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desde el sillón
Conversaciones extragalácticas y
tomaduras de pelo
Tras dos años de ardua la-
bor en la sombra, José An-
tonio Campoy, director de
la revista Más Allá de la
Ciencia, ha publicado un
libro de difícil calificación:
unas veces parece un tra-
tado de risoterapia, otras,
un catecismo para ilumi-
nados de la Era de Acua-
rio o Nueva Era, y las más,
una fuente inagotable de
tópicos para crédulos con
atrofia irreversible del sen-
tido común.
Campoy mira por enci-
ma del hombro al proyec-
to SETI y similares, ya que
él tiene una solución que
hace obsoleta cualquier
otra tecnología de búsque-
da y contacto extraterres-
tre, la conexión telepática.
Y lo deja bien claro: ¿para
qué usar tecnología “so-
fisticada y de punta si uno
puede comunicarse a la
velocidad
aparente-
mente
instantánea del
pensamiento”?
1
En el vie-
jo y superado paradigma
científico, los móviles so-
lían tener, sobre todo por
norma de buena conduc-
ta, velocidad instantánea,
que era la velocidad que
llevaban en cada instan-
te; en el nuevo paradigma,
eso no siempre es así. Por
ejemplo, el pensamiento
debe viajar tan deprisa
que la velocidad instantá-
nea sólo es aparentemente ins-
tantánea; esto es, que la veloci-
dad que lleva en cada instante
sólo aparentemente es instantá-
nea, que diría Groucho. ¿Qué es
entonces? No se sabe. Por eso, y
ya en el curso de la Entrevista a
un extraterrestre: Geenom, el li-
bro que comentamos, al pregun-
tarle al sabio extraterrestre por
la velocidad del pensamiento,
éste le contesta, saliéndose por
la tangente, que es muy grande;
que se ha intentado medir va-
rias veces, pero sin conseguirlo.
La telepatía permite una rápi-
da comunicación entre entrevis-
tador y entrevistado, aunque
este último diga encontrarse en
un planeta de la estrella Alfa B,
constelación de Centauro,
a unos 4,39 años-luz de
la tierra;
2
lo malo es que,
por razones que Campoy
no explica, la comunica-
ción directa mente-men-
te no es posible, y hay que
recurrir a trucos de alta
tecnología, como es un ta-
blero (de madera; los me-
tálicos interfieren con las
“ondas del pensamiento”)
de forma circular, lleno de
letras en los bordes, que
se seleccionan mediante
un bote de yogur (una
ouija, para los que entien-
den de esto). El frasco se
mueve empujado más o
menos al unísono por un
dedo de cada uno de los
dos intérpretes, miembros
del grupo de contactados
Aztlán, que se ponen a la
tarea. Luego, uno de ellos,
generalmente una mujer
que, mensualmente, en la
revista Más Allá de la
Ciencia,
3
mantiene un
duelo a muerte con la Fí-
sica, uno de ellos, repito,
va formando verbalmente
las palabras con las letras
que señala el vasito de yo-
gur. Claro, por muy rápi-
dos que sean con los de-
dos, ir descifrando según
este método el mensaje
extraterrestre lleva su
tiempo. De ahí que la ges-
tación de este inefable li-
bro durase, como se dijo
al principio, más de dos años.
Ya hacen falta tragaderas
para creerse todo este montaje
del grupo Aztlán; pero si al me-
nos las respuestas que los con-
tactados ponen en boca de su
guía extraterrestre
¿tendrá bo-
ca Geenom?
fuesen mediana
mente sensatas, más o menos de
sentido común, y no estuviesen
Campoy, José Antonio [1997]: Entrevista a un extra-
terrestre: Geenom. Prologado por Fernando
Sánchez Dragó, Joaquín Grau, Fernando Jiménez
del Oso y Mario Satz. J&C Proyectos Editoriales
(Col. “Grandes Éxitos Mundiales de la Nueva
Era”). Madrid. 253 páginas.
el escéptico (Junio 1998)
81
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plagadas de errores científicos y
de toda índole, el entrevistador
tendría alguna excusa para jus-
tificar su credulidad sin límites
en el grupo y en su guía. Pero es
que dichas respuestas represen-
tan un rebuscadísimo ejercicio
de disparates antológicos, de for-
ma y manera que los cuatro pro-
loguistas,
4
cuatro, amigos del
autor y con rango cada uno, co-
mo menos, de capitán general
con mando en plaza de las que
Sánchez Dragó llama cohortes
esotéricas, se reservan muy mu-
cho su opinión sobre la veraci-
dad del supuesto extraterrestre,
como si tratasen de salvar algu-
nos gramos de sentido común
del gran naufragio en el mar de
la credulidad más desbordante
al que casi se ven abocados por
su condición de introductores y
padrinos de Campoy en esta su
primera aventura en el mundo
de los libros.
Entrevista a un extraterrestre:
Geenom, no se lo pierdan, tiene
una especie de blindaje contra
la munición escéptica: por un la-
do, Sánchez Dragó advierte en
su prólogo que el autor “se cura
al respecto en salud... avisándo-
nos de todas y cada una de las
hipótesis desjarretadoras que
los escépticos
él mismo lo es
5
podrían aducir para buscarle
cinco pies al gato de la presunta
extraterritorialidad de las con-
versaciones galácticas que aquí
se transcriben...”.
Pero, claro, si contemplamos
las hipótesis alternativas a esta
conversación galáctica, nos en-
contramos que, después de re-
chazar con argumentos muy en-
debles un presunto cortocircui-
to telepático entre los miembros
de grupo Aztlán, el autor nos
habla de comunicación con es-
píritus descarnados, el incons-
ciente colectivo, los archivos
Akáshicos, los campos morfo-
genéticos del inefable Sheldra-
ke, y hasta el modelo holográfico
del cerebro. Ante estas alterna-
tivas, no deben extrañarnos las
palabras finales de Campoy: “De
todas las hipótesis sugeridas
para intentar explicar esta sin-
gular experiencia, ésa [que el in-
terlocutor es verdaderamente un
extraterrestre] es la que a más
gente de mi entorno le parece la
menos fantástica. ¿Y a usted?”.
(Hombre, si es a mí a quien pre-
gunta el autor, le diría sin repa-
ros que los del grupo Aztlán le
han tomado el pelo con un des-
parpajo increíble.)
La otra placa de blindaje la
pone el propio Campoy diciendo
que, al haber cedido los derechos
de autor al grupo Aztlán, se ve
libre de que los escépticos le acu-
sen de que detrás de todo esto
no hay sino razones económicas
(aquí, el autor, dice las únicas
cosas sensatas que aparecen en
las más de 250 páginas del li-
bro, al anotar que algunas per-
sonas considerarán esto “como
un disparatado montaje... el de-
lirio fantasioso de una mente
exuberante”).
¿Merece la pena comentar al-
gunas preguntas y respuestas,
muchas del tipo: “pregúntame
un sin sentido que yo te contes-
taré con una majadería”? La ver-
dad es que no sabría por dónde
empezar. Ya, desde el principio,
un error en la edad que el grupo
Aztlán asigna a su guía cósmico
permite una nota de Campoy a
pie de página en la que macha-
ca en dos líneas la teoría de la
relatividad de Einstein; sigue la
conversación sobre una teoría de
la evolución que más parecen
versiones mejoradas de progra-
mas de ordenadores (versión 4.3,
6.2, etcétera); luego, se compara
el cerebro con una emisora de
radio capaz de emitir en onda
corta, onda media y frecuencia
modulada (claro que para eso
hay que decir que Geenom pos-
tula que el pensamiento “no es
materia, sino energía electro-
magnética sublimada” (la cursi-
va es nuestra); se habla de ener-
gías a granel y de colorines, in-
cluyendo algunas absolutamen-
te desconocidas por esta igno-
rante humanidad, como la ener-
gía vóntica, que permite “expan-
dir el espacio interatómico sin
perder la energía de cohesión
con la consiguiente carga elec-
tromagnética, de tal manera
que, de forma instantánea, la
nave [un ovni, se supone] puede
alcanzar un tamaño de varios
centenares de kilómetros...”.
Es realmente imposible se-
guir comentando el texto. Los
despropósitos se van acumulan-
do de manera que es tarea in-
útil expurgar, entre tanta mez-
cla de pseudociencia, máximas
de ética trasnochada, mensajes
y profecías apocalípticas, y con-
sejos para andar por casa recar-
gando las energías como si de pi-
las eléctricas se tratase, aque-
llos asuntos más hilarantes,
aquellos pasajes de barroca ima-
ginería New Age, aquellos trope-
zones de la sopa de letras que
se nos quiere hacer pasar por so-
pa de nuevos paradigmas.
Dos observaciones finales: el
racismo ramplón que aparece de
vez en cuando en el texto
como
que las razas se deben a distin-
tas colonizaciones de nuestro
planeta por extraterrestres de
procedencias diversas
, y la se-
guridad de que el prestigio del
autor como “azote de viejos, or-
todoxos y oficiales paradigmas
científicos”, y crédulo comul-
gante con ruedas de molino, que,
según sus propias palabras,
arriesga en éste su primer libro,
6
no sólo no se ha resentido por
ello, sino que se ha afianzado só-
lidamente.
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(Junio 1998) el escéptico
FERNANDO
PEREGRÍN
1
Quintana, Carmen [1997]: “El di-
rector de ‘Más Allá de la Ciencia’
entrevista a un extraterrestre du-
rante más de dos años”. Más Allá
de la Ciencia (Madrid), Nº 100
(Junio), 36-45.
2
¡Vaya sitio más mal elegido por el
grupo Aztlán para morada de su
guía cósmico-espiritual, en exclu-
siva, Geenom! Podían haberse
molestado en buscar un lugar
más plausible. ¡Con lo grande
que es el Universo!
3
María Pinar Merino, encargada de
la sección “Las leyes del espíri-
tu” en Más Allá de la Ciencia.
4
Por orden de aparición: Fernando
Sánchez Dragó, Joaquín Grau,
Fernando Jiménez del Oso y
Mario Satz.
5
¡Sánchez Dragó llamando escépti-
co a Campoy! El iluminado y he-
terodoxo autor de Gárgoris y Ha-
bidis siempre con sus bromas...
6
Ha quedado a salvo, en mi opinión,
la lucidez del sector de editoras
profesionales. Ninguna ha que-
rido editar el libro, que ha sido
publicado por su autor, dentro
de una imaginaria y pomposa co-
lección: “Grandes Éxitos Mun-
diales de la Nueva Era”.
Un error en la edad que
el grupo Aztlán asigna a
su ‘guía cósmico’
permi-
te a Campoy machacar
en dos líneas de nota a
pie de página la teoría
de la relatividad de
Einstein