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L
os conocimientos cientí-
ficos tienen un valor de
verdad independiente-
mente de donde provengan y,
tanto en la explicación de la
realidad objetiva, en el saber
muy ajustado a los resulta-
dos experimentales, como en
la predicción de fenómenos
naturales, la ciencia occiden-
tal se ha mostrado la más
acertada, con mucha diferen-
cia”, sentencia mientras toma
un refresco en un restauran-
te italiano. Jean Bricmont
acaba de participar en una
animada mesa redonda sobre
anticiencia y posmodernismo
junto a Evry Schatzman y
Lewis Vaughn en el 2º Con-
greso Escéptico Mundial. La
caminata desde el campus
universitario de Heidelberg
hasta la pizzería ha sido poco
menos que una prolongación
privada de su intervención.
Un preámbulo de un almuer-
zo-entrevista en el que el pro-
fesor de Física Teórica de la
Universidad de Lovaina no
esquiva ninguna pregunta y
durante el cual apoya sus
afirmaciones con fragmentos
de Impostures intellectuelles,
un libro que ha provocado
una auténtica tormenta en el
mundo del pensamiento.
¿Cuál es su relación con
Alan Sokal y cómo comenzó?
Nos conocimos siendo yo
profesor auxiliar de Física en
la institución donde Alan So-
kal estaba haciendo su tesis
doctoral. Nos hicimos amigos
y congeniamos bien. Cuando
me mandó una copia de su parodia,
1
la
encontré muy divertida y recordé que, sien-
do más joven, había leído a varios de los
autores que citaba, que por aquel entonces
estaban muy de moda. Me pareció muy
interesante la idea de Sokal de analizar por
qué estos intelectuales usaban, sin em-
barazo alguno, conceptos científicos que no
conocían bien, que, desde luego, ni com-
prendían ni dominaban y que, en mi opi-
nión, usaban no para aclarar conceptos,
“Ojalá la sociedad fuese más
escéptica hacia la pseudociencia”
“No puedo entender ningún nivel de descripción de la realidad
en el que no podamos preguntarnos el porqué de las cosas”,
asegura el profesor de Física Teórica de la Universidad de Lovaina
FERNANDO PEREGRÍN
Jean Bricmont, co-autor de ‘Impostures intellectuelles’
14
(Invierno 1998-99)
el escéptico
El físico belga Jean Bricmont, co-autor junto a Alan Sokal de
‘Impostures intellectuelles’.
1
Ver “Sokal y Bricmont: y la parodia se hizo li-
bro”, reseña de Impostures intellectuelles, en es-
te mismo número. (N. del D.)
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sino para confundir al lector. Le proporcio-
né más información al respecto y, cuando
decidió ampliar su artículo, su parodia ori-
ginal, para convertirlo en libro y me ofreció
la posibilidad de colaborar con él, acepté de
inmediato.
¿Tiene todo esto algo que ver con lo que
se ha venido llamando envidia de la física,
esto es, el deseo de imitar a una disciplina
científica que ha alcanzado un grado tan
elevado de precisión y coherencia en la ex-
plicación y predicción de hechos experimen-
tales?
Hubo, ciertamente, y sobre todo en Es-
tados Unidos, esa envidia de la física, prin-
cipalmente en biología y en ciertas ciencias
sociales, como en la sociología cuantitativa,
donde la gente trataba de imitar a la física,
los métodos y formalizaciones de esa disci-
plina; pero no está claro que lo que Sokal
denunciaba en su parodia se pudiese atri-
buir a esa corriente de envidia de la física.
Hubo un tiempo de gran influencia del for-
malismo matemático en las letras y huma-
nidades, que se puede observar en autores
como Jacques Lacan y, tal vez en menor
medida, en Julia Kristeva, que empezaron
a utilizar, con escaso rigor y sentido, pala-
bras y conceptos matemáticos para forma-
lizar teorías sobre el psicoanálisis, el len-
guaje poético o la filosofía política. Parece
más una fascinación por las matemáticas
que por la física.
Pero, en el fondo, tanto Sokal como yo
pensamos que, en los textos que comenta-
mos en nuestro libro, se trata principal-
mente de un recurso literario para demos-
trar una falsa erudición en las llamadas
ciencias naturales y exactas.
Algunos de los autores a los que critican
en el libro se han excusado diciendo que su
recurso a conceptos y términos de las cien-
cias exactas no es más que un artificio meta-
fórico.
Las metáforas deben usarse para acla-
rar, para explicar más que para confundir
y oscurecer. Cuando se trata de un con-
cepto complicado, se recurre a la metáfora
y se trata de establecer una relación con al-
go que se considera conocido por el lector
para facilitar así la comprensión del térmi-
no, de la idea supuestamente difícil. En
muchos textos posmodernos que incluimos
en nuestro libro, sucede todo lo contrario:
las metáforas, en caso de que las acep-
temos como tales, parecen usarse, más que
para aclarar, para oscurecer el discurso, ya
que se refieren a ideas y hechos mucho
más arcanos y de difícil comprensión que
los que se quieren explicar. Y, como el
autor no domina la materia con la que
quiere construir la metáfora, la confusión,
si cabe, es aún mayor. De ahí nuestra
denuncia de que lo que se busca, al hacer-
los difíciles de comprender, es dar a
muchos textos una profundidad y una
substancia de la que carecen.
Por otro lado, nunca hemos pretendido
afirmar que este abuso de la ciencia tenga
socialmente consecuencias nefastas. Sólo
lo consideramos muy poco honesto y bas-
tante poco pedagógico. Otra cosa mucho
más grave y preocupante es el relativismo
cognitivo del posmodernismo. Muchos inte-
lectuales posmodernos, al negar una rea-
lidad objetivamente conocible y explicable
mediante las ciencias naturales y dar a los
conocimientos científicos el mismo valor
para entender los fenómenos naturales que
el que pueda tener una narración, un mito
o una leyenda, abren la puerta al relativis-
mo más extremo, que es una postura seria-
mente anticientífica y de muy negativo im-
pacto social. Algunos autores que critica-
mos en nuestro libro, como Bruno Latour o
Isabelle Stengers, han aducido que nunca
han mantenido posturas anticientíficas.
Tal vez no lo hayan hecho de forma expre-
sa, pero la contradicción y ambigüedad con
que valoran el conocimiento científico de la
realidad objetiva acaban surtiendo el mis-
mo efecto.
¿Qué relación tiene todo esto con el posi-
ble auge de las pseudociencias?
A mi juicio, el escepticismo irrazonable
respecto de la capacidad de las ciencias de
explicar el mundo, la realidad objetiva en la
que estamos insertos, lleva consigo una
credulidad no menos irracional respecto de
las pseudociencias. Y también respecto de
las supersticiones, de los mitos tradiciona-
les, de la filosofía especulativa, de las tradi-
ciones religiosas... Todas estas creencias se
ponen en pie de igualdad con los conoci-
mientos científicos, lo que me parece un so-
lemne disparate.
Lo grave, lo realmente serio, es que esta
postura es compartida por algunos pedago-
gos, sobre todo estadounidenses, que escri-
ben manuales para las escuelas elementa-
les en los que se trata de inculcar a los a-
lumnos todo este relativismo cognitivo. Asi-
mismo, los medios de comunicación están
claramente influidos por este relativismo, lo
que se refleja en sus opiniones. Y que cons-
te que no me refiero tanto a la frecuente y
fuerte presencia de algunas pseudocien-
cias, como los llamados fenómenos ocultos
y paranormales, en las televisiones y demás
medios, ya que siempre cabe la excusa de
que son cosas entretenidas, sino al craso
relativismo que se observa en los espacios
y páginas editoriales, de opinión y de infor-
mación considerada como seria.
Insisto en lo de relativismo cognitivo, en
lugar de relativismo cultural, ya que este
último es más amplio y comprende el rela-
tivismo ético, estético, etcétera, de los que
prefiero no hablar.
el escéptico (Invierno 1998-99) 15
El escepticismo irrazonable respecto
de la capacidad de las ciencias
de explicar el mundo
lleva consigo una credulidad
no menos irracional respecto
de las pseudociencias
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También quiero recordar que esta postu-
ra anticientífica no es exclusiva del posmo-
dernismo. Históricamente, por ejemplo, el
catolicismo ha sido profunda y tradicional-
mente hostil a la ciencia, atacando el obje-
tivismo científico y negando que la ciencia
tenga la última palabra sobre el mundo, so-
bre la naturaleza, ya que hay algo detrás
que es la llamada verdad revelada, que su-
pera y transciende el saber científico.
Feyerabend: una filosofía
contra la ciencia
En el libro, incluyen un intermezzo dedi-
cado al relativismo cognitivo en el que criti-
can la filosofía de Feyerabend, uno de los
pilares del relativismo posmoderno.
Feyerabend es un personaje complica-
do, pero lo que aquí nos interesa es su re-
acción contra la ciencia, que le lleva a jus-
tificar, por ejemplo, la validez de la ense-
ñanza del creacionismo en las escuelas en
lugar del evolucionismo. Pero, a la vez, es-
toy convencido que si hubiese tenido hijos,
nunca les habría llevado a una escuela
donde se enseñara el creacionismo en vez
de la evolución. En Feyerabend, hay una
reacción contra la ciencia, contra una su-
puesta prepotencia de la ciencia, más que
una postura puramente anticientífica. No
se trata de que la teoría evolucionista sea,
según el propio Feyerabend, mucho más
plausible que cualquier mito creacionista,
sino que la sociedad, el Estado, no tienen
derecho a imponer un tipo de enseñanza
frente a otra. En definitiva, que los padres
tienen derecho a exigir que las escuelas pú-
blicas enseñen falsas doctrinas a sus hijos,
si así lo quieren.
Se ha dicho que, más que contra la cien-
cia, Feyerabend escribió contra Popper, lo
que también es cierto. Pero permítame que
le lea algo de Feyerabend, que aparece cita-
do en nuestro libro Impostures intellectue-
lles y que el filósofo escribió para el prólogo
de la edición en chino de su libro Contra el
método: “La ciencia del primer mundo no es
sino una ciencia más entre otras [...] Mi
principal motivo al escribir este libro es hu-
manitario y no intelectual. Quiero ayudar a
las gentes, no hacer que el saber avance”.
Esto lo encuentro equivocado y clara-
mente en contra de la ciencia, que es única
y universal. Reconozco los problemas cul-
turales que aparecen en el Tercer Mundo
debido, más que a la ciencia, a la tecnolo-
gía occidental y otras manifestaciones de
esa cultura; pero los conocimientos cientí-
ficos tienen un valor de verdad indepen-
dientemente de donde provengan y, tanto
en la explicación de la realidad objetiva, en
el saber muy ajustado a los resultados ex-
perimentales, como en la predicción de fe-
nómenos naturales, la ciencia occidental se
ha mostrado la más acertada, con mucha
diferencia. No hay que mezclar cuestiones
de naturaleza puramente cognitiva con
consideraciones de carácter ético y político,
ya que no nos lleva a ninguna parte.
Los movimientos sociales contracultura-
les, que gustan de llamarse a sí mismos al-
ternativos, que se consideran muy progre-
sistas, y que están ocupando parcelas que
correspondían a la izquierda tradicional,
presentan, en mayor o menor medida, un re-
lativismo cognitivo bastante acusado y fre-
cuentemente adoptan posturas contra la
ciencia. Esto representa un cambio radical
respecto de la postura racionalista, ilustra-
da y pro científica que, al menos nominal-
mente, ha sido parte importante de las ideo-
logías de izquierda. ¿Me podría explicar este
fenómeno?
Es muy complejo lo que me pregunta.
Hay varias razones para explicar por qué el
posmodernismo tiene una aureola de iz-
quierda y los motivos por los cuales esos
movimientos a los que usted se refiere
an-
tirracistas, feministas, homosexuales, eco-
logistas profundos, entre otros
han abra-
zado recientemente alguna que otra forma
de relativismo. Lamentablemente, no tengo
una respuesta completamente satisfactoria
que darle. En mi opinión, se debe, en parte,
a que se confunde la ciencia como sistema
de conocimiento con la tecnología que de
ella se deriva y a los científicos, con el lla-
mado establecimiento científico, esto es, un
hipotético grupo social de privilegiados al
servicio del poder militar y de los poderes
económicos e industriales de los países
más ricos y desarrollados. Pero la relación
entre ciencia y sociedad es muy complica-
da, y esa visión simplificada es casi siem-
pre errónea y perjudicial. No hay causas
racionales, sino psicológicas y sociológicas,
para explicar el rechazo de la ciencia por
parte de esos movimientos sociales. Com-
prenda que es absurdo reducir todo el
affaire Sokal, como ha hecho The New York
Times, a una disputa entre conservadores
que creen en la objetividad e intelectuales
de izquierdas que la niegan. Hay mucha
gente de izquierdas que cree en la objetivi-
dad y, además, no hay conexión lógica al-
guna entre las opiniones epistemológicas y
las políticas.
En Impostures intellectuelles, critican
también el escepticismo radical.
Es una posición filosófica extrema que
se encuentra en la base del relativismo cog-
nitivo y que tiene su formulación moderna
en Hume. Llevado a sus últimas conse-
cuencias, es a la vez irrefutable e inútil, ya
que no sirve ni para resolver las cosas más
banales de la vida cotidiana.
Por otro lado, el escepticismo no es una
posición filosófica sencilla de llevar a la
práctica. La gente que no entiende una
cierta teoría física, como por ejemplo la me-
cánica cuántica, o algunas partes de la bio-
16
(Invierno 1998-99)
el escéptico
Los conocimientos científicos
tienen un valor de verdad
independientemente de
donde provengan
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logía que, indudablemente, parecen contra-
decir el sentido común tiene derecho a pre-
guntarse: ¿por qué tengo que creerme esto,
ya que no puedo comprobarlo por mí mis-
mo?, ¿por qué tengo que aceptar sin más lo
que la ciencia me dice ? Y no le falta cierta
razón, ya que la ciencia ha cometido mu-
chos errores. Imagínese un nuevo Lisenko
2
que llegase a alcanzar alguna clase de po-
der y prestigio en alguna disciplina, y que
propugnase algo pseudocientífico. Usted y
yo sabemos que, como pasó en su día con
ese pretendido científico soviético, tarde o
temprano se descubrirá el fraude: las prue-
bas empíricas en contra de esa pseudocien-
cia se irán acumulando y llegará el momen-
to en que será desacreditado por la comu-
nidad científica. Es posible que sea muy
poderoso y que logre controlar experimen-
tos y resultados, y haya que esperar a su
muerte o a la de su protector político, como
en el caso de Lisenko. Pero, repito, tarde o
temprano, sus errores saldrán a la luz.
Aunque puede ser cuestión de años y de
muchos esfuerzos. Y, sin necesidad de un
nuevo Lisenko, la ciencia de hoy en día está
llena de controversias: hay datos incomple-
tos que pueden interpretarse de diversas
formas, hay ciertas contradicciones sin
resolver en algunos campos importantes de
la ciencia... Es muy difícil, en muchas ra-
mas del saber científico, conocer dónde es-
tá la verdad, dónde está la teoría que mejor
explica la realidad de la Naturaleza, si es
que tal teoría existe ya y no son todas equi-
vocadas. Por lo tanto, no es malo que la
gente sea escéptica incluso respecto de la
ciencia, del conocimiento científico más o
menos consensuado por la comunidad
científica.
Y, por supuesto, me gustaría que la so-
ciedad fuese mucho más escéptica respec-
to de las pseudociencias.
¿Piensa usted que la sociedad es más
tolerante con las pseudociencias?
No en general; lo que sucede es que el
ciudadano medio está mal informado y
peor formado, y recibe más y mejor infor-
mación sobre las pseudociencias que sobre
la ciencia. De esto, tienen mucha culpa, co-
mo ya he dicho, los medios de comunica-
ción.
Pero si creo que hay grupos sociales que
tienen influencia en la opinión pública y
que tienen dos estándares, dos niveles de
escepticismo, por decirlo de alguna mane-
ra, a la hora de juzgar ciencia y pseudo-
ciencia. Las personas que han desarrollado
una hostilidad hacia la ciencia, por las ra-
zones que sean, suelen ser más tolerantes
con la pseudociencia, a la que ven como
una alternativa al llamado poder científico
y tecnológico. Un estricto relativismo debe-
ría dar igual valor a todos los sistemas de
conocimiento; pero no es infrecuente usar
el relativismo para devaluar la ciencia fren-
te a algún tipo de pseudociencia o de creen-
cia en mitos y leyendas.
Del quark al alma
Está de moda, desde posiciones pseu-
docientíficas, atacar a la ciencia llamada
oficial, y sobre todo a la física, tildándola de
reduccionista frente a la visión holística
3
que sostienen muchas pseudociencias.
No estoy de acuerdo en absoluto con
esa postura. Lo primero, que me expliquen
qué entienden por visión holística, porque
cada uno le dará una versión distinta de
esa doctrina epistemológica.
La realidad es que las cosas que enten-
demos bien, las estudiamos o las hemos
el escéptico (Invierno 1998-99) 17
2
Trofim Denisovich Lisenko (1898-1976) fue
presidente de la Academia de Ciencias Agrícolas
de la URSS y partidario de un neolamarquismo
de fuerte contenido ideológico basado en el ma-
terialismo dialéctico. Durante su etapa de po-
der, muy apoyado por Stalin, la biología y la
genética soviética se estancaron en el callejón
sin salida al que las llevó la pseudociencia que
hoy se conoce como lisenkismo. El fracaso de
sus planes de transformación agrícola (1952),
coincidentes en el tiempo con el declive y muer-
te de su protector Stalin (1953), le apartó del
poder dictatorial que había ejercido sobre las
ciencias biológicas en la desaparecida URSS.
3
Holismo: doctrina epistemológica que afirma
que, para la comprensión de la totalidad com-
pleja, se debe recurrir a leyes específicas que no
son reducibles a las leyes concernientes a sus
elementos o componentes.
Jean Bricmont, en un momento de la entrevista.
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estudiado de forma reduccionista, y las que
no, pues tenemos que conformarnos con
un conocimiento global, general, que no es
estrictamente una postura holística. No
puedo entender ningún nivel de descrip-
ción de la realidad en el que no podamos
preguntarnos el porqué de las cosas. Si me
explican cómo funciona el cuerpo de un
animal, me parece lógico que lo hagan des-
de el funcionamiento de las células, y que
las propiedades de éstas me las expliquen
mediante la bioquímica, que la puedo en-
tender a partir de las leyes básicas de la fí-
sica. En esta forma, el reduccionismo es
inevitable.
El enfoque reduccionista no significa
que haya que calcularlo todo desde los
quarks. Nadie hace eso, ya que no es posi-
ble. Pero si alguien me habla, por ejemplo,
de la medicina holística, me gusta saber en
qué principios se basa, para tratar de
entender si puede funcionar y por qué.
Independientemente de que esté de acuer-
do con que al enfermo hay que tratarlo des-
de todos los puntos de vista posibles, inclu-
yendo los afectivos, los anímicos.
Y, desde abajo hasta arriba, subiendo
la escalera de la complejidad, ¿hay algo
más que las leyes básicas de la materia y
un montón de causas accidentales, condicio-
nes de contorno históricas y aleatorias, para
explicar, por ejemplo, la vida e, incluso, la
conciencia?
Estas cosas son muy complicadas, so-
bre todo en cuestiones como la deontología,
por ejemplo. No quiero comprometerme a e-
se nivel diciendo que sabemos todo lo que
existe y por qué. Pero, en lo que respecta a
las evidencias, sí que puedo comprometer-
me, en el sentido de qué cosas sabemos y
con qué grado de certeza. Y, por lo que a mí
respecta, hoy por hoy, no puedo sino estar
de acuerdo con la forma en que usted lo ha
descrito.
Si alguien me pregunta por el alma, el
espíritu, ante todo quiero saber el significa-
do de ese concepto, antes de contestar.
Imagínese que mañana se descubre una
nueva partícula que es fundamental para
explicar el mundo material y deciden lla-
marla alma
lo cual no tendría nada de ex-
traño, tras el de quark y otros nombres por
el estilo
; menudo ridículo hubiese hecho
yo si hoy le digo rotundamente que no creo
en la existencia del alma.
¿Qué reacciones ha provocado su libro
con Sokal?
De todo tipo. Desde las muy favorables
hasta las más hostiles. Se puede decir que,
cuanto más politizada sea la postura desde
la que se nos ha juzgado, la opinión ha sido
más negativa. En Francia, por ejemplo, pe-
riódicos de centro
izquierda como Le Mon-
de o Libération se han mostrado en sus re-
señas muy en contra, si bien ha habido ar-
tículos, no de reseña, sino de opinión, que
han sido más neutrales.
Ha habido, en mi opinión, muchas acti-
tudes y juicios contradictorios. Por ejemplo,
se nos ha acusado en ciertos medios de
francófobos, de atacar la cultura francesa
desde perspectivas más o menos anglosajo-
nas. Eso no es cierto Ni Sokal ni, por su-
puesto, yo somos francófobos. Curiosa-
mente, los diarios más a la derecha del es-
pectro político, más conservadores, que
suelen ser muy nacionalistas, e incluso
chauvinistas, se han mostrado más favora-
bles. Creo que es muy complicado juzgar
cómo hemos sido juzgados. Sobre todo
cuando algunas opiniones se han formula-
do a partir de reseñas y no de la lectura del
libro. Se nos ha acusado, por parte de pro-
fesionales de las ciencias exactas, concre-
tamente de algunos colegas físicos, de ata-
car a las humanidades, cosa que en ningún
momento hemos pretendido. También, de
antifeministas, cuando nos hemos limitado
a señalar la actitud ambigua hacia la cien-
cia, cuando no claramente hostil, de algu-
nas teóricas de cierta clase de feminismo.
¿Y en España?
Sólo le puedo hablar de una conferen-
cia que di en la Universidad de Valencia,
invitado por mis colegas de Física. Una
experiencia magnífica. Tal vez el mejor co-
loquio sobre estas cuestiones en el que he
tenido oportunidad de participar.
18
(Invierno 1998-99)
el escéptico
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