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El apacible mundo que te rodeaba se está derrumbando
a tu alrededor. Primero, hace unos años, fue tu tendero
de toda la vida, luego algunos conocidos o personas de
tu entorno y, ahora, hasta algunos de tus colegas han
caído. Una epidemia invisible se extiende por el país,
incluso por el mundo y tu deber es proclamarlo a los cua-
tro vientos. Como ocurre con el SIDA (esa otra ¿impara-
ble? epidemia contemporánea que atemoriza al país y
cuyo origen común algunos sospechan), los entes res-
ponsables resultan difíciles de identificar y aunque sus
ataques parecen menos letales, el pronóstico a largo
plazo es igual de terrorífico. Pero en este caso, la situa-
ción se complica porque nadie te cree. Pese a haber
escrito ya dos libros denunciando los hechos, las autori-
dades no hacen caso y se niegan siquiera a destinar un
ínfimo presupuesto para investigar los hechos, calificán-
dolos como casos aislados y con causas diversas, no rela-
cionadas entre
sí.
Peor aún, en muchas ocasiones, ni siquiera los pro-
pios afectados parecen ser conscientes de su situación
(por una mezcla de amnesia y rechazo), lo que complica
extraordinariamente su localización, diagnóstico y segui-
miento. Si con el SIDA los llamados “grupos de riesgo”
parecen centrarse en los aledaños de la sociedad ameri-
cana (homosexuales, drogadictos, etc.) esta nueva epi-
demia no conoce barreras, afecta tanto a hombres como
a mujeres (quizá con una mayor proporción entre estas
últimas), a jóvenes y ancianos (aunque cada vez se redu-
ce más la edad mínima de contagio), y de hecho, el por-
centaje de afectados entre las minorías no WASP es casi
insignificante. Los pilares de la sociedad americana se
encuentran amenazados.
En momentos de duda, te preguntas si no estarás exa-
gerando la cuestión, si los escépticos tendrán razón o si,
al menos, el número de afectados será muy limitado. Las
más de 400 cartas recibidas desde todos los rincones del
país (y del extranjero) te hacen dudarlo, pero lo cierto es
que no dispones de datos contrastados. Es por ello, que
aprovechando una entrevista para una de las más presti-
giosas revistas de la época, decides elaborar un cuestio-
nario que te permita estimar cuán extendida está la epi-
demia.
Fue así como en el artículo de portada del número de
diciembre de 1987 de OMNI, revista norteamericana con
más de 5.000.000 de lectores, Budd Hopkins incluyó
un cuestionario de 25 preguntas, bajo el siguiente epí-
grafe: “Recuerdos Ocultos: ¿Es usted un abducido?” (ver
Tabla 1)
Se recibieron más de 2.000 respuestas. Tras una
selección, Hopkins y sus colegas del Fund for UFO
Research
1
tabularon unos 450 cuestionarios, obteniendo
los siguientes resultados:
De las respuestas analizadas, el 75 por ciento asegu-
raban haber visto un OVNI, el 42 por ciento habían expe-
rimentado “tiempos perdidos” y un 33 por ciento infor-
maba de cicatrices inexplicadas. Un 39 por ciento expre-
saban temores injustificados hacia lugares determina-
el esc
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ptico
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32
Cómo
se sacan
las cuentas
para estimar
el alcance
de
una epidemia
LUIS R. GONZÁLEZ MANSO
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el esc
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ptico
33
¿Ha experimentado usted alguna vez
una abducción por parte de los ocu-
pantes de un OVNI? Por absurda que
esta pregunta pueda parecer, algunos
investigadores piensan que este fenó-
meno, sea físico o metafísico, puede
estar muy extendido. Piensan que
debido a la amnesia que aparece
generalmente asociada a tal expe-
riencia, muchos miles de personas
pueden haber llegado a tener encuen-
tros semejantes, sin conservar poco o
ningún recuerdo de lo ocurrido. Soli-
citamos su colaboración a fin de que
un equipo de psicólogos y ufólogos
pueda comprobar esta teoría de que
existen un gran número de personas
afectadas por lo que ellos llaman “la
experiencia abducción”. Por favor,
rellene el siguiente cuestionario. Los
analistas emplearán las respuestas a
fin de determinar qué porcentaje de
los cinco millones de lectores de nues-
tra revista puede haber sido poten-
cialmente abducido. Podrán también
quizá recoger nuevos detalles sobre la
experiencia en sí.
Preguntas
1. ¿Ha tenido alguna vez un avista-
miento de algo que Vd. considere un
objeto volante no identificado? En
caso afirmativo, por favor, describa el
suceso.
2. Si respondió afirmativamente a la
pregunta 1, ¿informó Vd. de su avis-
tamiento?:
A) A la fuerza aérea o cualquier otro
organismo militar
B) A la policía
C) A los medios de comunicación
D) A alguna organización ufológica
E) A ninguno de los anteriores
3. Si respondió afirmativamente a la
pregunta 1, ¿tiene algunos huecos en
su recuerdo de los hechos, como si su
memoria no fuese un todo coherente?
En caso afirmativo, por favor, detalle.
4. ¿Ha sufrido Vd. algún periodo de
tiempo perdido que le parezca extra-
ño, inusual? En caso afirmativo, des-
criba las circunstancias.
5. ¿Tiene Vd. algún temor o fobia per-
sistente a algún lugar determinado
(tramos de carretera, habitaciones, un
campo de cultivo, etc.)? En caso afir-
mativo, describa el lugar y la natura-
leza de sus temores.
6. ¿Ha experimentado Vd. algún des-
plazamiento extraño, en el que se haya
encontrado en una localización dife-
rente de la que Vd. recordaba haber
estado segundos antes? Por favor, des-
criba este incidente.
7. De niño, ¿vio Vd. alguna vez figu-
ras extrañas (como el hombre del
saco) en su habitación, en una situa-
ción que parecía demasiado real para
ser un sueño? En caso afirmativo, por
favor, describa la figura o figuras aña-
diendo un dibujo si fuera posible.
8. ¿Ha recibido Vd. alguna vez una
herida inexplicable, indolora, con poca
hemorragia y que dejase una cicatriz?
9. Si su respuesta fue ‘sí’, ¿está la
cicatriz localizada en su pecho, en su
espalda, o en qué otro lugar? Por favor,
describa la cicatriz y su ubicación.
10. ¿Ha experimentado Vd. sueños re-
currentes que en su opinión podrían es-
tar relacionados con el tema de los
OVNI y de sus ocupantes? En caso afir-
mativo, describa ese sueño o sueños.
11. ¿Le han contado que de niño esta-
ba frecuentemente perdido en cir-
cunstancias que no recuerda en la
actualidad? En caso afirmativo, explí-
quese.
12. ¿Posee Vd. temores intensos o
fobias, aparentemente sin sentido,
pero que tienen un efecto negativo en
su vida? Describa tanto los temores
como sus efectos.
13. ¿Recuerda palabras “sin sentido”
que parecen tener un significado espe-
cial (aunque todavía por identificar)
para Vd.? ¿Es la palabra TRONDANT
una de ellas?
14. Si es Vd. una mujer, ¿ha experi-
mentado sueños molestos y extraña-
mente realistas sobre estar embara-
zada, sobre recién nacidos, o sobre un
bebé deforme o desaparecido? Por
favor, describa tales sueños en deta-
lle.
15. Si es Vd. un hombre, ¿algún fami-
liar o amigo de sexo femenino le ha
comentado alguna vez sueños seme-
jantes? ¿Los ha tenido Vd. mismo? Por
favor, detalle.
16. ¿Ha padecido Vd. alguna vez pro-
blemas médicos extremadamente raros
y todavía inexplicados? En caso afir-
mativo, ¿cuáles eran los síntomas?
17. ¿Ha sufrido Vd. o su esposa una
interrupción anómala de algún emba-
razo?. De ser así, por favor, detalle.
18. ¿Ha sido Vd. alguna vez sonám-
bulo?. En caso afirmativo, ¿se des-
pertó Vd. alguna vez en el exterior de
su casa? Por favor, describa el inci-
dente.
19. ¿Ha escuchado alguna vez voces
resonando “dentro de su cabeza”, que
le dan órdenes o advertencias?. En
caso afirmativo, por favor explique la
naturaleza de la comunicación y su
reacción a la misma.
20. ¿Ha escuchado alguna vez con
claridad su nombre “dentro de su
cabeza” sin que hubiese ningún soni-
do literalmente audible? Por favor, des-
criba las circunstancias.
21. ¿Ha mencionado algún miembro
de su familia más cercana recordar el
tipo de experiencias o imágenes des-
critas en las preguntas anteriores?
22. ¿Qué respuesta describe mejor
sus ideas íntimas sobre los OVNI?
A) Muchos OVNI son objetos rea-
les, quizá de origen extraterrestre.
B) Los OVNI son probablemente
confusiones con objetos reales,
tales como aviones o planetas, pero
acepto la posibilidad de que algu-
nos de ellos pudieran ser extrate-
rrestres.
C) Todos los OVNI acaban siendo
fraudes, confusiones con objetos
convencionales, o el producto de
imaginaciones desbocadas.
23. ¿Qué respuesta describe mejor
sus sentimientos sobre los informes
de abducciones OVNI?
A) Al menos algunos de los relatos
que he oído parecen genuinos y
acepto la idea de que tales cosas
pueden estar ocurriendo en reali-
dad.
B) Estas historias parecen dema-
siado implausibles como para con-
siderarlas verdaderas pero no pue-
do descartar por completo la
posibilidad de equivocarme.
continúa en la página siguiente
TABLA 1.
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dos; el 31 por ciento aseguraba haberse encontrado en
un sitio distinto de donde se encontraba segundos antes;
el 41 por ciento aseguraba haber soñado con un OVNI de
forma recurrente, pero pocos (apenas un 5 por ciento)
cayeron en la trampa de reconocer como significativa la
palabra “trondant”, inventada por Hopkins como control.
No obstante lo anterior, según Robert Swiatek (el analis-
ta principal del grupo), sólo “un 4 por ciento de los hom-
bres y un 11 por ciento de las mujeres ofrecieron res-
puestas que pudieran catalogarlos como probables abdu-
cidos”. Sin embargo, para Budd Hopkins: “este cuestio-
nario ha probado lo que yo me temía... que existen
muchas personas que parecen haber sufrido una expe-
riencia genuina”.
Llaman la atención algunos aspectos de esta encues-
ta. Resulta lógico pensar (como rápidamente señalaron
los escépticos) que la mayoría de las respuestas proce-
derían de personas ya predispuestas a creer en el fenó-
meno (aunque sólo un 65 por ciento aseguraba creer que
los OVNI fueran extraterrestres). Aún así, de los más de
2.000 cuestionarios recibidos, sólo se tabularon 450.
Sería muy importante saber por qué se descartaron los
demás. Además, aunque las preguntas estaban bien
matizadas, se echan en falta más preguntas de control
(por ejemplo, preguntando por supuestos síntomas que
no sean típicos de una abducción).
Pasemos a los resultados. Contra la idea de Hopkins
de que muchos abducidos ni siquiera recuerdan haber
visto el OVNI que los abdujo, dos tercios de los encues-
tados sí aseguran haber visto alguno, mientras que
menos de la mitad habían sufrido “tiempo perdido” y
apenas un tercio mostraba cicatrices inexplicadas. Así
pues, incluso entre aquellos lectores ya predispuestos a
considerar una hipotética abducción, muy pocos cum-
plen con los supuestos síntomas, los porcentajes supe-
riores (siempre inferiores al 50 por ciento) los obtienen
las preguntas referidas al “tiempo perdido” y a los sue-
ños con OVNI, situaciones fácilmente explicables en tér-
minos psicológicos. Por ello, al final, los “probables
abducidos” rondaron apenas las 40 personas, menos de
un 5 por ciento sobre el total de cuestionarios recibidos.
Los temores de Hopkins no parecen justificados, consi-
derando que la muestra estaba sesgada (pues sólo se
molestaron en enviar el cuestionario aquellos cuyas res-
puestas eran afirmativas).
Lo ideal habría sido profundizar en el análisis de esos
40 abducidos potenciales. Cierto es que se les envió una
guía introductoria (escrita por Hopkins y Jacobs) con fra-
ses tan estimulantes como las siguientes: “La decisión
de si Vd. debería o no investigar el origen de esos preo-
cupantes sueños, recuerdos o experiencias OVNI resulta
de una importancia crucial (...). De hecho, puede ser la
decisión más importante a la que Vd. se enfrente jamás.
Puede tratarse de una de esas raras ocasiones en que
una elección simple y consciente puede alterar perma-
nentemente el curso de su vida. Si Vd. acaba descu-
briendo que efectivamente tuvo alguna experiencia de
abducción OVNI, no podrá haber marcha atrás. Su rela-
ción con familiares y amigos, e incluso
con el mundo en general, habrá cambiado
para siempre”. Pero, aunque es de supo-
ner que varios acabarían cayendo en las
“garras” de algún ufólogo local, jamás se
ha informado de los posibles hallazgos a
nivel global.
Sea cual sea la interpretación de los
resultados, la encuesta resultaba a todas luces insufi-
ciente. Por fortuna, a estas alturas, Hopkins había logra-
do captar la atención de dos adinerados mecenas (un
millonario promotor inmobiliario de Las Vegas llamado
Robert Bigelow y nada menos que el -por aquel entonces-
príncipe heredero de Liechtenstein, diminuto país cen-
troeuropeo entre Austria y Suiza) quienes se prestaron a
financiar una nueva encuesta en serio.
Naturalmente, si fuese correcta la hipótesis de
Hopkins de que la mayoría de los abducidos ni siquiera
sabe que lo son, resultaría inútil una pregunta directa
que, además, ni siquiera aquellos que tuvieran algún
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34
Resulta lógico pensar que
la mayoría de las respuestas
procederían de personas ya predispuestas
a creer en el fenómeno.
C) No puedo aceptar que tales rela-
tos sean otra cosa que fraudes o el re-
sultado de alguna aberración mental.
24. Usted
A) como persona interesada en el
tema, ¿ha leído más de tres libros
o artículos sobre OVNI en el último
año?
B) como persona curiosa al res-
pecto, ¿ha leído quizá un libro o
dos, o algunos artículos sobre OVNI
en los últimos años?
C) como persona que considera
absurdo todo el asunto, ¿ha trata-
do de evitar saber nada sobre el
tema?
D) Si ninguna de las anteriores
categorías resulta aplicable, por
favor, explíquese.
25. ¿Qué respuesta describe mejor su
reacción ante este cuestionario?
A) Rechazo intelectual
B) Intranquilidad
C) Curiosidad intelectual
D) Entretenimiento
E) Indiferencia
Datos personales
Si desea que el ufólogo Budd Hopkins
o alguno de sus colegas se ponga en
contacto con usted, rellene su direc-
ción en las casillas oportunas. Todos los
nombres y direcciones serán estricta-
mente confidenciales.
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recuerdo responderían afirmativamente ante el encuesta-
dor dada la mala fama de la cuestión (o, al menos eso
argumentaban Hopkins y Jacobs en su exposición de
motivos). Por ello, se vieron obligados a diseñar para la
nueva encuesta varias preguntas sobre toda una serie de
“experiencias inusuales”, que según sus investigaciones
estaban directamente asociadas con las abducciones
(Tabla 2)
Según explican los autores, la pregunta sobre los fan-
tasmas sólo tenía la función de introducir el tema de lo
oculto a los entrevistados. Aunque (quizá porque un 11%
aseguró haberlos visto) también comentan que en
muchas ocasiones, los abducidos habían considerado a
sus visitantes como fantasmas hasta que se les explicó lo
contrario. La pregunta sobre los “viajes astrales” sigue
siendo de relleno, aunque hallazgos posteriores del
Kenneth Ring, también la hayan dotado de un significa-
do adicional.
Por lo que se refiere a las cinco preguntas sobre “sín-
tomas”, los autores están familiarizados con las parálisis
nocturnas derivadas de los estados hipnopómpicos e hip-
nogógicos
, pero consideraban que añadiendo el matiz de
una presencia extraña el encuestado descartaría aquellos
casos. Respecto a la pregunta del vuelo, consideran que
basta con añadir el adverbio “físicamente” (“actually”)
para que el encuestado descarte los vuelos oníricos.
Hopkins vuelve a emplear la palabra de control
“Trondant”, sin darse cuenta de que al menos cinco
millones de norteamericanos (los lectores de OMNI) ya
estaban familiarizados con ella (cierto que, en todo caso,
al eliminar “falsos negativos” las estimaciones serían
conservadoras). Justificaciones semejantes se aplicarían
en el diseño de las restantes preguntas.
Merece la pena comparar esas cinco preguntas sinto-
máticas con los resultados de la encuesta en la revista
OMNI. Se incluyen la cuestión
sobre la parálisis (que acabaría
siendo la que obtuviese un porcen-
taje mayor), la del vuelo y la de las
bolas de luz, mientras que se des-
carta la de temores injustificados y
la de los sueños recurrentes sobre
OVNI pierde su carácter clave.
Parece pues que no están clara-
mente definidos los rasgos de una
abducción.
Todas estas preguntas se inclu-
yeron en el cuestionario que la
empresa de sondeos The Roper
Organization
realiza todos los
meses en unos 2.000 hogares
americanos, con diversas pregun-
tas sobre estilos de vida, comporta-
mientos, actitudes y opiniones. Y
se distribuyeron en tres oleadas, en
los meses de julio, agosto y sep-
tiembre de 1991, hasta obtener un
total de 5.947 respuestas. El mar-
gen promedio de error de tal
encuesta global estaría en un
+1,4%
Los resultados fueron presenta-
dos a la comunidad ufológica en
una monografía de 60 páginas
2
,
que sería también distribuida de forma gratuita ¡a casi
100.000! profesionales en el campo de la salud mental.
Del total de 5.947 adultos, aquellos que respondie-
ron afirmativamente a alguno de los cinco indicadores
clave fueron 1.868 (una vez eliminado el 1% que con-
testó afirmativamente a la palabra “trondant”). Dentro de
este grupo:
◗ 1.033 informaron de una (y sólo una) de esas expe-
riencias.
◗ 484 informaron de dos (y sólo dos) experiencias.
◗ 232 informaron de tres (y sólo tres) experiencias.
◗ 101 informaron de cuatro (y sólo cuatro) experiencias.
◗ Y sólo 18 personas informaron haber tenido todas las
cinco experiencias.
Desgraciadamente, aunque se nos ofrecen los por-
centajes desglosados, no podemos saber, por ejemplo,
cuál fue esa quinta experiencia que no compartieron
esas 101 personas. Los porcentajes de cada pregunta
aparecen en la Tabla 3ª.
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el esc
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35
Esta ficha incluye una lista de cosas
que pudieran haberle ocurrido a Vd. en
algún momento de su vida, bien sea
como niño o como adulto, o en ambos
casos. Nos gustaría que leyese la ficha
con tranquilidad y para cada una de las
preguntas me indicase si, por todo lo
que Vd. puede recordar, el hecho des-
crito le ha sucedido a Vd., más de dos
veces, sólo una o dos veces, o nunca:
a. Ver un fantasma.
b. Tener la sensación de que ha aban-
donado su cuerpo.
c. Ver un OVNI.
d. Despertarse paralizado y con la sen-
sación de la presencia en la habi-
tación de una persona o algo extra-
ño.
e. Sentir que está volando físicamen-
te por el aire sin saber cómo ni por
qué.
f. Oír o ver la palabra TRONDANT, sa-
biendo que tiene un significado es-
pecial para Vd.
g. Experimentar un período de tiempo
de una hora o más, en la que estu-
vo aparentemente perdido, pero
que Vd. no puede recordar por
qué, ni dónde habría estado.
h. Ver luces o bolas de luz inusuales en
alguna habitación sin saber que las
ha causado ni de dónde proceden.
i. Encontrarse cicatrices misteriosas en
el cuerpo sin que ni Vd. ni nadie
más recuerden cuándo, dónde o
cómo las recibió.
j. Haber visto, sea como niño o como
adulto, una figura terrorífica (que
pudiera ser un monstruo, una bru-
ja, un demonio o alguna otra figu-
ra maligna) en su dormitorio, en su
armario o en cualquier otro lugar.
k. Tener sueños realistas sobre OVNI”
(En cursiva, los 5 indicadores clave que
según los investigadores apuntarían ha-
cia la posibilidad de que el encuesta-
do fuese un abducido.)
TABLA 2.
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Aunque, previamente a la encuesta, los autores esta-
blecieron como criterio discriminador cumplir con todos
los cinco “síntomas”, tras la tabulación de los resultados
sólo 18 personas cumplieron tal requisito (un 0,3 por
ciento, que extrapolado a la población total de los
Estados Unidos, representaría 555.000 abducidos).
Aunque impresionante, dicha cifra les debió saber a poco
a Hopkins y compañía, porque decidieron relajar sus exi-
gencias e incluir también a los que aportaron hasta cua-
tro respuestas afirmativas. Alcanzaron así el 2% de la
muestra, lo que extrapolado representa un promedio de
3.700.000 americanos. Teniendo en cuenta el margen
de error, esta cifra podría oscilar desde unos “pocos”
1.100.000 hasta un máximo de 6.290.000 americanos
adultos, que habrían sido abducidos por extraterrestres.
Demoledor.
O quizá no. Rápidamente llovieron las críticas de los
escépticos, pero también desde las propias filas de la
ufología tradicional. Vayamos por partes:
Centrándonos primero en las propias cifras, Peter
Brookesmith señalaba
3
que debido al margen de error de
la encuesta (un +1,40%), estadísticamente hablando,
cualquier porcentaje inferior a dicho error podría ser tam-
bién cero. Por tanto, todo lo que la encuesta Roper per-
mite decir es que en esa muestra en particular hubo 18
personas que, según Hopkins y Jacobs, podrían haber
sido abducidas. Estadísticamente, podrían ser los 18
únicos abducidos en todos los Estados Unidos.
Además, en mi opinión, las cifras son ciertamente exa-
geradas. Si Hopkins, Jacobs y los demás creyentes en las
abducciones extraterrestres aseguran que las abducciones
no son incidentes aisla-
dos sino repetitivos (i.e:
Jacobs presenta el caso
de Kay Summers que
habría sido abducida
¡14 veces en un mes!
4
),
deberían descartar aque-
llos encuestados que
mencionan apenas uno o
dos incidentes que quizá
podrían tener causas
alternativas (¿por qué no
se separaron de entrada
ambas posibilidades?)
y centrarse sólo en aque-
llos que por su asiduidad
resultarían menos discu-
tibles. De hecho, ellos mismos reconocen la contradicción
de que los indicadores desciendan con la edad, mientras
que lo lógico es que las personas mayores acumulen más
experiencias de abducción. Su explicación: “Quizá como
las experiencias en cuestión se concentran en la juven-
tud, se olviden al envejecer”. Pero entonces, replica Phi-
lip Klass, “los mayores mencionarían más cicatrices inex-
plicables (habiendo olvidado lo que las causó), cuando
según la encuesta Roper ocurre lo contrario”.
También se ha intentado refutar tales cifras por “reduc-
ción al absurdo”. Robert Durant calculó que unos cinco
millones de abducidos sufriendo 10 abducciones a lo lar-
go de 50 años de su vida, supondrían 2.740 abducciones
diarias en los Estados Unidos, por lo que “unos 500 equi-
pos alienígenas, totalizando alrededor de 3.000 alieníge-
nas, bastarían para hacer el trabajo”
5
.
Si consideramos que la tripulación
de cualquier portaaviones ronda los
5.500 marineros, la cosa parecía, bue-
no, plausible. Y ello inquietaba a Durant,
quién cree en los OVNI pero no en las
abducciones. Afortunadamente, otros
como Dennis Stacy
6
pronto señalaron el
error. Recordemos que se supone que
el fenómeno tiene carácter planetario, y a no ser que los
alienígenas tengan una peculiar predilección por los ame-
ricanos WASP, ello elevaría la cifra a unas 60.000 abduc-
ciones diarias, lo que supondría unos 11.000 OVNI en
vuelo cada hora por todo el planeta (y eso sin tener en
cuenta los equipos de apoyo, los turnos de trabajo, etc.).
Stacy lo expresaba muy gráficamente “Los OVNI se amon-
tonarían sobre las principales zonas metropolitanas del
planeta, teniendo que respetar los derechos preferentes
de aterrizaje y abducción, como hacen los 747 sobre cual-
quier aeropuerto”.
Más allá de los números, las críticas
7
se centraron en
dos aspectos metodológicos clave:
Primero, las dificultades de diseño y la ausencia de
pruebas previas que demostrasen que los encuestados
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Ha ocurrido
Ha ocurrido
Total
1 ó 2 veces
más de 2 veces
acumulado
a. Ver un fantasma.
8%
3%
11%
b. Tener un viaje astral.
10%
4%
14%
c. Ver un OVNI.
6%
1%
7%
d. Despertarse paralizado.
13%
5%
18%
e. Sentirse volando.
7%
3%
10%
f. Oír o ver la palabra TRONDANT
1%
1%.
g. Experimentar “tiempo perdido”.
10%
4%
14%
h. Ver luces o bolas de luz inusuales.
6%
2%
8%
i. Encontrarse cicatrices misteriosas.
6%
2%
8%
j. Haber visto una figura terrorífica.
11%
4%
15%
k. Tener sueños realistas sobre OVNI.
4%
1%
5%
TABLA 3.
“Los OVNI se amontonarían sobre
las principales zonas metropolitanas del
planeta, teniendo que respetar los derechos
preferentes de aterrizaje y abducción.”
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entendían las preguntas justo como Hopkins y los demás
pretendían que lo hiciesen. Gary Posner ilustraba muy
gráficamente en un artículo suyo disponible en Internet
8
las ambigüedades que podrían presentarse. El propio lec-
tor puede analizar sus propias respuestas al cuestionario
desde distintos puntos de vista.
Y segundo, las cuestiones de confianza y validez de la
encuesta. Respecto a la confianza (¿darán mediciones
repetitivas resultados similares?) no se ofrecen las medi-
das estadísticas habituales de consistencia interna o
intercorrelación de los diferentes síntomas, señal eviden-
te de un trabajo poco profesional que sólo puede perju-
dicar la imagen de la ufología.
Pero lo que invalida todo este esfuerzo, convirtiéndo-
lo en un derroche de dinero que podría haber sido mejor
empleado, es la cuestión de la validez: ¿miden tales indi-
cadores realmente lo que se desea medir? Los autores
incurren en un silogismo erróneo, una falacia “non sequi-
tur
”, también conocida como “exclusión de la premisa
intermedia”. Incluso si todos los abducidos contestasen
afirmativamente a esas cinco preguntas clave, no se
sigue lógicamente que todos los que las contesten afir-
mativamente son (o pueden ser) abducidos.
Por decirlo más gráficamente, no porque todos los
perros tengan cuatro patas, una mesa (que también tiene
cuatro patas) ladra y devora huesos. Es decir, no sabe-
mos cuántos no-abducidos responderían afirmativamen-
te... y no resulta fácil saberlo porque no podemos obte-
ner una muestra de no-abducidos para contrastarlo.
Hopkins presentó las conclusiones de la encuesta
Roper en la “Conferencia para el estudio de las
Abducciones” que tuvo lugar en el MIT de Massachus-
setts (EE.UU.) entre el 13 y el 17 de junio de 1992, y
algunos de sus colegas acudieron en su ayuda con sus
propias encuestas y sugerencias, recogidas en el tomo de
684 páginas editado tras el evento
9
.
Así, Joe Nyman (informático) encuestó a 36 colegas
y aunque ninguno contestó afirmativamente a todos los
cinco indicadores, aseguró haber encontrado un mínimo
de 3 abducidos, por lo que consideraba que los criterios
aplicados por Hopkins eran conservadores. Un médico de
familia californiano, David M. Gordon, realizó una
encuesta informal entre sus pacientes y colegas: entre
los 266 encuestados encontró 4 probables abducidos.
Finalmente, un abducido que trabajaba como taxista en
Washington D.C. se dedicó a interrogar a todos sus clien-
tes y asegura que un 1% de los mismos pensaban haber
estado a bordo de un OVNI. Todas estas cifras están en
un mismo orden de magnitud, pero esto no es suficien-
te. Por ello, Don C. Donderi (psicólogo experimental)
diseñó un estudio con mayor profundidad. Dado que
algunos de los entrevistados en la encuesta Roper facili-
taron voluntariamente sus datos personales, Donderi pro-
puso realizar a una muestra representativa de los mis-
mos, diversas pruebas psicológicas y entrevistas en pro-
fundidad, con un coste estimado de 140.000 dólares.
Este estudio, que parecía bien formulado, jamás llegó a
realizarse.
Pese a las críticas recibidas, las cifras de Hopkins
fueron fervorosamente acogidas por los creyentes, quie-
nes sin ningún pudor empezaron a utilizar las estimacio-
nes más extremas (seis millones de norteamericanos
abducidos) en sus declaraciones. También empezaron a
circular cuestionarios de “síntomas” cada vez más alam-
bicados, de los que resulta difícil escapar sin verse refle-
jado
10
.
Y si las cifras eran ciertas, la única conclusión admi-
sible ante la falta de respuesta gubernamental era que los
gobiernos de todo el mundo formaban parte del complot,
habiendo llegado a siniestros acuerdos con los alienígenas
para intercambiar las vidas de sus ciudadanos por tecno-
logía. No sólo nos enfrentamos a una epidemia invisible,
sino que además los propios encargados de nuestra segu-
ridad nos han vendido al enemigo explotador.
Superado por las extrapolaciones, pero incapaz de
renunciar a sus propios cálculos, Hopkins ha optado por
una postura no tan extremista, tratando de preservar la
“inocencia” gubernamental mediante el recurso deses-
perado de considerar a los alienígenas como seres todo-
poderosos, capaces de atravesar (y hacer atravesar a sus
víctimas) paredes y techos, de hacerse invisibles a volun-
tad, de “desconectar” a todos los testigos molestos
(incluso en medio de una gran urbe como Nueva York),
etc. etc.
En ambos casos, no parece que pueda haber marcha
atrás en las estimaciones. Por ello, no resulta sorpren-
dente que hayan pasado desapercibidos en el mundillo
ufológico (salvo algunas denuncias por parte de los
escépticos) los resultados de una nueva encuesta Roper
realizada en 1998
11
.
Actuando esta vez a través de su fundación National
Institute for Discovery Science (NIDS) (Instituto
Nacional para la Ciencia de los Descubrimientos), Robert
Bigelow se ha gastado sus buenos dólares en volver a
pasar el cuestionario de 1991 a 5.995 americanos adul-
tos, con los siguientes resultados (Ver la Tabla 4 para la
distribución de porcentajes por preguntas):
otoño - invierno 2000
el esc
é
ptico
37
1991
1998
Variación
Informaron de una (y sólo una)
de esas experiencias.
1.033
702
- 32%
Informaron de dos (y sólo dos)
experiencias
484
275
- 44%
Informaron de tres (y sólo tres)
experiencias
232
95 -
59%
Informaron de cuatro
(y sólo cuatro) experiencias
101
56
- 47%
Informaron haber tenido
todas las cinco experiencias
18
12
- 33%
background image
Para todas y cada una de las preguntas, en 1998
muchas menos personas aseguraron haber tenido alguna
de esas “experiencias personales inusuales”, y en oca-
siones por grandes márgenes.
Tanto las visiones de fantasmas como de OVNI se han
mantenido en porcentajes similares (aunque pasan de
64 a 69 el número de personas que asegura haber visto
OVNI más de dos veces, curioso), mientras que los “via-
jes astrales” bajan y las visiones de monstruos se des-
ploman ¡en un 73%!. En lo referido a los indicadores de
abducción, los descensos son muy significativos aunque
sigue siendo importante el porcentaje de personas que
afirman haberse despertado paralizadas. Pero aunque
estos catastróficos resultados (que reducen a la mitad el
número de potenciales abducidos tras casi una década
en que supuestamente los alienígenas habrían incre-
mentado sus actividades) son ya de por sí reveladores, la
puntilla definitiva vino de la mano de la nueva pregunta
(introducida por un “error técnico”).
Recordemos que Hopkins y Jacobs se mostraban reti-
centes a interrogar directamente a las personas sobre sus
abducciones, argumentando que la norma general era una
amnesia al respecto y,
además, incluso quienes
lo recordasen se mostra-
rían remisos a revelar tan
asombrosas vivencias al
encuestador. Pues bien,
en 1998, 20 personas
reconocieron haber sido
abducidas (13, una o dos
veces, y 7, más de dos
veces). Extrapolado a la
población estadouniden-
se supondrían unos
900.000 americanos,
aunque como el margen
de error sigue siendo el
1,4% podrían tratarse
(estadísticamente hablan-
do) de los únicos 20
abducidos del país... o
representar hasta casi
3.870.000 abducidos, en el otro extremo del margen de
error.
Lo más curioso es que estas 20 respuestas directas
superan con mucho a los apenas 12 individuos que con-
testaron afirmativamente a los cinco indi-
cadores indirectos de abducción. La pre-
sunción de Hopkins y Jacobs queda clara-
mente refutada: sus supuestos indicado-
res no indican de modo fiable lo que se
pretende. De hecho, ni siquiera sabemos
cuántos de los 12 individuos que recono-
cieron los síntomas de abducción están
entre los 20 que aseguran haber sido
abducidos. Punto clave cuya ocultación sí
podría merecer denuncias de secretismo
interesado.
Más allá de la discusión sobre la vali-
dez de estos indicadores o sobre el núme-
ro de afectados por el fenómeno de las abducciones
(sean éstas consideradas sucesos reales instigados por
alienígenas o efectos iatrogénicos provocados por tera-
peutas e hipnólogos ineptos), la conclusión que se puede
extraer de todos estos intentos de estimación es clara:
Los expertos como Hopkins y Jacobs no saben (o no quie-
ren) utilizar el método científico adecuadamente.
Sus errores lógicos, su incapacidad de profundizar en
los análisis y su resistencia a asimilar las críticas mejo-
rando sus investigaciones, resultan poco serias. O lo
hacen a propósito o están tan encerrados en su cosmovi-
sión que son incapaces de ver que existe otra lectura
posible de los mismos datos, que prescinde de los alie-
nígenas secuestradores. ¿Qué otra interpretación?
Sencillamente, que el que busca lo que desea encontrar,
lo encuentra. Las encuestas mal hechas, después de
todo, sólo sirven para crear profecías autorrealizadas.
Que no es otro el tema de esta nota.
é
el esc
é
ptico
otoño - invierno 2000
38
Total 1991
Total 1998
Variación
a. Ver un fantasma.
11%
10%
-9%
b. Tener un viaje astral.
14%
9%
-36%
c. Ver un OVNI.
7%
7%
-
d. Despertarse paralizado.
18%
11,6%
-35%
e. Sentirse volando.
10%
4,7%
-53%
f. Oír o ver la palabra TRONDANT
1%
1%
-
g. Experimentar “tiempo perdido”.
14%
7%
-51%
h. Ver luces o bolas de luz inusuales.
8%
5,25%
-34%
i. Encontrarse cicatrices misteriosas.
8%
4,44%
-44%
j. Haber visto una figura terrorífica.
15%
4%
-73%
k. Tener sueños realistas sobre OVNI.
5%
-
-
l. Ser abducido por los tripulantes de un OVNI
-
0%
-
La pregunta (k) no fue formulada en 1998, siendo sustituida por la (l) a la que respon-
dieron afirmativamente 20 encuestados.
k. Tener sueños realistas sobre OVNI.
4%
1%
5%
TABLA 4.
La conclusión que se puede extraer
de todos estos intentos de
estimación es clara:
Los expertos como Hopkins y Jacobs
no saben (o no quieren)
utilizar el método científico
adecuadamente.
background image
NOTAS
1. “Hidden Memories: Are You an Abductee?, OMNI
Diciembre 1987, p. 55.
Pamela Weintraub, “True Confessions”, OMNI Febrero
1989, pp. 18, 127.
Don Berliner, Dr. Bruce Maccabee y Rob Swiatek, The
OMNI Abduction Questionnaires: Final Results (Was-
hington, FUFOR, 1989).
2. Unusual Personal Experiences: An Analysis of the Data
from Three National Surveys, conducted by The Roper
Organization (Las Vegas, Bigelow Holding Corp, 1992).
3. Peter Brookesmith, “Do aliens dream of Jacobs’ she-
ep?”, Fortean Times Octubre/Noviembre 1995, pp. 22-
30.
Peter Brookesmith, “Roper’s Latest Knot: The 1998 Abduc-
tion Survey”, The Anomalist nº 8, 2000, pp. 33-38.
4. David M. Jacobs, “The Threat; Revealing the secret
alien agenda”, Simon & Schuster, Nueva York, 1999,
p. 126.
5. Robert Durant, “Alien Abduction Workload”, The Bulle-
tin of Anomalous Experience, Febrero, Abril, Junio y
Agosto 1993.
6. Patrick Huyghe, “The Best Kept Secret” en Hilary Evans
& Dennis Stacy (eds.) UFO 1947-1997: Fifty years of
flying saucers , Fortean Times, Londres, 1997, pp.
203-210.
7. Lloyd Stires, “3.7 Million Americans Kidnapped by
Aliens? Part 1: Critiquing the ‘Unusual Personal Expe-
riences’ Survey”, The Skeptical Inquirer, Invierno 1993,
pp. 142-144.
Philip J. Klass, “Additional Comments About the ‘Unusual
Personal Experiences’ Survey” The Skeptical Inquirer,
Invierno 1993, pp. 145-146. También en Skeptics
UFO Newsletter
nº 16, Julio 1992.
Robert L. Hall, Mark Rodeghier & Donald A. Johnson, “The
prevalence of abductions: A critical Look”, Journal of
UFO Studies
New Series, vol. 4, 1992, pp. 131-135.
También en MUFON UFO Journal nº 303, Julio 1993,
pp. 9-11 y 14.
8. Gary Posner, “Skeptically Speaking”, Column #12 &
13 - Noviembre y Diciembre 1992. http://mem-
bers.aol.com/garypos/Roper_Poll.html
9. Andrea & David E. Pritchard, John E. Mack, Pam Kasey,
Claudia Yapp (eds.), Alien Discussions: Proceedings of
the Abduction Study Conference held at MIT, Cam-
bridge, MA, North Cambrige Press, Cambridge, 1994.
10. “DIPPING INTO THE GENE POOL Are you a human-
alien hybrid? Take the OMNI self-help quiz to find out”,
OMNI Vol. 13, No. 3, Diciembre 1990. http://www.om-
nimag.com/archives/open_book/almanac/quiz.html
11. http://www.accessnv.com/nids/
La revista bimestral del
Comité para la Investigación Científica de los Hechos
Supuestamente Paranormales (CSICOP)
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