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no había oído hablar de Rennes-le-
Château hasta hace pocos meses,
navegando por Internet. Me chocó
que fuera anunciado a bombo y pla-
tillo como uno de los grandes misterios de
la humanidad, y por supuesto un secreto de
terribles implicaciones y científicamente pro-
bado. Leyendo acerca de este presunto mis-
terio, una acaba por preguntarse si vive en
el mismo planeta que sus congéneres. A es-
tas alturas, ya no deberían sorprenderme
los extraños caminos que puede tomar la
imaginación humana cuando quiere creer
en algo, pero tengo que confesar que, más
allá de los hechos, la historia de Rennes-le-
Château me fascina por su tremenda capa-
cidad de atraer hacia sí las teorías más in-
verosímiles a partir de unos hechos
intrigantes, aunque fácilmente explicables.
Siendo como soy, un pelín chinche, tras
tener las primeras noticias del enigma, me
dispuse a quemar el modem y me dediqué a
navegar un poco más por Internet, buscan-
do información acerca del misterio. Estas
líneas se basan en datos recopilados de
Internet, un par de visitas a una biblioteca,
dos mensajes de correo electrónico y un
ratito de meditación. Así que, como no he
recorrido kilómetros ni he arriesgado mi
vida ni mi cordura, supongo que no se me
puede acusar de investigar en serio.
En todo caso, quien quiera escuchar, que
escuche.
Mantengamos la mente abierta...
¿Cuál es ese misterio que rodea a Rennes-
le-Château? O, más bien, para empezar,
¿qué es Rennes-le-Château? Si se busca en
un atlas, Rennes-le-Château no aparecerá.
Es un pueblecito muy pequeño en la región
del Languedoc, en Francia, a pocos kilóme-
tros al sur de Carcassonne. La zona es rica
en historia, y un importante centro del
catarismo. Inevitablemente, hubo presen-
cia templaria y ésta es una de las razones
que han contribuido a inflar el misterio.
Allá por junio de 1885, llegó destinado a
la iglesia de Rennes-le-Château el padre
Bérenger Saunière (1852-1917). Por aque-
lla época, el Estado había dejado de sufra-
gar a la Iglesia y, por tanto, no pagaba a los
sacerdotes ni las reformas de los edificios
religiosos, de manera que Saunière tenía
que vivir prácticamente de la caridad de sus
parroquianos. Se alojaba en casa de la fa-
milia Dernaud, y su proyecto de reformar
la ruinosa iglesia del pueblecito
consagra-
da a María Magdalena
parecía ir para lar-
go. Pero, poco a poco, y sobre todo a base
de donaciones (del conde de Chambord,
entre otros), Saunière fue consiguiendo el
dinero necesario para iniciar la reforma, y
empezaron las obras. Y es a partir de aquí
cuando la cosa empieza a ponerse compli-
cada.
Al parecer, Saunière encontró algo cuan-
do los obreros levantaron las losas del altar
mayor. Según unos, un pilar hueco; según
otros, una cripta o un hueco en el suelo.
Fuera lo que fuera lo que encontró, poco
tiempo después el ritmo de vida del sacer-
dote cambió drásticamente. Terminó las
reformas de la iglesia en 1891, redeco-
rándola al más puro estilo Saint-Sulpice.
Pero no se detuvo ahí; construyó una gran
Las aventuras de un
párroco emprendedor
La historia de Rennes-le-Château es fascinante por su tremenda
capacidad de atraer hacia sí las teorías más inverosímiles a partir de
unos hechos intrigantes, pero fácilmente explicables
ADELA TORRES
54
(Otoño 1998) el escéptico
N
Vista aérea de Rennes-le-Château.
Foto Adela Torres
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casa parroquial a la que llamó Villa Betha-
nia y una torre, la Tour Magdala, que usa-
ba como biblioteca. Desde luego, lo que es-
taba claro es que ya no vivía de la caridad
de sus parroquianos.
En julio de 1910, Saunière se enfrentó a
un juicio por parte del Obis-
pado de Carcassonne, que
le costó la expulsión de la
Curia durante un mes. El
juicio se repitió en octubre,
y el resultado esta vez fue
una sentencia de retiro du-
rante diez meses en un mo-
nasterio. Finalmente, tras
otra apelación de Saunière,
se le prohibió ejercer su mi-
nisterio. Un dato interesan-
te: Saunière se enfrentó a
problemas económicos para
sufragar el juicio. Aparen-
temente, las riquezas que
había encontrado no resul-
taron ilimitadas. Sin embar-
go, siguió viviendo en
Rennes-le-Château a peti-
ción de sus feligreses, que,
salvo algunos roces sin im-
portancia, se llevaban bien
con él. Murió allí, y Rennes-
le-Château quedó tranquila
hasta la década de los 60.
¡Vaya, se nos cayó el cerebro!
En 1968, el escritor y esoterista Gerard de
Sede, publicó un imaginativo libro llamado
Le trèsor maudit (El tesoro maldito), inician-
do lo que para los habitantes de Rennes-le-
Château se convertiría años después en una
dudosa bendición. Fue el primero que ex-
puso la teoría de que allí había un misterio.
¿Qué es lo que De Sede descubrió al mun-
do?
Bueno, la esencia del famoso misterio es
la siguiente: al levantar las piedras del al-
tar de la iglesia de Rennes-le-Château,
Saunière descubrió que uno de sus pilares
estaba hueco. En el interior encontró tres
pergaminos. Estaban escritos en latín y con-
tenían pasajes del Nuevo Testamento, pero
una mente privilegiada como la De Sede en-
seguida se dio cuenta de que esto no podía
ser tan sencillo, y descubrió que dichos ma-
nuscritos estaban codificados, con una cla-
ve tan diabólicamente astuta que los ma-
yores expertos del mundo no pudieron des-
cifrarla. Pero él la descifró, claro.
Saunière debía ser también muy listo
porque o bien descifró los manuscritos, o
bien se dio cuenta de que en ellos había
una clave
no debía estar tan bien escondi-
da
, y los llevó a que fueran descifrados, al
parecer a París. Cuando volvió a Rennes-
le-Château, llevó consigo dos cuadros y ex-
trañas conexiones con personajes muy in-
fluyentes de la época, desde cantantes de
ópera a políticos.
el escéptico (Otoño 1998)
55
Una vez Saunière hubo remodelado a su
gusto iglesia y pueblo, se dedicó a vivir bien,
invitando a huéspedes de importancia, aga-
sajándoles a mesa y mantel, y mantenien-
do, en suma, un nivel de vida que no era
precisamente el habitual entre los párro-
cos rurales de la Francia de
finales del siglo XIX. Por su-
puesto, según De Sede, la
razón de riqueza tan repen-
tina está en los famosos per-
gaminos cifrados. Pero lo que
encontró Saunière en ellos
sigue siendo un misterio.
Hay quien dice que un teso-
ro, hay quien dice que un se-
creto. El asunto se ha com-
plicado hasta tal punto que
las teorías vuelan como avis-
pas.
El meollo del asunto es
que el misterio de Rennes-le-
Château tiene que ver con la
descendencia de Jesucristo,
que vive actualmente en Pa-
rís, y cuyo secreto ha estado
custodiado desde hace siglos
por una extraña sociedad se-
creta llamada el Priorato de
Sion, dedicada, según versio-
nes, a custodiar el tesoro de
los templarios, el Santo Grial o el secreto
de la estirpe de Jesucristo. Ésta es, al me-
nos, la teoría defendida por Henry Lincoln,
Michael Baigent y Richard Leigh en su li-
bro Holy blood, Holy Grail, un bestseller
publicado en 1982 que ha cortado el pa-
trón del misterio oficial de Rennes-le-
Château.
Lo cierto es que uno se marea tratando
de encontrar sentido a siquiera la décima
parte de las teorías propuestas. Se contra-
dicen unas a otras, dejan de lado hechos a
su conveniencia, resaltan otros que resul-
tan ser irrelevantes, y hacen delicados (o
brutales) juegos malabares con la verdad.
Sin olvidarnos, por supuesto, de las múlti-
ples claves numéricas, astrológicas y gnós-
ticas que el padre Saunière distribuyó, con
astucia sin igual, por la iglesia. Luego ire-
mos a eso, que es divertido.
De momento, ofrezco algunas de las teo-
rías que pululan por ahí, relacionadas con
Rennes-le-Château. No están todas, pero
son una buena muestra de la creatividad
de la gente:
Existe un tesoro dividido en doce es-
condites en la zona de Rennes-les-
El padre Saunière.
El meollo del asunto es que el
‘misterio’ de Rennes-le-Château tiene
que ver con la descendencia de
Jesucristo, que vive en París
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56
(Otoño 1998) el escéptico
Baines y Rennes-le-Château.
Los pergaminos guardan el secreto de
la genealogía de los reyes franceses y
merovingios.
Jesucristo no murió en la cruz, sino
que se casó con María Magdalena y se
mudaron a Rennes-le-Château, donde
murieron tras haber tenido un hijo.
En Rennes-le-Château está el tesoro de
los cátaros.
En Rennes-le-Château está la Piedra
Filosofal
En Rennes-le-Château está el tesoro
de los templarios (ya tardaba en salir
éste)
En Rennes-le-Château está el tesoro
de los visigodos. El razonamiento es es-
tupendo: después de saquear Roma, los
visigodos trasladaron su capital desde
Toulouse a Rennes-le-Château por la
presión de los francos. Dado que el te-
soro del saqueo de Roma no se encon-
tró en Toulouse, debieron llevarlo tam-
bién a Rennes-le-Château. Luego, los
francos fueron invadiendo también el
sur, de modo que los visigodos se tras-
ladaron a Toledo. Pero, cuando Toledo
fue invadida por los árabes, tampoco
se encontró ningún tesoro del saqueo
de Roma, así que los visigodos debie-
ron olvidarlo en Rennes-le-Château. Ló-
gica pura, ¿no?
En Rennes-le-Château hay una base
extraterrestre (ésta también tardaba en
salir). La pongo sólo por diversión. Al
parecer un hombre, que se presentó co-
mo miembro del Centro Nacional de In-
vestigación Científica (CNRS) francés,
llamó a un programa de radio de una
emisora gala y dijo que hay una base
secreta en el área de Rennes-le-Châ-
teau, donde les petits gris (los peque-
ños grises) siguen ocupados en su in-
vasión de la Tierra.
En Rennes-le-Château está la tumba
de Jesucristo. Esta bonita teoría fue pu-
blicada en La Depeche du Midi el 23 de
marzo de 1997. Los padres son dos in-
gleses que creen que Jesús fue ente-
rrado bajo el monte Cardou. Según
ellos, Cardou viene de Corpus Christi.
No sé cómo habrán llegado a esa con-
clusión, dado que en occitano cardou
significa cardo.
La famosa Iglesia
Podría seguir durante horas enumerando
visiones fantasiosas y teorías probadas e in-
contestables, porque Rennes-le-Château tie-
ne la desgracia de atraer hacia sí también
estudios de geometría sagrada
el libro de
Lincoln, Baigent y Leigh inició la fiebre, y
aún no se ha calmado
, y ahí la cosa sí que
se pone espesa. Pero centrémonos ahora en
la iglesia de Rennes-le-Château en sí, cuya
extraña y poco ortodoxa decoración ha dado
no poca base a muchas de estas teorías.
La iglesia de María Magdalena está fe-
chada en el siglo XI, en la época prerromá-
nica, aunque hay indicios
como el famoso
pilar visigótico en cuyo interior se supone
que Saunière encontró los manuscritos
que podrían indicar que el edificio original
era mucho más antiguo, por lo menos del
siglo VI. A la entrada del templo, se encuen-
tra el dichoso pilar visigótico en el que
Saunière hizo grabar la fecha de finaliza-
ción de las obras de la iglesia. Curiosamen-
te, el pilar está boca abajo, con la cruz in-
vertida. Más curiosamente aún, el pilar hue-
co donde se encontraron los pergaminos…
no es hueco. Y, respecto a los pergaminos,
nadie sabe dónde están. En Internet se
pueden encontrar imágenes de los mismos,
pero sin dato alguno acerca de cómo fue-
ron obtenidas ni del paradero de los origi-
nales, ni de su autentificación, si la hubo.
Para mí, eso dice poco a su favor, pero cla-
ro, es sólo mi opinión.
Sigamos. En la entrada de la iglesia hay
grabadas algunas frases en latín. Una de
ellas ha atraído la atención de los buscado-
res de misterios: Terribilis est locus iste (Este
lugar es terrible). De hecho, esto inspiró a
De Sede el título de su libro, El Tesoro Mal-
dito. Pero no hay nada de terrible en ese
lugar, ni mucho menos de maldito: la frase
es un versículo incompleto del Génesis: “y
atemorizado añadió: ¡Qué terrible es este
lugar! No es sino la casa de Dios y la puerta
de los Cielos” (Génesis, 28:17).
Dentro de la iglesia, lo primero que lla-
ma la atención es la pila bautismal, que es-
tá soportada por la imagen de un demonio:
Asmodeus, el diablo cojuelo, el que guar-
daba la entrada del Templo de Jerusalén.
El pobre no tiene cara de estar pasándolo
bien. Si se considera extraño que dentro de
las iglesias haya estatuas de demonios en
esos contextos sojuzgados (en este caso bajo
el peso del agua bendita y de los cuatro án-
geles, cuatro, que hay encima, haciendo la
señal de la cruz), es que no se sabe mucho
del catolicismo.
El interior del templo es, desde luego,
terrible si uno no está acostumbrado al es-
tilo Saint-Sulpice, que surgió hacia 1850
como reacción de la Iglesia frente a los ata-
ques laicistas de los republicanos. No hay
que olvidar que en 1905 se produjo la se-
paración Iglesia-Estado, precedida de una
época de secularización progresiva. Este es-
tilo tuvo bastante difusión; las estatuas es-
taban hechas en escayola al molde, pinta-
das con colores chillones y con cierto as-
pecto cursilón. La iglesia de María Magda-
lena de Rennes-le-Château desborda de este
tipo de decoración, y el efecto global es bas-
tante detonante. Pero no hay nada extraño
en esas estatuas. En algunas páginas de
Internet, se señala especialmente que to-
das las estatuas miran al suelo y no al cielo
(pues vale, gran misterio: las de la iglesia
de mi pueblo también, puedo aportar prue-
bas); que la estatua de María Magdalena
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el escéptico (Otoño 1998)
57
tiene una calavera a los pies (nada extraño
si alguien ha visto representaciones de Mag-
dalena penitente); que en una de las esta-
ciones del Vía Crucis aparece un personaje
llevando ropa escocesa (???); que tanto Ma-
ría como José llevan cada uno un Niño en
brazos (prueba irrefutable de la teoría del
hermano gemelo de Jesús, faltaría más);
que…
Mejor dejémoslo. Si todas esas personas
se hubieran tomado la molestia de hablar
con alguien que conozca la zona y la época,
habría dado con la sencillísima respuesta:
todas esas estatuas fueron compradas por
Saunière a proveedores de imaginería reli-
giosa de la época, en cuyos catálogos po-
dían encontrarse tan extrañas piezas y otras
muchas más. Esas estatuas no eran nada
raras en aquellos años ni en esa zona, y si
algo hay de extraño en todo el asunto, es el
gusto de Saunière al elegirlas, pero ahí no
entro.
Vaya, ahora que me doy cuenta, nos he-
mos quedado sin pilar hueco, sin pergami-
nos cifrados, sin mensajes siniestros en la
iglesia y sin claves escondidas en la deco-
ración. El misterio ha adelgazado bastante.
Pero seguimos sin saber de dónde vino la
inesperada riqueza de Saunière.
Ite misa est
El proceso que tuvo lugar contra Saunière
se inició por la alarma que suscitó su des-
carado estilo de vida y la magnitud de las
obras que realizó en el pueblo. La acusa-
ción no fue precisamente que había costea-
do las obras con tesoros secretos de ningu-
na especie, sino más bien por un delito no
del todo infrecuente entre la Curia: tráfico
de misas. El proceso está totalmente do-
cumentado. Existen cartas de la superiora
del hospital de San José, en París, al obis-
po de Carcassonne, donde le pregunta, más
o menos, si se puede fiar de Saunière y en-
viarle los honorarios de la misa. En una
carta fechada el 18 de diciembrede 1909, el
obispo transmitió a Saunière la respuesta
que había enviado a la superiora, en la que
decía: “No envíe nada a este cura, porque
no nos fiamos de que esté aplicando bien
las intenciones de las misas que trata de
conseguir siempre que puede”.
No es ilegal cobrar por celebrar misas en
la Iglesia Católica; pero hay reglas muy es-
trictas respecto al número y frecuencia de
servicios que un sacerdote puede ofrecer, y
Saunière no las respetó. De hecho, tenía
mucha más demanda de la que podía cu-
brir y nunca llegó a ponerse al día, aunque
parece que cumplió aquellos compromisos
que le habían pagado previamente.
Saunière prometió no pedir más hono-
rarios de misa después de la carta del obis-
po, pero poco más tarde, en mayo de 1910,
recibió una nueva reprimenda, más o me-
nos en los mismos términos, por haber so-
licitado el pago de misas esta vez a Gabrielle
Camus, de Mirecourt. Inmediatamente des-
pués, comenzó el juicio. Alegando razones
de salud, Saunière no compareció en las
dos ocasiones en que fue citado, y como ya
se ha dicho antes, no ganó ni los dos jui-
cios que se celebraron, ni las apelaciones.
El dinero que obtuvo durante el tiempo
que vendió sus servicios religiosos no era
realmente una fortuna, pero le bastó para
llevar a cabo las reformas y construir los
edificios. Era un hombre metódico que lle-
vaba cuidadosamente sus cuentas y, aun-
que algunas entradas no acaban de cua-
drar, todo el dinero que pagó por las obras
está registrado y no hay ninguna duda res-
pecto de dónde provino. El tren de vida del
párroco era alto, desde luego, pero no fabu-
loso. Y, como se ha mencionado, tuvo pro-
blemas para pagar los costes del juicio.
Vaya… se esfumó también la teoría del
tesoro. Entonces, ¿Saunière no encontró
nada al iniciar las reformas?
No exactamente. Ya he apuntado que
uno de los factores que lleva todo este asun-
to fuera de los límites del sentido común es
descontextualizar los hechos. Afortunada-
mente, cerca de Rennes-le-Château vive
Christopher Campbell-Howes, un periodis-
ta escocés de mente muy clara y despierta,
que se tomó la molestia de visitar el pueblo
Asmodeus, el diablo cojuelo, soporta la pila bau-
tismal de la iglesia de Santa María Magdalena.
Foto Adela Torres
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y entrevistarse con el abad Quatrefagues,
antiguo arcipreste de la catedral de St. Pons
ahora reside en Toulouse
y arqueólogo afi-
cionado. Su información, y la experiencia
de Campbell-Howes, que vive desde hace
años en la región y conoce perfectamente a
sus gentes, permite construir una historia
mucho más sensata que las teorías que han
vendido millones de ejemplares por el mun-
do. Claro que últimamente la sensatez no
vende mucho.
La actual iglesia de María Magdalena es
en realidad la antigua capilla del Château
d’Hautpoul. Cuando Saunière inició las re-
formas, empezaron por demoler el viejo al-
tar mayor para erigir uno nuevo, y fue en-
tonces cuando encontraron algunas de las
tumbas de la familia Hautpoul. Contraria-
mente a lo que se dice, no hubo ningún se-
creto al respecto, no hubo excavaciones clan-
destinas llevadas a cabo por Saunière con
su fiel sirviente Marie Dernaud sostenién-
dole la lámpara; nada tan romántico. De
hecho, los vecinos se quejaron al alcalde por
el desorden que las obras conllevaban. Ha-
bía algunos objetos en las tumbas: un pe-
queño cáliz de oro y algunas joyas, todo de
valor más bien modesto. Saunière tasó y
quizá vendió el cáliz, y regaló las joyas a sus
familiares, cuyos descendientes aún las po-
seen, y tal vez algunas a Marie Dernaud. En
sus diarios consta que descubrió una tum-
ba: “Carta de Grànes, descubierta una tum-
ba, lluvia por la tarde” (9 de febrero de 1891).
La verdad, no parece que acabara de descu-
brir un secreto trascendental para la huma-
nidad, ni un inmenso tesoro. Que se sepa,
viajó a Perpignan para tasar el cáliz, pero
no hay prueba alguna de que hiciera mu-
chos más viajes, como afirman algunos teó-
ricos del misterio, que lo envían a París e
incluso a España, es de suponer que en pos
del enigmático Priorato de Sion.
A la muerte de Saunière, los edificios
quedaron a nombre de Marie Dernaud, que
siguió viviendo en Villa Bethania y que sa-
bía perfectamente de dónde había venido
el dinero. No hubo ni siquiera un indicio de
que allí hubiera ningún misterio, hasta que
en 1945 una pareja compró la propiedad y
se quedó a vivir en ella, junto con Dernaud,
montando un pequeño restaurante. Proba-
blemente, para atraer clientela, empezaron
a lanzar vagas insinuaciones acerca de te-
soros escondidos y misteriosas conexiones
con los templarios
que estuvieron, efecti-
vamente, allí
. Voilà el misterio.
Cuando La Depeche du Midi, un periódi-
co sensacionalista, publicó una serie de
artículos que ya enfocaban el asunto desde
el punto de vista de un gran secreto escon-
dido, allá a mediados de los 50, empezó todo
el revoltijo que ahora tenemos. Marie
Dernaud había muerto en 1953 y no esta-
ba, por tanto, en condiciones de cuestionar
la veracidad de los artículos. Todos los pa-
peles del padre Saunière pasaron a ser pro-
piedad de la familia que compró Villa
Bethania, y allí siguen que yo sepa. El res-
taurante, dicho sea de paso, fracasó, y la
propiedad fue vendida de nuevo. Sus due-
ños actuales no tienen gran interés por el
turbio pasado de la finca.
De hecho, la actual población de Rennes-
le-Château, aunque saca un modesto pro-
vecho de la fama del pueblo, está algo har-
ta de la caterva de buscadores de tesoros
que invade el pueblo y que, hasta la fecha,
ha dañado gravemente algunas inscripcio-
nes de la iglesia, ha arrancado la cabeza al
simpático demonio Asmodeus, y ha
dinamitado un pozo en su afán por encon-
trar el tesoro. No es de extrañar que, casi
en defensa propia, quitaran un buen día
las señales que indicaban el acceso al pue-
blo. Ignoro si las han repuesto o no, pero
entiendo perfectamente su gesto.
Hasta aquí hemos llegado. Sólo he pre-
tendido ofrecer una explicación alternativa
a los cientos de teorías que trufan tanto
Internet como las librerías acerca de los
enigmas de Rennes-le-Château. No es la teo-
ría más espectacular, lo admito, ni siquiera
es mía y desde luego no es nueva, pero cu-
bre muy bien los hechos, es consistente con
la época y con el lugar, y es mucho más
sencilla que recurrir a misterios inverosí-
miles, geometrías sagradas, artefactos
telúrico-místicos y sociedades secretas
cuasitodopoderosas.
En realidad, si algo he sacado claro tras
recopilar la información necesaria para es-
cribir este artículos, es que no hace falta
ningún misterio para que esa zona de Fran-
cia sea fascinante de por sí.
Agradecimiento
Agradezco a Christopher Campbell-Howes su
gran amabilidad y la valiosísima información que
me ha proporcionado acerca de Saunière. Cual-
quier posible error en este artículo es mío; no
de él.
Referencias
Comunicaciones personales a través de mensa-
jes de correo electrónico con Christopher
Campbell-Howes y las siguientes páginas web:
h t t p : / / w w w . c a t h a r e s . o r g / r e n n e s - l e -
chateau.html
http://www.users.dircon.co.uk/~brook/
rennes/links.html
http://www.cbhouse.fr/rennes-le-chateau/
anglais/x-som.htm
http://home.fireplug.net/~rshand/streams/
scripts/sion.html
http://www.connectotel.com/
rennes/
http://www.northern-scot.co.uk/france/
france13.htm
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(Otoño 1998) el escéptico