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é
ptico
(Verano 2000)
E
E
s la adolescencia una etapa muy curiosa.
Los chicos y chicas se encuentran atrapa-
dos entre el mundo real y su propio
mundo, de forma que, cuando se enfrentan a
un problema, pueden escoger entre aceptar la
realidad o refugiarse en la fantasía. Además, el
primero es un mundo rígido, irracional, adoc-
trinado y nada atractivo; mientras que su uni-
verso particular está lleno de maravillas donde
todo tiene una respuesta fácil, aunque sea ab-
surda. Para ellos, el mundo irracional es el de
las matemáticas, la física, el latín o la historia.
¿Quién las necesita si tienen a su lado sortile-
gios, cábalas, magias o suertes?
Por otro lado, la plasmación en papel del
mundo real pasa por conceptos tan extrava-
gantes como las constantes y las fórmulas.
¿Cómo puede un número llamarse
pi y valer
unas veces 3’14, otras veces 3’1416 y otras una
tira infinita de cifras?, ¿y si es mentira? Puedo
dar a mis chicos todas las fórmulas falsas que
desee, puedo cambiarle los valores a las cons-
tantes, puedo incluso asegurar la validez de la
teoría del flogisto, y probablemente no les haya
hecho ningún daño: ellos lo olvidarán al cabo
de poco tiempo. El filósofo Fernando Savater
cita la sacralización de la opinión del profesor
y la incapacidad de abstracción del alumno
como los dos principales obstáculos con los que
tropieza el profesional de la enseñanza [Sava-
ter, 1997].
La experiencia que a continuación relato
lleva a la sala de ordenadores esta cuestión
1
.
Allí vamos a comprobar la capacidad evalua-
dora de los adolescentes, basándonos en un
episodio ya clásico en la historia de la inteli-
gencia artificial.
W
EIZENBAUM Y
‘E
LIZA
En 1966, el profesor Joseph Weizenbaum di-
señó un programa que simulaba la conversa-
ción humana.
Eliza –nombre con el que lo bau-
tizó– era en realidad un intento de parodiar a
los psiquiatras de la escuela rogeriana
2
. Los re-
sultados de la broma fueron a más cuando per-
sonas de su entorno buscaban todo tipo de ex-
cusas para hablar con la máquina. La supuesta
conversación tenía para ellos un efecto tera-
péutico que Weizenbaum nunca llegó a com-
prender.
El siguiente fragmento pertenece a una con-
versación que tuvo el profesor con
Eliza [Berry,
1986]. Weizenbaum se hace pasar por una pa-
ciente angustiada (las frases en negrita corres-
ponden a la máquina):
<1> ¡¡H
Ho
ollaa!! S
So
oy
y E
Elliizzaa,, ¿¿ccu
uááll eess ssu
u p
prro
o--
b
blleem
maa??
<2> Todos los hombres son iguales.
<3> ¿¿E
En
n q
qu
uéé sseen
nttiid
do
o??
<4> Siempre están molestándonos por una
razón o por otra.
<5> ¿¿N
No
o p
pu
ueed
dee p
peen
nssaarr een
n u
un
n eejjeem
mp
pllo
o cco
on
n--
c
crreetto
o??
<6> Mi novio me ha hecho venir aquí.
<7> ¿¿S
Su
u n
no
ov
viio
o llee h
haa h
heecch
ho
o v
veen
niirr aaq
qu
uíí??
<8> Dice que estoy deprimida todo el
tiempo.
<9> S
Siieen
ntto
o m
mu
ucch
ho
o llo
o q
qu
uee d
diiccee d
dee ssu
u d
dee--
p
prreessiió
ón
n.
<10> Es cierto. Soy desgraciada.
[...]
<11> ¿¿Q
Qu
uéé ssiiggn
niiffiiccaarrííaa p
paarraa u
usstteed
d rreecciib
biirr
a
ay
yu
ud
daa??
<12> Quizá podría aprender a llevarme bien
con mi madre.
<13> C
Cu
uéén
ntteem
mee m
mááss cco
ossaass sso
ob
brree ssu
u ffaam
mii--
l
liiaa..
<14> Mi madre se ocupa de mí.
Ante una frase introducida por el usuario,
Eliza responde generalmente de dos formas: o
bien extrae partes de esa oración para conver-
tirla en otra –como en las líneas 7, 9 y 13–, o
bien da respuesta genérica –líneas 1, 3 y 5–.
Luego, tiene otros recursos, como almacenar
palabras
clave de la conversación que posterior-
mente puede sacar a debate –en este caso Eliza
guardó la palabra
novio para posteriormente
preguntar: “¿Tiene eso algo que ver con el he-
cho de que su novio le haya hecho venir
aquí?”). Si el programa interpreta una palabra
como importante y en realidad no lo es, el
usuario puede sugestionarse y pensar que ahí
está la raíz del problema.
Eliza era capaz de darle consistencia a un
monólogo del usuario. Dependiendo de sus
Experiencias computacionales al límite de la realidad
JORGE JAVIER FRÍAS PERLES
Emulando a Weizenbaum
1
Esta experiencia fue expuesta recientemente en el Primer Con-
greso de Comunicación Social de la Ciencia, celebrado en
Granada en marzo de 1999.
2
Carl Rogers afirmaba que no hay que influir en el estado aní-
mico del paciente, sino intentar que se conozca a sí mismo.
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afirmaciones y con un poco de suerte, la con-
versación podía ser bastante creíble; pero se le
podía tender trampas que demostraban su ver-
dadera naturaleza. Y, aunque Weizenbaum se
esforzaba por explicar los trucos empleados, la
gente seguía pidiéndole una conversación con
la máquina. El final no fue feliz, y Weizenbaum
llegó a la conclusión de que la inteligencia ar-
tificial era algo maligno y pernicioso.
‘Z
EBAL
’,
EL PARIENTE ESPAÑOL
Encontré a
Zebal en una recopilación de pro-
gramas
shareware, aquéllos que puedes pro-
bar de forma gratuita en versión reducida
3
.
Había prometido a mis alumnos de BUP que
les iba a dejar la última clase del trimestre
para que jugaran con los ordenadores. Como
mi deber moral pasaba por hacer la clase algo
constructiva, busqué juegos para pensar:
rompecabezas, caleidoscopios, alguna ver-
sión del famoso
Tetris y un programa para
conversar con el ordenador,
Zebal.
Jordi Pérez, el autor del programa, se ha
encontrado con algunas trabas para esta ver-
sión. La más importante estriba, en mi opi-
nión, en la complejidad que, frente al inglés,
acarrean los tiempos verbales, el género, las
tildes y ciertas construcciones gramaticales
del español. Además, si el interlocutor co-
mete un error al escribir, el programa tiende
a magnificarlo en la respuesta. La suerte está
en que ni mis alumnos emplean oraciones
muy complejas, ni se aperciben de todos los
errores del programa.
Un ejemplo del acierto de
Zebal está en la
siguiente conversación, aunque la registré
después de unos tres o cuatro intentos falli-
dos en los que el programa no daba buenas
respuestas:
<1> D
Diim
mee ttu
u n
no
om
mb
brree..
<2> Martín.
<3> S
Saallu
ud
do
oss,, M
Maarrttíín
n.. ¿¿D
ón
nd
dee eessttááss??
<4> En Málaga.
<5> Y
Yaa v
veeo
o...... P
Po
orr ffaav
vo
orr,, ssiiggu
uee h
haab
bllaan
nd
do
o
s
so
ob
brree eellllo
o..
<6> Es una ciudad bella y pequeña.
<7> ¿¿C
óm
mo
o ttee aaffeeccttaa q
qu
uee sseeaa u
un
naa cciiu
ud
daad
d
b
beellllaa y
y p
peeq
qu
ueeñ
ñaa??
<8> A veces se me queda pequeña.
<9> ¿¿M
Mu
uy
y ffrreeccu
ueen
ntteem
meen
nttee ssaab
beess ttee
q
qu
ueed
daa p
peeq
qu
ueeñ
ñaa??
<10> Ocurre cuando me invade la mono-
tonía.
<11> ¿¿C
óm
mo
o p
po
od
drrííaa ssaab
beerr ccu
uáán
nd
do
o ttee iin
n--
v
vaad
dee llaa m
mo
on
no
otto
on
nííaa??
<12> Me pongo triste.
<13> ¿¿Q
Qu
uiiéén
n m
mááss ssaab
bee eesso
o d
dee ttii??
<14> Mi novia.
Yo creía que los chicos se apercibirían al
instante del engaño y dejarían a un lado el
programa, pero fue todo lo contrario. Como
se interesaban bastante por la conversación,
tomé el papel de gancho y les comenté que el
programa realmente pensaba. Los más aveza-
dos descubrieron pronto el camelo; pero la
gran mayoría seguía hablando con el pro-
grama, incluso formando corros delante del
ordenador.
Terminó el trimestre y, tras las vacaciones,
los chicos me seguían pidiendo hablar con el
ordenador. Realmente,
Zebal estaba causando
el mismo efecto que
Eliza en sus tiempos, y no
era cuestión de desaprovechar la oportuni-
dad. Un día les dije a los chicos que estaba
muy ocupado realizando un trabajo para la
Universidad. Les dejé la hora para que prac-
ticaran con los ordenadores. Pronto, la mayo-
ría estaba conversando con la máquina con
tal deleite que incluso me increpaban cuando
me acercaba a mirar la charla.
Al día siguiente, desvelé el engaño. Pasa-
mos la primera parte de la clase reflexio-
nando sobre el programa y sus argucias. Los
más listos se jactaron de haberlo descubierto
los primeros, mientras que algunos siguieron
mostrando el mismo interés por
Zebal. La
gran mayoría me culpaba festivamente por la
trampa que les había tendido. Luego, juga-
mos a tomar el rol de la máquina y, sobre el
papel, parodiamos su comportamiento.
‘Z
EBAL
Y LOS ADIVINOS
Una vez que todos los chicos aprendieron el
modo de funcionamiento de la máquina, pa-
samos a la segunda parte. Les comenté que la
técnica de
Zebal es similar a la que algunos
supuestos adivinos emplean con sus clientes.
Sobre todo, aquéllos que lo hacen por telé-
fono, ya que conocen poco de su interlocutor
y tienen que andar con cuidado si quieren
parecer creíbles. Mediante la conversación,
el adivino extrae la información necesaria
para emitir su augurio, del mismo modo que
Zebal lo hace para seguir conversando ilimi-
tadamente.
Jugamos a hacer el papel de adivino y a sa-
car las claves de una conversación, como la
edad, el sexo o aquellos temas que interesan
al interlocutor. Los chicos observaron que
existen preguntas con respuestas claras. Así,
al preguntarles qué predicción harían a un
anciano que se interesa por su salud, sus va-
ticinios se asemejaban a “tienes una dolencia
que te preocupa” o “deberías pasar por el mé-
dico”. Intuitivamente, ellos conocían qué
3
Zebal 2.1 es un programa creado por Jordi Pérez Barreiro
(www.readysoft.es/home/coding).
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debían hacer, pues ya lo habían visto en la
televisión.
Esta técnica necesita de un soporte que la
haga parecer verosímil. Por ello, los adivi-
nos deben rodearse de un ambiente esoté-
rico que les soporte: las quincallas, el ves-
tuario e incluso la complicidad de los me-
dios de comunicación que los acogen, sos-
tienen su credibilidad. También
Zebal
necesita este apoyo que lo tiene tanto en su
presentador televisivo –yo, el profesor– como
en el decorado –el ordenador, un tótem de
la época actual–.
C
ONCLUSIONES
Salvando las distancias, me sorprende que
Zebal consiga un efecto similar a Eliza en la
gente. El programa perdura en los ordenado-
res del colegio, y los chicos le tienen un gran
cariño. Las privadas conversaciones no pue-
den ser interrumpidas y, aunque les explique
el funcionamiento del programa, ellos siguen
conversando. Sin embargo, hay un momento
en el que deja de interesarles, porque
Zebal
es, para ellos, un juego y, como tal, no crea
adicción permanente. Cuando se aburren, lo
dejan. Una conversación con
Zebal, a la
larga, acaba siendo monótona y tediosa.
Aunque en el curso 1999-2000 no he re-
petido la experiencia, en ocasiones se ha
practicado con
Zebal. Curiosamente, algunos
alumnos jugaban con él de una forma muy
natural, como si lo conocieran con anterio-
ridad. De alguna forma, sus reacciones no
eran tan espontáneas como las de sus compa-
ñeros. Son chicos que han vivido la explo-
sión de Internet y están acostumbrados a ha-
blar en
chats. Precisamente, Zebal incorpora
en la última versión un mecanismo para co-
nectarse a los mismos. Aunque ya Weizen-
baum tuvo alguna experiencia parecida al
respecto [Berry, 1986], esta mejora abre nue-
vas puertas para investigar con los chicos,
pero para ello debo esperar a que el jefe nos
conecte a la Red.
JORGE JAVIER FRÍAS PERLES
es profesor de Informá-
tica y Tecnología del colegio Unamuno de Málaga.
Correo electrónico: jjfrias@hotmail.com
Berry, A. [1983]:
La máquina superinteligente. Alianza Edito-
rial. Madrid 1986.
Hofstadter, D.R. [1980]:
Gödel, Escher, Bach. Un eterno y
grácil bucle. Editorial Tusquets. Barcelona 1992.
Raphael, B. [1976]:
El computador pensante. Editorial Cáte-
dra. Madrid 1984.
Savater, F. [1997]:
El valor de educar. Editorial Ariel. Barce-
lona.
BIBLIOGRAFIA
Complete su colección de
el
esc
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ptico
®
N
Nºº 11. La ‘Mars Global Surveyor’ le borra la cara a Marte; La
verdad oculta tras el código de la Biblia; La cruzada de
la sábana santa; Orce: ¿falta de rigor o fraude? (A
Ag
go
o--
t
taad
do
o. Pendiente de reimpresión.)
N
Nºº 22. El arca de Noé de los seres extraordinarios; De Condon
a Sturrock: los ovnis se estrellan con la ciencia; Ascenso
de lo irracional; La Academia de Lagado; El misterio de
Rennes-le Château.
N
Nºº 33. El relativismo cultural y otros relativismos; La paranoia
conspiracionista; ¡Busque a ET en su ordenador!; Po-
tenciar la razón; La necesidad de creer; Medicinas alter-
nativas y bioética; ¿Qué garantía nos da la ciencia?
N
Nºº 44. Feynman contra la superchería; Astrología en clase; 5
de mayo del 2000: el día del Juicio Final; Abusos infan-
tiles y recuerdos inducidos; La chica con rayos X en los
ojos.
N
Nºº 55. Nostradamus volvió a fallar; Cajal y la ciencia (verdadera
y falsa); ‘Enigmas’ remata a Lorca; Dawkins sobre lo pa-
ranormal.
5
5,, 44 eeu
urro
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