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Denis Plunkett descendió mentalmente de los Andes en
1947 con los mandamientos de la religión de los platillos
volantes bajo el brazo. “Creo en los ovnis. Creo en los ex-
traterrestres. Y creo que los gobiernos han hecho todo lo
posible por ocultarnos los hechos al respecto”. Es la pro-
fesión de fe de la que hacía gala todavía en 1998. Sin em-
bargo, nada más empezar el tercer milenio, se ha visto
obligado a suspender la tertulia ufológica que él y su pa-
dre pusieron en marcha. No es que haya renegado de sus
principios, es que la reunión mensual que su grupo cele-
braba en Bristol (Reino Unido) desde hacía décadas ha
sido torpedeada desde el ciberespacio. “En vez de acer-
carse hasta una sala con corrientes de aire para ver mis
viejas diapositivas, resulta mucho más cómodo para la
gente plantarse ante la pantalla del ordenador en la co-
modidad del hogar”, reconocía el ufólogo al diario londi-
nense The Times el pasado 23 de abril.
Las tertulias de la Oficina Británica de Platillos Vo-
lantes (BFSB) han pasado a la historia porque el grupo ya
no cuenta con los seguidores necesarios para hacer fren-
te al alquiler del local. La afluencia a la cita mensual se
limitaba últimamente a media docena de jubilados, lejos
de la época gloriosa en la que, según Plunkett, los socios
de la entidad eran 1.500 y las cartas recibidas, 30 sema-
nales. Esa añorada edad de oro no debe, no obstante, lla-
mar a engaño a nadie. A pesar de su rimbombante nom-
bre y de tratarse de la primera asociación ufológica del
Reino Unido –nació en 1953–, la BFSB es poco más que
una anécdota en la historia del movimiento ovni.
La actividad de la organización, además de las citadas
reuniones, se limitó a la publicación de un boletín –lla-
mado Flying Saucer News, primero, y Flying Saucer News
Bulletin
, después– entre 1953 y 1956. Este colectivo es,
por lo tanto, uno más de los muchos grupúsculos que han
proliferado al calor del mito de las visitas alienígenas, una
entidad prácticamente desconocida para la mayoría de los
seguidores de los platillos volantes, aunque sea intere-
sante por las circunstancias que rodearon su nacimiento.
Unos hechos que, cinco décadas después, es muy posible
que también hayan pesado en Plunkett a la hora de hacer
mutis por el foro. Y no me refiero al evidente, desde fi-
nales de los años setenta, bajón del número de observa-
ciones de ovnis, apuntado por algunos medios de comu-
nicación que se han tomado a la BFSB
mucho más en serio de lo que se merece.
Todo comenzó el 2 de agosto de 1947.
En Argentina, un Avro Lancastrian –un
avión de pasajeros basado en el bom-
bardero Lancaster de la Segunda Guerra
Mundial– despegó de Buenos Aires
con destino a Santiago de Chile. A
bordo del aparato, de la British South
American Airways
y bautizado como
Star Dust, viajaban once personas. El
viaje transcurrió según lo previsto
hasta que, tras dejar atrás Mendoza,
el piloto alertó a la torre de control
de Santiago de que las condiciones
meteorológicas le obligaban a modi-
ficar el plan de vuelo. “El tiempo no
es bueno, pero voy a pasar a 8.000
metros para evitar el temporal”,
informó James R. Cook, de 29
años y veterano de la guerra euro-
pea. Cuatro minutos antes del ate-
rrizaje en la capital chilena, el ra-
diotelegrafista de la nave envió el
siguiente mensaje: “ETA [tiempo
estimado de llegada] Santiago
17.45 hrs Stendec”. El avión
nunca llegó a su destino.
Había pasado poco más de
un mes desde que Kenneth Ar-
nold había visto nueve objetos
volantes sobre el monte Rai-
nier e inaugurado la era de
los platillos volantes. Denis
Plunkett, de 17 años, sufrió
un mazazo. El radiotelegra-
fista del avión desaparecido
en los Andes, Dennis Ham-
mer, y él eran primos. Jun-
to a su padre Edgar, Denis
se convirtió entonces en
un fanático de los ovnis.
Ambos estaban convenci-
el esc
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ptico
verano 2001
EL DICTAMEN
DE LA
MONTAÑA
68
CRÓNICAS DESDE MAGONIA
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dos de que la tripulación de la aeronave había sido se-
cuestrada por alienígenas. ¿Qué les llevaba a pensar así?
Además del ambiente platillista de aquel verano –a
principios de julio se había registrado el incidente de
Roswell–, la última palabra del mensaje final, stendec,
para la que nadie hasta el momento ha encontrado expli-
cación.
Ese vocablo sin significado conocido era uno de los pi-
lares del misterio que rodeaba a un accidente aéreo que,
dramatizado, popularizó el ufólogo español Antonio Ri-
bera en Objetos desconocidos
en el cielo (1961) y en, su versión ampliada, El gran enig-
ma de los platillos volantes
(1966). Ribera incluía el caso
entre otros de encuentros trágicos con presuntos ovnis y,
sin hacer referencia al cambio de altitud decidido por el
piloto a causa del mal tiempo, destacaba –erróneamente–
cómo, en la última emisión, “resonó fuerte y clara la pa-
labra stendec, pronunciada muy deprisa”. Una forma
bastardeada, Stendek, fue elegida como nombre de la re-
vista del Centro de Estudios Interplanetarios (CEI) de
Barcelona, considerada en su época (1970-1981) una de
las más serias publicaciones ufológicas. Los editores de
Stendek creían, como Ribera, que el Avro Lancastrian ha-
bía chocado con un ovni.
“Si alguien viene con una explica-
ción razonable de por qué el avión de-
sapareció sin dejar rastro, estaré en-
cantado de escucharle”, anunciaba
Denis Plunkett en enero de 1999. Un
año después, y un año antes de la sus-
pensión de las tertulias de la BFSB, la
montaña habló. Sin embargo, esta vez no
dijo lo que le hubiera gustado al funda-
dor del club británico de seguidores de
los platillos volantes. En enero de 2000,
un grupo de escaladores halló los restos
del Star Dust y de su tripulación en cerro
Tupungato, en Mendoza, a 5.500 metros
de altitud. Estaban sobre la pista desde
1998 y, por fin, tras un deshielo de un
glaciar, las huellas de la catástrofe salie-
ron a la luz.
Al paródico Moisés de Mel Brooks se
le rompe una tercera tabla de la ley cuan-
do baja del Sinaí. A Denis Plunket se le ha
desplomado encima su Sinaí particular y
ha pulverizado la piedra sobre la que ci-
mentó su credo. Aún así, él sigue en sus
trece: “Estoy tan entusiasmado por los pla-
tillos volantes como siempre lo he estado,
pero el problema es que estamos en la mi-
tad de una larga, larga depresión”, ha di-
cho. Ya se sabe, la fe mueve montañas; no a
la inversa.
é
Luis Alfonso Gómez
verano 2001
el esc
é
ptico
69
La noticia del cese de
actividades de la
organización ufológica
de D. Plunkett en el
Daily Mail. (Archivo)