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C
on el título de “Dudas
acerca del proceso de
hominización darwi-
nista”, Vicente Caballé pu-
blica, en http://ciudadfutura.
com/bitacora/homini/homini.h
tm, un artículo en el que ex-
presa sus dudas acerca de la
“hominización, un proceso en
el cual el ser humano a [sic, la
h debe haberse perdido a lo
largo del proceso] llegado a ser
lo que es a partir de un si-
mioide”. ¿Y por qué? Caballé
explica: “Voy a comenzar con
fuego la exposición de algunas
de las dudas que no resuelve el
darwinismo. El fuego es en rea-
lidad uno de los enigmas más
profundos del hombre”.
Propongo otra duda que
tampoco resuelve la teoría de
la evolución, ¿por qué el IPC se
ha descontrolado? El darwi-
nismo es una teoría que se
ocupa de un proceso biológico,
el aprendizaje del uso del fuego
es un proceso tecnológico y,
lógicamente, la evolución no
resuelve esas dudas, como tam-
poco las relacionadas con la
economía o el arte. Continua-
mos la lectura del artículo:
“¿Cómo pudo el hombre domi-
nar el fuego? Un ser en estado
salvaje no podrá controlar el
fuego, ni descubrir la utilidad
de algo que le inspira temor”.
Se me ocurren dos utilidades
absolutamente evidentes del
fuego, ilumina y calienta. ¿Lo
que Caballé denomina ser en
estado salvaje era, también, es-
túpido para ignorar este hecho?
Sigamos: “... sólo conociendo a
priori la utilidad del fuego y
cómo se produce, podría inten-
tar su obtención”. Esos seres en
estado salvaje fabricaban he-
rramientas de piedra. Durante
el proceso de elaboración, se
producían chispas que, acci-
dentalmente, pudieron produ-
cir unas llamas al entrar en
contacto con, por ejemplo,
hierba seca. ¿Dónde está el
gran misterio? Misterio.
Caballé continúa con su te-
sis: “Sólo en un entorno mu-
cho menos hostil, más benigno
y sociable, en que el hombre
disfrutase quizá de un mayor
porte físico que le permitiera
un mayor dominio sobre la na-
turaleza, de un elevado grado
de humedad en la piel que hi-
ciese menos lesivo y doloroso
el contacto accidental con el
ruego [sic], la cercanía a me-
dios acuáticos y una posible al-
ternancia vital con éstos que
disminuyera el trágico efecto
de los incendios. Sólo enton-
ces se pudo dominar el fuego y
desarrollar las primeras gran-
¿Heredamos el fuego de unos
dinosaurios inteligentes?
JOSÉ LUIS CALVO BUEY
el Circo Paranormal
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el Circo Paranormal
des civilizaciones humanas”.
¿El dominio de la naturaleza
por el hombre se debe quizás a
un mayor porte físico? Curiosa
teoría. Un breve apunte histó-
rico: entre el dominio del
fuego y las primeras grandes ci-
vilizaciones humanas sólo
transcurren unos pocos cientos
de miles de años.
A continuación, Caballé
aparca el tema del fuego y co-
mienza con la agricultura: “Es
más sencillo razonar los funda-
mentos de la geometría euclí-
dea y la esfericidad de la tierra
-por poner unos ejemplos- que
descubrir la agricultura”. Acla-
remos algunos puntos que Ca-
ballé ha tenido a bien ignorar:
El género Homo, además de
alimentarse de carne, también
consumía productos vegetales
desde cientos de miles de años
antes de que se convirtiera en
agricultor (véanse los estudios
sobre desgaste alimentario en
los dientes de Atapuerca). La
agricultura no aparece de la
noche a la mañana. Existe un
periodo en el que el hombre
cosecha, pero no siembra. La
agricultura no es un logro uni-
versal. Nace en unos pequeños
enclaves y de allí se difunde a
lo largo de miles de años.
“En cuanto a las posibilida-
des del hombre de las cavernas
-explica Caballé-, además del
fuego, fabricaba hachas de pie-
dra, trabajaba los metales y
confeccionaba calendarios...”
Y, en sus ratos de ocio, se co-
nectaba a Internet. Ya puestos
a confundirlo todo... Veamos.
La nada científica denomina-
ción de hombre de las cavernas
se suele referir al Paleolítico,
periodo durante el que los
hombres ni trabajaban metales
ni elaboraban calendarios. Pero
Caballé deduce a partir de ese
totum revolutum que el hom-
bre de las cavernas tenía “nota-
bles conocimientos sobre la re-
sistencia de las rocas que utili-
zaba, mineralogía y astrono-
mía”. Y si me apuran, física
cuántica y tectónica de placas.
También son muy necesarias
para fabricar un bifaz, como
sabe todo el mundo.
Aún hay más. Caballé nos
adentra en los misterios de la
medicina. “Es difícil -dice- ima-
ginarse a un pitecoide hacer un
screening o búsqueda de plan-
tas al azar para colocárselas
ante un dolor o herida”. Efecti-
vamente, para mí es muy difícil
imaginarme a un pitecoide ha-
ciendo esto o cualquier otra
cosa porque no sé que es un pi-
tecoide. Si se refiere al Homo
erectus -y su denominación no
tiene nada que ver con el uso
de la Viagra- quizá Caballé
tenga la amabilidad de indicar-
nos en qué yacimientos se do-
cumenta un uso temprano de
hierbas medicinales. “Este co-
nocimiento -añade- parece ser
heredado o de alguna manera
revelado, y no obtenido casual-
mente ni por búsqueda al azar.”
¿Heredado de quién? Llegamos
al nudo de la teoría de Caballé:
“...retrocedamos en el tiempo
hasta la Era Mesozoica -o Se-
cundaria-, entre la fauna de la
época encontramos al nume-
roso y variado grupo de los di-
nosaurios, quienes... tenían
muchos puntos en común con
los mamíferos... pudo haber
producido superseres de inteli-
gencia insospechada a lo largo
de todo ese periodo de proceso
evolutivo”. En resumen, el
hombre no desciende de algún
simio, sino de unos seres de in-
teligencia excepcional que evo-
lucionaron de los dinosaurios.
Ya. Los restos de esos seres se
encuentran... ¿en el fondo del
mar, quizás? ¿El hecho de que
entre los dinosaurios y el hom-
bre haya una pequeña separa-
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ción temporal de decenas de
millones de años no tiene nin-
guna importancia? Evidente-
mente, no.
Recapitulemos, Caballé
niega una teoría biológica ba-
sándose en unas supuestas im-
posibilidades tecnológicas -di-
cho sea de paso, sin tener en
cuenta ni cronología, ni lugar
ni modo de aparición- y, a cam-
bio, propone una hipótesis sin
aportar ni una sola prueba con-
sistente en su favor. Esto que
pudiera parecer extraño, es por
desgracia, el pan nuestro de
cada día. Aviados estamos.
Fontbrune vuelve
a anunciar la
muerte del Papa
E
l 11 de agosto de 1999
pasará a la historia anec-
dótica del siglo XX como el
día en el que Paco Rabanne
hizo el mayor de los ridícu-
los. El diseñador había vati-
cinado que, en coincidencia
con el último eclipse total de
sol del segundo milenio, la
estación orbital Mir borraría
París del mapa. “No soy yo
quien lo afirma, es Nostrada-
mus”, repitió hasta la sacie-
dad desde mayo. Pero, como
los parisinos seguían el 12 de
agosto vivitos y coleando,
fue objeto a partir de ese mo-
mento de todo tipo de chan-
zas. Fue el único que no se
salvó del pacocalipsis. Todo
lo contrario que otros re-
nombrados augures que tam-
bién se estrellaron el pasado
verano de la mano de las pro-
fecías de Michel de Notre-
dame, pero que ni sufrieron
devastadores efectos para su
credibilidad ni tuvieron que
achacar la metedura de pata
a sus antepasados, tal como
hizo Francisco Rabanera. El
modisto no dudó en septiem-
bre en achacar al influjo de
su abuela y a su madre, dos
personalidades contradicto-
rias que, al parecer, le sumie-
ron en la confusión de por
vida, el origen de su apoca-
líptico fracaso.
Ocurrió que los otros pája-
ros de mal agüero fueron más
astutos que el diseñador na-
cido en Pasajes de San Pedro
(Guipúzcoa). Anunciaron la
destrucción de la capital fran-
cesa con mayor antelación
que Rabanne y tuvieron la
prevención de evitar pronun-
ciarse en fechas próximas a la
por ellos prefijada. Así, si
erraban, casi nadie se daría
cuenta; pero, si por casualidad
París era escenario en agosto
de alguna desgracia, podrían
saltar a la palestra diciendo
que ellos la habían vatici-
nado. Tal fue el caso del más
conocido de los
exégetas contempo-
ráneos de Nostrada-
mus, el francés
Jean-Charles de
Fontbrune, famoso
porque cada cierto
tiempo saca un li-
bro reinterpretando
al autor de las Cen-
turias, con profe-
cías que nunca se
cumplen. En 1995,
Fontbrune aseguró
que París caería en
julio de 1999, que
el Islam, aliado con
China y Rusia, ha-
bría asolado Occi-
dente para esas fe-
chas, que Mónaco,
Nápoles, la isla de
Córcega y Palermo
serían saqueadas, y
que el conflicto
serbobosnio desem-
bocaría en la Ter-
cera Guerra Mun-
dial.
1
Nada de lo
predicho ha suce-
dido, pero tampoco
nadie se ha acor-
dado de ello.
Fontbrune es un hábil ex-
plotador de la credulidad po-
pular, que vende sus libros
por decenas de millares desde
hace décadas anunciando
todo tipo de hechos que
nunca llegan a suceder. Algo
que, sin embargo, no ha ido
en detrimento de su credibili-
dad, a pesar de que la expe-
riencia demuestre que su fia-
bilidad sólo puede equipa-
rarse a la de estrafalarios adi-
vinos como Rappel, Aramís
Fuster o el mago Félix. Así,
en 1985, diez años antes de
poner fecha a la destrucción
de la capital francesa, y si-
guiendo esta vez las profecías
de san Malaquías, Fontbrune
ya aprovechó la presentación
en Barcelona de su libro La
profecía de los papas para
anunciar que Juan Pablo II
el Circo Paranormal