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a mente no puede estudiarse científica-
mente”. Resulta relativamente fácil es-
cuchar este comentario entre la gente
de la calle e incluso, a veces, entre colegas
científicos no familiarizados con la psicolo-
gía. También es un argumento común en al-
gunas teorías de la mente y de la conducta
que no se caracterizan por sus simpatías ha-
cia el método científico -psicoanálisis, es-
cuelas humanistas, movimientos postmoder-
nos, etcétera-. Es obvio que las razones de
unos y otros son bien distintas. Por un lado,
para muchas personas, reducir nuestra acti-
vidad mental a leyes y modelos mecanicistas
sería como negar nuestra libertad y nuestra
creatividad. Por otro, algunos científicos
naturales consideran que no es comparable
la mente humana -inmaterial- con el objeto
de estudio de las ciencias duras -física, quí-
mica...-, siendo escépticos sobre la posibili-
dad del estudio de la primera. Lo cierto es
que estos argumentos, los unos y los otros,
suelen ser fruto del desconocimiento de qué
es y cómo trabaja la psicología científica.
Debido a la juventud de nuestra disciplina,
tenemos que convivir bajo el mismo nom-
bre con orientaciones pseudocientíficas e
incluso anticientíficas. De hecho no es raro
que se asocie a la psicología con escuelas o
tendencias concretas dentro de la misma:
desgraciadamente, el psicoanalista continúa
siendo, para muchos, el prototipo de psicó-
logo.
El estudio científico
de la mente
Desde que surgió la ciencia cognitiva hace unos cuarenta años hasta la actualidad,
hemos aprendido más del funcionamiento de nuestra mente que durante el resto de
la historia del conocimiento
CARLOS J. ÁLVAREZ GONZÁLEZ
Para muchas personas, reducir nuestra
actividad mental a leyes
y modelos mecanicistas sería
como negar nuestra libertad
y nuestra creatividad
Sigmund Freud, padre del psicoanálisis
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En este artículo intentaré abordar, muy
sucintamente, cómo surge la psicología cog-
nitiva actual -el enfoque predominante de la
psicología científica y parte integrante de lo
que se conoce como ciencia cognitiva-, cuá-
les son sus supuestos, sus métodos, así como
algunas de sus contribuciones a la hora de
desmontar argumentos pseudocientíficos y
creencias falsas sobre la mente y el mundo.
Para aquéllos que no están familiarizados
con la psicología, me gustaría dejar clara mi
postura desde el principio: 1) el método
científico es la única alternativa viable y vá-
lida para entender la mente y la conducta
humana, y 2) los procesos mentales, no obs-
tante su inobservabilidad directa, pueden
ser estudiados científicamente.
Podemos afirmar, sin temor a equivocar-
nos, que, desde que surgió la ciencia cogni-
tiva hace unos cuarenta años hasta la actua-
lidad, hemos aprendido más
del funcionamiento de
nuestra mente que durante
el resto de la historia del
conocimiento. Como
afirma Steven Pinker, di-
rector del Centro de Neuro-
ciencia Cognitiva del Insti-
tuto Tecnológico de Massa-
chusetts (MIT), gracias a
los avances teóricos y meto-
dológicos de la ciencia cog-
nitiva, hoy conocemos mu-
chos fenómenos del len-
guaje -y del resto de proce-
sos cognitivos, añadimos
nosotros- tan bien como el
funcionamiento de una cá-
mara fotográfica. Aunque
quizá peque de ambicioso, y
alineándome con el escepti-
cismo constructivo y cientí-
fico, me gustaría contribuir
con esta pequeña aporta-
ción a despejar en lo posible
las dudas de aquellos legos
en la materia sobre la posi-
bilidad del estudio cientí-
fico de la mente. Pensamos
que dicha duda, venga de
donde venga, se encuentra
peligrosamente próxima al
escepticismo radical y rela-
tivista que niega la validez
de la ciencia y la posibili-
dad misma del conoci-
miento certero, además de
contribuir a meter en un mismo saco a posi-
ciones pseudocientíficas y científicas en la
psicología.
L
A REACCIÓN AL CONDUCTISMO
Para entender el nacimiento de la psico-
logía cognitiva debemos situarnos en el pa-
radigma dominante -en términos kuhnianos-
durante la primera mitad de siglo en psico-
logía: el conductismo. Esta escuela surgió en
Estados Unidos, dentro de una tradición
asociacionista, empirista y positivista de la
mano de Watson y fue elaborada por otros
destacados psicólogos como Skinner. Sus
consignas, derivadas de la adhesión al posi-
tivismo lógico, eran muy claras: el único ca-
mino válido era la ciencia natural y había
que hacer de la Psicología una ciencia por
todos los medios. Para ello, era necesario
eliminar como objeto de estudio toda enti-
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dad inobservable directa-
mente, incluidos los cons-
tructos mentales hipotéti-
cos.
La mente no tenía ca-
bida dentro de la psicolo-
gía y el objeto de estudio
legítimo debía ser la con-
ducta, definida en térmi-
nos físicos y observables.
Además, cualquier con-
ducta humana o animal
está determinada por estí-
mulos también observa-
bles -definidos en térmi-
nos de magnitudes físicas-
y es adquirida a través de
un proceso de aprendizaje
mediante los principios
del condicionamiento
clásico y operante. Las le-
yes que relacionan estí-
mulos y respuestas fueron
estudiadas con profusión
en experimentos de labo-
ratorio con animales,
toda vez que dichas leyes
son universales también desde el punto de
vista filogenético.
Me parecen innegables las contribucio-
nes positivas a la psicología del periodo de
hegemonía conductista: su énfasis en la ob-
jetividad y la experimentación, el rechazo a
nociones mentalistas oscuras y metafísicas,
las leyes del aprendizaje, etcétera. Sin em-
bargo, poco a poco, su programa de investi-
gación comienza a entrar en crisis por dife-
rentes motivos. Para empezar, lo hace su no-
ción parcial de ciencia. Además, se iban
marginando las conductas más interesantes
y propiamente humanas en favor de conduc-
tas simples y primarias. Por otro lado, las ca-
denas asociativas estímulo-respuesta no
eran verdaderas explicaciones de la con-
ducta humana, sino, en todo caso, descrip-
ciones, y la ciencia debe, sobre todo, expli-
car. Un ejemplo de Eysenk y Keane [1990]
lo ilustra muy bien: supongamos que pone-
mos a alguien a resolver un problema difícil
-el estímulo- y esperamos veinte minutos
pacientemente a que lo resuelva -la res-
puesta-. En este caso, es obvio que centrar-
nos en estímulos y respuesta observables ca-
rece de interés y no es informativo para ex-
plicar lo realmente interesante: los proce-
sos de pensamiento y las estrategias de reso-
lución de problemas.
Las limitaciones se van haciendo paten-
tes en los desarrollos neoconductistas de los
años 50, cuando los propios investigadores -
a excepción del conductismo radical de
Skinner-, inspirados en Hull, comienzan a
propugnar la utilidad de variables interme-
dias en la explicación de la conducta. Estas
variables intermedias hacían referencia a
conductas no observables, encubiertas, y,
por tanto, con un tinte mentalista. Algo
cambiaba dentro de las filas conductistas:
poco a poco, se aceptaba cierta forma de
mentalismo, de cognitivismo. Pero, aparte
de las limitaciones del propio conductismo,
se produjo una confluencia de factores de
diversa índole que contribuyeron al cambio
de perspectiva en psicología.
N
ACE LA CIENCIA COGNITIVA
A pesar de la indudable hegemonía del
paradigma conductista, durante la década de
los años 40, existía un cierto movimiento de
científicos que se oponían radicalmente al
conductismo. Un ejemplo destacado de este
movimiento fue en 1948 el simposio de Hi-
xon, en California, en el que un grupo de
eminentes científicos de diversas discipli-
nas se reunió, poniendo los cimientos de lo
que se llamaría ciencia cognitiva. Desde el
momento de su fundación, La ciencia cogni-
Pavlov, conocido por sus estudios sobre la relación
estímulo-respuesta en animales
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tiva nace con una vocación interdisciplinar.
Entre los asistentes a dicha conferencia, se
encontraban matemáticos (Von Neumann),
neurofisiólogos (McCulloch), neuropsicólo-
gos (Lashley), etcétera. Este grupo de inves-
tigadores se caracterizó por su oposición a
los postulados conductistas y por un acuerdo
común en que era necesario un nuevo y efi-
caz enfoque en el estudio científico de la
mente humana. Estaba gestándose la revolu-
ción cognitiva.
Una serie de factores ajenos a la psicolo-
gía estaban contribuyendo a este cambio.
Por un lado, la teoría de la comunicación de
Shannon, ingeniero del MIT interesado en
dispositivos electrónicos que procesan in-
formación, quien fue el primero en defender
que los dispositivos eléctricos podían abar-
car operaciones fundamentales de pensa-
miento [Gardner, 1985]. Shannon estaba
interesado en establecer leyes matemáticas
que explicaran el flujo de información a tra-
vés de un canal, puesto que la relación en-
tre input y output -entrada y salida de infor-
mación, respectivamente- no es perfecta.
Como la naturaleza física del canal era irre-
levante, esta conceptualización resultó muy
sugestiva para algunos psicólogos de la
época, quienes extendieron por analogía la
noción de canal a la descripción de la mente
humana, empleando sus conceptos y ecua-
ciones matemáticas. Esta analogía, aunque
sugerente, resultó bastante imperfecta y fue
abandonada muy pronto (De Vega, 1984).
Tanto la teoría de la comunicación de
Shannon como la cibernética de Wiener -
Resulta obvio que no existe nada
metafísico ni misterioso en los
procesos realizados por un programa
informático, y lo mismo es aplicable a
la mente humana
B.F. Skinner, uno de los principales
desarrolladores del conductismo
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con su noción de retroalimentación y auto-
control en dispositivos artificiales- dieron
lugar a la denominada teoría de la informa-
ción: la información podía concebirse inde-
pendientemente de cualquier dispositivo
concreto. “La información es la informa-
ción. No es materia ni energía. Ningún ma-
terialismo que pretenda rechazar esto puede
sobrevivir” [Wiener, 1961, citado en Gard-
ner, 1985]. Pero, además, entre los funda-
mentos teóricos que dan lugar a la nueva
ciencia, no podemos olvidar las contribu-
ciones de la lógica matemática al concepto
de computación -sobre todo de Turing y su
máquina hipotética-, de la filosofía de Put-
nam, de los especialistas en computación
Newell y Simon, etcétera.
L
A ANALOGÍA DEL ORDENADOR
Este tipo de conceptualizaciones, junto al
auge de las ciencias del ordenador y la teo-
ría computacional, fue cristalizando en un
nuevo tipo de mentalismo que fue despla-
zando al conductismo. El hecho de que una
máquina pudiera llevar a cabo operaciones
inteligentes que, hasta ese momento, eran
exclusivamente humanas era algo total-
mente novedoso. Resulta obvio que no
existe nada metafísico ni misterioso en los
procesos realizados por un programa infor-
mático, y lo mismo es aplicable a la mente
humana. La mente podía ser estudiada, de
acuerdo con una analogía con los ordenado-
res, como un dispositivo de procesamiento
de información; los procesos cognitivos o de
pensamiento podían ser caracterizados
como procesos de cómputo y, al igual que
los programas informáticos, podían ser ana-
lizados como una serie de operaciones ele-
mentales.
En el caso particular del lenguaje, una fi-
gura fue decisiva en el disparo del choque de
paradigmas más importante del siglo en psi-
cología: la del lingüista Noam Chomsky,
quien en 1959 publicó una revisión teórica
del libro Verbal behaviour de Skinner. Dicha
crítica fue demoledora para el asociacio-
nismo y para las teorías conductistas sobre
la adquisición del lenguaje. Chomsky dejaba
bien claro que la competencia (los procesos
mentales implicados en el lenguaje) era mu-
cho más importante que la actuación -la
conducta lingüística manifiesta y externa-,
y que la segunda no siempre era reflejo de la
primera. Además, planteó una teoría revo-
lucionaria en lingüística -la gramática gene-
rativa transformacional- y defendió que los
fundamentos mentales básicos del lenguaje
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eran innatos, oponién-
dose también en esto a
los postulados conduc-
tistas. Resulta lógico
que su teoría llamara la
atención de los primeros
psicólogos cognitivos,
provocando una fructí-
fera colaboración entre
la psicología y la lingüís-
tica. Algunos de los pri-
meros psicólogos cogni-
tivos como Miller, Ga-
rrett, Mehler, etc. se de-
dicaron a buscar confir-
mación empírica, me-
diante experimentos de
laboratorio, de las teo-
rías gramaticales de
Chomsky, dando lugar a
una rama importante
dentro de la psicología
cognitiva: la psicolin-
güística.
El filósofo Putnam
fue aún más lejos
[Gardner, 1985]: la in-
vención del ordenador
y la aplicación de la no-
ción de cómputo a la
mente humana contri-
buían a resolver el di-
lema de Descartes o el
clásico problema de la
relación entre cuerpo y
mente. Un mismo programa informático en
dos máquinas distintas daba lugar a opera-
ciones de resolución de problemas estructu-
ralmente idénticas. Así pues, las operacio-
nes lógicas -o software- podían describirse
de forma independiente del soporte físico -
hardware-. La analogía era evidente: hard-
ware
y software se relacionaban como el ce-
rebro y la mente, con lo cual los procesos
mentales podían describirse y estudiarse
con independencia del sistema nervioso.
Además, el mismo lenguaje simbólico podía
ser empleado para describir los programas de
ambos sistemas, lo que produjo consecuen-
cias epistemológicas obvias para la inteli-
gencia artificial. Resumiendo, la cognición
-las actividades inteligentes y de pensa-
miento- podía ser estudiada independiente-
mente del soporte físico -sea éste un cerebro
o una máquina-. Una nueva ciencia inter-
disciplinaria había nacido, la ciencia cogni-
tiva, fruto de la colaboración entre distintas
disciplinas: psicología,
filosofía, lingüística,
informática, ingenie-
ría, neurociencias, et-
cétera.
Existe cierto con-
senso en que 1956 fue
el año de nacimiento
de la psicología del
procesamiento de in-
formación, debido a la
cantidad de publica-
ciones influyentes por
parte de nuevos psicó-
logos como Miller,
Bruner, Goodnow y
Austin, así como por la
proliferación de reu-
niones científicas. En-
tre éstas, habría que
destacar la conferencia
que tuvo lugar en el
MIT, donde Chomsky
presentó su teoría del
lenguaje, Miller habló
de la capacidad de la
memoria a corto plazo y
Newell y Simon expu-
sieron su influyente
modelo computacional:
el general problem solver
[Eysenck y Keane,
1990]. El nuevo para-
digma cristaliza en una
publicación conside -
rada por muchos como uno de los manifies-
tos fundacionales del mismo: la obra de Mi-
ller, Galanter y Pribram [1960] quienes ha-
blan de “planes y estructuras del comporta-
miento”, y anuncian el fin del conductismo
[De Vega, 1984; Gardner, 1985].
C
ARACTERIZACIÓN DE LA PSICOLOGÍA COGNITIVA
A finales de los 70, se llegó a un acuerdo ge-
neral: el paradigma del procesamiento de in-
formación era la forma apropiada para el es-
tudio de la mente. Aunque excedería el ob-
jetivo del presente artículo el enumerar las
características y postulados fundamentales
de la nueva psicología, existen algunos ras-
gos definitorios que creemos necesario expo-
ner para caracterizar adecuadamente la dis-
ciplina.
Para empezar, a la psicología cognitiva le
interesan, sobre todo, aquellos procesos
mentales que son universales o comunes a
cualquier ser humano. Resulta difícil hacer
Noam Chomsky
A la psicología cognitiva
le interesan, sobre todo, aquellos
procesos mentales que son
universales o comunes a
cualquier
ser humano
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ciencia de lo individual o lo idiosincrásico.
Existe la hipótesis implícita de que la mente
responde a una arquitectura funcional espe-
cífica, lo cual es apoyado por el hecho de
que existan invariantes que expliquen que
todos los seres humanos, a pesar de la dispa-
ridad de experiencias y ambientes, desarro-
llen aptitudes similares [Mehler y Dupoux,
1990]. Es evidente que toda persona exhibe
procesos perceptivos, atencionales, tiene
memoria, tiene lenguaje, representaciones
mentales, razona, etcétera. Son precisa-
mente estas capacidades las que conforman
el objeto de estudio de la psicología cogni-
tiva.
La investigación será la encargada de di-
lucidar qué procesos son universales y cuáles
son específicos a un grupo de sujetos; por
ello, las investigaciones con recién nacidos y
los trabajos transculturales son fundamenta-
les para determinar si un proceso concreto es
o no universal. Por ejemplo, gracias a sofisti-
cadas técnicas como la medición de succión
no nutritiva, se ha encontrado que ciertas
capacidades lingüísticas, como la discrimi-
nación entre fonemas, están presentes desde
los primeros días de vida [Mehler y Dupoux,
1990]. Sin embargo, existen subprocesos en
el reconocimiento de palabras que están mo-
dulados por las características del idioma es-
pecifico. Así, mientras que existe abundante
evidencia obtenida en el laboratorio sobre la
sílaba como unidad psicológica de procesa-
miento encargada de activar nodos léxicos
en español [Álvarez et al., 1999], dicha evi-
dencia no se ha encontrado en inglés.
A pesar del enorme abismo conceptual en-
tre el conductismo y la psicología cognitiva,
ésta última representa
un continuismo res-
pecto al primero en
cuanto al método. La
experimentación de la-
boratorio es la metodo-
logía por antonomasia
de la psicología cogni-
tiva. Sólo los datos ob-
jetivos, empíricos, con-
ductuales, obtenidos en
condiciones controla-
das son útiles para la
confirmación o refuta-
ción de teorías. En ca-
sos muy concretos,
donde la manipulación
de variables resulta di-
fícil, la observación no
experimental también puede ser útil: un
ejemplo lo constituye la investigación en
producción del lenguaje, donde el input es in-
terno.
La analogía del ordenador ha sido extre-
madamente eficaz, aportando a la psicología
una serie de directrices, de vocabulario y de
instrumentación adecuada para el estudio de
la mente [de Vega, 1984]:
1. Directrices.
Para empezar, ha supuesto un metapostu-
lado sobre qué estudiar. Lógicamente, intere-
saban más aquellos procesos automáticos, no
conscientes, similares a los que un ordenador
puede llevar a cabo. La memoria, por ejem-
plo, es uno de los temas más fructíferos en
cuanto a modelos teóricos e investigaciones
desarrolladas. Para algunos autores como Fo-
dor [1983], solamente los procesos no influi-
dos por la consciencia, las ideas, los senti-
mientos, etcétera, es decir, aquellos procesos
modulares, autónomos y encapsulados con
respecto al conocimiento general del orga-
nismo, pueden ser explicados por la ciencia
(vgr., los sistemas de entrada que tienen que
ver con los procesos perceptivos o el len-
guaje). Sin embargo, hay que reconocer que
estas directrices han li-
mitado en buena me-
dida el campo de estu-
dio, algo que se está co-
menzando a superar.
2. Vocabulario.
Los antiguos térmi-
nos mentalistas fueron
sustituidos por termino-
logía del procesamiento
de información, mucho
más específica y con-
creta. Términos como
memoria operativa, reco-
dificación, búsqueda de
información
, etcétera,
son comunes en la psi-
cología cognitiva.
La analogía del ordenador ha
sido extremadamente eficaz,
aportando a la psicología una serie de
directrices, de vocavolario y de
instrumentación adecuada para el
estudio de la mente
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3. Instrumentación.
La aparición de los ordenadores y tecno-
logía asociada no sólo ha influido en la psi-
cología desde el punto de vista teórico.
Gracias a dichos avances, hoy podemos es-
tudiar procesos que no hace mucho era im-
pensable abordarlos. Por citar sólo algunos
ejemplos, la medición de respuestas con-
ductuales -tiempos de reacción- y la pre-
sentación de estímulos visuales y/o auditi-
vos con una resolución temporal de milise-
gundos, el registro mediante infrarrojos de
los movimientos oculares en la investiga-
ción de los procesos de lectura, y las técni-
cas de neuroimagen -PET, fMRI, etcétera-
o el registro de potenciales evocados del
cerebro. En este sentido,
puede observarse una
aproximación paulatina
entre la psicología cogni-
tiva y las neurociencias,
siendo cada vez más co-
mún encontrar investiga-
ciones en las que la varia-
ble dependiente no es
conductual, sino neuro-
biológica.
El empleo del ordena-
dor como herramienta
para contrastar teorías y/o
modelos destaca en el caso
de los modelos de simula-
ción, una metodología ge-
nuinamente cognitiva. Se
trata de reproducir en or-
denador el comportamiento inteligente hu-
mano. Ello obliga al investigador a ser
computacionalmente explícito a la hora de
elaborar un modelo sobre cualquier proceso
mental. En este sentido, es de destacar la
aportación de psicólogos cognitivos al des-
arrollo de las redes neuronales artificiales:
un ejemplo destacado lo constituye la no-
ción de back propagation de Rumelhart,
McClelland y el grupo PDP. De hecho, el
conexionismo o modelos de procesamiento
humano basados en redes neuronales -pro-
cesamiento distribuido y paralelo- supone
para muchos un giro copernicano en psico-
logía cognitiva, presentándose como una
alternativa al simbolismo computacional
derivado de la analogía del ordenador.
P
SICOLOGÍA COGNITIVA Y PSEUDOCIENCIA
La psicología no es ajena a la pugna en-
tre ciencia y pseudociencia. Por ello, me
gustaría terminar con una breve ilustración
de cómo la investigación científica en psi-
cología cognitiva ha contribuido en estos
casi cincuenta años a rebatir muchas ideas
pseudocientíficas o intuitivas pero erróneas
sobre la mente y sobre nuestra percepción
del mundo. Tanto otros colegas como yo
mismo esperamos profundizar en algunos de
estos temas en futuras ocasiones:
1. Percepción.
Al contrario de lo que suele pensarse, el
producto de nuestros mecanismos percepti-
vos no es un reflejo del estímulo o una co-
pia del mundo real. El procesamiento no
tiene lugar sólo de abajo arriba. Dicho de
otro modo, lo que reciben nuestros órganos
sensoriales es codificado y
transformado. Las ilusio-
nes perceptivas son más
comunes de lo que cree-
mos y tienen su base en el
mismo funcionamiento de
nuestra percepción. Di-
chas ilusiones explican, en
la mayoría de los casos, las
visiones de objetos y entes
sobrenaturales o paranor-
males: fantasmas, platillos
volantes, etcétera.
2. Memoria.
La psicología cognitiva
ha demostrado que nuestra
memoria no es un sistema
unitario, sino que está for-
mado por varios subsistemas con propieda-
des específicas e incluso estructuras corti-
cales diferenciadas: memoria sensorial, me-
moria a corto plazo -memoria operativa- y
memoria a largo plazo. Además, tampoco
nuestra memoria es un almacén de informa-
ción totalmente fiable. La memoria es se-
lectiva y reconstructiva. Como ha demos-
trado la psicóloga cognitiva Elizabeth Lof-
tus -integrante del CSICOP y colaboradora
habitual de The Skeptical Inquirer-, es rela-
tivamente fácil crear recuerdos falsos in-
cluso en condiciones de laboratorio. Gra-
cias a sus investigaciones y a su campaña,
se han puesto en tela de juicio muchos ca-
sos de supuestos recuerdos reprimidos -un
concepto psicoanalítico y pseudocientífico-
, obtenidos en su mayoría bajo hipnosis o
mediante psicoterapia. Algunos ejemplos
de estos supuestos recuerdos reprimidos los
constituyen los recuerdos de abusos infanti-
les que emergen cuando la supuesta víctima
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es adulta, la participación en rituales satá-
nicos o la abducción por extraterrestres.
Con el tiempo, Loftus y otros han puesto de
manifiesto que, en muchos casos, se trata de
recuerdos falsos y han denunciado condenas
a inocentes por este tipo de testimonios,
siendo uno de los más claros ejemplos de
ciencia contra pseudociencia (ver artículo
de Vern Bullough en el número 4 de EL ES-
CÉPTICO).
3. Representaciones mentales y esque-
mas cognitivos.
Nuestros esquemas o sistemas de creen-
cias modulan nuestra percepción y nuestra
memoria tanto en los procesos de codifica-
ción como en los de recuperación. Muchos
experimentos han demostrado que el re-
cuerdo de textos o narraciones es distinto
dependiendo del esquema mental activado.
Si esto ocurre en situaciones de laboratorio
-con material artificial y esquemas induci-
dos-, qué no ocurrirá con nuestros propios
esquemas o creencias cuando percibimos es-
tímulos ambiguos o recuperamos informa-
ción almacenada. En otras palabras, la Vir-
gen sólo la ven aquéllos que creen en ella.
4. Pensamiento y razonamiento.
Existe abundante evidencia sobre los ses-
gos sistemáticos y predecibles en nuestro ra-
zonamiento cotidiano. Estos sesgos provo-
can que muchos juicios que hacemos acerca
de la realidad sean erróneos. Entre los heu-
rísticos más investigados, está el de accesi-
bilidad que tiene que ver con el carácter se-
lectivo de nuestra memoria. Pongamos por
caso que somos creyentes en la adivinación.
Si un echador de cartas acierta algo sobre
nosotros -quizá por puro azar-, recordaremos
ese hecho, pero no las múltiples cosas en las
que falló. Este ejemplo tiene también rela-
ción con el sesgo confirmatorio, según el
cual nos inclinamos a recordar -y buscar-
sólo aquella información que es consistente
con nuestras expectativas y/o creencias,
desechando lo que no las confirme. Si cree-
mos que existe una conspiración para encu-
brir la visita de extraterrestres, buscaremos
evidencia de ello de forma desproporcio-
nada, rechazando la evidencia que la con-
tradiga [Gilovich, 1997]. Otro heurístico es
el de representatividad: los efectos deben
parecerse a sus causas. Este sesgo está en el
origen de los tratamientos de muchas de las
medicinas antiguas y/o alternativas, como
la homeopatía. Se asume que los síntomas
de una enfermedad deben parecerse a sus
causas o a aquello con lo que se cura.
Además, numerosas investigaciones han
puesto de manifiesto que el ser humano co-
mete frecuentes equivocaciones en la esti-
mación de probabilidades de eventos. Por
ejemplo: no solemos ser conscientes de un
fenómeno real y muy estudiado como es la
regresión a la media; muchas coincidencias
de eventos o casualidades, a las que las per-
sonas tienden a dar explicaciones sobrena-
turales, son realmente fruto del azar; y no
solemos tener en cuenta las probabilidades
previas de distintos fenómenos, lo que nos
lleva invariablemente a conclusiones erró-
neas.
En fin, sirvan estos pocos y apresurados
ejemplos para responder a la pregunta con
la que comenzábamos: la mente no sólo
puede ser estudiada científicamente, sino
que, desde nuestra perspectiva, es la única
forma fiable de proceder, y los supuestos y
métodos de la psicología cognitiva se han
mostrado extremadamente eficaces en esta
labor.
A
GRADECIMIENTOS
Agradezco las sugerencias aportadas por
el doctor Carlos Santamaría, colega y com-
pañero de departamento, a la primera ver-
sión de este manuscrito.
CARLOS J. ÁLVAREZ
es profesor titular de Psicolingüís-
tica del Departamento de Psicología Cognitiva, Social y
Organizacional de la Universidad de La Laguna (Tene-
rife).
Este artículo ha sido ilustrado con distintas imágenes uti-
lizadas para demostrar la subjetividad de la percepción
humana.
Álvarez, C. J.; Alameda, J. M.; y Domínguez, A. [1999]:
“El re-
conocimiento de las palabras: procesamiento ortográfico y silá-
bico”.
En De Vega , M; y Cuetos, F. (Eds.): Psicolingüística
del español. Trotta. Madrid.
De Vega, M. [1984]:
Introducción a la psicología cognitiva. Alianza
Editorial. Madrid.
Eysenck, M.W.; y Keane, M.T. [1990]:
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Gardner, H. [1985]:
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Gilovich, T.; y Savitsky, K. [1996]:
“Like goes with like: The role
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The Skeptical Inquirer (Buffalo), Vol. 20, Nº 2.
Mehler, J.; y Dupoux, E. [1990]:
Nacer sabiendo [Naitre Hu-
main]. Alianza Editorial. Madrid 1992.
REFERENCIAS