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La irracionalidad
cotidiana
De un tiempo a esta parte están
apareciendo algunas revistas
que, bajo la apariencia de divul-
gación científica, dan publicidad
a trabajos al límite de la ciencia
ficción y teorías científicas de
nula fiabilidad. Si sumamos a
esto la aparición en algún diario
de artículos científicos inexactos
y/o magnificados, el panorama
no deja de ser muy desalenta-
dor.
Cuando escribo esta carta, he
recibido los dos primeros núme-
ros de la revista y no quiero
dejar pasar la ocasión de daros
mi opinión. EL ESCÉPTICO in-
tenta cubrir un vacío muy exten-
so, casi demasiado para una so-
la publicación. Encontramos
desde artículos que tratan temas
científicos hasta otros que reba-
ten leyendas y mitos concretos,
pasando por los que teorizan so-
bre el uso de la razón
del razo-
namiento
y los que satirizan los
casos más extremos de incohe-
rencia e incultura.
Pero, en mi opinión, queda
sin cubrir el mayor hueco, el
más extenso: la irracionalidad
cotidiana, la falta de hábito de
cuestionar toda aquella infor-
mación que nos llega. Rara-
mente alguien acostumbrado a
cuestionar, analizar o cotejar la
información que recibe creerá
sin más en fenómenos extraños
o pseudocientíficos. Este espíri-
tu crítico debe extenderse a toda
información que nos llega. No
será la primera ni la última vez
que leo en un diario algún artí-
culo basado en tablas estadísti-
cas cuyo texto resulta de una in-
terpretación incorrecta de los re-
sultados o, peor aún, encuestas
preparadas ad hoc para dar un
resultado concreto. La que con-
sidero la perla de la información
periodística: un diario publica
semanalmente un análisis mate-
mático de la aparición de los di-
ferentes números y combinacio-
nes de un sorteo
frecuencia, se-
manas sin aparecer, lapso medio
entre apariciones...
y aconseja
una combinación ganadora.
Quede como dato curioso que
conocí a una persona que, en los
años 70, fue condenada por es-
tafa y que usaba un método si-
milar para calcular el número ga-
nador de la lotería y venderlo a
otras personas por varias veces
su valor.
F
.
XAVIER CASELLES
Barcelona.
Gardner y
‘El Quijote’
Martin Gardner es admirable en
muchos sentidos y aspectos, sa-
be muchísimas cosas interesan-
tes y las divulga a sus lectores
en todo el mundo. Precisamente
por esta razón, cualquier afirma-
ción de Gardner goza de crédito,
aunque a primera vista parezca
sorprendente y poco probable.
Pero Gardner tiene un gran sen-
tido de humor. Como me escri-
bió en una carta del 19 de no-
viembre de 1982, es miembro de
los Baker Street Irregulars. Parte
de su juego es pretender que
Watson, no Conan Doyle, escri-
bió las aventuras de Sherlock
Holmes. En una antología de es-
tudios sobre Holmes auspiciada
por este grupo, Gardner quiso
elaborar un poco este tema, y de
allí salió El Quijote escrito por
Sancho Panza y que Dumas no
fue el autor de ninguna de sus
novelas.
Gardner me escribió en su
día: “En este caso, tengo que pe-
dir perdón por no haberlo men-
cionado cuando el artículo fue
incluido en esta nueva antolo-
gía” [se refiere a La ciencia. Lo
bueno, lo malo y lo falso]. Tal vez,
a Enrique Fernández le gustaría
leer una crítica muy severa
de
varias páginas
del libro de
Gardner Los porqués de un escri-
ba filósofo, publicada el 8 de di-
ciembre de 1983 en The New
York Review por un tal George
Groth. Ataca a Gardner, y evi-
dentemente desprecia intensa-
mente al libro y a su autor. Se
pregunta cómo se puede tomar
en serio al hombre que, por
ejemplo, en Scientific American,
anunció un mapa que no se
puede colorear con cuatro colo-
res, una equivocación fatal y
básica en la teoría de la relativi-
dad, la jugada inicial en ajedrez
que deja ganar a las blancas con
seguridad, etcétera, tomando el
pelo a sus lectores hasta que un
catedrático enfurecido intentó
echarle de la Sociedad Matemá-
tica Americana. Sin embargo, di-
cha sociedad le hizo a Gardner
miembro vitalicio honoris causa.
George Groth, hay que mencio-
narlo de paso, es uno de los seu-
dónimos de Gardner...
HAYO AHLBURG
Benidorm.
Conciencia
alterada
Cuando se estudia cualquier ti-
po de experiencia relacionada
con el ser humano, y sobre todo
con el campo de la percepción
sensorial, debe tenerse en cuen-
ta la posibilidad de que esa per-
cepción se vea influida por cau-
sas externas que alteran por sí
mismas su realidad. Si se juntan
varias de esas influencias, no só-
lo alteran los resultados, sino
que cambia totalmente la capa-
cidad de percepción. Entre esas
causas externas, están: el estí-
mulo sensorial monótono, la fija-
ción de la atención y la disminu-
ción del campo de la conciencia.
Para producir un estado alte-
rado como la hipnosis basta con
reunir esos tres condicionantes
externos y llevaremos al sujeto a
un estado en el que verá, oirá...
todo aquello que nosotros quera-
mos hacer que vea, oiga... Pero el
motivo de estas líneas es que,
cuando se dan esos tres condi-
cionantes externos sin que exis-
ta un sujeto inductor de la hip-
nosis, el sujeto verá u oirá todo
aquello que en ese momento le
interese. El conocimiento de esta
realidad es de indudable aplica-
ción cuando investigamos los
llamados fenómenos paranor-
males. En muchos casos, existe
un altísimo riesgo de que se dé
esa terrible triada psicológica
que altere todos los resultados
que un investigador serio se pro-
ponga estudiar si no tiene en
cuenta tal posibilidad de in-
fluencia externa.
LUIS MINGORANCE
Madrid.
correo del lector
Las cartas dirigidas a esta sección deberán tener una extensión
máxima de 20 líneas. EL ESCÉPTICO se reserva el derecho
a extractar el contenido de las mismas.
el escéptico (Primavera 1999) 65