background image
as ciencias naturales reúnen una
gran variedad de disciplinas que tie-
nen por objeto el estudio de la natu-
raleza. La biología trata de los seres
vivos que pueblan nuestro planeta, siendo
la zoología la rama dedicada al estudio de
los animales y la botánica la rama que se
ocupa de los vegetales; la ecología estudia
la interacción de los organismos entre sí y
con su medio ambiente; la paleontología tra-
ta de los fósiles y la vida en el pasado; la
exobiología, la posibilidad de que exista vida
extraterrestre; la geología, el origen, estruc-
tura y evolución del globo terrestre; etcéte-
ra.
Al margen de estas disciplinas, existe lo
que podríamos denominar manifestaciones
excéntricas de las ciencias naturales. Por ci-
tar sólo los casos más significativos, la bús-
queda de animales ocultos o misteriosos se
conoce como criptozoología, la descripción
de los animales del mundo futuro se deno-
mina futurozoología y el tratado de los se-
res extraordinarios surgidos de la mente de
los hombres de ciencia responde al nombre
de parabiología (o fantazoología). Los crip-
tozoólogos siguen la pista del Yeti, el mons-
truo del lago Ness, el Mokele-Mbembe y
otras quimeras. Los futurozoólogos viajan
en el tiempo al encuentro de animales como
los cañizancos, gigantílopes, capicornios y
pelargónidos. Y los parabiólogos y fantazoó-
logos especulan sobre la anatomía de los
rinogrados, la formación de la nummulos-
fera y el origen de las microcriaturas orien-
tales. Todos estos seres forman parte de lo
que se ha dado en llamar el imaginario cien-
tífico. En algunos casos, este imaginario se
nutre o inspira de los seres fabulosos que
componen el bestiario mitológico: dragones,
unicornios, hombres-lobo y otra fauna de
leyenda. El objetivo de este artículo es pa-
sar brevemente revista a estas disciplinas
marginales.
La búsqueda de
animales ignorados
La criptozoología
del griego kryptos, ocul-
to, desconocido, misterioso
nació como dis-
ciplina con pretensiones científicas en 1955
con la publicación del best-seller Sur la piste
des bêtes ignorées, obra del zoólogo belga
Bernard Heuvelmans. Heuvelmans puso a
punto una metodología con el fin de ras-
trear e identificar los animales desconoci-
dos o ignorados por la ciencia. Los cripto-
zoólogos defienden que detrás de cada enig-
ma zoológico se esconde una especie por
descubrir o que se supone extiguida. Para
legitimar sus propósitos, Heuvelmans creó
en 1982 la Sociedad Internacional de Crip-
tozoología (ISC), con sede en Tucson, Arizo-
na. La ISC ha adoptado al okapi como sím-
bolo y edita periódicamente el boletín Cryp-
tozoology. La lista de animales ocultos o mis-
teriosos crece con el tiempo y se cifra ac-
tualmente en más de 150 criptoespecies.
Entre los mismas, se dan cita félidos desco-
nocidos, marsupiales supuestamente des-
aparecidos, gigantescos pulpos y serpien-
tes de mar, monstruos acuáticos, dinosau-
rios, pterosaurios y otros reptiles prehistó-
ricos, mamuts supervivientes y grandes ho-
mínidos salvajes [Mackal, 1983; Barloy,
1985; Heuvelmans, 1995].
A imagen y semejanza del profesor Cha-
llenger, personaje de ficción creado por Ar-
El arca de Noé de los
seres extraordinarios
Una aproximación a las manifestaciones excéntricas de
las ciencias naturales: criptozoología, futurozoología y parabiología
XABIER PEREDA SUBERBIOLA / NATHALIE BARDET
10
(Otoño 1998) el escéptico
La famosa y fraudulenta imagen del monstruo del lago Ness
conocida como la ‘fotografía del cirujano’.
L
background image
thur Conan Doyle, los criptozoólogos más
recalcitrantes organizan expediciones a lu-
gares recónditos del planeta con la espe-
ranza de encontrar mundos perdidos pobla-
dos de animales misteriosos. El biólogo Roy
Mackal, empleado de la Universidad de Chi-
cago, ha viajado varias veces hasta Africa
central con la intención de atrapar al Mo-
kele-Mbembe, un supuesto dinosaurio que
se oculta en los pantanos del norte del Con-
go. La cirujano franco-rusa Marie-Jeanne
Kauffman obtuvo una subvención del pres-
tigioso Collège de France para financiar una
expedición a las montañas del Cáucaso en
busca del Almass (o Almasty), un primo her-
mano del Yeti. Y qué decir del número de
rastreos efectuados en el lago Ness de Esco-
cia en busca de su famoso inquilino acuáti-
co. Todos estas tentativas se han saldado
con rotundos fracasos.
Los criptozoólogos emplean una jerga
pseudocientífica en sus libros y artículos y
son grandes consumidores de nuevas tecno-
logías. Uno de sus pasatiempos favoritos es
dar nombres científicos a los animales que
persiguen. Por ejemplo, Heuvelmans propu-
so que el monstruo del lago Ness era un
pinnípedo desconocido, concretamente un
otario gigante de cuello largo, y lo bautizó
Megalotaria longicollis [Heuvelmans, 1965].
Diez años más tarde, Peter Scott y Robert
Rines, de la Academia de Ciencias Aplica-
das de Boston, Massachussetts, publicaron
unas fotografías de Nessie en la prestigiosa
revista inglesa Nature. Dijeron que se tra-
taba de un plesiosaurio con aletas en for-
ma de rombo y lo denominaron Nessiteras
rhombopteryx [Scott y Rines, 1975]. Poste-
riormente, se supo que las fotos habían sido
retocadas [Merino, 1987]. Otro caso es el
del popular hombre de Minnesota, un ser
simiesco que se exhibió en las ferias norte-
americanas preservado en un bloque de hie-
lo. En 1969, Bernard Heuvelmans y el zoólo-
go escocés Ivan Sanderson confirmaron su
autenticidad y le dieron por nombre Homo
pongoides. La criatura desapareció sir de-
jar rastro pero la Smithsonian Institution
de Washington comunicó más tarde que se
trataba de un muñeco de látex [Napier,
1973; Broch,
1991]. El Yeti o
abominable hom-
bre de las nieves
también ha reci-
bido varios nom-
bres, siendo uno
de ellos Dinan-
thropoides niva-
lis [Heuvelmans,
1958].
La creación
de nombres bi-
nomiales basados en conceptos hipotéticos
es rechazada por la Comisión Internacio-
nal de Nomenclatura Zoológica (ICZN). Esta
comisión vela por los intereses de la nomen-
clatura zoológica y paleozoológica, a través
el escéptico (Otoño 1998)
11
de un código o conjunto de reglas y reco-
mendaciones que preconiza la estabilidad
e universalidad de los nombres científicos
de animales [International Code of Zoological
Nomenclature, 1985]. Los científicos deben
apoyarse en pruebas con-
cretas
un espécimen tipo
conservado en un museo
o institución, descrito e
ilustrado convenientemen-
te en una revista científica
reconocida
para erigir
una nueva especie. Esto
equivale a decir que las es-
pecies descritas por los
criptozoólogos no son for-
malmente válidas ya que
no cumplen los requisitos
necesarios.
El ornitólogo Jared Dia-
mond reconoce que resul-
ta fácil ridiculizar a los
criptozoólogos [Diamond,
1985]. Los pretendidos ca-
zadores de monstruos se interesan única-
mente en la llamada caza mayor. La posibi-
lidad de encontrar un dinosaurio rezagado
en Africa, un mamut en Siberia o un
gigantopiteco en Asia es practicamente nu-
la, pero seduce más a los criptozoólogos que
la búsqueda de nuevas especies de insec-
tos en zonas tropicales o de aves en las is-
las del Pacífico. A los criptozoólogos, tampo-
co parece importarles que numerosas espe-
cies de plantas y animales desaparezcan to-
dos los días a causa de la polución y la des-
forestación. Su objetivo parece limitarse a
buscar la notoriedad persiguiendo presas
espectaculares [Simpson, 1985]. De hecho,
limitan generalmente su campo de investi-
gación a los animales cuya talla supera los
30 centímetros de longitud [Raynal, 1997].
Esta caprichosa restricción les lleva a in-
teresarse especialmente en los grandes ver-
tebrados y en algunos grupos de invertebra-
dos como los cefalópodos. Mal que les pese,
han dejado escapar grandes mamíferos en
el sudeste asiático, como es el caso del saola,
un bóvido descubierto recientemente en
Vietnam. A pesar de mencionarlo en todos
sus informes, los
criptozoólogos
tampoco partici-
paron en la caza
del celacanto, el
famoso pez con-
siderado fósil del
que se han recu-
perado varios
ejemplares vivos
en aguas de las
islas Comores.
Otro tanto cabe
decir del okapi, un giráfido africano, y de
otros muchos mamíferos y reptiles descu-
biertos en pleno siglo XX. El escaso bagaje
de los criptozoólogos puede estar motivado
por sus propias exigencias metodológicas.
Algunos criptozoólogos
organizan expediciones a lugares
recónditos del planeta con la
esperanza de encontrar mundos
perdidos poblados de animales
misteriosos
Supuesta imagen de un Bigfoot
tomada en Oregon.
background image
12
(Otoño 1998) el escéptico
Michel Raynal, impulsor del Instituto Vir-
tual de Criptozoología, en Francia, sostiene
que el descubrimiento fortuito de nuevas
especies es algo frecuente en zoología, pero
no así en criptozoología. Raynal [1997] pre-
tende que su disciplina tiene un carácter
predictivo, en el sentido de que aspira a an-
ticipar los descubrimientos zoológicos futu-
ros. Por desgracia, las evidencias aporta-
das por los criptozoólogos son paupérrimas.
La mayor parte de las pruebas es de tipo
testimonial y las escasas pruebas circuns-
tanciales no están apoyadas en especímenes
completos ni en evidencias físicas irrepro-
chables. En el mejor de los casos, se trata
de fotos borrosas o restos anatómicos de
dudosa procedencia [Napier, 1973; Binns,
1984; Diamond, 1985].
El folclorista Michel Meurger ve en los
criptozoólogos a los herederos excéntricos
de los naturalistas del Siglo de las Luces:
su misión es el
desencantamiento
del mundo y la
racionalización de
las criaturas le-
gendarias. Los
criptozoólogos ex-
traen del folclore
popular las infor-
maciones necesa-
rias para poder
naturalizar ade-
cuadamente a los
seres fabulosos.
En este sentido,
su empresa es
más etnológica
que zoológica y
contribuye al enri-
quecimiento del i-
maginario científi-
co. Para Meurger,
las figuras de este
imaginario res-
ponden a los de-
seos del hombre
contemporáneo:
los monstruos que
persiguen los crip-
tozoólogos, llá-
mense Yeti, Nessie, Mokele-Mbembe,
Almass o Bigfoot, no son sino productos cul-
turales muy elaborados [Meurger, 1995].
Una zoología futurista
El zoólogo Desmond Morris cuenta que,
siendo joven, comenzó a inventar seres ima-
ginarios para satisfacer sus caprichos evo-
lucionistas privados. Ideó monstruos y ex-
traños organismos, plantas y bestias fabu-
losas de cualquier color, forma y tamaño y
los llamó biomorfos. En una línea similar,
el paleontólogo británico Dougal Dixon se
propuso imaginar, basándose en los conoci-
mientos actuales sobre la evolución, cómo
sería la vida animal en la Tierra dentro de
50 millones de años. Así nació After man: a
zoology of the future, un bestiario ilustrado
de la vida futura en nuestro planeta [Dixon,
1981].
Dixon supuso que el clima y la vegeta-
ción de la Tierra serían similares al modelo
actual, pero que la geografía habría cambia-
do de acuerdo con los procesos de la tectó-
nica de placas. Africa, Eurasia, Australia y
Norteamérica estarían en conexión, mien-
tras Sudamérica estaría separada del resto
formando una isla-continente. Los princi-
pales hábitats terrestres permanecerían sin
alteraciones notables. Mamíferos y aves do-
minarían las comunidades de vertebrados.
En el mundo futuro de Dixon, el hombre y
otros animales que hoy nos son familiares
cetáceos, perisodáctilos, proboscídeos,
monotremas
se han extinguido hace tiem-
po. Por el contrario, los roedores e insec-
tívoros estarían ampliamente diversificados.
Los principales
pacedores ya no
serían los ungula-
dos o animales
con pezuñas. Las
regiones templa-
das albergarían
rebaños de conejí-
lopes, un tipo de
conejos del tama-
ño de un ciervo.
Los gigantílopes y
capicornios, ru-
miantes descen-
dientes de los an-
tílopes, ocuparían
las praderas tropi-
cales y los bos-
ques de coníferas.
Los carnívoros ac-
tuales habrían de-
jado sus nichos a
las ratas depreda-
doras y a ciertos
primates e insec-
tívoros. Los habi-
tantes del océano
Austral serían los
pelargónidos o a-
ves acuáticas. El
más impresionante sería el vórtex, un des-
cendiente del pingüino que alcanzaría el ta-
maño de una ballena. Las faunas insulares
estarían representadas por formas endémi-
cas. La isla de Lemuria, en el océano Indi-
co, sería la ciudadela de los ungulados, y
las islas de Batavia, en el Pacífico, alberga-
rían un mundo variado de murciélagos [Di-
xon, 1981].
En el prólogo del libro, Morris opina que
cada animal “nos enseña una lección im-
portante sobre los procesos conocidos de la
evolución: adaptación, especialización, con-
vergencia y radiación”. Morris añade: “Dixon
ha equilibrado sus precisos sueños con una
disciplina científica estricta, lo que hace que
su libro sea tan acertado y sus animales
El vórtex, un habitante del océano Austral, según
Dougal Dixon.
background image
el escéptico (Otoño 1998)
13
tan convincentes”. No obstante, todos los
zoólogos no comparten su opinión. Más de
uno ha puesto en entredicho el valor cien-
tífico de los animales de Dixon, criticando
algunas anomalías biológicas y la falta de
credibilidad de varias reconstrucciones
[Turner, 1981]. Pese a todo, el libro de Dixon
es original y divertido, desbordante de ima-
ginación y está magníficamente ilustrado.
La segunda obra futurozoológica de Di-
xon se publicó en 1988. Esta vez, trató de
imaginar cómo sería el mundo actual si el
asteroide que cayó sobre la Tierra hace 65
millones de años, y supuestamente aniqui-
ló a los dinosaurios y muchos otros organis-
mos, no hubiera existido. Según el esquema
de Dixon [1988], los dinosaurios domina-
rían todavía los ecosistemas terrestres y los
mamíferos estarían relegados a ocupar un
papel secundario. Sólo los placentarios ha-
brían sobrevivido, mientras los monotremas
y marsupiales se habrían quedado en el ca-
mino. Las aves compartirían el medio aé-
reo con los reptiles voladores. The new dino-
saurs: an alternative evolution es un atlas
ilustrado de lo que podrían haber sido los
dinosaurios si no se hubieran extinguido.
Dixon se inspiró en la evolución de los eco-
sistemas durante los últimos 65 millones
de años a la hora de reconstruir a sus cria-
turas. Muchos de los dinosaurios futuros
son versiones reptilianas de los grandes
mamíferos que conocemos hoy en día: ele-
fantes, rinocerontes, bóvidos, cérvidos, et-
cétera. Algunos son el resultado de una evo-
lución paralela condicionada por el hábitat.
Así, ciertos hipsilofodóntidos, pequeños
dinosaurios fitófagos corredores, se habrían
adaptado a vivir en medios litorales como
los actuales sirénidos o vacas de mar. Otros,
como el balaclav, pacerían formando ma-
nadas en las montañas y se protegerían del
frío gracias a una espesa piel lanuda. Los
pequeños dinosaurios carnívoros también
habrían desarrollado adaptaciones prodigio-
sas. Dos ejemplos son la forma saltarina de
las cumbres y el dinosaurio carpintero.
Dixon [1988] no se atrevió a crear un di-
nosaurio antropomórfico, aunque esta idea
ya había sido propuesta con anterioridad
por otros autores. En 1982, el paleontólogo
norteamericano Dale Russell concibió un
dinosauroide, es decir una criatura in-
teligente que podría haber sido el más evo-
lucionado de los dinosaurios si éstos hu-
bieran sobrevivido. Russell tomó como pun-
to de partida un pequeño dinosaurio carní-
voro llamado troodon. Este animal poseía
una visión estereoscópica, un pulgar opo-
nible y, lo que es más interesante aún, el
mayor cociente de encefalización conocido
entre los dinosaurios. Basándose en extra-
polaciones, Russell imaginó lo que podía ha-
ber sido la evolución del troodon y elaboró,
con ayuda del taxidermista Ron Séguin, un
modelo tridimensional en fibra de vidrio
[Russell y Séguin, 1982]. A primera vista,
el dinosauroide es un reptil bípedo con for-
ma de humanoide. El crá-
neo es voluminoso, los ojos
grandes y ovales, y el hoci-
co chato. Carece de orejas y
sus mandíbulas, desprovis-
tas de dientes, presentan un
revestimiento córneo. El di-
nosauroide conserva tres
dedos en las manos y pies,
pero el cuello es corto y la
cola ha desaparecido. No tie-
ne rótulas y los órganos
sexuales son internos, como
en los reptiles. Sin embar-
go, posee ombligo, ya que se
supone que habría dejado
de poner huevos para con-
vertirse en vivíparo. En re-
sumen, el dinosauroide de
Russell es una criatura in-
teligente de sangre caliente,
capaz de comunicarse utili-
zando algún tipo de lengua-
je y desarrollar una vida so-
cial compleja. El trabajo de
Russell y Séguin es citado a
menudo en libros serios so-
bre dinosaurios, lo que de-
muestra que sus colegas
han tenido en cuenta la pro-
puesta, aunque sea a título
de paleontología-ficción.
La última experiencia
futurozoológica de Dixon es
a la vez la más delirante y decepcionante
de todas. Man after man es una extra-
polación de la evolución del hombre dentro
de cinco millones de años [Dixon, 1990].
Los problemas de superpoblación humana
han provocado un éxodo hacia nuevos mun-
dos. Mientras unos buscan refugio en las
estrellas, otros, lisiados como consecuen-
cia de las mutaciones genéticas, recurren a
la biotecnología para adaptarse a una nue-
va vida en la Tierra. Los experimentos de
ingeniería genética realizados sobre seres
humanos les permiten a éstos ocupar ni-
chos ecológicos vacantes. Cinco millones de
años después, la evolución humana recuer-
da un festín antropófago. El libro de Dixon
ilustra criaturas convertidas en peces, del-
fines, topos, perozosos y otros seres que
parecen sacados de un bestiario medieval.
Algunos periodistas han tachado el libro de
poco serio y se ha llegado a decir que re-
cuerda más a una idea de libro de ciencia-
ficción de Brian Aldiss, el autor del prefa-
cio, que a una obra de futurozoología [Gee,
1990]. Decepcionado quizá con la acogida
dispensada a su última obra, Dougal Dixon
ha vuelto a dedicarse a la divulgación cien-
tífica y ha abandonado momentáneamente
sus ideas de zoología futurista.
Una biología extravagante
A finales de la década de los 50, el fisiólogo
alemán Gérolf Steiner publicó, con el pseu-
El dinosauroide de Russell y
Séguin.
background image
dónimo de Harald Stümpke, un libro cuyo
objetivo era ayudar a sus alumnos a com-
prender los mecanismos de la evolución bio-
lógica. Imaginó unos seres extraños, llama-
dos rinogrados, que tenían la facultad de
desplazarse sobre sus apéndices nasales e
inventó todo un mundo nuevo inspirándo-
se en la selección natural. El divertido y pe-
dagógico libro de Steiner llevaba por título
Bau und leben der rhinogradentia [Stümpke,
1958]. En su introducción, puede leerse:
“Entre los mamíferos, el orden de los narigu-
dos ocupa una plaza particular, que se ex-
plica ante todo por el hecho de que estos
extraños animales han sido descubiertos en
una época muy reciente. Que hayan perma-
necido ignorados por la ciencia durante tan-
to tiempo es debido a que su patria, el ar-
chipielago de las Ayayay
traducción ingle-
sa de Hi-iay
, situado en los Mares del Sur,
no se descubrió hasta el año 1941. La ca-
sualidad quiso que, durante la Guerra del
Pacífico, unos europeos civilizados dieran
con estas islas. Por otro lado, el descubri-
miento de este grupo zoológico es de gran
importancia, ya que manifiesta unos princi-
pios morfológicos, modos de comportamien-
to y tipos ecológicos sin parangón no sólo
entre los mamíferos, sino entre los verte-
brados”.
Los rinogrados o narigudos se caracteri-
zan, como su nombre indica, por un desa-
rrollo particular de la nariz. Ésta puede ser
simple o múltiple y desempeña diversas fun-
ciones. El nasario es el órgano de locomo-
ción de los rinogrados, de tal modo que las
otras extremidades han perdido esta fun-
ción. Los miembros posteriores son general-
mente reducidos, los anteriores se han
transformado en órganos prensiles y la cola
puede adoptar formas aberrantes. Los ri-
nogrados son de pequeño tamaño, están
recubiertos de pelo y ocupan una gran di-
versidad de nichos ecológicos. La mayoría
es insectívora, pero también se conocen for-
mas vegetarianas, sobre todo frugívoras, y
una especie carnívora. Aunque algunos na-
rigudos son sésiles, muchos de ellos han
desarrollado la facultad de saltar, como los
saltonáceos, y uno de ellos es incluso ca-
paz de volar. La clasificación de los rino-
grados está basada en la forma y función
del nasario. Stümpke describió quince fa-
milias diferentes, que reúnen un total de
138 especies. Por desgracia, el archipielago
de las Ayayay fue destruido durante una
experiencia atómica secreta, y los rinogra-
dos desaparecieron sin dejar descendencia.
El descubrimiento de los narigudos fue
considerado como una de las más grandes
demostraciones de la parabiología, también
llamada fantazoología [Izzi, 1996] o zoolo-
gía-ficción [Ros, 1997]. El eminente biólogo
Pierre Grassé, profesor de la Sorbona de Pa-
rís, concluía con estas palabras el prefacio
de la edición francesa de la obra de Steiner:
“El libro de Harald Stümpke no sólo aporta
hechos nuevos, insospechados, sino que in-
vita al hombre de ciencia a reflexionar so-
bre las causas de la diversificación de los
seres vivos sobre nuestro planeta, el motor
de la evolución. La parabiología se muestra
con todo su esplendor. En conclusión, ami-
go biólogo, acuérdate de que los hechos me-
jor descritos no son siempre los más cier-
tos”.
La parabiología alcanza cotas extremas
de excentricidad cuando la imaginación se
desboca y los científicos confunden sus es-
peranzas con las observaciones. Una bue-
na ilustración es la nummulosfera de Ran-
dolph Kirkpatrick, considerada por el co-
nocido paleontólogo de Harvard Stephen J.
Gould [1980] como “la más demente de las
teorías descabelladas desarrolladas en el
presente siglo por un naturalista profesio-
nal”. Kirkpatrick es el nombre de un inver-
tebrista inglés especializado en esponjas co-
ralinas. Sus trabajos taxonómicos pasaron
prácticamente desapercibidos por la comu-
nidad científica hasta el día en que decidió
publicar a cuenta de autor un libro absur-
do [Kirkpatrick, 1913]. Kirkpatrick argu-
mentaba que todas la rocas de la corteza
terrestre, incluyendo las volcánicas, esta-
ban hechas de fósiles y, más concretamen-
te, de nummulites
foraminíferos en forma
de lenteja
. El chiflado de Kirkpatrick llegó
a pensar que los meteoritos también esta-
ban hechos de nummulites y propuso que
la forma en espiral de la concha de estos
organismos unicelulares era la “expresión
de la esencia de la vida, como la arquitectura
de la propia vida” [Gould, 1980]. Sin duda,
Kirkpatrick se engañó a sí mismo y llegó a
convertir su pasión en una teoría extrava-
gante. La nummulosfera es un ejemplo de
cómo la imaginación disparatada puede ju-
garle malas pasadas a un científico honra-
do.
En nuestra época, algunos chiflados han
adoptado la parabiología como una doctri-
na de tipo religioso. El mayor exponente es
el japonés Chonosuke Okamura, director
14
(Otoño 1998) el escéptico
Un rinogrado adulto y su cría de tres meses, y técni-
ca de desplazamiento de un saltonáceo (narigudo
saltador), según Stümpke.
background image
el escéptico (Otoño 1998)
15
del llamado Laboratorio Fósil Okamura.
Entre 1975 y 1977, Okamura obtuvo una
gran cantidad de muestras de caliza paleo-
zoica de la montaña Nagaiwa, cerca de la
ciudad de Ofunado, en la prefectura japone-
sa de Iwate. Preparó una serie de láminas
delgadas y las examinó con ayuda de un
microscopio. Cuál no sería su sorpresa al
descubrir que contenían microcriaturas fó-
siles de un tamaño comprendido entre 1 y
5 milímetros, entre las cuales reconoció es-
pecies actuales y extintas. Las calizas de
Nagaiwa parecían encerrar los vestigios de
un mundo microscópico remoto. Okamura
[1980] identificó cerca de cien especies di-
ferentes, incluyendo plantas, invertebrados,
peces, anfibios, tortugas, serpientes, dino-
saurios, pterosaurios, aves y mamíferos, in-
cluyendo ¡microseres humanos! Por in-
creíble que resulte, muchos de los vertebra-
dos de la caliza Nagaiwa se conservan en
carne y hueso. Otros componentes de la fau-
na son desconocidos para la ciencia: Oka-
mura señaló la presencia de dragones y
bautizó un grupo de reptiles serpentiformes
con el nombre de yokozuquios. Yokozuchi
era el término utilizado antiguamente por
los campesinos de la región de Tokuyama
para definir una especie de serpiente ve-
nenosa de forma rechoncha. En su infor-
me, Okamura describe también aspectos in-
éditos sobre la oviparidad, crecimiento, ca-
nibalismo y diferentes técnicas de camu-
flaje de lo que él identifica como dragones.
Según Okamura, la formación de los fó-
siles de Nagaiwa tuvo lugar en la parte orien-
tal del antiguo continente de Angara y se
debió probablemente a un gran seísmo que
sacudió la región durante el período Silúri-
co, hace unos 400 millones de años. Debi-
do a las sacudidas, los microvertebrados te-
rrestres cayeron al agua y atrajeron la aten-
ción de los dragones y otros organismos ma-
rinos. Todos estos seres se vieron sepulta-
dos por enormes coladas de barro. Poste-
riormente, la lava esterilizó los cadáveres y
el aumento de la temperatura del agua hizo
que los cuerpos se convirtieran en cera. Con
el paso del tiempo, se transformaron en car-
bonato cálcico, su estado actual.
Las microcriaturas de Nagaiwa están en
contradicción con los conocimientos ac-
tuales en biología, paleontología y geología,
por lo que Okamura llegó a la conclusión
de que Darwin se había equivocado y desa-
rrolló una nueva teoría. Según él, todos los
grupos de vertebrados que conocemos apa-
recieron a principios de la Era Primaria,
hace unos 500 millones de años. Si la per-
dición de Kirkpatrick fue su pasión incon-
trolada por la síntesis, el grave error de Oka-
mura ha sido dejarse influenciar por sus
convicciones personales e intentar reorga-
nizar la ciencia a su manera, simplificán-
dola hasta la caricatura. Las muestras de
Nagaiwa contienen en realidad una fauna
paleozoica clásica, formada por foraminífe-
ros, equinodermos, crinoideos, gasterópo-
dos, briozoos, etcétera. Algunas de las mi-
crocriaturas no dejan de ser recristalizacio-
nes de calcita que han adoptado formas ca-
prichosas.
Por último, una materia que podría con-
vertirse con el tiempo en una disciplina her-
mana de la futurozoología y fantazoología
es la exoparabiología, o biología excéntrica
de los seres extraterrestres. Algunos hom-
bres de ciencia la practican con fines peda-
gógicos o especulativos. Dos casos significa-
tivos son la descripción de las mantas y las
medusas, seres vivos de la atmósfera de Jú-
piter imaginados por Arthur C. Clarke
[1971] y popularizados como cazadores y
flotantes, respectivamente, por Carl Sagan
en su célebre obra de divulgación Cosmos
[Sagan, 1980], y la idealización de un mar-
ciano según Isaac Asimov [1967], basada
en los conocimientos de la época sobre la
geología marciana. Los escritores de cien-
cia-ficción practican con talento la exopa-
rabiología. La novela Solaris, del escritor po-
laco Stanislaw Lem [1961] y llevada al cine
por Andrei Tarkovski en 1971, en la que se
nos describe un ser-océano pensante, y la
compilación Bestiario de ciencia-ficción
[1986] son dos ejemplos representativos de
lo que puede dar de sí esta disciplina.
Nota final
Los libros de Steiner [1958] y Dixon [1980]
son obras de especulación zoológica. Aun-
que no son manuales de ciencia, ponen en
juego los mecanismos de la evolución y pue-
den ser una excelente introducción para jó-
venes de los procesos biológicos. El trabajo
de Okamura [1980] es un puro disparate,
obra de un chiflado. La parabiología y la
futurozoología no son disciplinas científi-
cas sensu stricto porque su tema de estudio
es ficticio. Otro tanto puede decirse de la
criptozoología, aunque los animales de los
que trata nos sean más familiares. Si ac-
túan con método y rigor, los criptozoólogos
pueden ayudar a los biólogos a descubrir
nuevas especies de animales y plantas, pero
su trabajo tiene más que ver con la labor
de un detective que con la de un ientífico.
La principal contribución de las manifesta-
ciones excéntricas de las ciencias natura-
les es el enriquecimiento del imaginario
científico. El hecho de que todas estas prác-
ticas cuenten con científicos entre sus adep-
tos no las convierte en ciencia. La utiliza-
ción de ideas científicas para reconstruir
mundos imaginarios es un ejercicio intelec-
Hay hombres de ciencia que practican
la biología excéntrica de seres
extraterrestres con fines pedagógicos
o especulativos
background image
tual loable, pero no es ciencia. Es sencilla-
mente ciencia-ficción.
Agradecimientos
Nuestro agradecimiento a Humberto Astibia y
Luis Alfonso Gámez por la lectura crítica del ma-
nuscrito y sus valiosos comentarios. Una comu-
nicación basada en este texto se presentó en la
Conferencia Internacional sobre Evolucionismo
y Racionalismo, celebrada en Zaragoza en sep-
tiembre de 1997.
Referencias
Asimov, I. [1967]: “Anatomía de un marciano”.
En Asimov, I.: ¿Hay alguien ahí? Trad. de Mi-
guel Giménez Sales Ediciones Picazo. Bar-
celona 1973. 400 páginas.
Barloy, J.-J. [1985]: Les survivants de l’ombre.
Enquête sur les animaux mystérieux. Eds.
Arthaud. París. 267 páginas.
Binns, R. [1983]: The Loch Ness mistery solved.
Prometheus Books. Buffalo 1984. 228 pági-
nas.
Broch, H. [1991]: Au coeur de l’extraordinaire.
Eds. L’Horizon Chimérique. Burdeos, 386 pá-
ginas.
Clarke, Arthur C. [1971] : “Un encuentro con
Medusa” [“A meeting with Medusa”]. En Clar-
ke, Arthur C.: El viento del sol. Relatos de la
era espacial [The wind from the sun. Stories
of the space age]. Trad. de Francisco Torres
Oliver. Alianza Editorial (Col. “El Libro de Bol-
sillo”, Nº 531). Madrid 1974. 238 páginas.
Diamond, J. [1985]: “Los cazadores de mons-
truos”. Algo (Barcelona), Nº Junio, 55-59.
Dixon, D. [1981]: Después del Hombre. Una zoo-
logía del futuro [After man: a zoology of the
future]. Trad. de Alfredo Arche Miralles. Ed.
Blume. Barcelona 1982. 124 páginas.
Dixon, D. [1988]: The new dinosaurs: an alter-
native evolution. Grafton, Londres, y Salem
House, Topsfield, Massachusetts. 120 pági-
nas.
Dixon, D. [1990]: Man after man. Prefacio de
Brian Aldriss . Blandford. Londres, 128 pá-
ginas.
Gee, H. [1990]: “Second guess”. En “Books re-
views”. Nature. Nº 345 (7 de Junio). 489.
Gould, S. J. [1980]: : El pulgar del panda (Ensa-
yos sobre evolución) [The Panda’s thumb. More
reflections in natural history]. Trad. de Antonio
Resines. Ed. H. Blume y Eds. Orbis. Bar-
celona 1983 y 1985. 352 páginas. Véase el
capítulo 22: “El viejo loco de Randolph
Kirkpatrick”, 241-249.
Heuvelmans, B. [1955]: Sur la piste des bêtes
ignorées. Ed. Plon. París. 2 vols. Edición in-
glesa: On the track of unknown animals. Ke-
gan Paul International Ltd. Londres 1965.
Heuvelmans, B. [1965]: Le grand serpent de mer.
Le problème zoologique et sa solution. Ed.
Plon. París.
International Code of Zoological Nomenclature
[1985]. International Trust for Zoological
Nomenclature. 338 páginas.
Izzi, M. [1989]: Diccionario ilustrado de los mons-
truos. Angeles, diablos, ogros, dragones, sire-
nas y otras criaturas del imaginario. Traduc-
ción de Marcellí Salat y Forja Folch. Alejan-
dría, José J. de Olañeta Editor, Palma de Ma-
llorca 1996. 541 páginas.
Kirkpatrick, R. [1913]: The nummulosphere. An
account of the organic origin of the so-called
igneous rocks and of abyssal red clays. Lam-
ley and Co., Londres.
Lem, S. [1961]: Solaris. Traducción de Matilde
Horne y F.A. Eds. Minotauro. Barcelona
1985. 218 páginas.
Mackal, R.P. [1980]: Searching for hidden ani-
mals. An inquiry into zoological mysteries. Ca-
dogan Books. Londres 1983. 294 páginas.
Merino, J. [1987]: “Los monstruos ya no son lo
que eran”. Algo (Barcelona), Nº Abril, 68.
Meurger, M. [1995]: “Sur la piste des animaux
mystérieux”. Sciences et Avenir. Hors Série
(Junio). 80-83.
Napier, J. [1973]: Bigfoot, the Yeti and Sasquatch
in myth and reality. E.P. Dutton & Co. Nueva
York.
Okamura, C. [1980]: Original report of the
Okamura Fossil Laboratory, n+ 14.- Period of
the Far Eastern microcreatures. Jinbeidori.
Minato-ku, Nagoya, Japón. 165-346.
Raynal , M. [1997]: Institut Virtuel de Crypto-
zoologie. Informes sobre criptozoología en In-
ternet: http://perso.wanadoo.fr/cryptozoo/
(en francés).
Ros, J. [1997]: “Los científicos se divierten”. Mun-
do Científico (Barcelona), Nº 182 (Septiem-
bre). 768-775.
Russell, D.A.; y Séguin, R. [1982]: “Reconstruc-
tions of the small Cretaceous theropod Ste-
nonychosaurus inequalis, and a hypothetical
dinosauroid”. Syllogeous. Museo Nacional de
Ciencias Naturales de Otawa. Vol. 37, 43 pá-
ginas.
Sagan, C. [1980]: Cosmos [Cosmos]. Trad. de
Miquel Muntaner i Pascual y María del Mar
Moya Tasis. Ed. Planeta (Col. “Documento”,
Nº 86). Barcelona 1982. 366 páginas
Scott, P.; y Rines, R. [1975]: “Naming the Loch
Ness monster”. Nature. Nº 258 (11 de Diciem-
bre). 466-468.
Silverberg, R. (Ed) [1971]: Bestiario de ciencia-
ficción [The science fiction bestiary]. Trad. de
Augusto Martínez Torres. Ultramar Editores.
Mallorca-Barcelona 1986. 220 páginas. Sim-
pson, G.G. [1985]: “Mammals and Crypto-
zoology”. Proceedings of the American Philo-
sophical Society. 128 (1), p. 1-19.
Stümpke H. [1958]: Bau und leben der rhinogra-
dentia. Epílogo de Gérolf Steiner. Gustav Fi-
sher, Stuttgart. Edición francesa: Anatomie
et biologie des rhinogrades. Un nouvel ordre
de mammifères. Trad. de Robert Weil. Prefa-
cio de P.-P. Grassé. Ed. Masson. París 1962.
87 páginas. Edición americana: The snouters:
form and life of the rhinogradentia. Chicago
University Press. Chicago y Londres 1967.
Turner, B.D. [1981]: “No sense and nonsense
and noses”. En “Books reviews”. Nature (Lon-
dres). Vol. 294, 499.
16
(Otoño 1998) el escéptico
Xabier Pereda Suberbiola es doctor en Paleon-
tología. Universidad del País Vasco; Facultad de
Ciencias; Departamento de Estratigrafía y Pa-
leontología; Apartado 644; 48080 Bilbao.
Nathalie Bardet es doctora en Paleontología.
Laboratoire de Paléontologie de Vertébres;
Université Pierre et Marie Curie (Paris VI); URA
1761 du CNRS; Case 106; 4 place Jussieu;
75252 Paris cedex 05.