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l primer borrador de este documento fue re-
dactado por Paul Kurtz, director de la revista
Free Inquiry y autor del Manifiesto humanista
II (1973), la Declaración humanista secular (1980) y
la
Declaración de interdependencia: una nueva ética
planetaria (1988).
I. P
REÁMBULO
El humanismo es una perspectiva ética, científica
y filosófica que ha cambiado el mundo. Su patri-
monio comenzó a fraguarse con los filósofos y poe-
tas de las antiguas Grecia y Roma, en la China de
Confucio y con el movimiento Carvaka de la In-
dia clásica. Artistas, escritores, científicos y pensa-
dores humanistas han dado forma a la edad mo-
derna desde hace medio milenio. En realidad, el
humanismo y el modernismo aparecen como sinó-
nimos con mucha frecuencia, porque las ideas y
valores humanistas expresan precisamente la reno-
vada confianza en el poder de los seres humanos
para resolver sus propios problemas y conquistar
fronteras inexploradas.
El humanismo moderno eclosionó durante el
Renacimiento. Contribuyó al desarrollo de la
ciencia moderna. Durante la Ilustración, hizo ger-
minar nuevos ideales de justicia social e inspiró las
revoluciones democráticas de nuestro tiempo. El
humanismo ha colaborado en la construcción de
una nueva perspectiva ética que subraya los valo-
res de la libertad y la felicidad, así como las virtu-
des de los Derechos Humanos universales.
Los firmantes de este manifiesto creemos que el
humanismo tiene mucho que ofrecer a la Humani-
dad de cara a afrontar los problemas del siglo XXI
e incluso los del nuevo milenio. Muchas de las vie-
jas tradiciones e ideas a las que la Humanidad se
ha adherido han dejado de ser relevantes ante las
realidades actuales y las oportunidades futuras. Ne-
cesitamos renovar el pensamiento si queremos ha-
cer frente a la sociedad global que está emergiendo
ahora, y renovar el pensamiento es precisamente
el sello distintivo del humanismo. Por eso presen-
tamos el Manifiesto 2000: un llamamiento a favor
de un nuevo humanismo planetario.
Las siguientes recomendaciones se ofrecen con
modestia, pero también con la convicción de que
pueden contribuir a un diálogo entre los diferentes
puntos de vista culturales, políticos, económicos y
religiosos existentes en el mundo. Aunque quienes
suscribimos este documento partimos de principios
y valores comunes, estamos dispuestos a modificar
nuestros puntos de vista a la luz de los nuevos co-
nocimientos, circunstancias cambiantes y proble-
mas imprevistos que vayan surgiendo. No es posi-
ble redactar un manifiesto permanente, pero es
útil y juicioso elaborar un documento de trabajo
abierto a revisión.
Prólogo al presente
Cuatro grandes manifiestos y declaraciones hu-
manistas se han emitido a lo largo del siglo XX:
el , el Manifiesto humanista II, la Declaración hu-
manista secular
y la Declaración de interdependen-
cia.
El
Manifiesto humanista I apareció en 1933 al
socaire de la depresión mundial. Avalado por 34
humanistas americanos -entre ellos, el filósofo
John Dewey-, reflexionaba sobre los retos de
aquella época, recomendando, en primer lugar,
una forma de humanismo religioso no teísta
como alternativa a las religiones de la época y,
en segundo lugar, una planificación nacional de
índole económica y social.
El
Manifiesto humanista II fue publicado en
1973 para afrontar las cuestiones que habían
emergido en la escena mundial desde entonces:
el auge del fascismo y su derrota en la Segunda
Guerra Mundial, el crecimiento de la influencia
y el poder del marxismo-leninismo y del
maoísmo, la guerra fría, la recuperación econó-
mica posbélica de Europa y América, la descolo-
nización de amplias áreas del mundo, la creación
de la Organización de las Naciones Unidas, la re-
volución sexual, el desarrollo de los movimien-
tos de mujeres, la demanda de las minorías de la
igualdad de derechos y la emergencia del poder
estudiantil en los campus.
Este manifiesto estimuló un amplísimo de-
bate. Fue suscrito por muchos líderes del pensa-
miento y de la acción a lo largo y ancho del
mundo: Andrei Sakharov -notorio disidente so-
viético-, Julian Huxley -primer presidente de la
Manifiesto hu
Un llamamiento a favor de un
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Unesco-, Sidney Hook, Betty Friedan, Gunnar
Myrdal, Jacques Monod, Francis Crick, Margaret
Knigth, James Farmer, Allan Guttmacher, Rit-
chie Calder y A. Philip Randolph, entre otros.
Defendía los Derechos Humanos a escala univer-
sal, alegando en favor del derecho a viajar más
allá de las fronteras nacionales en una época en
la que la gente que vivía tras el telón de acero te-
nía prohibido hacerlo. Muchos marxistas huma-
nistas del Este de Europa habían atacado al esta-
talismo totalitario y saludaron esta defensa de la
democracia y de los Derechos Humanos.
El
Manifiesto humanista II ya no continuó de-
fendiendo la economía planificada, sino que dejó
abierta la cuestión sobre los sistemas económicos
alternativos. En consecuencia, fue suscrito por
ambos, tanto por liberales y libertarios económi-
cos, que defendían el libre mercado, como tam-
bién por socialdemócratas y socialistas democráti-
cos, que creían que el gobierno tenía un papel
esencial que jugar en una sociedad de bienestar.
Propugnaba democratizar los sistemas económicos
y ponerlos a prueba para ver si incrementaban o
no el bienestar económico de todos los individuos
y grupos.
El Manifiesto humanista II fue escrito cuando
sobrevino una nueva revolución moral: defendía
el derecho al control de la natalidad, al aborto, al
divorcio, a la libertad sexual entre adultos que
manifestaran su consentimiento y a la eutanasia.
Pretendía proteger los derechos de la minorías, las
mujeres, los ancianos, los niños maltratados y las
personas con desventajas. Abogaba por la toleran-
cia de estilos de vida alternativos y la negociación
de las diferencias por procedimientos pacíficos, y
finalmente deploraba los antagonismos raciales,
religiosos y de clases sociales. Hacía un llama-
miento para acabar con el terror y el odio. Fue es-
crito en la onda del Vaticano II, que había inten-
tado liberalizar el Catolicismo romano. El Mani-
fiesto humanista II
permitió cohabitar a ambos, al
humanismo naturalista y el humanismo religioso
liberal. El Manifiesto era humanista respecto al
panorama que se abría ante la Humanidad. Indi-
caba, además, los positivos beneficios de la cien-
cia y la tecnología para el bienestar humano y pre-
decía que el siglo XXI llegaría a ser la centuria del
humanismo.
La Declaración humanista secular fue publi-
cada en 1980, porque el humanismo y, en parti-
cular el
Manifiesto humanista II, había sido some-
tido a duros ataques por parte de los fundamenta-
lismos religiosos y de las fuerzas políticas de la de-
recha en Estados Unidos. Muchas de esas críticas
sostenían que el humanismo secular era una reli-
gión. En consecuencia, la enseñanza del huma-
nismo secular en las escuelas, argüían, violaba el
principio de separación entre Iglesia y Estado y es-
tablecía una nueva religión. La Declaración res-
pondía que el humanismo secular expresaba un
conjunto de valores morales y un punto de vista
filosófico y científico no teísta, que no podían ha-
cerse equivalentes con la fe religiosa. La ense-
ñanza del punto de vista del humanismo secular
en modo alguno violaba el principio de separa-
ción. Al contrario, defendía la idea democrática
de que el Estado secular debería ser neutral, sin
ponerse ni a favor ni en contra de la religión.
En 1988, la Academia Internacional de Huma-
nismo ofreció todavía un cuarto documento, una
Declaración de interdependencia, haciendo un
llamamiento a favor de una nueva ética global y
de la construcción de una comunidad mundial,
que era cada vez más necesaria a la vista de las
nuevas instituciones globales que se estaban des-
arrollando con rapidez.
¿Por qué un humanismo planetario?
Aún cuando la mayor parte de las provisiones de
estos últimos manifiestos y declaraciones son to-
davía viables, es evidente que, como el mundo en-
tra en un nuevo milenio, se hace necesario un
nuevo manifiesto. Y, aunque se han realizado mu-
chos progresos desde los primeros manifiestos,
han emergido nuevas circunstancias que nos des-
afían: el comunismo totalitario se ha colapsado en
la Unión Soviética y en la Europa del Este, y los
dos bloques de poder de la guerra fría se han difu-
minado. Nuevas regiones del planeta han inten-
tado llegar a ser más democráticas, aunque mu-
chos países carecen todavía de instituciones de-
mocráticas eficaces. Además, la economía del pla-
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nuevo humanismo planetario
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neta ha llegado a estar incluso más globali-
zada. Los conglomerados internacionales
que han emergido y se han hecho transna-
cionales han conseguido, en este sentido,
hacerse más poderosos que muchas nacio-
nes del mundo. Rusia, China y otros países
han intentado entrar en el mercado mun-
dial. Ningún país aislado está en condicio-
nes de dirigir sus destinos económicos al
margen del comercio mundial. Estos cam-
bios fundamentales han ocurrido en gran
medida debido al acelerado crecimiento de
la ciencia y la tecnología, y en particular a
la revolución informática, que nos ha lle-
vado hasta una red mundial de comunica-
ciones económicas y culturales. Podría ar-
güirse que los cambios ocurridos en el
mundo desde el Manifiesto humanista II
(1973) son tan grandes o mayores que los
ocurridos desde la Revolución Industrial
hace doscientos años, o desde la invención
de los tipos móviles y la imprenta de Gu-
temberg.
Con todo, mientras el mundo se está
convirtiendo en una familia global, riva-
lidades étnico-religiosas intentan dividir
los territorios entre facciones conten-
dientes. Los fundamentalismos religiosos
se han revitalizado, contestando los prin-
cipios del humanismo y el secularismo, y
demandando un retorno a la religiosidad
de la era premoderna. De igual manera,
han emergido creencias paranormales de
la así llamada Nueva Era, instigadas por
los medios de comunicación de masas,
que pregonan una nueva visión espiritual
o paranormal de la realidad. Los medios
se han globalizado. La televisión, el cine,
la radio, la edición de libros y revistas es-
tán dominados por conglomerados me-
diáticos interesados casi únicamente en
anunciar y vender productos en el mer-
cado mundial. Por añadidura, ha apare-
cido el posmodernismo en muchas uni-
versidades, cuestionando las premisas bá-
sicas del modernismo y del humanismo,
atacando la ciencia y la tecnología, y vi-
tuperando los ideales y valores humanis-
tas. Muchas visiones habituales del futuro
son pesimistas, incluso apocalípticas.
Pero nosotros nos oponemos a todo esto,
porque creemos que es posible construir
un mundo mejor. Las realidades de la so-
ciedad global son de tal índole que única-
mente un nuevo humanismo planetario
puede proporcionar direcciones significa-
tivas para el futuro.
II. P
ERSPECTIVAS PARA UN FUTURO MEJOR
Por primera vez en la historia de la Hu-
manidad, poseemos los medios -propor-
cionados por la ciencia y la tecnología-
para mejorar la condición humana, au-
mentar la felicidad y la libertad, y con-
seguir una vida auténticamente humana
para todas las personas del planeta. Mu-
cha gente que habla del nuevo milenio
está llena de miedo respecto a qué suce-
derá. Muchos hacen profecías apocalíp-
ticas -tanto religiosas como seculares-
acerca de las calamidades que van a
ocurrir. Los pesimistas recuerdan las
brutales guerras del siglo XX y advierten
que nuevas formas de terrorismo y nue-
vas inquietudes pueden embargar a la
Humanidad en el siglo venidero.
Nosotros partimos, en cambio, de
una aproximación más positiva y rea-
lista al panorama humano en el siglo
XXI. Deseamos subrayar que, al margen
de las desgracias políticas, militares y
sociales, el siglo XX ha sido testigo de
un gran número de acontecimientos be-
neficiosos. En contra de los Jeremías de
turno, se han hecho realidad la prospe-
ridad, la paz, la mejora de la salud y
unos estándares de vida en aumento,
todo lo cual sigue avanzando de igual
modo. Estas grandes realizaciones tec-
nológicas, científicas y sociales han
sido con frecuencia pasadas por alto.
Aunque se aplican con mayor amplitud
en el mundo desarrollado, en estos mo-
mentos, sus beneficios están llegando
virtualmente a todas partes. Necesita-
mos hacer un listado de algunas de
ellas:
• La medicina científica ha mejorado
la salud enormemente. Ha reducido el
dolor y el sufrimiento y ha incremen-
tado la longevidad. El descubrimiento
de los antibióticos y el desarrollo de las
vacunas, las técnicas modernas de ciru-
gía, anestesia, farmacología e ingeniería
biogenéticas han contribuido en con-
junto a estos avances en la salud.
• Las provisiones de salud pública de
largo alcance, la mejora en los sistemas
de abastecimiento de agua y las disposi-
ciones preventivas han reducido en gran
medida la incidencia de las enfermeda-
des infecciosas. Los remedios terapéuti-
cos, ampliamente aplicados, han redu-
cido la dramática mortalidad infantil.
Al margen de
las desgracias
políticas,
militares y
sociales, el siglo
XX ha sido
testigo de una
gran número de
acontecimientos
benéficos
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• La Revolución Verde ha transfor-
mado la producción de alimentos e incre-
mentado el rendimiento de las cosechas,
reducido el hambre y elevado los niveles
de nutrición en amplias zonas del planeta.
• Los nuevos métodos de producción
en masa han incrementado la productivi-
dad, liberado a los trabajadores de mu-
chos tipos de trabajos físicos penosos, y
han hecho posible los beneficios y lujos
del consumidor de bienes y servicios.
• Los nuevos modos de transporte han
reducido las distancias y transformado las
sociedades. Los automóviles y los aviones
han capacitado a la gente para atravesar
continentes y superar el aislamiento geo-
gráfico. La investigación astronáutica ha
lanzado a la especie humana hacia la exci-
tante aventura de la exploración espacial.
• Los descubrimientos tecnológicos
han acelerado brutalmente nuevos modos
de comunicación sobre una base de am-
plitud mundial. Además de los beneficios
del teléfono, el fax, la radio, la televisión
y la transmisión por satélite, la informá-
tica ha transformado radicalmente todos
los aspectos de la vida socio-económica.
Ninguna oficina ni casa particular ha
quedado al margen de la revolución de la
información. Internet y las páginas web
han hecho posible la comunicación ins-
tantánea en casi todos los rincones del
globo.
• La investigación científica ha ex-
pandido nuestro conocimiento del uni-
verso y el lugar de la especie humana
dentro del mismo. La investigación hu-
mana está ahora en condiciones de avan-
zar y de confirmar sus hallazgos mediante
la razón y la ciencia, mientras las especu-
laciones teológicas y metafísicas del pa-
sado han hecho poquita cosa o no han
progresado. Los descubrimientos de la as-
tronomía, la física, la teoría de la relativi-
dad y la mecánica cuántica han incre-
mentado nuestra comprensión del uni-
verso desde la escala de las micropartícu-
las hasta la de las galaxias. La biología y
la genética han contribuido a nuestro co-
nocimiento de la biosfera. La teoría de la
selección natural de Darwin nos ha per-
mitido entender cómo evoluciona la
vida. Los descubrimientos del ADN y la
biología molecular han continuado reve-
lándonos los mecanismos propios de la
evolución y del funcionamiento mismo
de la vida. Las ciencias sociales y de la
conducta han profundizado en nuestro
conocimiento de las instituciones socia-
les y políticas, la economía y la cultura.
Muchos avances sociales y políticos han
sucedido también en el siglo XX y se han
asentado bien de cara al futuro:
• Los imperios coloniales del siglo XIX
han desaparecido por completo.
• La amenaza del totalitarismo se ha re-
bajado.
• La Declaración universal de los Dere-
chos Humanos ha sido aceptada al día de
hoy por la mayor parte de las naciones del
mundo -de palabra, aunque no de hecho-.
• Los ideales de la democracia, la liber-
tad y la sociedad abierta se han propagado
ampliamente por Europa del Este, América
Latina, Asia y África.
• Las mujeres, en muchos países, disfru-
tan ahora de mayor autonomía y de dere-
chos legales y sociales, y han ocupado su lu-
gar en muchas áreas de la empresa humana.
• Como las economías nacionales han
llegado a estar globalizadas, la prosperidad
económica está siendo transportada desde
Europa y Norteamérica a otras partes del
mundo. Los libres mercados y los métodos
empresariales han abierto las regiones sub-
desarrolladas a las inversiones de capital y
al desarrollo.
• El problema del incremento demográ-
fico ha sido resuelto en los países ricos de
Europa y Norteamérica. En muchas regio-
nes, la población crece no a causa de los na-
cimientos, sino más bien como consecuen-
cia del descenso de la tasa de mortandad y
de una mayor longevidad, lo que constituye
un avance.
• El aumento de los niveles de educa-
ción, alfabetización y enriquecimiento cul-
tural está alcanzando ahora a más y más ni-
ños en el mundo, aunque queden aún mu-
chos más que necesitan que se les propor-
cionen estos bienes.
A pesar de estos avances, debemos
afrontar honradamente los graves proble-
mas económicos, sociales y políticos que el
mundo todavía arrastra. Los profetas del
Apocalipsis son pesimistas; los Jeremías
predicen infortunios y calamidades. Nos-
otros respondemos que, si vamos a resolver
nuestros problemas, eso será únicamente
con el concurso de la razón, la ciencia y el
esfuerzo humano.
• Amplios sectores de la población
mundial aún no disfrutan de los frutos de la
prosperidad; continúan pudriéndose en la
Si vamos a
resolver nuestros
problemas, eso
será únicamente
con el concurso
de la razón,
la ciencia y el
esfuerzo humano
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pobreza, el hambre y la enfermedad, en par-
ticular en el mundo en desarrollo, en Asia,
África, Centroamérica y Sudamérica. Mi-
llones de niños y adultos viven al nivel de
la subsistencia con una nutrición y unos
servicios sanitarios pobres y una salud mala.
Y esto es aplicable también a muchas per-
sonas de las llamadas sociedades ricas.
• La población continúa creciendo en
muchas partes del mundo con una tasa
anual del 3%. En 1900, el mundo tenía una
población estimada de 1.700 millones de
personas. Ahora, se superan los 6.000 mi-
llones. Si las tendencias demográficas ac-
tuales continúan, habrá que agregar otros
3.000 millones de personas a mediados del
próximo siglo.
• Si la población continúa creciendo de
acuerdo con estas proyecciones, se produ-
cirá un drástico descenso en cuanto a la dis-
ponibilidad de suelo para cultivar grano,
que hacia el 2050 puede retroceder hasta
un cuarto de acre por persona en muchos
países -en especial en India, Pakistán, Etio-
pía, Nigeria, e Irán-. Los suministros de
agua corriente para riego están sobrexplota-
dos, reduciendo la productividad de los cul-
tivos; muchos de los ríos del mundo están
comenzando a secarse, incluyendo el Nilo,
el río Colorado y el río Amarillo en China.
• Puesto que la población humana se ha
expandido y el desarrollo industrial se ha
acelerado, los bosques y las tierras madera-
bles han sido desbastadas. Se estima que
cada año desaparece casi un 2 % de los bos-
ques terrestres. Este expolio continuará a
menos que se adopten medidas preventivas.
• El calentamiento global de la atmós-
fera probablemente está ocurriendo en
parte a causa de la deforestación en los pa-
íses pobres y de las emisiones de monóxido
de carbono, en particular las producidas en
las naciones ricas, que continúan desbas-
tando los recursos naturales. El promedio
de consumo y polución por persona en Es-
tados Unidos y los países occidentales es
entre cuarenta y setenta veces superior al
promedio de emisiones por persona en los
países en desarrollo. El consumo despilfa-
rrador, además, es fomentado con frecuen-
cia por las compañías en crecimiento, que
pasan olímpicamente del problema del de-
sastre ecológico.
• Las poblaciones de otras especies tam-
bién han disminuido constantemente y
muchas formas de vida vegetal y animal se
han extinguido: quizá se esté produciendo
ahora la mayor extinción desde la desapari-
ción de los dinosaurios hace 65 millones de
años.
• Muchos gobiernos del mundo están
enfrentándose a graves problemas como el
de las ciudades superpobladas por emigran-
tes provenientes de los entornos rurales; la
inmensa mayoría de estos emigrantes está
desempleada y apenas tiene lo mínimo para
subsistir.
• El desempleo sigue siendo un grave
problema en muchos países ricos, sobre
todo de Europa, que está fallando a la hora
de absorber a los trabajadores jóvenes, re-
convertir la tecnología, reeducar a los ya
empleados o encontrarles nuevas ocupacio-
nes.
• Para atajar muchos de los problemas
internacionales de ámbito social y ambien-
tal a los que se enfrenta la Humanidad, se
han alcanzado acuerdos de largo alcance en
una importante serie de conferencias inter-
nacionales, pero los gobiernos han fallado a
la hora de sacar adelante los compromisos
asumidos; pocos de los países más ricos dan
alguna prioridad a ayudar a la mayoría de
países pobres o incluso a ayudar a los des-
ahuciados y desposeídos de sus propias so-
ciedades.
• La democracia sigue siendo débil o in-
existente en muchos países. Con demasiada
frecuencia, la prensa libre es amordazada y
las elecciones manipuladas.
• La suspensión del acuerdo sobre la
igualdad de derechos para las mujeres está
todavía demasiado extendida en la mayor
parte de los países.
• Muchas de las regiones antes colonia-
les han entrado en un grave declive econó-
mico.
• Enfermedades que se creían erradica-
das, tales como la tuberculosis o la malaria,
se han revitalizado, mientras el virus del
sida sigue circulando libremente por am-
plias zonas del mundo en vías de desarrollo.
• Aunque el mundo ya no está dividido
en dos superpotencias, la Humanidad tiene
todavía la capacidad de autodestruirse. Te-
rroristas fanáticos, Estados delincuentes e
incluso los mayores poderes pueden provo-
car inadvertidamente sucesos apocalípti-
cos, lanzando armas mortíferas de destruc-
ción masiva.
• La creencia de que, en gran medida, el
libre mercado solucionará todos los proble-
mas sociales continúa siendo un dogma de
fe. Permanece en pie y sigue sin resolverse
Estamos
particularmente
preocupados
por la
emergencia de
estridentes
voces
fundamentalistas
y la presencia
del fanatismo y
la intolerancia
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en muchos países la cuestión de cómo de-
ben equilibrarse las demandas del libre
mercado con la necesidad de articular pro-
gramas sociales equitativos para asistir a los
discapacitados y a los empobrecidos.
Admitimos que estos problemas son se-
rios y que necesitamos adoptar medidas
adecuadas para resolverlos. Creemos, sin
embargo, que únicamente pueden superarse
con el uso de la inteligencia crítica y de es-
fuerzos cooperativos. La Humanidad se ha
enfrentado a desafíos en el pasado y se las
ha arreglado para sobrevivir, e incluso para
triunfar. Los problemas que atisbamos en el
horizonte quizá no sean mayores que los
que afrontaron nuestros antepasados.
Pero hay, además, otras peligrosas ten-
dencias en el mundo que están insuficien-
temente reconocidas. Estamos particular-
mente preocupados por las tendencias anti-
científicas y antimodernas que incluyen la
emergencia de estridentes voces fundamen-
talistas y la persistencia del fanatismo y la
intolerancia, sea de origen religioso, polí-
tico o tribal. Son estas fuerzas las que, en
muchas partes del mundo, se oponen a los
esfuerzos para resolver los problemas socia-
les o mejorar la condición humana:
• La persistencia de tradicionales actitu-
des espirituales fortalece con frecuencia
modos irreales, escapistas y místicos de en-
focar los problemas sociales, que fomentan
el desprecio por la ciencia y defienden los
mismos mitos que con demasiada frecuen-
cia se hallan a la base de arcaicas institu-
ciones sociales.
• Muchos grupos religiosos y políticos se
oponen a la contracepción o a los fondos
para programas destinados a reducir la ferti-
lidad o a estabilizar el crecimiento de la po-
blación. Como resultado, se impide el des-
arrollo económico y la reducción de la po-
breza.
• Muchas de estas fuerzas también se
oponen a la liberación de la mujer y desean
que continúe sometida al varón.
• El mundo entero ha asistido al incre-
mento de encarnizados conflictos étnicos y
a la intensificación de viejas rivalidades
tribales. Con demasiada frecuencia, no se
da la adecuada publicidad a las dimensio-
nes religiosas de estos conflictos: en la ex
Yugoslavia, entre cristianos ortodoxos ser-
bios, católicos romanos croatas y musulma-
nes -en Bosnia y Kosovo-; en Israel y Pa-
lestina, entre judíos ortodoxos y musulma-
nes; en Irlanda del Norte, entre protestan-
tes y católicos; en Sri Lanka, entre hindúes
tamiles y budistas cingaleses: en Punjab y
Cachemira, entre hindúes, musulmanes y
shijs; y, en Timor, entre católicos y musul-
manes.
• El mundo está justamente preocupado
por el crecimiento del terrorismo y de los
genocidios, inflamados también en muchos
casos por nacionalismos étnicos y chovi-
nismos religiosos.
• El multiculturalismo aboga por la to-
lerancia de la diversidad étnica y de las tra-
diciones culturales, así como por el reco-
nocimiento de su derecho a existir. Pero
también se hace cómplice de fracturas de la
sociedad y demandas de separación y aisla-
miento, irónicamente en la época en que
las doctrinas nazis y del apartheid en Sud-
áfrica han sido develadas y en consecuen-
cia repudiadas. La intolerancia ha gene-
rado la limpieza étnica y otras manifesta-
ciones violentas de odio social.
• En muchos países occidentales, ha
florecido con fuerza la así llamada ideolo-
gía posmoderna, que niega la objetividad
de la ciencia, deplora el uso de la tecnolo-
gía moderna y critica los Derechos Huma-
nos y la democracia. Algunas formas de
posmodernismo aconsejan el derrotismo:
en el mejor de los casos, no ofrecen ningún
programa para resolver los problemas del
mundo; en el peor, niegan que las solucio-
nes sean o bien posibles o bien realizables.
Los efectos de este movimiento filosófico
literario son contraproducentes, e incluso
nihilistas. Pensamos que se trata de una
mistificación profunda, porque las ciencias
ofrecen razonables estándares objetivos
para enjuiciar sus proclamas de verdad. En
realidad, la ciencia ha conseguido un len-
guaje universal en el que se pueden expre-
sar todos los hombres y mujeres al margen
de su bagaje cultural.
Creemos que es necesario presentar un
panorama alternativo para el mañana. Los
gobiernos nacionales y los líderes corpora-
tivos deben abandonar la política del corto
plazo y fomentar una planificación a largo
plazo. Con demasiada frecuencia, estos lí-
deres ignoran los mejores informes de cien-
tíficos y humanistas y basan sus políticas
en elecciones inmaduras o informes que
apenas tienen un horizonte de un cuarto de
hora. Los gobiernos nacionales no deben
preocuparse exclusivamente de las consi-
deraciones político-económicas inmedia-
tas, sino también de prestar atención a las
La ciencia ha
conseguido un
lenguaje
universal en el
que se pueden
expresar todos
los hombres y
mujeres al
margen del
bagaje cultural
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necesidades de todo el planeta y a la soste-
nibilidad futura de la Humanidad.
El humanismo planetario pretende reco-
mendar fines alcanzables a largo plazo. Ésta
es una distinción principal entre el huma-
nismo y las moralidades premodernas fun-
damentadas religiosamente. El humanismo
dibuja nuevas imágenes de futuro que son
rigurosas y generan confianza en la capaci-
dad de la especie humana para resolver sus
problemas mediante métodos racionales y
puntos de vista positivos.
La Ilustración del siglo XVIII, que ha
inspirado este Manifiesto, estuvo sin duda
limitada por la época en la que apareció. Su
visión de la Razón era absolutista, frente a
nuestra idea de que se trata de un instru-
mento falible de investigación. Sin em-
bargo, su convicción de que las ciencias, la
razón, la democracia, la educación y los va-
lores humanos pueden lograr el progreso
humano sigue teniendo atractivo para nos-
otros hoy. El humanismo planetario que
presenta este Manifiesto es, en su perspec-
tiva, pos-posmoderno. Asume los mejores
valores de la modernidad, pero intenta tras-
cender la negatividad del posmodernismo
mirando hacia adelante, hacia la era de la
información que ahora amanece y hacia
todo lo que ella presagia para el futuro de la
Humanidad.
III.- N
ATURALISMO CIENTÍFICO
El único mensaje del humanismo sobre el
escenario mundial actual es su compromiso
con el naturalismo científico. Aún hoy, la
mayor parte de las visiones del mundo
aceptadas son de carácter espiritual, místico
o teológico. Tuvieron sus orígenes en las
antiguas sociedades preurbanas, nómadas y
agrícolas, y no en la moderna sociedad in-
dustrial o posindustrial de la información y
la cultura globales que está emergiendo. El
naturalismo científico capacita a los seres
humanos para tener una visión coherente
del mundo, superadora de viejas herencias
metafísicas y teológicas, y fundamentada
sobre las ciencias.
• Primero. El naturalismo científico está
vinculado a un conjunto de prescripciones
metodológicas. Para el naturalismo meto-
dológico, todas las hipótesis y teorías deben
ser comprobadas experimentalmente con
referencia explícita a causas y sucesos natu-
rales. Resulta inadmisible introducir causas
ocultas o explicaciones trascendentales.
Los métodos de la ciencia no son infalibles,
no nos colocan ante verdades absolutas e
inamovibles; pese a ello, en comparación,
constituyen los métodos más fidedignos que
hemos encontrado para aumentar el cono-
cimiento y resolver los problemas huma-
nos. Han tenido, además, un poderoso
efecto en la transformación de la civiliza-
ción mundial. Amplios sectores de la po-
blación aceptan hoy la utilidad de las cien-
cias; reconocen que las ciencias han tenido
consecuencias positivas.
Desgraciadamente, la aplicación de los
métodos de la ciencia ha sido con frecuen-
cia confinada en estrechas especialidades, y
se han ignorado las más amplias implica-
ciones de la ciencia para nuestra visión de
la realidad. Los humanistas mantenemos
que es necesario extender los métodos de la
ciencia a otros campos de la empresa hu-
mana y que no deberían existir restriccio-
nes a la investigación científica, salvo en el
caso de que su ejecución infrinja el derecho
de las personas. Los esfuerzos para bloquear
la investigación científica por razones mo-
rales, políticas, ideológicas o religiosas han
fracasado invariablemente en el pasado.
Los posibles resultados beneficiosos obteni-
dos gracias a la continuidad de los descu-
brimientos científicos no pueden subesti-
marse.
• Segundo. Las oportunidades que las
ciencias proporcionan de cara a incremen-
tar nuestro conocimiento de la naturaleza y
de la conducta humanas son enormes. El
naturalismo científico presenta un pano-
rama cósmico basado sobre hipótesis y teo-
rías ya comprobadas. Para sus informes so-
bre la realidad, lo que no hace es sacar sus
datos de la religión, la poesía, la literatura o
las artes, por más que tales actividades sean
importantes expresiones de intereses huma-
nos. Los naturalistas científicos manejan
una suerte de materialismo no reduccio-
nista; los procesos y sucesos naturales están
mejor documentados cuando se refieren a
causas materiales. Esta forma de natura-
lismo da cobijo a un universo pluralista.
Aún cuando la naturaleza sea básicamente
en sus raíces de índole física y química, los
procesos y objetos se manifiestan por sí mis-
mos a muchos niveles distintos de observa-
ción: partículas subatómicas, átomos y mo-
léculas; genes y células; organismos, flores,
plantas y animales; percepción psicológica
y conocimiento; instituciones sociales y
culturales; planetas, estrellas y galaxias.
Esto autoriza explicaciones contextuales,
el esc
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20
Todas las
hipótesis y
teorías deben ser
comprobadas
experimentalmente
con referencia
explícita a causas
y sucesos
naturales
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extraídas a partir de campos de investiga-
ción naturales, biológicos, sociales y con-
ductuales. Todo ello no niega la necesidad
de apreciar las diversas expresiones mora-
les, estéticas y culturales de la experiencia
humana.
• Tercero. El naturalismo sostiene que
la evidencia científica para las interpreta-
ciones espirituales de la realidad y para la
postulación de causas ocultas resulta insufi-
ciente. Las clásicas doctrinas trascendenta-
listas no dudan en hacerse eco de los apa-
sionados anhelos existenciales de los seres
humanos que desean sobrevivir a la muerte.
Sin embargo, la teoría científica de la evo-
lución proporciona un informe mucho más
parsimonioso acerca de los orígenes huma-
nos y se basa en evidencia extraída a partir
de un amplio número de ciencias. Denun-
ciamos los esfuerzos de unos pocos científi-
cos, frecuentemente jaleados por los medios
de comunicación de masas, por imponer in-
terpretaciones trascendentales sobre fenó-
menos naturales. Ni la cosmología mo-
derna ordinaria ni el proceso de evolución
proporcionan evidencia suficiente acerca
de designios inteligentes, lo que es un salto
de fe más allá de la evidencia empírica.
Pensamos que ya es hora de que la Huma-
nidad asuma su propia mayoría de edad y
deje atrás el pensamiento mágico y la cons-
trucción de mitos, que deben ser sustituidos
por un conocimiento de la naturaleza bien
comprobado.
IV.- L
OS BENEFICIOS POSITIVOS DE LA
TECNOLOGÍA
Los humanistas hemos defendido consis-
tentemente el valor beneficioso de la tec-
nología científica para el bienestar hu-
mano. Algunos filósofos, desde Francis Ba-
con a John Dewey, han subrayado el cre-
ciente poder sobre la naturaleza que pro-
porciona el conocimiento científico y
cómo puede seguir contribuyendo inmensa-
mente al progreso y a la felicidad humanas.
Con la introducción de las nuevas tec-
nologías, han aparecido con frecuencia
efectos colaterales imprevistos. Desde los
ludditas del siglo XIX hasta los posmoder-
nos del siglo XX, los críticos han deplorado
las aplicaciones de la tecnología. Los hu-
manistas hemos reconocido desde siempre
que algunas innovaciones tecnológicas
pueden engendrar problemas. Desgraciada-
mente, las aplicaciones tecnológicas, con
más frecuencia de lo deseable, han estado
determinadas por consideraciones econó-
micas, bien para conseguir productos renta-
bles bien para usos militares y políticos.
Hay graves peligros asociados al uso incon-
trolado de la tecnología. Las armas de des-
trucción masiva -termonucleares, biológi-
cas y químicas- todavía no han sido regula-
das de manera efectiva por la comunidad
mundial. De manera similar, invenciones
innovadoras en genética, biología e investi-
gación médica -tales como la ingeniería
biogenética, la clonación, el transplante de
órganos y otras- entrañan posibles peligros,
pese a que ofrecen inmensas posibilidades
para la salud y el bienestar humanos.
• Primero. Los humanistas objetamos
enérgicamente los esfuerzos para limitar la
investigación tecnológica, para censurar o
restringir a priori la investigación. Es difícil
predecir por anticipado cuándo y cómo se
producirá investigación científica benefi-
ciosa o pronosticar sus posibles beneficios.
Debemos, por tanto, tener mucho cuidado
a la hora de censurar tales investigaciones.
• Segundo. Sostenemos que el mejor
modo de encarar los asuntos relacionados
con las aplicaciones tecnológicas son los
debates bien informados, y no la apela-
ción a dogmas absolutistas o consignas
emocionales. Cada innovación tecnoló-
gica necesita ser evaluada en términos de
potenciales riesgos y beneficios que puede
acarrear a la sociedad y al medio am-
biente. Ello supone un cierto nivel de ins-
trucción científica.
• Tercero. No podemos abandonar las
soluciones tecnológicas. La estructura eco-
nómica y social del mundo contemporáneo
está llegando a depender de manera progre-
siva de las innovaciones tecnológicas. Si
deseamos resolver nuestros problemas, ya
no podemos regresar a un idílico estado de
naturaleza, sino que debemos desarrollar
nuevas tecnologías que satisfagan las nece-
sidades y objetivos humanos, y hacerlo con
sabiduría y humanismo.
• Cuarto. Deben favorecerse las innova-
ciones tecnológicas que reduzcan al má-
ximo el impacto humano sobre el medio
ambiente.
• Quinto. Debe favorecerse la propaga-
ción de tecnologías intermedias que sean
suministrables a los pobres, de modo que los
capaciten para beneficiarse de la revolu-
ción tecnológica.
V. É
TICA Y RAZÓN
El mejor modo
de encarar
los asuntos
relacionados con
las aplicaciones
tecnológicas son
los debates bien
informados,
y no la apelación
a dogmas
absolutistas
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La realización de los valores éticos más al-
tos es esencial en la cosmovisión huma-
nista. Creemos que el crecimiento del co-
nocimiento científico nos capacitará a los
hombres para hacer elecciones más pru-
dentes. En este sentido, no existe un muro
infranqueable entre hechos y valores, o en-
tre es y debe. Mediante el uso de la razón y
del conocimiento, nos capacitaremos me-
jor para la realización de nuestros valores a
la luz de la evidencia y mediante la precog-
nición de sus consecuencias.
Los humanistas hemos sido injusta-
mente acusados de ser incapaces de pro-
porcionar fundamentos viables para las res-
ponsabilidades éticas. En realidad, los hu-
manistas somos frecuentemente acusados
de atentar contra los fundamentos morales
de la sociedad. Este argumento está pro-
fundamente equivocado. Durante cientos
de años, los filósofos han proporcionado
sólidos fundamentos seculares para la ac-
ción moral humanista. Y, todavía más, mi-
llones de humanistas anónimos han vivido
vidas ejemplares, han sido ciudadanos res-
ponsables, han cuidado a sus hijos con
amoroso celo y han contribuido de manera
significativa a mejorar la sociedad.
• Las doctrinas morales de índole teo-
lógica reflejan con frecuencia concepcio-
nes heredadas sobre la naturaleza y la na-
turaleza humana que son precientíficas.
Recomendaciones morales contradictorias
pueden deducirse de su legado, y religiones
diferentes con mucha frecuencia propo-
nen puntos de vista ampliamente diver-
gentes sobre las cuestiones morales. Los
teístas y trascedentalistas han estado am-
bos a favor y en contra de la esclavitud,
del sistema de castas, de la guerra, de la
pena capital, de los derechos de la mujer y
de la monogamia. Los religiosos de una
secta, con mucha frecuencia, han asesi-
nado a los partidarios de otra secta con to-
tal impunidad. Muchas de las guerras más
crueles del pasado y del presente están ins-
piradas por dogmas religiosos intransigen-
tes. No negamos que los religiosos hayan
hecho mucho bien; lo que negamos es que
la piedad religiosa sea la única garantía de
virtud moral.
• Los humanistas hemos defendido
siempre la separación entre religión y Es-
tado. Creemos que el Estado debería ser
secular; ni a favor ni en contra de la reli-
gión. Por eso rechazamos las teocracias
que intentan imponer un único código
moral y religioso a todo el mundo. Cree-
mos que el Estado tendría que permitir la
coexistencia de una amplia pluralidad de
valores morales.
• Los principios básicos de la conducta
moral son comunes virtualmente a todas
las civilizaciones, sean religiosas o no. Las
tendencias morales están profundamente
enraizadas en la naturaleza del ser humano
y han evolucionado a lo largo de la histo-
ria humana. Por eso, la ética humanista no
necesita acuerdos en torno a premisas reli-
giosas o teológicas -que quizá nunca lle-
guemos a alcanzar-, sino sólo respecto a las
elecciones éticas que en última instancia
forman parte de intereses, deseos, necesi-
dades y valores humanos. Juzgamos esas
elecciones por sus consecuencias para la
felicidad humana y la justicia social. Gen-
tes con trasfondos socioculturales muy di-
ferentes aplican de hecho principios mora-
les generales muy similares entre sí, aun-
que sus juicios morales específicos puedan
diferir en función de condicionamientos
diferentes. De ahí que el desafío para las
sociedades sea subrayar nuestras similitu-
des, y no nuestras diferencias.
¿Cuáles son los principios clave de la
ética del humanismo?
• Primero. La dignidad y la autonomía
del individuo son el valor central. La ética
humanista se compromete a maximizar la
libertad de elección: libertad de pensa-
miento y conciencia, el libre pensamiento
y la libre investigación, y el derecho de los
individuos a seguir sus propios estilos de
vida hasta donde sean capaces y en tanto
que ello no dañe o perjudique a otros. Esto
es especialmente relevante en las socieda-
des democráticas, en las que puede coexis-
tir una multiplicidad de sistemas alternati-
vos de valores. Por consiguiente, los hu-
manistas respetamos la diversidad.
• Segundo. La defensa humanista de la
autodeterminación no significa que los
humanistas aceptemos como valiosa cual-
quier clase de conducta por el mero hecho
de ser humana. Ni la tolerancia de los dis-
tintos estilos de vida implica necesaria-
mente su aprobación. Los humanistas in-
sistimos en que, acompañando al compro-
miso con una sociedad libre, está siempre
la necesidad de alcanzar un nivel cualita-
tivo de gusto y distinción. Los humanistas
creemos que la libertad debe ser ejercitada
con responsabilidad. Reconocemos que
No negamos
que los
religiosos hayan
hecho mucho
bien;
lo que negamos
es que la piedad
religiosa sea la
única garantía
de virtud moral
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todos los individuos viven en el seno de
comunidades y que algunas acciones son
destructivas y están equivocadas.
• Tercero. Los filósofos éticos huma-
nistas han defendido una ética de la exce-
lencia, desde Aristóteles y Kant hasta
John Stuart Mill, John Dewey y M.N.
Roy. En ellos, se hacen patentes la tem-
planza, la moderación, la continencia, el
autocontrol. Entre los tópicos de la exce-
lencia, se encuentran la capacidad de ele-
gir libremente, la creatividad, el gusto es-
tético, la prudencia en las motivaciones,
la racionalidad y una cierta obligación de
llevar a su máximo cumplimiento los más
altos talentos de cada cual. El humanismo
intenta sacar a flote lo mejor de la gente,
de manera que todo el mundo pueda tener
lo mejor en la vida.
• Cuarto. El humanismo reconoce
nuestras responsabilidades y deudas con
los otros. Esto significa que no debemos
tratar a los demás seres humanos como
meros objetos para nuestra propia satisfac-
ción; debemos considerarles como perso-
nas dignas de igual consideración que nos-
otros mismos. Los humanistas sostenemos
que «todos y cada uno de los individuos
deberían ser tratados humanamente».
Aceptamos la Regla de Oro según la cual
«no debes tratar a los demás como no
quieras que te traten a ti». También acep-
tamos, por la misma razón, el antiguo
mandato de que tendríamos que «recibir a
los extranjeros dentro de nuestras posibili-
dades», respetando sus diferencias con
nosotros. Dada la multiplicidad actual de
credos, todos somos extranjeros -aunque
podamos ser amigos- en una comunidad
más amplia.
• Quinto. Los humanistas creemos que
las virtudes de la empatía (o buena dispo-
sición) y la corrección (o el trato cuida-
doso) son esenciales para la conducta
ética. Esto implica que deberíamos des-
arrollar un interés altruista hacia las nece-
sidades e intereses de los demás. Las pie-
dras fundamentales de la conducta moral
son las «decencias morales comunes»; es
decir, las virtudes morales generales que
son ampliamente compartidas por los
miembros de la especie humana pertene-
cientes a las más diversas culturas y reli-
giones: tenemos que decir la verdad, cum-
plir las promesas, ser honestos, sinceros;
hacer el bien, ser fiables y confiar; dar
muestras de fidelidad, aprecio y gratitud;
ser bien pensados, justos y tolerantes; ne-
gociar las diferencias razonablemente e in-
tentar ser cooperativos; no debemos herir
o injuriar, ni tampoco hacer daño o ate-
morizar a otras personas. Pese a que los hu-
manistas hemos hecho llamamientos con-
tra los códigos puritanos represivos, con el
mismo énfasis, hemos defendido la respon-
sabilidad moral.
• Sexto. En lo más alto de la agenda
humanista, figura la necesidad de propor-
cionar educación moral a los niños y a los
jóvenes, al objeto de desarrollar el carácter
y fomentar el aprecio por las decencias
morales universales, así como para garan-
tizar el progreso moral y la capacidad de
razonamiento moral.
• Séptimo. Los humanistas recomenda-
mos el uso de la razón para fundamentar
nuestros juicios éticos. El punto decisivo
es que el conocimiento es esencial para
formular elecciones éticas. En particular,
necesitamos comprometernos en un pro-
ceso de deliberación, si estamos por la ta-
rea de solucionar los dilemas morales. Los
principios y valores humanos pueden justi-
ficarse mejor a la luz de la investigación
reflexiva. Cuando existan diferencias, es
preciso negociarlas siempre que podamos
mediante un diálogo racional.
• Octavo. Los humanistas mantenemos
que deberíamos estar preparados para mo-
dificar los principios y los valores éticos a
la luz de las realidades que vayan produ-
ciéndose y de las expectativas futuras. Ne-
cesitamos ciertamente apropiarnos de la
mejor sabiduría moral del pasado, pero
también desarrollar nuevas soluciones
para los dilemas morales, sean viejos o
nuevos.
Por ejemplo, el debate sobre la eutana-
sia voluntaria se ha intensificado de ma-
nera especial en las sociedades opulentas,
porque la tecnología médica nos capacita
ahora para prolongar la vida de pacientes
terminales que anteriormente habrían
muerto. Los humanistas hemos argumen-
tado a favor del «morir con dignidad» y del
derecho de los adultos competentes para
rechazar el tratamiento médico, redu-
ciendo así el sufrimiento innecesario, e in-
cluso para acelerar la muerte. También he-
mos reconocido la importancia de la geria-
tría para facilitar el proceso más deseable.
De la misma manera, deberíamos estar
preparados para elegir racionalmente en-
tre los nuevos mecanismos reproductivos
Dada la multitud
actual de credos,
todos somos
extranjeros
-aunque podamos
ser amigos-
en una
comunidad
más amplia
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que la investigación científica ha hecho
posibles, tales como la fertilización in vi-
tro, la maternidad de alquiler, la ingenie-
ría genética, el trasplante de órganos y la
clonación. No podemos mirar atrás, hacia
las morales absolutas del pasado, para
guiarnos en estas cuestiones. Necesitamos
respetar la autonomía de la elección.
• Noveno. Los humanistas argüimos
que deberíamos respetar una ética de prin-
cipios. Esto significa que el fin no justifica
los medios; por el contrario, nuestros fines
están modelados por nuestros medios, y
hay límites acerca de lo que nos está per-
mitido hacer. Esto es especialmente im-
portante hoy a la luz de las tiranías dicta-
toriales del siglo XX, en las que determi-
nadas ideologías políticas manipularon
comprometidos medios morales con fervor
casi religioso para alcanzar fines visiona-
rios. Somos agudamente conscientes del
trágico sufrimiento infligido a millones de
personas por quienes estuvieron dispuestos
a permitir un gran mal en la prosecución
de un supuesto bien mucho mayor.
VI. U
N COMPROMISO UNIVERSAL CON
LA HUMANIDAD EN SU CONJUNTO
La perentoria necesidad de la comunidad
mundial hoy es el desarrollo un nuevo hu-
manismo planetario, que es aquél que pre-
tende no sólo preservar los Derechos Hu-
manos y mejorar la libertad y la dignidad
humanas, sino también subraya, además,
nuestro compromiso con la Humanidad to-
mada en conjunto.
• Primero. El principio ético fundamen-
tal del humanismo planetario es la necesi-
dad de respetar el valor y la dignidad de to-
das las personas de la comunidad mundial.
No cabe duda de que cada persona reco-
noce ya múltiples responsabilidades relati-
vas a su contexto social: tiene responsabili-
dades con su familia, sus amigos, la comu-
nidad, la ciudad, el Estado o la nación en
que reside. Necesitamos, sin embargo, aña-
dir a estas responsabilidades un nuevo com-
promiso que ya ha emergido: nuestra res-
ponsabilidad con las personas más allá de
nuestros límites nacionales. Ahora, más
que nunca, estamos vinculados física y mo-
ralmente a cada persona del planeta, y la
campana dobla por todos cuando dobla por
uno.
• Segundo. Debemos actuar de tal modo
que, siempre que sea posible hacerlo, miti-
guemos el sufrimiento e incrementemos la
suma de la felicidad humana, y extendamos
esta responsabilidad al mundo en su con-
junto. Este principio ha de ser reconocido
tanto por los creyentes como por los no cre-
yentes. Es fundamental para completar la
estructura íntegra de la moralidad humana.
Ninguna comunidad humana puede sobre-
vivir si sigue tolerando violaciones al por
mayor de las decencias humanas universa-
les entre sus propios miembros. La cuestión
clave concierne hoy al rango del principio.
Sostenemos que este compromiso moral de-
bería generalizarse; tendríamos que com-
prometernos no sólo con el bienestar de
aquéllos que viven en nuestra comunidad o
dentro de los márgenes de nuestra nación-
estado, sino también con la comunidad
mundial íntegra.
• Tercero. Deberíamos evitar un sobre-
dimensionamiento del multiculturalismo
parroquialista, que puede ser separatista y
destructivo. Tenemos que ser tolerantes
con la diversidad cultural, excepto con
aquellas culturas que sean ellas mismas ex-
clusivistas, intolerantes o represivas. Ya va
siendo hora de dejar atrás el cuento del tri-
balismo y de dedicarse a buscar fundamen-
tos comunes. La etnicidad es el resultado de
aislamientos sociales y geográficos pasados
que ya no son relevantes por mucho tiempo
en una sociedad global abierta, donde la
interacción y el interemparejamiento entre
diferentes etnicidades no sólo es posible,
sino que debe ser fomentado. Aunque la le-
altad a la propia nación, tribu o grupo ét-
nico puedan captar a los individuos más
que sus propios intereses egoístas, el chovi-
nismo excesivo de las distintas naciones-es-
tado y los diferentes grupos étnicos fre-
cuentemente se convierte en algo destruc-
tivo. En consecuencia, la solicitud y la leal-
tad morales no habrían de finalizar en el lí-
mite de los enclaves étnicos o de las fronte-
ras nacionales. Una moralidad racional nos
impone construir y apoyar instituciones de
cooperación entre individuos de diferentes
etnicidades. Eso nos integraría mejor, en
lugar de separarnos a unos de otros.
• Cuarto. El interés y la preocupación
por las personas debería extenderse a todos
los seres humanos por igual. Esto significa
que todos los seres humanos deben ser tra-
tados humanamente y que en todo mo-
mento hemos de salir en defensa de los De-
rechos Humanos dondequiera que sean
conculcados. De acuerdo con esto, cada
uno de nosotros tiene el compromiso de
Ahora, más que
nunca, estamos
vinculados física
y moralmente a
cada persona
del planeta, y la
campana dobla
por todos
cuando dobla
por uno
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ayudar a mitigar el sufrimiento de la gente
en cualquier parte del mundo y de contri-
buir al bien común. Este principio expresa
nuestro supremo sentido de la compasión y
de la benevolencia. Implica que la gente
que vive en las naciones ricas tiene una
obligación concreta de mitigar el sufri-
miento y aumentar el bienestar de la gente
que vive en las regiones más empobrecidas
del planeta, siempre que pueda y en la me-
dida de sus posibilidades. De la misma ma-
nera que significa para los habitantes de las
regiones subdesarrolladas la obligación de
reemplazar el resentimiento indiscriminado
contra los que viven en los países ricos por
una benevolencia recíproca. Lo mejor que
los ricos pueden hacer por los pobres es ayu-
darles a que se ayuden a sí mismos. Si los
miembros más pobres de la familia humana
deben ser ayudados, los ricos tienen que li-
mitar su propio consumo conspicuo y su ex-
cesiva autoindulgencia.
• Quinto. Estos principios deberían
aplicarse no sólo a la comunidad mundial
en la actualidad, sino también en el futuro.
Tenemos una responsabilidad con la poste-
ridad tanto respecto al porvenir inmediato
como en una escala temporal más larga. Así
pues, las personas que practican una ética
racional reconocen que esta obligación se
extiende a los vástagos de los hijos de sus
hijos y a la comunidad de todos los seres
humanos, presente y futura.
• Sexto. En la medida de lo posible,
cada generación tiene la obligación de en-
tregar a la siguiente un entorno planetario
algo mejor que el que ha heredado. Deberí-
amos evitar la polución excesiva y usar sólo
lo que necesitamos racional y económica-
mente para evitar el despilfarro de los re-
cursos no renovables de la Tierra. En una
época de rápido crecimiento de la pobla-
ción y de consumo acelerado de recursos,
esto puede parecer un ideal imposible. Pero
tenemos que intentarlo, porque nuestras
acciones presentes determinarán el destino
de las generaciones venideras. Podemos mi-
rar hacia atrás y evaluar retrospectivamente
las acciones de nuestros antepasados y po-
demos alabarles o echarles la culpa por sus
actos de omisión o por sus acciones. Por
ejemplo, podemos criticar con razón a quie-
nes han drenado desenfrenadamente las re-
servas de petróleo y de gas natural, o a quie-
nes han agotado las reservas de agua. Por el
contrario, podemos agradecer a los arqui-
tectos e ingenieros del pasado por proteger
las reservas naturales, por las plantas de tra-
tamiento de aguas residuales, por la cons-
trucción de los alcantarillados, las carrete-
ras y los puentes de los que disfrutamos hoy.
Podemos identificarnos con el mundo
futuro y hacer prolepsis imaginativas en las
que los que vivan entonces sean semejantes
a nosotros y, en consecuencia, podemos in-
ferir ahora obligaciones con ese mañana.
Nuestras obligaciones con el futuro proce-
den en parte de nuestra gratitud, o quizá
condena, a las generaciones anteriores y a
los sacrificios que hicieron y de los que nos
beneficiamos. Las generaciones futuras ne-
cesitan hoy portavoces que les sirvan de
apoderados a la hora de defender sus dere-
chos futuros. Vistas así las cosas, se puede
entender que ésta no es una obligación im-
posible, puesto que una buena parte de la
especie humana ya está implicada moral-
mente en el futuro, incluyendo la preocu-
pación por el medio ambiente. Se puede ar-
güir, además, que el idealismo heroico con-
sagrado a una causa altruista que va más
allá de nosotros mismos y a favor del mayor
bien de la Humanidad ha inspirado siempre
a los seres humanos.
• Séptimo. Deberíamos tomar todas la
precauciones precisas para no hacer nada
que pueda poner en peligro la superviven-
cia misma de las generaciones futuras. He-
mos de procurar para ello que nuestra so-
ciedad planetaria no degrade la atmósfera,
el agua y el suelo de modo que la vida en el
futuro resulte drásticamente amenazada.
Tendríamos también que ver la manera de
que nuestra sociedad planetaria no desen-
cadene su armamento de destrucción ma-
siva. Por primera vez en la historia, la Hu-
manidad tiene a su disposición medios para
autodestruirse. El actual apaciguamiento de
la guerra fría no garantiza que la última es-
pada de Damocles no se deje caer por parte
de fanáticos discípulos de la venganza o por
alguna suerte de extremistas dispuestos a
permitir que el mundo sea destruido al ob-
jeto de salvarlo.
Por consiguiente, nuestra obligación
más destacada debería ser hacer viable un
nuevo humanismo planetario centrado en
un mundo a salvo, seguro y mejor, y tendrí-
amos que hacer todo lo que pudiéramos
para engendrar ese compromiso ético. Este
compromiso debería alcanzar a toda las per-
sonas del planeta, sean religiosas o natura-
listas, teístas o humanistas, ricas o pobres,
de cualquier raza, etnia o nacionalidad.
…en una sociedad
global abierta,
donde la
interacción y el
interemparejamiento
entre diferentes
etnicidades no
sólo es posible,
sino que debe ser
fomentado
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Necesitamos convencer a nuestros con-
géneres de la especie humana acerca de la
necesidad de trabajar juntos a favor de la
creación de un nuevo consenso planetario
en el que la conservación y el desarrollo de
la mayoría de la Humanidad en su conjunto
se convierta en nuestra suprema obligación.
VII. U
NA CARTA PLANETARIA DE
DERECHOS Y RESPONSABILIDADES
Para llevar a cabo nuestro compromiso con
el humanismo planetario, proponemos una
Carta planetaria de derechos y responsabi-
lidades como materialización de nuestro
compromiso planetario con la Humanidad
como un todo. La Carta incorpora la De-
claración universal de los Derechos Huma-
nos, pero va más allá, ofreciendo algunas
nuevas provisiones. Muchos países inde-
pendientes se han esforzado por implemen-
tar estas provisiones dentro del marco de
sus fronteras nacionales. Pero existe una
creciente necesidad de formular una Carta
planetaria de derechos y responsabilidades
que sea de aplicación a todos los miembros
de la especie humana. Su aplicación, sin
embargo, no será fácil. De hecho, es pre-
ciso que haya suficientes recursos para ello.
Aunque el libre mercado sea un máquina
dinámica del crecimiento económico y el
desarrollo, no es infalible y puede requerir
correcciones y suplementos por parte de
políticas públicas comprometidas con un
bien social más amplio. Los medios adop-
tados para realizar los principios de esta
Carta serán sacados en su mayor parte y
primariamente del sector privado, pero el
sector público tiene también un impor-
tante papel que jugar. Se producirá, sin
duda, una tremenda oposición política a
estas propuestas, pero desearíamos estable-
cerlas al menos como fines a largo plazo,
incluso aunque puedan parecer en la ac-
tualidad difíciles de llevar a cabo en ciertas
partes del mundo.
• Primero. Deberíamos esforzarnos por
terminar con la pobreza y la desnutrición y
por proporcionar un adecuado cuidado de
la salud y vivienda para la gente de todos
los rincones del planeta. Esto significa que
no podría negársele a nadie una alimenta-
ción adecuada y agua limpia y, que tendrí-
amos que dedicar nuestros mejores esfuer-
zos a erradicar las enfermedades infeccio-
sas, asegurar una sanidad decorosa y garan-
tizar un mínimo de instalaciones de habi-
tabilidad para todo el mundo. Justamente,
ésta es la tarea; incluso sobre fundamentos
morales es necesario que comencemos a ci-
mentar esta obra.
• Segundo. Deberíamos esforzarnos por
proporcionar seguridad económica e ingre-
sos adecuados a todo el mundo. Esto signi-
fica dar a la gente oportunidades justas de
empleo, seguridad a los desempleados y Se-
guridad Social a los jubilados. Tendrían
existir programas especiales para educar a
los discapacitados en tareas para las que es-
tén capacitados y ayudarles a encontrar
empleo.
La premisa central aquí es la auto-
ayuda, que los individuos necesiten realizar
sus propios esfuerzos para ganarse la vida y
obtener ingresos suficientes. Todo lo que la
sociedad puede hacer es proporcionar
oportunidades, bien sea con medios públi-
cos o privados.
• Tercero. Toda persona debería estar
protegida contra injurias, peligros y muer-
tes injustificadas e innecesarias. Todos los
miembros de la especie humana habrían de
gozar de seguridad contra la violencia fí-
sica, los hurtos a sus propiedades persona-
les y el temor debido a intimidación, sea
ésta ejercida por parte de personas privadas
o instituciones políticas o sociales. Todo el
mundo tendría que estar protegido contra
los abusos sexuales, el acoso y las viola-
ción. La conducta sexual debería estar ba-
sada en el principio del mutuo consenti-
miento. El sexo o el matrimonio con niños
menores no debería estar permitido bajo
ninguna circunstancia.
La pena capital es una forma inadmisi-
ble de castigo. Debería ser reemplazada por
otros castigos, tales como la cadena perpe-
tua. La mayor parte de las naciones civili-
zadas han prohibido ya la pena de muerte.
El derecho de los individuos a poseer armas
de fuego tendría que estar regulado por la
sociedad.
• Cuarto. Los individuos deberían tener
el derecho a vivir en una unidad familiar o
en una casa de su elección, de acuerdo con
sus ingresos, y deberían tener el derecho a
procrear o no procrear hijos. Todos los in-
dividuos deberían tener el derecho a elegir
libremente a su pareja, si desean tenerla,
así como el número y la periodicidad de los
hijos que quieran tener. Los niños y los
adolescentes no habrían ser obligados a
ejercer trabajos de adultos o excesiva-
mente pesados. Los padres no deberían
descuidar a sus hijos o negarles una nutri-
Las
generaciones
futuras
necesitan hoy
portavoces que
les sirvan de
apoderados a la
hora de
defender sus
derechos
futuros
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ción decorosa, sanidad, habitación, cuida-
dos médicos y seguridad.
Los padres no negarán a sus hijos el ac-
ceso a la educación, el enriquecimiento
cultural y el estímulo intelectual. Aunque
la guía moral paterna sea vital, los padres
no deberían imponer simplemente su pro-
pia visión religiosa o sus valores morales a
sus hijos, ni tratar de indoctrinarles. Los ni-
ños, los adolescentes y los adultos jóvenes
tendrían que estar expuestos a distintos
puntos de vista y ser incitados vigorosa-
mente a pensar por sí mismos. Los puntos
de vista, incluso de los niños pequeños, de-
berían ser respetados.
• Quinto. Las oportunidades para la
educación y el enriquecimiento cultural de-
berían ser universales. Todas las personas
habrían de tener la oportunidad de aumen-
tar su conocimiento. Como mínimo, la es-
colarización tendría que estar garantizada
para todos los niños desde sus primeros
años hasta la adolescencia. Pero la oportu-
nidad de educarse debería continuar siendo
accesible a todos los grupos de edad, in-
cluida la educación continua para los adul-
tos. Existen unos mínimos estándar que
toda persona debería alcanzar: las destrezas
básicas de lectura, escritura y matemáticas.
Niveles superiores de logro se relacionan
con el talento y la capacidad. El acceso a las
escuelas superiores de educación debería es-
tar basado en el mérito; siempre que resulte
posible la escolarización, tendría que estar
garantizada, de tal modo que ningún estu-
diante cualificado se viera obligado a aban-
donar su oportunidad educacional a causa
de estrecheces financieras.
Todos los niños deberían ser instruidos
en algunas destrezas básicas comercializa-
bles, de manera que se les garantice la posi-
bilidad de encontrar un empleo con el que
puedan ganarse la vida. Esta habilitación
incluiría alguna forma de alfabetización in-
formática, la formación cultural y la habili-
dad para desenvolverse en el mundo del
comercio.
El currículo debería promover la com-
prensión de los métodos científicos de in-
vestigación y del pensamiento crítico. No
se tendrían que poner barreras a la libre
investigación. La educación debería incul-
car el aprecio por las ciencias naturales,
biológicas, y por las ciencias sociales. La
teoría de la evolución y los principios bá-
sicos de la ecología tendrían también que
ser estudiados.
Los estudiantes deberían aprender los
principios de una buena salud, de una nu-
trición adecuada, de la medicación y del
ejercicio físico. Tendría que incluirse en
este aprendizaje una cierta compresión de
la medicina científica y de cuáles son las
funciones del cuerpo humano. Deberían fa-
cilitarse oportunidades para una educación
sexual, que incluiría la conducta sexual res-
ponsable, la planificación familiar y las téc-
nicas contraceptivas.
Los estudiantes tendrían que aprender a
apreciar las diversas tradiciones culturales.
Esto podría lograrse mediante el estudio
comparativo de religiones, lenguajes y cul-
turas, y mediante una apreciación de la ex-
presión artística. Los estudiantes deberían
estudiar historia, comenzando por la histo-
ria del país o cultura concretos en los que
viven, pero siguiendo también con las de
otras culturas, incluyendo la historia de las
civilizaciones mundiales. Deberían hacerse
todos los esfuerzos por desarrollar una
suerte de ‘alfabetización planetaria’ esto es,
consciente del entorno ambiental. La ense-
ñanza no habría de quedar confinada en los
márgenes de estrechas especializaciones,
sino que debería gastarse cierta energía en
alcanzar una comprensión interdisciplinar.
• Sexto. Los individuos no deberían
ser discriminados negativamente a causa
de su raza, origen étnico, nacionalidad,
cultura, casta, clase, creencias, género u
orientación sexual. Necesitamos desarro-
llar una nueva forma de identidad hu-
mana: la de ser miembros de una comuni-
dad planetaria. Esta identidad debe tener
prioridad sobre todas las demás identifica-
ciones y servir como base para erradicar la
discriminación.
Los odios raciales, nacionales o étnicos
son inmorales. Todos los individuos son
miembros de la misma especie humana y
como tales deberían tener el derecho de go-
zar de todos los privilegios y oportunidades
alcanzables.
El antagonismo de clase puede ser una
fuente de discriminación. La barreras tradi-
cionales, tales como el sistema de castas,
han mantenido a millones de personas en
el subdesarrollo. Algunos han pretendido
suturar el abismo entre ricos y pobres arrui-
nando a los primeros en lugar de mejorar las
condiciones de los últimos. Otros han igno-
rado las estrecheces de los pobres o han in-
tentado conducirlos hacia un estado de de-
pendencia.
Necesitamos
desarrollar una
nueva forma de
identidad
humana: la de ser
miembros de una
comunidad
planetaria
(Invierno 2000)
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(Invierno 2000)
El derecho a creer y a practicar la reli-
gión de cada cual debe ser respetado. La
libertad equivalente a no practicar reli-
gión alguna ha de garantizarse a los rene-
gados religiosos, a los agnósticos y a los
ateos, cuyos puntos de vista son dignos de
un no menor respeto.
La discriminación de género no debe-
ría permitirse. Las mujeres tienen derecho
a ser tratadas igual que los varones. La
discriminación en las oportunidades de
trabajo, en educación o en actividades
culturales es insoportable. La sociedad
tampoco tendría que negar iguales dere-
chos a los homosexuales, bisexuales, así
como a los travestidos y transexuales.
• Séptimo. Los principios de la igual-
dad deberían ser respetados por todas las
comunidades civilizadas en cuatro gran-
des sentidos:
Igualdad ante la ley. A toda persona
debería proporcionársele el proceso de-
bido e igual protección ante la ley. Han
aplicarse las mismas leyes a los funciona-
rios del gobierno que a los ciudadanos co-
rrientes. Nadie debe estar por encima de
la ley. La leyes tiene que ser ciegas ante la
raza, el color, la etnicidad, el credo, el gé-
nero y la posición económica.
Igualdad de trato. Cada persona tiene
igual valor y dignidad y no deben negár-
sele los beneficios y derechos acordados
para todos los demás. Esto no contradice
el derecho de la sociedad a ejercer su ca-
pacidad coactiva de castigar o encarcelar
a los individuos que infrinjan la ley, usen
la violencia o cometan crímenes contra
otros.
Satisfacción de las necesidades básicas.
Los individuos pueden carecer de recursos
y, sin ser responsables de su propia situa-
ción, resultar incapaces de satisfacer sus
necesidades mínimas de alimento, ves-
tido, seguridad, atención sanitaria, enri-
quecimiento cultural y educación. En ta-
les casos, si la sociedad tiene medios, en-
tonces tiene la obligación de ayudar a sa-
tisfacer tanto como sea posible esas nece-
sidades básicas. Este compromiso con el
bienestar se relaciona con la capacidad de
trabajar. La sociedad no debería favorecer
una cultura de la dependencia.
Igualdad de oportunidades. En las so-
ciedades libres, debería haber un amplio
campo de roles y niveles. En una sociedad
abierta y libre, los adultos y los niños ten-
drían que gozar de las oportunidades sufi-
cientes para satisfacer sus intereses y aspi-
raciones, y para poder expresar sus talen-
tos singulares.
• Octavo. Es un derecho de toda per-
sona estar en condiciones de vivir una
vida buena, aspirar a la felicidad, lograr
una satisfacción y un ocio creativos en sus
propios términos, en la medida en que él
o ella no cause daño a terceras personas.
El principio esencial es que cada persona
debería gozar de la oportunidad de realizar
su personal perfeccionamiento en conso-
nancia con sus recursos sociales; pero de
tal modo que esta realización dependa del
individuo y no de la sociedad. La felici-
dad, sin embargo, depende de los ingresos,
recursos y actitudes personales de cada
cual, y los individuos no tendrían que es-
perar que la sociedad les proporcionase los
medios de satisfacción para un amplio es-
pectro de propósitos y gustos idiosincrási-
cos.
• Noveno. Los individuos deberían te-
ner la oportunidad de apreciar y tomar
parte en actividades artísticas, incluyendo
la literatura, la poesía, el drama, la escul-
tura, la danza, la música y el canto. La
imaginación estética y las actividades cre-
ativas pueden contribuir inmensamente
al enriquecimiento de la vida, a la auto-
rrealización y a la felicidad humana. La
sociedad tendría que fomentar y sostener
las artes y una amplia difusión cultural de
las mismas entre todos los sectores de la
comunidad.
• Décimo. Los individuos no deberían
ser indebidamente reprimidos, restringi-
dos o coartados a la hora de ejercer un
amplio espectro de elecciones personales.
Esto incluye la libertad de pensamiento y
conciencia: el inestimable derecho a creer
o a no creer, la libertad de expresión y la
libertad de seguir cada uno su propio es-
tilo de vida, en la medida en que ello no
prive a otros de ejercer sus propios dere-
chos.
Incluido en lo anterior se encuentra el
derecho a la privacidad:
Debería respetarse la confidencialidad
de los individuos.
Todos los individuos tendrían que ser
libres de imposiciones políticas y coercio-
nes sociales.
Las mujeres habrían de tener el dere-
cho a controlar sus propios cuerpos. Esto
incluye la libertad reproductiva, la con-
tracepción voluntaria y el aborto.
Todos los
individuos son
miembros de la
misma especie
humana y como
tales deberían
tener el derecho
de gozar de
todos los
privilegios y
oportunidades
alcanzables
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Las parejas deberían disponer de la in-
formación apropiada para planificar la fa-
milia y la capacidad de hacer uso por sí
mismos de la inseminación artificial y de
consultoría biogenética.
Los adultos deberían poder casarse con
quien quieran, incluso si su pareja es de
diferente raza, etnia, clase, religión, casta
o extracción nacional. La mezcla genera-
cional no tendría que estar prohibida. Las
parejas del mismo sexo deberían tener los
mismos derechos que las parejas heterose-
xuales.
El principio guía para el cuidado de la
salud habría de ser un consentimiento
bien informado. Los individuos maduros
deberían tener el derecho a seleccionar o
rechazar el tratamiento médico que se les
aplique.
Los individuos habrían de tener el de-
recho de constituir voluntariamente orga-
nizaciones para la consecución de intere-
ses y la ejecución de actividades comunes.
El derecho de libre asociación tendría que
ser respetado siempre que se lleve a cabo
de forma pacífica y no violenta.
VIII. U
NA NUEVA AGENDA GLOBAL
Muchos de los altos ideales sociales surgidos
al socaire de la Segunda Guerra Mundial, y
que han hallado expresión en instrumentos
tales como la Declaración universal de los
Derechos Humanos, han menguado hoy a lo
largo y ancho del mundo. Si vamos a influir
en el futuro de la Humanidad, será necesario
de forma progresiva, con y a través de nue-
vos centros de poder e influencia dedicados
a favorecer la equidad y la estabilidad, aliviar
la pobreza, reducir los conflictos y salvaguar-
dar el entorno. A la luz de las cambiantes
circunstancias actuales, se han puesto de
manifiesto un cierto número de objetivos
prioritarios:
• Primero. Seguridad. El problema de
los conflictos y guerras regionales no se ha
resuelto, ni ha desaparecido tampoco el in-
definible peligro asociado a las armas de
destrucción masiva. En los últimos cin-
cuenta años, la violencia intercomunitaria
y las guerras civiles han superado con cre-
ces a los conflictos entre naciones en tér-
minos de coste en vidas humanas. Tales
conflictos surgen invariablemente cuando
una comunidad étnica dentro de un Estado
se siente oprimida por el gobierno o por
otra comunidad y se siente además incapaz
de hacer oír sus agravios por procedimien-
tos legales. La Carta de las Naciones Uni-
das prohibe específicamente interferir en
los asuntos internos de los Estados miem-
bros; la comunidad internacional, por
tanto, carece de cualquier base legal para
intentar resolver los conflictos tribales, ét-
nicos o intercomunitarios dentro de las
fronteras nacionales contra los deseos de
los grupos gobernantes en los Estados im-
plicados. Además, cualquier intento por
parte de la comunidad internacional por
resolver tales conflictos mediante el uso de
la fuerza está igualmente sometido en el
Consejo de Seguridad de la ONU al posi-
ble veto de un miembro permanente amigo
del gobierno implicado. Desde el final de la
guerra fría, sin embargo, Estados Unidos,
ayudado por la OTAN y otros poderes oc-
cidentales, ha pretendido con cierta fre-
cuencia imponer la paz por la fuerza, sobre-
pasando los mandatos de la ONU y sabote-
ando de este modo su autoridad.
• Segundo. Desarrollo humano. Convo-
camos a todos a favor del objetivo audaz e
innovador de maximizar el progreso humano
a escala global. Hoy, como en el pasado, si-
gue siendo un problema urgente la dispari-
dad entre los sectores opulentos y subdesa-
rrollados del planeta. El mundo desarrollado
puede ayudar a quienes se hallan por debajo
de él, en buena medida proporcionándoles
capital, ayuda técnica y asistencia educativa.
Necesitamos un nuevo impulso sobre el
desarrollo social no solamente en el terreno
económico, reconociendo que, mientras el
crecimiento económico no siempre conduce
al desarrollo social, en cambio la inversión
directa en desarrollo social puede reducir la
pobreza y llevar más cantidad de población a
una economía de mercado. Existe la peren-
toria necesidad de apoyar medidas que inci-
dan directamente sobre la salud y el bienes-
tar social de los más pobres, y especialmente
de las mujeres y de los jóvenes. Esto debe in-
cluir algún esfuerzo por estabilizar e incluso
disminuir las tasas de crecimiento de la po-
blación.
La cooperación al desarrollo ha sido
vista con frecuencia por parte de los países
donantes como un instrumento de impe-
rialismo externo y de política comercial.
Con el final de la guerra fría, ha dismi-
nuido la necesidad percibida de competir
por el apoyo del mundo en vías desarrollo,
y con ello han disminuido también los ni-
veles de ayudas al desarrollo. Esta tenden-
cia debe invertirse.
Existe la
perentoria
necesidad de
apoyar medidas
que incidan
directamente
sobre la salud y el
bien estar social
de los más
pobres, y
especialmente de
las mujeres y de
los jóvenes
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(Invierno 2000)
Urgimos a todas las naciones industria-
lizadas a aceptar como primer paso las lí-
neas maestras trazadas por la ONU para la
ayuda al desarrollo en ultramar, en particu-
lar la de contribuir con -o aceptar el im-
puesto- de un 0,7 % del Producto Interior
Bruto cada año para programas de ayuda al
desarrollo, de cuya cantidad el 20% sería
para desarrollo social, y, a su vez, el 20%
del presupuesto de desarrollo social tendría
que distribuirse entre la población asistida.
Esta ayuda debería incrementarse en el fu-
turo.
Ha de realizarse el mayor esfuerzo en la
tarea de suturar la brecha del conoci-
miento con las naciones más pobres, entre-
nando y reciclando a los desempleados,
proporcionando mejores condiciones de
trabajo -especialmente a las mujeres y a los
desfavorecidos- e invirtiendo más recursos
en el cuidado de la salud, la educación y el
enriquecimiento cultural. Recomendamos
a todas las naciones apoyar el Programa de
acción de El Cairo de 1994 para proporcio-
nar salud reproductiva y derechos repro-
ductivos universales, ayudar a mejorar la
calidad de vida de los más pobres y estabi-
lizar el crecimiento de la población mun-
dial. El índice de desarrollo humano publi-
cado anualmente por la ONU debería ser
erigido en el metro-patrón que sirviese de
guía para todos los países en vías de des-
arrollo.
Está creciendo el papel de las organiza-
ciones no gubernamentales en los países en
vías de desarrollo en la medida en que se
están convirtiendo en las receptoras de las
ayudas y en que logran cortar por lo sano
la corrupción y los endémicos retrasos bu-
rocráticos que caracterizan a dichos países.
Las organizaciones no gubernamentales
occidentales tienen un significativo papel
que jugar en tanto que contrapartes y ca-
nales de transmisión para tales ayudas al
desarrollo. (La cantidad de recursos canali-
zados por este medio, sin embargo, sigue
siendo dolorosamente insuficiente.)
• Tercero. Justicia social. La Carta pla-
netaria de derechos y responsabilidades es
esencial para el asunto de la justicia social.
Deben rechazarse los intentos de mediati-
zar el impacto de la justicia social y de res-
tringir su ámbito geográfico o cultural.
Hay que subrayar la aplicabilidad de la De-
claración universal de los Derechos Hu-
manos a la esfera privada del hogar, la fa-
milia y la comunidad. Urgimos, en parti-
cular, la pronta ratificación por parte de
todos los países de todas las convenciones
internacionales sobre los derechos de la
mujer, la infancia, las minorías y los pue-
blos indígenas.
• Cuarto. El crecimiento de multinacio-
nales globales. Los últimos veinte años han
sido testigos de una creciente concentra-
ción de poder y riqueza en manos de las cor-
poraciones globales. No cabe duda de que
ello ha contribuido al desarrollo económico
y comercial del mundo. Pero las leyes inter-
nacionales han sido lentas a la hora de res-
ponder a tan rapidísima evolución de las es-
tructuras de poder en el mundo económico.
Las corporaciones multinacionales, en este
momento, se encuentran en condiciones de
ignorar olímpicamente los deseos de los go-
biernos individuales al formular sus políti-
cas, simplemente trasladando sus recursos
económicos a través de las fronteras o ex-
portando sus fábricas manufactureras a
mercados más baratos. Esta libertad es con-
siderada beneficiosa para el libre mercado y
es fomentada por los mercados financieros
globales. Pero tales corporaciones están
también ampliamente capacitadas para elu-
dir los impuestos mediante la exportación
de las ganancias. Las instituciones financie-
ras son capaces de evadirse del control fi-
nanciero mediante la ubicación de sus es-
tructuras en paraísos fiscales exteriores, de
modo que los fondos internacionales que se
transfieren sin impuestos se acercan al bi-
llón de dólares diario.
Cualquier intento de dirigir estos asun-
tos, pero que restringiera la operatividad
del libre mercado, sería enérgicamente re-
chazado y además fracasaría. Por consi-
guiente, se necesitan imaginativas reformas
tendentes a asegurar que la riqueza interna-
cional, tanto de los individuos como de las
corporaciones, juegue limpio sin perjudicar
al motor del mundo económico.
• Quinto. Ley internacional. La comu-
nidad global necesita desarrollar un sistema
de leyes internacionales que trascienda las
leyes de las naciones por separado. Necesi-
tamos transformar un mundo alegal en otro
que tenga leyes que todos y cada uno pue-
dan entender y atenerse a ellas.
• Sexto. El medio ambiente. Necesita-
mos reconocer que los estilos de vida coti-
dianos de las sociedades industrializadas del
Norte no son sustituibles y que llegarán a
crecer progresivamente de modo que, a me-
dida que se produzca un mayor desarrollo
Necesitamos
transformar un
mundo alegal
en otro que
tenga leyes que
todos y cada
uno puedan
entender y
atenerse a ellas
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económico y un consumo creciente entre
las naciones más pobres del Sur, crecerá la
presión sobre el medio ambiente global. El
consumo galopante está ya produciendo
una presión sin precedentes sobre el medio
ambiente y colocando incluso a los que
consumen menos en una situación doble de
riesgo. El problema consiste en desarrollar
los niveles de consumo de mil millones de
pobres que carecen incluso de una comida
suficiente al día mientras simultáneamente
se implementan pautas de consumo susten-
tables que reduzcan el daño medioambien-
tal.
Los problemas del medio ambiente glo-
bal deben ser manejados en y con perspec-
tiva planetaria: reduciendo la polución me-
dioambiental, incluido el dióxido de car-
bono y otros gases de producción natural;
desarrollando carburantes alternativos; re-
forestando las tierras desérticas; contrarres-
tando la erosión del humus en las áreas cul-
tivables; facilitando los negocios que pre-
serven el medio ambiente; limitando la
pesca en mar abierto que conduzca a la ex-
tinción de poblaciones enteras de peces;
protegiendo las especies en peligro de ex-
tinción; reduciendo la adicción social a los
estilos de vida de consumo conspicuo y des-
pilfarrador, y eliminando todas las armas de
destrucción masiva. Así pues, las medidas
para proteger el medio ambiente requieren
de una alta prioridad por parte de la comu-
nidad planetaria.
IX. L
A NECESIDAD DE NUEVAS
INSTITUCIONES PLANETARIAS
La cuestión más urgente en el siglo XXI es
si la Humanidad puede desarrollar institu-
ciones globales para afrontar estos proble-
mas. Muchos de los mejores remedios se
han adoptado a nivel local, nacional y re-
gional gracias a esfuerzos voluntarios, tanto
privados como públicos. Una estrategia
consiste en buscar soluciones a través de las
iniciativas del libre mercado; otra, en usar
fundaciones y organizaciones internaciona-
les de voluntarios para el desarrollo educa-
cional y social. Sin embargo, nosotros cree-
mos que todavía faltan por crear nuevas
instituciones globales que sean capaces de
enfrentarse con los problemas directamente
y concentrarse sobre las necesidades de la
Humanidad como un todo.
En las postrimerías de la Segunda Gue-
rra Mundial, fueron fundadas una serie de
instituciones internacionales, tales como la
Organización de las Naciones Unidas y la
Organización Mundial de la Salud. Desgra-
ciadamente, se ha abierto un amplio
abismo entre el modo en que estas institu-
ciones operan y las necesidades de la nueva
comunidad planetaria. Por consiguiente,
las instituciones existentes deben cambiar
drásticamente su forma de operar o, de lo
contrario, será preciso crear nuevas institu-
ciones.
De hecho, las fronteras políticas del
mundo son arbitrarias. Necesitamos traspa-
sarlas, ir más allá de ellas. Necesitamos
continuar defendiendo el incremento de la
democracia en las diversas naciones de la
comunidad mundial, pero también mejorar
los derechos transnacionales de todos los
miembros de la comunidad planetaria. Ne-
cesitamos, ahora más que antes, una orga-
nización mundial que represente a la gente
y a los pueblos del mundo más que a las na-
ciones-estado.
La ONU, al igual que su precursora, La
Liga de Naciones, ha jugado un papel vital
en el mundo, pero hay muchas más cosas
que necesitamos llevar a cabo. Para resolver
los problemas a nivel transnacional y con-
tribuir al desarrollo de todo el planeta, ne-
cesitamos transformar gradual, pero drásti-
camente, la ONU. Algunos cambios reque-
rirán enmiendas a la Carta de las Naciones
Unidas; otros desafiarán radicalmente la es-
tructura de ONU. Estos cambios requerirán
el consentimiento de las naciones miem-
bros. Cualesquiera que sean las alteraciones
que se efectúen, deberíamos preservar aque-
llos elementos de la ONU que han mejo-
rado la vida de millones de personas en el
planeta.
El cambio fundamental consistiría en
acrecentar la efectividad de la ONU, trans-
formándola de una asamblea de Estados so-
beranos en una asamblea de pueblos. Seme-
jante transformación ha tenido preceden-
tes, incluyendo la autoconversión de la
confederación de Estados soberanos de los
primeros Estados Unidos en el actual sis-
tema federal. Si vamos a resolver nuestros
problemas globales, las naciones-estado de-
berán transferir algo de su soberanía a un
sistema de autoridad transnacional. El fra-
caso a la hora de hacer esto desembocaría
en un mundo bloqueado por conflictos en-
tre Estados soberanos cuyo interés primario
sería su propia soberanía. Difícilmente po-
demos permitirnos un despilfarro tal de
oportunidades; la gente del planeta se me-
Necesitamos,
ahora más que
antes, una
organización
mundial que
represente a
la gente y
a los pueblos
del mundo
más que a las
naciones–estado
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ptico
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rece algo mejor. No cabe duda de que un
sistema transnacional de estas característi-
cas suscitará la oposición de numerosos lí-
deres políticos, en particular, los naciona-
listas chovinistas. Pese a ello, podría ser re-
alidad, y llegar a tener éxito, si trabajamos
a favor de un consenso ético planetario.
Cualquier sistema transnacional debería
ser democrático y tener limitación de pode-
res. Tendría que haber una maximización
de la autonomía, la descentralización y la
libertad para los Estados y regiones inde-
pendientes del mundo. También debería
crearse un sistema de restricciones y equili-
brios como salvaguarda contra la arbitrarie-
dad del poder. El sistema transnacional ten-
dría que ver primariamente con cuestiones
que sólo pueden resolverse a nivel global,
tales como la seguridad, la defensa de los
Derechos Humanos, el desarrollo econó-
mico y social, y la protección del medio
ambiente planetario. Para que tales objeti-
vos puedan conseguirse, sugeriremos las si-
guientes reformas, trabajando a partir de la
estructura de la ONU:
• Primero. El mundo necesita estable-
cer en algún momento futuro un Parla-
mento mundial efectivo -y elecciones para
constituirlo basadas en la población- que
representará a la gente y no a los gobier-
nos. La idea de un Parlamento mundial es
similar a la evolución del Parlamento euro-
peo, que se halla todavía en su infancia. La
actual Asamblea General de las Naciones
Unidas es una asamblea de naciones. El
nuevo Parlamento mundial podría sancio-
nar políticas legislativas de una manera de-
mocrática. Quizás un legislativo bicameral
sería lo más viable para articular ambas co-
sas: un Parlamento de los pueblos y una
Asamblea General de naciones. La estruc-
tura formal detallada sólo puede desarro-
llarse mediante la convocatoria de una re-
visión sistemática de estatutos que nos-
otros recomendamos debería convenir en
examinar exhaustivamente las opciones
para el fortalecimiento de la ONU y/o im-
plementarla con un sistema parlamentario.
• Segundo. El mundo necesita un sis-
tema de seguridad efectivo para resolver
los conflictos que amenazan la paz. Necesi-
tamos reformar la ‘Carta de Naciones Uni-
das’ para conseguir este fin. Así, el veto de
los ‘cinco grandes’ en el Consejo de Segu-
ridad debe ser eliminado. Tal veto existe a
causa de circunstancias históricas del final
de la Segunda Guerra Mundial que han de-
jado de ser relevantes. El principio básico
de la seguridad mundial es que ningún Es-
tado singular ni alianza de Estados tiene
derecho a modificar la integridad política y
territorial de otros Estados mediante agre-
sión. Ninguna nación o grupo de naciones
debería ser llamada a ejercer tareas de poli-
cía ni autorizada a bombardear a otros sin
la concurrencia del Consejo de Seguridad.
El mundo necesita una fuerza policial efec-
tiva para proteger las regiones de los con-
flictos y para negociar el establecimiento
de la paz. Recomendamos que el Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas, ele-
gido por la Asamblea General y el Parla-
mento mundial, necesitara tres cuartas
partes de los votos para adoptar cualquier
medida de seguridad. Esto significaría que,
si se mantuviese el actual Consejo de
quince miembros, bastaría que cuatro o
más miembros estuviesen en desacuerdo
para que la acción no pudiese llevarse a
cabo.
• Tercero. Debemos desarrollar una
Corte Mundial de Justicia y un Tribunal
Penal Internacional con suficiente poder
para hacer cumplir sus leyes. La Corte
Mundial de la Haya está ya moviéndose en
esa dirección. Esta Corte tendrá el poder
de investigar las violaciones en materia de
Derechos Humanos, los genocidios y los
crímenes internacionales, así como la ca-
pacidad de mediar en los conflictos y dis-
putas internacionales. Es esencial que
aquellos Estados que aún no han recono-
cido su autoridad sean persuadidos a ha-
cerlo.
• Cuarto. El mundo necesita una agen-
cia planetaria para monitorizar el medio
ambiente a escala transnacional. Reco-
mendamos el fortalecimiento de las agen-
cias y programas de la ONU actualmente
existentes que están más directamente
comprometidos con el medio ambiente.
Por ejemplo, el Programa Ambiental de las
Naciones Unidas debería tener poder para
hacer cumplir las medidas contra la grave
polución ecológica. El Fondo de las Nacio-
nes Unidas para la Población debe ser
aprovisionado con recursos suficientes para
satisfacer la creciente necesidad mundial
de medidas contraceptivas y, por consi-
guiente, para ayudar a estabilizar el creci-
miento de la población. Si estas agencias
fueran incapaces de gestionar problemas
masivos, será necesario crear una agencia
planetaria más fuerte.
Sólo nosotros
somos
responsables de
nuestro destino
y lo mejor que
podemos hacer
es pasar revista
a nuestra
inteligencia,
nuestro coraje y
nuestra
compasión para
alcanzar nuestras
más altas
aspiraciones
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• Quinto. Recomendamos un sistema
mundial de impuestos para asistir a los sec-
tores subdesarrollados de la familia humana
y para satisfacer las necesidades sociales que
no quedan cubiertas por las fuerzas del mer-
cado. Debemos comenzar con un impuesto
vinculado al Producto Interior Bruto de to-
das las naciones como procedimiento para
ser usado para la asistencia y el desarrollo
económico y social. Esto no debería ser una
contribución voluntaria, sino un impuesto
efectivo. Las vitales agencias actualmente
existentes de la ONU tendrían que ser fi-
nanciadas con los fondos así obtenidos. Esto
incluye a la Unesco, la Unicef, la Organiza-
ción Mundial de la Salud, el Banco Mun-
dial, el Fondo Monetario Internacional y
otras organizaciones.
Se necesita un amplio acuerdo interna-
cional sobre la reforma de impuestos para
asegurar que las corporaciones multinacio-
nales paguen la parte justa que les corres-
ponde en la carga del impuesto global. So-
bre la base de estos impuestos, deberían
concederse créditos para donaciones carita-
tivas destinadas al desarrollo humano y so-
cial. Una recaudación imponible a las
transferencias internacionales de fondos
debería considerarse seriamente para gravar
unos fondos que de otra manera permane-
cerían libres de impuestos y ayudar con ella
a financiar el desarrollo social de los países
más pobres. Muchos Estados miembros elu-
den el pago de sus deudas con la ONU. Ha-
brían de imponerse censuras y medidas más
duras, tales como sanciones, a tales Estados.
Las condonaciones selectivas de las deudas
externas de los países más pobres incapaces
de pagar tendrían que financiarse con estos
fondos.
• Sexto. El desarrollo de instituciones
globales debería incluir algún procedi-
miento para la regulación de las corpora-
ciones multinacionales y los monopolios
estatales. Esto va más allá de los actuales
mandatos de la ONU. Debemos fortalecer
las economías de libre mercado, pero no
podemos ignorar las necesidades planeta-
rias de la Humanidad como un todo. Si si-
guen sin controles, las megacorporaciones y
los monopolios probablemente dañarán los
Derechos Humanos, el medio ambiente y la
prosperidad de ciertas regiones del mundo.
Las extremas disparidades entre sectores ri-
cos y subdesarrollados del planeta pueden
superarse potenciando las autoayudas, pero
también encauzando la riqueza del mundo
para proporcionar capital, ayuda técnica y
asistencia educacional para el desarrollo
económico y social.
• Séptimo. Debemos mantener vivo el
libre mercado de ideas, el respeto a la di-
versidad de opiniones, y mimar el derecho
a disentir. A este respecto, existe una ur-
gente necesidad de resistirse contra el con-
trol de los medios de comunicación de ma-
sas, bien sea por parte de gobiernos nacio-
nales, bien por parte de poderosos intereses
económicos, bien por parte de instituciones
globales. Las dictaduras han usado los me-
dios de comunicación para propósitos pro-
pagandistas, eliminando los puntos de vista
alternativos. Los medios, en las sociedades
capitalistas, están a menudo bajo el control
de oligopolios. Y rebajan sus contenidos
con frecuencia hasta el más ínfimo deno-
minador común en orden a maximizar su
cotización. Los hechos son desatendidos
mediante la aceptación acrítica de cual-
quier matasanos de la Nueva Era, mientras
los reportajes sobre milagros gozan de más
espacio de emisión que los últimos descu-
brimientos científicos. Muchos medios -te-
levisión, radio, cine, publicidad- aparentan
sentir muy poca obligación a la hora de pro-
porcionar contenidos factuales o educacio-
nales.
Rechazamos cualquier tipo de censura,
sea practicada por los gobernantes, los pu-
blicistas o los propietarios de los medios.
Debería potenciarse la competencia en los
medios a través de la creación de medios pú-
blicos y de organizaciones sin ánimo de lu-
cro, y resistir todo movimiento tendente ha-
cia el monopolio o hacia el control oligár-
quico. También tendrían que favorecerse
los movimientos populares voluntarios diri-
gidos a controlar los medios y a denunciar
sus excesos más crasos. Hay, en particular,
una necesidad urgente de lograr acceso libre
a los medios de comunicación. Esto signi-
fica que ningún poder global de medios oli-
gopólicos ni ningún Estado-nación debería
dominar los medios. Necesitamos poner en
escena un movimiento democrático mun-
dial que busque como objetivo la diversidad
cultural y el enriquecimiento mutuo, así
como la libre circulación de ideas.
X. O
PTIMISMO EN TORNO AL
PANORAMA HUMANO
Finalmente, y tal vez sea lo más impor-
tante, como miembros de la comunidad
humana en este planeta, necesitamos ge-
En medio de
nuestra
diversidad y de la
pluralidad de
nuestras
tradiciones,
necesitamos
reconocer que
todos formamos
parte de una
extensa familia
humana
(Invierno 2000)
el esc
é
ptico
33
background image
34
el esc
é
ptico
(Invierno 2000)
nerar un sentido de optimismo respecto al
futuro humano. Aunque muchos proble-
mas puedan parecer inabordables, tene-
mos buenas razones para creer que pode-
mos emplear nuestros mejores talentos
para resolverlos y que, gracias a la buena
voluntad y a la dedicación, se puede con-
seguir una vida mejor para cada vez más
miembros de la comunidad humana. El
humanismo planetario encierra cuatro
grandes promesas para la Humanidad.
Queremos cultivar un sentido del asom-
bro y de la emoción respecto a las oportu-
nidades potenciales que nos aguardan
para el enriquecimiento de nuestras pro-
pias vidas y las de las generaciones que to-
davía no han nacido. Los ideales son los
progenitores del futuro. No tendremos
éxito a menos que resolvamos hacerlo así;
y no resolveremos hacerlo así a menos que
tengamos confianza en que podemos ha-
cerlo. Todo el optimismo que generemos
tiene ciertamente que estar basado en
una percepción realista de las posibilida-
des de realización, pero necesitamos estar
motivados por la creencia de que podemos
superar la adversidad.
El humanismo planetario rechaza las
filosofías nihilistas del destino y de la des-
esperanza y todas aquéllas que aconsejan
abandonar la razón y la libertad, las que
presagian miedo y enfermedades y están
obsesionadas con los escenarios apocalíp-
ticos del Armageddon. La especie hu-
mana ha afrontado siempre desafíos. Ésa
es la historia constante de nuestra aven-
tura planetaria. Como humanistas, urgi-
mos hoy, al igual que en el pasado, a que
los humanos no miren más allá de sí mis-
mos para buscar la salvación. Sólo nos-
otros somos responsables de nuestro des-
tino y lo mejor que podemos hacer es pa-
sar revista a nuestra inteligencia, nuestro
coraje y nuestra compasión para alcanzar
nuestras más altas aspiraciones. Creemos
que una buena vida es posible para todas y
cada una de las personas de la sociedad
planetaria del futuro. La vida puede lle-
narse de significado para aquéllos que
quieran asumir la responsabilidad y em-
prender los esfuerzos corporativos necesa-
rios en orden a cumplir sus promesas. Po-
demos y debemos contribuir a crear el
nuevo mundo del mañana. El futuro
puede rebosar de salud y abundancia y
puede abrir nuevas, audaces y excitantes
perspectivas. El humanismo planetario
puede contribuir significativamente al
desarrollo de actitudes positivas necesa-
rias si vamos a llevar a cabo las iniguala-
bles oportunidades que aguardan a la Hu-
manidad en el tercer milenio y más allá.
Los que suscribimos este documento
buscamos seriamente confraternizar con
las distintas culturas del mundo, incluidas
las grandes tradiciones religiosas del pla-
neta. Creemos que lo urgente es esforzar-
nos en encontrar bases comunes y en bus-
car valores compartidos. Necesitamos en-
trar en un continuo proceso de toma y
daca no sólo con aquéllos que están de
acuerdo con nosotros, sino también con
quienes puedan discrepar. En medio de
nuestra diversidad y de la pluralidad de
nuestras tradiciones, necesitamos recono-
cer que todos formamos parte de una ex-
tensa familia humana, que compartimos
un hábitat planetario común. Precisa-
mente, el éxito de nuestra especie ame-
naza hoy el futuro de la existencia hu-
mana. Somos los únicos responsables de
nuestro destino colectivo. Para resolver
nuestros problemas, necesitaremos de la
cooperación y la sabiduría de todos los
miembros de la comunidad mundial. Está
dentro de las capacidades de cada ser hu-
mano marcar una diferencia. La comuni-
dad planetaria es nuestra propia comuni-
dad y cada uno de nosotros puede ayudar
a hacer que florezca. El futuro está
abierto. Está en nuestras manos elegir.
Juntos podemos llevar acabo los más no-
bles fines e ideales de la Humanidad.
Quienes firmamos el Manifiesto Huma-
nista III -o Manifiesto 2000- no estamos de
acuerdo necesariamente con cada una de
las proposiciones contenidas en él. Acep-
tamos, sin embargo, sus principios funda-
mentales y lo ofrecemos en orden a arti-
cular un diálogo constructivo. Invitamos
a otros hombres y mujeres que represen-
ten otras tradiciones a que se unan a nos-
otros para trabajar por un mundo mejor
en la sociedad planetaria que está emer-
giendo.
© Academia Internacional de Humanismo, 1999;
PO Box, 664; Amherst NY 14226-0664, Estados
Unidos. Este texto fue publicado en la revista
Free
Inquiry y se reproduce con autorización.
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, 1999, de la versión
española.
Para resolver
nuestros
problemas,
necesitaremos
de la
cooperación y la
sabiduría de
todos los
miembros de la
comunidad
mundial
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Paul Kurtz (Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo;
presidente de la Academia Internacional de Humanismo, EE
UU); Phillip Adams, (columnista, vomentarista de Radio
Nacional, Australia); Norm Allen, Jr. (director de Afroame-
ricanos por el Humanismo, EE UU); Steve Allen, (autor, hu-
morista, EE UU); Derek Araujo (presidente del Campus
Alianza por el Librepensamiento, EE UU); Rubén Ardila
(profesor de Psicología, Universidad Nacional de Colombia);
Khoren Arisian (ministro emérito de la Primera Sociedad
Unitarista de Minneapolis, EE UU); Sadik Al Azm (profesor
de Filosofía, Universidad de Damasco, Siria); Jovan Babic
(catedrático de la Facultad de Filosofía de la Universidad de
Belgrado, Yugoslavia); G.R.R. Babu (director ejecutivo, In-
dia); Joseph E. Barnhart (profesor de Filosofía y de Estudios
Religiosos, Universidad de North Texas, EE UU); Etienne
Baulieu (decubridor de la Ru486, Academia de Ciencias, IN-
SERM, Francia); Baruj Benaceraff (premio Nobel, Insituto
para el Cáncer Dana Barber, EE UU); Pushpa Mittra Bhar-
gava (director fundador del Centro de Biología Celular y Mo-
lecular, Hyderabad, India); H. James Birx (profesor de An-
tropología, Canisius College, EE UU); Colin Blakemore (La-
boratorio de Fisiología, Universidad de Oxford, Reino
unido); R.M. Bonnet (Agencia Espacial Europea); Jacques
Bouveresse (profesor de Filosofía, Colegio de Francia); Jo
Ann Boydston (profesora emérita de la Universidad de Illi-
nois del Sur, EE UU); Paul D. Boyer (premio Nobel de Quí-
mica, EE UU); Diana Brown (representante de la IHEU en
Ginebra, Suiza); Roy W. Brown (impulsor de la fundación
World Population, Suiza); Robert Buckman (físico, Canadá);
Vern L. Bullough (profesor emérito de la Universidad de Ca-
lifornia del Sur, EE UU); Sir Arthur C. Clarke (CBE, autor;
canciller de la Universidad de Moratuwa, Sri Lanka, y canci-
ller de la Universidad Internacional del Espacio, Sri Lanka);
Jean-Pierre Changeux (profesor de Neurobiología, Colegio
de Francia y Laboratorio de Neurología Molecular, Instituto
Pasteur); Matt Cherry (director ejecutivo del Consejo por el
Humanismo Secular); Dobrica Cosic (autor, antiguo presi-
dente de la República Federal de Yugoslavia); Alan Cranston
(senador por California, EE UU); Bernard Crick (profesor
emérito de Política, Universidad de Londres, Reino Unido);
Amlan Datta (ex-vicecanciller, Visva Bharati, India); Ri-
chard Dawkins (New College, Oxford, Reino Unido); Daniel
C. Dennett (Centro de Estudios Cognitivos, Universidad de
Tufs, EE UU); Jean Dommanget (Observatorio Real de Bél-
gica, Bruselas); Sanal Edamaruku (secretario general de la
Asociación Racionalista Hindú, Nueva Delhi, India); Paul
Edwards (editor-jefe de The Encyclopedia of Philosophy);
Yuri Nikolaevich Efremov (Departamento de Salud, Insti-
tuto Astronómico Sternberg, Universidad Estatal de Moscú,
Rusia); Jan Loeb Eisler (vicepresidente de la IHEU, USA);
Lord Lionel Elvin (Cámara de los Lores, reino Unido); Hugo
Daniel Estrella (Pugwash Conference, Argentina); Sir Ray-
mond Firth (profesor de Antropología de la Universidad de
Londres, Reino Unido); Thomas Flynn (director ejecutivo
de la Fuerza de Choque de la Primera Enmienda, EE UU);
Gérard Fussman (profesor del Colegio de Francia); Vitaliî
Ginzburg (físico, Academia de Ciencias, Rusia); Adolf Grün-
baum (profesor de Filosofía de la Ciencia, Universidad de
Pittsburgh, EE UU); Peter Hare (profesor de Filosofía, Uni-
versidad Estatal de Nueva York en Buffalo, EE UU); James
Haught (editor de la Charleston Gazette, EE UU); Herbert
A Hauptman (premio Nobel de Química, EE UU), Jim He-
rrick (editor de The New Humanist, de la Asociación de
Prensas Racionalistas); Alberto Hidalgo Tuñón (profesor de
Sociología del Conocimiento, Universidad de Oviedo, So-
ciedad Asturiana de Filosofía, presidente del MPDLA, Es-
paña); Carlos J. Álvarez González (profesor de Psicología
Cognitiva, Universidad de La Laguna, España); David Al-
vargonzález (profesor de Filosofía, Universidad de Oviedo,
España); Eloy Anguiano Rey (profesor de la E.T.S de Inge-
nieria Informatica, UAM, Cantoblanco, España); Félix Ares
(director de Miramon Kutxaespacio de la Ciencia, San Se-
bastián, España); Javier E. Armentia (director del Planetario
de Pamplona y presidente de ARP-Sociedad para el Avance
del Pensamiento Crítico, España); Rodrigo de Balbín Behr-
mann (catedrático de Prehistoria, Universidad de Alcalá de
Henares, España); José María Bello Diéguez (director del
Museo Arqueológico e Histórico, La Coruña, España);
Eduardo Bello Regueira (catedrático de Filosofía, Universi-
dad de Murcia, España); Gustavo Bueno Martínez (catedrá-
tico emérito, Universidad de Oviedo, España); Gustavo
Bueno Sánchez (profesor de Historia de la Filosofía Española
de la Universidad de Oviedo y editor, España); Rocío Calde-
rón García (cirujano dentista, Zapopan, Jalisco, México);
Amalio Calvo Díaz (profesor de Filosofía y secretario del
MPDLA, España); Manuel Calvo Hernando (Presidente de
la Asociación Española de Periodismo Científico, Madrid,
España); Ernesto J. Carmena (Biólogo e infógrafo, Madrid,
España); Fernando Carrera Ramírez (Arqueólogo y conserva-
dor, Escola Superior de Conservación e Restauración de Bens
Culturais de Galicia, España); Manuel Chaparro Escudero
(profesor de Periodismo en la Universidad de Málaga y di-
rector de EMARTV, España); Ramón Díaz-Alersi Rosety
(hospital Universitario Puerto Real, Cádiz, España); Laura
Díaz Díaz (profesora de Filosofía, secretaria de la SAF, Es-
paña); Rafael Díaz Novillo (profesor de Geografía e Historia,
Madrid, España); Justo Díez (psiquiatra, hospital Pasteur,
Niza, Francia); Santiago Egido Arteaga (Investigador, He-
verlee, Bélgica); Ramón Fábregas Valcarce (catedrático de
Prehistoria, Universidad de Santiago de Compostela, Es-
paña); María Folco (Músico, Algorta, España); Luis Alfonso
Gámez (periodista, Diario El Correo, Bilbao, España); Pedro
Luis Gómez Barrondo (responsable de Recursos Humanos de
Laboratorio IRIA, Bilbao, España); Teresa González de la Fe
(profesora de Sociología, Universidad de La Laguna, Tene-
rife, España); Emilio Jorge González Nanclares (profesor de
Filosofía, presidente de la SAF, España; Mireille Helle-
gouarch (profesora de la Alianza Francesa, La Coruña, Es-
paña); Ricardo Herren (periodista, Madrid, España); Ignacio
Izuzquiza Otero (profesor de Filosofía, Universidad de Zara-
goza, España; Ricardo Lechuga Contreras (médico forense,
México); Miguel A. Lerma (profesor en Evanston, EE UU);
Javier López Molero (funcionario, Tarrasa, España); Raúl
Medina Centeno (catedrático de Psicología Social, Univer-
sidad de Guadalajara, México); Francisco Mercader Rubio
(funcionario, Barcelona, España); Eustoquio Molina (profe-
sor de Paleontología, Universidad de Zaragoza, España); Án-
gel Nogueira Dobarro (profesor y editor; Barcelona, España);
Lara Pérez Dueñas (estudiante, Universidad de Lyon, Fran-
cia); Fernando Miguel Pérez Herranz (profesor de Filosofía,
Universidad de Alicante, España); Marcos Pérez Maldonado
(técnico de la Casa de las Ciencias; La Coruña, España); José
Vicente Prieto González (biólogo, Viveiro, España); José
María Quintana González (coordinador institucional del
CSIC en Andalucía, astrofísico, Sevilla, España); Sergio Ro-
dríguez (Licenciado en Relaciones. Internacionales; Caracas,
Venezuela); Francisco Javier Rodríguez Díaz (profesor de Per-
sonalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos, España);
José J. Uriarte Uriarte (psiquiatra, Hospital de Zamudio, Es-
paña); José María Romera (escritor y catedrático de Lengua
y Literatura, Instituto Navarro de Bachillerato a Distancia,
Pamplona, España); Sergio López Borgoñoz (Director general
de Antares, Comunicación Audiovisual, España); Alfonso
López Borgoñoz (arqueólogo, Barcelona, España); Antonio
de la Peña Santos (arqueólogo del Museo de Pontevedra, Es-
paña).
(Invierno 2000)
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FIRMANTES