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el esc
é
ptico
(Primavera 2000)
Con estas dudas, accedemos
al artículo de bonsais y allí lee-
mos: “Lo más importante es el
contacto con un ser vivo y se
puede conversar con estos árbo-
les y, si hemos logrado el estado
de la meditación, podremos
captar muchas respuestas a la
vez que fuerzas energéticas, ya
que a pesar de su pequeño ta-
maño, éstos son árboles que en-
cierran encapsulada una gran
potencia, empleándose para sa-
nar diversas dolencias físicas y
psicológicas”. ¿Hablar con un
árbol? ¡Qué insospechadas posi-
bilidades abre esta afirmación!
¿Se abrirán academias de idio-
mas especializadas en dialectos
vegetales? Por otra parte, es una
lástima que no nos aclare qué
bonsais son los que poseen un
diálogo más interesante. ¿Los
alcornoques, quizá? Por desgra-
cia, esta actividad puede ser pe-
ligrosa: “El interés no es el de
conversar con las plantas, mal
haríamos en crear un hobby que,
aunque sea cierto, muchos nos
tildarían de locos”. Pues no sé
por qué lo dice. Una persona
hablando con una lechuga es
una escena de lo más habitual,
lo extraordinario sería que la le-
chuga contestase.
Algo mosqueados, empeza-
mos la lectura del artículo as-
trología: “Algunas de las críti-
cas más punzantes tendentes a
desprestigiar a la astrología
empiezan por definirla como
ciencia a medias y acaban desco-
nociendo su validez”. No,
hombre, no. Ésas son las críti-
cas bondadosas. Las mordaces se
limitan a negar su carácter
científico y, si desconocen su
validez, es por la sencilla razón
de que ésta no existe. El autor
prosigue: “El error, grave y le-
sivo, que ha contribuido al des-
crédito, parece haber sido el
echar en un solo saco todos es-
tos variados intereses de mer-
cado irreverentemente mezcla-
dos con tradiciones tan anti-
guas del acervo cultural de la
Humanidad”. Siempre me ha
hecho gracia esa mención a la
antigüedad de la astrología
como, si por sí misma, otorgara
credibilidad a esta actividad.
Como sigamos por este camino
nos encontraremos algún día
con grupos de neoantropófagos
o de neoesclavistas, que tam-
bién pueden presumir de haber
formado parte del acervo cultu-
ral de la Humanidad
.
“En 1927, Evangeline
Adams publicó el best seller
Your place in the sun,
que marcó
el punto de partida para el re-
nacimiento de la astrología en
Estados Unidos, y desde allí al
resto del mundo. Tres años des-
pués, Evangeline había hecho
un total de 150.000 horóscopos
por encargo, y un año más
tarde tenía una demanda de
4.000 en promedio diario”. ¿En
tres años realizó 150.000 ho-
róscopos? Realicemos una sim-
ple operación aritmética y ob-
tendremos que Adams confec-
cionaba casi 137 horóscopos
diarios. Suponiendo que Evan-
geline se dedicara a esta activi-
dad durante diez horas diarias,
obtendremos que efectuaba un
horóscopo cada ¡¡cuatro minu-
tos y medio!! Eso es rapidez de
cálculo y lo demás son histo-
rias. Por cierto, ¿cuántos de
esos horóscopos fueron acerta-
dos? ¿O es que ese dato es in-
trascendente?
“¿Es una ciencia la Astrolo-
gía? Definitivamente que sí: lo
es desde la más remota antigüe-
dad. Cuenta con cálculos mate-
máticos, observaciones experi-
mentales y leyes demostrables
por la ciencia actual”. Pues,
nada, que empiece por formular
una teoría contrastable para ex-
plicar por qué las constelacio-
nes influyen en la vida del re-
cién nacido y después seguimos
hablando. Ya puestos, también
puede explicarnos científica-
mente la causa por la que esa
influencia se produce en el mo-
mento del nacimiento y no en
la de la concepción o el motivo
por el que la astrología ha te-
nido a bien ignorar la precesión
de los equinoccios.
El artículo concluye con una
afirmación curiosa, teniendo en
cuenta que defiende la validez
de la astrología. “Todo depende
de lo que queramos hacer de
nuestras vidas: ¿construir una
pequeña casa o el gran edificio
de nuestra evolución superior?
La decisión es sólo nuestra”. La
decisión ¿no debería depender
de nuestra carta astral? Vamos,
digo yo.
JOSÉ LUIS CALVO BUEY
el circo paranormal
ERNESTO J. CARMENA