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A
Afinales de la década de los 70,
la ufología norteamericana pa-
saba por unos momentos de cri-
sis. Tras treinta años de investigaciones,
muy poco se había avanzado, y el dis-
curso ufológico estaba perdiendo el in-
terés del público. Quién sabe si como
respuesta a esta situación, a principios
de los años 80, se publicaron dos libros
capitales que -para bien o para mal-
marcarían el futuro de la ufología en los
años venideros. Por un lado, la apari-
ción de
The Roswell incident
(
El inci-
dente
), escrito por William L. Moore y
Charles Berlitz, daría paso a lo que yo
alguna vez he denominado
arqueoufolo-
gía
. Aún hoy, casi veinte años después, y
pese a los diversos desmentidos publica-
dos por la propia Fuerza Aérea estadou-
nidense, el caso del platillo volante es-
trellado en Roswell sigue en el cande-
lero y está siendo investigado con las
más avanzadas técnicas informáticas.
1
Por otro lado, en el verano de 1981, un
personaje prácticamente desconocido
en el mundillo ufológico, Budd Hop-
kins, publica su primera obra bajo el su-
gerente título de
Missing time
(
Tiempo
perdido
), tratando el controvertido
asunto de las abducciones de humanos
por parte de seres alienígenas.
2
El hombre que moldeó
un sueño americano
Budd Hopkins ha sido el principal agente transmisor de la contagiosa
‘enfermedad’ de las abducciones en Estados Unidos
desde finales de los años 70
LUIS R. GONZÁLEZ MANSO
1 Según puede leerse en el número 374 (junio 1999) de The
Mufon Ufo Journal, siguen apareciendo testigos y el análisis
de las fotografías tomadas de los supuestos restos -y del tele-
tipo que el general Ramey tiene en la mano en ellas- per-
mite (a algunos) identificar algunas palabras muy sugeren-
tes.
2 Para una comprensión clara de la complejidad de este fenó-
meno, recomiendo consultar el vocablo abducción en Va-
rios Autores:
Diccionario temático de ufología. Prologado
por Matías Morey Ripoll. Edita Fundación Anomalía.
Santander 1997. 415 pás.
(Otoño 1999)
el esc
é
ptico
29
Retrato del líder de los alienígenas que secuestraron a los Hill
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Las llamadas
abducciones,
un tipo
de encuentro cercano con extraterres-
tres en el que los testigos son obliga-
dos a entrar en un ovni y examinados,
salieron a la luz pública en 1966
cuando John Fuller presentó en forma
de libro el caso del matrimonio Hill,
que habría pasado dos horas a bordo de
un ovni. Salvo algún caso esporádico
(Vilas Boas, 1957; Pascagoula, 1973),
no fue hasta después de la emisión, el
20 de octubre de 1975 y a escala na-
cional estadounidense, de un docu-
mental de la NBC sobre el caso de los
Hill, protagonizado por James Earl Jo-
nes, cuando empezaron a aflorar diver-
sos relatos de abducción. Muy divul-
gado fue el secuestro de Travis Wal-
ton, que alcanzó gran repercusión en
todo el mundo -y llegaría años después
a la pantalla grande-, lanzando a los
ufólogos planetarios a la caza y captura
de nuevos casos.
Sin embargo, lo más curioso era
que, dejando aparte unas mínimas
coincidencias básicas, los relatos mos-
traban seres y procedimientos enorme-
mente variados: desde los monstruos
gigantescos descritos por Zanfretta en
Italia, hasta las mujeres enfundadas en
trajes de una pieza del argentino
Llanca. Y, aunque terroríficas, no
siempre podían considerarse experien-
cias completamente negativas. En
1979, Raymond Fowler había publi-
cado la primera entrega de la saga de
Betty Andreasson, que aún hoy sigue
vivita y coleando
3
. En ella, Andreas-
son relataba una abducción con claros
tintes religiosos, culminando con su
encuentro con una especie de Ave Fé-
nix.
E
L PINTOR DE LOS SECUESTROS
Hopkins representa un cambio brusco
en el panorama de las abducciones.
Sus alienígenas raramente se comuni-
can con sus víctimas y frecuentemente
adoptan una postura decididamente
siniestra e incluso malévola. Pero,
¿quién es esta fulgurante estrella del
30
(Otoño 1999)
el esc
é
ptico
3 Betty Andreasson presentó en el Congreso Internacional
del Mufon celebrado en julio de 1979 una conferencia
bajo el título “Watchers/elders physical make-up, syndro-
mes and message reviews”. Para más información, consul-
tar su página web: http://www.cvinet.com/bluca/).
Recreación artística de la abducción de Travis Walton
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(Otoño 1999)
el esc
é
ptico
31
universo ufológico? Budd Hopkins nació en
1931 y se graduó en el Oberlin College in
1953. Como pintor y artista, ha recibido va-
rios premios y sus obras se exhiben en mu-
seos de Estados Unidos, incluyendo el Gug-
genheim de Nueva York. Una tarde de ve-
rano de 1964, pudo observar junto a unos
amigos un pequeño objeto metálico flo-
tando inmóvil en los cielos de cabo Cod,
mientras las nubes lo sobrepasaban, que
acabó moviéndose contra el viento.
Este avistamiento, a plena luz del día,
marcó el principio del interés de Hopkins
por el fenómeno ovni. Pronto empezaría a
leer libros sobre el tema y a comentar su
caso en sus reuniones y fiestas, donde le
mencionaron sucesos similares. Una mues-
tra clara del impacto sufrido, como el pro-
pio Hopkins reconoce, aparece en su pro-
ducción pictórica de la época, llena de
grandes y ambiguos círculos negros. En julio
de 1975, pasa por fin a la acción, investi-
gando una serie de casos ocurridos entre sus
amigos de cabo Cod, sin encontrar una ex-
plicación convencional. Un componente
poco usual en sus investigaciones son las fa-
cilidades que encuentra en los medios de
comunicación para divulgarlas.
Cuando, el 19 de Noviembre de 1975,
descubre que su tendero de toda la vida ase-
gura haber tenido, unos diez meses antes, un
encuentro con humanoides y huellas ocu-
rrido frente a los rascacielos de la isla de
Manhattan, Hopkins ve el cielo abierto.
Telefonea rápidamente a una de las figuras
señeras de la ufología norteamericana de la
época, Ted Bloecher, y se lanza a investigar
a fondo. Resulta que los ocupantes habrían
extraído tierra con unas pequeñas palas
(algo que se repetiría en futuros casos suyos,
incluyendo el de Linda Cortile en 1989).
Otra especie de constante es que, durante
sus investigaciones Hopkins, se vea acompa-
ñado de nueva actividad ufológica, quizá de-
bida a la publicidad en prensa, radio y tele-
visión que él consigue. De esta época -marzo
de 1976-, data su primer artículo ufológico
en la revista neoyorquina
The Village Voice
,
aparecido luego ni más ni menos que en
Cos-
mopolitan
.
Pocos meses después, se tropieza con su
primera posible abducción: la niñera de su
hija de tres años formaba parte de un grupo
de jóvenes que, tras observar algunos ovnis
sobre una montaña, deciden acercarse, pero
al hacerlo los pierden de vista. Se encuen-
tran entonces con un coche blanco y descu-
bren como se les aproxima una doble co-
lumna de entre quince a treinta
motoristas
con luces en los cascos. Lo siguiente que re-
cuerdan es la vuelta a sus casas. Ante este
tiempo perdido, y a semejanza del
caso Hill,
Hopkins decide utilizar la hipnosis y en
enero de 1977 comienza con las regresiones.
Sin embargo, los primeros especialistas con-
sultados ofrecen escasos resultados y no es
hasta que, en el verano de 1978, conoce a la
psicóloga Aphrodite Clamar que estas técni-
cas hipnóticas empiezan a dar abundantes
frutos. Quizá no resulte ajeno a tal éxito el
procedimiento utilizado por Lamar, quien en
sus regresiones emplea la técnica de situar al
testigo en un entorno favorable pidiéndole
que
imagine
estar viendo una película sobre
lo ocurrido.
Entre 1977 y 1980, Hopkins y su equipo
investigan varios casos de abducción, algu-
nos tan extraños como el de una pareja de
campistas que recuerda haber pasado una
noche acosada por robots a los que mantie-
Budd Hopkins, el profeta de las abducciones
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32
(Otoño 1999)
el esc
é
ptico
nen alejados con sus linternas hasta que lo-
gran huir -o eso pensaban hasta que inter-
vino el amigo Budd-. Luego, pasarían una se-
mana en el hospital con extrañas marcas en
el abdomen. Sin embargo, este caso, en el
que podría haber abundante documentación
médica, apenas es mencionado de pasada en
Missing time
, prefiriendo
el autor centrarse en
otras abducciones mucho
menos documentadas. De
hecho, vistos desde la
perspectiva de finales de
los años 90, los relatos re-
producidos en 1980 por
Hopkins resultan pobres
y muy parcos en detalles.
No obstante, crearon un gran revuelo en
el mundillo ufológico, evidencia clara del es-
tancamiento de la situación a finales de los
años 80. La idea de que miles -quizá millo-
nes- de personas pudieran ser abducidas sin
conservar el menor recuerdo consciente era
un elemento nuevo que ampliaba de forma
exponencial las posibilidades... incluso de
explotación comercial. Hopkins alcanzó un
éxito fulgurante, siendo desde entonces un
invitado habitual en todo tipo de congresos
ufológicos y recibiendo en dos ocasiones,
1986 y 1988, el premio del Mufon por su
“destacada contribución a la ufología” (los
norteamericanos saben reconocer a quienes
abren nuevos mercados).
L
A
EPIDEMIA INVISIBLE
Si, en palabras del propio Hopkins, las ab-
ducciones eran “una epidemia invisible”, él
se convirtió en su principal agente propaga-
dor. A raíz de la aparición del libro, recibió
cientos de cartas de personas que sospecha-
ban haber sido abducidas. También supo re-
conocer la vertiente artística del fenómeno
y ya en julio de 1982 organizó la primera ex-
posición de arte realizado por abducidos.
Naturalmente, también recibió críticas, y
contra las mismas empleó una doble estra-
tegia. Frente a quienes le criticaban por el
uso de la hipnosis, contestaba con cifras: de
78 casos recopilados hasta diciembre de
1984, en once ocasiones
no
había obtenido
un relato de abducción pese al empleo de la
hipnosis; por el contrario, en cinco, los tes-
tigos lo recordaban todo sin necesidad de
emplearla. Del resto, sólo veinte casos ha-
bían sido investigados -trece de ellos bajo
hipnosis-; el resto estaba pendiente. Por la
misma razón, se convirtió en un crítico acé-
rrimo de la
hipótesis del trauma natal
desarro-
llada por el profesor de literatura inglesa Al-
vin Lawson
4
.
Otra crítica habitual achacaba dichos re-
latos a problemas de personalidad de los tes-
tigos
5
. Por ello, desde el primer momento,
Hopkins intentó someter a sus testigos a una
completa batería de
pruebas psicológicas.
El gran problema -
aparte de la resisten-
cia de algunos de
ellos- era el elevado
coste de las mismas.
En el otoño de 1981, y
con fondos del Fondo
para la Investigación Ovni (Fufor), nueve de
sus testigos -no escogidos al azar y sin grupo
de control- fueron estudiados por un experto
psicólogo, al que se le ocultaron las peculia-
res características de sus pacientes. Una vez
terminado el estudio, cuyos resultados fue-
ron que se trataba de personas normales, si
acaso algo más inteligentes que la media,
aunque con dificultades en su sentido de
identidad sexual y en sus relaciones inter-
personales, Hopkins informó al psicólogo de
la componente
alienígena
, por lo que éste es-
cribió un apéndice negando cualquier psico-
John Mack, psiquiatra y discípulo de Budd Hopkins
4 Para más detalles, consultar la página web: http:// www.geoci-
ties.com/Area51/ Vault/6521/
5 Quizá no sea casualidad que pocos meses antes, en 1980, se publi-
case otro libro que causó sensación en un campo aparentemente
independiente. Se trataba de Michelle Remembers (Michelle re-
cuerda). En éste, una mujer afectada de personalidades múltiples
descubre, con ayuda de la hipnosis, que su dolencia había sido pro-
vocada por los continuos abusos sexuales sufridos en su infancia a
manos de una secta satánica.
Vistos desde la perspectiva
de finales de los años 90, los
relatos reproducidos en 1980
por Hopkins resultan pobres
y muy parcos en detalles
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(Otoño 1999)
el esc
é
ptico
33
patología y especulando sobre si las caracte-
rísticas exhibidas por los sujetos podrían de-
berse a un suceso tan impactante como una
abducción por parte de seres extraterrestres.
Teniendo ya un primer resultado favorable
con el que tapar la boca a sus críticos, Hop-
kins se olvidaría en adelante de las propias
recomendaciones del experto: ampliar y pro-
fundizar en los estudios individual y colecti-
vamente, estableciendo además grupos de
control.
En su primer libro, Hopkins estableció al-
gunas de las características que configurarían
el fenómeno de las abducciones en adelante.
Aparte del inquietante
tiempo perdido
,
apuntó la posibilidad de que las abducciones
no fueran sucesos aislados, sino repetidos en
la vida de cada testigo. Al insistir en la im-
portancia de las cica-
trices por heridas no
recordadas, propició
una nueva liturgia
matinal en los abduci-
dos a la búsqueda de
posibles marcas que
apuntasen a un nuevo
secuestro. Uno de sus
testigos, Stephen Kilburn, describiría por
primera vez al típico
gris
con sus ojos obli-
cuos y totalmente negros (sin pupilas). Con-
siderando, además, que, de los seis protago-
nistas del libro, tres eran amigos o conocidos
de Hopkins y otro un colega investigador -
Kilburn-, era comprensible suponer que el
volumen de personas abducidas sin saberlo
pudiera ser enorme -o bien, que el papel del
autor como
agente provocador
del fenómeno
no resulta ni mucho menos descartable-.
L
AS EVIDENCIAS
Pero lo que faltaban eran evidencias físicas.
Éstas se las proporcionaría Kathie Davis, una
joven divorciada rural que se convertiría en
el eje central de su segundo libro,
Intruders
(
Intrusos
), aparecido en 1987. La investiga-
ción del caso de Davis se inició a finales de
1983 y llevó a Hopkins a descubrir el gran
secreto subyacente en estos secuestros: un
programa de hibridación extraterrestre. Por
aquel entonces, Hopkins ya estaba organi-
zando su primer grupo de autoayuda a abdu-
cidos, práctica que se extendería luego por
Estados Unidos y que contribuyó, sin lugar a
dudas, a la realimentación positiva del fenó-
meno. También había decidido prescindir de
intermediarios, por lo que generalmente era
él mismo quien hipnotizaba a los sujetos,
añadiendo así un elemento distorsionador
más y potenciando su involucración perso-
nal. Su obsesión por el tema llegaba hasta el
punto de considerar que la oposición de su
antiguo colega Ted Bloecher a admitir la re-
alidad del fenómeno podría deberse a que
fuera un abducido potencial en fase de nega-
ción.
La principal evidencia material aportada
por Kathie Davis eran unas marcas circulares
en su jardín donde el césped se habría se-
cado. No había visto ningún ovni posado
allí, pero, con el precedente del famoso
caso
Delphos
de 1971 -en el que habían aparecido
unas huellas similares, por lo que ganó el
premio al mejor caso ovni del año instituido
por
The National Inquirer-,
¿qué otra cosa po-
día ser? Sin embargo, apenas si se realizó un
análisis adecuado de
las mismas, dado el
tiempo transcurrido
desde que ocurrieron
los supuestos hechos.
No es de extrañar
que, tras el
caso Cash-
Landrum
-varios testi-
gos sufren aparente-
mente problemas de salud debidos a radia-
ción tras observar un ovni a corta distancia
en diciembre de 1980-, Hopkins atribuyese
también gran importancia a las supuestas
reacciones alérgicas de Kathie Davis al pi-
sar las marcas. Sin embargo, tales reaccio-
nes -en caso de ser ciertas- no resultan
nada sorprendentes en una testigo que pa-
rece haber padecido continuos problemas
de salud desde su infancia. si los alieníge-
nas han seleccionado personas como ella
para mejorar su especie, lo más probable es
que, en realidad, la estén degradando. En
las sucesivas sesiones hipnóticas, se men-
cionarían también los denominados
implan-
tes
, supuestos dispositivos artificiales intro-
ducidos por los extraterrestres en distintas
partes del cuerpo de sus víctimas -no nece-
sariamente relacionados con las cicatrices-,
sobre cuyas utilidades Hopkins especula
abiertamente, señalando que se los han
mencionado en 11 de los 58 casos por él in-
vestigados.
Entre 1983 y 1986 Hopkins se sumerge -
de la mano de Kathie Davies y otras tres
mujeres como ella- en los aspectos más des-
caradamente sexuales del fenómeno, que a
estas alturas se ha convertido, para él, en
un programa de secuestros sistemáticos
afectando a distintos miembros de una
Entre los hombres comienzan
a aflorar ejemplos de supuestas
extracciones de semen o incluso
de violaciones por parte
de hembras alienígenas
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34
misma familia. Mientras en-
tre las mujeres encuentra lo
que denominaría el
síndrome
del feto perdido -
las testigos
recuerdan haberse quedado
embarazadas, pero al poco
tiempo el feto desaparece sin
dejar rastro-, entre los hom-
bres comienzan a aflorar
ejemplos de supuestas extrac-
ciones de semen o incluso de
violaciones
por parte de hem-
bras alienígenas. En ambos
casos, transcurridos unos me-
ses, los testigos, durante una
nueva abducción, tienen oca-
sión de conocer a sus supues-
tos
hijos
híbridos.
D
ISCÍPULOS Y COMPETIDORES
Ya hemos comentado el papel
de Hopkins en la transmisión
de esta contagiosa
enfermedad
entre sus tes-
tigos -otro ejemplo: cuando visita el pueblo
natal de Kathie Davis, pronto encuentra
entre sus vecinas varias abducidas-, pero
sus efectos van mucho más allá, al propi-
ciar la aparición de
discípulos
que extende-
rán sus enseñanzas por todo el orbe. Así, en
el verano de 1982, el catedrático de Histo-
ria David Jacobs, autor de una conocida
historia de la ufología en Estados Unidos,
conoce a Hopkins y, en 1985, asiste a una
regresión. Para agosto de 1986, Jacobs ya
está totalmente convencido y empieza a re-
alizar sus propias sesiones hipnóticas -buen
alumno de su maestro, las realizará directa-
mente, sin intermediarios profesionales-,
que culminarían en su libro
Secret life
(
Vida
Secreta
) de 1992 y en el aún más delirante
The threat (La amenaza)
de 1999. Otro dis-
cípulo posterior, de gran prestigio por su ti-
tulación académica -y por haber ganado el
premio Pulitzer con una biografía psicoa-
nalítica de Lawrence de Arabia- sería John
Mack. Se conocieron en enero de 1990 y,
en la primavera de 1992, ya firmó el con-
trato de su primer libro sobre el asunto, que
se publicó en 1994 bajo el título
Abduction:
human encounters with aliens
(
Abducción:
encuentros entre humanos y alienígenas
) con
una dedicatoria a Budd que decía
:
“A
quien abrió el camino”. Más, tarde se dis-
tanciarían por diferencias irreconciliables.
Mack considera las abducciones como ex-
periencias positivas. Tampoco podemos ol-
vidar la labor de Hopkins en la captación
de mecenas como los millonarios Lawrence
Rockfeller, Robert Bigelow o el príncipe
heredero de Liechestein.
Sin embargo, la competencia había na-
cido entre sus propios abducidos. En enero
de 1986, el conocido autor de novelas de
terror Whitley Strieber se puso en contacto
con Hopkins para discutir una extraña ex-
periencia que había sufrido esas Navidades.
Tras varias sesiones hipnóticas, Strieber -
cuya carrera literaria experimentaba un
cierto declive- vio que tenía material para
escribir un libro y, pese a las recomenda-
ciones de Hopkins, que por aquel entonces
terminaba el manuscrito de
Intruders,
para
que lo retrasase, la obra vio la luz en enero
de 1987, anticipándose en dos meses a la
de Hopkins.
Communion
alcanzó en pocas
semanas el primer lugar entre los libros más
vendidos según
The New York Times
-algo
inesperado y desconocido con anterioridad
para un libro de este tema- mientras que
Intruders
no llegó siquiera a figurar en di-
cha lista. La guerra estaba servida.
Intervino entonces un elemento que
acabaría por introducir el fenómeno de las
abducciones extraterrestres en todos los
hogares estadounidenses. A raíz de la des-
regulación de la televisión que tuvo lugar
en 1986, la atención de los medios se cen-
tró en las abducciones, especialmente me-
diante la proliferación de programas sensa-
cionalistas de entrevistas y cotilleo descon-
trolado donde empezaron a aparecer tanto
investigadores como los propios abducidos
Philip J. Klass, autor de
UFOs Explained y otras publicaciones
sobre taemática ovni
(Otoño 1999)
el esc
é
ptico
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(Otoño 1999)
el esc
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ptico
35
contando sus espeluznantes historias. Así,
en el programa de Oprah Winfrey apare-
cen juntos por primera vez Budd Hopkins
y Philip J. Klass... y nunca más. Desde en-
tonces, Hopkins se ha negado reiterada-
mente a cualquier encuentro público con
Klass, ex director de
Aviation Week &
Space Technology
y escéptico de renombre.
Con los beneficios de sus libros, tanto
Strieber como Hopkins establecieron sen-
das fundaciones para hacer frente a la ava-
lancha de casos que se les venía encima.
Para 1990, la red de terapeutas, médicos e
hipnotizadores coordinada por Hopkins se
extendía por decenas de ciudades de Esta-
dos Unidos y Canadá, y pronto se vio obli-
gado a contratar como ayudantes a diver-
sos abducidos: Peter Robbins, John Velez,
etcétera.
En febrero de 1991, Hopkins recibe una
carta que transformará una abducción
del
montón
acaecida en noviembre de 1989 -
eso sí, junto al famosísimo puente de Bro-
oklyn- en el
caso del siglo
, pues revela que
la misma habría sido observada por un par
de testigos independientes de calidad, po-
licías de servicio. Con el paso de los me-
ses, la historia se va complicando y resulta
que esos policías no son tales, sino los
guardaespaldas de Javier Pérez de Cuéllar,
entonces secretario general de la Organiza-
ción de las Naciones Unidas, habiendo sido
los tres abducidos también aquella noche
junto a Linda Cortile como punto culmi-
nante de un montaje organizado por los
alienígenas desde la infancia de Cortile y
Pérez de Cuéllar. Una historia truculenta
que, sin embargo, guardaba evidentes para-
lelismos con una novela de suspense publi-
cada meses antes
6
.
En medio de sus giras por todo el mundo
y de la investigación del
caso del siglo
, Hop-
kins aún tuvo tiempo de elaborar las pre-
guntas de una encuesta financiada por el
millonario Bigelow y que, realizada en el
verano de 1991 sobre una muestra de 5.947
entrevistados, ofreció el inesperado resul-
tado de que 119 de los mismos respondie-
ran afirmativamente a cuatro de los cinco
indicadores
de abducción establecidos por el
autor de
Missing time
7
. Dichas cifras, extra-
poladas a la población total adulta suponen
¡casi 4.000.000 de abducidos!
sólo
en Esta-
dos Unidos. Hopkins veía confirmadas así
sus más terribles sospechas.
En mayo de 1992, la cadena de televi-
sión CBS emite una mini-serie de cuatro
horas basada en el segundo libro de Hop-
kins, quien poco después hace público el
caso de Linda Cortile, teniendo que en-
frentarse a las críticas de los escépticos y de
otros ufólogos. Famosa fue su airada res-
puesta al periodista Antonio Huneeu, que
6 Para más detalles, consultar mi artículo “El problema de las ab-
ducciones múltiples. Cuatro ejemplos”, de próxima aparición en la
revista Cuadernos de Ufología.
7 Éstos eran:
1) ¿Se ha despertado alguna vez paralizado con la sensación de que
hubiera una persona, presencia o cosa extraña en la habitación?
2) ¿Ha experimentado alguna vez un periodo de tiempo superior a
una hora, durante el cual estuvo aparentemente perdido, pero so-
bre el que no puede recordar por qué o dónde estuvo?
3) ¿Ha tenido alguna vez la sensación de que estaba volando por los
aires, pero sin saber ni cómo ni por qué?
4) ¿Ha visto luces o bolas de luz dentro de alguna habitación sin sa-
ber qué las podría causar o de dónde procedían?
5) ¿Ha encontrado sospechosas cicatrices en su cuerpo que ni usted
ni ningún familiar recuerdan cómo se hicieron o dónde se las hi-
cieron?
6) (Pregunta de control -eliminatoria-) ¿Recuerda haber oído o le-
ído alguna vez la palabra trondant, que guarda un secreto signifi-
cado para usted?
Tomado de The Roper Organization:
Unusual personal experiences:
an analysis of the data from three national surveys conducted by the Ro-
per Organization.
Las Vegas 1992.
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36
(Otoño 1999)
el esc
é
ptico
se atrevió a exponer sus dudas en la revista
Fate.
No fue, no obstante, hasta cuatro
años más tarde, a finales de 1996, cuando
Hopkins publicó su versión definitiva del
caso en su tercer libro,
Witnessed
(
Observa-
dos
).
En la actualidad Hopkins sigue haciendo
nuevos
hallazgos,
como la supuesta capaci-
dad de los extraterrestres para utilizar una
invisibilidad selectiva
, y vuelve a profundizar
en antiguos casos a la búsqueda de respues-
tas.
D
EMONIZACIÓN DE LOS ESCÉPTICOS
Quisiera terminar este trabajo comentando
una de las tácticas defensivas empleadas por
Hopkins y que cada vez está alcanzando
más difusión, por lo que debemos estar pre-
parados. Hace algunos años, Hopkins se
contentaba con señalar el paralelismo entre
las abducciones y los abusos sexuales a me-
nores o los maltratos a mujeres haciendo
una comparación algo forzada: gracias a la
cerrazón de Freud, le había llevado a la hu-
manidad cien años más reconocer la exis-
tencia de tales abusos. Ahora, gracias a la
cerrazón de Klass y los psicosociólogos, el
fenómeno de las abducciones podría tam-
bién pasar desapercibido por un tiempo si-
milar, cuando en este caso lo que está en
juego, si cabe, es mucho más grave. Por
suerte, los extraterrestres no habían con-
tado con su astucia. Sin embargo, los para-
lelismos entre los abusos sexuales y las ab-
ducciones son fáciles de desmontar. Ambos
fenómenos presentan una diferencia cru-
cial, incluso en volumen: mientras que los
maltratos a niños y mujeres tienen lugar por
lo general en el entorno familiar y proceden
de personas cercanas al testigo e indepen-
dientes entre sí, en el caso de las abduccio-
nes se pretende que sean fruto de una labor
organizada y metódica por parte de seres
desconocidos.
Fracasada hasta cierto punto la estrategia
de convertirse en víctima, últimamente se
ha decidido a probar el papel de acusador,
comparando a los escépticos con aquéllos
que niegan el Holocausto judío. Algunos
otros, como el psiquiatra John Mack, van
incluso mucho más allá y han llegado a afir-
mar que la mera presencia de un escéptico
en un programa donde se entreviste a abdu-
cidos puede considerarse un ataque, ¡una
violación de los derechos humanos de una
minoría! Así que ya lo saben, compañeros
escépticos: ¡Tengan cuidado ahí afuera!
Bloecher, Ted; Clamar, Aphrodite; y Hopkins, Budd: Fi-
nal report on the psychological testing of ufo ‘abduc-
tees’.
FUFOR. Mt. Rainier. 1985.
Hopkins, Budd:
Missing time. Richard Marek. Nueva
York 1980.
Hopkins, Budd:
Intruders: the incredible visitations at Co-
pley Woods. Random House. Nueva York 1987.
Existe traducción en castellano:
Intrusos. Las increí-
bles visitas a Copley Woods. Trad. de Rafael Lassa-
letta. Editorial EDAF (Col. “Nuevos Temas”). Ma-
drid 1988. 271 págs.
Hopkins, Budd:
Witnessed: the true story of the Brooklyn
bridge ufo abductions. Pocket Books. Nueva York
1996.
Jacobs, David M.:
Secret life: firsthand accounts of ufo ab-
ductions. Simon & Schuster. Nueva York 1992.
Existe traducción en castellano:
Vida secreta. Prolo-
gado por John E. Mack. Trad. de Manuel Lloris. Edi-
ciones B (Col. “Divulgación”). Barcelona 1993. 362
págs.
Jacobs, David M.:
The threat: revealing the secret alien
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