, la opinión
de Kramer (1963: 123) resulta muy interesante: “Los
pensadores sumerios, fieles a su concepción del mun-
do, no tenían confianza en el hombre y su destino. Es-
taban firmemente convencidos de que el hombre
estaba hecho de arcilla y de que fue creado para pro-
porcionar comida, bebida y refugio a los dioses. La vida
humana estaba acosada por la incertidumbre y la inse-
guridad y desconocía su destino debido a la impredeci-
ble voluntad de los dioses”.
La utilización masiva de artes adivinatorias por par-
te de los mesopotámicos pudo plantearse como una so-
lución a las dificultades de la toma de decisiones polí-
ticas en un ambiente complejo e inseguro. La realeza
sagrada es una característica de la sociedad de Egipto
y Mesopotamia, pero la concepción del monarca era dis-
tinta. Mientras en Mesopotamia el emperador es un sir-
viente humano de los dioses, en Egipto el faraón es un
dios hecho hombre. Ésta es una diferencia cualitativa de
gran importancia. El monarca babilonio tenía la res-
ponsabilidad de servir a los dioses y a su pueblo, por lo
que necesitaba de una sabiduría especial para afrontar
estos retos a la vez para mantener la armonía natural y
política. Debía, por lo tanto, aprender a navegar entre
presagios, sueños y oráculos.
DESARROLLO DEL ZODIACO
La introducción del zodiaco es una de las contribucio-
nes más importantes de la astronomía mesopotámica a
la astrología. De hecho, las constelaciones zodiacales
son los elementos más popularmente conocidos de la
astrología en nuestros días. El origen de las constela-
ciones es todavía un tema muy controvertido y posible-
mente nunca se resolverá en su totalidad, pero todos los
investigadores están de acuerdo en otorgar a los meso-
potámicos la autoría de buena parte de ellas. El zodia-
co se originó por la necesidad de un sistema de refe-
rencia para localizar los planetas y el resto de cuerpos
celestes móviles sobre la esfera celeste. En el periodo
babilónico antiguo (alrededor de 1800 a.C.) se utiliza-
ba un sistema de tres grupos de doce estrellas situados
en tres caminos o bandas a lo largo del cielo (caminos
de Anu, Ea y Enlil). Un sistema de referencia celeste si-
milar fue desarrollado por los egipcios alrededor del
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Figura 2:
Zigurat de la ciudad de Ur dedicado a la diosa de la Luna.
Construido hacia el 2095 a.C.
Desde templos como éste hacían sus observaciones
los sacerdotes-astrónomos babilonios.
COR
TESÍA DEL
AUTOR
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2100 a.C. La evolución de este sistema babilónico de
36 estrellas dio lugar a la diferenciación de 18 conste-
laciones “que se sitúan en el camino de la Luna”, es de-
cir, en la eclíptica. Muchas de estas constelaciones co-
rresponden con las zodiacales que conocemos en la
actualidad: Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra,
Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario, Piscis, Aries,
pero también Las Pléyades, Orión, Perseo, Auriga, par-
te de Piscis, la diosa Anunitu. La posición de los pla-
netas en las constelaciones podía implicar presagios di-
ferentes para los mesopotámicos: “Si Marte se acerca a
Escorpio habrá una brecha en el palacio del príncipe”.
La creación posterior de doce signos zodiacales cu-
briendo 30º de cielo sin tener relación directa con la dis-
posición y extensión exacta de las constelaciones a las
que hacen referencia pudo ser una necesidad de pro-
yectar sobre el cielo los doce meses del año astronómi-
co, así como por su utilidad para la construcción de car-
tas natales u horóscopos. Por otra parte, este cambio
pudo obedecer también a motivos religiosos debido a la
importancia cada vez mayor de los dioses solares. La pri-
mera referencia a efemérides indicando la posición de
planetas respecto al zodiaco proviene de 419 a.C.: “Ni-
sannu: Júpiter y Venus, al extremo de Géminis, Marte en
Leo, Saturno en Piscis. día 19: Mercurio como estrella
de la tarde se pone en Tauro. Día 2 de Addaru: Júpiter
en el extremo de Cáncer, Venus en Aries, Saturno, Mar-
te y Mercurio invisibles”.
En definitiva, el zodiaco se establece como un siste-
ma de referencia donde podemos tabular la posición de
los planetas en términos de grados respecto al punto ori-
gen del zodiaco. A cada uno de estos signos zodiacales
se les otorga unos ciertos “poderes” astrológicos.
TRANSMISIÓN DE LA ASTROLOGÍA
MESOPOTÁMICA A LOS GRIEGOS
Ningún investigador duda del origen mesopotámico de
la astrología occidental. La ruta de esta transmisión fue
desde Mesopotamia a Egipto, Grecia e India a partir de
la época del imperio de Alejandro Magno (época hele-
nística). Distintas leyendas nos dicen que la transmisión
a Grecia de las prácticas astrológicas fue llevada a cabo
por Beroso, un sacerdote babilonio que se trasladó a la
isla griega de Cos fundando una escuela en el III a.C.
En realidad no sabemos exactamente lo que ocurrió des-
de la elaboración de la primera carta natal en el 410
a.C. y el texto astrológico completo más temprano que
se conoce, el Astronomicon, de Marco Manilio, escrito
durante el reinado de Tiberio (entre el 14 y el 37 d.C.).
Los únicos textos griegos sobre astrología que han so-
brevivido son el Carmen Astrologicum de Doroteo de Si-
dón, escrito a comienzos del siglo I d.C. y el celebérri-
mo Tetrabiblos de Claudio Ptolomeo, del siglo II d.C.
Este último libro presenta una técnica muy compleja de
elaboración de las cartas natales que nunca se ha po-
dido encontrar en los textos cuneiformes. Es posible que
los fundamentos de las técnicas que describe Ptolomeo
se originaran en Persia y que se desarrollasen poste-
riormente en Grecia, pero esto no es más que una hi-
pótesis.
Una de las contribuciones importantes atribuidas a
la astrología griega fue el establecimiento del carácter
de cada planeta. Aunque en el Enuma Anu Enlil ya se
distingue entre planetas benéficos (Venus y Júpiter), ma-
léficos (Marte y Saturno) y ambivalentes (Mercurio), pa-
rece ser que los griegos les proporcionaron el carácter
que se puede encontrar en la astrología contemporánea.
Existe una diferencia fundamental entre la astrología
babilónica y la posterior griega. La primera de ellas fue
esencialmente reveladora, en el sentido de que los sig-
nos o presagios celestes nos proporcionan indicios sobre
cuál puede ser la voluntad de los dioses. No hay un con-
cepto de causa y efecto implícito. La posición de los pla-
netas no causa los hechos sino que nos indica que és-
tos pueden producirse. No existe un determinismo. La
posición de los planetas y los hechos que presagian es-
tán gobernados, en última instancia por la voluntad ca-
prichosa de los dioses. Hay varios factores que pueden
haber influido en la evolución de una astrología revela-
dora a otra determinista como es la griega. Por una par-
te los avances en la predicción de las posiciones pla-
netarias a partir del siglo IV a.C. y, por otra, la aparición
del estoicismo con Zenón de Citio. Esta corriente filo-
sófica mantiene la naturaleza cíclica de la creación con
periodos de muerte y destrucción del Universo y la ley
del destino humano. De hecho, los estoicos consideran
que todas las cosas del Cosmos obedecen una misma
ley del destino y que las mismas leyes físicas gobiernan
tanto a los objetos terrestres como a los de la esfera ce-
leste. La vida humana está predestinada. La combina-
ción de la filosofía estoica y la aristotélica impregna el
Tetrabiblos de Ptolomeo, cosa que se demuestra en este
pasaje: “Las estrellas así como los planetas, según re-
corren sus órbitas, producen muchas impresiones sobre
el Ambiente. Generan calor, vientos y tormentas, una in-
fluencia a la que todos los objetos terrestres están su-
jetos. Más aún, la configuración mutua de todos estos
cuerpos celestes, mezclando sus influencias individua-
les, produce una multiplicidad de cambios”.
Este pasaje revela ya un sentido determinista, una
relación causa-efecto, concepción mecánica del mundo
reinterpretada a partir del estoicismo que será también
asumida por los únicos autores de los que tenemos tex-
tos astrológicos en latín: Marco Manilio, que escribió el
Astronomicon y Julio Firmicio, que escribió la Mathesis.
Ambos autores entienden que los indicadores celestes
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y los sucesos terrestres vienen
determinados por un mismo ante-
cedente: la mente divina.
Los astrólogos griegos atribu-
yeron también distintas propieda-
des a los signos del zodiaco, en
buena parte basadas en las figuras
que representan los signos. Otras
propiedades adicionales son los
cuatros elemento o “humores”: fue-
go, aire, tierra y agua que según
Aristóteles constituyen el mundo
sublunar. A cada uno de los signos
se le asocia uno de estos elemen-
tos, lo que define una clasificación
cuaternaria. Otra clasificación es la
ternaria, con signos “cardinales”,
“fijos” y “móviles”. Y una última
polaridad en masculinos o activos
y femeninos o pasivos. Los signos
de tierra se consideran “prácticos”.
los de agua “emotivos”, los de aire
“intelectivos” y los de fuego “ins-
piradores”. Las propiedades de
los signos se debilitan o aumentan
según los planetas que se hallen en
ellos. Se tiene una combinación es-
pecialmente intensa cuando un
planeta se encuentra en un signo
que domina. Según el Tetrabiblos
de Ptolomeo, la influencia de cada
planeta es más fuerte cuando está
en un signo determinado, se dice
que este planeta “domina” el sig-
no: Sol-Leo, Luna-Cáncer, etcéte-
ra. Como los griegos eran muy afi-
cionados a la geometría, también
influye el ángulo que forman entre
sí los planetas: conjunción (muy
cercanos), cuadratura (a 90º), oposición (180º). Un ho-
róscopo será entonces la interpretación de la combina-
ción de las propiedades de los planetas y de los signos
allá donde se encuentren sobre la bóveda celeste en el
momento del nacimiento.
ASTROLOGÍA EN EL IMPERIO ROMANO
La astrología fue ampliamente aceptada en el Imperio
Romano y fácilmente incorporada a su religión. Se utili-
zó principalmente durante la época imperial y la ejercían
dos clases de astrólogos: por una parte los itinerantes,
que realizaban su arte al aire libre y públicamente, ge-
neralmente en el foro o el circo de las ciudades, estan-
do algunos de ellos especializados en las apuestas de las
carreras o los gladiadores y, por otro, los profesionales,
con clientes pertenecientes a la élite intelectual y social;
generalmente eran extranjeros (egipcios, babilonios y
griegos) debido al atractivo de su personalidad exótica,
quizás como ocurre en la actualidad en España con los
adivinos de origen sudamericano.
Los astrólogos fueron muy utilizados por los empe-
radores, sobre todo Augusto y Tiberio. Fue tanta la fe
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Figura 3:
Representación de Eón-Mitra, dios del Tiempo,
rodeado por los signos del zodíaco.
Relieve en mármol de época imperial romana.
ARCHIVO DEL
AUTOR
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que tenían algunos emperadores, que llegaron a prohi-
bir su práctica (excepto por ellos mismos) debido al mie-
do que les producía que los astrólogos fueran consulta-
dos por sus enemigos. Hubo varios decretos imperiales
prohibiendo estas prácticas. Por ejemplo, los empera-
dores cristianos como Constantino o Teodosio prohibie-
ron su uso por considerarlo un desafío subversivo a la
autoridad de Dios, que en la Tierra residía en la Iglesia
.
El colapso del imperio romano supuso el desuso de la
astrología por largo tiempo en Europa occidental.
Durante el imperio romano la astrología estuvo ínti-
mamente relacionada con la iconografía y los contenidos
de las denominadas religiones mistéricas, como el her-
metismo y el mitraísmo, originarias de Egipto y Asia Me-
nor respectivamente. Estas religiones estaban profun-
damente influidas por la doctrina platónica de la
encarnación del alma a través de las esferas planetarias.
DE LA ANTIGÜEDAD A
LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA
Uno de los aspectos más nocivos de la astrología ha sido
la denominada medicina astrológica, establecida desde
los antiguos griegos y recogida en el Astronomicon de
Marco Manilio. Se basa en la asociación de las distin-
tas partes del cuerpo con signos del zodiaco y de que
muchas de las enfermedades las causan los planetas.
Restos de estas creencias supersticiosas los podemos
observar en los idiomas modernos. Por ejemplo, en va-
rias lenguas a la gripe se la denomina “influenza” esto
proviene de la creencia antigua de que la enfermedad
estaba producida por la influencia de los astros. Otra
anécdota interesante es que en Italia, en el siglo XV, se
creía que la sífilis (traída del Nuevo Mundo tras su des-
cubrimiento) la había causado la conjunción, ocurrida
en 1484, de Saturno con Júpiter en Escorpio, signo que
domina los genitales, y Saturno, que es un signo malé-
fico. La Iglesia cristiana, hostil a la astrología, intentó
construir una medicina alternativa a la astrológica. En
vez de los signos del zodiaco eran los santos los que go-
bernaban distintas partes del cuerpo. Así se debía rezar
a santa Apolonia para los dientes, a San Erasmo para la
barriga y a Santa Lucía para los ojos.
En la cosmología medieval Dios es el primum mobi-
le, es decir el motor que mueve todas las esferas ce-
lestes y planetarias. Esta idea sustentó el convenci-
miento de que la influencia de las estrellas podía causar
movimientos o acciones sobre la Tierra y por lo tanto
también sobre la vida de los hombres. Paracelso, médico
alemán del siglo XV, intentó racionalizar la influencia de
los astros como debida a una especie de onda astral.
Antes de suministrar cualquier medicina, los médicos
astrológicos debían tomar en consideración la posición
de los planetas. Si se quería que una medicina fuese efi-
caz había que esperar a que la Luna se alejara del pla-
neta que favorecía la enfermedad en cuestión y se acer-
case a otro que la obstaculizara. La medicina astrológi-
ca empleaba asociaciones entre distintos metales y
cuerpos celestes: oro-Sol, plata-Luna, hierro-Marte, et-
cétera. El uso abusivo de la medicina astrológica se ilus-
tra en el texto del siglo XII De urina non vista escrita por
Guillermo de Marsella. Esta obra se basa en el diag-
nóstico de enfermedades mediante el análisis visual de
la orina de los enfermos. Este método tenía un proble-
ma que era cuando no se podía obtener la orina del en-
fermo. El autor resolvía el problema construyendo el ho-
róscopo del paciente para conocer la apariencia que
debía tener dicha orina. Resulta paradójico que el con-
siderado primer tratado de medicina impreso en caste-
llano, escrito por el médico y astrólogo Diego de Torres
en 1485, llevara el título Eclipse de Sol. En esta obra
además de predecir el eclipse de Sol ocurrido el 16 de
marzo de 1485, ofrece “medicinas preservativas y cu-
rativas y remedios contra la pestilencia que significa el
eclipse de Sol”.
Una de las innovaciones astrológicas más importan-
tes realizadas en la Edad Media la llevaron a cabo los
astrólogos árabes, que incluyeron una complicación más
a los horóscopos: el concepto de las casas. Como la Tie-
rra gira sobre su eje cada 24 horas, los astros aparentan
desplazarse diariamente sobre la esfera celeste. Los ára-
bes idearon un sistema de doce husos inmóviles sobre
la esfera de 30º de anchura, denominados casas y se-
parados por meridianos denominados cúspides. Como
era de esperar, cada casa está dominada por un signo
del zodiaco y Aries domina la primera casa, que coincide
con el horizonte este. Cuando un signo se encuentra en
la casa que domina se intensifica su efecto en el ho-
róscopo. La cúspide de la primera casa se denomina
“ascendente”, mientras que la cúspide de la sexta es el
“descendente”. Son muy importantes en el horóscopo
actual. Todavía hay discusiones entre los astrólogos para
definir el tamaño de las casas y la posición exacta de las
cúspides.
La Iglesia, en sus intentos de luchar contra la as-
trología popular, creyó conveniente en el siglo XII acep-
tar los métodos de la astrología árabe para intentar “ra-
cionalizar” la lectura de los presagios celestes y ponerlos
bajo control eclesiástico, así como controlar el cómpu-
to del tiempo, la predicción de eclipses y la determina-
ción de momentos importantes del ritual cristiano,
como la pascua.
Con el renacimiento surge la ciencia moderna y la
separación definitiva entre astronomía y astrología,
aunque esta última era aceptada y utilizada en toda Eu-
ropa. Dentro de la revolución científica de esta etapa se
realizaron dos descubrimientos importantes en el siste-
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ma del mundo que alteraban de raíz las
preconcepciones astrológicas: la redon-
dez de la Tierra y el heliocentrismo.
La redondez de la Tierra plantea varios
problemas graves a la astrología como la
invalidez del sistema clásico de las casas
para millones de personas que viven por
encima del círculo polar ártico. Otro pro-
blema de los habitantes de esas zonas frí-
as es que cuanto más cercanos al polo es-
temos, más son las constelaciones
zodiacales que se encontrarán siempre
por debajo del horizonte.
El horóscopo es, en definitiva, una
aplicación de la cosmología ptolemaica ge-
océntrica en pleno siglo XXI. Podemos de-
cir que la astrología todavía, en los tiem-
pos que corren, no se ha adaptado a la
cosmología copernicana, ya que son las
posiciones geocéntricas y no las heliocén-
tricas las que influyen sobre los humanos.
Por otra parte, el descubrimiento en el si-
glo XVIII del nuevo planeta Urano (por par-
te de la astronomía, no de la astrología)
planteó un nuevo problema para los astró-
logos. ¿Por qué no habían sido capaces de
detectarlo? Por otra parte, en los siglos
posteriores se descubrieron dos planetas
más: Neptuno y Plutón. ¿Quiere esto decir
que los horóscopos realizados antes de es-
tos descubrimientos son erróneos?. Por
otra parte, la órbita de Plutón tiene una in-
clinación de unos 18º y en parte de su ór-
bita lo podemos encontrar fuera de las
constelaciones zodiacales. Finalmente, en
los últimos siglos se han descubierto miles
de nuevos cuerpos celestes en el sistema
solar como asteroides, satélites de otros
planetas o cometas. Si el efecto astrológi-
co de los cuerpos celestes no depende de
la distancia ni de la masa que tienen, se-
gún defienden los astrólogos. ¿Por qué es-
tos objetos no influyen? ¿Por qué no in-
fluyen objetos tan enormes como las
galaxias externas, los cuásares o los agu-
jeros negros, es decir, el resto de objetos
del Universo?.
Tras la revolución científica de los siglos XVI y XVII,
mientras los astrónomos admitieron los nuevos cambios
en la concepción del mundo, los astrólogos no se dieron
por enterados y algunos de ellos continuaron haciendo
grandes negocios llegando a ser muy célebres entre las
sociedades de la época, algo parecido a nuestros adivi-
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Figura 4:
La medicina astrológica consideraba al cuerpo humano
como un microcosmos cuyas distintas partes estaban
regidas por los doce signos del zodiaco.
Este dibujo proviene del
Libro del gremio de los
barbero-cirujanos de York y fue escrito en el siglo XV
(Biblioteca Británica).
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TESÍA DEL
AUTOR
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nos televisivos de hoy en día. La venta de almanaques
astrológicos y la astrología horaria (elaboración de ho-
róscopos para hechos particulares que ocurrían en un
momento determinado) eran los productos más solici-
tados. Uno de los astrólogos profesionales más famosos
de la época fue el inglés William Lilly, especialmente co-
nocido por su obra Christian Astrology, escrita en
1647. Una de las actividades más provechosas de Lilly
fue la investigación astrológica de crímenes. Con el es-
tudio del horóscopo del momento y lugar exacto del cri-
men, este adivino podía decir si un objeto había sido ro-
bado o había “desaparecido espontáneamente”, la
edad y el sexo del ladrón, incluso la longitud y quizá la
inicial del nombre de pila del ladrón, aunque no el nom-
bre completo (Lilly era consciente del peligro que corría
al proporcionar pronósticos cuya veracidad fuesen fá-
cilmente comprobables). Como era de esperar, no se li-
bró de ir a juicio por ejercer unas prácticas adivinatorias
tan peligrosas como lucrativas.
LA PRECESIÓN DE LOS EQUINOCCIOS
Es interesante que la mayoría de los astrólogos todavía
usen la posición de los signos zodiacales tal y como es-
taban situados hace dos mil años ignorando los efectos
evidentes de la precesión de los equinoccios, por lo que
los signos del zodiaco no corresponden con la posición
de las constelaciones actuales a las que hacían refe-
rencia. El punto origen de posiciones sobre la eclíptica,
el llamado punto Aries (que define la posición del Sol en
el equinoccio de primavera) se ha desplazado atrave-
sando, desde hace unos 2000 años, casi completa-
mente la constelación de Piscis y parece que está a pun-
to de entrar en la de Acuario. Resulta paradójico que la
primera mención explícita sobre la existencia de la pre-
cesión de los equinoccios en textos astrológicos no apa-
rece hasta 1879 en The Textbook of Astrology de A. J.
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TESÍA DEL
AUTOR
Figura 5:
Horóscopo del Observatorio Real de Greenwich
elaborado por John Flamsteed, primer astrónomo real
británico, con motivo de la colocación de la primera
piedra del edificio. Los astrólogos suelen mostrar este
horóscopo como prueba del carácter de que su actividad
es respetada por los científicos, sin embargo suelen
olvidar que en la parte inferior del cuadrado central está
escrita la frase
Risum teneatis amici, que quiere decir
“contened la risa, amigos”
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Pearce, aunque el fenómeno astronómico fue descu-
bierto oficialmente por los griegos en el siglo IV a.C.
¡más de dos mil años antes!
De cualquier forma, algunos astrólogos reconocen
que la precesión crea dificultades y existe una minoría
que sostiene que los signos deben mantenerse con la
posición de las constelaciones originales y la consideran
a la hora de construir sus horóscopos. Éstos son los par-
tidarios de la denominada astrología sidérea frente a la
tradicional astrología trópica, que es la mayoritaria. Sin
embargo, la existencia de dos escuelas genera dificul-
tades y contradicciones insalvables que resultarían ina-
ceptables en cualquier disciplina científica. Por ejemplo,
supongamos una persona nacida un 24 de marzo en la
actualidad. La mayor parte de los astrólogos (trópicos)
nos dirán que esta persona es Aries: tenderá a impo-
nerse a los otros, será un pionero y preferirá actividades
de dirección; a la minoría que emplea la astrología si-
dérea, esa misma persona será un Piscis: tendrá esca-
sas ambiciones mundanas, no aspirará a cargos ni po-
der, preferirá estar en soledad, soñando, alejado de la
competitividad, de la rivalidad y la lucha. Es difícil ima-
ginar una diferencia de caracteres tan acentuada. Pues
bien, estas dos deducciones astrológicas se basan en los
mismos datos.
ASTROLOGÍA Y OCULTISMO.
LA ERA DE ACUARIO
Durante el siglo XIX nace una nueva concepción de la
astrología que, sin lugar a dudas, es la más popular hoy
en día. La astrología pasa a considerarse más como un
vehículo de diseminación
de ideas religiosas y filo-
sóficas alternativas que
como un método de adi-
vinación preciso de los
sucesos humanos. Dentro
de esta interpretación, el
astrólogo, más que una
persona que domina una
técnica, es una persona
investida de ciertos po-
deres de percepción espiritual superior.
En este decantamiento ocultista tuvieron un papel
destacado los teósofos, como Elena Blavatsky o el as-
trólogo-teósofo Alan Leo, los rosacrucianos y otros mo-
vimientos espiritualistas y esotéricos que crearon una
nueva astrología diseñada como vehículo para facilitar
la evolución espiritual hacia una Nueva Era. En su obra
celebérrima Isis sin velo, Blavatsky afirma que para ela-
borar una astrología efectiva es necesaria una percep-
ción espiritual superior. Sus palabras son claras a este
respecto: “La astrología es una ciencia tan infalible
como la astronomía, pero es necesario que el intérpre-
te sea igualmente infalible. Ésta es una condición sine
qua non
de muy difícil realización que ha sido siempre
un gran obstáculo para su desarrollo. La astrología es a
la astronomía como la psicología a la fisiología. En as-
trología y psicología uno tiene que ir más allá del mun-
do visible de la materia y entrar en el dominio del es-
píritu trascendente. Es la misma antigua lucha entre las
escuelas platónicas y aristotélicas, y no es precisamen-
te en nuestro siglo de escepticismo saduceo en que la
primera vaya a prevalecer sobre la segunda”.
Posiblemente, uno de los mitos astrológicos más po-
pulares en la actualidad es el de la llegada de la Era de
Acuario, gracias en parte al famoso musical de los años
sesenta Hair. No hay consenso entre los astrólogos so-
bre la fecha en que comienza dicha Era ni siquiera so-
bre su carácter. Estas disputas se deben en parte a que
no existe un acuerdo sobre cuál fue la posición exacta
del punto cero de Aries sobre el cual se comenzó a me-
dir la posición de los signos, allá por el siglo V a.C. A
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TESÍA DEL
AUTOR
Figura 6:
Horóscopos por
ordenador, tecnología al
servicio de
la especulación. El uso de
parafernalia tecnológica
siempre es una buena
estrategia de
marketing.
background image
esto hay que añadir que tampoco han existido fronteras
exactas y fijas entre las distintas constelaciones zodia-
cales, que han sido tradicionalmente arbitrarias, hasta
su fijación definitiva en una fecha tan tardía como 1928
por la Unión Astronómica Internacional.
Nicholas Campion [2000b], destacado historiador de
la astrología, ha realizado un estudio comparativo acer-
ca de las distintas determinaciones disponibles sobre la
fecha de comienzo de la Era de Acuario recopilando los
datos de 95 publicaciones. Las distintas propuestas re-
cogen fechas que van desde 1457 hasta 3500 d.C. Las
determinaciones recogidas se pueden clasificar en tres
grandes grupos.
1) Las determinaciones basadas en la precesión de
los equinoccios colocan el comienzo de la Era princi-
palmente entre los siglos XXIV y XXV.
2) Otros astrólogos y videntes la fijan con relación a
los movimientos planetarios. Por ejemplo, la clarividente
Jeanne Dixon propone que comenzó a partir de la con-
junción planetaria del 5 de Febrero de 1962, fecha en
la que también se produjo el nacimiento del anticristo
(que a estas alturas ya está un poco entradito en años
el muchacho...).
3) Finalmente, otros especuladores dan fechas sim-
bólicas o la hacen coincidir con el año 2000, por sim-
ple tradición milenarista o como los fieles de la secta ra-
eliana que sostienen que la Era de Acuario comenzó con
el nacimiento de su profeta, Claude Vorilhon: Raël.
Según propone Campion [2000b], el mito de la Era
de Acuario tiene su origen en el último cuarto del siglo
XIX y se trata de una invención de los mismos ocultis-
tas y teósofos, principalmente Alan Leo, que anuncian
la llegada de una nueva época de armonía y evolución
espiritual.
UNA PIEZA QUE NO ENCAJA:
LA ASTROLOGÍA EN LA ACTUALIDAD
Durante el siglo XX los astrólogos han llevado a cabo al-
gunos intentos, aunque escasos, para intentar adquirir
una respetabilidad científica. G. E. Sutcliffe elaboró una
teoría según la cual los cuerpos celestes tienen in-
fluencia sobre la vida en la Tierra mediante una especie
de ondas electromagnéticas, que nadie ha logrado pro-
bar. Sin embargo, la mayoría de los astrólogos intenta
rehuir esta responsabilidad dando la espalda a la ra-
cionalidad (absolutamente necesaria en una disciplina
científica) con comentarios de este tipo: “La astrología
es una ciencia espiritual y siempre huirá del escrutinio
de la ciencia”. Sin embargo, cuántas veces hemos vis-
to a los astrólogos utilizar un ordenador para construir la
carta natal, algo que proporciona un cierto halo “cien-
tífico” a su actividad. Es una paradoja muy común en la
pseudociencia: utilizar la ciencia cuando conviene y de-
nostarla cuando contradice nuestras expectativas. En de-
finitiva, los astrólogos han contribuido bien poco a la
constitución de una base científica para su actividad. Lo
único que podemos concluir después de un análisis his-
tórico y racional es que la astrología, lejos de constituir
una disciplina científica, ha sido un elemento relevan-
te, aunque cada vez menos importante, en el devenir
histórico del pensamiento humano.
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NOTA
El presente texto está basado en una conferencia im-
partida por el autor dentro del curso universitario mul-
tidisciplinar
Ciencia y Pseudociencia en el umbral del
siglo XXI celebrado en la Universidad de La Laguna du-
rante el curso 1999-2000 y organizado por el activo co-
lectivo escéptico canario.
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