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(Primavera 2000)
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ué divulgador no quisiera
emular a Carl Sagan. Qué es-
céptico no reconoce su meritoria
labor en la divulgación científica.
La aportación de este científico
dedicado a la investigación plane-
taria, tanto fuera del Sistema So-
lar como dentro de él, brilla toda-
vía con una luz intensa tres años
después de su desaparición. Una
luz, la llama de la ciencia, la de la
razón, que radió con suficiente in-
tensidad como para dar calor y
energía a cientos de millones de
personas en todo el mundo.
Las últimas obras de Carl Sa-
gan fueron El mundo y sus demo-
nios
y Miles de millones, significati-
vamente subtitulados La ciencia
como una luz en la oscuridad
y Pen-
samientos de vida y muerte en la an-
tesala del milenio,
respectiva-
mente. Posteriormente, se publicó
El Universo de Carl Sagan, libro
que recoge las alocuciones que du-
rante dos días sus colegas y amigos
le dedicaron al cumplir 60 años y
que, editado tras su fallecimiento
el 20 de diciembre de 1996, es
todo un tributo póstumo a su fi-
gura.
¿Quien fue Carl Sagan? ¿Qué
últimos pensamientos quiso trans-
mitir a la humanidad? ¿Qué le-
gado nos deja?
Homenaje a un maestro
Publicado en España por Cam-
brigde University Press en 1999,
El Universo de Carl Sagan fue edi-
tado originalmente a comienzos
de 1997. Por sus páginas, pasan
personajes tan conocidos para los
lectores de EL ESCÉPTICO como
James Randi, Kip Thorne, Ann
Druyan y Frank Drake, además de
muchos otros menos conocidos en
el ámbito público, pero no menos
importantes en el científico. Du-
rante dos días, amigos y colegas de
Sagan le dedicaron cada uno un
discurso en una reunión en la que
celebraron el sexagésimo cumple-
años del autor de Cosmos.
El libro se divide en cuatro
partes, cada una dedicada a uno de
los temas a los que Sagan dedicó
sus esfuerzos: la exploración pla-
netaria; la vida en el cosmos; la
educación científica, y la ciencia,
el medioambiente y la política.
Resulta extraño que un científico
que dedique igual pasión a otra
cosa que no sea la investigación,
logre brillar en su área de trabajo.
Pero, tras leer El Universo de Carl
Sagan,
puede decirse que en Carl
Sagan se daba la excepción que
confirma la regla. Y eso que Sagan
no comenzó con muy bien pie su
andadura como docente universi-
tario. La Universidad de Harvard
le pidió amablemente que dejara
su puesto debido a su interés en la
existencia de vida extraterrestre.
Afortunadamente, fue recibido
con los brazos abiertos en la Uni-
versidad de Cornell.
A quien se encuentre por pri-
mera vez con la figura de Sagan en
este libro, su currículum le puede
producir vértigo: instructor de los
astronautas del programa Apolo;
responsable de algunas misiones
como las Mariner, Viking, Voyager
y Galileo; estudioso de la climato-
logía de Venus, Marte y Titán;
consejero de la NASA; premio
Pulitzer por Los dragones del edén;
autor de la serie y del libro Cos-
mos
; autor de la novela Contacto;
cofundador de la Sociedad Plane-
taria, que cuenta con unos
100.000 socios en todo el
mundo–; cofundador del Comité
para la Investigación Científica
de los Supuestos Hechos Paranor-
males (CSICOP), etcétera.
Entre las anécdotas descritas en
la obra, cabe destacar, por ejemplo,
cómo se disipó en unos instantes
–a decir de Roald Sagdeev– la pro-
puesta soviética realizada por Gor-
bachov a Reagan sobre una misión
conjunta para la conquista de
Marte. El presidente norteameri-
cano sólo tuvo que escuchar el
nombre de Sagan como patrocina-
dor de la idea en el lado de EE UU
para desecharla. (Mucho me temo
que se tardarán cincuenta años en
recuperar esa iniciativa, si es que
algún político consigue reunir de
nuevo tantas agallas.) Sagan fue un
pionero de la cooperación cientí-
fica con la extinta URSS incluso
en los tiempos difíciles de la guerra
fría
. Parte de esta colaboración, re-
alizada a través de la Sociedad Pla-
netaria, cristalizó en proyectos de
sondas marcianas. Y, no en vano,
Bill Murray destaca a Sagan como
“el padre del tema de la vida en
Marte”. Y es que la vida, en su tér-
Sagan, Carl [1997]: Miles de mi-
llones. Pensamientos de vida y
muerte en la antesala del milenio
[Billions and billions]. Trad. de
Guillermo Solana. Ediciones B
(Col. “SineQuaNon”). Barce-
lona 1998. 324 páginas.
El Legado de Sagan
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mino más amplio, fue la preocupa-
ción central de este singular astró-
nomo. Ya sea en Marte, en Titán o
en la Tierra; o cómo aparece, cómo
evoluciona y, también, cómo se
preserva. En este sentido, varios de
sus colegas detallan en el libro sus
investigaciones en geología y quí-
mica planetaria. Incluso, sobre los
ahora tan famosos impactos de as-
teroides. David Morrison recuerda
así como Sagan se oponía al des-
arrollo de defensas nucleares para
un eventual riesgo de choque, dado
que las propias armas atómicas
ofrecen más peligro real que los as-
teroides.
Además de combatir la posibili-
dad de desaparición de nuestra civi-
lización con la publicación en
Science del estudio sobre el invierno
nuclear
, Frank Drake y Paul Horo-
witz destacan su faceta como promo-
tor la búsqueda de inteligencias ex-
traterrestres a través de los diversos
proyectos SETI. Pero lo que sin duda
hará las delicias de más de un lector
es saber que, gracias a su novela Con-
tacto
, Sagan ayudó a nada menos que
¡la investigación sobre agujeros de
gusano! Kip S. Thorne, un destacado
físico teórico, se vio inmerso en tra-
tar de conocer si era científicamente
concebible que Elleanor Arroway
viajara más rápido que la velocidad
de la luz. James Randi –cuyos pasajes
sobre pseudociencia encontrarán de
lo más entretenidos los lectores de
EL ESCÉPTICO– también habla de
Carl Sagan y, en la última línea de su
contribución a este homenaje, le fe-
licita por haber sido él mismo.
En definitiva, un libro lleno de
anécdotas que se deja leer fácil-
mente, recomendable para quienes
quieran conocer con detalle las múl-
tiples facetas de uno de los más gran-
des –si no el más– divulgadores cien-
tíficos.
Una vela para la esperanza
“A Tonio, mi nieto. Te deseo un
mundo libre de demonios y lleno de
luz”, dice en la dedicatoria de El
mundo y sus demonios,
reciente-
mente editado en rústica. La foto-
grafía de Sagan que ilustra la contra-
portada es fiel reflejo de su persona-
lidad; al menos, de la pública. Su
amplia sonrisa nos invita, con inusi-
tada pasión, a tratar de descubrir al-
gunos misterios. Casi se le puede oír
diciendo: “La ciencia es divertida;
siéntate a mi lado y aprenderás cosas
estupendas”.
El último libro que Sagan acabó
de escribir –las pruebas de imprenta
de Miles de millones las corrigió Ann
Druyan, su viuda– es una obra ab-
sorbente, que seduce al lector desde
la primera hasta la última palabra.
Escrito en un lenguaje sencillo, sim-
ple y muy característico, Sagan se
preocupa por el avance de la charla-
tanería y la pseudociencia entre el
público general, haciendo hincapié
en la importancia que tiene la cien-
cia en el mundo que nos rodea.
Dividido en dos partes, la pri-
mera de ellas se centra en la crítica
de las pseudociencias y comienza
con una anécdota que, como ade-
lanto editorial, tuvimos oportuni-
dad de leer en su día en la revista
Muy Interesante. Relata el encuen-
tro de Sagan con un taxista, Wi-
lliam Buckley, hombre curioso por
naturaleza, cuyas preguntas versa-
ban sobre ovnis, abducciones, Nos-
tradamus... y a las que el científico
tenía que responder con un natural
“no hay pruebas suficientes” –ima-
gino que más de un escéptico organi-
zado
se estará reconociendo en la
misma situación–. Sagan se llegaba
a preguntar por qué su interlocutor
no sentía la misma curiosidad por
el ADN o la formación de galaxias.
Buckley es el recurso real del que se
sirve el autor para introducirnos en
el movimiento escéptico y despa-
charse con una lucidez y claridad
envidiables contra algunas de las
pseudopreocupaciones del taxista,
argumentando las posiciones cien-
tíficas con rigor, pero sin abando-
nar en ningún un momento a los
lectores profanos en estas materias.
De repente, la ciencia comió la
manzana prohibida y fue deste-
rrada del Paraíso. “Cuando los
científicos conocen el pecado” es
un capítulo intermedio entre la
primera y la segunda parte del li-
bro. Se detalla la desconfianza del
público hacia la ciencia a raíz de
sucesos como el desarrollo de la
energía nuclear y sus usos milita-
res. Y, a partir de ahí, Sagan dirige
su mirada hacia la vital importan-
cia de la enseñanza, divulgación y
educación de la ciencia entre el
público. Hete aquí la razón de la
dedicatoria.
Para Carl Sagan, se tiene éxito
en la divulgación científica
cuando se logra encender la chispa
de la curiosidad más que transmi-
tiendo meros conocimientos. Una
preocupación, que comparte en un
capítulo escrito con Ann Druyan,
su última esposa, es la educación.
Si el futuro de un país está en las
manos de la tecnología y ésta se
desarrolla gracias a la ciencia, el
conseguir que los niños no apa-
guen su curiosidad cuando crecen
es indispensable para la continui-
dad.
El pensamiento crítico, for-
mula Sagan, debe ser una actitud
ante todos los aspectos de la vida,
Sagan, Carl [1995]: El mundo y
sus demonios. La ciencia como
una luz en la oscuridad
[The de-
mon–haunted worlds
]. Trad. de
Dolors Udina. Editorial Planeta
(Col. ”La Línea del Horizonte”).
Barcelona 1997. 493 páginas.
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no sólo ante la ciencia. Los últi-
mos dos capítulos del libro se in-
ternan precisamente en la polí-
tica. ¿Qué pasa cuando los medios
de comunicación no prestan aten-
ción a la divulgación? ¿Qué su-
cede cuando series como Expe-
diente X
transmiten el mensaje de
que hay realidades que la ciencia
desprecia? ¿Qué ocurre cuando no
hacemos entender a los políticos
la importancia de la inversión en
ciencia básica? ¿Qué pasa cuando
la ciencia se agacha para ser
aliada de los intereses políticos?
Nada bueno. “Si no podemos pen-
sar por nosotros mismos, si somos
incapaces de cuestionar la autori-
dad, somos pura masilla en manos
de los que ejercen el poder”, sen-
tencia Sagan. Esta última inmer-
sión en cuestiones espinosas es en
realidad un preludio de lo que nos
depara su obra póstuma.
Los veinticinco capítulos de El
mundo y sus demonios son un grito
a la movilización por la educación
científica y el fomento del pensa-
miento crítico. Porque el avance
de la pseudociencia y el desen-
canto del público con respecto a
la ciencia debido al uso indebido
de ciertas tecnología hacen temer
a Sagan que, si no le ponemos re-
medio, retrocedamos a una nueva
época de oscuridad.
El Sagan más humano
En Miles de millones aflora, sin
duda alguna, el Sagan más hu-
mano. El libro se divide en tres
partes. La primera –“La fuerza y la
belleza de la cuantificación”–
versa sobre las ventajas que tiene
la modelización de la naturaleza
gracias a las cifras y la matemá-
tica, y es divulgación en estado
puro, el Sagan de Cosmos.
La segunda parte –“¿Qué con-
servan los conservadores?”– co-
mienza con la descripción de un
mundo: un pequeño acuario. En
él, viven tres crustáceos, formas
de vida limitada, pero vida al fin y
al cabo. Sagan comenta que en el
tiempo que estuvo al cuidado de
ese mundo tuvo que preocuparse
por mantener la temperatura y la
iluminación. Los bichitos se ali-
mentaban de las algas del acuario.
Al igual que la Tierra, ese pe-
queño mundo era un sistema bio-
lógico cerrado: sólo le llegaba
energía del exterior. Y, al poco
tiempo, los camarones fueron mu-
riendo uno a uno. ¿No ocurrirá lo
mismo –se pregunta– con nuestro
planeta? Desde ese momento
hasta el final de esta segunda
parte, el autor disecciona los peli-
gros que amenazan al futuro de la
Tierra y, por tanto, de nuestra pro-
pia especie. El peligro nuclear, el
peligro medioambiental. El peli-
gro de ignorarlos; el peligro de no
actuar.
En “Allí donde chocan corazo-
nes y mentes” –la tercera parte–,
profundiza en la ética y la moral
vistas a través de su pensamiento
crítico. Se adentra en cuestiones
tan espinosas como, por ejemplo,
el aborto y ofrece una serie de diez
mandamientos. Carl Sagan apre-
mia a los responsables públicos a
tener visión de futuro, a dejar de
invertir grandes sumas de dinero
en tecnologías de destrucción ma-
siva, a apreciar la globalidad y ra-
reza de la vida en nuestro pla-
neta... y a actuar en consecuencia
para preservarla.
Los últimos dos capítulos son
especialmente emotivos. En uno
de ellos, el propio Sagan describe
su enfermedad y la lucha que
mantiene con ella, concluyendo
con un “sólo me resta la espe-
ranza”. Y, en el capítulo final, es-
crito después de la muerte del au-
tor, su compañera, Ann Druyan,
nos cuenta cómo fueron los últi-
mos meses del científico. Con un
nudo en la garganta al leer esas
párrafos, y recordando lo mucho
que ha hecho Carl Sagan por ha-
cer un mundo mejor, estoy seguro
de que no sólo ha dejado huérfa-
nos a sus hijos biológicos, sino
también a toda una generación de
amantes de la ciencia. Pero Sagan
sigue entre nosotros de otra ma-
nera, como apunta Druyan en el
cierre de la obra: “Estoy rodeada
de cajas llenas de cartas proceden-
tes de todo el planeta. Son de per-
sonas que lloran la pérdida de
Carl. Muchas le atribuyen su ins-
piración. Algunas afirman que el
ejemplo de Carl les indujo a tra-
bajar por la ciencia y la razón con-
tra las fuerzas de la superstición y
el integrismo. Esos pensamientos
me consuelan y alivian mi angus-
tia. Me permiten sentir, sin recu-
rrir a lo sobrenatural, que Carl
aún vive”.
Comparado con El mundo y sus
demonios, Miles de millones es un li-
bro menos denso, pero eso no le
resta ningún valor. Al igual que su
viuda, deseo sinceramente que la
voz de Sagan siga viva en nuestras
mentes y que, entre todos, sepa-
mos no olvidar lo que en sus años
de científico y divulgador supo ha-
cer como nadie: corresponder con
pasión a la curiosidad.
VÍCTOR R. RUIZ
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ptico
(Primavera 2000)
Terzian, Yervant; y Bilson, Eli-
zabeth (Eds.) [1997]: El Uni-
verso de Carl Sagan
[Carl Sagan’s
Universe
]. Trad. de Dulcinea
Otero Piñeiro y David Ga-
ladí–Enríquez. Cambridge Uni-
versity Press. Madrid 1999. 336
páginas.